Artículos y Ensayos

de Sociología Rural
Departamento de Sociología Rural

Ing. Jorge Torres Bribiesca

Director

Dr. Carlos Jiménez Solares

Subdirector Académico

Dr. Gerardo Gómez González

Subdirector de Investigación

Dr. Jesús Soriano Fonseca

Coordinador de Posgrado

Lic. Martha Iglesias Islas

Subdirectora de Administración
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural es una revista que tiene como objetivo dar a conocer entre
los miembros de la comunidad académica y particularmente entre los estudiantes de licenciatura
y posgrado, los análisis y reflexiones que se han alcanzado en la docencia e investigación, así como
las nuevas visiones y métodos empleados para abordar los problemas de la sociología, no sin dejar
de plantear sus retos y limitaciones. En la revista se incluyen aquellos artículos y ensayos, productos
del quehacer de la comunidad del Departamento de Sociología Rural, de otros departamentos de la
Universidad Autónoma Chapingo y de otras instituciones, previamente dictaminados por especialistas
en el tema, y que puedan contribuir a la discusión sobre las ciencias sociales hoy. Con esta serie editorial
se intenta conformar un acervo teórico-conceptual básico que se constituya en memoria y punto de
referencia para identificar aspectos que se habrán de mejorar y fortalecer en nuestra práctica académica
y profesional, además de estimular el conocimiento, la reflexión y la comunicación entre los estudiosos
y profesionales de las ciencias sociales.

Artículos y Ensayos de Sociología Rural, Año 12, Núm. 23, enero-junio de 2017, es una publicación
semestral editada por la Universidad Autónoma Chapingo a través del Departamento de Sociología Rural.
km 38.5 Carretera México-Tezcoco, Chapingo, estado de México. C.P. 56230. Tel. 01 (595) 9521500
Ext. 1626 y 5092. articulosyensayos@yahoo.com.mx Editor responsable: Jesús Soriano Fonseca. Reserva
de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2011-021511022200-102, ISSN: 2007-3836, ambos otorgados
por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Núm. de Certificado de Licitud de Título y Contenido:
15515, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de
Gobernación. Impresa en la Universidad Autónoma Chapingo. km 38.5 Carretera México-Tezcoco,
Chapingo, estado de México, C.P. 56230, este número se terminó de imprimir en junio de 2017 con un
tiraje de 300 ejemplares. Distribuida por la Universidad Autónoma Chapingo a través del Departamento
de Sociología Rural. km 38.5 Carretera México-Tezcoco, Chapingo, estado de México. C.P. 56230. Tel. 01
(595)9521500 Ext. 1626 y 5092. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la
postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los
contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Universidad Autónoma Chapingo.

Directora: Elvira Mazcorro Velarde

Coordinación de este número: Juan de la Fuente Hernández

Consejo Editorial
Juan de la Fuente Hernández, Margarita González Huerta, Irma Salcedo Baca,
Elvira Mazcorro Velarde, Paula L. Ravest Balladares, J. Gilberto Segura Gámez,
Jesús Soriano Fonseca, Miguel Ángel Sámano Rentería, José Alfredo Castellanos Suárez,
Gerardo Gómez González

Consejo Editorial Asesor

Gabriela Kraemer Bayer, Héctor Ávila Sánchez, Gilberto Aboites Manrique,
Horacio Mackinlay Grohmann, Armando Sánchez Albarrán,
Ignacio Caamal Cauich, David Delgado Viveros, Octavio Falconi

Diseño y formación: Fidel Carlos Romero Ponce Fotografía de portada: Ariadna Ramonetti Liceaga
Responsables:
Corrección de estilo: Margarita González Huerta
Índice

Presentación 5
No es capital social sino actores, instituciones,
movilizaciones
Gustavo Gordillo 11
La noción de biopoder en Michel Foucault
Juan Manuel Rivera Ramírez 27
Nociones básicas sobre el concepto de espacio. Del espacio
recipiente-contenedor al espacio multidimensional-producto
social-proceso
Noelia Ávila Delgado 44
Acción colectiva y Sistemas Normativos Internos en Oaxaca:
marco teórico para su análisis
Guadalupe Gabriel Durán Férman
Mauricio Sosa Montes 54
Horizontes liminares
Resistir en los márgenes del territorio: Atenco 2016
Ariadna Ramonetti Liceaga 71
La Cooperativa El Grullo, Jalisco: El azaroso camino
hacia el beneficio común
Joaquín Morales Valderrama
Juan de la Fuente Hernández 79
(Contra) reforma agraria y megaproyectos de hidrocarburos:
implicaciones jurídicas y socioterritoriales
de la reforma energética de 2013
Elvira Núñez Terrones 117
Donatella Della Porta: movimientos sociales y Estado
Andrea Bianchetto 134
Acción colectiva y movimiento social.
Una aproximación a la obra de Charles Tilly
Sergio Barranco González 148
Convocatoria para el número 24 de la revista 167
Información para los autores 168
Presentación

El Departamento de Sociología Rural tiene su origen en la iniciativa de un colectivo de profesores

y alumnos de vincular a la Universidad Autónoma Chapingo con la problemática social del campo
mexicano. Desde sus orígenes, la movilización de los marginados y oprimidos y, en general, el disenso y
las causas de las mayorías rurales han estado en el centro de nuestro desarrollo académico institucional.
Por tal motivo y en ocasión de que en este año Sociología Rural llega a las cuatro décadas de vida,
hemos dedicado este número especial de la Revista Artículos y Ensayos de Sociología Rural a los actores
colectivos y a las movilizaciones sociales que tienen lugar en el agro mexicano.
En el transcurso de todos estos años el interés por esta temática se plasma en los programas docen-
tes, en los proyectos de investigación y en las tesis de grado, así como en las actividades de servicio y
campo. También se refleja en la amplitud de la oferta de materias en los distintos niveles educativos, en
la especialización del contenido de las mismas, en la diversificación de los procedimientos y herramien-
tas de trabajo, en el conocimiento de autores, escuelas de interpretación y en propuestas explicativas
particulares, lo mismo que en la organización de foros y presentaciones de libros, reuniones, coloquios
y últimamente de conversatorios. Esta labor se ha acompañado con el acercamiento a un conjunto de
luchadores sociales, académicos, especialistas y políticos, con quienes se ha establecido una fructífera
relación de intercambio de experiencias, de comprensión y solidaridad, de debate en torno a propuestas
teóricas y metodológicas, de encuentro de opiniones y de reflexión sobre el acontecer rural y nacional.
El resultado ha sido que, con sus diversas aproximaciones, enfoques, matices, orientaciones y
agendas de trabajo, se ha logrado nutrir y dar continuidad a este campo de estudio de la sociología
en nuestro itinerario académico. Una cristalización de esta voluntad colectiva fue la publicación de
dos volúmenes de Sujetos, Organizaciones y Movimientos Sociales en el Campo Mexicano, el primero
editado en agosto de 1997, y el segundo en la Colección Tlatemoa 9, en abril del 2013. Esta segunda
publicación ilustra un hecho que cobra significación en la uach: la creciente, entusiasta y activa
participación de los alumnos de posgrado en la vida universitaria.
El último tramo de esta andanza académica tiene como escenario dos cuestiones esenciales: la reani-
mación de la protesta social y su giro de sentido y orientación. En efecto, a partir del primer decenio
del siglo xxi se transitó a un nuevo episodio de la movilización en el campo, al pasar de las acciones
contenciosas identificadas con el Campo no aguanta más, a lo que hoy se conoce genéricamente como la
Defensa del territorio. Esta mudanza se vio reflejada en las esferas locales y regionales en la aparición y
proliferación de autodefensas y policías comunitarias, en la reivindicación de la autogestión y la capa-
cidad autonómica de los actores y, en general, en las iniciativas colectivas encaminadas a resguardar
y a proteger los recursos comunes y a evitar el despojo y el quebranto patrimonial provocado por los
megaproyectos y la intrusión de las empresas mineras, eólicas y de extracción de energía.
Las protestas sociales ya no se fincan en el acceso a la tierra, en el combate al neo y viejo latifundio,
en alentar la reactivación del reparto agrario; tampoco buscan incidir en la planeación y orientación
de las estrategias y políticas públicas. El eje actual de la protesta se asienta en la defensa del patrimonio
común. Estas acciones colectivas conflictuales son ahora la columna vertebral de las movilizaciones
recientes en el medio rural.
Pero en modo alguno son las únicas expresiones de protesta y participación social. A la par perviven,
se entrelazan y surgen otras voces, como la continuada lucha por la tierra y en contra del latifundio;
la movilización indígena, que desde el último decenio del siglo pasado se delinea como eje de la lucha
social; y la de los jornaleros agrícolas, cuyas protestas también siempre han estado ahí. Hay, por igual,
acciones más orientadas a la gestión de los recursos comunes (como el agua, la tierra, el bosque); al

5
gobierno de los comunes y al cooperativismo; a la salvaguarda de los derechos de las minorías y de los
migrantes, de las mujeres y los jóvenes; al tema agroalimentario y de sustentabilidad; a la conservación
de la capacidad comunitaria para arribar a acuerdos y delinear sus propias reglas y normas, algunas
reivindicando los sistemas de usos y costumbres para elegir y hacer respetar su decisión en torno al
nombramiento de sus representantes y autoridades.
En fin, este repaso somero da cuenta que la lucha social se ha modificado: es más compleja y
heterogénea en composición, orientación, propósitos, estructura y repertorios de confrontación, y tiene
como epicentro la escala comunitaria y regional en defensa del territorio, donde las acciones colectivas
contenciosas viven un conflicto que alcanza intensidades muy cercanas a la confrontación violenta. Una
lucha social que encara una respuesta estatal que tiende a endurecerse al calor de su entrelazamiento
con intereses económicos poderosos, con las élites políticas y organizaciones criminales, en donde
se reproducen viejos métodos de coacción autoritarios, aunque también observa una mutación al
ensayarse distintas estrategias y operaciones de dominación, en las que no necesariamente aparece de
manera explícita la mano de los tradicionales aparatos y cuerpos represores del Estado.
Sin entrar a detalle sobre este nuevo ciclo de lucha, dejemos sentado, simplemente, que tales
cambios se conjugan con modificaciones en el espacio mismo de las ciencias sociales en nuestro país,
en particular en su reflexión teórica, conceptual y metodológica sobre los actores y las movilizaciones
sociales.
Si hace cuarenta años en las universidades dominaba la visión marxista en sus diferentes variantes,
ahora se observa una apertura en las perspectivas analíticas y sus procedimientos e instrumentos de
indagación que incluye los renacientes enfoques neomarxistas, al igual que las propuestas originadas
en las escuelas sociológicas estadounidenses y europeas sobre estos tópicos. En tiempos recientes entre
los jóvenes despierta la atracción y la (re)lectura de autores del sur, particularmente latinoamericanos,
en un ánimo de vigorizar nuestro entendimiento a la luz de miradas que se asientan y discuten desde la
problemática y realidad que vivimos.
Esta dinámica dio paso a la adecuación, modificación, innovación e incluso ensayos de conciliación
–crítica o acrítica– de distintas argumentaciones y tradiciones explicativas. Ello en un intento por
comprender el estado de cosas por el que discurre el campo en el nuevo milenio y de vislumbrar mejor
su porvenir. Todo lo cual ha abierto perspectivas y enriquecido la formación intelectual, el debate,
la pluralidad académica y reforzado esta vertiente de reflexión y del quehacer sociológico en nuestro
centro de estudios.
De la multiplicidad de eventos realizados de manera individual o colectiva en el Departamento
de Sociología Rural en el presente año, quiero destacar dos que ilustran el desarrollo reciente de este
empeño académico: el Primer Coloquio de Estudios y Experiencias en torno a Movilizaciones Sociales
en el Campo, celebrado del 25 al 28 de abril en las instalaciones del mismo deis. Y la culminación de
este número de la Revista Artículos y Ensayos de Sociología Rural, dedicado a la movilización social en el
campo, en cuya estructura me detengo a continuación.
En los últimos tiempos la noción de capital social ha encontrado eco en las aulas universitarias,
en las que se ha adoptado como herramienta teórica común en una diversidad de evaluaciones,
diagnósticos y exámenes sobre la realidad rural. En su colaboración, Gustavo Gordillo de Anda discute
los diversos significados de capital social y revisa el concepto de acción colectiva, para lo cual confronta
las opiniones de Mancur Olson y de Elinor Ostrom, con la que comparte el argumento referente a la
capacidad de los actores para dar respuesta y superar los dilemas sociales que encaran. ¿Cómo articular
a los actores y a las instituciones en una perspectiva de transformación social? En la búsqueda de una
respuesta, Gustavo Gordillo retoma el planteamiento del sociólogo italiano Alberto Melucci y sostiene
que son las movilizaciones sociales el puente que enlaza a ambos agentes que intervienen en el proceso
de confrontación y discusión. Lo que confiere un rasgo y un sentido a este paso conector: se construye

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en el conflicto –que en modo alguno es sinónimo de violencia– asignándole un significado creativo y
un papel transformador de las políticas y de las mismas instituciones.
Por otra parte, Juan Manuel Rivera Ramírez nos comenta que el cuerpo se ha convertido en un
campo de batalla. En su artículo, Rivera se adentra a explorar el concepto de biopoder, formulado por
uno de los pensadores más lúcidos de nuestro tiempo, el filósofo francés Michel Foucault. El biopoder
es entendido como ejercicio de poder, como estrategia orientada a la macrofísica de la población, pero
también a la microfísica del individuo, en donde la vida misma se establece en el terreno de disputa.
Juan Manuel se detiene y nos explica los dispositivos del biopodert que tiene como objeto de contienda
el cuerpo, pero no en el sentido de la muerte, sino en el de la vida: para moldearlo, administrarlo,
vaciarlo y sustraerle de toda subjetividad.
Hoy en día la defensa del territorio delinea el corazón de la confrontación social en el campo. Bien,
pero qué entendemos por territorio. La colaboración de Noelia Ávila Delgado se orienta, precisamente,
a ayudarnos a responder tal interrogante a partir de dilucidar el término cardinal de espacio. En su
ensayo introductorio al tema, la autora examina esta noción de cara a sus diversas definiciones y a la
discusión que se entabla alrededor suyo, misma que en sus ejes teórico-metodológicos contrapuestos
obedecen a entenderlo como el espacio recipiente-contenedor y como el espacio multidimensional-
producto social-proceso.
La ciencia política y la sociología occidentales han puesto de relieve la importancia de las reglas,
las normas y los acuerdos en la acción colectiva. ¿Qué significado tiene esta triada de conceptos
y finalmente la visión que les subyace en una realidad rural como la nuestra, particularmente en
el mundo indígena, en donde es usual encontrarnos con el régimen de usos y costumbres? Gabriel
Durán Férman y Mauricio Sosa Montes emprenden esta indagación en un intento por construir
un marco teórico que ayude a dilucidar las experiencias que tienen lugar en este tipo de regímenes
consuetudinarios. Lo que realizan a la luz del análisis de los Sistemas Normativos Internos (sni) ligados
al sistema electoral de Oaxaca, considerados éstos como arreglos institucionales que entrañan un devenir
histórico y sintetizan una construcción y mutación que ocurre en medio del conflicto, poniéndose
en juego las relaciones de poder existentes entre actores colectivos estratégicos, mismos que despliegan
posiciones e intereses contradictorios y se movilizan en el escenario de las oportunidades que ofrece la
coyuntura y la estructura política.
La defensa del territorio está intrínsecamente identificada con la población de San Salvador
Atenco, Estado de México, que desde el año 2001 protagoniza una movilización contra la disposición
gubernamental de construir el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en la ribera
nororiental del antiguo lago de Texcoco, afectando con ello su espacio vital. La protesta anuncia la
emergencia del nuevo ciclo de lucha en el campo, lo que los identifica como los «madrugadores» del
mismo. Ariadna Ramonetti exhibe, en su reportaje gráfico, una serie de retratos de la lucha por el
agua, la tierra, el territorio y el conflicto de espacialidad que viven hoy los pueblos de San Salvador
Atenco, San Francisco Acuexcómac, San Cristóbal Nexquipáyac y San Miguel Tocuila. Imágenes
que condensan la gravedad del conflicto, el espíritu de lucha de los campesinos rebeldes y la opresiva
y belicosa reacción estatal en su contra, misma que en su ensañamiento, dureza y formas muestra la
renovación de las estrategias y tácticas adoptadas por la élite en el poder hacia la movilización social.
Se trata de imágenes que sin ser explícitas de la represión y la tragedia que padecieron los pobladores
locales y sus simpatizantes, trasmiten al lector y observador la fuerza, la convicción, la decisión y la
voluntad de estos pueblos de defender su territorio y su cultura ancestral.
Al comienzo de los años setenta del siglo pasado el campo se encontraba inmerso en un momento
de convulsión y de agitación social. Este fue el ambiente en el que se incubaron múltiples proyectos
asociativos, varios de ellos generados por y desde la iniciativa de grupos campesinos y de la población
rural. Joaquín Morales Valderrama y Juan de la Fuente Hernández nos cuentan la historia de una de

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estas experiencias, el de la Cooperativa El Grullo, Jalisco, cuya larga trayectoria habla, por sí misma,
del esfuerzo y empeño mostrado por sus asociados para dar continuidad a un proyecto estructurado
alrededor de un propósito medular: el bienestar común. Lo que ha hecho sobre la base de preservar
y fortalecer su soberanía para definir el funcionamiento y orientación de la organización. Un dilema
la marca casi desde sus inicios: edificar una gestión comercial, administrativa y gerencial eficaz y
moderna, que a la vez impulse y potencie el espíritu cooperativo en el que se constituye y da sentido
el proyecto común. Las lecciones que nos deja este tipo de experiencias tienen un interés académico y
social: frente a la crítica situación que viven las mayorías rurales es momento de reflexionar, discutir y
proponer opciones de desarrollo a escala local sustentado en los actores colectivos.
La dominación territorial de parte del gran capital se encuentra en plena expansión. El papel del
Estado se ha encauzado a otorgar las mejores condiciones, beneficios y seguridades para que dicho
predominio se afiance. Este es el cuadro, nos explica Elvira Núñez Terrones, en el que se sitúa la
«reforma energética», puesta en marcha al trocarse el artículo 27 de la Constitución en diciembre
de 2013 y promulgarse el paquete de leyes reglamentarias que le siguen en 2014, como la Ley de
Hidrocarburos ¿Qué implicaciones jurídicas y socioterritoriales tiene la transfigurada normatividad
en lo tocante al renglón de hidrocarburos?, ¿qué reacomodos territoriales generará la realización de los
megaproyectos exploratorios y extractivos de estos recursos, con el empleo de la servidumbre legal de
hidrocarburos y el uso de técnicas como la fractura hidráulica-fracking? Más allá de las promesas y
augurios esperanzadores que pregonan cacofónicamente las élites en el poder, Elvira Núñez nos explica
que esta «modernización» liberal en realidad constituye una nueva etapa de la contrarreforma agraria,
cuya instrumentación entraña profundos agravios a la soberanía nacional y a derechos fundamentales
de amplias franjas de la población rural, como los inherentes al manejo, uso, aprovechamiento y
conservación del suelo, del subsuelo y de los bienes naturales en propiedad de ejidos, comunidades
y particulares. Su instrumentación lesiona el tejido social y vulnera modos de vida y culturales
de comunidades indígenas y campesinas. Por tanto, se trata de un nuevo desafío que atañe a los
directamente perjudicados, pero que concierne por igual a la ciudadanía en general. La resistencia
comunitaria y la defensa del territorio adquieren, en estas circunstancias, una trascendencia inusitada,
lo que está en juego no es poca cosa.
La defensa del territorio es la marca distintiva del actual ciclo de movilizaciones sociales, ¿se trata
de una peculiaridad del escenario doméstico o ésta se inscribe en una disputa más global? Más aún,
¿la respuesta del Estado mexicano hacia este tipo de acciones colectivas es un hecho singular, propio
de nuestra «excepcionalidad» histórica o también se puede pensar en razón de tendencias y fenómenos
planetarios? Andrea Bianchetto se inclina por este último sentido y a la luz de las aportaciones de la
socióloga y politóloga italiana Donatella Della Porta, fundamenta que tales luchas forman parte y
expresan los nuevos movimientos por la justicia global y en contra de le grandi opere, que en el presente
milenio dan cuerpo a un nuevo momento de la movilización social a escala mundial. Asimismo y de
acuerdo con Della Porta, Andrea Bianchetto nos invita a entender la interrelación que se establece
entre la conflictiva social y las políticas de contención estatales, nexo que se despliega en un proceso de
engarce entre innovación y adaptación. En el caso mexicano, la recurrencia a la «mano dura» ilustra la
estrategia adoptada por un régimen vacío de democracia y en crisis política, y que a toda costa busca
frenar la protesta e impedir el cambio social. Este endurecimiento se enmarca en el giro de la estrategia
de contención ocurrido a nivel internacional, provocado por los acontecimientos de las Torres Gemelas
del 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos, en el sentido de que la guerra contra el terrorismo ha
entrañado, por igual, la rigidez y severidad de los poderes públicos hacia el disenso social.
Movimientos sociales, democracia y capitalismo tienen una conexión intrínseca, comenta Sergio
Barranco González a la luz de su aproximación a la obra de Charles Tilly. Los movimientos sociales
en tanto formas y sentidos particulares de la acción colectiva contenciosa, surgen con el capitalismo

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y se desarrollan en relación con el régimen político existente, con la lucha por los derechos civiles
y la formación de los Estados democráticos. Sergio Barranco argumenta que la lectura de la obra
del pensador estadounidense nos deja una lección clara: la democracia no es una concesión de las
clases en el poder, ni se desarrolla de manera progresiva natural en correspondencia con el impulso
del capitalismo, se trata, más bien, del fruto de la contienda de los movimientos sociales con los
grupos dominantes, en un conflicto en el que se ponen en juego los repertorios de controversia, los
performances públicos contenciosos y la política de contienda, todo en una estructura de oportunidades
políticas. Los movimientos sociales transforman las instituciones del Estado democrático y, a su vez,
éstas permiten la formación de nuevos movimientos sociales. El acercamiento a la obra del sociólogo
estadounidense cobra significación y de hecho se convierte en obligatoria de cara a los aciagos días de
regresión autoritaria que vive nuestro país.
Se trata, en suma, de un largo recorrido de trabajo y esfuerzo, de momentos de intensidad y de
inercia, de satisfacciones y desconsuelos, de aciertos y tropiezos en nuestro historial universitario en
relación con este campo de las ciencias sociales. Esta pequeña ventana hermenéutica da cuenta de la
paleta explicativa mediante la cual se aborda el tema de las acciones colectivas en el Departamento
de Sociología Rural. Más allá de la curiosidad académica y de la inclinación ideológica, política
o intelectual, la deliberación sobre estos asuntos cobra especial relieve si se considera que es en
los movimientos sociales en los que radica la apuesta y las posibilidades del cambio social y de
la democratización del país, discusión que alude a la razón de ser de la sociología rural y de la
Universidad.

