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La India de Narendra Modi, un experimento de segregación social a gran

escala, neoliberalismo desembozado y nacionalismo religioso extremo.

Esteban Morales Estrada


Magíster en Historia

“el prejuicio surge como ideología vinculado a la auto-conservación, a la identidad del


grupo, a través de ese mecanismo paranoide del tipo proyectivo, junto con la necesidad
del odio frente a quien piensa y siente de otro modo, el prejuicio y el odio, que, como
dice Max Horkheimer es “irrevocable”, porque permite al individuo ser malo pero sin
embargo considerarse bueno. Ser malo, asesinar, y sin embargo considerarse bueno”.
“Sabemos que el odio colectivo y la proyección paranoide es un resultado de la
organización del prejuicio. Porque el prejuicio negativo tiene un aspecto positivo, son
caras de una misma moneda”

Las dos citas anteriores, son fundamentales para entender el mundo actual. Uno que tiende
peligrosamente al racismo, a la xenofobia y a la segregación. Ambas provienen del texto
Tolerancia e ilustración (1) de Rubén Jaramillo Vélez, traductor, profesor universitario,
divulgador de la Teoría Crítica en Colombia y uno de los más lúcidos e importantes
filósofos colombianos de la segunda mitad del siglo XX, con destacado papel como
docente, escritor y analista. Ambos nos servirán como marco analítico, para escudriñar un
poco en la situación de la India en la actualidad, un país inmenso, muy poblado, diverso, y
donde todo tiene una escala monumental.

Las imágenes son espeluznantes y nos hacen volver a las escenas de antisemitismo en la
primera mitad del siglo XX en Europa, como antesala del nazismo, donde se volvió
cotidiano matar judíos a palazos en las calles y aceras, como remembranza de los pogromos
medievales, y el resentimiento-prevención hacia el “pueblo elegido” a lo largo de los siglos,
retratado muy bien (más allá de la idealización de Jacob) en la novela El esclavo de Isaac
Bashevis Singer. En una de las fotos se ve Mohammad Zubair, apaleado hace un par de
meses por una turba de nacionalistas indios en Nueva Delhi, hasta quedar gravemente
herido. Las escenas se repiten en escaramuzas, peleas y enfrentamientos callejeros, donde
aparece y se configura –de nuevo– la típica dinámica autoritaria del chivo expiatorio, y que
dejaron en Nueva Delhi 250 heridos y 34 muertos (2). Y es que al grito de “India para los
hindúes”, se está efectuando una persecución inmisericorde e implacable con móviles
religiosos, donde aparecen linchamientos, golpizas y rechazo social. Pero la situación no es
nueva, ya que ha habido roces desde hace décadas entre los miembros de las dos religiones
mayoritarias del subcontinente indio: el hinduismo y el islam. Sin embargo, es innegable
que con el primer ministro Modi, esos roces se han visto legitimados, propiciados y
respaldados.

Lo que puede ser visto como riqueza y variedad cultural, muchas veces se convierte en un
escenario que está construido sobre un gigantesco polvorín. La convivencia entre culturas
tan disimiles no siempre es fácil de manejar, y ante cualquier incentivo o acusación
repetitiva, se desatan procesos tan complejos como el antisemitismo, el antigitanismo (3), el
racismo o las guerras étnicas y religiosas, ya que por lo general somos tolerantes con el otro
solo de lejos, situación que se ve reflejada en nuestro país con el caso de los indígenas, que
muchos ven conmovidos en las películas, pero no los soportan en los semáforos de nuestras
urbes. En lo que tiene que ver con la religión y sus dogmas, el problema se hace más
complejo, ya que la religión posee “verdades”, que muchas veces resultan imposibles de
matizar o negociar frente a otras “verdades”, razón por la cual es común en la historia
universal observar incontables “guerras de religión”.

En el caso que nos compete, podemos ver en la India un progresivo avance de una
tendencia nacionalista, existente previamente en algunos sectores de derecha, pero
fuertemente impulsada y patrocinada por Narendra Modi, actual primer ministro del gigante
asiático, con el apoyo de su partido Bharatiya Janata. Según la visión de Modi, la
“democracia más grande del mundo” con una población que sobrepasa ampliamente los mil
millones de habitantes, y cuna de una de las más antiguas civilizaciones del globo, debe
tener en cuenta factores y móviles religiosos para otorgar la ciudadanía y ejercer control
sobre los orígenes de los ciudadanos como sucedió en el estado de Assam (4), por lo cual
ha impulsado una polémica normatividad que busca otorgar la ciudadanía india a
inmigrantes ilegales, exceptuando a los musulmanes, razón por la que ha sido señalado
como promotor de la “islamofobia” (5). Adicionalmente, Modi impulsó medidas para
lograr quitar autonomía a Cachemira, zona de mayoría musulmana al norte del país.