Juan de la Fuente Hernández

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No es capital social sino actores,
instituciones, movilizaciones
Resumen
Se ha partido de la discusión sobre las distintas
acepciones de capital social subrayando las debili-
dades de la versión más difundida de esta noción,
con base en el estudio de Robert Putnam. En este
trabajo y a partir de varios autores se impugna esta
idea, pero integrándola con una mayor densidad
conceptual. Se revisa el concepto más generalizado
de acción colectiva confrontando las visiones de
Mancur Olson y de Elinor Ostrom. Coincido con
Ostrom cuando afirma que los actores se enfrentan
a dilemas sociales que aparecen como restricciones
a la acción colectiva, pero éstas no son inmutables
y pueden ser superadas. La visión de los neoinstitu-
cionalistas traslada el foco de los actores a las reglas
del juego. A partir de su más connotado exponen-
te –Douglass North– he presentado la elaboración
teórica de Bo Rothstein en torno a la noción central
de confianza pero desde la perspectiva de las institu-
ciones públicas, particularmente las administrativas
con vocación universalista. El último tramo de este
ensayo lo dedico a vincular de manera dinámica los
dos focos de atención: los actores sociales, por un
lado, las instituciones, por el otro. Para ello recurro
a la teoría de las movilizaciones sociales desarrollada
en los ochentas y noventas del siglo pasado por el
sociólogo italiano Alberto Melucci.
Palabras clave: capital social, actores sociales,
instituciones, movimientos sociales, movilizaciones.
1
Profesor de posgrado de la Facultad de Economía de la Universidad
Nacional Autónoma de México desde 2012 y de la Universidad
Autónoma Chapingo desde 2016. Miembro del Grupo de Expertos
de Planeación Estratégica de la FAO (2013-2017) y de la Oficina
Regional para América Latina y el Caribe (2013-2016).
11
Gustavo Gordillo1
Abstract
I start discussing different definitions of social
capital and thus emphasizing its weaknesses as
presented by Robert Putnam. Introducing different
critics of that notion brings other perspectives that
add complexity and conceptual density to that
debate. A much broader discussion based on the
concept of collective action as presented by Mancur
Olson and Elinor Ostrom helps to highlight
Ostrom’s argument that although collective
action confronts different social dilemmas, those
constraints can be overcomed.
I then turn to neo-institutionalists focus on
rules of the game. Based on Douglass North’s
perspectives I discuss Bo Rothstein work on public
institutions and the debates on how certain types of
state institutions facilitate the construction of social
capital. Finally, bridging the hiatus between actors
and institutions takes me to revise Alberto Melucci’s
analysis on social movements and mobilizations
developed in the eigthies and nineties of the
twentieth century.
Key words: social capital, actors, institutions, social
movements, mobilizations.
La fluidez del término capital social
El mayor problema con el término capital social
es conceptual. Quiere decir demasiadas cosas para
demasiada gente. Así, por ejemplo, para James
Coleman:
… el capital social se define por su función.
No es una entidad singular sino una variedad
de entidades que tienen dos características
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
en común. Consisten en algún aspecto de la
estructura social y facilitan ciertas acciones de
los individuos que se encuentran dentro de esa
estructura. Como otras formas de capital, el
capital social es productivo haciendo posible
la realización de ciertos logros que no serían
posibles en su ausencia (1990:302, traducción
directa del inglés).
Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, parten de una
visión diferente: “el capital social es la suma de
recursos actuales o virtuales que corresponden
a un individuo o un grupo, derivados de formar
parte de una red permanente de relaciones de
reconocimiento entre conocidos, más o menos
institucionalizadas” (1992:119, traducción directa
del inglés). Por su lado, Robert Putnam, el autor
que más se vincula con este concepto, señala que
“capital social se refiere a rasgos de una organización
social tales como confianza, normas y redes, que
puede mejorar la eficiencia de la sociedad al facilitar
acciones coordinadas” (1993:167). Finalmente y
sólo por mencionar a algunos de los autores más
destacados en lo que respecta al uso del término
capital social, el experto en temas de migración
Alejandro Portes indica que “capital social se refiere
a la capacidad de los individuos para administrar
recursos escasos en virtud de su pertenencia a redes
o estructuras sociales amplias” (1995:12).
Como lo sustenta de manera detallada James
Woolcock el término capital social ha sido usado
en al menos siete campos sustantivos: a) en temas
relacionados con familias y comportamiento
juvenil, b) en temas educativos y escolares, c) en
ámbitos comunitarios tanto reales como virtuales,
d) en temas laborales y de organizaciones, e) en
gobernanza y democracia, f) en problemas de acción
colectiva, y g) bajo la forma de activos “intangibles”.
(Ver la amplísima bibliografía relacionada con cada
tema que recopila Woolcock, 1998:193-195)
El mismo autor señala al menos cuatro
debilidades teóricas y empíricas. En primer lugar,
un sinnúmero de analistas vinculados con distintas
escuelas sociológicas se arriesgan mucho tratando
de explicar demasiado con poco sustento. El
segundo problema es que el uso del término capital
social puede llevar a justificar políticas públicas
12
contradictorias apoyando, por un lado, el impulso
a políticas que promuevan asociaciones locales,
en tanto que el argumento conservador lleva a
confrontar las relaciones Estado-sociedad a favor de
esta última, asumiendo un juego suma cero.
Así, por ejemplo, para Fukuyama el nivel
de intervenciones públicas en la economía es
inversamente proporcional a las dotaciones en una
sociedad de capital social (1995). En consecuencia,
una vertiente ha usado el término “capital social”
confrontándolo con el Estado y las intervenciones
públicas. En tercer lugar y en el otro lado del
espectro político, los liberales –en el sentido
sajón– que conciben las relaciones entre el Estado
y la sociedad como de suma positiva, encuentran
que el Estado puede promover políticas activas
que impulsen la consolidación de la sociedad civil
(Skocpol, 1995, 1996).
En cuarto lugar, otra debilidad del término
es considerar que en general el capital social es
un “bien”, es una característica positiva que debe
fomentarse y acumularse. Las cosas se complican
más si se le caracteriza como un bien público, pues
se conoce de sobra en la literatura especializada
que los bienes públicos tienen problemas de acción
colectiva –esencialmente el caso del “gorrón”2.
Varios autores, empero, han señalado “el lado
oscuro del capital social” (Portes y Landolt, 1996;
Olson M., 1982; Gambetta, 1988) que puede
enunciarse de varias formas. Grupos cerrados
aunque muy cohesionados –como los grupos
de inmigrantes en Estados Unidos, o algunas
comunidades indígenas– pueden significar grandes
beneficios para sus miembros, pero en la medida
que bloqueen o impidan vínculos de sus miembros
fuera de esos grupos, también pueden atrofiar la
iniciativa personal. Es más frecuente, empero, que
grupos cerrados pero muy bien conectados con
las elites políticas y económicas puedan obtener
privilegios desproporcionados, lo que típicamente
ocurre con grupos corporativistas, sean sindicales o
empresariales. El caso aún más grave es el de grupos
2
Más adelante, sin embargo, discutiré la posición contraria de un
autor clave en la discusión más contemporánea sobre capital social,
Bo Rothstein (2005).
 Departamento de Sociología Rural / UACh
mafiosos que pueden tener enorme capital social en
el grupo que utilizan para delinquir mejor.
Todas estas ambigüedades en la noción de
capital social llevaron a Lant Prichtett y Michael
Woolcock (2004) a proponer un marco conceptual
para la inserción del término de capital social en
la teoría del desarrollo económico, basado en los
conceptos de encuadramiento, incrustamiento o
empotramiento (embeddness) y autonomía. El
primer concepto, cuya traducción al español es
complicada (ver a Gómez Fonseca, 2004), ha sido
enunciado particularmente por Polanyi (2015) y
más contemporáneamente por Mark Granovetter
(1985).
Para Polanyi, según Gómez Fonseca (2004:151),
el término de embeddness3 es crucial para
comprender la actividad económica. Como lo
plantea Polanyi: “el descubrimiento más relevante
de la investigación antropológica e histórica es que
la economía humana, como regla, está sumergida
en sus relaciones sociales” (2015). Esta propuesta
que recorre todo el trabajo seminal de Polanyi busca
sobre todo sustentar la idea que “la economía de
mercado es una estructura institucional que, con
mucha facilidad olvidamos, no ha estado presente
en otro tiempo que el nuestro, y aun así de manera
parcial” (2015).
Para Granovetter, según James Woolcock
(1998), el concepto le sirve para argumentar
que toda actividad económica está entretejida (o
enmarañada, enmeshed en inglés) en las relaciones
sociales de una determinada configuración u otra,
y que el desarrollo trae consigo cambios en el tipo
más que en el grado de embeddness (1998:162).
Según Gómez Fonseca, el aporte fundamental de
Granovetter:
… ha sido poner a debate el supuesto carácter
atomizado de los individuos… Para Granovetter,
el ser humano se encuentra implantado
en distintos grupos sociales –la familia, el
vecindario, las redes interpersonales, los
negocios, las iglesias y las naciones– con cuyos
intereses tiene que compatibilizar los suyos
3
En este texto he preferido traducir embeddness como ensamblaje o
incrustamiento.
13
propios… El individuo es racional, pese a que
su racionalidad está comprometida (acotada)4
por las relaciones interpersonales en las que está
inmerso (2004:154-155).
De acuerdo con Pritchett y Woolcock tres
contribuciones son centrales en las investigaciones
relacionadas con el término de embeddness. Primera,
todas las formas de intercambio están incrustadas
en las relaciones sociales. Segunda, el término
en sí puede adoptar diversas formas: vínculos
sociales, prácticas culturales o contextos políticos.
Tercera, muchos de los beneficios que se obtienen
del ensamblaje tienen un costo: las ventajas de los
grupos pequeños y cerrados con fuerte ensamblaje
de los intercambios en las relaciones sociales, pueden
también complicar el salto de algunos miembros
hacia ámbitos más amplios regidos por otros
mecanismos de intercambio (2004:163).
De ahí que para medir, entre otras cosas, los
beneficios y los costos del ensamblaje, Woolcock
analiza el concepto de autonomía de los vínculos
sociales: “hacia mediados de los noventas,
académicos investigando en los ámbitos tanto de
emprendedores de comunidades étnicas como del
institucionalismo comparado5, habían identificado
el ensamblaje y la autonomía en las relaciones
sociales como formas distintivas de capital social”
(2004:164, traducido directamente del inglés).
Pritchett y Woolcock proponen un marco
conceptual a partir de dos niveles de agregación:
el ámbito micro y el ámbito macro: “ensamblaje
en el ámbito micro se refiere a vínculos intra-
comunitarios, mientras que en el ámbito macro se
refiere a las relaciones Estado-sociedad; autonomía
en el espacio micro se refiere a redes extra-
comunitarias, mientras que en el ámbito macro
se refiere a capacidad y credibilidad institucional”
(2004:164).
4
“Bounded racionality” o racionalidad acotada ha sido usado, entre
otros, por el premio Nobel de Economía Herbert Simon. Más ade-
lante, al discutir el concepto de acción colectiva que propone Ostrom,
volveré a este concepto.
5
Menciona tanto a Granovetter como a Portes y a Peter Evans desde
el institucionalismo comparado.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
A partir de estas definiciones, Woolcock propone
denominar ensamblaje en el ámbito local como
“integración” y, en ese mismo ámbito, designar
autonomía como “vínculo”. Asimismo, nombra al
ensamblaje en el ámbito macro como “sinergia” y
a la autonomía, en ese ámbito, como “integridad
organizacional”6. De suerte que, integración y
vínculo, y sinergia e integridad, corresponden a
cuatro fuentes o características del capital social
cuyos efectos combinados son analizados a partir de
dos cuadros (1998:172, figura 2 y 177, figura 3).
En el ámbito micro o lo que también denomina
Woolcock “iniciativas de desarrollo de abajo hacia
arriba”, revisa la intensidad baja o alta, tanto de los
vínculos extra-comunitarios como de la integración
intra-comunitaria, y presenta cuatro realidades o si
se quiere mezclas de capital social.
Así, un exceso de capital social en la forma
de integración intracomunitaria y una débil
presencia de los vínculos externos llevaría a lo que
el politólogo conservador Edward Banfield (1958)
denominó familismo amoral, a partir de un estudio
que realizó en una región del sur de Italia.7 Por un
lado, el exceso de vínculos externos y débiles en la
comunidad llevaría a una situación de anomia típica
de regiones recientemente urbanizadas o sociedades
tradicionales sometidas a un proceso vertiginoso de
modernización. Los otros dos polos serían, por una
parte, cuando la debilidad es común en los vínculos
externos e internos, dando lugar a lo que el autor
denomina individualismo amoral; y por la otra,
cuando ambos tipos de vínculos son fuertes creando
condiciones de oportunidad social.
Otra vertiente de análisis que propone Woolcock
se refiere al ámbito macro o a las iniciativas de
desarrollo “de arriba hacia abajo”. Aquí las dos
variables: sinergia e integridad organizacional
6
Estas cuatro formas de capital social, según Woolcock (1998), están
asociadas con diversos autores: Durkheim (1984) y sus nociones de
solidaridad mecánica y orgánica, Simmel (1971), respecto a los vín-
culos más allá de sus comunidades, Weber (1968) en lo que respecta
a integridad organizacional: las burocracias y el Estado de derecho, y
finalmente Peter Evans (1995), en lo que se refiere a las sinergias entre
Estado y sociedad.
7
The moral basis of a backward society. En La estrategia del desarro-
llo económico, Hirschman (1958) se refiere al “desarrollo centrado en
grupos” que según Woolcock sería el equivalente al familismo amoral
(1998:203).
14
son igualmente sometidas a una combinatoria
dependiendo de la fortaleza o debilidad de las
relaciones Estado-sociedad, y a la debilidad o
fortaleza de la capacidad burocrático-administrativa
del Estado.
La baja sinergia y baja integridad organizacional
lleva a un Estado de anarquía o Estado colapsado,
en tanto que la fortaleza de ambos atributos llevaría
a un Estado desarrollista8. Por otra parte, alta
sinergia en las relaciones entre Estado y sociedad
pero baja capacidad organizacional llevaría a
un Estado predatorio donde priva la corrupción
generalizada. En una situación exactamente inversa
se tendría un Estado débil e ineficiente.
Desde luego, lo importante es considerarlos sólo
como esquemas, es decir, un intento por formalizar
relaciones de suyo diversas y complejas que admiten
múltiples salidas, productos y resultados. Para
enfatizar esto último Woolcock recurre al sociólogo
Charles Ragin –cuya principal contribución se
ubica en su intento por establecer puentes entre
los métodos cuantitativos y cualitativos (2000,
2008) y su software sobre Qualitative Comparative
Analysis– con su “tabla de la verdad” (truth table)
para definir el rango de posibles resultados lógicos
en el esquema de las cuatro fuentes de capital social
que propone James Woolcock (1998:180, figura 4).
John Harriss y Paolo de Renzio (1997) en un
ensayo bibliográfico de introducción a la discusión
sobre capital social reflexionaban sobre una
pregunta que impulsó el Banco Mundial (World
Bank, 1997) acerca de si el capital social era el
“vínculo faltante” en desarrollo; devolviendo la
pregunta de una manera esencialmente diferente:
“¿O [no será] que el hecho que significa tantas cosas
distintas refleja el hecho (sic) que se trata de una
idea que sirve como un perchero (peg) conveniente
para muy diferentes agendas?” (1997:921). Lo que
en el fondo sugieren los autores es que, dada la
ambigüedad del concepto, parece servir por igual
a la derecha neoliberal en su escepticismo sobre
8
Es lo que Peter Evans llama una “autonomía ensamblada” (em-
bedded autonomy), que sería un esquema de desarrollo que surge
como resultado de “un conjunto sistémico de vínculos que articulan
al Estado con la sociedad y proveen canales institucionales para [un
proceso] de negociaciones y renegociaciones continuas de objetivos y
políticas” (1992:164)
 Departamento de Sociología Rural / UACh
el papel del Estado, y a académicos y activistas
comprometidos con las ideas de empoderamiento y
participación.
El texto se orienta sobre todo a criticar a Robert
Putnam y lo que llama sus “circularidades”, a partir
de su definición clásica:
Confianza social, normas de reciprocidad,
redes de compromiso cívico y cooperación
exitosa se refuerzan mutuamente. Instituciones
colaborativas que sean efectivas requieren de
habilidades interpersonales y confianza, pero
esas habilidades y esa confianza son inculcadas
y reforzadas a través de la colaboración
institucional (1993:180, traducido directamente
del inglés).
Esta concepción lleva, de acuerdo con Harriss, al
tema de la “dependencia del sendero” de Douglass
North (1990, 2005) y, así como en la discusión
general se acusa a North de excesivamente
determinista9, en este caso Putnam deja una
seria incógnita respecto a cómo construir capital
social ahí donde las instituciones han sido débiles
o inexistentes como relata en su estudio sobre el
sur de Italia. En ausencia de instituciones que
fomenten la cooperación, no queda claro en la
perspectiva de Putnam cómo adquieren ese capital
social e incluso afirma “donde no existen ejemplos
previos de colaboración cívica exitosa, es más difícil
superar las barreras de desconfianza y de eludir
responsabilidades” (1993:174 citado por Harriss y
De Renzio, 1997:924).
La única forma en que Putnam intenta resolver
el tema de la circularidad es recurriendo al término
propuesto por Granovetter de “vínculos débiles”:
“Vínculos horizontales densos pero segregados
9
En su más reciente libro North precisa lo que entiende por de-
pendencia del sendero: “Puede significar nada más que las opciones
del presente están constreñidas por la herencia de las instituciones
acumuladas en el pasado… Un paso hacia un entendimiento más
integral del término consiste en reconocer que las sucesivas institu-
ciones dan lugar a organizaciones cuya sobrevivencia depende de la
perpetuación de esas instituciones y que por tanto dedicarán recursos
para evitar cualquier alteración que amenace su sobrevivencia [de las
instituciones]… La dependencia del sendero no es inercia sino las li-
mitantes al conjunto de opciones en el presente y que se derivan de las
experiencias históricas del pasado” (2005:51-52).
15
sostienen la cooperación dentro de cada grupo,
pero redes que trascienden fracturas sociales
(como las creadas a través de clubs deportivos,
sociedades de ayuda mutua, asociaciones culturales
y agrupaciones voluntarias) alimentan una más
amplia cooperación” (1993:175).
Ya hemos revisado el lado negativo –“oscuro” lo
llaman Portes y Lindbolt– del capital social. Pero a
lo que se refieren Harriss y de Renzio es que:
… la organización “horizontal” en la sociedad
civil es simplemente asumida como que está
[automáticamente a favor] de los intereses
de la sociedad en su conjunto. No se hacen
diferenciaciones entre tipos de organización…
El poder no está tomado en cuenta. Michels
[Robert] pudo no haber tenido éxito en
establecer un principio invariante con el
concepto de “la ley de hierro de la oligarquía”
pero ciertamente expresó aspectos muy
importantes respecto a los requerimientos y
[condiciones] concurrentes de la organización
fuera del Estado” (1997:926).
En este sentido, la crítica a Putnam se orienta desde
un punto de vista historiográfico a la causalidad: son
las redes de compromiso cívico las que crean una
buena gobernanza, o como lo señala Tarrow: “La
causa operativa del desempeño de las instituciones
regionales tanto en el norte como en el sur [de
Italia] no es ni cultural ni [relacionada con el grado
de] asociativismo, sino política” (1996:394).
Los críticos de Putnam no sugieren qué rasgos
de las organizaciones que facilitan la coordinación
y cooperación, como redes, normas y confianza no
sean importantes, sino que están muy fuertemente
influenciados por instituciones políticas, incluidas
las estatales. Judith Tendler (1997) y más
recientemente Andersson, Gordillo y Van Laerhoven
(2009) consideran la importancia de las redes y los
mecanismos de confianza y reciprocidad para el
desarrollo económico, pero encuentran que en los
mejores resultados de políticas descentralizadoras,
juegan un papel determinante la calidad de las
instituciones gubernamentales, particularmente
la interacción entre gobiernos locales y gobiernos
nacionales.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
En esencia, según Harriss y de Renzio, para que
el concepto de capital social sea útil analíticamente,
se requiere distinguir entre tipos de capital social.
Así, proponen distinguir las conexiones familia-
res y de parentesco, el ámbito de las asociaciones
y los vínculos que cruzan sectores –por ejemplo,
asociaciones entre el sector público y el privado,
capital político formado a través de vínculos entre la
sociedad y el Estado–, las normas y reglas formales
que regulan la vida pública en una sociedad –cons-
tituciones, leyes, organismos regulatorios, políticas
públicas–10, y los valores y normas sociales. Varias
de esas diferentes nociones –no necesariamente bajo
la etiqueta de capital social– están integradas en el
esquema que propone Elinor Ostrom en su debate
con Mancur Olson, al cual nos adentramos ahora.
Acción colectiva y el dilema del
prisionero
La enunciación clásica del dilema del prisionero11
permite señalar a Ostrom que:
… el juego del dilema del prisionero resulta
fascinante para los académicos. La paradoja de
que las estrategias individualmente racionales
conduzcan a resultados colectivamente
irracionales parece plantear un reto a la
fe fundamental en que los seres humanos
racionales pueden alcanzar resultados racionales
(2011:41).
Mancur Olson en su obra más célebre The logic
of collective action (1965) asume una posición
convergente con ese dilema, en el sentido de
subrayar las dificultades de que los individuos
persigan el bienestar común por encima de sus
intereses individuales. En la cita más frecuentemente
mencionada que ilustraría el pensamiento central de
Olson, éste señalaba que:
10
Lo que el Banco Mundial llamó capital social en el ámbito macro
(World Bank, 1997) y Grotaeert (1998).
11
Generalmente es atribuido a Merrill M. Flood y Melvin Drescher y
formalizado por Albert Tucker (1983).
16
… a menos que el número de individuos sea
muy pequeño, o a menos que exista coerción
o algún otro dispositivo especial para hacer
que los individuos actúen a favor de su interés
común, individuos racionales con intereses propios
no actuarán para lograr sus intereses comunes o de
grupo (Olson, 1965:2 cursivas en el original).
Ostrom enfrentará estos argumentos y estos
modelos –sin ignorar que captan problemas reales o
existentes– objetando que asumen las restricciones
como inmutables. De ahí que su línea de análisis
tiene en el centro las diversas respuestas a cómo y
cuánto se pueden superar esas restricciones.
En su discurso como presidenta de la Asociación
Americana de Ciencias Políticas, Elinor Ostrom
afirmó que “la teoría de la acción colectiva es el
tema central de la ciencia política” (1998:1). Vincula
este concepto con el término “dilema social” que se
refiere:
… a un contexto en donde los individuos
escogen acciones de manera interdependiente…
La razón por la cual estas situaciones son
dilemas es que al menos uno de los resultados
proporcionaría mayores rendimientos para todos
los participantes, pero participantes racionales
que asumen opciones de manera independiente
no tienden a obtener ese resultado. Un mejor
resultado óptimo podría ser alcanzado si
aquellos involucrados decidieran “cooperar”
seleccionando otras estrategias… [pero, dado]
que el resultado conjunto sub-óptimo es un
equilibrio, nadie está motivado de manera
individual a cambiar su opción, dadas las
opciones que predeciblemente adoptarán los
otros” (2007:187).
Considerando la importancia de los dilemas
sociales como el corazón de la problemática de la
acción colectiva, Ostrom revisa un conjunto de
variables estructurales que se suponen afectan las
probabilidades de los individuos de alcanzar una
acción colectiva capaz de superar dilemas sociales.
Estas variables son de dos tipos: variables que no
dependen que una situación se repita y variables
que su carácter iterativo tiene impacto sobre
 Departamento de Sociología Rural / UACh
otras variables estructurales. En el primer caso se
encuentran: número de participantes, los beneficios
que se obtienen si los bienes son sustractivos o
rivales –es decir, lo que uno obtiene, otro lo pierde–
o plenamente compartidos; grado de heterogeneidad
de los participantes; comunicación cara a cara y
forma que adopta la función producción (2007:188).
En todos los casos Ostrom debate, en particular
con Mancur Olson, señalando las condiciones
en las cuales sus predicciones no se cumplen. Por
ejemplo, respecto al tamaño de un grupo, para
Olson si éste aumenta, decrecen las posibilidades
de que alcance un bien público. En consecuencia,
parecería que el tamaño de un grupo afecta
negativamente la posibilidad de alcanzar alguna
forma de acción colectiva. Pero Ostrom presenta
otros ejemplos basados en trabajo de campo de
varios investigadores que desembocan en una
hipótesis contraria, es decir, que el tamaño de un
grupo permite acceder a la acción colectiva. Para
Ostrom, en consecuencia, es indispensable analizar
esta variable vinculada con las otras que menciona.
En mi opinión en este grupo de variables la
más interesante es la que tiene que ver con la
forma de la función producción. Esta particular
función producción relaciona acciones individuales
con resultados grupales. Una forma que puede
adoptar es la de escalera. Russell Hardin (1976)
señaló que cuando se tiene una función de un bien
público bajo forma de escalera se facilita resolver
el dilema social y se evita que algunos jugadores
“pasen por gorrones”, dado que se requiere una
aportación acumulada suficiente de los jugadores
para pasar al siguiente escalón: “Hasta que el
beneficio sea realmente producido no es posible
“gorronear” [free-ride, en inglés] aprovechando las
contribuciones de otros... En esos contextos los
individuos podrían asumir que su participación
es decisiva para la provisión del bien” (Ostrom,
2007:191). La función producción puede bajo esta
u otra forma asegurar una aportación mínima de
los jugadores de un determinado grupo haciéndoles
sentir que su contribución es crítica para la
consecución del objetivo planteado. Maxwell y
Oliver (1993) conciben funciones producción
no lineales ascendentes o descendentes (citados
en Ostrom, 2007:192). En principio puede ser
17
descendente en una circunstancia en que aun
cuando cada contribución de las acciones aporta a
los beneficios que obtiene un grupo, en el margen
los beneficios decrecen relativamente después de
cada nueva contribución; o ascendente cuando
ocurre lo contrario. Por ejemplo, las movilizaciones
sociales surgen de procesos de posicionamiento por
parte de actores y organizaciones sociales que se
sienten afectados por la aparición de nuevos arreglos
institucionales o por el abandono de otros antiguos.
Tres factores, en cambio, requieren procesos
iterativos para poder impactar sobre una acción
colectiva –información sobre acciones pasadas de los
actores, la forma en que se encuentran vinculados
los actores y si los actores pueden entrar y salir
voluntariamente de una situación caracterizada por
un dilema social (Ostrom, 2007:194).
Ostrom señala cómo la teoría de acción colectiva
se ha movido lentamente de situaciones en donde
los individuos están, por así decirlo, atrapados
en una suerte de trampa de la no-cooperación12
hacia esquemas en donde teóricamente es posible
que obtengan mejores resultados y en ocasiones,
inclusive, resultados cooperativos óptimos. Desde
luego –continúa su reflexión– es posible que grupos
puedan obtener resultados óptimos para sí mismos,
pero desastrosos para los demás, como en el caso de
los carteles de la droga o las bandas criminales. Pero
todo esto lo que hace es añadir más complejidad al
tema de la acción colectiva.
Instituciones y capital social
Recordemos primero la distinción que plantea
Douglass North (1990, 2005) entre instituciones
y organizaciones: las instituciones son reglas que
asignan el control de recursos, a través de derechos
y obligaciones, a las personas individuales o a
asociaciones de personas; las organizaciones son
grupos sociales, personas que trabajan juntas.13
12
Más adelante discuto alrededor del concepto análogo de trampa
social propuesto por Bo Rothstein.
13
“Las instituciones incluyen cualquier forma de restricción que
los seres humanos conciben para moldear las interacciones huma-
nas… Estoy interesado tanto en las restricciones formales –como
las reglas que establecen los seres humanos– como en las restric-
ciones informales –como convenciones y códigos de conducta…
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
En lo que sigue estaré usando tales
definiciones cuando me refiera a estos conceptos.
Particularmente el término organizaciones se usa
para cualquier forma de representación o agregación
de intereses de los distintos actores incluyendo a las
burocracias estatales.
En uno de sus libros más recientes Understanding
the process of economic change (2005) North señala
que ambos términos conllevan diferentes formas de
modelaje para entender el modo como operan y se
interrelacionan:
Modelar instituciones es modelar las
restricciones –hechas por el hombre– a las
interacciones humanas y que definen la
estructura de incentivos de la sociedad. Modelar
organizaciones es teorizar sobre la estructura,
la gobernanza y las políticas deliberadas de
entidades sociales (2005:62-3).
En su texto de 1990, North se preguntaba cuáles
eran los condicionantes que determinaban el
desempeño de las economías y respondía que éste
se podía explicar a través de la interacción entre
instituciones y organizaciones que determina el
sentido del cambio institucional. Las instituciones
generan la estructura de oportunidades y las
organizaciones se crean para aprovechar esas
oportunidades, y conforme avanzan o evolucionan
las propias organizaciones modifican las
instituciones (1990:7).
Al revisar esas interacciones, North propone
dos temas que estarán presentes continuamente en
sus textos. Por un lado, que los actores actúan con
información incompleta y a partir de construcciones
mentales que determinan sus reacciones.
Por el otro, el tema del acatamiento o puesta en
vigor de las reglas (enforcement). Como señala North
cuando hay esquemas cooperativos entre los actores,
los contratos son auto-ejecutados. En condiciones
Conceptualmente lo que debe claramente diferenciarse son las re-
glas respecto a los jugadores… Las organizaciones incluyen agrupa-
mientos políticos –partidos políticos, el senado, una asamblea de la
ciudad, una agencia regulatoria–, entidades económicas –empresas,
sindicatos, cooperativas, granjas familiares–, agrupamientos socia-
les –iglesias, clubs, asociaciones deportivas–, e instancias educativas
–escuelas, universidades, centros vocacionales” (North, 1990:4-5).
18
de información imperfecta y para evitar que las
acciones colectivas se disuelvan, son necesarias
instituciones que provean a los actores información
suficiente como para monitorear desviaciones. En
consecuencia, se requieren dos aspectos para que
las instituciones garanticen acciones colectivas.
Primero, son necesarios mecanismos de información
sobre cuándo se deben aplicar las sanciones. Y
segundo, las instituciones deben generar incentivos
para que los individuos que deben aplicar las
sanciones, lo hagan (1990:56-7).
El tercer concepto clave es el de dependencia del
sendero (path dependence). Ya he señalado la crítica
central que se le hace referida al determinismo que
supone el concepto mismo. También he señalado
la reacción de North en parte autocrítica de su
concepto inicial.
El argumento de North es el siguiente: si los
mercados son competitivos y no existen retornos
crecientes de un determinado arreglo institucional,
las instituciones no importan. Importan si en
cambio existen retornos crecientes. Hay desde luego
costos elevados asociados a la puesta en marcha
inicial de un determinado arreglo institucional.
Las organizaciones que emerjan de ese arreglo
pueden encontrar oportunidades, pero eso no
lleva a una eficiencia social incrementada –porque,
por ejemplo, esas oportunidades pueden llevar a
formar un monopolio. Además las reglas formales
generan múltiples restricciones informales que
se extienden en amplios contextos. Empero, el
resultado más importante conforme se instala un
determinado arreglo institucional es que reduce la
incertidumbre y por esta razón comienza a generar
retornos crecientes. De esta manera, las instituciones
determinan el sendero de largo plazo de las
economías.
North elabora su libro de 2005 buscando
aclarar y, en todo caso, rectificar sus posiciones
deterministas. Particularmente en el capítulo
quinto, intitulado sugerentemente “Los andamiajes
que los humanos erigen”, intenta precisar sus
conceptos.
Parte de proponer que toda actividad humana
supone una estructura conformada por instituciones
y enlista el ámbito de éstas: reglas formales, normas
informales y las características de los mecanismos
 Departamento de Sociología Rural / UACh
establecidos para hacerlas cumplir (enforcement
characteristics). North pone particular atención al
aspecto de las normas informales y considera que
para entender el desempeño “tenemos que explorar
en profundidad cómo ´funcionan´ las instituciones,
revisando tanto las consecuencias de los incentivos
formales como los resultados frecuentemente no
anticipados” (2005:48).
Pero las normas informales expresan los códigos
morales de los sistemas de creencias que pueden
tener elementos comunes en todas las culturas,
aunque también específicos a cada sociedad. Lo
crucial de las normas informales es que mientras
las instituciones formales pueden ser cambiadas por
mandato, aún no está suficientemente entendido
cómo se modifican las informales, puesto que “no se
prestan a la manipulación deliberada” (2005:50).
Por todo lo anterior, North da un lugar
preeminente a lo que denomina cultura, y
utilizando el concepto de estructura de artefacto
(artifactual structure), que puede ser entendida como
la herencia tangible cultural, la define como “el
aprendizaje de las generaciones pasadas trasmitido
como cultura en la estructura de creencias de las
generaciones presentes” (2005:50).
Finalmente, al responderse a la pregunta de
cómo cambian las instituciones, hace varias
proposiciones basadas en la idea de que la
competencia es la clave para el cambio institucional,
dado que la competencia obliga a las organizaciones
a invertir en la adquisición de conocimientos y
habilidades para sobrevivir; el marco institucional
provee los incentivos que determinan el tipo de
habilidades y conocimientos que pueden obtener
los mejores resultados; las percepciones se derivan
de las construcciones mentales de los jugadores y
“las economías de escala, complementariedades y
externalidades de una matriz institucional, hacen
que el cambio institucional sea mayoritariamente
incremental y dependiente del sendero” (2005:59).
A partir de las reflexiones de North introduzco
ahora los planteamientos de un importante
politólogo sueco, Bo Rothstein (2005), que se
orienta a enfatizar el análisis del capital social pero
desde la perspectiva de las instituciones.
Rothstein parte del término “trampa social”,
una metáfora inventada por el psicólogo John
19
Platt (1973). Como ya lo discutimos al analizar
el término análogo de dilema social, se trata de
una situación en donde todos podrían ganar si
decidiesen cooperar. Pero si los actores no confían
en que casi todos los demás van a cooperar, entonces
no tiene sentido que cooperen. De esta forma,
decidir no cooperar sería una actitud racional
aunque todos terminen peor y estén conscientes que
cooperar les convendría.
Siguiendo al sociólogo polaco Piotr Stzompka
quien define la confianza como “una apuesta
sobre las acciones futuras contingentes de los
otros” (1998:21), Rothstein propone revisar el
término capital social a partir de sus dos palabras
constitutivas: lo social que implica un determinado
conjunto de interrelaciones sociales, y el capital que
supone un conjunto de activos sin los cuales no se
podrían realizar determinadas acciones (2005:64-
66). De suerte que en el ámbito individual el capital
social sería “la suma del número de contactos
sociales multiplicada por la calidad de la confianza
[ìnvolucrada] en esas relaciones”. También señala
la importancia de considerar el capital social en su
ámbito agregado, en cuyo caso el capital social de la
sociedad o de una organización estaría determinado
por “a) la extensión de contactos sociales y redes que
mantiene la gente en promedio, y b) la amplitud de
la confianza que la gente mantiene en la mayoría de
esos contactos” (2005:66).
A diferencia del capital físico, el capital social
no se desgasta con su uso, sino con su falta de uso.
Entre más relaciones se tengan con personas que
han demostrado que podemos confiar en ellas, más
se incrementan nuestras interrelaciones y crecerá
más la confianza (2005:67).
Pero la pregunta fundamental que Rothstein se
plantea es cómo se produce el capital social. La clave
del problema se encuentra en la conexión entre las
transformaciones institucionales en varios ámbitos
políticos –localidad, estado, región, país– y el
sistema de creencias de los individuos. La causalidad
puede ir en ambas direcciones: individuos con
determinadas creencias pueden ser más proclives a
desarrollar cierto tipo de instituciones que fomenten
o deterioren el capital social, o el diseño de
determinadas instituciones puede generar individuos
con más o menos capital social. (2005:93).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Las consecuencias de un conjunto de estudios,
que describe brevemente el autor (2005:95), pueden
resumirse en dos tipos de condiciones institucionales
en el espacio social que favorecen “invertir en capital
social”:
La primera es una sociedad que crea espacios
de reunión multifacéticos. Esa sociedad tendría
que desarrollar sistemas educativos desde
preprimaria hasta el nivel universitario en donde
no exista segregación basada en etnicidad o clase
social… La segunda condición es… que deben
existir instituciones sociales que efectivamente
penalicen el comportamiento oportunista…
(2005:99).
De lo anterior emergen nítidamente dos escuelas
de pensamiento como ya he tenido oportunidad de
señalar al discutir las críticas de Woolcock y Harriss
al concepto de capital social de Putnam. Aquella
que establece un fuerte vínculo entre la fortaleza de
la sociedad civil y las asociaciones voluntarias y la
producción de capital social; y aquélla otra que más
bien coloca el ámbito privilegiado de la formación
de capital social en el espacio de las instituciones y
sobre todo de las instituciones políticas. La primera
vertiente la he discutido en la parte inicial de este
ensayo y las objeciones ya han sido señaladas:
primero, hay organizaciones que producen capital
social y otras que producen lo contrario14; segundo,
los estudios empíricos no han demostrado una
clara causalidad en el ámbito individual entre
participación en asociaciones voluntarias y
formación de capital social; y, tercero, si la sociedad
civil produce el tipo de creencias necesarias para
el funcionamiento de democracias estables, en las
democracias más recientes debería existir amplia red
de asociativismo, lo cual no ha sido contundente
en los estudios de las transiciones españolas o
brasileñas, según Rothstein15 (2005:101-104).
14
En este sentido, es fascinante la referencia que hace Rothstein de los
estudios de Berman (1997) y Kershaw (2000) sobre cómo ocurrió la
paulatina nazificación de las asociaciones voluntarias en la Alemania
hitleriana.
15
Sin embargo, en muchos estudios sobre las transiciones, incluyendo
los estudios que he realizado (2017), las movilizaciones ciudadanas
juegan un papel muy importante.
20
La segunda vertiente más bien establece una
causalidad invertida, es decir, desde lo político –el
Estado y sus instituciones–, hacia lo social –la
sociedad y sus organizaciones.
Esta visión del capital social desde luego se
enfrenta a la idea de que el Estado socava la
cohesión comunitaria y erosiona el capital social. O
quizás, para decirlo de manera matizada como lo
propone Rothstein, determinado tipo de instituciones
políticas pueden contribuir decisivamente a la
formación de capital social. Aquí distingue entre
las instituciones de la democracia representativa
–como congresos, partidos políticos, elecciones–
respecto a las instituciones administrativas del
Estado, cuyo mandato es la implementación de
políticas públicas (Rose-Ackerman, 2001) como el
sistema de justicia, los organismos de protección
social, de salud pública y de educación pública.
Estas instituciones tienen mayor impacto sobre
los ciudadanos, porque seguramente hay mayor
contacto que con las instituciones de carácter
representativo, y porque afectan de manera más
tangible la vida cotidiana de las personas: “La tarea
de las instituciones administrativas es, en términos
concretos y específicos, proporcionar [garantizar] a
los ciudadanos sus derechos democráticos y sociales”
(Rothstein, 2005:109).
Su mayor activo es la imparcialidad y la justeza
(fairness) con que actúen. Como lo señaló el famoso
fiscal italiano anti-crimen, Borsellino, –quien
desafortunadamente fue después asesinado:
Remover las causas que constituyen la fortaleza
de la Cosa Nostra sólo puede ser logrado a
través de la restauración de la confianza en
la administración pública. Ningún flujo de
recursos financieros, no importa lo masivo que
sean, producirá efectos benéficos si el Estado y
sus instituciones no están capacitados y aparecen
como operadores imparciales y distribuidores
de la confianza necesaria para el progreso
ordenado y libre de la vida civil. De otra forma
el recurso a organizaciones alternativas [al
Estado] que garanticen ventajas materiales junto
con el consenso en su entorno, se exprese o
no, continuará (Jamieson 2000:127 citado por
Rothstein 2005:121).
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Para Rothstein las variaciones en el capital
social en una sociedad están enraizadas en el
diseño mismo de las instituciones políticas y
administrativas. El factor causal parece ser el grado
de universalismo de esas instituciones, es decir, el
grado de imparcialidad y tratamiento equitativo
hacia los ciudadanos:
… la conexión entre cómo las instituciones
políticas han sido construidas y los sistemas de
creencias de la gente es crucial, puesto que implica
que el diseño de instituciones políticas no debe
ser considerado sólo como el efecto del legado
cultural e histórico de una sociedad (2005:129).
Desde luego que las condiciones en términos de
normas sociales y de densidad de la confianza
necesarias para que se construyan instituciones
universalistas genera a su vez un dilema social o
especie de “qué es primero el huevo o la gallina”.
North (1990) y Weingast (1995) han planteado
una forma de entender ese problema, con una
aparente paradoja: si los líderes políticos han creado
un Estado lo suficientemente fuerte como para
defender los derechos de los individuos frente a la
corrupción y el abuso del poder, también tendrán
acceso a una maquinaria administrativa que es
capaz de violar esos mismos derechos.
La conclusión de Rothstein es que la escuela de
la elección racional no ofrece explicaciones válidas
de cómo surgen las instituciones de vocación
universalista precisamente porque el surgimiento
de éstas alude a actores y comportamientos que no
existen por definición en esa escuela. Por ello, Elinor
Ostrom afirmó contundentemente:
Tener una teoría –la teoría de la elección
racional– que explica cómo los individuos
alcanzan resultados casi óptimos en los
mercados, pero falla al explicar cómo se vota o
cómo se realizan contribuciones voluntarias a las
campañas políticas, no es un estado satisfactorio
del conocimiento en ciencias sociales (2007:195).
Elinor Ostrom subrayaba además la importancia
del contexto en el cual los individuos enfrentan
dilemas sociales más que un modelo singular de
21
comportamiento como el usado en la teoría clásica
no-cooperativa y concluía que:
Una más amplia teoría del comportamiento
humano concibe a los seres humanos como
criaturas adaptativas (Jones, 2001) que intentan
hacer lo mejor que pueden dadas las restricciones
de la situación en la cual se encuentran inmersos
(Simon, 1955, 1957)… Adoptan perspectivas de
corto y largo plazo dependiendo de la estructura de
oportunidades a la cual se enfrentan... (2007:195).
En síntesis concluye Ostrom, en vez de explicar la
cooperación [y la acción colectiva] a partir de los
incentivos materiales que directamente enfrentan los
individuos confrontados en una situación de dilema
social “la tarea que enfrentamos es cómo articular
variables estructurales externas a un núcleo interno
de variables –reputación, confianza y reciprocidad–
en el ámbito individual, dado que éstas a su vez
afectan los niveles de cooperación y los beneficios
netos obtenidos” (2007:201).
Sin embargo, la respuesta a la pregunta clave
de ¿por qué en un determinado momento,
determinados actores deciden a la luz de la
incertidumbre que se presenta hacia futuro, iniciar
un proceso de negociaciones que, también en
determinadas situaciones –y solo en éstas–, conduce
al establecimiento de instituciones universalistas?,
tampoco es respondida por Rothstein16.
¿Un eslabón faltante?
Resumiendo la trayectoria de este ensayo. Se ha
partido de la discusión sobre las distintas acepciones
de capital social subrayando las debilidades de
la versión más difundida de esta noción a partir
del trabajo de Robert Putnam. Se revisaron las
16
En síntesis Rothstein argumenta que cambiar la visión de la gente
sobre las instituciones públicas exige fuertes señales desde arriba que
las cosas están cambiando en serio. El peso de las experiencias pasa-
das –de la memoria colectiva– es tan fuerte que se requiere de firme
evidencia respecto al cambio. Aun así estas instituciones universalis-
tas generan capital social suficiente para confiar en las instituciones
pero siempre de manera condicional. Finalmente “en el largo plazo la
confianza [la fiabilidad] se alcanza solamente a través del diálogo y la
participación efectiva” (2005:211).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
aportaciones críticas de varios autores, sobre
todo de Woolcock y Harriss. El primero plantea
un marco de análisis en los ámbitos micro y
macro con base en cuatro variables: integración,
vínculos, sinergia entre Estado y sociedad e
integridad organizacional. Harriss a su vez insiste
en el papel de las instituciones públicas, tema
que retomé más adelante en las reflexiones de los
neoinstitucionalistas.
Propuse luego revisar el concepto más
generalizado de acción colectiva, confrontando
las visiones de Mancur Olson y Elinor Ostrom.
Coincido con el argumento central de Ostrom:
los actores se enfrentan a dilemas sociales que
aparecen como restricciones a la acción colectiva.
Pero estas restricciones no son inmutables y pueden
ser superadas a partir de determinadas variables
estructurales, unas que no requieren acciones
repetitivas y otras que sí las requieren. En cualquier
caso, Ostrom encuentra que, tanto desde un punto
de vista conceptual como desde varios estudios
empíricos, se presentan muchas circunstancias
donde los actores no actúan como seres egoístas en
busca de su interés personal.
El enfoque de los neoinstitucionalistas traslada el
foco de los actores a las reglas del juego. A partir de
su más connotado exponente –Douglass North– he
presentado la elaboración teórica de Bo Rothstein
en torno a la noción central de confianza, pero
desde la perspectiva de las instituciones públicas,
particularmente las administrativas con vocación
universalista –por ejemplo, agencias de protección
social, de salud pública, de educación pública.
Finalmente, señalo que, no obstante los avances
importantes respecto a las visiones originales del
capital social, también Rothstein se enfrenta a un
problema clave: cómo y en qué circunstancias se
generan y desarrollan este tipo de instituciones que
producen capital social.
El último tramo de este ensayo lo dedico a
vincular de manera dinámica los dos focos de
atención: por un lado, los actores sociales, y por el
otro, las instituciones. Para ello recurro a la teoría
de las movilizaciones sociales desarrollada en los
ochentas y noventas del siglo pasado por el sociólogo
italiano Alberto Melucci.
22
Parto de unas cuantas constataciones contem-
poráneas. Después de casi tres décadas de reformas
estructurales debiera quedar claro algo por demás
obvio, a saber, que cualquier sociedad sea pequeña o
grande es una construcción humana muy dinámica.
Los conflictos y las tensiones no son la excepción,
sino la regla. Es todavía más evidente que estos con-
flictos se presentan más notoriamente en momentos,
como los actuales, en donde las sociedades están in-
mersas en profundos cambios tanto de factura mun-
dial como doméstica y local. Justo en estas coyuntu-
ras es decisivo establecer un vínculo fuerte entre un
marco legal sólido y claro (leyes, tribunales, etcétera)
e instituciones, formales e informales, y organizacio-
nes, donde ambas dimensiones desempeñen, a nivel
nacional, subregional o local, un papel importante
en la solución de conflictos. Es este puente el que
puede garantizar la transformación de las protestas
y pugnas sociales en innovación, experimentos y
soluciones. Este proceso que conduce a la innovación
institucional lo denomino movilización social como
medio de producción17 (Gordillo, 2003).
Es importante subrayar el papel transformador
de las movilizaciones en la implementación de
reformas profundas. Ningún cambio importante
en las políticas o en las instituciones puede tener
éxito a menos que sea apoyado y promovido por la
movilización de los actores sociales. La eliminación
de los obstáculos institucionales (legales, políticos,
económicos y culturales) que impiden la capacidad
de transformación de las sociedades, implica la
convicción de que no hay un incentivo mayor para
la reorganización productiva, el uso racional de los
recursos naturales, el aumento de la productividad
o la innovación, que la movilización de las personas
mismas.
Melucci parte de la distinción en el enfoque
clásico funcionalista entre desviación y anticonfor-
17
Ya unos años antes el sociólogo italiano Alberto Melucci había lla-
mado la atención a este aspecto: “Cuando [los movimientos sociales]
escapan, el riesgo de solo [expresar] una contra-cultura simbólica…
o de violencia marginal, cumple su rol y se transforman en nuevas
instituciones, proveyendo un nuevo lenguaje, nuevos patrones orga-
nizacionales y nuevo personal” (1996:37, traducido directamente del
inglés). Tanto para Melucci como para mí esto puede ocurrir depen-
diendo de que se procese políticamente y que el propio sistema políti-
co tenga un grado de apertura y flexibilidad.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
mismo18, de suerte que la acción colectiva no solo
procede de la desarticulación de un sistema, sino
también de aquellos que buscan transformarlo.
Consecuentemente, la acción colectiva debe
ser vista como “el resultado de procesos complejos
de interacción mediados por determinadas
redes de pertenencia” (1996:18), y no solo como
agregación de individuos aislados y atomizados.
En esta dirección el autor propone ocho principios
para el análisis de la acción colectiva. De éstos
me interesa subrayar tres que considero claves.
Primero, es importante distinguir entre las
distintas orientaciones de la acción colectiva:
algunas suponen mecanismos de solidaridad y
otras solo son agregación de intereses; algunas
transportan un conflicto, otras surgen como
resultado de un consenso sobre las reglas del juego;
más importante aún, algunas suponen romper
el límite de compatibilidad con la estructura del
sistema. A este respecto Melucci es muy claro en
subrayar que esa ruptura no implica necesariamente
conflicto social, se puede tratar de conductas
marginales que idealmente se resuelven con
mecanismos de integración social. Por su lado,
tratándose de conflictos que aceptan las reglas del
juego manifiestas dentro de ese marco, es posible
definirlos como acciones competitivas entre intereses
diversos e incluso antagónicos.
Segundo, el análisis de la acción colectiva
depende del sistema de relaciones dentro del cual
se desarrolla. Al respecto propone cuatro sistemas:
de producción y de apropiación de recursos, de
decisiones sobre la distribución de esos recursos
–o sea, el sistema político, de gobernanza sobre el
intercambio y distribución de esos recursos– y de
reproducción de la vida cotidiana. Establece cuatro
términos en interacción: conflicto versus consenso,
solidaridad versus agregación, y sus diferentes
combinaciones19.
Tercero, propone una definición de movimiento
social como una acción colectiva específica
que “invoca solidaridad…, hace manifiesto
un conflicto… y supone romper los límites de
18
El análisis clásico de Merton sobre la anomia (Merton, 1968).
19
Al respecto ver la figura 1 en el texto de Melucci (1996:26).
23
compatibilidad del sistema dentro del cual esta
acción se lleva a cabo” (1996:28). Al hacerlo
también establece la dimensión del conflicto social,
concepto que en general ha estado confuso cuando
no ausente tanto en la literatura sobre capital social
como sobre acción colectiva.
A partir de lo anterior establece una distinción
crucial de los movimientos sociales del siglo
diecinueve que eran, al mismo tiempo, actores
sociales en luchas clasistas, y actores políticos
reivindicando su inclusión en el sistema político. A
fines del siglo veinte y sobre todo teniendo en mente
los movimientos de los setentas y ochentas empieza
a operar una transición de los movimientos sociales
como movimientos mediáticos20: “un movimiento
solo como medium es una forma de acción que
arroja luz al hecho de que hay un dilema social y
un conflicto concerniente a algunas orientaciones
básicas de la sociedad” (1996:37). El movimiento
puede expresarse solo como símbolo contracultural
o como violencia marginal; pero sin la dimensión
política, el cambio no podrá institucionalizarse, es
decir, crear nuevas instituciones.
Existen al menos tres vectores que tensionan
el desarrollo de un movimiento social: sus fines,
sus medios y el medio ambiente en el que se
desarrolla. Estas tensiones se presentan a lo largo
del movimiento y no es un asunto resuelto de
una vez y para siempre. De hecho este proceso de
construcción social a través de negociaciones –que
sirve para definir y redefinir objetivos de corto y
largo plazo, establecer los medios para lograrlos y
mantener equilibrios internos al movimiento y redes
de solidaridad externas– es continuo en el tiempo.
Los movimientos emergen en coyunturas
específicas, pero desde luego requieren de actores
capaces de percibir esa oportunidad y enmarcarla
en orientaciones para la acción (1996:22-41). Lo
anterior lleva al autor a analizar la interacción entre
cambio y conflicto para lo cual señala que:
20
Literalmente dice Melucci: “from movements as organizational or
political actors to movements as media” (1996:36). En otros textos se
refiere a los nuevos movimientos sociales como movimientos susten-
tados en recursos informáticos.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
… la relación entre movimientos y cambio
pasa a través de tres momentos lógicamente
distintos. Los movimientos, en su definición
estructural y sincrónica, preceden al cambio:
un sistema cambia porque debe controlar el
conflicto que lo atraviesa y se relaciona con
la producción y distribución de los recursos
sociales. Los movimientos son así, efectos del
cambio, en el sentido de que los ajustes del
sistema crean desequilibrios y contradicciones
que se encuentran en el origen de conductas
colectivas de transformación. En fin, estas
conductas provocan cambios posteriores, pues
respondiendo a su propio empuje, el sistema se
moderniza o se transforma (1996:54).
Ante la crítica que objetó su noción sobre los
“nuevos” movimientos sociales (1982) –¿qué es
lo nuevo en los nuevos movimientos sociales?, se
preguntaban sus críticos– Melucci sugiere que la
acción colectiva de movimientos sociales recientes21
“constituye un acto de comunicación [o mediático]
que es realizado a través de la acción misma,
haciendo visibles nuevos poderes y la posibilidad de
desafiarlos” (1996:79).
La importancia del enfoque de Melucci para el
análisis contemporáneo de nociones como capital
social y acción colectiva proviene desde luego de
haber introducido la dimensión de conflicto como
una variante de la acción colectiva y, de esa forma,
allegarnos a una aproximación analítica a los
movimientos sociales vistos desde la complejidad
de las sociedades contemporáneas. Un rasgo de
esa complejidad es harto conocido: la relativa
autonomización de los distintos planos o niveles
–Melucci los llamaría los cuatro sistemas– de la
realidad social. Como lo señala de manera sugerente
se trata de sociedades “sin centro” o descentradas
(1996:207-228), en donde se difumina lo público
y lo privado, en donde los intereses se fragmentan
21
Estaba todavía hablando a fines de los noventas, dado que desafor-
tunadamente muere en 2001; es decir no pudo confrontar sus muchas
intuiciones proféticas comparándolas con el nuevo ciclo de movili-
zaciones y movimientos surgidos a partir de la “primavera árabe” en
2011.
24
y los partidos políticos se vuelven “atrapa-todo”
(“catch-all parties”).
Pero el terreno clave de las disputas por el poder
es para Melucci el espacio público, al cual se refiere
mucho antes Habermas (1989), pero a quien le
señala que “no logra capturar la transformación del
espacio público en una arena conflictiva: el espacio
público se convierte en el espacio de disputa por la
definición de lo que es lo político, es decir, lo que
pertenece a la polis” (1996:221).
Es en este espacio, según Melucci, donde las
distintas causas o temas son objeto de negociación,
llevados a los mecanismos de toma de decisiones y,
en consecuencia, transformados en posibilidades de
cambio sin que se anule, por otro lado, la especifici-
dad de los actores en conflicto. Esto requiere enten-
derse en la interacción entre la doble función de los
sistemas políticos, como depositarios de garantías
formales –que, sin embargo, se sabe operan en bene-
ficio de ciertos intereses basados en riqueza, poder,
educación–, pero también ámbitos de expresión de
las demandas sociales. Por eso subraya que:
… en sistemas complejos, la [actividad] política
alterna entre, por un lado, el manejo formal
y autoritario, por cierto, del sistema político
a través de aparatos que derivan su poder por
medio del consenso manipulado; y por el otro, la
energía propulsora del sistema político generada
por la dialéctica entre conflictos sociales y una
estructura de poder capaz de innovar (1996:215).
Pero esta tensión entre instituciones y movimientos,
entre formas de representación y formas de
expresión directa de las demandas sociales son
“indispensables para la democracia en sistemas
complejos” (Idem).
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La noción de biopoder en Michel Foucault
A los movimientos populares se les ha presentado
como producidos por el hambre, los impuestos,
el desempleo: nunca como una lucha por el poder,
como si las masas pudieran soñar con comer bien
pero no con ejercer el poder.
Michel Foucault
Resumen
En el presente análisis pretendemos reflexionar
en torno a la cuestión del biopoder en la obra del
filósofo francés Michel Foucault. Dicho concepto
es una herramienta teórica que la sociología y
el resto de ciencias sociales han pasado por alto
pero que indudablemente nos permite entender
a los individuos, pero también ciertos procesos
que se suscitan al interior de las series de acciones
colectivas y movimientos sociales que día a día son
motivo de acalorados debates entre los teóricos de
hoy. Un trabajo complejo al que muchos rehúyen
por tacharlo de posestructuralista y otros tantos de
posmodernista. Lo cierto es que se trata de una obra
aparentemente desordenada y teóricamente intensa,
muy al estilo de Foucault, una caja de herramientas
en la que podemos encontrar metodologías, estudios
empíricos y reflexiones personales en torno al
cuerpo, el poder, el contrapoder, la biopolítica, la
sexualidad, los usos y castigos disciplinarios, los
individuos y la sociedad en la que los dispositivos
del llamado biopoder se disputan los cuerpos para
hacerlos moldeables, vacíos y carentes de toda
subjetividad.
Palabras clave: Foucault, biopoder, poder, cuerpo,
biopolítica.
1
Estudiante del Doctorado en Ciencias en Ciencias Agrarias de la
Universidad Autónoma Chapingo.
27
Juan Manuel Rivera Ramírez1
Abstract
In the present analysis we intend to reflect on the
question of biopower in the work of the French
philosopher Michel Foucault. This concept is
a theoretical tool that sociology and the rest of
the social sciences have overlooked but which
undoubtedly allows us to understand individuals,
but also certain processes that arise within the series
of collective actions and social movements that
day to day. Day are the subject of heated debates
among today’s theorists. A complex work that
many refuse to dismiss as post-structuralist and as
many postmodernist. The truth is that it is a work
apparently disordered and theoretically intense in
the style of Foucault, a toolbox in which we can
find methodologies, empirical studies and personal
reflections on the body, power, counterpower,
biopolitics, sexuality, disciplinary uses and
punishments, individuals and society in which the
devices of the so-called biopower dispute the bodies
to make them moldable, empty and devoid of all
subjectivity.
Key words: Foucault, biopower, power, body,
biopolitics.
Introducción
El día que murió, el 25 de junio de 1984, víctima
del entonces poco conocido “Sida”, Michel Foucault
era uno de los pensadores más reconocidos en el
mundo. Según sus biógrafos, en su juventud le
costó mucho aceptar su orientación homosexual
a causa de la atmósfera represora de la posguerra
cuando la policía realizaba redadas y la medicina
y psicología consideraban dicha inclinación como
un desequilibrio de la personalidad. Foucault,
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
una de las primeras víctimas del vih, no vivió
su decaimiento de manera pública, porque en la
primera mitad de la década de los ochenta contraer
el virus aún no se había convertido en una razón
para el estigma. Para él se trató de una enfermedad
desconocida, pero limitada, como muchos aspectos
de su vida, al ámbito privado.
El virus interrumpió brutalmente la construcción
y conclusión de una obra ya monumental pero que,
dada la relativa juventud del escritor y sus vastos
planes teóricos, fue abruptamente interrumpida, al
quedar algunos de sus estudios, desarrollos y futuros
escritos inacabados ante la prematura muerte del
pensador. Fue el de Foucault un pensamiento sin
límites, y que trató de encontrar la universalidad a
través del abordaje de todo tipo de materias y disci-
plinas. Coincidiendo con algunos de sus estudiosos,
podríamos decir que el centro de su inquietud fue
humanista, de tal manera que es el ser humano en
todas sus dimensiones el eje absoluto de su filoso-
fía. Junto al análisis teórico y a diferencia de varios
pensadores, el autor supo conjugar su trabajo inte-
lectual con la acción civil, de tal manera que, en él,
hurgar el lado oscuro del comportamiento humano
era inseparable de su defensa de la humanidad, y en
específico de los sojuzgados y oprimidos.
Con todo ello, la interrogante sería ¿Quién fue,
entonces, Michel Foucault? Un enigma a resolver.
Ocurre que el pensamiento foucaultiano es un
pensamiento vivo y, por ello mismo, incómodo
e insatisfecho, una obra que constantemente se
está reconstruyendo críticamente a sí misma. Y al
reconstruirse derriba nuestras conclusiones acerca de
su pensamiento. Es que cuando parece que comen-
zamos a entender al pensador, éste nos sorprende de
nuevo; cuando parece que ya empezábamos a tener
una respuesta, nos cambia radicalmente la pregunta.
A nuestro juicio, Foucault fue un hombre
valiente que en sus obras se atrevió a dudar de todo,
incluso, a poner en tela de juicio aquello que se
nos presenta como realidad absoluta, indudable y
evidente, si algo notamos en el pensador francés es
que nunca hay que dar nada “por supuesto”. Quizás
por eso algunos estudiosos lo consideran absurdo y
peligroso. Nosotros, por el contrario, pensamos que
en ello reside la valía de su obra y creemos que las
personas más peligrosas son las que no se atreven a
28
dudar, las que se creen en posesión de una verdad
absoluta, amparadas por un fanatismo absurdo.
Nuestro pensador fue multifacético en su vida
filosófica, pero nunca un fanático que se aferrara a
una corriente o a un pensamiento único. Y es que,
de la misma forma que el miedo nos conduce al
fanatismo, el pensamiento crítico es el único capaz
de alejarnos de éste.
Muchas son las herramientas que hemos encon-
trado en el fructífero ideario de Michel Foucault.
Pero hay un instrumento, que sin duda la sociología
y otras tantas disciplinas sociales han pasado por
alto: la noción de biopoder. El filósofo empezó a
emplear dicho término hacia la mitad de la déca-
da de los setenta del siglo pasado, tal como puede
evidenciarse en algunas de sus obras como Vigilar y
castigar (1975) y el primer tomo de La historia de la
sexualidad: la voluntad del saber (1976), al igual que
en los cursos impartidos en el Collège de France, de
1976 a 1979.
El biopoder no es un concepto o teoría que
entrañe enunciados sistemáticos y explicativos que
pretendan dar cuenta desde afuera de fenómenos o
problemas determinados. Tampoco se trata de un
concepto a priori que el autor haya acuñado como
instrumento de diagnóstico de la realidad. Más bien
el biopoder atraviesa el itinerario intelectual y la
obra teórica del pensador francés, pero se patentiza
en la relación con la tecnología de las disciplinas,
como los dispositivos de la sexualidad, la seguridad
y con la cuestión de la gubernamentalidad.
Con el ascenso del capitalismo a nivel
mundial hemos sido testigos de una serie de
movilizaciones sociales y acciones colectivas que
ya no encajan en la tipología que algunos teóricos
europeos analizan bajo el paradigma de los “viejos
movimientos sociales”. Es decir, ya no estamos
ante movimientos que busquen tener el poder o
la obtención de beneficios económicos, estamos
ante “nuevos movimientos sociales” entre los
que podríamos citar a las feministas buscando la
equidad de género y la liberalización sexual, las
reivindicaciones de los transgéneros2, el movimiento
2
El término transgénero se aplica, en general, a una variedad de in-
dividuos, conductas y grupos que suponen tendencias que se dife-
rencian de las identidades de género binarias (hombre o mujer) y del
 Departamento de Sociología Rural / UACh
queer3, los homosexuales buscando la inclusión,
la tolerancia a sus diferencias y la obtención de
los mismos derechos que los heterosexuales, la
autonomía y el respeto a las formas de vida de las
comunidades indígenas y los grupos campesinos en
defensa del territorio, la identidad y en oposición
a los transgénicos y empresas agroalimentarias
transnacionales. En síntesis, “El objetivo de estos
movimientos sociales no es la consecución del poder
político, sino la conservación de determinados
modos de vida, de identidades culturales y la
salvaguarda de espacios de libertad idóneos con
formas de vida alternativas o distintas (Aguilera
Portales, 2010)”.
Aunque la obra de Foucault no aborda explícita-
mente la cuestión de la acción colectiva o teoriza en
torno a los movimientos sociales, su trabajo nos per-
mite repensar al individuo como un cuerpo inmerso
en relaciones de poder en la vida cotidiana. En otras
palabras, en las universidades, escuelas, instituciones
de salud mental, correccionales, lugares de trabajo,
servicios de salud se entra para ser clasificado, vigila-
do, medido, normalizado y reformado en nombre de
la modernidad occidental que busca a toda costa la
homogeneidad y el rechazo del diferente, de lo otro.
La obra de Foucault
Aunque la influencia del trabajo teórico de Michel
Foucault va más allá de la sociología, es evidente que
hay sociologías en sus obras. Se trata de un cuerpo
diverso de trabajos que incluyen preocupaciones
metodológicas, estudios empíricos específicos sobre
la locura y los hospitales, la medicina y el nacimien-
to de la clínica, el crimen, el sistema carcelario, el
sexo y el control social de la sexualidad. Además
de ser muy diversa, la obra de Foucault es también
rol que tradicionalmente tienen en la sociedad. Suele interpretarse
como una forma de expresión del género de una persona que no se
corresponde con lo que la sociedad le ha asignado a su sexo biológico.
3
Queer es un término global para designar las minorías sexuales que
no son heterosexuales, heteronormadas o de género binario. En el
contexto de la identidad política occidental, la gente que se identifica
como queer suele situarse aparte del discurso, de la ideología y del
estilo de vida que tipifican las grandes corrientes de las comunidades
LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) a las que consideran
opresivas con tendencias a la asimilación.
29
prolifera y se presta a múltiples interpretaciones. La
complejidad aumenta debido a la actitud elusiva del
autor: “No me pregunten quién soy ni me pidan que
sea siempre el mismo” (1969:17). Y es que el pensa-
dor francés no fue siempre el mismo; su obra refleja
los cambios que se produjeron en su trayectoria inte-
lectual y, sobre todo, los altibajos de su vida privada.
Los trabajos de Foucault muestran diversas
influencias teóricas, haciendo atractiva su obra y
a la vez difícil de analizar. Además, el autor no
adopta simplemente las ideas de otros, sino que las
transforma a medida que las adecua e integra en su
orientación teórica. Por ello, la teoría de Weber de la
racionalización constituye una influencia, pero para
Foucault la racionalización no se encuentra solo en
ciertos “lugares clave” ni constituye una “jaula de
hierro”, pues siempre hay resistencia.
También pueden identificarse ideas marxistas en
sus trabajos, pero el filósofo no se limita a la econo-
mía, sino que centra su análisis en varias institucio-
nes. Le preocupa más la “micropolítica del poder”
que el tradicional interés marxista por el poder a
escala societal y estatal. Pone en práctica la herme-
néutica con la finalidad de comprender mejor los fe-
nómenos sociales de que se ocupa. Por otro lado, no
cree en la verdad profunda y última; toda vez que,
en su opinión, hay siempre más capas que retirar.
Se percibe en su obra, asimismo, una influencia
fenomenológica, pero Foucault rechaza la idea de un
sujeto autónomo y dado de significado. Hay tam-
bién un fuerte elemento de estructuralismo, pero
sin encontrar en su obra algún modelo normativo
formal que gobierne la conducta. Finalmente, y
quizás lo más importante, el autor adopta el interés
de Nietzsche (2000) por la relación entre el poder y
el conocimiento, aunque retoma este vínculo desde
una perspectiva más sociológica. Esta multitud de
influencias teóricas constituye una de las razones
por las que se considera a Foucault un posestructu-
ralista. Y es que el estructuralismo influyó profun-
damente en sus obras tempranas, dicha ascendencia
fue disminuyendo en su obra madura, de ahí que se
le ubique como posestructuralista.
El pensamiento de Foucault al ser plural, es de-
cir, al incluir en sus estudios diversos temas como la
cultura, la historia, la locura, las instituciones, el po-
der, entre otros; y varios métodos, como la arqueolo-
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
gía y la genealogía, lo mostrarían como un pensador
cuyo desarrollo intelectual está sometido al vaivén
de desplazamientos y rectificaciones. Lo que en una
primera lectura da la impresión de ser una obra
atomizada, para nada compacta o coherente, que
labra la imagen de un escritor que expone una sarta
de incongruencias y de ideas deshilvanadas que no
conducen a ninguna parte.
Sin embargo, el mismo Foucault advierte en
los cursos del Collège de France, en el año de 1976,
bautizados con los nombres de Defender la sociedad
o Genealogía del racismo que el modelo imperante de
hacer investigación es comparable a lo siguiente:
Un cachalote que salta por encima del agua y
deja en ella una pequeña huella transitoria de
espuma, y que permite creer, hace creer o quiere
creer, o bien tal vez cree efectivamente que por
debajo, donde ya no se lo ve, donde ya nadie
lo percibe ni lo controla, sigue una trayectoria
profunda, coherente y meditada (1978b:27).
Desde la perspectiva del filósofo se puede decir que,
precisamente, en la medida que replantea conti-
nuamente su producción intelectual, en esto estriba
una de sus bondades, pues, por una parte, es bajo la
condición de dichas reorientaciones que emerge el
asunto del biopoder y el autor logra plantearlo como
problema y, por otra parte, tal actitud de decons-
trucción-construcción significa un ejercicio filosófi-
co y de continua crítica en relación con lo dado.
De la misma manera, el carácter discontinuo y
difuso de su pensamiento lejos de ser un defecto o
desventaja, hace parte del camino metodológico em-
prendido por él, toda vez que evita la tentación de
caer en la trampa de un discurso monolítico, conti-
nuo, universal y unitario. Es por esto que Foucault
plantea que el problema de investigación en torno al
biopoder consiste en:
Mostrar las interferencias en virtud de las cuales una
serie completa de prácticas a partir del momento
en que se coordinaron con un régimen de verdad
–pudo hacer que lo que no existía (la locura, la
enfermedad, la delincuencia, la sexualidad, etc.)– se
convirtiera sin embargo en algo, en algo que, no
obstante, siguió sin existir (1978b:36).
30
Existen dos enfoques analíticos que tratan de
organizar la extensa y diversa producción intelectual
del pensador francés que, por la inmediatez con
la que pretenden explicarlo, lo desdibujan y pasan
por alto las transformaciones de la metodología
empleada en sus investigaciones, así como el
refinamiento de las herramientas intelectuales que
utiliza. El primero, realizado desde una mirada de
conjunto, al pretender abarcar de un solo golpe la
extensión de la obra, pierde de vista las rupturas
y giros de las investigaciones que ésta entraña. En
consecuencia, esta visión termina cosificando la
obra, porque la concibe desde su exterioridad y eleva
a criterios de organización de la misma la supuesta
evolución temática y la unidad de método, cuando
los criterios de dicho acercamiento no son más que
proyecciones de una imaginación que se deja llevar
por la especulación y la precipitación.
El segundo es el que, al ver la compleja red de
argumentos que despliega en sus escritos, busca
desesperadamente, por el miedo a perderse en
ellos, temas, teorías, objetos de estudio, categorías
o frases, como si se tratara de precisar la punta
de la madeja de hilos, con miras a desatar el
nudo que representa la complejidad de la obra.
En consecuencia, dicha mirada termina por
descontextualizar cada uno de los elementos así
extraídos, toda vez que quedan fuera del proceso
argumentativo que los hizo posibles.
Lejos estoy de pretender esbozar una nueva
manera de abordar la obra del autor. Mi interés se
centra en aclarar cuál es el lugar que ocupa el asunto
del biopoder en el pensamiento de Foucault. Parto
de la idea de que la obra de Michel Foucault no es
un conjunto sistemático de escritos articulados a
partir de una lógica consciente y estructurada de
antemano; su riqueza filosófica reside en su intento
de reflexión que es el resultado de un trabajo
desplegado sobre temas, campos, problemas y giros
metodológicos.
De dicha dificultad es consciente el mismo
filósofo, lo que se evidencia en la vuelta constante
sobre asuntos que parecen trillados y sobre los que
reiterativamente insiste. Precisamente, esto también
ocurrirá con el asunto del biopoder, de manera
que puede resultar vano y estéril si se busca la
coherencia sistemática de conjunto, debido a que el
 Departamento de Sociología Rural / UACh
biopoder se relaciona con las diferentes desviaciones
y rectificaciones de método, categorías y problemas
que maneja.
Aproximaciones al concepto de poder
El “poder” es, sin duda, un concepto central pero a
la vez elusivo que se ha utilizado por generaciones
y en torno al cual se desarrollan un sinnúmero
de definiciones y usos. Para aclarar el concepto
de biopoder es necesario establecer las diferencias
y significados del poder, concepto empleado por
Michel Foucault y que no obstante su estudio no le
es exclusivo.
Podemos entender el poder en tres acepciones.
La primera lo muestra como un atributo en las
relaciones humanas, la segunda lo presenta como
una posesión o una pieza de propiedad, y la última
lo concibe como una fuerza móvil en los asuntos
sociales o una fuerza que fluye a través de las
estructuras psicológicas o biológicas. Veamos cada
una de ellas con mayor detenimiento.
Como atributo en las relaciones humanas, el
poder es considerado como la habilidad de un actor
para conseguir que otros hagan algo que de otra
manera no harían. El poder también es utilizado
para describir la habilidad de lograr fines comunes
ya sea familiares, grupales, organizacionales,
eclesiásticos, corporativos, partidistas, estatales y de
políticas internacionales.
En la segunda definición, Charles McClelland
(1971) argumenta que el poder es algo que se posee
por las personas y los grupos sociales. Es algo que
puede ser utilizado, que puede ser distribuido, que
puede ser ganado y que puede ser perdido. Es decir,
el poder varía de situación en situación, por lo cual
deja de ser una posesión fija para convertirse en un
poder móvil e inestable. Explica que el poder de las
armas da paso al poder co-optivo y que el poder ya
no viene de arriba sino que se distribuye.
Es en la tercera definición donde este escrito rea-
liza su énfasis. Los trabajos de Michel Foucault nos
conducen a las relaciones de poder a través de las
estructuras biológicas de la sociedad, llevadas a cabo
por instituciones de control y disciplina. Es evidente
que en Foucault los análisis que gravitan alrededor
del poder no se articulan en función de una teo-
31
ría, pues es conocida su resistencia a subsumir sus
investigaciones a un saber general que someta a una
sola perspectiva lo examinado. En esa misma lógica,
tampoco se trata de reducir el estudio del poder a su
esencia o naturaleza, cuya problematización culmi-
naría al desentrañar el significado del mismo. Es por
ello que en el filósofo francés se descarta la adopción
de una definición del concepto de poder, pero sí se
identifican, al menos cinco “precauciones de méto-
do” que enfatizan el cómo del poder.
En primer lugar, el poder no es una sustancia,
la cual es la primera de las tres representaciones
criticadas por Foucault al economicismo en la
versión de la teoría jurídica y política. En segundo
lugar, el poder tampoco reside en el Estado, pues
esta segunda imagen del modelo político-jurídico,
cuyo escenario es el campo político, termina por
encubrir la guerra y la conquista como rejilla de la
inteligibilidad de las relaciones sociales. En tercer
lugar, el poder mucho menos puede ser reducido
a la forma de la ley, siendo esta última imagen
deconstruida por el autor, cuyo modelo hace su
asiento en la propuesta teórica del pacto social de
Hobbes. En cuarto lugar, el poder queda descartado
de ser una supraestructura, ya que es inmanente a
las relaciones sociales. Y, finalmente, el poder no
es una represión-prohibición, sino más bien una
consecuencia del análisis de la hipótesis represiva.
El poder no ha de ser concebido en coordenadas
espaciales, como si una de sus cualidades fuera la de
ser centralizado. También queda eliminada la idea
de que se ubique en una periferia, pues más bien se
trata de borrar la imagen de una sustancia nuclear y
compacta desde la cual se desconcentra y emana el
poder. Por otro lado, podría pensarse que el poder
se instala en los aparatos ideológicos, tales como la
escuela, la sociedad y el Estado, no obstante, para el
teórico francés, en vez de ser causas, dichos aparatos
son efectos del mismo poder. En su opinión, es
erróneo concebir que existan sujetos que agencian,
administran y controlan el poder mediante la
toma de decisiones. Si bien es cierto que el poder
se despliega en virtud de un objeto, y por esto es
que Foucault señala que aquél es intencional; no
obstante, el poder se concibe y catapulta desde
instancias subjetivas o grupales que lo suscitan. Al
respeto, en los cursos de 1976 establece que:
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Se trataba de no analizar el poder en el plano de
la intención o la decisión, no procurar tomarlo
por el lado interno, no plantear la cuestión (que
yo creo laberíntica y sin salida) que consiste en
decir: ¿quién tiene, entonces, el poder?, ¿qué
tiene en la cabeza?, ¿qué busca quien tiene el
poder? Había que estudiar el poder, al contrario,
por el lado en que su intención –si la hay– se
inviste por completo dentro de las prácticas
reales y efectivas: estudiarlo, en cierto modo, por
el lado de su cara externa (1978a:37).
El poder está lejos de ser una supraestructura o
una ideología constituidas como instrumentos de
lucha por la clase dominante. Del mismo modo,
el poder es ajeno a ser representado en la soberanía
o a ser el resultado de la unión de individuos que
realizan un pacto. Lo anormal tampoco permanece
al margen de lo normal o lo ilegal más allá de lo
legal, la guerra por fuera de la paz, el desorden por
fuera del orden. De esta manera, “las relaciones de
poder no se hallan en posición de superestructura,
con un simple papel de prohibición o reconducción;
desempeñan, allí en donde actúan, un papel
directamente productor” (Foucault, 1976:114).
Por ende, decir que el poder es inmanente
significa que éste crea instituciones, produce
realidad, genera discursos, engendra prácticas,
se vale de estrategias y emplea instrumentos de
intervención.
Poder y cuerpo
Antes de exponer la concepción de lo que Foucault
denomina biopoder es indispensable entender la
relación simbiótica que se desarrolla entre el poder y
el cuerpo. Se parte del supuesto que el poder es “una
relación de fuerzas” o, más bien, que toda relación
de fuerzas es una relación de poder, de modo que
el poder está lejos de ser un objeto que se tenga o
pertenezca a alguien. Desde esta perspectiva, el
poder funciona en términos de relaciones entre
diferentes campos, instituciones, burocracias o
grupos dentro del Estado. La relación de fuerzas
o de poder se constituye con base en las acciones
sobre acciones: incitar, inducir, desviar, facilitar
o dificultar, ampliar o limitar. Estas acciones
32
nos demuestran que el poder es esencialmente
represivo, que se ejerce más de lo que se posee y
que se transmite tanto a los dominados como a los
dominantes.
El argumento principal de Michel Foucault es
que las relaciones de poder se encuentran y están
presentes en todas partes y de diversas formas. Tal
como escribe en Historia de la sexualidad:
Entre todos los puntos de un cuerpo social,
entre un hombre y una mujer, entre el miembro
de una familia, entre un maestro y su alumno,
entre cada uno que sabe y cada uno que no lo
hace, existen relaciones de poder que no son
puramente y simple una proyección de gran
poder del soberano sobre el individuo, son más
bien el hormigón, el cambio de suelo en el que
se basa el poder soberano, las condiciones que
hacen posible su funcionamiento (1976:70).
Por consiguiente, el poder está donde quiera, pero
nunca se encuentra en manos de alguien, ni puede
ser apropiado, el poder es fungible. Foucault lo
expresa de la siguiente manera:
En los tiempos de los monarcas absolutos el rey
o la reina eran capaces de ejercer el poder, ya que
era de ellos –habían recibido el don del poder
de Dios. Pero, en la edad clásica y moderna,
ese poder se esfumó –el poder no pertenece a
nadie. Incluso los monarcas continúan reinando,
aunque ya no tenían una posición de poder sobre
las personas (Ibíd.).
Visto así, el poder puede fluir de manera rápida de
un punto a otro, dependiendo de las circunstancias.
Es decir, el poder es móvil porque se expande en las
operaciones diarias y se localiza temporalmente.
Por todo ello, el poder puede ser ejercido por
individuos, grupos o Estados, “somos sus vehículos
porque el poder se lleva a cabo a través de nuestras
prácticas e interacciones. Se pone en práctica
cuando somos partícipes del discurso y las normas,
y no existe independientemente fuera de estas
prácticas” (Digeser, 1992:982). El poder es parte
de cada una de estas interacciones que forjan el
carácter de los individuos. Una de las características
 Departamento de Sociología Rural / UACh
principales del poder es que es productivo, ya que
produce cosas, induce al placer, forma conocimiento
y produce discurso. El poder es entonces una
consecuencia de una acción intencional, por lo que
el poder se manifiesta por sí mismo.
Varios autores han estudiado las interacciones
del poder con los individuos en relación al cuerpo,
como Federico Nietzsche (2000), Gilles Deleuze
(2004), Pierre Félix Guattari (2003) y, por supuesto,
Michel Foucault. Todos concuerdan que la relación
de fuerzas en las sociedades modernas se lleva a cabo
en la relación del poder y el cuerpo y consideran al
cuerpo como el material primario que es atrapado y
moldeado por el conjunto de instituciones públicas,
económicas y penales.
Con lo anterior, una de las cuestiones centrales
de Nietzsche que Foucault retoma es la problemática
del cuerpo como base de los dispositivos del poder.
El autor emprende a comienzos de la década de
los 70 una investigación del poder tras el estudio
de Nietzsche, que le proporciona una mirada más
rigurosa y metódica. Así, la utilidad que Nietzsche
reporta al utillaje de categorías para una analítica
del poder no tiene parangón, en la medida en que
el horizonte de comprensión del poder se da en
seis aspectos: en primer lugar, gracias a Nietzsche,
Foucault vincula el poder con la verdad, ya que
existen dispositivos de saber y poder, tales como la
confesión y el examen, pues estos entran en el arte
de gobernar a los hombres; en segundo lugar, el
papel del cuerpo ocupa un lugar capital en relación
con el poder; en tercer lugar la concepción de la
historia vista desde la genealogía habla de quiebres,
desplazamientos y rupturas que se incorporan en
el estudio del dispositivo de gubernamentalidad;
en cuarto lugar, el poder puede ser estudiado como
inherente a las relaciones, a los acontecimientos y a
la fuerza, al tiempo que revela su carácter positivo;
en quinto lugar, la no reducción del poder al
derecho; finalmente, y en sexto lugar, la concepción
del individuo no como un a priori sino como
constitución del poder mismo. Según Foucault, fue
Nietzsche quien contribuyó a pensar en el poder.
La visión de Foucault sobre el tema del cuerpo
como objeto y blanco de poder la desarrolla en su
obra Vigilar y castigar. Encuentra que el cuerpo
puede ser manipulado, se le puede dar forma y
33
educar, hacerle obediente. Habla de un cuerpo que
responda, que se vuelva hábil y pueda reproducirse
y multiplicar sus fuerzas. Es decir, el cuerpo puede
convertirse en un objeto dócil que se ve inmerso en
las relaciones de poder y al que se le puede incitar,
inducir, desviar, facilitar o dificultar, ampliar o
limitar, con el fin de generar un objeto útil.
En este sentido, el cuerpo puede constituirse
en un objeto de control, toda vez que es posible
controlar sus movimientos, su organización y la
dirección de sus fuerzas, es decir, su movilidad.
A los métodos que permiten el control minucioso
de las operaciones del cuerpo, que garantizan la
sujeción constante de sus fuerzas y les imponen
una relación de docilidad–utilidad, es lo que el
autor denomina disciplina. Se crea entonces una
manipulación controlada de los elementos, de sus
gestos, de sus comportamientos. El cuerpo humano
entra en un mecanismo de poder que lo explora,
lo desarticula y lo recompone, generando así una
nueva anatomía política. Con ello: “Foucault
designa el cuerpo “ideal”, el cuerpo del hombre-
máquina carente de discurso, vacío de subjetividad,
que permite ser manipulado, modelado, inserto en
dispositivos sin ofrecer ningún tipo de resistencia
(Aguilera Portales, 2010)”.
Sociedad de disciplina
Hemos revisado la relación que envuelve al poder
y al cuerpo; ésta relación conlleva a relaciones de
docilidad-utilidad que permiten comprender la
creación de una nueva anatomía política. Para
Foucault, la disciplina es un “arte en el cuerpo
humano” y un método ancestral para dominarlo y
volverlo útil.
Autores como Michael Hardt y Antonio Negri
(2001) han definido el concepto de sociedad
de disciplina como una “sociedad en donde
el comando social está constituido a través de
redes difusas de dispositivos o aparatos que
producen y regulan las costumbres, hábitos y
prácticas productivas.” Este tipo de sociedades
van acompañadas de instituciones (inquisición,
guillotina, apedreamientos) que estructuran el
terreno social. La meta fundamental del poder
disciplinario es, como se mencionó anteriormente,
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
producir seres humanos que pueden ser tratados
como cuerpos dóciles. El éxito en la dominación de
los cuerpos dependerá de la creación de un sistema
doble: gratificación-sanación, basado en el castigo
disciplinario, el mismo que veremos enseguida.
Castigo
En la sociedad de disciplina cada individuo tiene su
lugar y en cada lugar hay un individuo. La función
de la sociedad de disciplina es:
Evitar las distribuciones por grupos, descom-
poner las distribuciones colectivas; analizar las
pluralidades confusas (…) Anular las distribu-
ciones indecisas, la desaparición incontrolada de
los individuos, su circulación difusa (…) Se trata
de establecer las precisiones y las ausencias, de
saber dónde y cómo encontrar a los individuos,
instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir
las que no lo son, poder en cada instante vigilar
su conducta, sancionarla, medir las cualidades o
los méritos. Procedimientos, pues, para conocer,
dominar y para utilizar (Foucault, 1975:147).
En la obra de Foucault, en un régimen disciplinario
la individualización es un cambio descendente:
A medida que el poder se vuelve más anónimo
y más funcional, aquellos sobre los que
se ejerce tienden a estar más fuertemente
individualizados; y por vigilancias más que
por ceremonias, por observaciones más que
por relatos conmemorativos, por medidas
comparativas que tienen la norma por referencia
(…); por desviaciones más que por hechos
señalados (1975:148).
En la sociedad de disciplina, entonces, se
individualizan los cuerpos proveyéndolos de
un lugar o localización, distribuyéndolos y
circulándolos en redes de relaciones y en términos
de tiempo y espacio. A grandes rasgos, el trabajo
de la disciplina se basa en un sistema de castigo y
recompensa. La gente puede ser castigada, o ellos
mismos pueden castigarse o castigar a otros, pero al
mismo tiempo, se pueden tener recompensas y subir
en la jerarquía social.
34
Es así que el castigo se efectúa como un disposi-
tivo fundamental para desarrollar la completa domi-
nación. El castigo disciplinario tiene como función
reducir las desviaciones, por lo que es un procedi-
miento esencialmente correctivo, orientado a ayudar
a entrenar el cuerpo; a ejercitarlo y a supervisarlo.
Sociedad de control
El poder disciplinario que señala Foucault se
desarrolla en la época clásica de la gran civilización
francesa, de modo que el paso de la sociedad de
la disciplina a la sociedad de control moderna se
vincula con el surgimiento del sistema capitalista.
Para el autor, el desarrollo de las tecnologías
políticas dependió del auge del capitalismo, ya que
éste se afirma al precio de la inserción controlada
de los cuerpos en el aparato de producción,
siguiendo una dinámica de ajuste de fenómenos de
población a los procesos económicos. La sociedad
de control necesitó el crecimiento de unos y otros,
su reforzamiento al mismo tiempo que su utilidad
y docilidad. En síntesis, sin la inserción de la
disciplina, las nuevas demandas del capitalismo
jamás se hubieran completado y viceversa.
La sociedad de control se entiende como
una sociedad donde los mecanismos de control
se convierten en más democráticos, es decir, se
incorporan a la población como mecanismos de
inclusión/exclusión (hospitales, psiquiátricos,
escuelas, ejército), como instituciones disciplinarias
hasta volverse en la razón del Estado. Dichas
instituciones influyen en los parámetros y
en la conducta, incluso en el ámbito social,
distribuyéndose a través de los cerebros y los cuerpos
de los ciudadanos, pues son instituciones que se
ejercen legítimamente. Ahora el poder es ejercido a
través de mecanismos que organizan directamente
los cerebros, como los sistemas de comunicación y
las redes de información; y los cuerpos, como los
sistemas de bienestar, las actividades monitoreadas
a través de cámaras de vigilancia y el espionaje
satelital, que los organizan hacia un estado de
alienación autónoma que abarca el sentido de la
vida y el deseo de la creatividad. Esta alienación
autónoma o cuerpo auto controlado se logra
ejerciendo influencia en lo que Foucault denomina
alma, que a su vez dirige la conducta.
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Vigilancia
La disciplina dentro de la sociedad de control se
convierte en un conjunto de técnicas, en virtud
de las cuales los sistemas de poder tienen como
objetivo y resultado el control de los individuos
en un espacio generalizado. ¿Cómo se logró lo
anterior?, ya se expuso que la disciplina es, ante
todo, un análisis del espacio, es la individualización
del espacio, la colocación de los cuerpos en un
espacio individualizado de manera que permita
la clasificación y las combinaciones, por lo que la
disciplina no ejerce su control sobre el resultado de
una acción sino sobre su desenvolvimiento.
Otro factor que ayuda a responder la
interrogante planteada es considerar a la disciplina
como una técnica de poder que encierra una
vigilancia perpetua y constante sobre los individuos.
A este tipo de vigilancia Foucault la denomina
normalización, entendida como un método en
esencia correctivo y no punitivo, que busca inducir
la conformidad. La normalización involucra un
medio para evaluar al individuo en relación con la
conducta deseada. En palabras del filósofo francés
“es una manera de conocer cómo se desarrolla el
individuo, observando sus movimientos, evaluando
su conducta y comparándola con la norma”
(Foucault, 1996:165). La función de la disciplina de
vigilancia la describe de la siguiente manera:
No basta con observarlos de vez en cuando o
de ver si lo que hicieron se ajusta a las reglas. Es
preciso vigilarlos durante el tiempo en el que se
realice la actividad y someterlos a una pirámide
constante de vigilantes (1996:165).
A este sistema de vigilancia constante se le
denominó panóptico. El panóptico es una torre
localizada en una posición central dentro de la
prisión, desde la cual los guardias son capaces
de observar cada celda y a cada prisionero, con
la singularidad de que estaba diseñada de tal
forma que los prisioneros nunca notarían o se
darían cuenta de si estaban siendo observados.
El resultado es que los prisioneros asumirían que
podrían ser observados en cualquier momento, por
lo que tendrían que ajustar sus comportamientos.
Este sistema contaba con un registro continuo de
35
anotaciones sobre el individuo y un esquema de
la información ideado para que a la cúspide de la
pirámide no se le escapara ningún detalle, ningún
acontecimiento o elemento disciplinario.
El efecto mayor del panóptico es el de inducir
en el detenido un estado consciente y permanente
de visibilidad, que garantice el funcionamiento
automático del poder. Se trata, en realidad, de una
máquina que hace posible la experimentación en los
humanos, un mecanismo que redefine las relaciones
de poder en la vida cotidiana de los hombres, ya
que permite la intervención de dicho sistema de
vigilancia en cada instante, con la subsecuente
presión sobre ellos. El panóptico actúa aun antes de
haberse efectuado la falta. Este mecanismo es parte
de la construcción de la nueva anatomía política.
El sistema de vigilancia se convirtió en un
mecanismo fundamental y fácilmente adaptable,
que se generalizó en todo el cuerpo social. Con el
paso del tiempo tales procedimientos disciplinarios
pasaron de ser instituciones cerradas a focos de
control distribuidos en el conjunto de la sociedad.
Es por ello que los gobiernos optaron por erigir
instituciones disciplinarias bajo la forma de
un aparato del Estado, incorporadas completa
y legítimamente a la soberanía política. Se
establecieron sistemas policíacos como un cuerpo
visible e invisible del gobierno, que debía estar
presente en todos los acontecimientos, las acciones,
las conductas y las opiniones de las sociedades. Se
consolidó entonces como un cuerpo de vigilancia
permanente, exhaustivo y omnipresente, capaz de
hacerlo todo visible. Esto a condición de volverse
él mismo invisible. Con ello, el sistema policial se
convirtió en el brazo primordial del Estado.
No obstante, la disciplina no puede ser conside-
rada como una institución o un aparato. Más bien
es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo,
que implica todo un conjunto de elementos, de
técnicas, de procedimientos, de niveles de aplica-
ción, de metas. Todo lo cual la conforma como
una tecnología. Estas nuevas tecnologías se utilizan
como técnicas que permiten ajustar la multiplici-
dad de los seres humanos y la multiplicación de
los aparatos de producción, de modo que se crean
relaciones de poder no por encima, sino dentro del
propio tejido social; controles extendidos a través de
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las instituciones en una serie de redes flexibles. Se
crea entonces una forma de poder que regula la vida
social desde su interior; siguiéndola, interpretándola,
absorbiéndola y rearticulándola. Es así como emerge
el biopoder, cuando la vida se ha convertido en un
objeto del poder.
Biopoder
El término “biopoder” fue originalmente acuñado
por Michel Foucault para referirse a la práctica
de los Estados modernos de “explotar numerosas
y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y
controlar la población”, es decir, para conceptualizar
tecnologías del poder desarrolladas por el
Estado para asegurar la salud, la seguridad y la
productividad colectiva de su propia población.
De acuerdo con el filósofo francés, antes
del siglo xvii la utilización del poder por las
sociedades occidentales estaba limitado por el
reconocimiento soberano del derecho de sacrificio
en la vida de las personas que transgredieron las
leyes del Estado. El ejercicio del poder, por lo
tanto, podía ser caracterizado como el derecho
de matar y era usualmente usado en casos
excepcionales o urgentes. Este tipo de poder
Foucault lo llamó deductivo, porque operaba como
mecanismo de sustracción, representando una
forma de poder específico y localizable. En Historia
de la sexualidad señala:
Desde la Era Clásica se ha llevado a cabo una
profunda transformación de este mecanismo de
poder. ‘Deducción’ ha tendido a no ser más una
forma de poder, sino más bien un elemento entre
otros, trabajando para incitar, reforzar, controlar,
monitorear, optimizar y organizar las fuerzas
en ella: un poder que apuesta a la generación
de fuerzas, haciéndoles crecer, ordenándolas,
más que dedicarse a independizarlas (Foucault,
1976:137).
Esta forma de poder es ejercida en el cuerpo y tiene
aspectos específicamente anatómicos y biológicos.
Aplicada sobre los miembros de la población para
que su seguridad y su individualidad se constituyan
de ciertas maneras y logren así, conectarse con las
36
políticas nacionales, incluyendo la maquinaria de
producción. Entonces, el biopoder se refiere a la
situación donde el poder se dirige a la producción y
a la reproducción de la vida misma.
Para llevar a cabo este control, Foucault
alude al desarrollo de una serie de tecnologías y
de técnicas. En primera instancia menciona las
tecnologías de dominación esencialmente en el
cuerpo. Dichos mecanismos se encuentran en
bloques disciplinarios como hospitales, prisiones
y escuelas. En segunda instancia, comenta que
en las tecnologías del ser existe la creencia de que
es posible revelar la verdad acerca de uno mismo;
en otras palabras, crear individuos que puedan
gobernarse por ellos mismos. A las anteriores
tecnologías del poder el autor las nombró
gubernamentalidad.
La gubernamentalidad es la capacidad de
gobernar. Foucault se refiere a esta capacidad como
la razón del Estado, esto es, a su naturaleza y a su
propia racionalidad. Las tecnologías de dominación
son usadas para hacer del individuo un elemento
significativo del Estado. La gubernamentalidad
es obtenida no por una opresiva fuente de poder,
sino por el biopoder dirigido directamente a la
población.
El teórico francés realiza una diferenciación
en la aplicación del poder. Sus investigaciones
iniciales se enfocaron a una tecnología específica
orientada a la transformación y a la movilización
de los individuos (lugares de trabajo, ejército,
instituciones educativas, etcétera), fenómeno
que el autor describe como un método inicial en
el desarrollo de la anatomía política del cuerpo
humano. En la segunda parte de sus escritos
analiza el estudio de la especie-cuerpo, en los
que exhibe la fascinación con “los mecanismos
de la vida (…) sirviendo como bases del proceso
biológico: propagación de nacimientos y muertes,
niveles de salud, esperanza de vida”. Su supervisión
estaba controlada por una serie de intervenciones
y controles; en otras palabras, en la biopolítica
de la población, cuestión que abordaremos más
adelante.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Foucault y la tecnología del biopoder
La noción de “biopoder” es encontrada en la
obra tardía de Michel Foucault. No obstante, el
concepto es útil para abordar ciertos problemas
que le interesaban desde sus trabajos tempranos.
Con la finalidad de exponer la noción de biopoder
tomaremos como punto de partida lo que el
autor describe en la La voluntad del saber como
“polos de desarrollo” de ese mismo biopoder. De
esta manera nos acercaremos a la comprensión
de la densa telaraña de la que forman parte
la tecnología disciplinaria y la tecnología del
biopoder. Enseguida, y con el propósito de dar
continuidad a nuestras reflexiones, expondremos el
biopoder ligado a las cuatro formas o dispositivos
más importantes que adopta como ropaje: de las
disciplinas, de la sexualidad, de la seguridad y de la
gubernamentalidad.
En los escritos y conferencias de Foucault que
datan de la mitad de la década de los setenta,
la palabra tecnología está relacionada con la de
poder de una manera compleja. Por mencionar,
en el contexto de Vigilar y castigar el término se
emplea para nombrar a las tres formas de organizar
el poder de castigar al final del siglo xviii. La
primera es el castigo ceremonial, en donde el
cuerpo es condenado y exhibido en la forma de
un espectáculo, como venganza del poder del
monarca. La segunda es la que se inscribe dentro
de la forma jurídica; sin que se suprima el castigo,
emplea signos que objetivan al individuo en sujeto
de derechos. Y la tercera es aquella que está inserta
en el horizonte de un “proyecto de institución
carcelaria”, en el que se erige una instancia
burocrática-administrativa que gestiona la pena y
domina al cuerpo. En este contexto, el autor habla
tácitamente de tres tecnologías, caracterizadas a
su vez por tres dispositivos. A pesar de que en la
segunda mitad del siglo xviii las tres se enfrentan,
el pensador francés presta particular atención a la
última, preguntándose las razones por las cuales ha
terminado imponiéndose a las otras dos En Vigilar y
castigar se pregunta:
¿Cómo el modelo coercitivo, corporal, solitario,
secreto, del poder de castigar ha sustituido al
modelo representativo, escénico, significante,
37
público, colectivo?, ¿por qué el ejercicio
físico del castigo (y que no es el suplicio) ha
sustituido, junto con la prisión que es su soporte
institucional, el juego social de los signos de
castigo y de la fiesta parlanchina que los hace
circular? (1975:136).
Veamos más detenidamente a que se refiere el
pensador con cada uno de los dispositivos que
caracterizan a las tecnologías a las que hace
referencia.
Dispositivo disciplinario
El dispositivo disciplinario se erige en el siglo xviii
como la forma hegemónica del poder de castigar. Su
lugar de preeminencia es ganado en oposición, no de
forma dialéctica o evolutiva, entre la vieja penalidad
del soberano y los reformadores que piden la
supresión de los suplicios. La máquina disciplinaria,
en tanto dispositivo, entraña líneas de visibilidad,
de enunciación, de fuerza, de objetivación y de
subjetivación, de ruptura, de fisura y de fractura.
En el caso de la disciplina, ésta es una máquina que
ejerce su poder siendo ella misma invisible.
De lo anterior, la disciplina antes que una
institución es una técnica empleada por autoridades
preexistentes sin que ella se agote en éstas. El poder
disciplinario opera sobre los cuerpos con el fin de
hacerlos dóciles. La visibilidad no es del orden de
la verticalidad, de arriba abajo, como en el caso del
poder soberano, sino de la horizontalidad.
El principio de visibilidad del dispositivo disci-
plinario es la norma. De allí que para Foucault la
disciplina sea normatividad, pues individualiza a los
sujetos, descompone lugares, tiempos y gestos, fijan-
do en ellos procedimientos de adiestramiento y de
control. La manera en que el dispositivo disciplinario
produce la verdad es la norma, pues ésta “produce la
medida común”, en virtud de la cual las personas, al
tiempo que se comparan, se individualizan.
El autor aclara que si bien la norma es principio
de visibilidad de la máquina disciplinaria, ésta no es
necesariamente normativa. La disciplina apunta al
cuerpo no como una sustancia o elemento a priori,
sino en el momento de su adiestramiento: es decir,
“fabrica al individuo”. Por ende, mientras que en
el poder soberano lo visible es el espectáculo de
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un cuerpo marcado y supliciado, en el dispositivo
disciplinario, aunque igualmente se pretenda
dominar al cuerpo, no se le estigmatizará con la
violencia física que reconstituya el poder soberano,
sino que le imprimirán hábitos que encaucen su
comportamiento4.
Es por esto que Foucault pregunta a la sociedad
disciplinaria y capitalista “¿puede extrañar que la
prisión se asemeje a las fábricas, a las escuelas, a
los cuarteles, a los hospitales, todos los cuales se
asemejan a las prisiones?” (1975:230). En síntesis, el
dispositivo disciplinario es palabra ciega, por ser un
poder “discreto” ya que funciona permanentemente
y en buena parte en silencio. En este sentido, no
recurre a la violencia, a la represión o la fuerza física.
Dispositivo de sexualidad
Este dispositivo es invención de la sociedad
occidental moderna del siglo xviii. Foucault le hace
un seguimiento exhaustivo en La voluntad del saber,
para el cual adopta un enfoque histórico. En dicho
texto el filósofo nos muestra que la sexualidad, lejos
de ser una esencia biológica o de ser explicada desde
raíces naturalistas, es una construcción histórica.
En un primer momento, la máquina de la
sexualidad se sirve del cuerpo que produce y
consume, esto en la medida que adopta el registro
de anatomopolítica para vigilarlo, controlarlo y
ponerlo dentro de un juego de economía de las
energías. Posteriormente, el asunto del sexo está
ligado a la regulación y control de las poblaciones.
Poder disciplinario y poder sobre la vida atraviesan
el dispositivo de la sexualidad de manera
escalonada, y no en una sucesión cronológica
y lineal, de tal manera que “el sexo es utilizado
como matriz de las disciplinas y principio de las
regulaciones” (Foucault, 1976:176).
Por ello, una de las funciones del dispositivo de
la sexualidad en relación con el biopoder consiste
en que “permite a las técnicas de poder la invasión
de la vida” (1976:190). De manera análoga, así
4
En relación con el biopoder, la tecnopolítica del castigo tiene como
base una serie de cambios relacionados con la presión económica, el
crecimiento demográfico, la multiplicación de la riqueza y de la pro-
piedad que ponen en marcha el dispositivo de seguridad. En conse-
cuencia, se aumentan los métodos de vigilancia y se divide por zonas
a la población, de la cual se ocupará el biopoder.
38
como el propósito fundamental del dispositivo
disciplinario no es tanto reprimir al cuerpo sino
el de “fabricar individuos”, el papel del dispositivo
de la sexualidad no es el de prohibir o reprimir el
sexo, sino el de reproducir, difundir y reglamentar
institucionalmente la sexualidad.
Cuando Foucault estudia al sexo lo hace desde
un registro vinculado a la tecnología del biopoder,
que lo emplea como “cifra” de individualidad y de
control de las poblaciones. En el primer tomo de
La historia de la sexualidad, la hipótesis sostenida
por el autor consiste en que la tecnología del poder
sexual no es solamente represiva, sino que también
es positiva y productiva. Más allá de investigar si al
sexo se le prohíbe o no, lo que interesa al autor es
estudiar el “hecho discursivo” o “puesta en discurso
del sexo”5.
De igual forma que el dispositivo disciplinario
está constituido por líneas de subjetivación, es
decir, por técnicas como la maniobra, el ejercicio
y la práctica con las que crea una individualidad,
la tecnología de la sexualidad también se sirve de
cuatro “conjuntos estratégicos” desplegados en el
siglo xviii: la histerización del cuerpo de la mujer,
la pedagogización del sexo del niño, la socialización
de las conductas procreadoras y la psiquiatrización
del placer perverso. A rasgos generales se trata de
estrategias empleadas por el biopoder en su forma
de dispositivo de la sexualidad para disciplinar a los
sujetos.
Con base en lo dicho por Foucault, la
histerización del cuerpo de la mujer es el proceso
mediante el cual se individualiza a la madre como
persona nerviosa, cuya sexualidad saturada debe ser
tratada por la práctica médica. Por eso la tecnología
sobre el sexo se desarrolla en el dominio de la
medicina, la cual juega un rol capital como línea de
objetivación de la mujer, como objeto privilegiado
de un saber que la vincula a la salud futura de la
población en el siglo xix. La estrategia de poder
en el cuerpo del niño consiste en que se le clasifica
y se le prohíbe su sexualidad, misma que entraña
5
Con la multiplicación del discurso del sexo, el imperativo es el de
convertir el deseo en un discurso. Con esto se crea un artefacto o
dispositivo de la sexualidad que fija al sexo con fines de optimizarlo y
de reglamentarlo para hacerlo útil.
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peligros físicos y morales que deben ser abordados
por la pedagogía como dominio de la objetivación,
que adopta como objeto de la sexualidad del niño.
Mientras que la socialización de las conductas
procreadoras consisten en el control del Estado
sobre las familias según un juego de cálculos
económicos y políticos. Finalmente, cualquier
actividad sexual cuya única finalidad no sea la
procreación es catalogada como un placer perverso
objeto de estudio de la psiquiatría.
El biopoder se ejerció sobre la población en
virtud y a través de la sexualidad y las cuatro
estrategias del dispositivo de la sexualidad son
también formas de expansión del biopoder como
producción de un discurso de identidad.
Dispositivo de la seguridad
La nueva tecnología de las seguridades se cimienta
en el siglo xviii y se relaciona con el problema
de la ciudad y de las técnicas para gobernarla. Si
el dispositivo de la sexualidad se ha valido de las
disciplinas para el ejercicio del biopoder sobre
el cuerpo del individuo y sobre el control de las
poblaciones, de forma similar, el dispositivo de la
seguridad recurrirá a la máquina disciplinaria y a
sus técnicas.
El dispositivo legal engloba tanto mecanismos
legales como de vigilancia y corrección, siendo
estos últimos inherentes al poder disciplinario. No
obstante, a pesar de estas similitudes el dispositivo
de seguridad comporta líneas de ruptura con esos
dos mecanismos.
Uno de los rasgos distintivos del anterior
dispositivo es que está asociado estrechamente a
problemas económicos, a los cálculos de los costos
de la represión y de la delincuencia. De igual forma,
esta tecnología se relaciona con la población, que
será a la vez el blanco y el sujeto de los mecanismos
de seguridad. El dispositivo en cuestión pretende
establecer, por una parte, “una medida considerada
como óptima, y por otro, límites de lo aceptable,
más allá de los cuales ya no habrá que pasar”
(Foucault, 1978b:21).
Como línea de objetivación propia de este
dispositivo está el espacio-medio de seguridad. Éste,
en su sentido estricto, no se reduce al modelo del
territorio del soberano o al cuerpo sobre el que se
39
aplican las disciplinas, sino que se trata de la manera
como se regula una población. En concreto, para
los dispositivos mencionados, antes que líneas de
subjetivación son líneas de regulación, en otras
palabras, se trata de las técnicas del caso, del riesgo,
del peligro y de la crisis mediante las cuales se
aborda a las poblaciones.
Dispositivo de gubernamentalidad
Para Foucault ni el Estado ni el gobierno son
realidades universales dadas de antemano, sino
formaciones históricas que se construyen a
partir de prácticas. La gubernamentalidad como
dispositivo tampoco es una práctica del poder
de quien gobierna sobre los gobernados, y la
economía de poder o estrategia del dispositivo de
gubernamentalidad lejos de ocuparse directamente
de las personas o de las cosas, su ocupación
central está en lo que él llama “nueva racionalidad
planetaria”.
Con el propósito de establecer los elementos de
formación del dispositivo de gubernamentalidad
esbozaremos las tres líneas que lo componen:
el mercado como línea de visibilidad o lugar
de verdad; el ordoliberalismo alemán y el
neoliberalismo norteamericano, los cuales ayudan
a configurar el rostro contemporáneo de dicho
dispositivo y finalmente, el modelo del homo
oecunomicus como régimen de enunciación de la
práctica liberal del ejercicio de gobernar.
El pensador francés lejos de acometer una
historia de la ideología liberal o de estudiar el
liberalismo asociado a una teoría, investiga a éste
en términos de una práctica o “manera de actuar”,
así como las condiciones que hicieron posible la
aparición del mercado en el siglo xviii. El mercado
es la apuesta de la gubernamentalidad como
mercado global, pues “cuanto más grande sea el
mercado externo, menos fronteras y límites tendrá
y más se garantizará con ello la paz perpetua”
(Foucault, 1979:75). En la anterior aseveración
puede evidenciarse cómo la economía de mercado
se constituye en principio organizador y paradigma
regulador del Estado, lo cual históricamente se
ve reflejado en el neoliberalismo en su vertiente
alemana, en donde el milagro radicó en deducir
de la certidumbre del mercado la juridicidad
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del Estado. Por tanto, se gobierna no como
consecuencia del mercado, sino para el mercado.
Foucault investiga el desarrollo de una razón
gubernamental neoliberal, cuyo propósito es el de
una Vitalpolitik o política sobre la vida, misma que
tiene por correlato la generalización del modelo
empresa, lo que hace de la multiplicación del
modelo económico al individuo, a su propiedad
privada y a la familia como modelo por excelencia
de las relaciones sociales. Lo que hoy en día se
inscribe dentro de la realidad como “racionalización
del ejercicio de gobierno” es el neoliberalismo,
el cual se ha erigido desde sus dos versiones
contemporáneas ya mencionadas: el ordoliberalismo
alemán y el neoliberalismo norteamericano.
El ordoliberalismo es una práctica
gubernamental que se plantea el problema de
dar existencia a un Estado a partir de la libertad
económica. Su tesis es una clara oposición al
nazismo; por éste, en virtud de la “tecnificación
de la gestión estatal”, ocasiona la decadencia del
Estado alemán. Para los ordoliberales no se trata
de poner límites a los efectos de la acción estatal,
sino de “proponer la libertad de mercado como
principio organizador y regulador de aquel, desde el
comienzo de su existencia hasta la última forma de
sus intervenciones. Para decirlo de otra manera, un
Estado bajo la vigilancia del mercado más que un
mercado bajo la vigilancia del Estado” (Foucault,
1979:140).
Respecto al neoliberalismo estadounidense el
autor comenta que los protagonistas no son las
autoridades oficiales, sino que su irrupción es por
un “movimiento de oposición política de masas,
expandido con gran amplitud dentro de la sociedad
norteamericana” (Ibíd:227). Dentro de las notas
características de ese neoliberalismo norteamericano
se cuentan la teoría del capital humano y el
problema del análisis de la criminalidad y de la
delincuencia. Así, para Foucault existen diferencias
entre el neoliberalismo europeo y el norteamericano,
pues mientras para el primero el liberalismo es una
técnica de la acción gubernamental, para el segundo
es una “forma de ser y pensar”.
El homo oeconomicus sirve al neoliberalismo
como modelo de análisis de las conductas tanto
económicas como sociales, de tal manera que,
40
en virtud de este uso, es para nosotros línea de
enunciación del dispositivo de gubernamentalidad.
Foucault afirma: “el homo oeconomicus es el
único oasis de racionalidad posible dentro de un
proceso económico cuya naturaleza incontrolable
no impugna la racionalidad del comportamiento
atomístico del homo oeconomicus, al contrario, lo
funda” (Foucault, 1979:325).
El problema que aparece como telón de fondo de
la gubernamentalidad es cómo gobernar sobre una
población en la que todos son homo oeconomicus.
Frente a ello, el autor establece que para que esto
sea posible la tecnología gubernamental liberal debe
tener como referencia a la sociedad civil. La sociedad
civil conlleva al menos tres elementos: una constante
histórica, porque en la historia del ser humano
siempre hubo grupos; la articulación del frágil
lazo económico de los individuos; y, finalmente, la
sociedad civil que es “matriz del poder político”,
porque el lazo económico es también “fuerza
disociativa”.
Biopolítica y contrapoder
Después de describir los dispositivos que conforman
el biopoder y cuando las políticas de la vida están
en su sitio, entonces la vida de la población así como
su destrucción se convierten en opciones políticas.
Los gobiernos necesitan controlar a la población sin
necesidad de utilizar fuerza aparente, es por ello que
las instituciones trabajan directamente con los seres
humanos, haciendo que se comporten y quieran
lo que el gobierno les provee, en esa medida esta
gente se autodisciplina. En este proceso el gobierno
obtiene conocimiento sobre los individuos, por lo
que es más fácil ejercer poder sobre ellos. Como la
población se vuelve cada vez más y más dependiente
de lo que el gobierno les provee ésta va perdiendo
la habilidad de definir sus propios intereses. Es por
eso que Foucault ha denominado “biopolítica” a
la asimilación del poder en la vida cotidiana de los
seres humanos.
La obra de Foucault se desarrolla en un espacio
ontológico estructurado de forma que todo está
atravesado por la política. La política aparece
en términos de relaciones de poder, expresión
con la que el pensador procura desligarse de una
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concepción aparentemente estática y anclada en la
teoría filosófico-jurídica del contrato. No obstante,
al dejar fuera de las categorías del pensamiento
jurídico la noción de poder, dicho concepto asume
en sus trabajos una dinámica que emana su misma
estrategia. En otras palabras, esta nueva concepción
del poder se convierte en la unidad que abarca
a su opuesto y evidentemente a sí mismo. Por
ello, el poder pareciera convertirse en el “sujeto”
omnicomprensivo de todo el proceso que determina