Los esfuerzos de Modi, chocan con la realidad de que la religión islámica es la segunda
más importante del país, y es complicado hacer desaparecer por arte de magia a los
millones de musulmanes en India, por lo que puede desatarse una espiral de violencia en
grandes zonas del país, siendo visible la confrontación latente en calles y plazas. Pero ya
desde hace un par de años, algunos analistas venían advirtiendo de los peligros de ese
“fanatismo religioso-nacionalista” hindú, con un “estilo de conducción autoritario”, que
busca “combatir las fuerzas anti-nacionales”. Lo anterior, está aparejado con una progresiva
neo-liberalización de la economía de India, que ha aumentado las brechas entre una minoría
muy rica, y unas mayorías de clase media y baja, así como también la segregación
económica, por motivos religiosos y las desigualdades en lo tocante a las posibilidades de
acceso a recursos. El tipo de desarrollo económico que propone Modi actualmente (y que
ha propuesto a lo largo de su trayectoria política, por ejemplo, como jefe de gobierno del
estado de Gujarat durante la primera década de este siglo) se centra en un crecimiento
económico, que posicione a India como una potencia fuerte a tener en cuenta, con una
cultura y una religión hegemónica y mayoritariamente hindú, dejando atrás aspectos como
la redistribución, la desigualdad (6) y el desarrollo humano. A ese coctel neoliberal, se
suman la típica desregulación y la privatización, ambas tan conocidas por nosotros los
colombianos, sumadas a una política de desmonetización, que favorece las cuentas
bancarias y las tarjetas de crédito, en detrimento de las grandes mayorías que no tienen
acceso a ninguna de las opciones. Sin embargo, la desaceleración económica ha impactado
al país, y no todo sale como el líder lo planeó. En un artículo del año 2017, se describía
bien la situación de las mayorías de la siguiente manera:

“el patrimonio de los 100 indios más ricos corresponde, sumado, a 25% del PIB del
país. Y poco menos de la mitad de todo el patrimonio privado está en manos del 1%
más rico de la población. En vista de ello, poner el acento en los «éxitos nacionales»
actúa como argamasa social: el nacionalismo hindú triunfa buscando con cada vez más
frecuencia chivos expiatorios en pos de su autoafirmación y de afianzar su poder. No
sorprende entonces que la marginación, la discriminación y la violencia contra los
«otros» en la India estén a la orden del día”. (7)

Pero además de lo expuesto hasta aquí, la agenda internacional de Modi sigue parámetros
similares: exaltación del nacionalismo anti-musulmán y neoliberalismo económico, razón
por la cual ha sido casi inocultable la afinidad ideológica entre Trump y el primer ministro
de la “democracia más grande del mundo” (8). En una visita reciente del tristemente
célebre presidente de los Estados Unidos (9) a la India, la agenda estuvo marcada por las
preocupaciones del libre mercado, el elogio mutuo y la compra-venta de armas por la cifra
astronómica y leonina de tres mil millones de dólares (10).

Modi encarna entonces, el liderazgo cultural hindú, con una imagen de renovador, de
mesías y de propiciador de la tecnocracia, enlazando tradición y tecnología, e intentando
unificar un país sumamente multicultural, pero no basado en la tolerancia, la inclusión o la
visión amplia y múltiple, sino en la supresión de lo que no es de X manera, operación en la
cual, parafraseando y retomando a Rubén Jaramillo, el “individuo [es impulsado con estos
discursos radicales a] ser malo, pero sin embargo [puede] considerarse bueno. Ser malo,
asesinar, y sin embargo considerarse bueno”, en este caso, buen hindú, buen patriota o
simplemente un falso defensor de la religión, usada como espada de la segregación. Modi
intenta usar y usufructuar de manera oportunista el hinduismo, y un discurso de exclusión
de “lo otro”, eso que no es hindú, para moldear chivos expiatorios a los que se les achacan
las culpas, y sobre los que las masas desquitan sus múltiples frustraciones económicas (11).