las formas de vida de los seres humanos. Cuando
Foucault, en Vigilar y castigar, enuncia que la
resistencia solamente puede ser entendida como
un efecto del poder mismo (es decir, lo opuesto
del sí mismo) se da cuenta de que su noción de
poder presenta una serie de problemas difíciles
de sobrellevar. A nuestro parecer, se produce una
absolutización del poder, razón por la cual la
historia se convierte únicamente en el resultado de
las relaciones de poder.
Si Foucault se hubiera limitado a introducir el
concepto de libertad para contrarrestar el papel del
poder, no habría hecho más que propiciar un nuevo
dualismo entre los dos términos. Una pobre con-
tradicción que reiteraría un vínculo externo, en la
que poder y libertad se enfrentan como totalidades
idénticas a sí mismas y opuestas a su otro. En su pri-
mer intento de concebir una instancia en la que los
individuos no sean reducidos a un objeto de poder,
solamente puede apelar a la noción de resistencia, a
la vez que se encuentra ante la disyuntiva de decidir
si la resistencia opera como lo otro del poder o si,
por el contrario, es inherente a éste.
Sin embargo, si anulamos la oposición entre
poder y resistencia y decimos que la misma no es-
capa a las relaciones de poder, no habría manera de
distinguir la resistencia de la normalización. Una de
las primeras definiciones de la noción de resistencia
la hallamos en Vigilar y castigar, donde funciona
como un contrapoder que, a modo de relación de
fuerza, nace del mismo poder disciplinario, es decir,
que la resistencia nace de una relación de poder pero
genera el efecto de un contrapoder.
Entonces, el contrapoder es el voluntarismo de
los individuos dedicado al desenmascaramiento
polémico de todos aquellos planteamientos que
ocultan el originario campo de batalla de toda
41
pretendida voluntad de verdad. En otras palabras, el
contrapoder emerge de la dinámica misma del poder
y se hace evidente en la resistencia que presentan los
individuos ante los dispositivos que conforman el
biopoder y que normalizan la vida.
Reflexiones finales
Los dispositivos disciplinarios de la sexualidad,
la seguridad y la gubernamentalidad, en sentido
estricto carecen de una racionalidad que les
sea inherente. Tampoco se trata de unidades
compactas y definidas en sí mismas. Los dispositivos
analizados, si bien son formas del biopoder, no
son manifestaciones de esta gran tecnología, pues
el biopoder lejos está de ser una esencia escondida
detrás de ellos. Antes que un atributo de la realidad,
una sustancia, una fuerza o ser identificado con una
institución, el biopoder es un ejercicio de poder, una
estrategia, un cambio en la economía de un poder
que se orienta hacia lo macrofísico de la población y
la microfísica del sujeto.
El biopoder surge vinculado a la sociedad
disciplinaria, a la sexualidad, a la sociedad de la
seguridad y al arte liberal de gobernar. Dicho
concepto en Foucault es un problema, un nombre
dado a una situación estratégica y a unas relaciones
de lucha que toman como campo de batalla la vida
misma. El biopoder es estrategia por cuanto entra
en una economía de poder que en el contexto del
neoliberalismo o arte liberal de gobernar se traduce
en una biopolítica.
En vez de negar, de marginar, de coaccionar
la vida, se trata de afirmarla, de organizarla, de
gestionarla, de administrarla. Para el filósofo el
poder de las naciones se ejerce en nombre de la vida
de una población, es un poder que produce fuerzas,
que las hace crecer y las ordena, no las destruye,
sino que por el contrario las hace productivas. Un
poder que se apropia de la vida para emplearla como
recurso de producción.
La lógica jurídica del biopoder es la del contrato
social, según la cual los individuos delegan a
la soberanía del Estado el ejercicio absoluto de
la violencia, con el fin de proteger su vida. Así
concebida la vida como fundamento máximo de
nuestras sociedades, se constituye en el blanco
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del pensamiento y del análisis político. Es por
lo anterior que el biopoder emplea dispositivos
de normalización que toman por objeto al
cuerpo humano. Por un lado, efectúa tecnologías
disciplinarias que se dirigen a la individualización
del cuerpo como máquina, produciendo un cuerpo
útil y dócil. Se trata de un poder que reclama la
vida y que se ejerce positivamente sobre ella, que
la administra y la aumenta, en otras palabras, que
ejerce controles precisos y regulaciones generales.
Por otro lado, el biopoder también toma en
consideración el cuerpo humano como especie,
pensado mediante lógicas de mecanismos vivientes
que son el soporte de los procesos biológicos.
Articula la unión de la ciencia médica con la
biología para llevar a cabo un minucioso registro
y un condicionamiento de la proliferación de los
seres humanos, sus nacimientos, enfermedades y
defunciones. Nunca antes el Estado había conferido
tanta importancia a la vida desde que controla
todas sus manifestaciones, por ello la aparición
de controles e instituciones públicas de salud, de
educación y de bienestar familiar.
En el transcurso de la historia se nos ha mostrado
que durante las guerras, el trabajo, la labor educativa
de las instituciones, la colonización, etcétera, el
cuerpo ha sido centro de las políticas de control
social. Más aún, en las democracias occidentales
actuales aparece el cuerpo como campo de las
políticas públicas, que surgen como tutelares o
proteccionistas de los Estados nacionales y que
realmente constituyen políticas de control y de
sujeción de los cuerpos, ya que el Estado ampara por
derecho y legitimidad el cuidado e intervención de
los cuerpos.
La capacidad generalizada de control y la varie-
dad de vigilancia intervienen en el cuerpo como
campo objetivo de creación de sujetos. Por esta
razón el concepto de biopoder permite pensar,
reflexionar y evaluar las dinámicas de la sociedad
en la que vivimos, las relaciones económicas dentro
de las que funcionamos y el sistema de poder que
define lo permitido y lo prohibido de nuestra con-
ducta. Después de todo, nuestras vidas residen en el
funcionamiento político de las sociedades en las que
nos encontramos y los regímenes de gobierno en los
que se sitúan nuestros cuerpos.
42
El concepto de biopoder nos permite ver cómo
en la civilización actual se despliegan máquinas
de homogeneización que producen efectos de
individualización y que regulan la fuerza de los
cuerpos, integrándolos a sistemas de control
específicos, que se enmarcan en las instituciones
como aparatos de clasificación de la población, tales
como el psiquiátrico, la prisión, el cuartel militar,
el hospital, la empresa, la escuela, la correccional
y los centros de rehabilitación. Dichos lugares
acogen al “desviado” para clasificarlo, vigilarlo,
medirlo, normalizarlo, curarlo, reprenderlo,
formarlo, conformarlo, castigarlo y transformarlo
en un miembro “útil” de las formas racionalmente
construidas y legitimadas por la sociedad occidental.
De manera que el cuerpo sufre una inscripción
normalizadora en nombre de la racionalidad
organizada, una inclusión forzada e institucional
que inaugura un modelo de sociedad que instaura el
mundo del orden a través del rechazo de lo otro.
El biopoder efectúa clasificaciones de los
cuerpos, los esquematiza y determina, en tanto
que condiciona la conducta, el comportamiento,
el género y la sexualidad. Se desarrollan entonces
formas racionales de conocimiento en torno al
cuerpo que configuran, señalan y localizan modos
de ser en el mundo, así van determinando las
experiencias de la vida cotidiana y la vinculan a
la acción de los operadores de dominación que
intervienen sobre el cuerpo y el pensamiento.
El cuerpo es para Foucault el origen del poder.
Dado que la historia se encarna en él, éste manifiesta
las huellas del dominio que lo atraviesan, lo crean,
lo determinan. El cuerpo es el campo de actuación
de las instituciones que sujetan a los individuos,
que marcan la historia particular de cada uno. Los
dispositivos de poder que despliegan dinámicas de
administración y de regulación de la vida (cuerpo-
biológico o cuerpo-especie), son reforzados y
asegurados mediante la prevención de la desviación,
es decir, mediante la vigilancia y el adoctrinamiento
de la conducta. Son cuerpos moldeados con base en
determinada sexualidad para la formación de una
moral de Estado, en pro de la ciudadanía y una ética
de la renuncia relativa al dominio de la subjetividad.
Por lo tanto, la sociedad en su conjunto
se dedica a crear nuevas estructuras sobre la
 Departamento de Sociología Rural / UACh
corporalidad, la afectividad, la intimidad, a
constituir un nuevo modo de “ser en el mundo”.
Los ejercicios del biopoder sobre los cuerpos
buscan precisamente un control preciso y sutil
de los mismos: observar sus prácticas, manejar su
tiempo, delimitar su capacidad y determinar toda
relación afectiva o corporal.
Con el concepto de biopoder el propósito de
Foucault fue sacar a la luz lo que queda oculto
por lo visible, es decir, que el Estado, la locura, el
derecho, la delincuencia, el sexo, están distantes
de ser datos a priori, que explican a cabalidad la
realidad. Antes bien, son el resultado de procesos,
prácticas y dispositivos que hacen ver y hablar
dichos elementos. Finalmente, el teórico aprendió
desde muy joven a enfrentar todas las adversidades
desde un lugar absolutamente original. Ejemplo de
ello fue su actitud ante las constantes disputas que
la izquierda y la derecha mantenían durante los
años calientes de la Guerra Fría. Aunque se había
alineado con la izquierda, su posición lejos estuvo
de ser ortodoxa y no resultó extraño que dejara el
comunismo tan rápidamente como había ingresado.
Nunca fue un izquierdista típico, sus posiciones
políticas escandalizaban tanto a los conservadores
como a los progresistas, algo similar a lo que hoy en
día sucede con su obra intelectual. Y si no simpatizó
con las filosofías que teorizaban en torno a la guerra
fue porque para él la guerra no tenía fin: “Luchamos
todos contra todos. Y siempre hay algo en nosotros
que lucha contra otra cosa en nosotros” (Foucault,
1997:7).
Toda su obra es un acercamiento a sus ideales
de vida: llegar a ser lo que verdaderamente se
es. A la vez que fue capaz de ir dejando de lado
sus propios temores y se atrevió a manifestarse,
comenzó a importarle no sólo quién habla, sino
cómo se vive una experiencia. Esto iluminó su
obra. Su filosofía se convirtió en aquello que Sartre
deseó producir pero no logró articular: una ética.
La ética de Foucault nació cuando, en su reflexión,
se encontró con sus maestros: los antiguos griegos.
Esa intensidad final nacida del riesgo, otorga a
su obra una consistencia clásica y es quizás por
ello que sus ideas parecen no correr el riesgo de
deshacerse como un montículo de arena en la orilla
del mar.
43
Obras de Foucault citadas
Foucault, M. (1969). La arqueología del saber.
México: Siglo xxi Editores.
______ (1975). Vigilar y castigar. México: Siglo xxi
Editores.
______ (1976). La historia de la sexualidad: la
voluntad del saber. México: Siglo xxi
Editores.
______ (1978a). Defender la sociedad. México:
Fondo de Cultura Económica.
______ (1978b). Seguridad, territorio, población.
México: Fondo de Cultura Económica.
______ (1979). Nacimiento de la biopolítica.
México: Fondo de Cultura Económica.
______ (1996). La vida de los hombres infames.
Caronte Ensayos. Argentina: Editorial
Altamira.
______ (1997). Las palabras y las cosas. Madrid:
Siglo xxi Editores.
Otras fuentes citadas
Aguilera Portales, R. (2010). Biopolítica, poder y
sujeto en Michel Foucault. En Universitas.
Revista de Filosofía, Derecho y Política. Nº
11.
Deleuze, G. (2004). Nietzsche y la filosofía. España:
Anagrama.
Digeser, P. (1992). The fourth face of power. En The
Journal of Politics, Vol. 54. núm. 4.
Guattari, P. (2003). Psicoanálisis y transversalidad.
París: Maspéro.
Hard, M. y Negri, A. (2001). Empire. usa: Harvard
University Press.
McClelland, Ch. (1971). Power and influence. En
Champlin R. John. Power. New York:
Atherton Press.
Nietzsche, F. (2000). La voluntad de poder. Madrid:
edaf.
Nociones básicas sobre el concepto de espacio.
Del espacio recipiente-contenedor al espacio
multidimensional-producto social-proceso
Resumen
El espacio es uno de los conceptos centrales de las
ciencias sociales y durante largo tiempo ha sido
objeto de múltiples definiciones, particularmente
desde la geografía, la sociología, la antropología y
la economía (entre otras disciplinas), que lo han
reformulado y adecuado a sus propios contextos de
discusión y a los debates epistemológicos a partir
de los cuales se fundaron y consolidaron. Si bien en
la práctica esta situación ha logrado complejizar su
análisis y estudio, también se ha creado confusión,
sobre todo en lo que se refiere al uso indistinto del
término espacio y su relación con otros conceptos
tales como: territorio, paisaje, lugar y región, que
muchas veces son utilizados como sinónimos. La
intención de este trabajo es mostrar de forma breve
e introductoria la evolución de este polisémico
concepto, a la luz de dos de las principales
propuestas teórico-metodológicas que en torno a él
se han generado.
Palabras clave: espacio, geografía, teoría del
espacio, producción del espacio, geometrías del
poder.
Abstract
Space is one of the central concepts of the social
sciences and has long been the subject of multiple
definitions, particularly of the geography,
sociology, anthropology and economics (among
other disciplines), which have been reformulated
and adapted to their own contexts of discussion
1
Maestra en Ciencias Sociales por el Instituto de Investigaciones
Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca
(IIS-UABJO). Estudiante del último año del doctorado en Ciencias
Sociales, UAM-Xochimilco, adscrita al área “Sociedad y Territorio”.
Correo: adcsuamxoc@gmail.com
44
Noelia Ávila Delgado1
and the epistemological debates from which they
were founded and consolidated. Although in
practice this situation has complicated its analysis
and study, has also been created confusion,
especially as regards the indistinct use of space
and its relation to other concepts such as: territory,
landscape, place and region, which are often used
as synonyms. The intention of this work is to
show briefly and introductory the evolution of this
polysemic concept, in light of the main theoretical-
methodological proposals that have been generated
around it.
Key words: space, geography, space theory, space
production, power geometry.
Sobre la polisemia e indefinición del
concepto de espacio
Una de las principales tareas de la investigación
social es la de realizar el encuadre teórico-
metodológico adecuado que nos permita llevar a
buen fin los propósitos que hayan sido proyectados,
lo que implica, en primer término, la necesidad de
definir con claridad los conceptos o categorías desde
los cuales estamos partiendo (mostrar su estatus
teórico o dar cuenta del enfoque o la corriente a la
que se adscriben, por ejemplo). Esta observación
resulta fundamental al referirnos a conceptos tan
complejos, cambiantes y polisémicos como el de
espacio.
Al ser uno de los conceptos centrales de las
ciencias sociales, durante largo tiempo ha sido
objeto de múltiples definiciones, particularmente
desde la geografía, la sociología, la antropología y
la economía (entre otras disciplinas), que lo han
reformulado y adecuado a sus propios contextos
 Departamento de Sociología Rural / UACh
de discusión y a los debates epistemológicos a
partir de los cuales se fundaron y consolidaron.
Si bien en la práctica esta situación ha resultado
en un amplio repertorio de propuestas teórico-
metodológicas que han logrado complejizar su
análisis y estudio, también se ha creado confusión,
sobre todo en lo que se refiere al uso indistinto
del espacio y su relación con otros conceptos tales
como: territorio, paisaje, lugar y región, los cuales
muchas veces son utilizados como sinónimos,
buscando así particularizar su acepción en relación
a la explicación de los procesos que se desarrollan en
la superficie terrestre, es decir, al entorno natural en
que los seres humanos se desenvuelven2.
Como anotan las geógrafas Blanca Ramírez y
Liliana López-Levi (2010; 2015), y a diferencia de
lo que pudiera pensarse, con el desarrollo de los
años el concepto de espacio ha experimentado una
tendencia a complejizarse, ya que hay poco acuerdo
en relación con sus definiciones, usos y significado.
En la actualidad la diversidad de complejizaciones
pasa por una red de interacciones que incluye tanto
las diferentes áreas del conocimiento en donde se
usa el término, como las distintas posturas teóricas
que se han acercado a su comprensión, ambas
mezcladas con la evolución histórica que su uso ha
tenido en los últimos cien años y la manera como se
conceptualiza el entorno social en que la humanidad
se desarrolla (López-Levi y Ramírez, 2010:22).
Asimismo, la indefinición o indeterminación
del concepto ha sido reiteradamente señalada en las
últimas décadas por diversos autores –destacando
geógrafos, urbanistas y otros científicos sociales
adscritos a diferentes posturas teóricas–, entre
quienes se encuentran: Henri Lefebvre (1968;
1972; 1974 [2013]), Manuel Castells (1974; 1999),
DoreenMassey (1993; 2005a; 2005b), Milton Santos
2
“Un estudio detallado sobre sus implicaciones nos permite afirmar
que estas categorías se separan y adquieren una especificidad particu-
lar, que apuntala la posibilidad de darles una acepción ontológica y
epistemológica a cada una, lo que nos permite ubicarlas en el marco
de un contexto que les da razones de ser diferentes a las otras. En este
sentido, se puede afirmar que su uso no es solamente una designación
semántica de cómo llamamos al espacio, paisaje, región, territorio o
lugar; sino que éste depende de un conjunto de condiciones teóri-
co-ontológicas fundamentales, en las cuales sustentamos el trabajo
realizado o el proceso que estamos tratando de conocer o explicar”
(Ramírez y López-Levi, 2015:184).
45
(2000; 2004), David Harvey (1985; 1998), Edward
Soja (1985; 1997), Emilio Pradilla (1984) y José
Luis Coraggio (1977; 1987) (sólo por mencionar a
los más representativos en estos debates), quienes a
su vez han buscado generar nuevas interpretaciones
del concepto destacando, por un lado, la necesidad
de incorporar al espacio en la explicación de los
fenómenos sociales, pero también cuestionando
fuertemente su estatuto científico y, por tanto, su
capacidad heurística como un concepto general de
las ciencias sociales que nos permita comprender
los procesos de producción y reproducción de la
sociedad actual.
Entre estos últimos, es decir, entre quienes
critican el concepto y lo rechazan de manera
categórica se encuentra el urbanista colombiano
Emilio Pradilla (1984), para quien el espacio es
básicamente un concepto vulgarizado, ampliamente
integrado al lenguaje común, y cuyo principal
problema es que puede ser utilizado de manera
indistinta en todos los campos de la vida cotidiana
y, más aún, en todos los campos del ámbito
científico. De acuerdo con Pradilla, el espacio es un
concepto ambiguo que carece de significado propio
pues para su comprensión es necesario agregarle
siempre distintos adjetivos –arquitectónico,
escultórico, geográfico, económico, etcétera–, razón
que prueba la imposibilidad de considerarlo como
un concepto general de las ciencias sociales. A esto
agrega que el espacio es un concepto “ideológico”
y definido tautológicamente, el cual también es
tributario de la filosofía y la geometría, argumento
por el que cuestiona fuertemente su capacidad de
explicación de los fenómenos sociales. En respuesta,
el autor nos propone analizar las diferentes formas
de relación entre la sociedad humana y la naturaleza
a través del concepto de soportes materiales de
la formación social, así como de la utilización
del concepto de territorio (idea que también es
compartida por Coraggio, 1987), pues considera
que se ajusta más a los contextos de los países
latinoamericanos (Pradilla, 1984:34-42).
Por la orientación que guía este trabajo no puedo
detenerme aquí a profundizar estos debates; sin
embargo, no pierdo de vista la importancia que
actualmente reviste el tema de la diferenciación
específica entre los conceptos de espacio y territorio.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Sobre el asunto puedo resumir, en cambio, que los
desencuentros planteados por Pradilla son de largo
aliento ya que parten básicamente de la observación
de que en la literatura anglosajona no se usa ni se
entiende el concepto de territorio en el sentido en
que lo usamos en América Latina. Aunque este
concepto tiene una larga trayectoria en la academia
europea, efectivamente ha sido un recurso más
importante y significativo para el análisis de la
realidad latinoamericana, sobreponiéndose muchas
veces a los otros conceptos. Como advierten
Ramírez y López-Levi (2015), el territorio alude a
una visión mucho más amplia que la adscrita a otras
categorías. Por una parte, está más ligada con la
definición política que la vincula con el poder y el
Estado y, por otra, con una dimensión cultural que
integra la naturaleza, la producción y reproducción
social de los grupos y el significado que esto tiene
en su vida cotidiana, cuestiones que aparentemente
son divergentes y, sin embargo, son difíciles de
separar al interior de este concepto. Como efecto,
en los últimos años ha habido una tendencia de los
investigadores sociales latinoamericanos a utilizar el
concepto de territorio sobre el de espacio o región;
pero también se ha incrementado su uso recurrente
para sustituirlo por el de lugar. Esto se ha dado en
el marco de las reivindicaciones de los llamados
grupos originarios, quienes lo utilizan en un sentido
muy particular de recuperación de las identidades
culturales y su estrecha vinculación con la tierra y
la defensa de sus recursos3 (Ramírez y López-Levi,
2015:128, 157).
Ahora bien, regresando al asunto de la
ambigüedad del concepto de espacio, pero
ubicándonos ahora desde la postura que reconoce
su importancia como un elemento fundamental de
la vida y la reproducción social, el filósofo francés
Henri Lefebvre (1968; 1972; 1974 [2013]), anota
que dicha ambigüedad se debe a que por largo
tiempo el espacio ha sido sujeto de una intensa
3
Para un análisis de las formas en que el concepto de territorio es
utilizado en las diferentes tradiciones, haciendo una distinción entre
las usadas en las latitudes del Norte, sobre todo las anglosajonas y la
tradición francesa, y la desarrollada en América Latina por geógrafos
y, desde la década de 1980, por sociólogos, urbanistas y antropólogos,
sugiero la lectura y revisión de Ramírez y López-Levi, (2015:127-157)
y de Haesbaert (2011).
46
reflexión filosófica que, sin embargo ha generado
ciertas deficiencias para su comprensión; entre otras,
la de su reiterada adscripción al concepto geométrico
y abstracto de las matemáticas.
No hace muchos años, la palabra ‘espacio’ tenía
un significado estrictamente geométrico: la idea
que evocaba era simplemente la de un área vacía.
En su uso académico se acompañó por lo general
de algunos epítetos tales como ‘euclidiano’,
‘isotópico’ o ‘infinito’, y el sentimiento general
era que el concepto de espacio era, en última
instancia, matemático. Hablar de ‘espacio social’,
entonces, habría sonado extraño (…) todavía es
muy grande la oscilación sostenida por la idea
de que el espacio es anterior a cualquier cosa que
termine llenándolo (Lefebvre, 1974 [2013]:14, 63).
De acuerdo a Lefebvre, a esta insistencia de manejar
la dimensión espacial a partir de un modelo
supeditado al supuesto euclidiano, habría que
agregar la comprensión del espacio absoluto heredada
de la razón filosófica cartesiana donde: “el espacio
pertenecía a priori al reino de la conciencia (es
decir, del ‘sujeto’) y participaba de esa estructura
interna e ideal –y por consiguiente trascendental
y esencialmente inaprensible– (así que) con el
advenimiento de la lógica cartesiana el espacio
entró en el reino de lo absoluto” (Lefebvre, 1974
[2013]:65). Para el autor, debates como estos se han
prolongado por largo tiempo y por ello han sido
la fuente de numerosas confusiones; su principal
implicación es que en el campo de la epistemología
moderna se ha heredado y adoptado una noción
en la que el estatus del espacio es el de una “cosa
mental” o el de un “lugar mental”, distinto de sus
dimensiones física y social.
Por su cuenta, la geógrafa inglesa Doreen Massey
(1993, 2005a; 2005b) refiere que pensar el espacio/
la espacialidad4 en nuestros tiempos, resulta en un
profundo desafío, sobre todo porque “el espacio
es una de las cosas más obvias que se movilizan
como término en una infinidad de contextos
distintos, pero cuyos significados potenciales son
4
La autora usa indistintamente los dos términos.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
raramente tematizados o explicitados” (Massey,
2005b:103). Así, reconoce junto con Lefebvre, la
necesidad de revisar las formas en que el espacio ha
sido conceptualizado, destacando la utilización del
término tanto en el discurso cotidiano como en el
académico, haciéndonos conscientes de los sentidos
en que los usamos. Su propuesta se dirige a observar
la forma en que dicho concepto ha sido teorizado
por las ciencias sociales, perfilando como desafío
final el de “espacializar la teoría social”.
Un autor más que ha insistido en la imprecisión
y vaguedad del concepto, ha sido el geógrafo
brasileño Milton Santos (2000) para quien el
tratamiento del espacio por parte de la geografía
en el período actual, se encuentra supeditado a la
moda del pensamiento posmoderno, cuya versión
más popular es un tratamiento frecuentemente
adjetivado y metafórico que lo aleja de la producción
de un sistema a partir del cual podrían ser definidos
los conceptos-clave de la disciplina geográfica. De
acuerdo al autor, para que el espacio pueda aspirar
a ser un ente analítico independiente dentro del
conjunto de las ciencias sociales, es indispensable
que aparezca dotado de condiciones de coherencia
y operatividad. Solo de esta forma será posible
demostrar su carácter indispensable y su legitimidad
como objeto de estudio. Lo que Milton Santos
persigue al final es la caracterización precisa y
simple del espacio geográfico, libre del riesgo de
las analogías y las metáforas características del
pensamiento posmoderno (Santos, 2000:17-19).Para
ello nos propone su definición como un conjunto
indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de
acciones, intentando superar las ambigüedades
y tautologías respecto al concepto. Entendido de
este modo, sería posible reconocer las categorías
analíticas internas del espacio entre las que se
cuentan: el paisaje, la configuración territorial, la
división territorial del trabajo, el espacio producido
o productivo, las rugosidades y las formas-contenido
(Santos, 2000:19).
Con lo expuesto hasta ahora parece no hacer
falta seguir insistiendo en el carácter ambiguo e
impreciso que caracteriza al concepto de espacio.
En cambio y, por esa misma razón, lo que parece
indispensable es ubicar, conocer y reconocer (en
la medida de lo posible), las distintas propuestas
47
teórico-metodológicas que en torno a él se han
generado desde los diversos ámbitos de las ciencias
sociales; esto con miras a tomar postura frente a
ellas, tarea particularmente relevante para los casos
en que el núcleo central de las investigaciones sea el
espacio.
Desplazamientos y principales
posturas conceptuales
Al observar las diferentes conceptualizaciones que
hasta hoy se han generado sobre el concepto de
espacio, es posible distinguir por lo menos dos
posturas teóricas elementales. La primera apunta a
la comprensión del espacio como un mero recipiente
o contenedor, concepción a partir de la cual éste se
caracteriza por ser: fijo, estático, plano, homogéneo
y cerrado; mientras la segunda, sostiene que el
espacio es un producto social, en constante devenir
y transformación, por lo que su principal carácter
es el de ser ante todo un proceso resultado de la
posibilidad y confluencia de múltiples trayectorias,
siendo en consecuencia relacional, abierto,
multidimensional y móvil, es decir, un proceso en
proceso.
El espacio recipiente-contenedor
Sobre esta postura debe anotarse que es deudora de
las concepciones que priorizan la “visión posicional
del espacio”, misma que a su vez sobrevalora o
da mayor peso a su dimensión material. Bajo
esta mirada el espacio aparece como un mero
“contenedor o recipiente de objetos materiales” o
como el elemento de donde se obtienen los recursos
para la reproducción de las sociedades humanas,
particularmente en el marco del desarrollo
capitalista. Así, se asume una perspectiva en la que
el espacio aparece como fijo y, por lo tanto, separado
del tiempo o, en todo caso, supeditado a éste
último. Esta visión del espacio fue promovida en un
primer momento por el denominado “determinismo
geográfico”, pero también, y, a pesar de su giro
humanista, logró persistir en la corriente conocida
como “posibilismo” cuyo principal exponente fue
Vidal de la Blache. A partir de la interpretación de
los paisajes, este autor “contiende en la generación
de espacios homogéneos que integran a la naturaleza
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
con el quehacer social humano”(Citado en López
Levi y Ramírez, 2010:23-25).
Asimismo, esta postura ha sido el sustento de las
concepciones “geométricas” del espacio utilizadas
durante la primera mitad del siglo xx, destacando,
entre otras, los modelos de Vön Thünen y Losch, así
como el de Christaller. En conjunto, estos modelos
coinciden en la adopción de un criterio de espacio
“homogéneo”, el cual sería recuperado un poco
más tarde (a mediados del siglo xx) por Boudeville,
quien insistiría en la noción de espacio contenedor
de elementos, al identificar las áreas que podían
ser motivo de intervención estatal y de dotación de
recursos, es decir, de planeación (Citados en López
Levi y Ramírez, 2010:26).
El modelo de Vön Thünen fue elaborado a
partir del análisis de la distribución de las tierras
cultivables alrededor de las ciudades, destacando
el factor de localización sobre el de fertilidad,
explicando así la organización de la actividad
rural que circundaba a las urbes. Por su parte,
Christaller en 1933 y Lösch en 1938 explican la
localización regular y jerárquica de las ciudades, a
partir de los centros urbanos que se organizan en
forma geométrica. Las ciudades con su tendencia
a concentrar, organizan al territorio a partir de
la distancia en que se encuentran los poblados
(urbanos y rurales) en relación con los centros
de mayor importancia. Esta propuesta conocida
como la “teoría de los hexágonos” fue ampliamente
divulgada durante años, aunque aún continúa
vigente, sobre todo con fines de planeación o de
comprensión de las actividades terciarias en relación
con los centros jerárquicamente organizados
(Citados en Ramírez, 2007:119).
De igual modo esta interpretación del espacio
contenedor tomaría nuevos bríos a partir de la
década de 1960, momento en que la geografía
se vería fuertemente afectada por la llamada
“revolución cuantitativa”, caracterizada por la
adecuación del canon científico neopositivista que
priorizaba la exigencia de una formulación orientada
a la búsqueda de regularidades espaciales, dejando
atrás toda preocupación por lo distintivo y lo
único. La principal característica, pero también el
mayor problema de este paradigma, es que tiende a
“deshumanizar el espacio” al analizarlo sin agentes,
48
pues funciona con base en modelos que se supone
pueden aplicarse a todos los contextos y todas las
situaciones (Ramírez, 2007:120).
En síntesis, bajo la concepción del espacio
recipiente o contendedor, éste aparece como un
mero soporte o sustrato sobre el cual se localizan
elementos y relaciones que, sin embargo, solo
pueden ser concebidas de manera unidireccional. En
consecuencia, desde esta visión, el espacio es visto
pasivamente, oscureciendo así la especificidad de las
conexiones entre espacio y sociedad, apareciendo
como naturalizado, universal, atemporal y, por lo
tanto, cosificado (Hiernaux y Lindon, 1992:90-91).
El espacio multidimensional-producto
social-proceso
Esta posturaha resultado de los distintos desplaza-
mientos teóricos que ha experimentado el concepto
de espacio a partir de la década de 1970, particu-
larmente gracias a las aportaciones de la geografía
y, en menor medida, de la sociología, la economía
y la antropología. En la mayoría de los casos dichos
desplazamientos han sido elaborados como respues-
ta a la concepción del espacio recipiente o contenedor,
enfatizando el rechazo a la organización espacial
basada en leyes espaciales propias de la geografía po-
sitivista (y neopositivista), que fetichiza y deshuma-
niza al espacio, confinándolo a una dimensión plana
y, por lo tanto, unidimensional. En segundo térmi-
no, es preciso destacar que esta reformulación se ha
dado fundamentalmente en el marco de las distintas
aportaciones derivadas de la tradición marxista,
tanto desde su versión estructuralista como desde
el llamado neomarxismo. A decir de Florinda Sznol
(2007), la trascendencia de este redireccionamiento
conceptual del espacio a partir del enfoque marxista
radica en que:
El materialismo histórico que desmitificó y
politizó la ‘producción de la historia’, inspiró la
desmitificación y politización de la ‘producción
del espacio’ abriendo el camino para la formula-
ción de un materialismo geográfico e histórico y
para la consideración conjunta del espacio social
y del tiempo histórico en tanto productos socia-
les, fuentes de conciencia política y campos de
acción de la lucha social (Sznol, 2007:26-27).
 Departamento de Sociología Rural / UACh
De acuerdo a la autora, las raíces de este nuevo pa-
radigma pueden hallarse de forma más clara y explí-
cita en los aportes de la denominada Escuela Francesa
de Sociología Urbana (efsu) y, más particularmente,
en las contribuciones de Henri Lefebvre (a quien
me referiré más adelante por la trascendencia de sus
aportaciones). Sobre la efsu, hay que decir que a ella
también pertenecen otros sociólogos y pensadores
de gran relevancia como Alain Touraine, Christian
Topalov, Nicos Poulantzas y Manuel Castells.
Esta escuela de pensamiento representa uno
de los esfuerzos más significativos por explicar los
problemas sociales propios de la sociedad moderna
cuyo ámbito de expresión primario es la ciudad. En
su momento, la efsu, con Lefebvre como precursor
mediato y con Castells como su autor más conocido,
efectúa una de las rupturas más significativas en el
pensamiento sociológico y urbanístico, al replantear
muchos de los enunciados y propuestas analíticas
referentes al espacio y a los llamados problemas
urbanos. En palabras del propio Castells, la efsu
revigorizó internacionalmente la investigación ur-
bana: 1) al colocar el poder y las relaciones sociales
conflictivas, los valores e intereses en el centro de la
dinámica urbana, cuestionando implícita y explíci-
tamente la larga influencia del énfasis de la Escuela
de Chicago en la sociabilidad y la integración social;
2) al exigir la especificidad de lo urbano; y, (3) al
afirmar la importancia del espacio como síntoma
y fuerza que estructura la organización social. En
conjunto, esta empresa tenía una conexión implícita
con el análisis del enfoque marxista, despojado de
los supuestos funcionalistas (Castells, 1998:3). Guia-
do por este nuevo paradigma, Castells afirmaba de
manera categórica: “El espacio no es un reflejo de la
sociedad, es la sociedad (…) una de sus dimensiones
materiales fundamentales”; mientras Poulantzas
(1984) realizaba un análisis de las relaciones de pro-
ducción, de la división del trabajo, de la política y
del Estado, inscritas en las “matrices espaciales” del
capitalismo5 (Sznol, 2007:26-29).
5
Una concepción similar se expresa en la teoría estructuralista de
Giddens (1995) al admitir que el espacio, así como el tiempo están
esencialmente involucrados en la estructuración social y en el desa-
rrollo de la sociedad capitalista en sus formas específicas de genera-
ción del poder y la reproducción social y política.
49
Henri Lefebvre y la producción del
espacio
Como parte de la efsu, Henri Lefebvre elabora
un fuerte cuestionamiento a las concepciones del
espacio propuestas tanto por la razón filosófica
cartesiana como por el neopositivismo propio de
su época. Sus críticas se dirigen principalmente a
señalar el reduccionismo con que estas tradiciones
han intentado comprender el espacio al considerarlo
como: vacío, homogéneo y mental y, por ello,
alejado abismalmente del espacio social, es decir,
del espacio práctico-empírico o, en palabras del
autor: del espacio vivido. Así también, su crítica
se dirige a destacar la importancia del tiempo y
la imposibilidad de disociarlo del espacio. Esto
porque de acuerdo al autor: “El espacio y el tiempo
socialmente producidos son las manifestaciones
concretas, las referencias materiales de la estructura
y las interacciones sociales y como tal deben ser
ubicados en la parte inicial de la teoría social”
(Lefebvre, 1974 [2013]: 68).
De aquí en adelante y contra todas las tendencias
reduccionistas, el propósito central del filósofo
francés se abocará en la búsqueda de una teoría
unitaria del espacio que articule lo físico, lo mental
y lo social, al considerar que solo de esta forma
será posible analizar el espacio real, es decir, aquél
de las prácticas sociales. Solo así podrá superarse
definitivamente el espacio abstracto e ideal de
las categorías mentales. Esta teoría unitaria sería
un proyecto que no aspiraría a producir un (o
el) discurso sobre el espacio, sino a revelar la
producción actual del espacio al reunir los diversos
tipos y modalidades de su génesis en el interior de
una teoría única, la de La producción del espacio.6.
De acuerdo a esta teoría, los tipos de espacios
–mental (ideal) y real (físico y social)– se sustentan
o presuponen uno al otro, por lo que intentar
disociarlos resulta una tarea estéril. Es en ese sentido
que Lefebvre plantea la multidimensionalidad
y unicidad del espacio (real y mental), que es
6
Uno de los principales aportes de Lefebvre se refiere a su teoría sobre
La producción del espacio. En el ámbito de la tradición marxista, ésta
es una premisa que el autor fue desarrollando a lo largo de su obra,
aunque es preciso aclarar que fue en La producción del espacio (1974),
recientemente publicada en español (2013), donde puede hallarse su
propuesta de manera más acabada.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
a la vez expresión de lo físico (que implica la
naturaleza y el cosmos), lo mental (que incluye las
abstracciones lógicas y formales), y lo social (que
es la manifestación de las prácticas sociales). De
estas ideas se deriva una de sus propuestas más
sugerentes e influyentes hasta hoy: el espacio social
debe ser analizado a partir de una triplicidad o una
tríada de elementos que implicarían a su vez tres
dimensiones interconectadas en la que cada una
refuerza el carácter de las demás: 1. La práctica
espacial (lo percibido), 2. Las representaciones
del espacio (lo concebido) y, 3. Los espacios de
representación (lo vivido). A partir de la exposición
de esta tríada, Lefebvre no solo concibe a los
individuos interactuando en el espacio sino, antes
bien, produciéndolo a través de las acciones sociales
o las prácticas espaciales por medio de las cuales los
usuarios se apropian o re-apropian del espacio. Es
por ello que, para Lefebvre, las categorías de uso y
apropiación adquieren una relevancia sustancial en el
proceso de producción social del espacio (Lefebvre,
1974 [2013]:91-98).
Una aportación más de su teoría se refiere al
señalamiento de la condición política e ideológica
del espacio, particularidad que diferentes
enfoques de la geografía o la sociología urbana
habían considerado solo de forma periférica o
institucionalizada. En cambio, para Lefebvre,
espacio y política son co-sustanciales; el espacio ha
sido formado y modelado por procesos políticos e
ideológicos y, por tanto, hay conflictos en el uso del
mismo. En otras palabras, el espacio es resultado
de la constante interacción y lucha entre prácticas
de apropiación, dominación y resistencia. En el
interior de un espacio, junto a las distintas prácticas
de apropiación hegemónicas, también existen
otras diferenciales que constantemente cuestionan
la organización social que intenta dominarlo.
Visibilizar el componente político del espacio
permite focalizar la atención en los agentes políticos
y sociales, incluido el Estado, así como en las
interrelaciones de los grupos de poder, insistiendo
particularmente en la función “instrumental” del
espacio en el ámbito de la sociedad capitalista.
En el momento actual y siguiendo los trabajos
pioneros de Lefebvre, la reciente teoría social ha
logrado romper con el dualismo tiempo-espacio,
50
historia-geografía, tendencia que otorgaba primacía
a una visión histórica frente a una geográfica en
el análisis de lo social. Al respecto, David Harvey
ha planteado que “tanto el tiempo como el espacio
son fuentes de poder social y como tales en las
economías monetarias en general y, en la sociedad
capitalista en particular, el dominio simultáneo
del tiempo y del espacio constituye un elemento
sustancial del poder social” (Harvey, 1998:251). Por
su parte, para Edward Soja:
La espacialidad y la temporalidad, la geografía
y la historia humanas, se entrecruzan en un
complejo proceso social que crea una secuencia
histórica de espacialidades en constante
evolución, una estructuración espacio-temporal
de la vida social que da forma no solo a los
grandes movimientos de desarrollo social, sino
también a las prácticas recursivas de la actividad
cotidiana (Soja, 1985:4).
Visiones contemporáneas del espacio:
las geometrías del poder de Doreen
Massey
Los desplazamientos más recientes en la historia del
pensamiento social y geográfico han puesto de re-
lieve las aportaciones teóricas enunciadas hasta aquí
en torno al concepto de espacio. Esto ha sido así
particularmente a partir de la década de 1980, mo-
mento en el que emergen fuertes cuestionamientos
en relación a las promesas de transformación y
liberación ofrecidas por la modernidad capitalista,
los cuales se traducen en desigualdades regionales
y nacionales, visibles a través de todo el mundo,
tanto en las naciones “desarrolladas” como en las
llamadas “subdesarrolladas” (López-Levi y Ramírez,
2010:26). Todas estas discusiones han derivado en
la necesaria reformulación de las nociones de tiempo
y espacio. En este nuevo marco las readecuaciones
del concepto continúan desplegándose; no obstante,
y pese a lo previsto, las aportaciones del marxismo
muestran claramente su vigencia. Debe insistirse
en el hecho de que estas constantes renovaciones, se
apoyan reiteradamente en la revisión básica de las
categorías de tiempo y espacio, no obstante, insisten
en la necesidad de observarlas de manera conjunta.
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A partir de este paradigma –de inspiración
marxista–ha surgido una de las aportaciones
más notables y significativas del presente. Ésta se
refiere a la reflexión epistemológica del espacio
propuesta por la geógrafa inglesa Doreen Massey
conocida como Geometrías del poder del espacio-
tiempo, cuya versión más completa fue integrada
en su texto emblemático ForSpace (2005a). En
principio esta teoría busca dar salida a los cambios
por los que atraviesa el presente siglo y se articula a
partir de tres postulados esenciales: 1) el espacio es
producto de interrelaciones, se constituye a partir de
interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta
lo infinito de la intimidad; 2) el espacio es la esfera
de la posibilidad de la existencia de la multiplicidad;
es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias,
lo que hace posible la existencia de más de una voz,
sin espacio no hay multiplicidad; sin multiplicidad
no hay espacio, la multiplicidad y el espacio son co-
constitutivos; 3) precisamente porque el espacio es
producto de las relaciones que están necesariamente
implícitas en las prácticas materiales que deben
realizarse, siempre está en proceso de formación,
en devenir, nunca acabado, nunca cerrado (Massey,
2005b:104-105).
Una de las implicaciones más relevantes de
esta propuesta es que reconoce abiertamente el
carácter político del espacio en tanto lo concibe
como “la esfera de posibilidad de existencia de
la multiplicidad”, en este punto se hace visible
también su multidimensionalidad. De igual
modo, desde esta mirada se revela con claridad la
condición del espacio como un sistema abierto,
como un proceso incompleto y en constante
transformación; y como efecto –tiempo y espacio
no pueden ser nunca disociados. Esta última idea
es argumentada por Massey de manera ilustrativa:
“toda conceptualización del tiempo que sea
radicalmente abierta requiere, paralelamente, una
conceptualización abierta del espacio” (Massey,
2005b:111).
Quizá uno de los aportes más relevantes de esta
provocativa teoría es que nos permite dimensionar
al espacio a partir de una perspectiva de conflicto.
Si la propuesta es que el espacio debe ser reconocido
como la esfera del encuentro –o desencuentro– de
las múltiples trayectorias que ahí coexisten, es
51
lógico pensar que éstas en algún momento logren
influirse mutuamente y como resultado entren en
conflicto. Para Massey, dichos conflictos habrán
de derivarse necesariamente de las interacciones y
las complejidades, de los entrecruzamientos y las
desconexiones, situación que le permite corroborar,
por otro lado, el carácter relacional y abierto del
espacio. Es por ello que éste tiene siempre algo
de inesperado, de impredecible y de caótico.
Quien intente inmovilizarlo a partir de cualquier
pretensión de orden y control está necesariamente
condenado al fracaso: “El espacio es un ‘caos’ que
surge de esas yuxtaposiciones circunstanciales, de las
separaciones accidentales, del carácter tantas veces
paradójico de las configuraciones geográficas en
las que, precisamente, una cantidad de trayectorias
distintas se entrelazan y a veces interactúan. En
otras palabras, el espacio es por naturaleza una zona
de ‘disrupciones’” (Massey, 2005b:120).
Reflexiones finales
Para cerrar esta breve entrega regresaré al inició.
Luego de este apretado recorrido sobre las distintas
propuestas teórico-metodológicas que en torno al
concepto de espacio se han generado en el curso
de todo un siglo, parece indispensable insistir en la
necesidad de definir con claridad su estatus teórico
actual, así como la corriente de pensamiento o el
enfoque al cual se adscriben, particularmente en
el caso de las investigaciones que mantienen al
espacio como principal ámbito de estudio. Hemos
visto que la complejidad que caracteriza a este
concepto, así como la centralidad que mantiene
dentro de las diferentes disciplinas de las ciencias
sociales, dificultan su abordaje, así, sin más. Aquí
ha quedado claro que entre una definición y
otra, literalmente existen abismos y discrepancias
profundas que de no considerarse, podrían afectar
los resultados de nuestras indagaciones. Ubicar o
reconocer las dos posturas teóricas que aquí sólo he
mostrado en trazos gruesos –el espacio recipiente-
contenedor vs. el espacio multidimensional-producto
social-proceso– puede ser un buen principio para
adentrarnos en las variadas concepciones que
actualmente existen sobre este polisémico concepto.
La exposición mínima de los autores que aquí he
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presentado como parte esencial de estos debates, es
apenas una invitación a la consulta directa de sus
obras; de ninguna manera pretende suplir este paso
obligado para aquellos interesados en el tema.
Finalmente, es importante considerar que
en el momento actual las readecuaciones y
desplazamientos sobre el concepto de espacio
continúan desplegándose como abanico a partir
de un sinfín de posturas y visiones que día a día
reorientan los análisis. Es evidente que los alcances
entre una y otra postura pueden ser distintos.
Aunque su potencia explicativa dependerá en todo
caso de la forma en que ésta se ajuste (o no) a los
objetivos que hayan sido formulados como parte
de nuestras investigaciones. En este sentido, me
gustaría cerrar con una reflexión de Milton Santos
quien considera que el corpus de una disciplina
debe estar siempre subordinado al objeto y no al
contrario, por lo cual, refiriéndose al espacio, insiste
en la importancia de considerar su dimensión
ontológica, “…como un esfuerzo interpretativo
desde dentro, lo cual contribuya tanto a identificar
la naturaleza del espacio, como a encontrar las
categorías de estudio que nos permitan analizarlo
correctamente” (Santos, 2000:16). Espero que este
breve esbozo haya contribuido en algo a esa labor.
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Acción colectiva y Sistemas Normativos Internos
en Oaxaca: marco teórico para su análisis
Resumen
En Oaxaca se llama régimen de Sistemas Normati-
vos Internos (sni) al sistema electoral que, basado en
normas de derecho consuetudinario sancionadas por
la tradición, regula el proceso de “nombramiento”
de autoridades locales en 417 de los 570 municipios
de la entidad. La abundante investigación que se ha
desarrollado en torno a este fenómeno ha sido prin-
cipalmente empírica. Sin embargo, son pocos los
intentos de proponer un marco teórico que auxilie
en la tarea de analizar, sintetizar e interpretar las
experiencias locales y, concretamente, que ayude a
explicar los conflictos y la transformación o sosteni-
miento de los regímenes consuetudinarios de cada
municipio, de tal manera que dicho marco teórico
funja como una base común para la comparación
de casos. Proponemos un marco teórico de análisis
basado en los conceptos de institución, actor estraté-
gico y producción de reglas.
Palabras clave: sistemas normativos internos,
acción colectiva, formación de instituciones,
regulación social, Oaxaca.
Abstract
In Oaxaca, the Internal Normative Systems (ins) is
called the electoral system which, based on custo-
mary law rules sanctioned by tradition, regulates
the process of “nombramiento” local authorities
1
Profesor investigador de la División de Estudios de postgrado en la
Universidad de la Sierra Sur, Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca,
México. gdferman@hotmail.com
2
Profesor investigador del Instituto de estudios municipales en la
Universidad de la Sierra Sur, Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca,
México. masomo69@yahoo.com.mx
54
Guadalupe Gabriel Durán Férman1
Mauricio Sosa Montes2
in 417 of the 570 municipalities of the entity. The
abundant research that has developed around this
phenomenon has been mainly empirical. However,
few attempts have been made to propose a theore-
tical framework to assist in analyzing, synthesizing
and interpreting local experiences and, in particular,
helping to explain conflicts and the transformation
or maintenance of customary regimes in each muni-
cipality. Such that the theoretical framework serves
as a common basis for the comparison of cases. We
propose a theoretical framework of analysis based
on the concepts of institution, strategic actor and
rules production.
Key words: internal normative systems, collective
action, institutions building, social regulation,
Oaxaca.
Introducción
En Oaxaca se llama régimen de Sistemas
Normativos Internos (sni) al sistema electoral que,
basado en normas de derecho consuetudinario
sancionadas por la tradición, regula el proceso de
“nombramiento” de autoridades municipales3. Su
existencia ha sido elevada a rango constitucional
desde 1995, cuando el Congreso local reconoció
3
Originalmente se denominó “régimen de usos y costumbres”; luego
de la reforma al Código de Instituciones Políticas y Procedimientos
Electorales para el Estado de Oaxaca (cippeo), en agosto de 2012, su
denominación legal es “régimen de sistemas normativos internos”. En
este artículo utilizamos esta última denominación, pues remite con
mayor nitidez a su carácter de sistema electoral, ya que los “usos y
costumbres” abarcan dimensiones más allá de lo electoral, que no tra-
tamos en este documento; sin embargo, es necesario considerar que la
mayor parte de los autores consultados utiliza esta última.
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el derecho de los pueblos indígenas a elegir su
autoridad municipal mediante sus propias normas
tradicionales.
La abundante investigación que desde mediados
de los años 90 se ha desarrollado en torno a este
sistema electoral, que caracteriza a 417 de los 570
municipios en Oaxaca, ha sido principalmente
empírica. Existen investigaciones que se centran en
los conceptos de etnicidad y sistema de cargos, y
estudian la importancia del reconocimiento de los
“usos y costumbres” para la autonomía indígena
y sus derechos (Canedo, 2008). Otras describen
el proceso mismo de “nombramiento” y las
características de los sni (López Bárcenas, 2005 y
Ramírez, 2013). Algunas más se dedican a investigar
la gran incidencia del conflicto postelectoral en
diversos municipios y las transformaciones que se
derivan y afectan los propios sni locales (Castillo
e Ibarra, 2012; Eisenstadt, 2007; Recondo, 2007a
y 2007b; Hernández-Díaz, 2007a; Hernández-
Díaz y Juan Martínez, 2007; Hernández-Díaz y
López Sánchez, 2006; Osorio, 2004). También
encontramos estudios sobre el efecto de los sni en el
comportamiento electoral de la población indígena
(Benton, 2009). Finalmente se halla una gran
cantidad de investigaciones sobre derecho electoral
indígena (Mesri y González, 2014; González
Oropeza, 2012; Pérez de los Reyes y García
Sánchez, 2012).
Cada estudioso se centra en la investigación
empírica y se allega los elementos conceptuales que
mejor le sirven, a veces tomándolos como supuestos
implícitos. Pero no se busca la construcción de un
marco teórico que auxilie en la tarea de analizar,
sintetizar e interpretar las experiencias locales y,
concretamente, que ayude a explicar los conflictos y
la transformación o sostenimiento de los regímenes
consuetudinarios de cada municipio, de tal manera
que dicho marco teórico funja como una base
común para la comparación de casos.
De los autores consultados, sólo Recondo
(1999, 2001, 2007a, 2007b, 2010 y 2011) basa su
análisis de casos en una perspectiva semejante a
la que aquí proponemos, pues utiliza elementos
conceptuales de la teoría de la acción colectiva y
de la movilización de recursos, tanto en el estudio
de lo estatal como local. Sin embargo, no define ni
55
discute los elementos teóricos que utiliza, sino que
los emplea directamente en el análisis. Así, se avanza
poco en tener una base común para contrastar
experiencias. También debe señalarse la aportación
de Velásquez (2012) y del Instituto Estatal Electoral
y de Participación Ciudadana de Oaxaca (ieepco)
(2014), que han construido una clasificación de
conflictos electorales y sus causas, donde se asume
la existencia de actores colectivos, pero no hay
definición conceptual que la respalde ni discusión al
respecto.
El propósito de este documento es aportar
elementos teóricos e iniciar una discusión con vistas
a configurar un marco conceptual para el análisis
de las implicaciones de la interacción conflictiva
en la dinámica de cambio y de recomposición del
sistema consuetudinario de elección, partiendo
de una concepción de los sni como sistemas de
acción, donde los actores (individuales y colectivos)
construyen estrategias para participar en una
constante adaptación de las reglas y métodos de
su institución electoral, casi siempre en medio del
conflicto interno y con la intervención de instancias
externas al municipio.
Los elementos de este marco para el estudio de
los sni provienen del entramado de un conjunto
de teorías, señaladamente la de la acción colectiva,
la de la elección racional y la de las instituciones.
Seguimos de cerca el enfoque de Análisis
Institucional y de Desarrollo (aid) propuesto por
Ostrom (2014 y 2015), así como las aportaciones de
Crozier y Friedberg (1990), North (1995), Tarrow
(1997) y Reynaud (1988, 1991 y 1997).
Conviene aclarar que en este artículo se
desarrolla la propuesta del enfoque teórico
presentada en un trabajo anterior (Durán y
Durán, 2015), razón por la que se retoman ideas y
expresiones expuestas en aquél documento. También
se reutilizó la tipología de conflictos (cuadro 1) y
se reelaboró, con importantes modificaciones, la
estructura de actores (figura 1).
El contenido del documento está organizado en
seis secciones. La primera presenta la problemática
de los sni en Oaxaca. La segunda propone un
concepto de sni como sistemas electorales, como
institución que facilita –pero también constriñe– la
acción de los miembros de una comunidad en el
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
ámbito electoral. La tercera se ocupa de exponer
algunos de los elementos teóricos sobre la acción
colectiva y la tendencia de los actores a crear
estrategias contingentes de acción, aprovechando
las oportunidades políticas surgidas, pero bajo
condiciones de una racionalidad limitada de dichos
actores. La cuarta trata del enfoque de la formación
de instituciones y la “regulación social”. La quinta
es un primer acercamiento a la interpretación
de los sni con ayuda del cuadro conceptual
propuesto. Finalmente, presentamos una sección de
conclusiones.
La problemática de los sni en Oaxaca
El reconocimiento de los sni en Oaxaca creó
condiciones para el desarrollo de las prácticas
consuetudinarias, pero también para nuevas
tensiones y conflictos en el interior de los municipios
(Hernández Díaz y Juan, 2007:140). Se abrió así,
desde 1995 hasta la fecha, un largo periodo de
“recomposición interna de las comunidades y la
producción negociada de una nueva costumbre”
(Recondo, 2007a:28-29).
Uno de los síntomas de dicha recomposición
interna es la transformación que han sufrido los sni
en muchos municipios a lo largo de ocho procesos
electorales4, debido –principalmente– a la irrup-
ción de actores políticos que no figuraban antes del
reconocimiento legal del régimen consuetudinario
(como las mujeres, los jóvenes, las agencias munici-
pales y los avecindados), pero cuyo interés de parti-
cipar en el proceso de elección, en el gobierno y en
la distribución de los recursos municipales5 choca,
a veces violentamente, con la posición de aquellos
grupos que se benefician con el arreglo político
“tradicional” que implica, precisamente, negar toda
participación a aquellos nuevos actores colectivos.
4
Las elecciones municipales de 1995, 1998, 2001, 2004, 2007, 2010,
2013 y 2016.
5
Otro elemento que conviene considerar es que, en el mismo año del
reconocimiento al régimen consuetudinario de elección, se instau-
ró la política de descentralización de recursos del gobierno federal a
los municipios, lo que constituyó un fuerte incentivo para ampliar y
diversificar las disputas internas por el poder municipal y la distribu-
ción de sus recursos, particularmente entre las agencias municipales
y las cabeceras (Recondo, 2007b:124; Hernández-Díaz, 2007b:65).
56
El conflicto electoral es una de las
manifestaciones más evidentes de esta lucha
entre intereses diversos (y aun opuestos) dentro
de los municipios, muchos de los cuales han
experimentado un tortuoso y, en algunos casos,
largo proceso de producción negociada de nuevos
acuerdos, reglas, procedimientos y dispositivos
para regular e institucionalizar la participación
política de los actores que pugnan por posicionar sus
intereses. Lo que se traduce en la reconfiguración
de los sni en tales localidades. En este contexto,
algunos municipios logran resolver sus diferencias
en el interior, mientras que en otros casos las
disputas llegan a dirimirse en instancias electorales:
el ieepco y el Tribunal Electoral del Estado de
Oaxaca (teeo), en el plano estatal, y el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepjf),
en el nacional.
En palabras de uno de los investigadores que se
muestra consistente, aunque no explícito, en el uso
de conceptos de la teoría de la acción colectiva: se
abrieron nuevas oportunidades para las estrategias
de los actores políticos (Recondo, 2007a:172,185),
pues se facilitaron “los procesos de renegociación
y adaptación de las normas comunitarias a las
necesidades y anhelos de los distintos sectores de
las comunidades” (Recondo, 2001:105), de lo que
resulta una “producción negociada de las nuevas
reglas del juego” (Recondo, 2010:401-404).
Para estudiar sistemáticamente la recomposición
interna de las comunidades que han adoptado los
sni como sistema electoral, es necesario identificar
los actores políticos (internos y externos) que
intervienen, así como sus intereses y estrategias
en la renegociación de los acuerdos y las reglas
tradicionales, además de considerar las tendencias
de cambio y los nuevos equilibrios internos en el
régimen de los sni en los municipios. Todo lo cual
configura un arreglo político híbrido (Recondo,
2010:399-403) y heterogéneo.
Lo anterior es posible mediante la construcción
de un esquema conceptual que auxilie en la tarea
de analizar, sintetizar e interpretar las experiencias
locales y, concretamente, que ayude a explicar los
conflictos y la transformación o sostenimiento de
los regímenes consuetudinarios de cada municipio,
de tal manera que dicho marco teórico funja como
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una base común para la comparación de casos. Al
trazado de tal discusión dedicamos el resto de la
exposición.
Los sni como instituciones electorales
Entre las variantes del institucionalismo, adoptamos
un enfoque en el que los actores tienen un papel
relevante, que supone una dialéctica en la relación
entre actor y estructura. Esto es, las instituciones
inciden “por un lado, sobre las percepciones, las
preferencias y las capacidades de actores individuales
o colectivos y, por otro, sobre las formas en que
estos actores interactúan” (Zurbriggen, 2006:73-
74). Desde esta perspectiva, las instituciones
influyen en las decisiones de los actores acerca de
las estrategias a seguir; sin embargo, esta influencia
no es determinante, puesto que siempre existen
posibilidades de acción para que los actores elijan
estrategias distintas. Vinculados a este enfoque,
encontramos a Ostrom (2015), Zurbriggen (2006),
North (1995), Crozier y Friedberg (1990), y
Reynaud (1988, 1991 y 1997).
En esta sección discutimos el concepto de
institución y el de sistema electoral como institución
política. En la siguiente sección examinamos el
concepto de actor colectivo estratégico.
De acuerdo con Ostrom (2015:39), “las
instituciones son prescripciones que los seres
humanos usamos para organizar todas las formas
de interacciones repetidas y estructuradas”. Tales
prescripciones son reglas, definidas como “un
entendimiento, compartido por los participantes,
acerca de las prescripciones obligatorias que indican
qué acciones (o resultados) se imponen, se prohíben
o se permiten”. Las reglas, a su vez, “son el resultado
de esfuerzos implícitos o explícitos para lograr orden
y predictibilidad entre los humanos” (Ostrom,
2015:56-57, las cursivas son de la autora).
Por su parte, en una línea semejante, North
(1995:13-14) define a las instituciones como
“las reglas del juego en una sociedad o, más
formalmente, son las limitaciones ideadas por el
hombre que dan forma a la interacción humana.
Por consiguiente, estructuran incentivos en
el intercambio humano, sea político, social o
económico”. Así, al proporcionar una guía para la
57
interacción humana, las instituciones reducen la
incertidumbre y constituyen el marco en el que
ocurre tal interacción humana.
En vista de lo apuntado anteriormente, en
principio, los sni son instituciones políticas
flexibles que se adaptan constantemente a las
condiciones particulares de los grupos humanos
que los van creando, pues condensan la historia
de contradicciones y acuerdos entre los grupos
políticos internos en torno al proceso de elección
o “nombramiento” del gobierno local. Así que
constituyen un arreglo político que tiene dos
funciones principales: regular el proceso de
“nombramiento” de autoridades municipales y, en
consecuencia, garantizar la estabilidad política del
municipio mediante un proceso de elección cuyo
resultado sea reconocido por todos, esto es, sin
conflictos postelectorales. De modo que los sni
pueden conceptualizarse como sistemas electorales6.
Un primer concepto de sistemas electorales
señala que son “el conjunto de medios a través de los
cuales la voluntad de los ciudadanos se transforma
en órganos de gobierno o de representación política”.
Regulan el complejo proceso político cuya finalidad
consiste en designar con claridad al triunfador
o los triunfadores de la contienda electoral, para
configurar los poderes políticos que se hallan en
disputa. El sistema electoral “recibe votos y arroja
órganos de gobierno y/o de representación legítimos.
En ese sentido es una estructura intermedia del
proceso a través de la cual una sociedad democrática
designa a sus gobernantes” (Valdés, 1995:9).
Los sistemas electorales se componen de reglas,
procedimientos y dispositivos destinados a regular
6
La definición jurídica la aporta el Art. 255 del Libro Sexto del
Código de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales (cip-
peo): los sni son “los principios generales, las normas orales o escritas,
instituciones y procedimientos que los municipios y comunidades in-
dígenas reconocen como válidos y vigentes, y aplican en el desarrollo
de su autogobierno, en particular en la definición de sus cargos y
servicios, la elección y nombramiento de las autoridades comunita-
rias del gobierno municipal, la resolución de sus conflictos internos
cuya determinación no sea competencia del Congreso; la participa-
ción en los asuntos que son susceptibles de afectarles y la protección
de sus principios, valores y culturas políticas propias en el ámbito
municipal, como expresión del derecho de la libre determinación y
autonomía reconocidos en la Constitución Federal, los tratados inter-
nacionales y la Constitución Estatal” (Instituto Estatal Electoral y de
Participación Ciudadana de Oaxaca, 2012).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
las diversas etapas de los procesos de votación. A
grandes rasgos, dice Valdés (1995:10), cumplen la
función básica de definir:
1. ¿Quiénes pueden votar?
2. ¿Quiénes pueden ser votados?
3. ¿De cuántos votos dispone cada elector?
4. ¿Cómo pueden y deben desarrollarse las
campañas de propaganda y difusión?
5. ¿Cuántos representantes se eligen en cada
demarcación electoral?
6. ¿Cómo se determinan y delimitan los distritos y
secciones electorales?
7. ¿Quiénes y cómo deben encargarse de organizar
los comicios?
8. ¿Cómo deben emitirse y contarse los sufragios?
9. ¿Cuántas vueltas electorales pueden y/o deben
realizarse para determinar al triunfador?
10. ¿Quién gana la elección?
11. ¿Cómo se resuelven los conflictos que puedan
presentarse?
Por su parte, Nohlen (2006:7-8) afirma que “los
sistemas electorales pueden concebirse en un sentido
restringido y en un sentido amplio”. En el sentido
amplio, el concepto se expande “hasta abarcar todo
lo relacionado con el proceso electoral, partiendo del
derecho de sufragio, pasando por la administración
electoral hasta llegar al contencioso electoral”. En su
sentido restringido, que Nohlen considera preferible
por razones analíticas:
… los sistemas electorales determinan las
reglas a través de las cuales los electores pueden
expresar sus preferencias políticas y a través
de las cuales es posible convertir votos en
escaños parlamentarios (en caso de elecciones
parlamentarias) o en cargos de gobierno (en
caso de elecciones para presidente, gobernador,
alcalde, etc.) (Nohlen, 2006:8).
En suma, los sistemas electorales son instituciones
estables y permanentes que regulan el proceso
electoral y son una estructura intermedia entre
la esfera candidatura/votos y la esfera puesto de
representación política (presidencia, diputación, etc.)
(Nohlen, 1994:354).
58
Sin embargo, es necesario considerar la
posibilidad del cambio en dichas estructuras de
mediación y regulación, por lo que debe tomarse
en cuenta cuáles son las condiciones constitutivas,
sociales y políticas de los sistemas electorales, pues
“aquellos factores que fueron decisivos a la hora
de implantar, mantener o reformar un sistema
electoral, son los responsables de que éste tenga unos
efectos y no otros” (Nohlen, 1994:349).
Los sni se constituyen y se reconstruyen en el
proceso sociopolítico de la comunidad municipal,
en la interacción de las fuerzas políticas y sociales
que integran esta comunidad. En este sentido,
“mantener o modificar el sistema electoral es una
cuestión de poder político” (Nohlen, 1994:349).
Los cambios en la estructura del sistema de actores7
que están en condiciones de disputar el poder
determinan una reforma o cambio en el carácter
del sistema electoral. Específicamente, el sistema de
actores en condiciones de participar en la disputa
por el poder determina el carácter del sni.
Sin embargo, no debe perderse de vista que el
sistema electoral no es más que un factor, entre
otros, de los que influyen en la configuración de la
estructura de actores internos (o sistema de fuerzas
políticas en el interior del municipio), pues existen
otros como la posesión de la tierra, el cacicazgo,
los conflictos religiosos, etcétera, que también
inciden en esta configuración. Por eso, en cada
caso es preciso analizar la historia de su devenir
sociopolítico, económico y cultural. En primer
lugar, para averiguar el proceso de constitución del
sistema electoral, entender por qué tiene la forma
que presenta y dilucidar cómo refleja la correlación
de fuerzas entre los actores que disputan el poder
local. En segundo lugar, para determinar el peso
del sni en la constitución del sistema de fuerzas
políticas internas. En resumen, la tendencia de cada
sistema electoral local al cambio y al conflicto está
determinada por los datos históricos, sociales y
políticos del caso concreto (Nohlen, 1994:352).
7
El concepto de estructura del sistema de actores (o sistema de fuer-
zas) equivale a lo que Ostrom (2015:52-53) denomina “situación de
acción”, que “se refiere al espacio social en el que los participantes con
diversas preferencias interactúan, intercambian bienes y servicios, re-
suelven problemas, se dominan los unos a los otros, o luchan.”
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Ahora bien, cuando las condiciones sociopolíticas
ya no aseguran que el sistema electoral cumpla
las funciones para las que fue creado, entonces los
actores menos favorecidos por el arreglo político
perciben la necesidad de pugnar por reformular sus
términos, sus reglas y mecanismos o dispositivos,
para adaptar sus expectativas funcionales por medio
de una reforma del sistema electoral (Nohlen, 1994:
351). De otra manera lo expresa Ostrom (2015:52):
“Cuando los participantes ven las interacciones
como injustas o inapropiadas, pueden modificar
sus estrategias aunque estén recibiendo resultados
positivos de la situación”8. Lo anterior permite
comprender múltiples experiencias de los sni
en Oaxaca, donde las condiciones sociopolíticas
cambiaron, abriendo nuevas oportunidades
políticas para la acción, y el sistema electoral
heredado no pudo garantizar el proceso político de
“nombramiento” con legitimidad y sin controversias
o impugnaciones.
En general, los sni son sistemas de normas
y reglas que guían la interacción entre actores
internos en el ámbito electoral, pero un gran
problema de estos sistemas es que se trata de
estructuras normativas cuyas reglas no están
escritas, sino que son orales y, puesto que cada
vez más están sujetas a la correlación de fuerzas
internas en los municipios, es difícil considerarlas
estables o permanentes. Por eso es necesario
estudiar la manera en que los actores políticos
influyen en el cambio del sistema electoral de
su localidad y cómo se abre la posibilidad de la
intervención de actores políticos externos en el
proceso de cambio institucional.
8
En otro lugar, continúa Ostrom (2015:60-61): “Si los individuos
participan voluntariamente en una situación, deben compartir un
cierto sentimiento general de que la mayor parte de las reglas que
gobiernan la situación son apropiadas”. En esto queda de manifiesto
uno de los aspectos que se critican a los tributarios de la elección ra-
cional: la autora no considera como elemento las relaciones de poder,
esto es, puede ser que los participantes acepten la situación no tanto
porque consideren que las reglas “son apropiadas”, sino porque no
tienen el poder (recursos y oportunidades) para oponerse con eficacia
a tal situación.
59
La perspectiva de la acción colectiva en
la transformación de los sni
Partimos del supuesto de que la estabilidad po-
lítica y el autogobierno de un municipio pueden
considerarse un bien público, puesto que es un bien
que no sufre merma debido al disfrute individual de
los habitantes del municipio (Ostrom, 2015:63). Di-
cho bien público está, en buena parte, garantizado
por el sni en cuanto sistema de acuerdos, normas,
dispositivos y procedimientos que regulan la parti-
cipación política de los miembros de la comunidad.
De esta manera, el sni es una “propiedad colectiva”,
un arreglo institucional fraguado a lo largo del tiem-
po con la sedimentación de decisiones entre quienes
son parte de la comunidad auto-organizada.
No obstante, a pesar de su carácter tradicional,
los sni no son una herencia inamovible sino una
construcción colectiva sujeta a constante reajuste
y renegociación de los acuerdos, las normas y
los procedimientos. De modo que la vigencia
y sostenimiento de este sistema de regulación
requiere de la participación de sus integrantes. Sea
que se mantengan sin cambios profundos o que se
modifiquen, los sni son producto de la interacción,
a veces conflictiva, entre actores políticos del
municipio. Por esto es necesario discutir y adoptar
un concepto de actor colectivo.
Las organizaciones, para North (1995:15),
son “grupos de individuos enlazados por alguna
identidad común hacia ciertos objetivos” y, si bien
su existencia y evolución se hallan influidas por
el marco institucional, también “influyen en la
forma en que evoluciona el marco institucional”,
de tal manera que se convierten en “agentes del
cambio institucional”. En este sentido, es crucial
distinguir entre instituciones (como sistema de
normas subyacentes) y estrategia de los actores (u
organizaciones, como los denomina North).
Por su parte, Ostrom conceptualiza a los actores
colectivos en los siguientes términos:
Los participantes en una situación de acción
son entidades capaces de tomar decisiones, que
se encuentran en una determinada posición y
que tienen capacidad de elegir acciones de un
conjunto de alternativas posibles en los nodos de
un proceso de decisión (2015:79).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
En tanto, para Giddens (1979, citado por García
Sánchez, 2007:202), el actor es la entidad que
interviene intencionalmente en una situación, se
responsabiliza de su acción y puede reflexionar sobre
ella, pero dicha acción es contingente (esto es, no
está determinada sino que puede ser de otra manera)
y depende más de la capacidad del actor que de sus
intenciones.
Es relevante también la propuesta de García
Sánchez, para quien un actor colectivo “es una
unidad de decisión-acción responsable” (2007:206,
las cursivas son de la autora) y, con mayor detalle, la
define como:
…aquella entidad i) cuyos miembros están
integrados en torno a similares –o, al menos,
convergentes– intereses, percepciones y
creencias con respecto a un problema, ii) que
cuenta con cierto grado de organización y
recursos y con mecanismos para la resolución
de conflictos internos, iii) que tiene los
medios y la capacidad para decidir y/o actuar
intencionada y estratégicamente para la
consecución de un objetivo común como
unidad suficientemente cohesionada, lo que
le identifica y diferencia frente al resto y
iv) a la que, por tanto, se le puede atribuir
alguna responsabilidad por sus decisiones y/o
actuaciones.
A partir de estas aportaciones, es útil resaltar el
aspecto de la acción estratégica de los actores
colectivos, tal noción forma parte de la teoría de
la movilización de recursos, según la cual, los
actores están condicionados por variables como
los recursos de que disponen, la organización, sus
estrategias de acción, el interés que los cohesiona
y las oportunidades para actuar (Cohen y Arato,
2000:560-562).
Lo relevante para nosotros es que, de acuerdo
con este enfoque, el análisis debe centrarse en la
interacción estratégica de actores colectivos con
intereses opuestos, lo que implica el reconocimiento
del conflicto (como parte de la vida social) y de la
dimensión racional de la acción en el estudio de las
relaciones políticas. En suma, permite comprender
la acción colectiva como un juego de relaciones de
60
poder en el que la lógica del cálculo racional9 se
agrega al análisis de la interacción entre adversarios.
Conviene matizar el elemento de racionalidad del
actor. Aunque esta perspectiva proviene de la teoría
de la elección racional (Olson, 1992)10, el modelo del
cálculo individualista se ha flexibilizado y reconoce la
importancia del papel de los grupos y las solidarida-
des en el origen y desarrollo de las acciones. Así que la
racionalidad de los actores no es total, pues la acción
colectiva es acción organizada de los individuos, en
donde hay condiciones que la hacen posible y restric-
ciones que se le imponen. Desde este punto de vista,
aunque no se puede negar que la estructura determi-
na en gran medida el contexto de la acción y por ende
los recursos de los actores, también se debe reconocer
que ese sistema está igualmente influido, incluso
corrompido, por las presiones y las manipulaciones de
los actores (Crozier y Friedberg, 1990:37-38)11.
En fin, desde esta visión analítica, actor y sistema
son dos aspectos complementarios, que no existen
independientes uno del otro: el actor no existe fuera
del sistema, mismo que define la libertad del propio
actor tanto como la racionalidad que puede emplear
en su acción. Pero el sistema existe solo porque hay
un actor y únicamente éste puede producirlo y darle
vida, y solo él puede cambiarlo (Crozier y Friedberg,
1990:11). También North (1995:16) apunta que las
“instituciones son una creación humana. Evolucio-
nan y son alteradas por humanos.
9
La lógica de la acción estratégica, que se decide en función de los ob-
jetivos propuestos y los recursos de los que se dispone, considerando
la estructura de oportunidades políticas.
10
Que consiste en que la racionalidad del individuo (su interés perso-
nal) le compele a rechazar o evadir todo compromiso con una acción
colectiva, aunque los resultados de esa acción pudieran ser beneficio-
sos para cada uno. Los elementos importantes aquí son la lógica y la
estructura del campo de acción: la primera es la lógica de la raciona-
lidad individual (el interés personal), la segunda es la organización de
los actores y sus respectivas estrategias.
11
En el siglo xix, Marx escribió acerca de la estructura social en la que
se enmarca la acción de los actores sociales: “Los hombres hacen su
propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstan-
cias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con
que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas
por el pasado.” (1978:9). Por su parte, Giddens (1995) formula la teo-
ría de la estructuración, que ayuda al análisis de la forma en que los
seres humanos hacen su propia historia; es decir, para mostrar que,
a través de las prácticas sociales, los agentes producen, reproducen y
transforman la sociedad.
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En síntesis, la libertad y la racionalidad del actor
son limitadas y contingentes debido al contexto
estructural en que operan y a las restricciones que
impone la propia organización en la que se lleva a
cabo la acción colectiva. Este planteamiento entra-
ña el concepto de estrategia, definido por Crozier
y Friedberg (1990:46-48) a partir de las siguientes
consideraciones:
a) El actor rara vez tiene objetivos claros y menos
todavía proyectos coherentes: éstos son múltiples,
más o menos ambiguos, más o menos explícitos
y más o menos contradictorios.
b) Sin embargo, su comportamiento es activo,
pues incluso la pasividad es el resultado de una
elección.
c) Es un comportamiento que siempre tiene
un sentido. Se trata de una acción racional
con relación a las oportunidades y, a través
de éstas, al contexto que las define. Por otra
parte, también es racional en relación con el
comportamiento de los otros actores y con el
juego que se estableció entre ellos.
d) Es, en resumen, un comportamiento que
siempre presenta dos aspectos: uno ofensivo,
que estriba en aprovechar las oportunidades con
miras a mejorar su situación, y otro defensivo,
que consiste en mantener y ampliar su margen
de libertad y –por consiguiente– su capacidad de
actuar.
e) En el caso límite, no existe un
comportamiento irracional. Ésta es la utilidad
del concepto de estrategia, que puede aplicarse
indistintamente a los comportamientos en
apariencia de lo más racionales y a los que
parecen completamente erráticos. La estrategia
es, pues, el fundamento inferido ex post de las
regularidades de comportamiento observadas
empíricamente. De ahí se deduce que una
“estrategia” así no es de ninguna manera
sinónimo de voluntad, como tampoco es
necesariamente de conciencia.
61
De esta forma, es evidente el carácter
esencialmente “oportunista” de las estrategias
humanas y la parte irreductible de libertad que
existe en toda relación de poder. Ahora bien,
la acción estratégica se halla restringida por la
estructura económica, política y social en la
que transcurre, y también está influida por las
cambiantes oportunidades políticas.
El concepto de “estructura de las oportunidades
políticas” se refiere a “dimensiones consistentes
–aunque no necesariamente formales, permanentes
o nacionales– del entorno político, que fomentan
o desincentivan la acción colectiva entre la
gente” (Tarrow, 1997:49). La noción pone el
acento sobre los recursos exteriores al grupo, que
pueden ser aprovechados incluso por luchadores
débiles o desorganizados, pues los cambios en
las oportunidades reducen los costos de la acción
colectiva cuando, por ejemplo, se abre el acceso
institucional a la participación, se descubren
aliados potenciales en el cuerpo político o se pone
al descubierto la vulnerabilidad de las élites y las
autoridades al cambiar sus alineamientos y alianzas
por efecto de conflictos y divisiones en su interior
(Tarrow, 1997:49-50,148).
El enfoque teórico de la “regulación
social” y la formación de instituciones
Esta serie de conceptos se complementa con algunos
elementos del enfoque teórico de la “regulación
social” (Reynaud, 1988, 1991 y 1997), que involucra
la elaboración de compromisos recíprocos en un
juego social cooperativo. Su punto de partida
es la diversidad, incluso la oposición, entre las
expectativas de los actores involucrados, y su
finalidad “consiste en determinar cómo se llega a
compromisos que cada uno de los actores estime
satisfactorios y se comprometa respetar” (Smouts,
1993:522).
En este sentido, la regulación social no es un
conjunto de reglas específicas ni un consenso que
iguale a los actores, sino que es concebida como
un proceso en el que la regla se produce en un
permanente juego de intercambios, ajustes mutuos y
negociaciones. Este enfoque considera lo irracional
y el enfrentamiento: “las reglas no se establecen
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de una vez por todas […] sino que se elaboran y se
reelaboran en respuesta a los resultados mismos de la
acción, en una negociación incesante que establece
nuevas diferenciaciones, jerarquías y división de
tareas” (Smouts, 1993:522). En síntesis, los actores
“transforman las reglas jugando” (Reynaud, 1988) y
las reglas son un compromiso lábil, constantemente
sometido a la indeterminación:
Una regla social no es un contrato que fije de
modo explícito y exhaustivo los derechos y los
deberes; más bien, es la formulación incompleta,
y en parte implícita, de un compromiso
recíproco en un juego social que, por lo menos
en determinados aspectos, es un juego de
cooperación (Reynaud, 1991:121).
Al respecto, Zurbriggen (2006:73) anota que “la
creación institucional es un proceso continuo,
sustentado sobre la base de reglas construidas
socialmente en determinados contextos históricos y
políticos”. Sin embargo:
…por muy sólida y permanente que aparezca
una institución, los agentes pueden elegir
determinadas opciones y romper determinadas
reglas. Estas, entonces, no son permanentes y
pueden cambiar, en parte, en función de las
decisiones estratégicas de los agentes dentro
de la estructura, y estas decisiones estratégicas
representan respuestas tanto a factores
endógenos como exógenos (2006:73).
Por otro lado, ante la dificultad que para los actores
resulta llegar a acuerdos estables, la tendencia a la
institucionalización ofrece la posibilidad de recurrir
a un “tercero garante” (un árbitro) que, si bien no
es capaz de crear una estabilidad a toda prueba,
facilita el desenvolvimiento del juego y su repetición
(Reynaud, 1997:28). Así, el juego es continuo pero
se transforma gradual o intermitentemente. La
regulación, en resumen, es el proceso en el que los
actores reproducen una relación social a pesar de los
conflictos y contradicciones que la marcan.
Desde esta perspectiva, la permanencia o el
cambio de los sni es un proceso de construcción
y negociación de las reglas, los procedimientos y
62
los dispositivos que los constituyen, y ocurre en
un marco de relaciones de poder e interacciones
contradictorias entre los actores políticos del
municipio, donde los conflictos “significan una
ruptura, pero también una recomposición”
(Recondo, 2010:400). No obstante, igualmente
intervienen actores desde el exterior y esto no debe
perderse de vista.
Con este marco teórico es posible revisar
críticamente la historia y el estado actual del
fenómeno. En principio, es necesario identificar
los actores que intervienen, así como las estrategias
que emplean para conseguir la renegociación o
la permanencia de las reglas del juego político
municipal. En el entendido de que quizá con el
examen de muchos casos regionales sea posible
elaborar una propuesta teórica que nos permita
reinterpretar el fenómeno político de los sni.
Notas para un acercamiento a la
realidad municipal de los sni en Oaxaca
El marco legal y el ambiente político en el que se
llevaron a cabo las elecciones locales de Oaxaca
a partir de 1995 fueron consecuencia (y también
causa) de una recomposición de fuerzas en la
entidad y de la emergencia de nuevas condiciones
en el país (signadas, sobre todo, por el proceso
de democratización del sistema político y la
descentralización de recursos del gobierno
federal hacia los municipios), lo que propició
nuevas disputas y pugnas internas por el poder
municipal y por la distribución de sus recursos,
particularmente entre las agencias municipales y
las cabeceras.
En un primer acercamiento, el municipio está
integrado por grupos que se organizan en torno
a intereses diversos y a veces encontrados, y es la
confrontación bajo reglas respetadas por todos
lo que garantiza el sostenimiento del sni. Cabe
señalar que en los casos en que no son eficaces
las instancias internas para procesar y resolver el
conflicto, principalmente la Asamblea General
Comunitaria (agc), los actores recurren a los
organismos electorales (el ieepco y los tribunales
electorales), a instancias gubernamentales externas al
municipio (como la Secretaría General de Gobierno
del Estado, segego), la legislatura local (facultada
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para designar un administrador municipal)12 o
incluso a organismos como los partidos políticos
y las organizaciones civiles. De tal manera que se
configura una estructura de actores que puede verse
esquematizada en la figura 1.
Figura 1. Estructura de actores en la renegociación de acuerdos y reglas de los sni
Fuente: Elaboración propia.
A esto se agrega el hecho de que, si bien existen
muchos municipios en los que no han ocurrido
conflictos y rivalidades, los desacuerdos entre
grupos siguen siendo regulados con mayor o menor
eficacia mediante las normas, procedimientos y
12
Según la Constitución Política de Oaxaca (artículo 59, fracción
xiii), es facultad del Congreso local “la designación de un encargado
de la Administración Municipal, cuando por cualquier circunstancia
especial no se verificare la elección de algún ayuntamiento o se hubie-
re declarado nula o no válida” (Congreso del Estado Libre y Soberano
de Oaxaca, 2014). Organizaciones civiles, municipios, expertos y par-
tidos de oposición rechazan este recurso aplicado a los municipios
bajo régimen consuetudinario, ya que vulnera su derecho al auto-
gobierno y, se presume, ha sido convertido en un botín político por
los partidos que dominan el Congreso. Además, no están claramente
acotados su periodo y sus facultades, lo que facilita la corrupción y la
malversación de los recursos municipales (Juan Martínez, 2015:4 y
19), pues aunque su función principal es conseguir que la comunidad
alcance acuerdos que garanticen las condiciones para una elección
extraordinaria, el hecho es que a menudo el administrador municipal
se queda el trienio completo.
63
dispositivos de la agc. Hay también muchos otros
municipios en los que las rupturas y antagonismos
sobrepasan las posibilidades de autorregulación y los
actores municipales involucrados en la controversia
electoral terminan recurriendo a instancias externas,
vulnerando así el resquicio de autogobierno que
parece ser lo más valioso del reconocimiento.
La importancia del fenómeno ha llevado a buscar
definiciones sobre el conflicto electoral. Aguilar
(2009) los define como: “aquellos en los que los
perdedores impugnan los resultados con moviliza-
ciones y protestas”. Por su parte, Velásquez (2012:9)
apunta que el “conflicto postelectoral” se configu-
ra, en términos generales, como “un desacuerdo
público que existe entre grupos o colectividades
respecto a las reglas electorales y consecuentemente,
un cuestionamiento a los resultados de la elección”.
Es decir, el centro de la disputa es el procedimiento
de la elección, por lo que se cuestiona el sistema
consuetudinario y se buscan cambios en las reglas
de renovación de los poderes locales. El ieepco ha
adoptado la definición general anterior y la ha some-
tido a discusión entre un grupo de especialistas que
elaboraron la siguiente definición:
[El conflicto] se presenta cuando existe un des-
acuerdo de carácter público –entre grupos o co-
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lectividades– respecto a las reglas, instituciones,
procedimientos, valores y prácticas sociocultu-
rales y políticas mediante las cuales tradicional-
mente se legitima la representación política en el
Ayuntamiento, y en el cual, la causa sustantiva
del problema (de carácter político) se traduce en
una demanda de cambios procesales (de carácter
electoral) frente a lo cual puede intervenir el
Estado (Instituto Estatal Electoral y de Partici-
pación Ciudadana de Oaxaca, ieepco, 2014:31).
Esta explicación está orientada por la suposición de
que el conflicto electoral solo es relevante cuando
“puede intervenir el Estado”, y no toma en cuenta los
recursos de la comunidad para resolver su discordia
ejerciendo su autogobierno. Sin embargo, tiene en
cuenta la tensión entre grupos o actores que presionan
hacia el cambio en los acuerdos, reglas, procedimien-
tos y dispositivos de los sni, así como la posibilidad
de que intervengan actores externos al municipio.
También es muy relevante la propuesta de
Velásquez (2012) para una tipología de las formas
y causas del conflicto, misma que ha sido retomada
por el ieepco (2014), y consiste en cuatro categorías
(cuadro 1).
Cuadro 1. Tipo de conflictos electorales en municipios regidos por sni
Tipo Conflicto básico
Controversia entre cabecera y agencias
A municipales y/o de policía
(En 2010 hubo 29 casos: 35%)
Controversias entre grupos
B políticos/Faccionalismo interno (En
2010 hubo 39 casos: 48%)
Faccionalismo interno / Tensiones
Cabecera-Agencias
C ganar votantes a favor de agrupaciones políticas que
Es una combinación de A y B.
(En 2010 hubo 9 casos: 11%)
Faccionalismo interno / Comunidad
D translocal
(En 2010 hubo 5 casos: 6%)
Fuente: Velásquez (2012:10-14); ieepco (2014:32-44).
64
Esta diversidad en las formas del conflicto
y en la estructura de actores, trae consigo
distintas reformulaciones de la normatividad
consuetudinaria, mismas que llevaron a Hernández-
Díaz y Juan Martínez (2007:290-295) a proponer
una clasificación de los municipios, según el proceso
de transformación o resistencia al cambio, en cinco
grandes grupos:
1) Municipios de cambio reflexivo, donde “las
reglas internas del juego político están en un
proceso de renovación en forma elaborada,
reflexiva y con la participación de los diversos
actores locales. Se realiza un proceso de consulta,
deliberación y participación ciudadana, en la
que están llegando a acuerdos básicos para el
funcionamiento de sus sistemas de organización
interna, manteniendo la cohesión social.” Los
autores refieren casos como los de Santa María
Tlahuitoltepec, Mixe; Totontepec, Mixe; Santa
Ana del Valle; Santa Catarina Ixtepeji; Yatzachi
el Bajo; San Mateo Xindihui. Incluso anotan
dos casos en los que se produjeron estatutos
comunitarios: San Francisco Cajonos y San
Dionisio Ocotepec. En resumen, en estos
Características
Se pone en cuestión si las comunidades integrantes
del municipio (agencias municipales y/o de policía)
tienen o no derecho a participar en la elección del
ayuntamiento, dado que tradicionalmente ha sido
prerrogativa de la cabecera municipal. (Control de la
representación y distribución y control de los ramos
28 y 33)
Se presentan en municipios cuya dinámica electoral
es altamente competitiva entre facciones o grupos
políticos, independientemente de si participan o no
las comunidades o agencias que integran el
municipio. Uno de los grupos tiene el respaldo del
poder municipal y el otro se opone al que ocupa el
poder municipal.
Se alienta la exigencia de participación de las
agencias como parte de una estrategia política de
disputan el poder en el interior de la cabecera
municipal y así hacen contrapeso a sus adversarios.
Los grupos de radicados o migrantes se convierten
en un elemento estratégico para inclinar la balanza
en las votaciones, o bien, se constituyen como
agentes de cambio social.
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municipios “se ha mostrado la flexibilidad de
este régimen electoral de usos y costumbres para
adecuarse a las nuevas circunstancias de la lucha
política”.
2) Municipios de cambio pragmático, donde “las
diferencias que se tienen respecto a las reglas
se están dirimiendo de manera pragmática,
en el proceso mismo de la elección y/o en las
asambleas comunitarias o en los mecanismos de
organización y designación del sistema de cargos.
Ahí los acuerdos se toman en el momento en que
se presentan las diferencias respecto a las reglas
o bien cuando surge una situación nueva, o un
actor emergente desea participar en el proceso
electoral.” En este caso, los autores no señalan
casos particulares.
3) Municipios en pugna, donde “las diferencias
internas han degenerado en graves conflictos,
incluso con enfrentamientos violentos. Sin
embargo, la agudización de estas contradicciones
internas ha obligado a los diversos actores a
negociar y buscar salidas a las diferencias,
generando nuevas reglas del juego político e
inéditas soluciones a esa conflictividad interna.”
En este caso, los autores señalan municipios
como Mazatlán Villa de Flores, Santa
Catarina Zapoquila, Santa María Chilchotla,
Tlacochahuaya, San Juan Mixtepec, que son
“ejemplo de esta creación de nuevos acuerdos y
un nuevo orden político municipal”. Incluso,
anotan que en estos lugares se han mezclado
mecanismos del sistema de partidos (como el uso
de urnas, voto secreto, planillas y representación
proporcional) con la participación deliberativa
que acostumbran estas comunidades.
4) Municipios con fuertes disputas internas,
donde “el conflicto ha hecho crisis, rebasando
a las instituciones comunitarias y desbordando
las fronteras municipales”. Casos como el de
Amoltepec, Quetzaltepec, Yalalag, Loxicha
o San Martín Itunyoso, son muestra de esta
categoría. En algunos de estos municipios
se canceló, por lo menos temporalmente, la
posibilidad de acuerdo entre “las facciones”,
65
tanto así que incluso esta “crisis institucional
ha conducido a la violencia y la ruptura del
tejido social comunitario, al mismo tiempo
que permite la intromisión de agentes externos
y se violenta la autonomía municipal.” Estos
casos, donde se anulan las elecciones o no hay
condiciones para llevarlas a cabo, son los más
propicios para que el gobernador o el Congreso
local designen un agente externo para que los
gobierne: el administrador municipal. Los
autores también culpaban de esta situación
al “marco jurídico limitado, que no establece
canales institucionales para resolver este tipo de
discrepancias.”
5) Municipios conservadores, que son aquellos
“donde las formas de gobierno parecen funcionar
correctamente; hay estabilidad política y social,
eligen a sus autoridades como lo marca la
tradición y continúan con su sistema de cargos.
Los cambios son imperceptibles, y no parece
haber intención o condiciones para que esta
situación sea modificada, al menos en el corto
plazo”. Sin embargo, en estos casos el problema
se halla, según los autores, en el “desfase entre
su organización tradicional y la realidad”, entre
la aparente inmovilidad de la organización
político-social comunitaria y las aceleradas y
profundas transformaciones de las condiciones
políticas, económicas y sociales de los
municipios. Las reformas constitucionales que
dieron mayores responsabilidades, facultades,
derechos y recursos a los municipios, chocaban
con una estructura institucional semejante a
la que tenían antes de dichos procesos, lo que
también llevaba a confrontaciones internas,
ineficiencia, corrupción y centralismo. El
resultado era el anquilosamiento de la estructura
de la organización político-social; detectaban un
déficit en su capacidad de adecuación.
Esta clasificación de municipios fue propuesta
por sus autores considerando la experiencia de los
cuatro procesos electorales ocurridos de 1995 a
2004, por lo que está pendiente una actualización o
reformulación de esta propuesta a la luz de nuevas
investigaciones empíricas.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Hay otros factores que deben considerarse,
por ejemplo la intervención y las facultades de los
organismos electorales. Las reformas electorales de
la entidad, ocurridas en 1995 y 1997, carecieron
de instancias y procedimientos adecuados para
solucionar los conflictos. En esta primera etapa,
las controversias suscitadas fueron atendidas, en
primera instancia, por el Instituto Estatal Electoral
(iee)13 y en última por el Congreso del estado
incluso por la segego. Pero la conciliación y la
negociación política eran los instrumentos de
atención, por lo que a menudo estas instancias
fueron acusadas de parcialidad y de ser órganos
partidistas. Sus soluciones a veces terminaron
agudizando el conflicto.
En cuanto al trabajo de elaboración de
jurisprudencia, los tribunales electorales (local
y federal) han actuado, sobre todo desde 2001,
para enfrentar las impugnaciones de los resultados
electorales, pues fue en ese año cuando se reconoció
en la Constitución Política el derecho de los pueblos
indígenas a su libre determinación y autonomía para
organizarse y elegir a sus autoridades mediante sus
procedimientos tradicionales (Recondo, 2013). Sin
embargo, ya desde 1999 el tepjf intervino en la
solución de controversias electorales en municipios
de sni (Velásquez, 2012:9 y Recondo, 2013:33).
Por su parte, el teeo no podía intervenir por la
simple razón de que no existía una reglamentación
que le permitiera hacer un juicio en esos casos
(Anaya, 2005:20 y Recondo, 2001:98-100), pues
fue recién en 2008 cuando se promulgó la Ley del
Sistema de Medios de Impugnación en Materia
Electoral y de Participación Ciudadana para el
Estado de Oaxaca y por fin el teeo pudo intervenir
en las controversias surgidas (Recondo, 2013:43).
Finalmente, en 2012 se reformó el cippeo
y, entre otras cosas, otorgó al ieepco mayores
facultades como mediador en los conflictos. En
este marco, en junio de 2013 este último aprobó
los lineamientos y la metodología para que la
Dirección Ejecutiva de Sistemas Normativos
Internos (desni)14 pueda mediar en los casos de
13
Se trata del antecedente inmediato del actual ieepco, que cambió
de denominación en 2010.
14
La desni es la instancia del ieepco especializada en atender di-
66
controversias electorales en municipios bajo régimen
consuetudinario (Acuerdo del Consejo General
del Instituto Estatal Electoral y de Participación
Ciudadana de Oaxaca, cg-ieepco-59/2013)
Encontramos, entonces, que ha sido lento y
difícil el proceso de adaptación de las propias
instituciones electorales y lo mismo puede decirse
de los sni de cada municipio. En fin, se puede
decir que los sni de Oaxaca transcurren por una
etapa de transformación en la que muchos de los
conflictos postelectorales se resuelven mediante la
imposición de reglas y resoluciones de un poder
institucional externo (los Tribunales Electorales y el
ieepco, principalmente), puesto que a menudo las
instituciones de autogestión (como la agc) carecen
de fuerza, capacidad y credibilidad para mediar y
resolver las controversias entre actores políticos en el
interior del municipio.
Pero no todo se reduce a la esfera jurídico-
política, sino que los cambios atañen,
principalmente, a la recomposición social y a la
emergencia de nuevos actores que tiene lugar en el
escenario local y regional. En efecto, es notorio que
en las últimas décadas se acrecientan las acciones
de reclamo de grupos ciudadanos para que se
respeten sus derechos políticos en los municipios,
donde la costumbre y la tradición excluía a mujeres,
avecindados o habitantes de las agencias. La
presión de estos nuevos actores políticos hacia los
núcleos que buscan mantener las prácticas políticas
tradicionales que atentan contra los derechos de los
ciudadanos ha ido transformando los equilibrios en
el interior de los municipios.
También conviene señalar que, formalmente,
en los municipios de sni no existe la actividad
de los partidos políticos, pero es indudable que
hay corrientes políticas con cercanías o simpatías
partidistas. El régimen de sni está atravesado por
los intereses políticos de grupos regionales de poder
ligados a los partidos, principalmente al Partido
Revolucionario Institucional (pri), al Partido de la
Revolución Democrática (prd) y al Partido Acción
Nacional (pan).
rectamente los procesos de elección y controversias que surjan en los
municipios regidos por sni.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
En la libre determinación de los municipios
participan fuerzas externas, como el ieepco, los
tribunales y los partidos políticos. Además, las
propias fuerzas internas abren las puertas a la
intervención de los intereses partidistas y claman
por la injerencia de entidades externas como la
policía, los observadores electorales o “alguien”
que vigile los procesos en los que debería haber
autogestión.
Nuevos modos de regulación se imponen.
Pero un rasgo actual de los sni es claro: no son
“los actores comunitarios” los únicos que actúan
en la determinación de la norma y la regulación.
No es solo un juego mutuo interno, sino que
entraña la participación de actores externos, con
más poder y con objetivos de transformación
del régimen de elección mediante los sni, que se
imponen a la “autonomía” local. En este sentido,
parece que a menudo el poder y los objetivos del
“tercero garante” prevalecen (Reynaud, 1991),
esto en referencia a los criterios de los tribunales
y del ieepco, cuya función no se reduce a la de
“aval” y “árbitro”, sino también como autoridad
y actor interesado en promover y defender reglas
determinadas, en este caso las de la democracia
liberal individualista.
Conclusiones
El enfoque de creación de instituciones para
mantener un bien público mediante acuerdos
sostenidos por los actores (Ostrom, 2015, North,
1995 y Nohlen, 1994 y 2006), que actúan
estratégicamente en función de las oportunidades
abiertas en la estructura socio-política (Tarrow,
1997, Crozier y Friedberg, 1990 y Cohen y Arato,
2000), y la perspectiva de regulación social
(Reynaud, 1991, Zurbriggen, 2006), nos ofrecen
la posibilidad de estudiar los sni en cuanto arreglo
institucional que se construye y transforma
mediante relaciones de poder entre actores
colectivos estratégicos, con posiciones e intereses
contradictorios. Es decir, los acuerdos, reglas,
procedimientos e instituciones que dan forma
a los sni locales son producto de la interacción
contradictoria entre los actores colectivos del
municipio. El sni se sostiene y cambia en el juego
67
mismo de las relaciones de poder entre los actores,
que aprovechan las oportunidades ofrecidas por la
coyuntura política.
Lo anterior llama la atención en el hecho de que,
para entender la estructura del marco de acuerdos,
esto es, la institución tradicional misma, es
necesario considerar su devenir histórico, porque es
precisamente ahí, en ese transcurso, donde se puede
comprender cómo llega el sni a desarrollar esa
forma de ser y de actuar y así entender el estado de
cosas presente. En resumen, en necesario considerar
la historia en este análisis.
Cuando se dice “el estado de cosas presente”,
quedan incluidos los conflictos suscitados, así como
la interacción en el interior del municipio y con los
actores externos, de manera que el examen permita
aclarar preguntas fundamentales: ¿cómo surgieron
los conflictos? ¿qué soluciones se están ensayando?
¿hacia dónde apunta la tendencia de desarrollo de
los sni?
En este enfoque el conflicto juega un papel
importante porque, finalmente, es el origen visible
de estos cambios en el marco de acuerdos y de reglas
que se convierten en institución, es lo que genera la
necesidad de readaptación y cambio en el sni. No
obstante todos los cambios que pueda haber, es im-
portante tener presente que “las limitaciones infor-
males encajadas en costumbres, tradiciones y códigos
de conducta son mucho más resistentes o impenetra-
bles a las políticas deliberadas” (North, 1995:17). Así
que es de esperarse un nuevo orden político donde
el rediseño de las instituciones locales se beneficie
de la flexibilidad y la capacidad de este sistema para
adaptarse a las tensiones que lo atraviesan.
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Electoral y de Participación Ciudadana
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el que se aprueban los Lineamientos y
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Universidad Católica de Chile.
Horizontes liminares
Resistir en los márgenes del territorio: Atenco 2016
Horizontes liminares es una serie de 10 imágenes
tomadas en el transcurso de mi trabajo de campo
etnográfico como estudiante del doctorado en
Antropología Social entre los meses de marzo y
septiembre de 2016. Esta serie se divide en dos
partes, ambas fueron reconocidas con menciones
honoríficas en dos concursos de fotografía, uno
convocado por el iv Congreso Mexicano de
Antropología Social y Etnología y el otro por el
Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la
Universidad Iberoamericana.
Ambas series narran por medio de objetos y
vistas –como cotas de nivel, herramientas de trabajo
y avances en las obras del aeropuerto– la lucha
por el agua, la tierra, el territorio y el conflicto
de espacialidad que se vive hoy en San Salvador
Atenco, San Francisco Acuexcómac, San Cristóbal
Nexquipáyac y San Miguel Tocuila.
Todas las imágenes proceden de
pronunciamientos públicos, asambleas y caminatas
en las que he tenido la oportunidad de acompañar
a miembros del Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra. Decidí no incluir sujetos porque considero
que la relación confrontativa entre siluetas, objetos
diversos y el paisaje local, narran adecuadamente
la lucha que viven diariamente los pueblos
mencionados contra el emplazamiento del Nuevo
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México
(naicm) en los márgenes de su territorio.
La mañana del 22 de octubre del 2001,
habitantes de los municipios de Atenco y
1
Maestra en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana.
Doctorando en Antropología Social en la misma institución. Becaria
del doctor Roger Magazine en la línea de investigación: En bus-
ca del pasado postindígena, antropología en historia del México rural.
Contacto: ariadna.ramonetti@gmail.com
71
Ariadna Ramonetti Liceaga1
Texcoco, ubicados en la ribera nororiental2 del
antiguo lago, fueron notificados por la entonces
Secretaría de la Reforma Agraria y otras instancias
gubernamentales, que el Estado mexicano les
expropiaría “por causa de utilidad pública” más
de 5 mil hectáreas de tierra para emplazar allí el
Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México (naicm).3 En esta coyuntura surge el Frente
de Pueblos en Defensa de la Tierra (fpdt)4, cuyos
2
La ribera nororiental del lago de Texcoco está habitada por aproxi-
madamente 40 000 personas que viven en los siguientes pueblos:
Colonia Francisco I. Madero, La Magdalena Panoaya, San Cristóbal
Nexquipáyac, San Francisco Acuexcómac, San Luis Huexotla, San
Miguel Tocuila, San Pablito Chiconcuac, San Salvador Atenco,
Santa Cruz de Abajo, Santa Cruz de Arriba, Santa Isabel Ixtapan
y Zapotlán. Estos pueblos viven principalmente de actividades agrí-
colas y del comercio; confluyen entre los municipios de Texcoco y
Atenco. A esta ribera, sus habitantes aún la nombran como la “costa
chica”, por la forma de “C” invertida que rodea el lago y en donde
estas poblaciones han dispuesto vivir desde tiempos prehispánicos.
3
SEGOB. Diario Oficial de la Federación, 22/10/2001. Recuperado
de http://dof.gob.mx/index.php?year=2001&month=10&day=22; La
Jornada, 22 de octubre, 2001; Entrevista concedida por I. del Valle
el 2/marzo/2016.
4
El expediente del caso 3/2006: ingresado ante la Suprema Corte
de Justicia de la Nación (SCJN), define lo siguiente respecto al
FPDT: “El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra se formó a fi-
nales de dos mil uno con ejidatarios de la región de Texcoco, Estado
de México, principalmente de San Salvador Atenco, cuyo objeti-
vo inicial fue oponerse a la expropiación de sus tierras, en las que
se pretendía construir el aeropuerto de la Ciudad de México; pero
después que tuvieron éxito en cuanto a ese objetivo, subsistió rei-
vindicando tanto reclamos propios como de otros movimientos
sociales, incluso se adhirieron a diecisiete organizaciones sociales,
entre ellas a la denominada “La Otra Campaña”, al Frente Popular
Francisco Villa, al Consejo General de Huelga y a los Estudiantes
de la Universidad Autónoma de Chapingo.” En el cuerpo de mi tesis
doctoral esta definición se confronta con lo que mis interlocutores
piensan de su movimiento social. Se incluye esta definición por una
cuestión de espacio. Recuperado de https://www.sitios.scjn.gob.mx/
codhap/sites/default/files/engrosepdf_sentenciarelevante/FAC%20
INVESTIGACION%20ATENCO%20SEFI%203-2006(1).pdf
 Departamento
Artículos y Ensayos
de Sociología
de Sociología
Rural /Rural
integrantes repelieron temporalmente la incursión
del Estado, consiguiendo mediante instancias
legales y acciones colectivas contenciosas, revocar
definitivamente el 2 de agosto de 20025 el decreto
expropiatorio emitido por el gobierno de Vicente
Fox Quesada. Los enfrentamientos costaron la vida
del ejidatario José E. Espinoza Juárez.6
La resistencia de los habitantes de Atenco7 a
ser expropiados e indemnizados por el Estado
mexicano fortaleció regionalmente al fpdt, que
no se desintegró después de la victoria alcanzada
en los tribunales. Continuó erigiendo repertorios
de confrontación y argumentos que servirían
para que otras causas regionales plantearan sus
reivindicaciones. Al menos así ocurrió hasta el 3
de mayo de 2006 con la incursión de la policía
municipal, federal y estatal en la cabecera de
Texcoco de Mora, para impedir que un grupo de
vendedores se instalaran en las inmediaciones del
mercado Belisario Domínguez en Texcoco. Estos
eran apoyados en sus demandas por el Frente de
Pueblos en Defensa de la Tierra.
5
SEGOB. Diario Oficial de la Federación, 06/08/2002. Recuperado
de http://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=721553&fec
ha=06/08/2002
6
Entrevista concedida por A. Espinoza el: 4/mayo/2016.
7
El vocablo Atenco significa en la orilla o en la boca del agua. (Atenco
(ã-(tl), `agua´; tên-(tli), `labio, orilla´) pertenecería al grupo de forma-
ciones con una raíz pronominal indefinida y un sufijo que posee un
recurso descriptivo y refiere a un lugar, funcionando como un ele-
mento nuclear: `en la orilla del agua´. El sufijo –c es un elemento que
refiere el nombre al que se adhiere. Significa `en´ y se convierte en –co
cuando la raíz del vocablo termina en consonante. “El vocablo tên-
(tli), `labio, orilla´; alude a “una parte del cuerpo humano para des-
cribir así metafóricamente algunas características geográficas del sitio
que [connota]”. Miguel León Portilla (1982). Los nombres de lugar
en Náhuatl. Su morfología, sintaxis y representación glífica. Ciudad
de México: Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 15, UNAM, p. 37-72.
Con Atenco me refiero solo a los pueblos en resistencia abierta en
contra del NAICM, no al municipio mexiquense que lleva el mismo
nombre. Esto lo enuncio así porque los simpatizantes y militantes del
FPDT se nombran a sí mismos como los “habitantes del territorio
rebelde de la orilla del agua”, además estos pueblos colindan geo-
gráficamente, por lo que forman una unidad territorial e histórica.
Estos son: San Miguel Tocuila, la Magdalena Panoaya, Santa Cruz
de Abajo y de Arriba en el municipio de Texcoco, y en el municipio
de Atenco son: San Salvador Atenco, San Francisco Acuexcómac, San
Cristóbal Nexquipáyac, Colonia Francisco I. Madero, Zapotlán y La
Pastoría.
72
UACh
Este hecho devino en la implementación del
operativo Rescate8 el 4 de mayo en San Salvador
Atenco, ordenado por el entonces gobernador del
Estado de México, Enrique Peña Nieto, y otras
autoridades federales, estatales y municipales. El
operativo resultó en la detención de 2179 personas
y en la muerte de otras dos: el estudiante Alexis
Benhumea, quien recibió el impacto de un proyectil
de gas lacrimógeno, y el menor Francisco Javier
Cortés por un disparo a quemarropa con un arma
calibre .3810, así como en la ejecución de varios
delitos contra los derechos humanos que arrojaron
pruebas suficientes para que la Suprema Corte de
Justicia de la Nación dictaminara que se habían
violado gravemente las garantías individuales
establecidas por la Constitución. Me refiero a
torturas, privaciones de la libertad y las violaciones
sexuales que sufrieron 31 mujeres a manos de las
policías federales, estatales y municipales. Todo
ello ocurrió durante dos días aciagos que los
habitantes de la región recuerdan con mucho dolor
como “mayo rojo”11 el cual ha sido profusamente
documentado por los medios de comunicación y
otras investigaciones de carácter jurídico, académico
y periodístico.
Solo cuatro años después de que fueron liberados
los últimos 12 presos de Atenco, el 1º de septiembre
de 2014, en el contexto de su Segundo Informe
8
El operativo llamado Operación Rescate con todas las implicaciones
semánticas que este puede tener (¿Rescatar a la comunidad de quién?
¿De ellos mismos?) fue ejecutado por: Policía Federal Preventiva,
Agencia de Seguridad del Estado de México y Policía Municipal de
Texcoco, así como, en un primer momento, personal de la Dirección
General de Regulación Comercial del Municipio de Texcoco.
9
Las narraciones de cinco entrevistados solamente respecto a lo ocu-
rrido el 3 y 4 de mayo en Atenco, no coinciden entre sí sobre la can-
tidad de detenidos y de mujeres violentadas sexualmente, por lo que
se utilizan las cifras oficiales incluidas en el: Dictamen que valora la
investigación constitucional realizada por la comisión designada en el
expediente 3/2006, integrado con motivo de la solicitud formulada por
el ministro Genaro David Góngora Pimentel, para investigar violaciones
graves de garantías individuales, publicado por la SCJN en: https://
www.sitios.scjn.gob.mx/codhap/sites/default/files/engrosepdf_sen-
tenciarelevante/FAC%20INVESTIGACION%20ATENCO%20
SEFI%203-2006.pdf
10
Declaración en video obtenida por el Centro Agustín Proh y trans-
crita por el periódico La Jornada, mayo 11, 2006. Recuperado de
http://www.jornada.unam.mx/2006/05/11/index.php?section=politi
ca&article=003n1pol
11
Entrevista concedida por T. Ramírez el: 4/05/2016.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
de Gobierno, el ahora presidente de la República,
Enrique Peña Nieto, anunció la construcción del
Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México en el lecho del lago de Texcoco. Tanto
el aeropuerto, como sus obras complementarias
se emplazan desde la primera mitad de 2015
en dicha zona. Esto ha derivado en una pugna
territorial entre la comunidad de Atenco, por un
lado, y dependencias del gobierno federal, como la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes (sct)
y empresas adjudicadas para la construcción del
naicm, por el otro, ya que a diferencia del primer
proyecto aeroportuario, en esta ocasión no se emitió
ningún decreto expropiatorio, sino que se llevó a
cabo una pasiva y silenciosa compra de tierras por
parte de la Comisión Nacional del Agua (conagua),
documentada desde 2007 por habitantes de San
Salvador Atenco, San Francisco Acuexcómac, San
Cristóbal Nexquipáyac y San Miguel Tocuila, y
también a partir de extorsiones, secuestros y otras
actividades delictivas para obligar tanto a ejidatarios
como a posesionarios a vender sus parcelas.12 Las
tierras adquiridas por la conagua, con el pretexto
de servir como zona de regulación hidrológica
para los drenajes de la Ciudad de México que
convergen en el lecho del lago de Texcoco, fueron
en realidad cedidas a la sct13 que a su vez las otorgó
al Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México
(gacm)14 para emplazar el naicm y sus obras
complementarias.
La primera etapa de la construcción del
aeropuerto ha provocado una escalada de la
violencia a manos de un heterogéneo núcleo de
nuevos y viejos protagonistas: grupos de choque,
supuestamente contratados por las empresas
12
Información obtenida de comentarios informales de miembros de
la comunidad y volantes impresos denunciando dichas prácticas con
fotografías de los cheques y otros papeles.
13
SEGOB. Diario Oficial de la Federación, 19/09/2014. Recuperado
de http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5360896&fec
ha=19/09/2014
14
El Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, S.A. de C.V.
es una empresa de participación estatal mayoritaria responsable
de construir, administrar, operar y explotar el Nuevo Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México (NAICM), conforme al títu-
lo de concesión otorgado por el Gobierno Federal y publicado en el
Diario Oficial con fecha 26 de enero de 2015. Recuperado de http://
www.aeropuerto.gob.mx/gacm/quienes-somos.php
73
que construyen las obras complementarias del
aeropuerto para resguardarlas, exvisitadores agrarios
devenidos en promotores de venta de tierras,
abogados de las dependencias federales, contratistas;
corporaciones policíacas, el ejército mexicano, y de
nueva cuenta, el Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra.
No toda la zona limítrofe con el antiguo lago
de Texcoco ha sido vendida u otorgada mediante
el dominio pleno de las respectivas asambleas
ejidales, y este es un dato que tanto contratistas
como miembros de instancias gubernamentales
desconocían –al menos hasta el año pasado–, lo
que los ha llevado a incidir en parcelas que aún
pertenecen a posesionarios y ejidatarios.
Este heterogéneo grupo de viejos y nuevos
protagonistas que menciono, ha incursionado en
el territorio de Atenco desde los bordes del lago
de Texcoco en repetidas ocasiones. En varias de
ellas han sido repelidos por integrantes del fpdt,
quienes han tenido que recorrer los márgenes
del territorio en disputa y emplazar guardias,
campamentos y puntos de vigilancia para tratar
de impedir que los contratistas del naicm con sus
obras complementarias, y el Estado, tomen pozos,
brechas, cerros y cualquier otro espacio que sirva al
libre tránsito y circulación de los habitantes de la
comunidad.
Horizontes liminares busca enunciar este
conflicto de espacialidad a través de diez imágenes
que sugieren, de manera muy sutil, la política y la
poética de los desplazamientos implícitas en esta
lucha que el fpdt ha librado en el último año para
defender su territorio.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural

Horizontes liminares I:
Cota de nivel hecha de madera;
fue colocada en la parcela de un
ejidatario de San Salvador Atenco
por los topógrafos del naicm y
retirada por miembros del fpdt en
un recorrido realizado en la tabla
ejidal denominada El Paraíso.
Las cotas de nivel sirvieron como
mobiliario temporal para los
campamentos, de los cuales ya no
queda ninguno. Esta cota azul
está encajada en el suelo del lago
de Texcoco, sostiene una lona que
cubría a la gente del sol.

Horizontes liminares II:

Cancha de fútbol trazada con un
palo y un machete a un costado
del campamento del fpdt en la
tabla ejidal El Paraíso. Al fondo
se observa la vegetación endémica
del lago de Texcoco, en donde
todavía se encuentran y recolectan
verdolagas y quelites silvestres. Las
montañas que se observan al fondo
son de la Sierra de Guadalupe.

74
Departamento de Sociología Rural / UACh

Horizontes liminares III:

Amanecer en El Paraíso. Había
llovido una noche anterior y el
suelo estaba muy húmedo. Las
marcas son de los diversos autos
y camionetas que arribaron esa
mañana al campamento, el cual
servía como punto de reunión,
pues debía hacerse un recorrido
en los bordes de las tierras
ejidales y las obras del naicm con
peritos del juzgado 5º de Ciudad
Nezahualcóyotl. Los árboles que se
distinguen al fondo son los límites
entre los ejidos de San Salvador
Atenco y Acuexcómac.

Horizontes liminares IV:

Nuevamente, cotas de nivel
hechas en madera que fueron
retiradas por miembros del fpdt
en diversos recorridos, fungían
como mobiliario para los diversos
campamentos. En esta ocasión
se realizaron bancas para que
las personas que resguardaban
los campamentos de los cerritos
de Huatepec y Tepetzinco en
Nexquipáyac, tuvieran en donde
sentarse.

75
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural

Horizontes liminares V:
El machete, símbolo de la resisten-
cia en Atenco, encajado en el lecho
del lago de Texcoco. En él puede
leerse la inscripción “Vivos los que-
remos”, en alusión a la lucha que
libran los padres de los 43 norma-
listas de Ayotzinapa para encontrar
a sus hijos. El fpdt de Atenco es
solidario con esta causa y cada fin
de mes suelen acompañar a los
padres de los normalistas a marchar
y manifestarse en diversos actos
públicos, portando los emblemáti-
cos machetes que han caracterizado
a la acción colectiva de esta región
durante 16 años.

Horizontes liminares VI:

Una lona está a punto de ser subida
al kiosko de San Miguel Tocuila. El
evento que estaba por comenzar era
el Contrainforme de Gobierno. Un
pronunciamiento público contra los
proyectos extractivos y el despojo a co-
munidades por parte de corporaciones
y obras de infraestructura del Estado,
convocado por diversas organizaciones
regionales y de otras zonas del Estado
de México, así como de organizacio-
nes no gubernamentales que defienden
los derechos humanos. Esa soleada
tarde, también se discutió la Ley que
Regula el Uso de la Fuerza Pública en
el Estado de México impulsada por
el gobernador de la entidad, Eruviel
Ávila, la cual consiste en legalizar el
uso excesivo de la fuerza en marchas,
asambleas, reuniones y manifestacio-
nes públicas para restablecer el orden
y la paz social. El sobrenombre que sus
detractores le dieron fue “Ley Atenco”
por el operativo Rescate del 4 de mayo
de 2006 en San Salvador Atenco.

76
Departamento de Sociología Rural / UACh

Horizontes liminares VII:

Cotas de nivel encontradas en
el lecho del lago de Texcoco. A
unos cuantos metros de donde se
emplaza el naicm. El suelo del
lago de Texcoco se hunde entre los
dedos. Esta zona, antes conocida
como La Charca, posee un suelo
inestable, en donde el agua brota
a cada paso. Pueden distinguirse
breves brotes de agua y huellas de
los cascos de un caballo.

Horizontes liminares VIII:

Asamblea en el auditorio ejidal
de Santa Catarina del Monte, a
partir de la convocatoria de la
Red de Resistencias. En la imagen
se vislumbran las siluetas de los
líderes del fpdt, machete en
mano, mientras pronuncian las
consignas que los caracterizan:
“La tierra no se vende, se ama y se
defiende”.

77
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural

Horizontes liminares IX:

Si uno camina 3 km en línea
recta desde los ejidos de San
Salvador Atenco, encuentra
esto: el emplazamiento del muro
perimetral del naicm, rodeado
de un foso de agua para evitar
inundaciones. Hoy en día es
imposible llegar a pie hasta este
punto, ya que hay diversos grupos
de choque resguardando otra obra
complementaria al aeropuerto que
cruza entre el naicm y los ejidos
de Tocuila y Atenco: la carretera
Peñón-Pirámides, la cual cuenta
con un amparo de suspensión
definitiva. Sin embargo, se sigue
construyendo.

Horizontes liminares X:
Un campesino de Acuexcómac con
su herramienta de trabajo mientras
caminábamos en el lecho del lago
de Texcoco. Ésta nos servía para
cortar los matorrales que impedían
nuestro paso y los cuales crecían
entre las múltiples zanjas y canales
de agua que todavía se forman
en el lago, pese a que empezó a
desecarse por la acción humana
desde principios del siglo xx. La
hoz, como dispositivo simbólico
de enunciación e iconografía para
diversos movimientos obreros
y campesinos, posee una larga
historia en América Latina y el
Caribe.