En tiempos de pandemia se hace urgente una oposición activa a las políticas de Modi, dadas
las consecuencias que pueden tener a nivel bélico, sin dejar pasar la variable de Pakistán,
vecino conflictivo de la India, y el fundamentalismo religioso, que puede tener como un
excelente caldo de cultivo la segregación y la violencia cotidiana cada vez más común
contra los mahometanos. Se hace urgente retomar el espíritu de sincretismo y fusión, tan
característico de la antigua civilización de la India, donde hay presencia de muchos
pueblos, lenguas, tradiciones y religiones, pero cada elemento lejos de dividir, aporta a una
complejísima red cultural, que bebe de los más diversos, heterodoxos y disímiles orígenes y
cosmogonías. Esa es la vía para que la India sobreviva como país, ya que es casi imposible,
o por lo menos insostenible, instalar la homogeneidad en la inmensidad y vastedad de la
India en todos los niveles. Como propone Avijit Pathak en un excelente artículo, se hace
fundamental retomar la idea de la secularización, de la multiplicidad cultural, de la riqueza-
posibilidad de la variedad-diversidad-diferencia, y la búsqueda de zonas de contacto,
convivencia y negociación; buscando, “la respuesta es una filosofía político-económica y
cultural liberadora que nos lleve a una idea del hombre y la sociedad más amplia/inclusiva
y cosmopolita. Y siempre he creído que cultivar esta práctica radical estéticamente
enriquecida requiere una continua conversación con Kabir y Ambedkar, Gandhi y Tagore, y
Marx y Nehru.” (12), con lo que se debe retomar una tradición intelectual y política,
construyendo o más bien, reestructurando una ideología de oposición. A eso estamos
llamados desde la izquierda, ya que la naturaleza está mostrándonos que puede acabar con
nosotros fácilmente, y que es inminente enfrentar el ciclón neoliberal, y ser una opción para
intentar construir y proponer algo diferente y nuevo.

Notas:

(1) Rubén Jaramillo Vélez, “Tolerancia e Ilustración”, Aquelarre n°25 Tomo I (2013):105-
120. Este texto apareció originalmente en 1991.
(2) “La ‘cacería’ de musulmanes del nacionalismo hindú deja escenas dantescas en India”,
El Confidencial (2020). En: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-02-27/india-
musulmanes-asesinatos-sangrientos_2473399/
(3) Ver: Esteban Morales Estrada, “Algunas reflexiones sobre el anti-gitanismo desde el
anti-semitismo”, Manzanillo n° 1 (2018): 169-176.

(4) Serene Kasim y Saurav Sarkar, “Esquema de detenção muçulmana em massa na Índia”,
Jacobin Brasil (2020). En: https://jacobin.com.br/2020/01/esquema-de-detencao-
muculmana-em-massa-na-india/

(5) “India, el país donde es pecado ser musulmán”, Revista Semana (2020). En:
https://www.semana.com/mundo/articulo/india-el-pais-en-donde-es-pecado-ser
musulman/647507
(6) Para ver algunos aspectos respecto al debate sobre la desigualdad ver: Nikolaos
Gavalakis, “Un alegato contra la desigualdad. Entrevista con Thomas Piketty”, Nueva
Sociedad (2020). En: https://nuso.org/articulo/un-programa-contra-la-desigualdad/
(7) Thomas Stauber, “Terapia de shock color azafrán. El nacionalismo hindú divide a la
sociedad india”, Nueva Sociedad (2017). En: https://nuso.org/articulo/terapia-de-shock-
color-azafran/
(8) Alejandro Nadal, “Trump, Modi y la demagogia nacionalista”, Lahaine.org (2020). En:
https://www.lahaine.org/mundo.php/trump-modi-y-la-demagogia
(9) Consuelo Ahumada, “Las ocurrencias tóxicas del presidente candidato”, Nueva Gaceta
(2020). En: http://nuevagaceta.co/inicio/las-ocurrencias-toxicas-del-presidente-candidato
(10) Thomas Crowley, “El lovefest de Trump y Modi es nauseabundo”, Viento Sur (2020).
En: https://vientosur.info/spip.php?article15670
(11) Para ilustrar este punto, ver: Max Horkheimer y Theodor Adorno, “Elementos de
Antisemitismo. Límites de la Ilustración”, en Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos
filosóficos (Valladolid: Editorial Trotta, 1998), 213-150.
(12) Avijit Pathak, ¿Todavía es posible luchar por otra India?, Rebelión (2020). En:
https://rebelion.org/todavia-es-posible-luchar-por-otra-india-2/

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