78
La Cooperativa El Grullo, Jalisco: El azaroso
camino hacia el beneficio común1
Resumen
La Cooperativa El Grullo, constituida en el primer
lustro de los setenta, ha seguido un largo recorrido
en el ámbito urbano comunitario de la Sierra de
Amula, en Jalisco. Una peculiaridad distingue su
trayecto: su capacidad interna para tomar decisiones.
Esta gestión autónoma se ha preservado no obstante
las influencias, intereses y presiones de que ha sido
objeto, y que han llegado a mermarla. No obstante,
desde una perspectiva amplia se puede afirmar
que sus agremiados, dirigencias y cuerpos técnicos
han sabido mantener e incluso ampliar, en algunos
momentos, su soberanía para abordar, dar cauce y
resolver sus asuntos, lo que habla de la consolidación
del proyecto común. Pero no todo son luces y
éxitos, pues también han habido tropiezos, fallas y
resoluciones que le ocasionaron quebrantos hasta el
punto de llevarla al borde de su desaparición. Una
tensión marca este devenir: cómo llevar a cabo la
gestión administrativa y gerencial de una empresa,
sin perder, en este empeño, el espíritu cooperativo
que le da origen y significado. Esta es la historia
que queremos contar. Convencidos de que es
necesario acercarse a tales experiencias para valorar
sus enseñanzas, lo que en sí misma justifica este
interés, pero también es útil para dilucidar qué nos
1
Los autores agradecen el invaluable apoyo recibido en el curso del
trabajo de directivos, técnicos y agremiados de la Cooperativa El
Grullo. Las entrevistas y reuniones realizadas se encuentran mencio-
nadas en la bibliografía. Agradecemos, igualmente, las valiosas su-
gerencias y comentarios a este texto de los maestros Juan José Rojas
Herrera y Francisco Guerrero Anaya.
2
Profesor investigador del Centro Regional Universitario de
Occidente, Universidad Autónoma Chapingo.
3
Profesor investigador de Sociología Rural, Universidad Autónoma
Chapingo.
79
Joaquín Morales Valderrama2
Juan de la Fuente Hernández3
pueden decir [los gobiernos de los comunes] de cara
a la crítica situación por la que atraviesa el campo
mexicano y a la imperiosa necesidad de encontrar
nuevas rutas, formas y sentido de desarrollo.
Palabras clave: Cooperativa, acción colectiva,
autogestión, relaciones de poder, normas, acuerdos,
agremiados, directivas, técnicos.
Abstract
Founded in the first five years of the seventies, the
El Grullo Cooperative has followed a long journey
at community level in the Sierra de Amula, Jalisco.
A peculiarity distinguishes the path: its internal
capability to take decisions. This autonomy has
been preserved despite the influences, interests
and pressures it has been subject of, which have,
occasionally, undermined it. Nevertheless, it can be
asserted that from a medium-term perspective its
members, leaders and technical bodies have been
able to maintain and even at times expand their
sovereignty to deal with and resolve their issues,
which speaks of a certain consolidation of a shared
project. However, not everything has been light and
success. Alongside these achievements, there have
been setbacks, failures and resolutions that caused
such breakdowns that took the community to the
brink of disappearing. This is the story we want
to tell. We are convinced that these mobilizations
give an account of the collective experiences that
we need to approach. This is not only intended
to value its teachings, which in itself justifies this
effort, but also to elucidate what local self-managed
governments have to say regarding the Mexican
countryside critical situation and the imperative
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
need to find new ways, forms and senses of
development.
Key words: Cooperative, collective action, self-
managed, power relations, norms, agreements,
members, directors, technical bodies.
Introducción
Hoy en día hablar de organización provoca
encontradas reacciones. Para algunos evoca épocas
gloriosas de lucha y de sacrificio, de fraternidad y
solidaridad. Para otros, por el contrario, tiempos
de un férreo sistema corporativo de Estado, cuyas
figuras burocratizadas, centralizadas y jerarquizadas
aseguraban el control y la manipulación de los
adherentes, lo que constituía uno de los pilares del
régimen no democrático. También los hay quienes
asocian el término con colectivismos de toda laya
ya superados ante las modernas tendencias a la
entronización del individuo, alrededor del cual se
arman y desarman las estrategias y dispositivos de
atención públicas. Y sobran los que desde todo el
mosaico ideológico-político recelan a que adquiera
cuerpo y sentido y se convierta en un medio de
participación con voz propia, con quien no están
dispuestos a dialogar ni a convenir.
Por qué hablar, entonces, de organización de
campesinos y de pobladores en estos comienzos de
siglo xxi en un mundo rural que se ha transfor-
mado –al igual que el país– de manera vertigino-
sa, amplia y sustancial en las últimas décadas. La
respuesta es porque seguimos convencidos de que
la acción colectiva puede configurarse en un motor
del cambio social, que en la movilización radica la
diferencia y una de las claves para avanzar en un
itinerario de mudanza local y regional del campo
mexicano. Entendida ésta en sentido amplio, como
una transformación que tenga en la mira vigorizar
la producción alimentaria y sortear mejor los riesgos
inherentes a la vulnerabilidad con el exterior; que
aspire a encontrar vías de cómo salir de la pobreza y
la desigualdad sociales; que haga frente al ahonda-
miento de la anomia y la disgregación social, y que
procure fortalecer, por el contrario, la malla familiar
y comunitaria, y alentar la participación democráti-
ca en los espacios comunitarios y municipales.
80
De ahí que nos resulte indispensable acercarnos
a los caminos andados en el ámbito asociativo en
los últimos decenios, conocer las reconfiguraciones
que en este terreno han tenido lugar, las decisiones
adoptadas y los errores cometidos, las lecciones
que nos dejan y las perspectivas que apuntan.
Hemos seleccionado, para ello, la experiencia de la
Cooperativa El Grullo S.C. de C.V., que representa
una de las más importantes del medio rural del
país. ¿Por qué elegimos esta cooperativa? Es una
interrogante que trataremos de aclarar en esta
introducción.
En sus cuarenta y dos años de vida, la
Cooperativa El Grullo ha ganado un sitio en el
abasto, calidad y regulación de precios de bienes de
consumo y, en ocasiones, en el de algunos productos
e insumos agrícolas, como maíz y fertilizantes.
Convirtiéndose en actor de primer orden en el
desarrollo y en el bienestar social de los valles
intermontanos de la Sierra de Amula, situados entre
las llanuras centrales y la costa del estado de Jalisco.
La membrecía de la Coop –como se le conoce
en la zona– ha venido en aumento, con una
tendencia a acelerarse en los últimos años. Si en
1974 los fundadores sumaban 29, para fines de
2016 los socios alcanzan un total de 5 215. Además
de su ampliada concurrencia gremial destaca la
heterogeneidad de su composición al aglutinar un
mosaico de sectores y grupos sociales en términos de
sexo, edad y ocupación. También su ordenamiento
organizacional se ha vuelto más complejo, lo
que atañe a la arquitectura de gobierno: a la
participación de los agremiados, de los directivos y
cuerpo gerencial en el funcionamiento asociativo y
en la toma de decisiones.
Destaca la intervención de las mujeres, quienes
representan alrededor de 49% de los cooperativistas.
En las amas de casa, las maestras, las asalariadas y
las profesionistas se asienta el funcionamiento de
la Cooperativa, lo que se refleja en su contribución
desde el comienzo de la organización y en su
colaboración en muy distintos espacios y órganos
asociativos, como en las asambleas, en los niveles
directivos y en los cargos de gestión operativos,
formando parte de los consejos de administración
y de vigilancia. Además, la cooperativa se distingue
por el semblante juvenil de los afiliados, lo que da
 Departamento de Sociología Rural / UACh
cuenta del perfil demográfico que la caracteriza.
Rasgos que se contraponen al ambiente rural
patriarcal y de predominio del hombre en el mundo
asociativo, y al envejecimiento de la base agremiada.
Agréguese a ello la participación de otros
segmentos de la población como empleados,
profesionistas y trabajadores por su cuenta, y la
diversidad de socios ocupados en actividades del
campo, entre los que se distinguen los ejidatarios y
los pequeños propietarios dedicados a la agricultura
y la ganadería, la primera en condiciones de
temporal y de riego. Tal heterogeneidad da cuenta
que su construcción está lejos de anclarse en un
grupo o clase social. Estamos, en suma, ante
un modelo asociativo particular en el cosmos
organizativo rural, que lo distingue de otras figuras
como los ejidos, comunidades, uniones de ejidos,
asociaciones agrícolas y ganaderas.
La experiencia organizativa de la Coop se
entrelaza con el abigarrado tejido asociativo
comunitario, en donde resulta usual que los
cooperativistas de la zona participen, a la vez, en
una multiplicidad de organismos, que van de las
cajas populares y el núcleo ejidal, a la asociación
de usuarios de riego, la asociación ganadera y la
mutualidad de mujeres. Su incesante participación
en esfuerzos organizativos más amplios muestra,
asimismo, su disposición a ampliar su perspectiva y
a enlazarse con otros colectivos de la entidad –y aun
fuera de ella– que tienen similares preocupaciones
e intereses. De modo que la variedad de relaciones
con otros actores condensa su recorrido. En síntesis,
podemos hablar de una región que a lo largo del
siglo xx ha construido y dado forma a un tejido
asociativo que se arraiga en los círculos familiares
y de amistades, donde se articulan los nexos que
guardan dichas organizaciones y ayudan a explicar
los acomodos sociales y arreglos políticos en su
interior, espacio en el que se combinan tradiciones y
visiones rurales y urbanas, y que a lo largo de varias
décadas se ha constituido en una fuente de cohesión
y solidaridad comunitarios.
Este derrotero ha tenido lugar en medio de cam-
biantes, intrincados y con frecuencia adversos entor-
nos. Surge en el primer lustro de los setenta en un
ambiente de renovado agrarismo, de corporativismo
e impulso asociativo dirigido, administrado y con-
81
trolado por el Estado. Atraviesa la «década perdida»
de los ochenta, la retracción del intervencionismo
estatal y la crisis de la «agricultura administrada».
Vive la quiebra financiera nacional, el cambio hacia
el liberalismo salvaje y la entronización del merca-
do como paradigma de la asignación de recursos.
Llega al siglo veintiuno con las incertidumbres,
complicaciones y desafíos que inciden en experien-
cias autogestivas como las que encarna la Coop. Su
porvenir inmediato se inscribe en una complicada
situación nacional, donde los trastornos económicos
se entrelazan con un creciente descontento popular,
en el marco de una continuada inseguridad, vio-
lencia, corrupción e impunidad, y del desastre de
las estrategias, políticas y acciones seguidas por los
gobiernos «reformadores».
En este recorrido tiene a su favor haber logrado
consolidar un proyecto que se asienta en su
capacidad de adaptación, innovación, creatividad y
empeño. Frente a las pretensiones autoritarias y de
intervención estatal ha sabido resguardar su espacio
de decisión y autonomía; ante los llamados al libre
mercado y la competencia ha logrado salvaguardar
su propósito de bien común; de cara a las fuerzas
centrífugas que impulsan al individualismo y la
desarticulación colectiva, ha mostrado su tenaz
esfuerzo por mantener viva la flama de lo «común»
y de buscar y construir ligas con otros esfuerzos
asociativos. Ello le ha posibilitado encarar los envites
propios y foráneos, y aprovechar las oportunidades
que se le han mostrado. Su desenvolvimiento
constituye un verdadero manantial de energía
social brindándole condiciones para sortear mejor
las adversidades y lograr una inserción activa y
transformadora de su entorno.
Trayecto que, desde luego, no está exento de
trabas, vicisitudes y encrucijadas. Se han adoptado
decisiones que significaron serios quebrantos
en las finanzas y comprometido su trayectoria
autogestionaria. También han tenido presencia e
incluso influencia individuos y pequeños círculos
que han tratado de lucrar en favor de su propio
beneficio. Los mandos gerenciales no siempre se han
identificado con la causa y criterios cooperativistas
y se han desligado del sentir e intereses de los
asociados. Ha habido épocas en que la membrecía
se ha estancado y, sobre todo, se ha mermado
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
el involucramiento activo de los socios en la
movilización colectiva.
Después de cuarenta años de vida, transcurridos
en medio de vaivenes económicos, de estatismo, de
década perdida y de «reformas estructurales»; de
autoritarismo, de apertura política y tránsito a la
democracia, creemos pertinente traer a colación la
experiencia de la Coop de El Grullo y ahondar en
torno a dos aspectos cruciales: la continuidad y la
vigencia del proyecto común. Despejar estas incóg-
nitas adquiere relevancia como una preocupación
analítica, pero sobre todo desde una perspectiva
social y política, al plantearse como opción colectiva
en vigor ante la situación crítica que se abre para
las clases marginadas, excluidas y oprimidas en
este segundo lustro de la presente década. Dicho en
otros términos, fuera de acudir a fórmulas, recetas
y esquemas ideológicos y milagrosos ¿cómo explicar
esta permanencia activa? Particularmente en un lap-
so en el que han fracasado o se encuentran en una
inercia letal y de hecho en agonía múltiples ensayos
de gobierno común y otros modelos asociativos. Y
ante el embate a la economía y al bienestar de las fa-
milias, ¿qué significado cobra este tipo de proyectos
de movilización social estructurados alrededor de
la defensa del patrimonio popular y de la economía
solidaria? ¿A qué necesidad vital responde el aliento,
la energía y la continuidad de la Coop?
El presente ensayo brinda un condensado
panorama del recorrido seguido por la cooperativa
desde su constitución hasta la primera década
del presente siglo, teniendo como eje explicativo
el dilema que le ha acompañado prácticamente
desde sus orígenes, esto es, la Coop ha sido
ejemplo de una construcción asociativa sustentada
en principios éticos y filosóficos poniendo por
delante el bien común de sus agremiados y de la
comunidad. El postulado de su misión sintetiza esta
concepción: “Participar en la construcción de una
economía solidaria, contribuyendo al mejoramiento
económico, social y cultural de los socios, sus
familias y la comunidad en general, a través de la
participación, organización y cooperación conjunta,
siempre en la búsqueda del bien común.”4
4
Sociedad Cooperativa El Grullo (s/f). XX Asamblea General
Ordinaria, 2ª de forros.
82
La filosofía y valores cooperativistas se explican
así: “Entendemos y asumimos el cooperativismo
como una actitud solidaria que busca y defiende
el bien común, sobre los intereses personales.
Estamos dispuestos a servir a los demás, dando
un trato igualitario a los socios, propiciando el
fortalecimiento, la unidad y la organización de
la comunidad en un ambiente de amistad y de
paz. Nuestra meta es lograr la calidad como una
cultura que nos exige ser positivos, productivos
y efectivos en nuestro actuar, nuestra prioridad
es satisfacer a nuestros socios porque las personas
son más importantes que las cosas y el capital. Los
valores que orientan y norman nuestra conducta
son: la honestidad, la honradez, la responsabilidad,
el respeto a los demás, el trabajo, siendo claros y
transparentes en el manejo de los bienes comunales
de nuestra Cooperativa.”5 Enunciados que articulan
el ideario que formalmente se reivindica como la
médula de la cohesión y movilización colectiva.6
Frente a este ideario del bien común se ha hecho
presente, no obstante, una opinión que ha dado
forma a una corriente que antepone el propósito
de la rentabilidad y los valores empresariales en
la organización. En algunos periodos ha ganado
terreno esta tendencia, que en su implementación
práctica ha desdibujado la doctrina cooperativista
en ánimo de dar orden y eficiencia administrativa
a la gestión comercial, con repercusiones en el
funcionamiento y orientación de la misma.
Esta corriente ha engendrado, a lo largo de
la historia de la Coop, una tensión entre los
enunciados de su fundación, los objetivos y valores
que propugna, frente a la necesidad de consolidar
un proyecto comercial en un marco complejo e
incierto, que en las últimas décadas ha significado
una aguda competencia, sin mayores apoyos y
estímulos públicos.
5
Sociedad Cooperativa El Grullo (s/f). XX Asamblea General
Ordinaria, 3ª de forros.
6
Sobre el uso del vocabulario cabe aclarar que en una primera época
la Coop se desenvuelve bajo la filosofía impregnada por el humanis-
mo católico; conforme se desarrolla, amplía y torna más diversa su
composición, paulatinamente tiende a secularizar su ideario, adop-
tando más claramente una concepción cooperativista basada en la
idea de la economía solidaria.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Esta tensión se desarrolla en el terreno ideoló-
gico, pero también se plasma en el cotidiano de la
organización, donde se articula la relación com-
pleja entre el individuo y la comunidad –presente
en todo empeño colectivo–, y que en nuestro caso
se expresa de diversas formas como, por ejemplo,
en el nexo entre la búsqueda del bien común y el
ejercicio gerencial-administrativo. De un lado se
manifiesta en la confrontación entre el propósito
cooperativista de regular el mercado regional de
productos básicos y en el designio de mantener el
acuerdo de repartir utilidades a los asociados al
final de cada balance anual –según las condicio-
nes financieras de la organización y en atención a
las compras efectuadas por cada núcleo familiar,
mismas que se traducen en puntajes–, y de otro
lado, en las estrategias gerenciales de maximizar la
rentabilidad de la gestión comercial y de evitar la
distribución del excedente entre los agremiados. Lo
mismo ocurre entre los ámbitos de competencia y
decisiones de las asambleas y los consejos directi-
vos y de vigilancia, y las instancias gerenciales y el
cuerpo de expertos y especialistas. Entre la opinión
de priorizar la constitución y fortalecimiento de
gerencias por área operativa o la de apoyar el área
de educación cooperativa, con programas amplios
y de impacto real entre la membrecía. En el curso
particular que siguen estas tensiones se desenvuelve
el recorrido de la Cooperativa en sus cuatro déca-
das de vida.
Concebimos las tensiones como una situación
inherente a los procesos organizativos, esto es,
no representan anomalías internas ni sintetizan
externalidades, sino que significan interrelaciones
entre los actores en donde se ponen en juego
diversas visiones, intereses, propósitos y recursos, en
un marco de correlación de fuerzas y de hegemonías
específicas. Su resultante es una dinámica social
que en su devenir crea y recrea equilibrios,
mutabilidades e incertidumbres, pero también
entraña el riesgo de retrocesos e incluso la disolución
orgánica de un proyecto colectivo.
Nuestra aproximación empírica se dirige a
conocer las formas organizativas que configuran la
Coop. Para ello seguimos la conceptualización que
proponen Dough McAdam, John D. McCarthy y
Mayer N. Zald (1999) cuando hablan de estructuras
83
de movilización, mismas que consisten en «los
canales colectivos tanto formales como informales,
a través de los cuáles la gente puede movilizarse
e implicarse en la acción colectiva». Discusión
que complementamos con el análisis de Elinor
Ostrom (2000, 2015) sobre la comprensión de las
instituciones.
Son cuatro las preguntas que guían el ensayo:
¿Cuál ha sido la forma organizativa formal y cuáles
los acuerdos y reglas tácitas que contribuyen a darle
cuerpo y orientación a la Cooperativa El Grullo?,
¿cómo han variado dichas formas, acuerdos y reglas
en el tiempo?, ¿cómo se han resuelto los principales
conflictos internos y los que han surgido en su
inserción en los diversos entornos?, y ¿qué dinámica
de adopción, adaptación e innovación sigue el
ordenamiento de la estructura de movilización en
este desarrollo?
El curso que sigue la Cooperativa está lejos de
ser una evolución lineal y ascendente. Por ello, en
el horizonte de su desarrollo distinguimos cinco
momentos por los que en nuestra opinión transcurre
y que denominamos los inicios, la renovación, el
auge, y de la bonanza a la inestabilidad y la crisis.
Trataremos de responder las interrogantes arriba
planteadas en cada uno de estos periodos, teniendo
como hilo conductor –reiteramos– la relación
que se establece entre el ideario cooperativista y el
empresarial, considerando los diversos entornos en
los que se inserta.
Dada la riqueza y amplitud de esta historia, para
fines de exposición la hemos dividido en dos partes:
una en la que se expone el origen y desarrollo de
la Cooperativa hasta la primera década del nuevo
milenio, y otra centrada en lo que denominamos
la encrucijada actual y en las perspectivas que se
vislumbran en su futuro mediato. En esta entrega
exponemos la primera parte, misma que iniciamos
con un breve comentario sobre su ubicación y
algunas de las peculiaridades biofísicas, económicas
y sociales que distinguen el ámbito espacial. A
continuación se aborda la toma de decisiones a la
luz de la estructura de gobierno organizativa, para
continuar la exposición de cada uno de los periodos
señalados y rematar con una recapitulación sobre
algunos temas que ayudan a comprender el devenir
de este proyecto de gestión común.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Paisaje local
La cooperativa se localiza en los valles
intermontanos de la Sierra de Amula (rumbo a
la costa de Jalisco), con sede en el municipio de
El Grullo, en donde se ubican sus principales
instalaciones comerciales, con tres puntos de venta.
Su presencia se extiende a localidades vecinas como
Autlán de la Grana, La Unión de Tula y La Huerta
(donde tuvo centros de acopio), y en momentos
llega a tener influjo comercial en El Limón,
Ejutla, Tonaya, Tuxcacuexco, Casimiro Castillo,
Tenamaxtlán, Cuautitlán y Tecolotlán.
Las condiciones agroambientales presentan
peculiaridades que las diferencian de otras zonas
agropecuarias de la entidad. Los pequeños valles
se sitúan, en general, a 800 msnm, existe un clima
cálido semiseco, con una precipitación modesta
anual de 854 mm y una temperatura media anual
de 24°C. La mayoría de los valles disponen de agua
de riego buena parte del año, ya que se encuentran
dentro del área de influencia de la presa Tacotán,
perteneciente al sistema de riego El Grullo-Autlán
(creado en 1950), características que, junto con la
ausencia de heladas, configura un ambiente natural
favorable para el uso agrícola.
El cultivo de la caña de azúcar se mantiene
como definitorio del paisaje regional, no obstante
la problemática que tradicionalmente ha envuelto a
esta gramínea, con el cambio cíclico de propietarios
de los ingenios azucareros. En la zona se ubican
dos grandes ingenios: el Melchor Ocampo,
perteneciente al corporativo Impulsora Azucarera
del Noreste, en Autlán, y el José María Morelos y
Pavón (Grupo Margarita), en Casimiro Castillo,
mismos que imponen la fórmula de una agricultura
de contrato. A escala regional se dedican alrededor
de 14 mil hectáreas a abastecer al primer ingenio,
lo que da una idea del peso que tiene esta gramínea
en la zona. También a nivel municipal se observa
esta dominancia. Por ejemplo, en 2015 en El Grullo
se cultivaron 3 893 has con caña de azúcar, frente
a 950 has de maíz. El rendimiento promedio de
caña es ligeramente superior a las 100 toneladas por
hectárea. En el ciclo 2012-2013 la zafra ligada al
Ingenio Melchor Ocampo fue de alrededor de un
millón de toneladas. Destaca que un tercio de esa
cifra fue levantada por cosechadoras mecanizadas,
84
por lo que ha venido a la baja el uso de mano de
obra rural. En la región se produce alrededor de
20% de la caña de azúcar del estado (sagarpa-
oeidrus-Jalisco, Oficina Estatal de Información
para el Desarrollo Rural Sustentable, 2016).
En cuanto a la producción de maíz, cabe señalar
que los reportes recientes referidos a El Grullo, a la
Unión de Tula y Autlán, enuncian que la superficie
sembrada ha ido mermando. Situación que contrasta
con los años noventa, cuando la Cooperativa
de El Grullo apostó a fortalecer la siembra y
sobre todo al comercio de este grano, al acopiar
entre los municipios aledaños cerca de dieciocho
mil toneladas y contar con una pequeña red de
almacenes en la zona. El rendimiento promedio es
de 3 toneladas por hectárea, que la ubica muy por
debajo de otras zonas maiceras jaliscienses.
Aunque existen invernaderos y pequeñas zonas
de riego destinadas a hortalizas (pepino, sandía y
chile verde), las cifras que reportan estos cultivos en
el municipio El Grullo son mínimas en términos de
producción y superficie.
Los forrajes (sorgo y en menor medida alfalfa)
y en específico los pastos, ocupan 537 hectáreas en
el municipio de El Grullo. Interesa destacar que
el sorgo es la materia prima para la industria local
de alimentos balanceados, que abastece parte de
la demanda de la actividad pecuaria que tiene, por
igual, relevancia económica regional.
En la ganadería destacan la bovina de carne y la
porcicultura, de carácter semiestabulada la primera
e intensiva la segunda. En esta demarcación mu-
nicipal se reporta semejante número de inventario
de cabezas en ambas ramas, con alrededor de 4 mil
quinientos animales en 2014 (sagarpa-oeidrus-Ja-
lisco, Oficina Estatal de Información para el Desa-
rrollo Rural Sustentable). Sin embargo, la presencia
de la Sierra de Amula hace de la ganadería extensiva
una actividad importante en la zona, al constituirse
este municipio, junto con Autlán y Casimiro Cas-
tillo, en centros de transacciones de esquilmos y
alimentos balanceados en tiempo de estiaje.
Como se puede advertir, la caña de azúcar es el
producto líder, que junto con la ganadería bovina
y porcícola constituyen las principales fuentes de
ocupación y de ingreso en términos agropecuarios
en la región.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Historia y sociedad
Anotamos algunos aspectos de las actividades
agropecuarias, con la aclaración de que si bien
no definen el rumbo económico, sí tienen una
impronta en la historia y la cultura de la región.
De hecho son los rubros del servicio y, sobre todo,
del comercio los preponderantes como motores
económicos del municipio. La Sierra de Amula es
el puente entre la costa y el altiplano. El núcleo
Grullo/Autlán/Casimiro/El Limón constituye
virtualmente la tercera metrópoli de Jalisco. Zona
que se desarrolla en el territorio ubicado entre
las carreteras que van a Manzanillo, Colima, y a
Puerto Vallarta, Jalisco, desde la capital del estado.
Una zona con presencia histórica de plantíos de
enervantes en la Sierra de Amula y en la sierra
occidental.
En la zona hay un conglomerado poblacional que
suma cerca de 115 mil habitantes, localizado en tres
ciudades medias: El Grullo (con 23 845 habitantes
en 2010), Casimiro Castillo (con 21 475); Autlán
(con 57 559) y El Limón (5 500 habitantes en
2010) (Gobierno del Estado de Jalisco. Sistema de
Información Web). En estas ciudades se concentra
el comercio de la Sierra de Amula y parte del de la
costa, con una intensa dinámica en la compraventa
de artículos básicos, forrajes y alimento balanceado,
además de insumos para la agricultura de contrato
de la caña azúcar. Entonces, no resulta extraño
que el comercio sea la ocupación económica más
importante en la zona (Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, inegi 2010). Considérese
que en El Grullo el comercio tiene 47% de la
población ocupada en 2010 (Gobierno del Estado
de Jalisco. Sistema de Información Web). El circuito
financiero constituido por bancos comerciales y
cajas populares se entreteje con el renglón comercial.
Los antecedentes asociativos de la Coop se
encuentran en las cooperativas escolares de la época
cardenista, lo mismo que en las mutualidades que
laboraban en relación con el Banco Agrícola Ejidal,
proyectos que finalmente se desarticulan pero que
quedan en la memoria de algunos pobladores de la
localidad. Alrededor del sistema de riego –que data
de 1950– también emerge un núcleo asociativo.
Bajo los auspicios de la iglesia católica, en particular
del sacerdote Librado Gómez Preciado, se crea una
85
de las primeras cajas populares en el país: la Agustín
de Iturbide, fundada en 1954, tiempo después, el
4 de mayo de 1960 se constituye la Caja Popular
Santa María de Guadalupe (smg).7
Los orígenes de la Coop están estrechamente
ligados a una tradición católica de gran raigambre
regional que en los años treinta del siglo pasado se
empeñó en organizar a la población rural en torno
a las cajas populares y el cooperativismo. Si bien
hay que aclarar que paulatinamente la cooperativa
gana en autonomía; lejos de ser un apéndice
más de la cúpula eclesial. La influencia religiosa
en la localidad, más inclinada a un derrotero
conservador, se entrelaza con el predominio largo
tiempo establecido por el Partido Revolucionario
Institucional en la zona. Las movilizaciones de los
trabajadores agrícolas ocurridas en los tiempos de
efervescencia agraria cardenista, encontraron poco
eco y alcance en esta parte de Jalisco. Un personaje
de gran influencia política fue el general Marcelino
García Barragán –secretario de la Defensa bajo
el autoritario, y si se puede decir de línea dura,
gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970)–,
cuyo dominio era equiparable al que sustentaba
la familia Zuno en la sierra del sur del estado. El
gremio magisterial cuenta, asimismo, con una vida
activa en la comunidad, siempre encuadrada en los
marcos del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación. En los últimos tiempos la antigua
presencia del narcotráfico en la sierra aledaña se
ha tornado cada vez más violenta. Cuestiones
todas que inciden en la cotidianidad política y
cultural de la región. La identidad comunitaria
se expresa en sus ferias anuales y sus eventos de
charrería, y se reconstruye a partir de mantener
vivas sus costumbres, valores y una forma de vida
rural asociada con lo que consideran de bienestar.
La Cooperativa El Grullo se sitúa e inserta en los
anteriores elementos que ligan situación geográfica,
sector agropecuario y desarrollo poblacional en
una cultura rural urbana anclada en una identidad
comunitaria.
7
Sobre los orígenes y desarrollo de las cajas populares en México ver
Juan José Rojas Herrera. Modelos de integración cooperativa en la
historia del movimiento mexicano de cajas populares. En Cuadernos
Agrarios 15, enero-junio de 1997, México.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Arquitectura de toma de decisiones
En términos de estructura jerárquica interna la
máxima autoridad de la Cooperativa es la Asamblea
de Socios, órgano representativo que funciona como
el principal espacio de participación democrática.
La Asamblea se constituye, de modo formal,
en el contrapeso principal frente al Consejo de
Administración y a la Gerencia General8. Es en
dicho espacio donde se construyen o legitiman los
acuerdos, se pactan las reglas básicas y se trazan las
orientaciones y estrategias sustantivas. Las decisiones
se resuelven por mayoría de votos, en donde –según
el reglamento– “cada socio es un voto”, esto es, se ha
evitado que el voto sea por acción, a fin de impedir
la concentración de las disposiciones y acuerdos en
unas cuantas manos.
En los primeros tiempos, cuando la Coop no
rebasaba la treintena de agremiados, la Asamblea
se conformaba por el conjunto de los socios. Las
decisiones se adoptaban generalmente por consenso,
esto es, por unanimidad, aunque formalmente
los acuerdos se sustentaban en el mecanismo de
mayoría de votos. Se trataba de una especie de
democracia directa, en donde el “cara a cara” que
posibilitaba el pequeño grupo era parte esencial
de la dinámica colectiva de creación de confianza,
de reputación, de relaciones de cooperación y de
liderazgos. También para resolver las discrepancias
de opinión.
Empero, conforme el proyecto adquirió impulso
y la membrecía se amplió, se hizo necesario
readecuar este ámbito de representación y
participación y adoptar un esquema de democracia
representativa, con asambleas seccionales. En
adelante, la Asamblea General quedó integrada
por los delegados electos en las primeras. Todo
siguiendo las pautas legales.
De modo que a partir de los años noventa el
mecanismo de participación asociativa ha seguido
la siguiente ruta. El proceso se origina en las
reuniones seccionales, que aglutinan a un máximo
de 500 cooperativistas y en cuya sesión se elige a un
delegado por cada diez socios. De lo que resulta que
8
Los órganos de representación, gerenciales y educativos de la
Cooperativa cambian o modifican sus denominaciones, estructura,
composición y funciones a lo largo de sus años de operación.
86
cada asamblea seccional nombra a 50 delegados para
asistir a la Asamblea General. Los delegados llevan
el mandato de plantear los acuerdos y propuestas
que emanan de la reunión seccional.
A la junta general asisten, de igual forma,
representantes de los órganos directivos y
gerenciales, quienes manifiestan sus opiniones y
sugerencias. De la discusión surgen los acuerdos
finales. El procedimiento garantiza, al menos de
manera formal, que la voz de los asociados de base
sea escuchada y defendida por sus representantes,
quienes también tienen el derecho de plantear
sus opiniones respecto a las directrices y formas
seguidas por las autoridades administrativas y
gerenciales.
Es en la Asamblea General en donde se elige al
Consejo de Administración (nueve integrantes) y
de Vigilancia (tres integrantes), lo que tiene lugar
conforme a la siguiente dinámica: una comisión
de nominaciones presenta una propuesta, la que
es complementada e incluso rectificada con las
sugerencias de los asistentes, llegándose a un
acuerdo común que es sancionado en votación
abierta. La elección se decide bajo el dispositivo de
mayoría de votos.
La designación de los integrantes del
Consejo pasa, en los hechos, por el filtro de
los cooperativistas y directivos, quienes en su
decisión ponderan la trayectoria de servicio, la
ética y la eficiencia del nominado. Es a partir del
conocimiento cara a cara en la Asamblea General
que se construye la confianza y los liderazgos
internos, proceso que inicia, como se ha dicho,
en los grupos y reuniones seccionales. El arreglo
condensa, finalmente, el juego de fuerzas imperante
en un momento dado en la organización.
Sigue en jerarquía el Consejo de Administración,
que tiene la peculiaridad de modificar su
composición de manera parcial, en aras de dar
continuidad al proyecto común, práctica usual bajo
el régimen cooperativo. La recomposición parcial de
la dirección posibilita mayor estabilidad, al evitar los
cambios bruscos y radicales en la conducción de la
organización y facilitar la secuencia de las estrategias
y medidas adoptadas. Hace más factible, asimismo,
la incorporación de planteamientos innovadores
o rectificadores, más acordes con la cambiante
 Departamento de Sociología Rural / UACh
situación de la asociación. Este mecanismo de
recomposición gradual de directivos es una de las
peculiaridades que distinguen a la organización
respecto a otras experiencias asociativas de la
entidad y en general del medio rural del país.
El Consejo se constituye en un espacio en el que
confluyen directivos, cuadros y socios más veteranos
y conocedores del proceso, con los nóveles y menos
informados, posibilitando la comunicación y el
enriquecimiento mutuo, preservando y acumulando
experiencia y conocimiento en este órgano de
dirección.
Con miras a lograr mayor estabilidad en la
gestión y conducción organizativa, en 1995 se
acordó ampliar el periodo de renovación parcial
del Consejo de Administración, al pasar de uno a
tres años. Lo que posibilitó fortalecer este órgano
de gobierno y vigorizar su función ante la gerencia
general, cargo que no tiene especificaciones
temporales de duración. Más aún, frente al
ejercicio y conocimiento de los técnicos, hay
Consejos que se han preocupado por contar con
una mayor capacitación y adiestramiento en el
terreno administrativo empresarial, con miras a
evitar el dominio de los expertos en los destinos y
orientación de su organización.
La continuidad del ideario cooperativista queda
garantizada –de manera formal– por el espacio
directivo, que tiene como una de sus funciones
velar por mantener los principios y ordenamientos
que dan vida a la cooperativa, cuidando que el
legado doctrinario original, que tiene como puntal
el paradigma de la economía solidaria, no quede
atrapado por la lógica del lucro, lo que desvirtuaría
el sentido asociativo. Aunque, como veremos, en los
hechos este empeño llega a escapar de los mandos
directivos, incluso con el consentimiento tácito de
algunos de sus miembros.
En la composición del consejo se condensa la
heterogénea integración de El Grullo. No es inusual
que –bajo un acuerdo tácito–, el órgano directivo
se llegue a conformar por un representante de
cada sector asociado: amas de casa, agricultores,
ganaderos, comerciantes, maestros y profesionales.
De suerte que es en dicho órgano colegiado en
donde se expresan, dirimen y concilian los diversos
intereses y demandas emanados de los grupos
87
sociales que conforman la asociación. Facilitando,
de igual manera, una visión directiva de mayor
alcance, la que incluye pero a la vez rebasa la
perspectiva, preocupaciones y anhelos de cada grupo
de interés específico.
Finalmente se encuentra la Gerencia General,
cuyos integrantes son empleados de la Cooperativa.
Una idea clave en el diseño arquitectónico de la
organización consiste en mantener el criterio del
equilibrio en la toma de decisiones. Es cierto que la
gerencia está dotada de un margen de autonomía
en su funcionamiento y en la adopción de sus
resoluciones, no obstante, formalmente queda sujeta
a los ámbitos colegiados de mayor jerarquía (la
Asamblea General y el Consejo de Administración),
que en el reglamento preservan una supremacía
jerárquica. En teoría, el equilibrio asociativo se
resguarda con los contrapesos que encara el ejercicio
gerencial, contándose con la eventualidad de
realizar auditorías externas a la labor administrativa
como uno de los mecanismos que permiten mayor
transparencia en la captación y destino de los
ingresos.
En el plano operativo y de corto plazo se
pretende que la gerencia disponga de un espacio
lo suficientemente autónomo y flexible que
le permita adoptar decisiones conforme a las
premuras y condiciones que impone la dinámica
del mercado. Esto es, que su desempeño no se vea
trabado por controles que finalmente burocratizan
y entorpecen la eficacia y agilidad requeridas en el
manejo empresarial. Sin embargo, en la realidad
este margen de autonomía ha llegado a dilatarse de
modo tal que ha inhibido el funcionamiento de los
mecanismos de contrapeso y alterado los equilibrios
internos, con la ineludible concentración de las
decisiones en este nivel jerárquico.
El diseño asociativo para la toma de decisiones
es claro y se encuentra reglamentado. Habría que
plantear, sin embargo, dos precisiones relativas
a las relaciones de poder y al gobierno de los
comunes, aspectos indisolublemente ligados.
Por lo que toca a las relaciones de poder, habría
que aclarar que la construcción de los consensos
y de las mayorías, de los acuerdos asamblearios
generales y seccionales, de los nombramientos
directivos y gerenciales, de las estrategias y
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
decisiones y de las resoluciones administrativas,
financieras y comerciales a seguir, en modo
alguno se reduce a una operación mecánica del
organigrama ni obedece solo a la delimitación de
funciones y prerrogativas fijadas para cada espacio
de la estructura jerárquica. Para entender quién y
cómo se toman las decisiones es preciso contemplar
el nudo de relaciones de poder que se establece en
el interior de la organización.9
En cuanto a la segunda precisión se podría
decir que –siguiendo a Elinor Ostrom (2015)– en
términos de la arquitectura para adoptar decisiones
la Coop ha pasado de un gobierno de los recursos
basado en un esquema monocéntrico a otro de índole
policéntrico10, lo que indica que se ha transitado de
un ordenamiento en donde las decisiones estaban
centralizadas en un pequeño grupo relativamente
simple y homogéneo –el núcleo fundador–, a un
colectivo en el que coexisten y se interrelacionan
diversas estructuras y ámbitos de autoridad. Es
cierto, la Asamblea General sigue centralizando
las decisiones principales, pero en el curso de su
itinerario autoorganizativo la Cooperativa ha
modificado y adaptado su forma de gobierno,
de modo que en la actualidad tiene distintas
instancias de autoridad situadas en variadas escalas,
lo que en teoría le brinda mayores equilibrios y se
encuentra más acorde con una colectividad que ha
aumentado su tamaño y se ha vuelto más compleja y
heterogénea. Cuestión que también entraña nuevos
9
Se habla de relaciones de poder y no de poder en sí mismo, pues
siguiendo a Michel Crozier y a Erhard Friedberg (1977), el poder
es una relación y no un atributo de los actores. Cuando se habla de
poder se hace referencia a una relación mediante la cual los actores
aceptan ligarse para cumplir un objetivo común, condicionando sus
objetivos particulares. De modo que el poder se desarrolla a partir
del intercambio que se establece entre los actores involucrados en una
relación. En la medida que esta relación entraña el intercambio y la
adaptación de los participantes, se puede afirmar que el poder consis-
te en una relación de intercambio, es decir, de negociación en la que se
comprometen por lo menos dos actores. Así entendido, las relaciones
de poder y la organización están indisolublemente ligadas.
10
Así lo especifica Ostrom (2015): “Con el término `policéntrico´ me
refiero a un sistema en el que los ciudadanos son capaces de organizar
no solo una, sino múltiples autoridades de gobierno a diferentes esca-
las. Cada unidad tiene una independencia considerable para elaborar
y hacer cumplir las reglas en un dominio de autoridad establecido y
para un área geográfica específica. En su sistema policéntrico, algu-
nas unidades son gobiernos de propósito general, mientras que otros
pueden estar altamente especializados.”
88
peligros, como el de la «feudalización» y, con ello,
el de los desequilibrios y la carencia de conexión
interna.
Escapa al propósito de este artículo introductorio
ahondar en el enjambre de desavenencias, disputas,
negociaciones y acuerdos que se establecen entre
grupos de interés, familias, personajes, directivos
y cuerpo gerencial de la Cooperativa. Tampoco
profundizamos en los equilibrios y en la (des)
coordinación que se establece entre las diversas
instancias de toma de decisiones. En esta ocasión
apenas insinuamos algunos aspectos en los que se
entretejen ambos ángulos: las relaciones de poder
y el gobierno de los recursos comunes. Dejemos
sentado, no obstante, que para comprender a
cabalidad el proceso de toma de decisiones y en
general el funcionamiento y camino que sigue la
Coop, se requiere considerar tales dimensiones
analíticas.
Los inicios
El día 16 de noviembre de 1974 se constituyó
formalmente la Cooperativa El Grullo, bajo la
iniciativa de un grupo de 29 vecinos del municipio
del mismo nombre. Culmina así un proceso de
organización que inicia dos años atrás, cuando a
finales de 1972 se forma un Comité Constitutivo
con miras a crear una cooperativa de consumo, que
ofreciera artículos básicos a la población local.11 Sin
saberlo, los fundadores inician una aventura que
cubre el último cuarto del siglo xx y que se alarga
hasta nuestros días, en un trazo que contrasta con la
mutabilidad, reflujo y desarticulación que priva en
el horizonte asociativo nacional, y que se torna en
ejemplo del cooperativismo en el campo y en el país.
La gestación y primeros días de la Coop tienen
lugar en un medio rural convulso. La agitación,
el descontento y la movilización de campesinos y
pobladores oprimidos y marginados que tiene origen
en el noroeste del país y en la zona de las Huastecas
se extiende y ahonda, involucrando a muy distintas
11
Sociedad Cooperativa Rural de Compra y Venta en Común
y Comercialización El Grullo, S.C.L., COOP, (s/f). Manual de
Inducción de Socios, Cooperativa El Grullo. El Grullo, Jalisco. Y en-
trevista a Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
capas y segmentos de la sociedad. La continuidad
del conflicto da paso a la configuración de un
ciclo de lucha, uno de cuyos ejes es la exigencia
de la tierra. La ocupación de grandes latifundios
vuelve a escena como una de las principales
formas de lucha en el repertorio de confrontación.
El gran terrateniente se ubica en el centro de la
contienda campesina. La respuesta del gobierno
de Luis Echeverría se encamina a encarar, aislar y
controlar las movilizaciones, a la par que atender
una crisis agrícola que amenaza la producción de
granos básicos y la balanza comercial, aumentan
las presiones de empleo y la migración, y afecta el
ingreso y el bienestar rural.
El proyecto de la Cooperativa sigue una ruta
distinta de movilización. La gestión comercial será
su fundamento y, en los hechos, la autonomía uno
de sus afanes. Los fundadores serán particularmente
celosos de mantener y ampliar su espacio de
decisión frente a otros actores, sobre todo ante
los intentos provenientes del Estado por encauzar
la experiencia bajo su tutela. Pero están lejos de
reivindicar, asimismo, la autarquía y, mucho menos,
de formar parte de una vanguardia radical. La
Cooperativa surge de la corriente católica que desde
antaño participa activamente en la vida social y
económica de la región y que en ese momento se
encuentra en plena sintonía con los postulados de
la jerarquía eclesial, que recomienda la organización
cooperativista en el medio rural y urbano.12
Pero no se trata de un hecho aislado o
intrascendente, por el contrario, en el curso de
estos años a lo largo del territorio nacional afloran
las experiencias colectivas cuyo eje vertebrador
está puesto en la gestión productiva. Incluso en
el ejido Las Paredes tiene lugar, a comienzos de la
década, un intento por establecer una cooperativa
para constituir una granja porcina. Experiencias
descoordinadas que paulatinamente conformarán
una nueva corriente de participación campesina
cuyo nexo orgánico será la de tipo red. Formas y
sentidos de lucha que marcarán las innovaciones de
este ciclo de movimientos.
12
Recuérdese la encíclica de Juan xxiii Mater et Magistra, divulgada
en Roma el 15 de mayo de 1961.
89
Un papel clave de este anhelo autogestivo
es la capacidad financiera que pudiera soportar
el proyecto comercial sin caer en dependencias
y subordinaciones o en el descalabro de la
intención organizativa. Factor crucial para que la
Cooperativa surja y cobre viabilidad fue el vínculo
que estableció con la Caja Popular Santa María de
Guadalupe (smg), situada en el mismo municipio.
De hecho la iniciativa de formación de la Coop
está indisolublemente ligada a esta organización
financiera local.
En efecto, la inquietud de constituir una
cooperativa fue de Ramón Figueroa Vera, presidente
del Consejo de Administración de la Caja Popular
Santa María de Guadalupe (smg). La iniciativa
encuentra rápida aceptación en otros directivos de
la misma, como Luis Ramos Chavarín, Elisa Díaz
Esqueda, J. Jesús Michel Corona, Enrique Robles
Díaz y Gildardo Cevallos Nava. Los interesados
–alrededor de 15– se reunían los lunes de cada
semana para platicar y esbozar la organización a
constituir, aportando cinco pesos cada uno para
costear algunos gastos.13 Todavía está muy fresco el
intento de los ejidatarios de formar una cooperativa
porcina, ejemplo que, precisamente, tratan de
emular los directivos de la Caja Popular.14
En los primeros meses de 1974 tiene lugar una
Asamblea Constitutiva en la que se elige un primer
Comité Directivo, se levanta el acta y se inscribe la
organización en el Registro de la Propiedad. Como
uno de los primeros acuerdos, los involucrados
se dan a la tarea de conocer las vivencias de otras
cooperativas y de gestionar el registro ante las
autoridades federales como la Secretaría de Industria
y Comercio (sic) y la de Relaciones Exteriores
(sre).15 Para solventar los gastos crean un fondo
común, mediante una cuota de cinco pesos que cada
participante aporta en las reuniones. La propuesta
se presenta ante la xiv Asamblea Anual de la Caja
smg, descubriendo una clara simpatía entre los
asistentes. Las autoridades municipales, encabezadas
13
Entrevista a Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.
14
Entrevista a Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.
15
Para ello se cuenta con la asesoría legal del Lic. Fortino Ocampo,
comisionado por José Luis López, (originario de Ayutla), delegado de
la SIC en Jalisco, para cubrir los requisitos legales.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
por Gildardo Cevallos Nava –quien es nombrado
presidente municipal a partir del 1° de enero de
1974– también brindan pleno respaldo al proyecto.
Al grupo directivo de la smg se incorporan
algunos familiares (particularmente cónyuges),
conformando, de esta forma, el núcleo fundador
de la Cooperativa. Ramón Figueroa Vera es electo
presidente del primer Consejo de Administración,
Luis Ramos Chavarín, secretario y Elisa Díaz
Esqueda, tesorera, quien lleva la administración.
El Comité de Vigilancia es presidido por Gildardo
Cevallos Nava.16
La organización queda registrada bajo el nombre
de Sociedad Cooperativa Rural de Compra Venta
en Común y Comercialización El Grullo, s.c.l., con
una razón social que contempla el siguiente abanico
de actividades:
A) La obtención en común de toda clase de
bienes y servicios que requieran los socios para
desarrollar sus actividades individuales de
producción agropecuaria en los terrenos que
posean por cualquier título legal. B) Obtener
en común semillas, fertilizantes, insecticidas,
herbicidas, materia prima, pasturas, granos,
forrajes, alimentos balanceados y todo aquello
que se requiera para la nutrición adecuada de su
ganado. C) Obtener en común los servicios de
cría, engorda, matanza, estabulación y ordeña,
mejoramiento genético, atención médico-
veterinaria, zootécnica y medidas higiénico
sanitarias que requieran las diversas especies
del ganado de los socios. D) Proporcionar a sus
socios el servicio de comercialización, embalaje
y transporte de la producción agropecuaria
que obtenga como resultado de sus actividades
individuales o se deriven de ésta por la
transformación que de la misma lleva a cabo la
sociedad. E) Obtener créditos para realizar las
actividades de la sociedad, o en su caso, para
distribuirlos entre los socios que los requieran a
efecto de desarrollar sus actividades individuales
16
José Luis Godínez Jiménez aporta 50 acciones de 100 pesos cada
una. Sociedad Cooperativa Rural de Compra y Venta en Común
y Comercialización El Grullo, S.C.L., COOP (s/f). Manual de
Inducción de Socios, Cooperativa El Grullo, El Grullo, Jalisco, p. 9.
90
de producción rural. F) Obtener en común los
bienes y servicios que se requieran para satisfacer
las necesidades de los socios, de sus hogares y
de sus familias. G) Establecer las secciones que
se requieran para proporcionar a sus socios,
por propia cuenta, los servicios de producción
de bienes y demás prestaciones inherentes al
desarrollo de las actividades comprendidas en
este objeto social.17
El propósito inicial y de gestión inmediata no
varía: en diciembre de 1974 abre sus puertas un
pequeño local de comercio de artículos de consumo
popular en la cabecera municipal de El Grullo. El
primer encargado fue Alejandro Godínez, “quien
descargaba, acomodaba y vendía, y en ocasiones
compraba la mercancía”.18 A los meses Godínez
fue reemplazado por Pedro Díaz Esqueda, quien
se desempeñó como primer gerente de la tienda.
La primera empleada fue Inés Rosas Aréchiga,
quien llevó la caja con una tradicional máquina de
manivela. Pronto se contrataría a un bodeguero. Así
dio inicio la gestión comercial.
Los primeros tiempos hablan de las azarosas
condiciones en las que emergió la Cooperativa.
También de la entusiasta actitud de socios y
directivos. En 1975 se solicitó a la Caja de Santa
María 20 mil pesos, que sumados a los 15 mil que
ya contaban, se logró reunir un pequeño capital
para la compra de artículos básicos, como arroz,
frijol, azúcar, galletas y harina, en Guadalajara: “…
durante un año –Pedro Díaz– tuvo que hacer las
compras, en ocasiones viajando a Guadalajara en
camión y enviando la mercancía por transporte y
en ocasiones utilizando los vehículos, tanto del Sr.
Ramón Figueroa como de la Caja Popular Santa
María de Guadalupe… La Caja Popular adquirió
el terreno de Morelos y Javier Mina mismo que
estuvo rentando a la Cooperativa en una cantidad
simbólica hasta que la propia Cooperativa lo
adquirió en 1986, en la cantidad de $ 10 000.00
dando la Caja facilidades de pagarlo a 5 años y sin
17
Cooperativa El Grullo. Acta Constitutiva, 10 de diciembre de 1974.
18
Sociedad Cooperativa Rural de Compra y Venta en Común y
Comercialización El Grullo, S.C.L., COOP, Manual de Inducción
de Socios, Cooperativa El Grullo, El Grullo, Jalisco, s/f., p. 12.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
intereses.”19 La Caja Popular les rentó –también
de manera simbólica– un local que les sirvió de
bodega, en la calle de Javier Mina, que fue utilizado
por cerca de 12 años. Pedro García Anguiano y
María Guadalupe Castañeda Barbosa ayudaban
con recursos propios y de manera desinteresada para
completar las compras.20
Las utilidades se sacrificaban en aras de ofrecer
precios accesibles y de contar con una oferta de
productos oportuna y cada vez más suficiente
y diversificada, así como para cubrir los gastos
administrativos, de operación y mantenimiento
que implicaba la gestión. No obstante, a pesar de
las estrecheces presupuestarias los cooperativistas
pronto adoptaron el acuerdo de otorgar una
participación monetaria al final de cada año según
el balance de la operación. Asimismo, en el manejo
administrativo se adopta la regla de que para
resolver o emprender asuntos mayores a 50 mil
pesos, el Consejo de Administración debía llamar
a una Asamblea Extraordinaria, a fin de que ahí se
adoptara la decisión.21
En 1978 fue nombrado un nuevo Consejo de
Administración, mismo que prolonga su periodo a
1986, fungiendo como presidente otro de los socios
fundadores más activos: Luis Ramos Chavarín.
Le siguió en la presidencia del Consejo José Luis
Guerrero Rosas, también fundador de la Coop,
quien cubrió el lapso que va de 1986 a 1988.
Han pasado casi quince años de su constitución
y la organización ha logrado sortear las primeras
dificultades y avanza en su posicionamiento en
el mercado de básicos, ahora bajo la conducción
gerencial de Saúl Martínez Vargas, quien “resulta
muy trabajador. Le da figura de tienda. Trae más
mercancía. Pero como no era católico se le veía con
recelo. También hay ciertas tensiones con el Comité
Directivo.”22 Martínez se hace cargo de la tienda por
cerca de una década, de 1978 a 1988. Se empieza a
comercializar fertilizantes.
19
Idem.
20
Ibid. 9 y 12.
21
Entrevista a Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.
22
Idem.
91
La membrecía aumenta al unísono que se
mantiene la continuidad comercial. Ante las
autoridades del ramo los socios registrados se
mantienen en 29, no obstante, internamente son
reconocidos varios cientos más. En 1988 se habla
de cerca de mil cooperativistas con derechos y
obligaciones reconocidos por la Coop.
Esta disparidad de cifras “formales e informales”
–por decirlo de algún modo– solo refleja de las
estrategias de reproducción que por lo general
siguen este tipo de organizaciones. Esto es, ante el
recetario de derechos y obligaciones que imponen
las autoridades y que necesariamente forman parte
de las reglamentaciones internas, que significan
no solo responsabilidades sino también costos
muy altos para las cooperativas, éstas solo pueden
proseguir su gestión si adoptan una serie de medidas
que quedan en el ámbito de lo “informal”. ¿Cuántas
cooperativas pueden soportar, por ejemplo, el
costo de brindar Seguro Social al conjunto de
sus agremiados? Lo que en términos llanos sería
una forma de simulación ante las autoridades,
aunque de manera interna se arriben y tengan
vigencia acuerdos y reglas que realmente ordenan
el funcionamiento de la colectividad. Una muestra
palpable de la validez de los derechos internos de
socios no reconocidos ante las autoridades estatales
consiste en que en 1988 es elegido en la presidencia
del Consejo de Administración un socio que no
pertenecía al núcleo fundador. El nombramiento
también habla de cambios internos de más fondo
que están ocurriendo en el seno de la organización y
que darán paso a otro momento en el desarrollo de
la misma.
En suma, se puede advertir que durante el
segundo lustro de los setenta la Cooperativa El
Grullo incursiona de manera lenta pero sostenida
en el mercado local, alentada en este empeño por la
“muy bonita respuesta” que le brinda la población.23
Es un momento de preludio asociativo que se
construye alrededor del pequeño comercio de bienes
de consumo, actividad que le brinda ocasión para
adquirir experiencia administrativa y financiera y
para contratar a los primeros expertos en la materia,
23
Entrevista a Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
delineando la estructura gerencial. La veta comercial
se mantendrá como eje de su desarrollo.
Persisten, es cierto, varias trabas a superar.
Los circuitos de compras son muy artesanales, se
carece de una contabilidad de inventarios al día,
hay pérdida en productos y, en ocasiones, falta
de liquidez. En términos coloquiales algunos
socios relatan que los problemas se concretaban
y explicaban por la forma personalizada en que
algunos de los encargados de las dos tiendas
procedían en su quehacer cotidiano.
El fruto de este período fue la emergencia de
un árbol organizativo que fue ganando capacidad
autonómica frente a su organismo de apoyo y
prácticamente su génesis, la Caja Popular. Un
árbol que estableció una conveniente relación de
respeto y de relativa libertad respecto al movimiento
corporativo estatal, sin que tampoco se dejara
tentar por radicalismos y enfrentamientos estériles,
logrando fusionar una visión de mayor alcance
con una buena administración, sin perder en
esta dinámica su motivo medular de procurar el
beneficio de los asociados.
La renovación
En 1988 se renueva la directiva, lo que imprime
un giro en la gestión cooperativista. Por primera
vez ingresa a la presidencia del Consejo un socio
que no forma parte del núcleo fundador: el doctor
Pedro Rubio Sánchez, quien en ese momento se
desempeñaba como presidente del Consejo de
Vigilancia.24 Condición de independencia que le
facilita un margen de acción lo suficientemente
amplio para hacer a un lado inercias e intereses
creados y emprender cambios cardinales en el
porvenir de la Coop.
La tarea apremiante a la que se aboca la nueva
dirección consiste en atender el requerimiento
federal de entrega de información de los últimos
cinco años de la evolución de la organización. A
marchas forzadas se cumple la solicitud oficial en el
plazo perentorio que resta (un mes).25
24
Entrevista a Pedro Rubio Sánchez, 29 de marzo de 2010.
En esta tarea se contrata a un bufete de El Grullo, en el que labora
25
Carlos Quirino, quien asiste jurídicamente a la dirección gremial.
92
Recuérdese que hasta finales de la década de los
ochenta la Cooperativa tenía registrados ante las
autoridades solo a los 29 socios fundadores, esto
conforme a la normatividad de la Secretaría del
Trabajo y Previsión Social (styps), por lo que a ojos
de las autoridades los integrantes de dicho grupo
eran considerados como los únicos socios con plenos
derechos, los que podían participar en la Asamblea
General y en el Consejo de Administración.
El problema radicaba en que, en realidad, la
Cooperativa aglutinaba a varios centenares de
socios no registrados legalmente, que ya ejercían sus
derechos y que empezaban a ser nombrados para
formar parte de las instancias de dirección.
En estas condiciones, la directiva reformadora
entrante hace hincapié en legalizar la situación de
cerca de 950 socios no registrados ante la styps,
permitiendo la posibilidad de su incorporación con
plenos derechos y responsabilidades. En este camino
se regularizan los certificados de aportación de los
asociados, actualización que ampara legalmente a
los que se habían incorporado a partir de 1975.
En seguida se especifican las funciones de los
Consejos de Administración y de Vigilancia y de
la gerencia, aclarándose los ámbitos de operación,
decisión y responsabilidad de cada nivel directivo.
La reglamentación se plasma en un hecho capital:
la dirección gremial recupera capacidad de decisión
frente a la gerencial, la que gradualmente había
ganado influencia en el rumbo de la organización,
controlando la información comercial.26 Asimismo,
por vez primera la Cooperativa cuenta con oficinas
propias y con una secretaria. “El Consejo marcó
la pauta de la Cooperativa en adelante”.27 Los
directivos electos democráticamente retoman la
conducción del proyecto común, salvaguardando
los principios y ordenamientos cooperativistas, y
cuidando su armonía con el ejercicio empresarial
que día a día asume la gestión común.
26
Ello al grado de citar a su parecer al Consejo de Administración y
de dictar el mismo orden del día. Más aún, las reuniones tenían lugar
en las propias oficinas gerenciales. En lo sucesivo, el gerente asiste
solo mensualmente a las reuniones del Consejo para informar de sus
actividades o cuando es requerido.
27
Entrevista a Pedro Rubio Sánchez, 29 de marzo de 2010.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
También el espacio gerencial sale favorecido con
las medidas adoptadas al determinarse su campo de
acción, permitiéndole un desempeño sin mayores
intromisiones gremiales y políticas, allanando el
establecimiento de directrices administrativas y
comerciales de mayor alcance, lo mismo que la
continuidad de la actividad comercial. En adelante
la intromisión de las decisiones políticas en el
renglón gerencial queda atajada, para evitar en
lo posible vaivenes y vuelcos de timón, y a la vez
afianzar un funcionamiento más institucional y
menos personalizado. Lo que comprende el manejo
más abierto y transparente de la información.
Se busca, en general, que la Coop alcance mayor
estabilidad y eficiencia en su desempeño admi-
nistrativo y comercial, incorporando sistemas de
contabilidad apropiados a su operación económica,
permitiéndole delinear políticas de mediano y largo
plazo, estableciendo normas y reglas explícitas en
el relacionamiento interno y externo, y asegurando
una mayor continuidad en el trayecto comercial aso-
ciativo. En este proceso, el contador Carlos Quirino
es nombrado subgerente y luego, con el respaldo de
un sector de peso de cooperativistas, es designado
gerente general, estableciéndose una relación de
confianza y colaboración con la dirección.
La reorganización administrativa y financiera
ocupa, asimismo, la atención de la nueva dirección,
que busca, en particular, sanear las finanzas de la
organización. “Se estaba en bancarrota cuando se
recibió, la información era la que daba el gerente”.28
Como parte de las medidas de saneamiento
financiero se acuerda que la participación monetaria
de fin de año fuera otorgada en mercancía, lo que
permitió dinamizar el comercio sin afectar el flujo
de liquidez operativa.
Se acondiciona, también, una bodega propia,
dejando las instalaciones que hasta ese entonces
les prestaba la Caja Popular de Santa María de
Guadalupe. Con el traslado de la mercancía se
aprovecha la ocasión para realizar un riguroso
inventario, lo que permite ordenar el stock y contar
con información actualizada del mismo.29 Al
28
Entrevista a Pedro Rubio Sánchez, 29 de marzo de 2010.
29
Hay productos en bodega que resultan caducos e inservibles.
93
tiempo que se inicia la construcción de la segunda
planta en una de las tiendas, con miras a ampliar
y diversificar la oferta de productos. El comercio
de fertilizantes aumenta a la par, afianzándose el
vínculo con Fertilizantes Mexicanos (Fertimex),
que por esas fechas impulsa la construcción de
un circuito de Centros de Distribución Primarios
(cdp) del insumo a nivel nacional. La paraestatal
se encuentra inmersa, no obstante, en el inexorable
desmantelamiento de su planta.
Así, en 1992 lleva a cabo una exitosa negociación
con Fertimex, que le asegura una concesión para
vender el insumo en la zona (un cdp). Se trata de
un producto a consignación cuyo almacenamiento,
distribución, venta y manejo administrativo
descansa en la experiencia adquirida por la Coop
en el terreno comercial. La compraventa del
insumo significa mayor liquidez monetaria para la
organización, al operar un producto disponible en
físico.
La Cooperativa empieza a cubrir parte de
la demanda de fertilizantes generada por los
cañeros de la zona, brindándole una saludable
estabilidad comercial y financiera, ello en virtud
de que el esquema de agricultura de contrato de la
agroindustria, en la que los paquetes tecnológicos
son determinados por la empresa y la asesoría
técnica corre a cuenta de la misma, facilitan la
previsión de las exigencias de insumos, cuya
cantidad y valor son acordados por las partes
interesadas.
Con la concesión de Fertimex, la Cooperativa
se convierte en una de las organizaciones pioneras
en la compra-venta del insumo, adelantándose en
este rubro a otras sociedades similares de la entidad
y desde luego de la región, lo que le brinda una
ventaja de oportunidad que aprovecha para extender
este servicio entre los agricultores, que hasta ese
entonces eran presas de los intermediarios privados.
Valdría recordar que para mediados de los ochenta
pocas organizaciones contaban con una concesión
de la paraestatal en el país.30
30
Las concesiones duraban poco más de una década y concluyeron
con la desaparición de Fertimex. Un reducido número de organi-
zaciones logran cubrir el trayecto con una administración estable e
íntegra. Cabe señalar que la mayoría de organizaciones de segundo
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
El número de socios aumenta de manera
paulatina, especialmente entre las amas de casa,
conjunto que ocupa un lugar central en la dinámica
comercial de productos básicos; así como entre los
cañeros, que se ven beneficiados por el programa
de fertilizantes. Ingreso que no necesariamente se
convalida con el involucramiento de los asociados en
la discusión y definiciones que impulsa la directiva
de la Coop. Un dato resulta revelador: de los
cerca de mil asociados, se calcula en 200 o 300 la
asistencia a las asambleas generales.
Al término del mandato se advierte la mejoría:
la Cooperativa El Grullo se encuentra al día en su
vínculo con las autoridades federales, ha saneado
sus finanzas, ampliado su operación, infraestructura
y la planta de personal, ha definido acuerdos,
reglas y funciones, avanzado en su especialización
gerencial, afianzado en el mercado regional de
básicos y mantiene una posición ascendente en el de
fertilizantes.
El programa reformador de la directiva se
encamina a lograr una mejor adecuación de la
organización a las cambiantes condiciones que vive
el país. Los años ochenta están marcados por la
quiebra financiera y el agotamiento del patrón de
intervencionismo estatal que imperó en el país por
largo tiempo. En el segundo lustro tienen lugar
los primeros pasos hacia el liberalismo económico.
Todo lo cual tiene hondas consecuencias para
el medio rural, tanto en términos económicos y
sociales, como en el manejo estatal de la política
sectorial y de las decisiones de la política en
general.
Este cruce de transformaciones, propias y del
entorno, aparece como un punto de inflexión
en el proyecto común: lejos de mantener una
inercia y una problemática que le aproximaba a su
desarticulación, tal como ocurre en infinidad de
experiencias asociativas, el cambio de la directiva
y su impulso innovador logran destrabar la acción
colectiva, alentar la participación de los asociados
y precipitar las transformaciones requeridas, lo
que significa la renovación de la organización. El
proceso encierra una de las claves para entender
nivel de Jalisco con concesiones (las Uniones de Crédito y ARICS) se
disgregaron, salvo la Unión de Ejidos de Etzatlán.
94
la continuidad de la Cooperativa y para situar
una de sus peculiaridades en el amplio terreno
asociativo, en donde es moneda de uso común que
por motivos de relevo en los mandos directivos
se acentúen las diferencias internas al grado de
paralizar la dinámica organizativa y desembocar
en su desintegración. Aquí, por el contrario, el
intercambio o la negociación entre los actores
involucrados condujeron a dar buen cauce a las
discordancias existentes, cuidando de no caer en
un trance traumático. En este proceso jugaron
un papel central los liderazgos individuales y
familiares.
La dinámica adoptada deriva en la conformación
de un cuerpo de expertos constituido por
especialistas y administradores profesionales,
en el que descansa la toma de decisiones
operativas y gerenciales, lo que redunda en un
manejo más eficiente, jerárquico y empresarial
de la organización. La Coop está en camino
de consolidar su gestión comercial en la que se
cimienta el proyecto común. Desarrollo optimista y
esperanzador que engendra y acentúa, no obstante,
nuevos dilemas en la vida colectiva: ¿qué papel
tienen, en adelante, los socios y las asambleas de
la Cooperativa?, ¿cómo asegurar los equilibrios y
la coordinación entre las distintas instancias de
autoridad?
Recuérdese que en los inicios de la
Cooperativa, cuando el tamaño del grupo era
reducido y la gestión apenas daba comienzo,
las decisiones se adoptaban en una dinámica
colectiva de «cara a cara», lo mismo que la
resolución de las divergencias, y los pocos
empleados asumían los acuerdos y resoluciones
comerciales y administrativas. Pero la
organización creció, se volvió más heterogénea
y compleja, y ahora se inserta en un entorno
económico y político muy diferente al de sus
comienzos, manteniendo una continuidad
autogestiva que ha conducido a la especialización
y diferenciación de funciones, a la configuración
de nuevos espacios de decisión, engendrando
nuevos retos en su funcionamiento.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
El auge31
En los años noventa la Cooperativa afianza su
posición en el comercio de artículos de consumo
familiar al abrir la tienda sucursal Santa Cecilia en
1994. Se trata, de igual manera, de una época de
gran impulso en la comercialización de fertilizantes,
particularmente durante el primer lustro; y del prin-
cipio y ascenso del programa de comercialización de
maíz. Los montos en valor del producto comercia-
lizado en 1996 dan cuenta de los avances: las ventas
anuales del comercio de básicos se estiman en 22
millones de pesos, en 1996; el movimiento de fer-
tilizantes suma 25 millones de pesos y las ventas de
maíz alcanzan los 14 millones de pesos. Los núme-
ros son más que alentadores y la directiva los ostenta
como muestra del camino correcto por el que se
perfila la organización, si bien debe considerarse que
los márgenes de utilidad son muy distintos en cada
renglón, lo que entraña relativizar el beneficio neto
de las cantidades registradas.
La gestión comercial se ha tornado cada vez más
diversa, complicada y acaso más intrincada. Propia
para expertos. La infraestructura comercial ilustra
la continuada capitalización de la organización.
Los flujos de circulante, el funcionamiento
administrativo, la planta de personal y la red de
proveedores corresponden a una empresa media.
Y las relaciones con actores económicos privados
y con organismos oficiales se han reforzado y
multiplicado.
Este vigor en la gestión comercial se ve anima-
do por la incorporación de la Coop al proyecto más
amplio representado por la Comercializadora Agrope-
cuaria de Occidente (Comagro), en octubre de 1992,
31
La información empleada en los siguientes dos periodos se basa en
el trabajo de campo en el que se realizaron reuniones y entrevistas a
directivos y funcionarios de la Coop, los cuales se detallan a conti-
nuación: Francisco Ceballos y Carlos Quirino (en 1997); y a Jesús
Ángel Ramos y Nicolás Michel Enrique (en 2008). Y en las reunio-
nes de trabajo con Humberto Cruz Esparza, Arturo Torres Cepeda,
Leila González Treviño, Eva Margarita García, Leticia Herrera (en
2009); y con Dolly Cristina Ojeda y Carlos Quirino (en 2011).
Además se utilizó información económica y de otra índole de los si-
guientes documentos de la Sociedad Cooperativa Rural de Compra
y Venta en Común y Comercialización El Grullo, S.C.L., COOP:
Planeación estratégica. Unidades de Negocio (28 de septiembre de
2008); Gerencia Agropecuaria (s/f) (mimeo); Manual de Inducción
de Socios (s/f) y Pensamiento estratégico. Unidades de negocio (28 de
septiembre de 2008).
95
empresa dedicada a la comercialización de fertilizantes
y de maíz, que reúne a una treintena de asociaciones
principalmente de Jalisco y que en poco tiempo se con-
vierte en referente estatal e incluso nacional en este tipo
de experiencias (De la Fuente y Morales, 1996; Mora-
les, De la Fuente y Jiménez, 1999; Guerrero, 2006).
La Comagro es una coalición de «empresas del
sector social» que aglutina diversos estilos de con-
ducción, orígenes constitutivos diferentes y múlti-
ples formas organizativas. En ella caben las tradi-
cionales Uniones de Ejidos de la cnc, las sociedades
privadas que simulaban ser integradoras de Sociedad
de Producción Rural (spr), las asociaciones agrícolas
de pequeños propietarios, los proyectos colectivos
más ligados a las luchas por la democratización de
los municipios y por la apropiación productiva y,
desde luego, las cooperativas. El cuerpo directivo
y de técnicos de la empresa también es de distinto
origen, al aglutinar a antiguos funcionarios públicos
(de Fertimex y Tabamex), presidentes de organi-
zaciones sociales, activistas, técnicos y pequeños
empresarios. Se trata de un pacto comercial (es una
integradora constituida como sociedad anónima)
que desarrolla cinco funciones: 1) compactar la
demanda de insumos (fertilizantes y agroquímicos);
2) compactar la oferta de productos agrícolas (maíz
y trigo); 3) impulsar la capacitación agroempresa-
rial y de asesoría técnica; 4) ser agente interlocutor
ante el gobierno de Jalisco e instancias federales en
el proceso de desarticulación de las paraestatales
y 5) fungir como promotor de la interrelación con
actores privados.
La liga con la Comagro facilita a la Cooperativa
la continuidad y el incremento de las transacciones
de fertilizantes, convirtiéndose en el principal agente
distribuidor del insumo en la región. También al
incitarle a incursionar en el comercio de maíz, giro
en el que los directivos de la Comercializadora y
de otros de sus organismos afiliados contaban con
un saber hacer acumulado. La acción coordinada le
brinda claras ventajas y oportunidades al participar
en la compactación de las compras del insumo y en
las ventas del grano, ello en un entorno local que
reviste rasgos de mercado cautivo. Tal dinámica
tenía lugar en circunstancias en que el Estado
abandona su papel intervencionista y el mercado se
convierte en el nuevo paradigma del desarrollo.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Rápidamente la Coop se vuelve uno de los
socios de mayor peso económico y político de
la Comagro, ocupando posiciones importantes
en su equipo gerencial y con una presencia
significativa en el Consejo de Administración. La
Cooperativa aporta su conocimiento y práctica en la
administración y operación comercial, ejercicio en el
que públicamente reivindica su anclaje en el espíritu
cooperativista, lejos de sustentarse en el móvil
del lucro –tal como acontece en otros colectivos
asociados a la Comercializadora.
Cabe comentar que la invocación cooperativista a
la doctrina de la economía solidaria encuentra poco
eco entre los directivos de la Comercializadora,
quienes, por el contrario, rápidamente se persuaden
de las bondades que representan los valores en
boga atados a la imagen del agroempresario.
Disputa ideológica donde la Coop no solo pierde
terreno, sino en su interior resiente por igual serias
repercusiones al ser impregnada de la motivación
«modernizadora», al grado de que varios de sus
directivos son ganados a esta causa, imprimiendo
a la Cooperativa un sesgo en su orientación. La
organización se involucra, de manera creciente,
en actividades que tienen como fin la búsqueda
de la ganancia –particularmente el programa de
maíz y en los últimos tiempos del programa de
fertilizante–, adoptando un rumbo en el que se
acentúa la distancia entre las cúpulas y los asociados.
Al amparo del aliento común que representa
la Comagro, la Cooperativa recibe un crédito del
Fondo Nacional de Empresas de Solidaridad (Fo-
naes): “A partir de 1992, año en que se privatizan
las plantas productoras de fertilizantes, inicia una
fuerte expansión regional ya que los consignatarios
no tenían capacidad financiera para mantenerse en
el libre mercado y la Sociedad Cooperativa, con el
apoyo de Comagro, logra obtener apoyo del Fonaes.
En 1996 atiende a productores de 12 municipios
aledaños a El Grullo… Su operación satisface un
80% de la demanda de fertilizantes de la región,
durante 1994 y 1995 llegó a rebasar las 22 000
toneladas, en 1996 fueron 18 000 toneladas ya que
se presentaron problemas de logística en el abasto,
restando oportunidad en el surtimiento.” (Guerrero,
1996:15-16). También adquiere las instalaciones de
andsa localizadas en El Grullo, Autlán, Unión de
96
Tula y la Huerta, ensayando la creación de Centros
Integrales de Prestación de Servicios (cdps) en los
que se ofertan insumos y asesoría técnica, así como
servicios a la población y agricultores de la locali-
dad y zonas vecinas. Para el segundo lustro de los
noventa se suman los locales de Atenaya y Concep-
ción Casimiro Castillo, permaneciendo, finalmente,
como centros de acopio de maíz y venta de insumos.
Este empeño comercial se acompaña con la
acelerada capitalización de la organización, misma
que se ilustra en la ampliación y construcción de
su infraestructura, instalaciones y equipo. Para
estas fechas la Cooperativa El Grullo cuenta con
un supermercado y una sucursal, dispone de nueve
vehículos de apoyo, entre los que destacan dos
tráileres y un camión torton. Sus activos se valúan
en 21 millones de pesos (1996). Mientras que el
número de empleados suma 62.
Los recursos para sostener dicha expansión
provienen de distintas fuentes. De ingresos propios,
al destinarse parte del excedente generado a la
inversión comercial. A lo que se añade un nuevo
apoyo financiero de la Caja Popular, así como el
acceso a subsidios, recursos y servicios públicos,
brindados por los gobiernos federal y estatal. Esta
diversificación le permite un manejo administrativo
más ordenado y una evolución financiera más
estable, al evitar su vulnerabilidad al depender de
una sola fuente, como sería el subsidio estatal o su
descapitalización al hacer solo uso de capital propio.
Todo lo cual le permite combinar sus fuentes
internas y externas de ingresos. Cuestión que
entrelazada con un ejercicio gerencial eficaz y un
manejo administrativo sin déficits y prudente en
materia de financiamiento, cuidado y supervisado
por los Consejos de Administración y Vigilancia, lo
que ayuda a explicar el vertiginoso progreso en la
gestión registrado por la Cooperativa en los noventa.
Aquí conviene recordar un dato reglamentario
de vital importancia: la reforma de 1994 a la Ley
de Cooperativas de 1938. La nueva legislación abre
la posibilidad de legalizar y acelerar los cambios
internos que en los hechos venían sucediendo, como
el incremento tácito de los asociados.
La pujanza de la Cooperativa descansa en
el especial cuidado puesto por los Consejos de
preservar la diferenciación de funciones entre la
 Departamento de Sociología Rural / UACh
esfera directivo-gremial y la gerencial. A dicha
separación se suma la conformación de un
equipo técnico que tiende a profesionalizarse y
que de modo progresivo especializa sus labores,
esto como respuesta al cada vez más intrincado
funcionamiento de la gestión común. La gerencia
general empieza, entonces, a concentrar poder,
legitimada por sus éxitos iniciales y favorecida
por la recomposición ininterrumpida de las
instancias directivas y su insuficiente o de plano
desconocimiento del quehacer empresarial. A
falta de contrapesos reales, la arquitectura de
autonomía de funciones juega, en este caso, a
favor de la centralización de decisiones vitales en el
campo gerencial, como acontece en el programa de
fertilizantes, que en su mandato alcanza su apogeo.
El dinamismo en la gestión pronto se refleja en el
número de asociados. En 1997 llega a 2 500 socios.
Ello en atención al incentivo que representan los
logros alcanzados y a la flexibilidad en el dispositivo
de incorporación asociativa, cuya aplicación deja
entrever la intención de los directivos de afirmar su
presencia activa en el ámbito comunitario.32
Amas de casa, cañeros, maiceros, profesores,
profesionistas, asalariados y trabajadores por
su cuenta, conforman el heterogéneo abanico
social que da cuerpo a la Coop. De modo que el
ascenso de la membrecía y la diversidad social son
distintivos que acompañan a la organización en los
años noventa y que dibujan su nueva fisonomía,
extendiendo y vigorizando las redes sociales en las
que descansa su propuesta asociativa.
Todo ello adquiere mayor significación si se le
compara con otras experiencias asociativas en el
medio rural de la entidad y del país, que tienen
un funcionamiento más rígido, una composición
gremial más definida y una orientación productiva
más especializada; experiencias delimitadas por
32
El mecanismo determinado para ser socio sigue la normatividad
del régimen cooperativo; establece que el interesado sea mexicano,
tenga mayoría de edad y se encuentre en pleno goce de sus derechos
ciudadanos. También que asista a una plática de inducción y aporte,
en esa época, un mínimo de 200 pesos al capital social. El Consejo
de Administración acuerda en primera instancia el ingreso del soli-
citante, decisión que posteriormente es ratificada o rectificada por
la Asamblea General. Cooperativa El Grullo (10 de diciembre de
1974). Acta Constitutiva. Cooperativa el Grullo (s/f). Manual Básico
del Socio. 35 Aniversario.
97
los contornos de la especialización gremial y cuya
base de filiación no solo tiende a envejecer sino a
reducirse y a mermar en vitalidad, perdiendo en este
itinerario ascendencia en la vida social y cultural
local. De hecho la Cooperativa se ubica entre las
contadas organizaciones del sector social jalisciense
que incrementan su base social.
De suerte que la Coop cuenta con una mayor
capacidad para resistir las presiones provenientes de
la renta y venta de la tierra, de la salida del mercado
de agricultores, del envejecimiento gremial, de la
concentración de los recursos, de la reducción de
la base social activa y de la cultura patriarcal con
la marginación y exclusión de las mujeres que ésta
entraña. Cuestiones que afectan, de más en más, a
otras organizaciones del sector social, notoriamente
a los ejidos, comunidades, Uniones de Ejidos y
Arics.
Y al contrario de lo que ocurre en dicho universo
asociativo, la heterogeneidad de la composición
cooperativista torna más complejo su desarrollo,
al congregar intereses, visiones y exigencias muy
diversas, que encuentran cauce en un proyecto
común que, habría que subrayar, no siempre
se resuelven de manera tersa y fácil, generando
tensiones al seno de la organización y que se dirimen
en las diversas escalas de autoridad.
Diversidad que tiene un elemento cohesionador
medular: todos son consumidores. Este es el
cemento de la organización. Los cooperativistas
se unen en torno al consumo de bienes básicos,
independientemente de su ocupación, sexo, edad y
clase social.
Ante el ingreso masivo de socios ocurrido en
estos tiempos, los directivos y socios de mayor
experiencia vislumbran la posibilidad de que se
desdibuje el ideario cooperativista que se postula
como cohesionador del proyecto común. En esta
perspectiva, en la Asamblea General Ordinaria
celebrada en abril de 1997 se acuerda abrir el
departamento de Educación Cooperativa, que
además de impartir cursos sobre economía solidaria,
incluye un programa de capacitación en aspectos
de interés para grupos de asociados. Preocupación
que trata de encarar el avance del comportamiento
individualista al seno de la organización, pero
que poco o nada puede hacer como contrapeso
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
a las decisiones que anteponen la maximización
de la rentabilidad como criterio central en el
funcionamiento y derrotero de la misma.
El fortalecimiento de la Coop redunda en su
afianzamiento en el terreno asociativo local, lo que
en modo alguno entraña su enclaustramiento. Por el
contrario, a lo largo de todos estos años mantiene su
vínculo con las dos Cajas Populares –la Santa María
de Guadalupe y la Agustín Iturbide–, lo mismo que
con la asociación de usuarios de riego y la ganadera.
No es extraño que cooperativistas participen en
otra, en varias o en todas estas organizaciones.
Se recordará que los precursores de la
Cooperativa son también los iniciadores de la Caja
Popular smg. Ambos organismos mantienen fuertes
relaciones fraternales, al grado que en los primeros
tiempos se observa un continuo flujo de directivos,
que participan –incluso de manera simultánea–
en las presidencias y consejos de administración
y vigilancia de una y otra organización. Tal
entrelazamiento rebasa, con mucho, el intercambio
de directivos, estableciéndose desde los orígenes
una cercana relación en los aspectos operativo,
financiero, administrativo y educativo, sustentada
en una raíz común: la filosofía católica humanista.
Un inicio que, en el transcurso de los años, ha
madurado en un tejido de individuos, familias y
grupos en los que se asienta el funcionamiento
cooperativo.
Así, la cercanía de ambos proyectos permite a
la Coop tener el respaldo necesario para efectuar
las primeras operaciones comerciales, apoyándosele
con recursos, infraestructura, administración y
experiencia. Mediante el sistema de ahorro de la
Caja Popular, que funge como un singular soporte
de la economía regional, la Cooperativa tiene
acceso, en repetidas ocasiones, a recursos líquidos
para mantener el flujo financiero, llevar a cabo su
gestión comercial y ampliar su infraestructura,
dándole mayor margen para acudir a otras fuentes
de financiamiento.
Más aún, la mayor parte de los cooperativistas,
alrededor de 80% (Guerrero, 1996:18) son
miembros, asimismo, de la Caja Popular: en la
primera aparecen registrados como núcleo familiar
y en la segunda están inscritos mediante una cuenta
individual. De igual modo, en la smg funciona
98
una escuela a la que por varios años asisten los
cooperativistas, dando cumplimiento a la labor
educativa de los socios en la filosofía cooperativista.
Pero no todo es concordia y coincidencias, pues
mientras la Caja Popular mantiene su directriz
solidaria y es impermeable a las insistentes modas
empresariales, por su parte, la Cooperativa reorienta
su conducción en atención a estas voces y ve a la
Caja como otra fuente de recursos financieros,
como una opción cercana y en la que era posible
influir para acceder a préstamos extraordinarios.
Las influencias de origen de la Coop ligadas a la
Caja Popular marcaban una filosofía a seguir, no
obstante, en este período el influjo más importante
para ésta es el que resulta de la liga establecida entre
directivos de la Coop y la Comagro.
Es en las esferas asociativas del riego y de
la ganadería donde se advierte una más tenue
interrelación a nivel colectivo –no individual. Así,
por ejemplo, es la Asociación Ganadera Local la
que se encarga de proveer de insumos, medicinas,
asesoría y asistencia a los ganaderos. En forrajes,
hortalizas y trigo, lo mismo que en la agricultura
maicera de autoconsumo, los agricultores se
desempeñan de manera individual.
La década concluye, en el plano asociativo
más amplio, con el cierre y desarticulación del
proyecto de la Comercializadora Agropecuaria de
Occidente: en el año 2000 se declara en quiebra,
suceso que marca un punto de inflexión en el
mundo organizativo jalisciense, al incidir en el
comercio en común de fertilizantes (llegó a operar
30% del fertilizante estatal) y maíz (incidió en
20% del grano comercializado). En adelante, los
actores privados, particularmente los monopolios
extranjeros, impondrán más fácilmente su dominio
en el mercado de fertilizantes, al no tener enfrente la
acción compensatoria y regulatoria de la Comagro.
Fruto de sus propios yerros administrativos y
financieros, y enfrentando circunstancias no siempre
favorables (la devaluación de 1995 los atrapa con
cuentas pendientes en dólares), la Comercializadora
es finiquitada después de vivir un breve pero
intenso lapso de disputas y conflictos internos.
Como parte de su recorrido agroempresarial, la
Comagro había establecido «alianzas estratégicas»
con actores privados, mismas que se tradujeron en
 Departamento de Sociología Rural / UACh
dejar en manos de los nuevos socios mayoritarios las
decisiones gerenciales decisivas de las empresas fruto
de tales alianzas (como las firmas con fertinal
y sobre todo con mitsubishi). En ese momento
se promovía la fe en “el cambio” y la necesidad
de “estar en las ligas mayores del mercado”.33 En
esta dinámica la legitimidad de la empresa se
alimentaba en los éxitos lucrativos obtenidos en la
inmediatez de los resultados, quedando opacada
y finalmente relegada una de las contribuciones
que supuestamente podía aportar la Cooperativa
El Grullo: su filosofía y su propuesta de economía
solidaria, estructuradas en torno a privilegiar el
bienestar de los asociados, lo que exigía una mirada
de mayor alcance y de más largo tiempo.
Con el fin de la Comercializadora de Occidente
se disgrega uno de los proyectos colectivos más
innovadores y ambiciosos en el terreno de la gestión
productiva campesina, integrado por colectivos
de agricultores maiceros de buen temporal. Pese a
diversos intentos no habrá otra experiencia similar
en el país.
Los agitados e intensos años de la
Comercializadora Agropecuaria de Occidente
son también los tiempos en que gana terreno el
ideario empresarial en el seno de la Coop, al grado
de que en algunos segmentos de socios se diluye
la doctrina cooperativista, y el cuerpo gerencial y
algunos directivos caen en la tentación de dejar
atrás esta filosofía que le había inspirado desde sus
comienzos. En una opinión que ganaba terreno en
las filas organizativas de la entidad –alentada desde
la esfera oficial–, había que reconducir la gestión
comercial bajo los cauces de un nuevo paradigma:
el empresarial. Los funcionarios de la Comagro se
encargan de avivar la polémica ideológica y bajo la
bandera de la audacia y de “atreverse a cambiar”,
de dejar atrás inercias y atavismos de épocas
33
La disolución de la Comercializadora no fue la catástrofe general:
varios de sus técnicos y directivos formaron o se insertaron exitosa-
mente en empresas particulares, algunas de las cuales con presencia
actual en el mercado. Esto una vez que habían pasado por un periodo
de adiestramiento basado en la lógica de cometer errores y de lograr
aciertos con dinero ajeno, en representación de los agricultores y de
establecer relaciones comerciales e institucionales que les permitie-
ron, en lo individual, aprovechar las invaluables oportunidades del
mercado.
99
pasadas, de romper con viejos paradigmas anudados
al agrarismo y al campesinismo, de estar a la
vanguardia y de insertarse de manera óptima en el
entorno, fomentan lo que en su consideración era la
cultura agroempesarial. Se adopta la programación
neurolingüista como fundamento de la planeación
estratégica y se habla de volverse emprendedores e
innovadores, ejemplo de competencia y de éxito, de
priorizar la rentabilidad y de asumir una actitud
fincada en «ganar-ganar». En suma, de modificar
valores y hábitos que lejos de pretender “oponerse
al mercado y de remar contra la corriente”,
llevaran a la Coop a buen puerto: ser “aliados del
mercado”, tal como se insistía entre directivos y
capacitadores de la Comercializadora. Son tiempos,
en fin, en que la Cooperativa busca reinventarse
y de manera entusiasta se suma al debate que
en el espacio asociativo pugna por la vertiente
modernizadora, descuidando su participación en
la discusión sobre economía solidaria que desde la
tradición cooperativista se desarrollaba en el ámbito
latinoamericano y mundial.34
El impulso del ideario empresarial se enlaza con
una pretensión que subyace en los lineamientos
de la Comagro y de varias de sus organizaciones
socias más importantes, que se podría sintetizar en
la idea de «crecer a toda costa». Nos explicamos.
La desincorporación y privatización estatal en
boga abrían, en cierta medida, una ventana de
oportunidades para que algunas organizaciones que
venían incursionando en el proceso de autogestión
productiva –o que buscaban iniciarse en este
camino– tratarán de ocupar espacios que dejaba
la administración pública, para lo cual habría
que cultivar y aprovechar todo tipo de vínculos
políticos, gremiales y con la alta burocracia, mismos
que había establecido y que gozaba la Comagro.
En el ímpetu de aprovechar las oportunidades,
de acceder y ocupar tales espacios, se desató una
especie de euforia de intervención asociativa que dio
pie a un llamativo modelo organizativo de índole
34
Los cursos de capacitación de las organizaciones socias de la
Comagro (incluida la participación de los gerentes y algunos direc-
tivos de la Coop) fueron apoyados por el INCA RURAL, el FIRA,
el Instituto de la Potasa de E.U. (Fundación Windrow), el Gobierno
del Estado y otros organismos. Lo que incluyó viajes y recorridos para
conocer la Bolsa de Valores de Chicago, EUA, y el Bundesk Bank.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
expansionista, que no obstante lo audaz y exitoso
como fue presagiado por las directivas del momento,
con más prontitud de la que se previó se enfrentó
a no pocas trabas, engendró yerros estratégicos,
restó plasticidad para adecuarse a las cambiantes
condiciones, provocó quebrantos administrativos
serios y alentó la querella interna. Tal como
aconteció en el devenir mismo de la Cooperativa
y en muchas otros ejercicios de gestión campesina
de aquellos años. «Manzana envenenada» a la que
dieron voz de alerta varios estudiosos del campo, a
la luz del debate que se generó en los años ochenta
y noventa alrededor de la “apropiación productiva
campesina” (Gordillo, 1986 y 1988).35
En efecto, el periodo de auge descrito se teje
desde una perspectiva audaz e innovadora. Los
esquemas, formas de trabajo y mentalidades
«artesanales» quedan en el pasado. La Coop amplía
su capacidad de gestión comercial y se libera de no
pocas ataduras. Pero en este desarrollo promisorio
surgen nuevos riesgos, mismos que podríamos
derivar de una tentación: el «expansionismo», que
algunos grupos internos lo alientan sin mayor freno
y sin contar con una clara orientación ni visión de
mayor alcance. De manera que bajo el seductor
afán de crecer y ampliar el ámbito de participación
e influencia de la gestión común, se adoptan
decisiones pragmáticas que se alejan de la columna
vertebral de la gestión comercial de productos
básicos y que resultan desmedidas y de alto riesgo,
al significar la erogación de importantes sumas
35
Por su parte, Armando Bartra (1991:12) comenta: “Esta potencial
ampliación de las esferas de gestión de los pequeños productores orga-
nizados no significa, por sí misma, mayor democracia, y el crecimien-
to de los aparatos económicos en propiedad de los campesinos no
es correlativo de su presencia social, ni sinónimo de fortalecimiento
organizativo. Y no lo es, porque los espacios formalmente liberados
por la burocracia estatal, con frecuencia son ocupados por otra bu-
rocracia, ahora dependiente de la organización campesina, y porque
la lógica y el sentido económico de las funciones no cambian sólo
porque se modifique formalmente el sujeto que las desempeña. La
apropiación del proceso productivo por los campesinos organizados,
si ha de conducir a la creación de nuevas formas de hegemonía po-
pular en el ámbito regional, debe verse como algo o más que la am-
pliación de atribuciones técnico-administrativas y no puede medirse
por el número y tamaño de los aparatos económicos creados por una
organización. Los aparatos autogestionarios son conquistas, instru-
mentos de beneficio económico, palancas organizativas y a veces tan
apasionantes como juguetes nuevos. Pero pueden transformarse en
monstruos.”
100
de excedentes, llevar al quebrantamiento de las
finanzas internas y acrecentar la vulnerabilidad ante
los avatares externos y las adversas modificaciones
del entorno. El auge implica una nueva apuesta
de cómo crecer y fortalecer la gestión común, una
apuesta cuyas secuelas están ligadas a lo que se
podría señalar como el mal del «gigantismo».
Funcionamiento que, visto desde otro ángulo,
enseñoreó aún más a los expertos, tanto en las
organizaciones que lograron sobrevivir, como
en particular en la Coop, que consolidaron su
dominio en la gestión comercial y, de más en
más, en el rumbo colectivo. Ámbito profesional
que en una década dejó atrás su pasado artesanal
para transitar a su readecuación como espacio
gerencial especializado. Una frase de moda resume
este viraje: «no me digas cuanto te cobro, sino fíjate
cuanto te doy a ganar». La ruta del intervencionismo
y control asociativo de parte de los expertos se
entrelaza y cobija con el discurso renovador anclado
en el canon del agroemprendedor y del mercado.
Paradójicamente, entre más se adentraba la Coop en
esta «modernización», más distancia se abría entre
las cúpulas gerenciales y la base asociativa.
A la par que afianza dicho espacio de autoridad,
se recordará que es en los años noventa cuando
se readecúa la arquitectura de gobierno en la
Cooperativa, al acordarse el esquema de asambleas
generales y seccionales, lo que da forma a una
democracia representativa: los delegados electos en
las segundas conformarán, en adelante, la Asamblea
General. El policentrismo es un hecho, sin embargo,
el esquema de pesos y contrapesos nace debilitado
ante el ámbito gerencial que ocupa, de manera
progresiva, un peso decisivo en la conducción de
la Cooperativa. De modo que la fisonomía de su
gobierno es la de un policentrismo formal con una
tendencia clara al monocentrismo gerencial real.
Por cierto, la Coop no escapa a las secuelas de
la disgregación de la Comagro, al desarticularse el
frente común que daba cara al embate competitivo
de los particulares en los mercados de fertilizantes y
maíz; y diluirse la interlocución social con la esfera
estatal. Lo que se entrelaza con la salida de Carlos
Quirino de la Gerencia General (el 31 de julio de
1999), concluyendo un decenio gerencial de luces y
sombras.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
La quiebra de la Comercializadora de Occidente
crea un ambiente poco optimista en el mundo
asociativo de Jalisco. Sin embargo, no todo es
infortunio ni fatalidad. Menos para la Coop, que
en la primera década del nuevo siglo se adentra en
un lapso de expansión y de desarrollo en mercados
locales (vía compraventa de granos). De igual
modo, su más importante expansión en materia de
comercio de productos para consumo familiar está
por venir. Cabe recordar que el vacío dejado por la
Comagro es ocupado por otros actores económicos
(las llamadas Integradoras), mientras que el
mundo asociativo –en esta escala amplia– entra
en una acelerada como inestable reconfiguración,
delineándose paulatinamente nuevos proyectos de
gestión comercial común. Proceso en el que la Coop
estará asimismo presente.
De la bonanza a la inestabilidad y la
crisis
En el mundo local el naciente milenio trae consigo
variaciones en el horizonte productivo. El cultivo de
caña se mantiene como dominante pero despunta
el de maíz, cuya producción se ve incentivada
por el ascenso de las cotizaciones foráneas, en
una economía doméstica liberalizada e inserta
en la globalización. Esto se apareja con un nuevo
momento en el acontecer cooperativo, que atraviesa
por la recomposición de su arreglo interno, lo que se
articula con un decenio de evidente inestabilidad en
la gestión comercial, en el que se suceden tiempos
de bonanza, con otros de estancamiento e incluso
de crisis financiera y de retraimiento operativo.
También se readecúan sus vínculos con otros
actores, como agrupamientos campesinos y una
diversidad de organismos públicos. Veamos cómo
fue su desenvolvimiento.
El comportamiento de conjunto de la Coop
esconde las fluctuaciones y fragilidad que sigue cada
uno de los programas de comercio y servicio que
pasan, asimismo, por variaciones de importancia, al
grado de que si en los años noventa el desempeño
organizativo descansa en la triada constituida
por las transacciones de bienes de consumo, de
maíz y fertilizantes, esta situación se trastoca en el
nuevo decenio al disminuir, hasta prácticamente
101
desaparecer, el negocio del insumo agroquímico y
quedar las tiendas de abasto de artículos familiares
y el programa maicero como los ejes alrededor de
los cuales se hilvana el movimiento cooperativo.
Además, la evolución de dichos programas observa
altibajos de consideración.
En el terreno del comercio de productos básicos
la apertura de la macro tienda, en diciembre de
2005, simboliza el afianzamiento de El Grullo en
el mercado regional. Las ventas mensuales llegan a
cuatro y cinco millones de pesos, particularmente
entre diciembre y mayo, considerada la temporada
fuerte –cuando se reactiva la economía regional. La
planta de personal se eleva de 80 a 160 empleados,
considerando las tres tiendas.
A partir de septiembre de 2009 se pone en
marcha la diferenciación de precios entre socios
y no-socios, dispositivo que se convierte en un
estímulo para alentar una mayor participación y
cohesión asociativas y para reforzar su sentido de
pertenencia del cooperativista a la organización; a
la par que es un mecanismo encaminado a animar
la dinámica comercial de la Coop y a reforzar
su posicionamiento a nivel local. Cabe decir
que se trata de un incentivo común en el medio
cooperativo, aunque ausente o poco usual en otro
tipo de proyectos de gestión campesina en Jalisco.
En paralelo se mantiene en operación el
programa de compactación y venta de maíz, que
después de registrar volúmenes poco significativos
en los finales de los noventa y principios del 2000,
a partir del segundo lustro vive un significativo
repunte, incitado por el alza de las cotizaciones
internacionales del grano. En 2007 se acopian 18
mil toneladas de maíz, la mayoría de no socios.
Las altas expectativas que genera el programa
maicero animan a la gerencia y a la directiva de
la Coop a ampliar su participación en la cadena
maicera, lo mismo que la oferta de sus servicios. En
marzo de 2006 entran en operación dos silos, con
capacidad de 3 mil toneladas cada uno, equipados
con báscula y un centro de acopio de 40 mil
toneladas. También se adquiere maquinaria para el
envasado de trigo.
Al año siguiente la Cooperativa se incorpora
al esquema de precios a futuro, promovido por
aserca-Sagarpa, difundiéndose el mecanismo de
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
cobertura de precios a fin de garantizar un importe
mínimo del grano. También se inscribe al programa
de Alto Rendimiento de Maíz, lo que hacen a
partir de las gestiones efectuadas por la Asociación
Nacional de Empresas Comercializadoras de
Productores del Campo (anec), permitiéndoles
contar con técnicos que prestan asistencia técnica
más personalizada a los agricultores involucrados.
Y con miras a lograr una mayor integración en la
cadena productiva se instala, además, un molino de
nixtamal y una tortillería en la tienda.
Para mediados de la primera década del nuevo
milenio se cuenta con una red de bodegas –propias,
en copropiedad o rentadas– para el acopio del grano
y en ocasiones para la venta de algunos insumos.36
La operación también redunda en la ampliación de
la planta de personal que, entre la operación y la
administración, suma a una treintena de personas,
todas de base.37
La actividad maicera de los agricultores medios
(con maquinaria) se ve impulsada en estas tres
décadas (1990-2016) por dos razones: a) hay un
salto tecnológico en los rendimientos promedio de
las zonas especializadas (La Barca, Valles Centrales),
cuyos índices rebasan las 10 toneladas por hectárea
en amplias superficies de buen temporal; b) los
precios domésticos en ascenso que tienden a
emparejarse a las cotizaciones internacionales (se
manejó el esquema de precios de indiferencia). En
este recorrido se desecha el procedimiento de apoyo
oficial de otorgar 640 pesos del pace colectivo de
Boruconsa –vigente en el primer lustro de los años
noventa–, para abrir el nuevo siglo en 1400 pesos
la tonelada. En el año de 2010 el precio rebasó los
2500 y en 2012 rompió el límite de los 5000 pesos.
En adelante se registra un descenso en estos montos,
al retornar a alrededor de los 3000 pesos la tonelada
(2015 precios medios estatales). Desde luego, tal
situación se asocia al encarecimiento de los insumos
y al alza de los costos de producción, de forma que
36
Situadas en El Grullo, Autlán, Los Ángeles, La Huerta, Unión de
Tula, La Concha, Casimiro Castillo y Tonaya.
37
Entre encargados de compras y ventas, intendentes, auxiliares y
encargados de molino y tortillerías, analistas y auxiliares de almacén,
encargados de bodega, choferes, veladores, auxiliares administrati-
vos, asesores técnicos, operadores de silos.
102
si además consideramos la escala en la economía y
el uso de maquinaria, la prosperidad solo alcanza
a una franja de agricultores. Una aclaración: hay
lapsos muy favorables para la actividad maicera,
propiciándose la ampliación de la superficie
sembrada en la región de El Grullo, sin embargo,
esto no altera de fondo el patrón de cultivos, en
el que sigue predominando la caña de azúcar,
como tampoco modifica el perfil del productor
maicero, pues solo una pequeña capa se inclina a las
condiciones del agricultor medio arriba señalado.
En contraste, el programa de fertilizantes (su
adquisición compactada y venta local), que una
década atrás había conocido un incremento sin
precedente y se había posicionado como una fuente
principal de ingresos, a partir de finales del siglo
pasado sufre un singular desplome. Fenómeno
que, por lo demás, se observa en el conjunto del
universo asociativo de agricultores de la entidad
y que forma parte de la problemática que deja el
cierre de la Comagro y la consiguiente disgregación
de la compactación comercial del insumo: salen
prácticamente del mercado las organizaciones de
agricultores y éste queda en manos de agentes
particulares. En 2008 la Coop compra a la firma
Siacomex cerca de 6 mil toneladas de fertilizantes
para su distribución comunitaria.
El aliento en materia de infraestructura y de
equipamiento se financia –al igual que en épocas
pasadas–, con recursos propios, complementados
con crédito provisto por la Caja Popular y con
apoyos provenientes del gobierno federal, a través
de firco y aserca. Por ejemplo, en los dos silos
edificados en 2006 se obtiene respaldo de esta
última.
En 2008 el número de socios se ha duplicado
respecto una década atrás. En marzo de 2010
formalmente se tiene registrados a 4 696
cooperativistas, cifra que disminuye a 4 400
al excluir a los socios fallecidos y retirados.
Distribuidos en términos proporcionales similares
entre hombres y mujeres. Su presencia en el plano
gremial productivo no es menor, calculándose
en 350 socios los agricultores (entre ejidatarios y
pequeños propietarios) dedicados al cultivo de maíz.
Jorge Fajardo Velazco ingresa como gerente
general a mediados de 1999, cargo que ocupa hasta
 Departamento de Sociología Rural / UACh
septiembre de 2005. De hecho Fajardo Velazco
tiene, por cerca de una década, un peso trascendente
en la historia de la organización, pues previamente
se había desempeñado como presidente del Consejo
de Administración. Resulta ser que se desempeña
en tales cargos sin ser miembro fundador, lo que
indica, desde su arribo al cuerpo directivo, una
recomposición en las relaciones de poder internas.
Su llegada al Consejo no se puede explicar sin el
acuerdo de los socios fundadores y de las familias y
grupos de mayor peso en la vida de la Cooperativa,
pero su permanencia y estabilidad en la cúspide
jerárquica tampoco se pueden descifrar sin que haya
conformado un nuevo núcleo hegemónico. En la
mayor parte su ejercicio gerencial observa, en lo
esencial, una interrelación sin mayores tiranteces
con los órganos directivos, sobre la base de que la
fuerza gravita, quizá por primera vez de manera más
continua, del lado de la gerencia.
Es en esta administración gerencial y directiva
cuando se adoptan muchas de las decisiones en las
que se sustenta el lapso de auge que vive la Coop.
Cuando se consolidan los avances alcanzados bajo
la gerencia de Chavarín, se reestructura el programa
de fertilizantes y se pone en marcha el de maíz;
se decide construir la macro tienda y se dan los
primeros pasos para edificar los silos. Son los años
de éxitos y grandes expectativas de la Comagro y la
apuesta modernizadora se torna fuerte y agresiva.
Aunque también hay que decirlo, es una jugada
costosa, conlleva no pocos riesgos y se cometen
errores gravosos para las finanzas de la organización.
La desarticulación de la Comagro significa un
revés para el programa de compras de fertilizantes
y ventas comunes de maíz. No obstante, a los
pocos años la directiva de la Cooperativa confluye
con otras asociaciones en la constitución de la
Integradora Sicampo, la que parcialmente ocupa
el vacío dejado por la primera, sobre todo en las
transacciones de maíz. También se relacionan con
Siacomex, con la Asociación Nacional de Empresas
Comercializadoras (anec), la que en múltiples
ocasiones cumple un papel de interceder y presionar
al gobierno a favor de exigencias comunes de sus
organizaciones integrantes.
Un pequeño núcleo cooperativista forma
la empresa Consultores en Marketing en El
103
Grullo, que toma en sus manos la compraventa
de fertilizante de la región, para lo cual establece
una conexión comercial con Siacomex. Desde la
perspectiva de la Coop, suprimir el programa de
fertilizantes representó, en lo inmediato, un cierto
alivio en sus finanzas, que resentían no pocas
presiones derivadas de pérdidas, gastos innecesarios
y deudas. Parte de la infraestructura de almacenaje
localizada en algunos poblados estaba subutilizada
o de plano abandonada. La imposibilidad de
vender pronto los activos destinados a almacenar
fertilizante y granos también constituye un peso
formidable para la economía cooperativista, lo
mismo que el renglón de sueldos y salarios. En
una visión de mediano plazo queda abierta la
interrogante si la compraventa de fertilizantes
significaba un lastre para la Coop, como lo era el
programa de maíz.
Hacia mediados de la década la Cooperativa
entra en un momento de incertidumbre y vacilación,
lo que se refleja en la cambiante composición del
mando gerencial: en el segundo lustro de la década
en un breve periodo se hacen cargo de la gestión
tres gerentes con perfiles muy diferentes. La falta de
continuidad en el mando gerencial refleja problemas
de fondo y no simples pretensiones y pasiones de la
cúpula asociativa.
La Coop vive una serie de presiones del
entorno, en particular el arribo de grandes
cadenas comerciales se vislumbra como uno de
los principales riesgos en el futuro cercano, al
entrañar la modificación de fondo de un mercado
en el que ésta ha logrado una participación
decisiva.38 A lo que se suman –como veremos–
los errores cometidos en la adquisición y
almacenamiento de maíz en múltiples localidades
de la región –alentados por la anec y Sicampo–,
la imposibilidad de venderlo a buen precio a
empresas agroindustriales y compradores privados
y las dificultades de caja para pagar de manera
oportuna al agricultor. Así se crea un medio
propicio para la reaparición de acaparadores
privados en el comercio del grano, cuya penetración
38
En el Grullo la Coop solo resiente la competencia de la Tienda
Sindical de la CTM. En Autlán se instala Bodega Aurrerá y en el
mismo Grullo se prevé la llegada de Soriana.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
en el comercio local hace peligrar la influencia
reguladora de la Cooperativa. Fenómeno similar
acontece en el mercado de fertilizantes, donde se
advierte el dominio creciente de las casas privadas e
intermediarios del insumo, ramo que la Cooperativa
había abandonado y dejado en manos de consultores
en marketing.
Y es precisamente en previsión de esta
incursión de las grandes firmas y de acaparadores
privados que se adopta la iniciativa de construir
la macro tienda y edificar dos silos y equiparlos,
decisión que en una perspectiva de mediano
plazo encuentra pleno fundamento, pero que en
términos inmediatos complica el funcionamiento
asociativo al concitar un delicado problema a las
finanzas de la Coop.
En efecto, es claro que los proyectos de inversión
comercial, como la macro tienda y los silos,
significan otro episodio en la consolidación de
la gestión comercial de la Cooperativa. Apuestas
audaces que, no obstante, en el corto plazo su
instrumentación vulnera el balance administrativo y
afecta la estabilidad financiera, al grado de entrañar
un delicado déficit en el circulante, poniendo
en riesgo el flujo de capital requerido tanto para
dar continuidad y curso al comercio de bienes de
consumo como a las transacciones de maíz y de
insumos básicos.
En los inicios del segundo lustro se carece de
capital para abastecer las tiendas, derivándose un
problema frente al consumidor –socio y no-socio–,
que vive el trance financiero como un «descuido
de la tienda» de parte de gerentes y directivos. El
público usuario se inquieta y disgusta debido a
que la Coop «ni da más barato, ni tiene surtido».
Lo que sin duda pone a prueba la lealtad de los
consumidores. Trance que erosiona, asimismo, la
legitimidad de los mandos gerenciales, fincada en
resultados, para quienes queda fuera de su alcance
recuperar la liquidez y el pleno y oportuno abasto
de las tiendas. Simplemente hay problemas de caja
y la recomendación consiste en asegurar el mayor
control administrativo, a fin de no ahondar las
dificultades.
Los maiceros reclaman, por su parte, el pago
oportuno del grano, en una situación en que el
retraso de su bonificación alcanza hasta un mes,
104
cuando era habitual el pronto pago.39 Dilación
que contrasta con los particulares, que pagan al
contado y de inmediato, lo que aprovechan para
ganar posiciones en el mercado.40 La permanencia
de la operación maicera pende de un hilo. Las
complicaciones lejos de resolverse dan pie a mayores
trastornos, que derivan en la ruina del programa,
con los subsecuentes daños a las finanzas de la
Coop.
En otras palabras, buena parte de los recursos
se han destinado a la inversión en infraestructura
y equipo (como silos y macro tienda), además de
la adquisición de inventario, conceptos en los que
se ocupan los excedentes propios –que no eran
nada insignificantes, alrededor de siete millones
de pesos– y los créditos facilitados por la Caja
Popular, Fonaes, Financiera Rural y por organismos
bancarios. Decisión que origina una carencia de
liquidez que hasta cierto punto estaba prevista.
El asunto se enreda cuando esta insolvencia no
logra compensarse con los ingresos provenientes
de la macro tienda, cuyos inicios son más lentos
de lo esperado, reportando pocos ingresos a la
organización. En esta tenaza queda atrapada la
Coop. La «crisis de crecimiento» o de «caja» estalla,
con implicaciones directas en el recambio de los
niveles directivos, unos más pronto que otros.
El comportamiento del programa maicero
tampoco ayuda mucho a salvar la situación y,
antes al contrario, agrava la problemática. Con la
experiencia obtenida en la Comagro y ahora con
el apoyo de la anec, la gerencia adopta la decisión
de impulsar la comercialización del grano, cuyas
perspectivas en precios se ofrecían muy alentadoras.
Empero, dos ciclos de mala comercialización del
producto llevan al traste las expectativas de negocio
39
Algunos productores refieren que recibieron el pago final después
de un año y sin obtener el monto esperado, ya que el maíz se malba-
rató. El pronto pago y en dinero fue una de las reivindicaciones de las
movilizaciones de productores en las décadas del intervencionismo es-
tatal, cuando Conasupo dilataba la bonificación y lo hacía en especie,
lo que facilitaba que los intermediarios privados aprovecharan esta
situación para adquirir el producto bajo sus benéficas condiciones.
40
Por ejemplo, los intermediarios Quirarte y Camacho ocupan un
sitio importante en el mercado al aprovechar la ventaja de pago al
contado y de inmediato, no obstante que el precio pagado al produc-
tor sea menor al que obtiene El Grullo a partir de los precios fijados
por el mecanismo de cobertura.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
y las esperanzas de obtener ingresos que ayudaran a
balancear las finanzas. Grandes volúmenes de maíz
colectado son almacenados, lo que deriva en costos
inesperados que agravan la precaria administración
de la organización.
Así y en este caso sin mayores revisiones, la
Coop se encuentra atenazada por otra pinza: de una
parte, se disparan los gastos por el almacenaje de
los inventarios, y de otra, se cierran las perspectivas
de su venta a precios rentables. El grano finalmente
se comercia a precios por debajo de los costos
y desde luego de lo previsto, pero el daño está
hecho: el déficit financiero llega al grado de acercar
a la quiebra a la Cooperativa. Se cuestiona el
involucramiento de ésta en el terreno comercial
agropecuario, que ya de por sí se había visto
debilitado ante la decisión previamente adoptada de
abandonar el comercio de fertilizante, negocio que
ahora quedaba a cargo de algunos cooperativistas.
A mediados de esta primera década del milenio
se toma conciencia de la gravedad de la situación
por la que atraviesa la Coop, lo que trae aparejado
relevos en el mando gerencial. Pero lejos de abrir
opciones de salida, la incesante inestabilidad que
envuelve el nivel gerencial se torna parte y expresión
de la problemática. Es el sello visible de la Coop en
la segunda mitad de la década, cuando se suceden
repetidas sustituciones en la cúspide gerencial:
Jorge Fajardo es remplazado por Salvador Ochoa
Uribe en 2006, a quien le sigue Enrique Vargas
Z., que permanece en el puesto hasta 2008. Lo
reemplaza Jesús Ángel Rodríguez Vela, quien al
año siguiente es suplido por Arturo Torres Zepeda.
Cada gerente impone su huella personal en la
gestión cooperativista, ondea un programa y plantea
sus peculiares novedades en el diseño y ejecución
operativa. Sin ahondar en cada uno de estos
ejercicios, valdría recordar lo siguiente.
Salvador Ochoa hace énfasis en la
restructuración del personal. El aumento inusitado
de la planta de empleados, los criterios de selección
y las formas de contratación evidenciaban fallas
notables en la materia. Por lo que se dio a la tarea de
nivelar sueldos y prestaciones, y disminuir el gasto
corriente que se había elevado de modo vertiginoso
hasta constituir una carga cada vez más pesada para
las finanzas de la organización. La bonanza tenía
105
aparejadas condiciones de trabajo y remunerativas
óptimas para los empleados, sobre todo para los
cargos de dirección, situación que había llegado a
un límite excesivo y ponía en peligro el equilibrio
administrativo interno.41 Si en años previos se llegó
a contar con 163 empleados, paulatinamente la
cifra disminuye a 105 (en 2011). No obstante, se
calculaba que 45% de la nómina era absorbida por
el aparato gerencial.42
A Enrique Vargas le corresponde estabilizar
financieramente a la Coop. Las deudas y la
retracción de la operación se habían convertido en
una trampa en la que quedaba atrapada la gestión
comercial, poniendo en riesgo el flujo circulante y
toda la operación.
Jesús Ángel Rodríguez bosqueja y da los primeros
pasos de una reingeniería empresarial, diseña
una serie de estrategias a seguir para consolidar
a la empresa y mantener su posicionamiento en
el mercado regional en los siguientes decenios.
Mientras que Arturo Torres busca el manejo
administrativo más adecuado y eficiente.
Se trata, sin duda, de medidas necesarias, de
avances alentadores y voluntades en juego. Empero,
se desdibuja la estrategia que podría dar sentido y
orientación a las acciones adoptadas. La Coop está
perdiendo el rumbo. Su evolución se torna acci-
dentada y en cierta medida zigzagueante, atraviesa
fuertes tensiones internas. La perspectiva asociativa
se torna más incierta. En este curso se abandona la
participación cooperativa en la esfera agropecuaria
–primero deserta de la compraventa de fertilizan-
tes y después de la de maíz–, lo que da al traste al
ambicioso plan gerencial que al respecto se había
concebido y cuyo lema resumía el modelo que se
41
A fin de que este gasto no se convierta en un peso crítico en el ejer-
cicio administrativo, es común que las cooperativas tengan cautela en
la contratación de personal, tanto en términos cuantitativos como en
las formas de contrato: evitan que el personal sea “de planta”, sortean
caer en el nepotismo, reglamentan sueldos y prestaciones de directi-
vos. Para lo cual buscan fórmulas que sean bien remuneradas pero
no onerosas a la organización, a fin de impedir que deriven en una
salida de excedente, adoptando mecanismos y procedimientos que
beneficien al conjunto de los socios, con sistemas flexibles y rotativos.
42
Entrevista a Dolly Cristina Ojeda Álvarez y Carlos Quirino, 17 de
noviembre de 2011.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
proponía alcanzar: “Ustedes dedíquense a producir,
que nosotros los apoyamos en todo lo demás”.43
Se ha dicho que el crecimiento y la expansión
en infraestructura, equipo y bienes de los últimos
años no se correspondió con una administración
que lo soportara, generando una crisis en las
finanzas de la organización. Pero ésta va más allá del
terreno operativo, de la mala fe o de una eventual
deshonestidad de algún funcionario. Más bien
trasciende al ámbito de los equilibrios internos y de
las relaciones de poder.
Es cierto, en materia de gobierno sigue vigente
un policentrismo formal. No ha habido cambios
reglamentarios que lo modifiquen. Sin embargo,
en los hechos han ocurrido reacomodos de fondo.
Si en los noventa la gerencia había centralizado
las decisiones al grado de convertir el gobierno
en un monocentrismo tácito, ahora esta escala de
autoridad ha perdido fuerza debido a las pifias
cometidas, ganándola, por el contrario, el cuerpo
directivo gremial, que de nueva cuenta y en
medio de la problemática antes señalada, trata de
recuperar y de asumir un peso más importante en
la conducción del proyecto. Empeño que tiene, de
su parte, un cambio en la situación de autoridad:
en este momento el cuerpo directivo goza de mayor
estabilidad y continuidad que el gerencial, cuestión
que en los años previos era justamente la opuesta.
Por su parte, el deterioro en el ejercicio comercial
y la falta de transparencia y de información en las
decisiones adoptadas impacta el estado de ánimo de
los cooperativistas. La desconfianza y el descontento
se acrecienta entre las base asociativa, acentuada
aún más por la ausencia o merma de beneficios
tangibles, directos e inmediatos, lo que genera una
presión hacia la dirección, que pierde legitimidad
interna.
El trasfondo es el aumento incesante del
número de afiliados, que suman alrededor de
4 700. Incremento al que se añade la renovada
43
En los momentos de bonanza se dieron los primeros pasos para
conformar una Gerencia Agropecuaria, que tenía bajo su mando va-
rios giros de comercialización: fertilizantes, granos (principalmente
maíz), masa, tortilla, agroquímicos y semillas. Así como los siguien-
tes servicios: gestión en apoyos gubernamentales, asistencia técnica,
laboratorio para análisis de suelos, báscula, almacenaje, transporte y
maniobras.
106
heterogeneidad, en donde confluyen intereses y fines
muy dispares, volviendo tarea ardua su conciliación,
confluencia y representación en un proyecto común.
Agréguese que el incremento de la base gremial se
realizaba de manera indiscriminada y sin atender su
formación, su conocimiento o identificación con la
filosofía cooperativista y con la historia de la Coop,
esto es, sin que hubiera de por medio un esfuerzo
educativo en consonancia. Lo que evidenciaba que
el área de educación en los hechos había quedado
relegada y descuidada ante las prioridades del
empuje productivo. Como expresión del «exitoso»
rumbo seguido en estos años, solo importaba lucir
el dato cuantitativo. Otras eran las prioridades en la
agenda gerencial.
El devenir mismo del Departamento de
Educación da cuenta de los diferentes pareceres,
de las oscilaciones y de los tumbos que sacuden
el ámbito de la gerencia. Si en los inicios de la
década el Departamento funciona de manera
autónoma en el organigrama y bajo un programa
de trabajo propio, en el año 2003 éste se articula
formalmente bajo el mando de Recursos Humanos,
preservándose el cargo de Gerencia de Educación
Cooperativa, a cuyo mando se encuentra Leonel
Michell. Dos años más tarde se vuelven a separar
ambas instancias y el área educativa se encarga a
Rigoberto Torreros. En 2007 desaparece, de facto, la
Gerencia de Educación, siendo la encargada Leticia
García Herrera. En 2008 se vuelven a juntar las dos
áreas para constituir el renglón de Capacitación. Un
año más tarde el puesto de gerente de Educación
sigue vacío.44
No obstante este tortuoso camino, habría que
destacar que las funciones del área educativa no
se abandonan: recaen en un motivado, activo y
compacto núcleo de técnicos, convencidos de que el
porvenir de la Cooperativa pasa, ineludiblemente,
por la educación de los asociados.
Luz y también sombra: frente a la aspiración
educativa se impone otra realidad: el pragmatismo,
el utilitarismo hacia la organización y la inmediatez
ganan peso entre los cooperativistas, diluyéndose
aún más el ímpetu de la filosofía y los valores
44
Entrevista a Aracely Escobedo Rodríguez, 29 de marzo de 2010.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
cooperativistas que inicialmente le habían dado
origen y sentido al desarrollo asociativo. La falta de
claridad y de compromiso colectivo en las metas
a alcanzar y en el derrotero a seguir expresan
el delicado momento por el que atraviesa la
organización.
En este curso se toca una fibra muy sensible y
que para muchos agremiados constituye un «vicio
legal», amparado en la tradición: las retribuciones
de fin de año desaparecen. El excedente se ha
destinado a la inversión productiva, registrándose
un nulo remanente para el reparto anual entre los
cooperativistas, práctica que se había constituido
en uno de los servicios más representativos de la
Cooperativa. Lo que adquiere un tono serio en
circunstancias en que el pragmatismo y utilitarismo
han ganado influencia y cuando segmentos de
nuevos asociados han sido atraídos por este tipo de
incentivos.
Así, entre 2006 y principios de 2009 se genera
un desasosiego y disconformidad gremial, que
erosionan los vínculos entre la base cooperativista
y los directivos, y tensiona más las relaciones entre
éstos y la gerencia.
Saltan entonces una serie de desajustes
asociativos que cuestionan la forma de desarrollo
seguido por la Cooperativa en los últimos años:
el crecimiento no se corresponde con una solidez
administrativa y financiera; se carece de sistemas
de información que permitieran adoptar decisiones
más oportunas y eficientes; se advierte la dilución
de fronteras en las funciones y decisiones del
Consejo Directivo y las del ámbito gerencial;
lo mismo que la disonancia entre la estructura
empresarial y el progreso en la gestión comercial
frente a la autogestión con fines de bienestar social;
se evidencia la mala planeación y la subutilización
de instalaciones45 y equipo (como el transporte); se
muestra lo limitado del acceso a subsidios, recursos
y servicios públicos. También se evidencia el
descuido de la esfera cultural, en un ambiente en el
que el individualismo guiado por una «racionalidad»
anclada en el costo/beneficio gana terreno, ante
45
Por ejemplo, la construcción de los silos absorbió parte de los recur-
sos que contaba la organización. Se inauguran en marzo de 2006 y,
sin embargo, inicia su uso ocho meses más tarde.
107
la merma de las relaciones de reciprocidad y de
cooperación. Esto sin atender la eventualidad de no
acercar el proyecto a una tragedia.
De suerte que teniendo como origen la
preocupación por la llegada de grandes cadenas
comerciales a la región, con la competencia que ello
entrañaba y que ponía en juego el posicionamiento
de El Grullo en el mercado comunitario; y, al
mismo tiempo, la de aprovechar la oportunidad
que se abría en el mercadeo del maíz, se adoptan
una serie de decisiones que derivan, en el segundo
lustro de la década, en una delicada situación
administrativa: las finanzas sufren un descalabro
tal que pone en riesgo la continuidad de la gestión
comercial. “Los pasivos se elevaron a 17 millones de
pesos. Lo que se vendía servía para pagar intereses.
Se empezó a no pagar a los vendedores y éstos
empezaron a no surtir. Lo que ocasionó poca oferta
de productos.”46
Todo provoca desajustes y rompimiento de
los equilibrios internos: la Coop sufre el yerro de
haber dejado en manos de la gerencia decisiones
fundamentales, ahora la búsqueda de nuevos
contrapesos formales e informales se han puesto en
juego. También crea un marco propicio para que
emerja y cobre cierta vitalidad el descontento, la
desconfianza y la división interna. Los descuidos en
la formación y compromiso de los cooperativistas
hacen su parte. Todo lo cual va en menoscabo
de la cohesión y la participación social en torno
al proyecto común que, por cierto, también se
desdibuja.
En estas circunstancias complicadas y riesgosas la
Coop recibe la segunda década del nuevo milenio.
Son tiempos de serio peligro para la estabilidad
y continuidad del proyecto común. La Coop ha
tocado fondo. Los cambios a escala directiva y
gerencial no se dejan esperar, a la par que se busca
dar cauce a las diferencias y conflictos internos. En
octubre de 2011 tiene lugar un cambio parcial en
el Consejo de Administración. El profesor Rubén
González Flores es elegido al cargo de presidente,
la maestra Dolly Cristina Ojeda al de tesorera y
Miguel Ángel Leal al de secretario. Además, Carlos
46
Entrevista a Enrique Vargas, 31 de marzo de 2010.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Quirino Pérez asume, de nueva cuenta, las riendas
de la gerencia general y Carlos Alberto Esparza
la de abastos. Los nombramientos sintetizan la
encrucijada que vive la Cooperativa: son un intento
por darle una salida viable al proyecto común,
por evitar su liquidación y, antes bien, garantizar
su continuidad. Hablan, asimismo, de una
reconfiguración de la correlación de fuerzas en el
seno del Consejo de Administración.
Los reajustes en el plano operativo, en la
redefinición de los programas de trabajo, en la
orientación de la organización y en su articulación
con otros actores acompañan el paso a otro
momento en el desenvolvimiento de la Cooperativa.
La reestructuración a largo plazo de los pasivos y las
negociaciones con el sector financiero para contar
con liquidez y cubrir la operación del abasto ocupan
la atención del equipo entrante. Lograr la mayor
participación y compromiso de los agremiados
forma parte, asimismo, de las nuevas estrategias.
El periodo que empieza se enmarca en un entorno
económico que muda aceleradamente y conforme
avanza el decenio se torna más inestable e incierto,
poniendo en el centro de la discusión la vigencia
y el significado mismo de la Cooperativa. Pero
no nos adelantemos, que en ello nos detendremos
en una segunda entrega de esta historia, en la que
abordaremos la situación actual y las perspectivas
que se avizoran para el gobierno común cooperativo.
Así que cerramos esta primera parte con un par
de comentarios generales acerca de la gestión
económica y el manejo de los recursos comunes a
la luz de las fuerzas puestas en juego en el interior
de la organización, planteando una serie de
interrogantes que den pauta del devenir reciente de
la organización.
Comentarios finales: el camino de las
tentaciones
El trayecto seguido por la Cooperativa El Grullo es
muestra de una acción colectiva rica en enseñanzas
y logros, de beneficios para sus afiliados y para el
ámbito local en la que se inserta. Señala, asimismo,
una serie de tensiones en su gestión comercial en las
que es necesario reparar, toda vez que además de
ser una peculiaridad del proyecto, con frecuencia
108
constituyen rasgos que acompañan a otras
experiencias de su tipo. Lo que nos permite discutir
más ampliamente sobre el tema y tomar las lecciones
pertinentes.
Aunada a la complejidad en el manejo comercial
de productos básicos, la participación de la Coop
en el comercio de fertilizantes y en el de maíz
tuvo dos grandes consecuencias: a) evidenció, a
nuestro juicio, la vulnerabilidad de la arquitectura
empresarial de la organización y, b) introdujo un
factor de desequilibrio y de discordia en el manejo
de los recursos. Nos detenemos en ambos ángulos
de la cuestión.
a) En cuanto al diseño autogestivo, valga
recordar que el inicio de la Coop está claramente
orientado a la comercialización de productos de
consumo básico, lo que definía su carácter de
cooperativa de consumo, que sirvió de sostén para
incursionar en otras actividades específicas y dio
como resultado la estructuración de los programas
de compraventa de fertilizantes y maíz. El asunto
es que estos programas no dieron nacimiento a
otra forma asociativa –otra cooperativa– abocada
a cada giro en particular y en la que sus asociados
fueran los responsables de su desempeño. Ni
tampoco se buscó manejar de modo independiente
la administración de cada línea de gestión. Sino
que en una lógica centralizadora, tales programas
fueron absorbidos por la gerencia, que manejaba
la administración y finanzas de manera conjunta,
en una especie de fondo común. Al carecerse
de una prudente independencia de funciones,
responsabilidades, contabilidad y operación, la
problemática de uno o de dos programas incidió en
la contabilidad general de la Coop, acentuando o
arrastrándola a la crisis.
Súmese a ello que los programas específicos
favorecieron la irrupción de las diferencias latentes
en la composición de la Cooperativa. El tronco
común consistía en que todos eran consumidores de
artículos básicos, pero no a todos les interesaba el
comercio de fertilizantes y menos el de maíz, cultivo
que se sembraba muy marginalmente –recordemos
que eran otros los rubros agropecuarios los predo-
minantes en la región. De modo que la mayor parte
de los cooperativistas se sentían muy ajenos a estos
rubros comerciales y, sin embargo, en la medida que
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existía un diseño empresarial en el que las pérdidas
se “prorrateaban” en el conjunto cooperativo, en esa
medida toda la base asociativa resultó afectada, al
grado de poner en graves aprietos la permanencia
misma de la organización en su conjunto. Situación
que acentuó el desasosiego, la inconformidad y las
presiones internas.
El diseño autogestivo alternativo de constituir
diversas cooperativas no significa, en modo
alguno, facilitar la disgregación y provocar el fin
del proyecto autogestivo comunitario más amplio.
Por el contrario, sería la vía para fortalecer y
consolidar los avances. Más aún, la estructuración
organizativa seguramente hubiera dado origen a su
articulación en otra escala, en una suerte de unión
regional de cooperativas, misma que aseguraría
la necesaria solidaridad y reciprocidad entre los
organismos participantes, pues seguramente habría
tejidos y redes comunes; compartimentaría los
riesgos y evitaría la generalización de los daños
ocasionados en alguna de ellas. Un corporativo
de empresas regido por la filosofía de la economía
solidaria y en la que estuviera claramente definido
su especificidad como cooperativa y con apego a
la reglamentación vigente, esto es, el perfil de cada
una, ya sea de consumo, de producción o de ahorro.
Punto a considerar, pues en el transcurso de los
años noventa hay indicios de que la Coop diluye
su perfil original identificado con el consumo, para
transitar o asumir en la práctica una combinación
comercial de consumo con la de vender en común
algún producto o insumo, función propia de las
cooperativas de producción.
b) Por lo que hace a la perturbación y desarreglo
en el funcionamiento de los contrapesos recordemos
que dada la división de funciones y tareas en el
desempeño organizativo, tocó a la esfera de los
expertos gerenciales concentrar de más en más las
decisiones concernientes en este terreno. Lo que de
suyo no tiene mayores peligros, salvo la eventual
falta de competencia y conocimiento y ética en su
desempeño.
El asunto se complica ante la carencia o
debilidad de un andamiaje asociativo que garantice
la coordinación con otros ámbitos jerárquicos, que
asegure la transparencia y limpieza en el manejo
de los recursos comunes, lo que implica considerar
109
la esfera de la fiscalización, y dé coherencia a las
decisiones gerenciales y el rumbo asociativo a
seguir. Tanto más cuando se está ante Consejos
que poco acumulan en experiencia en el campo
operativo –dada su continua variabilidad– y que
tampoco disponen de información, pues ésta se ha
convertido en una fuente de poder de los técnicos.
¿Cómo contrarrestar la creciente fuerza que de facto
adquieren los expertos, y a la par lograr un manejo
más eficiente y conveniente de los recursos comunes?
Tales equilibrios ponen en el centro del debate la
función y relación a establecer entre el Consejo de
Administración y el de Vigilancia en el gobierno de
los comunes. Finalmente, ¿qué papel ha jugado el
Consejo de Vigilancia en esta historia? A resolver
estas incertidumbres se orientan buena parte de los
empeños y energías que sustenta y guía la trayectoria
de la organización.
La dinámica de expansión asociativa pone a
discusión otro ángulo de la mayor trascendencia
en el desarrollo de la Coop y de otras experiencias
asociativas: con ánimo de aprovechar las ventanas
de oportunidades que se abren en determinada
coyuntura (como la creada al calor del retiro
y del traslado de funciones del Estado a otros
actores, ocurrida en los años noventa), podría
desencadenarse una euforia de intervención
asociativa en muy distintos ámbitos productivos
y de servicios, con la consecuencia de dispersar
esfuerzos, desdibujar perfiles y diluir propósitos
básicos del proyecto común. También de subutilizar
infraestructura y equipo (almacenes, vehículos,
instalaciones comerciales), con el agravante de
que al margen de su uso se generan onerosos
gastos para las finanzas comunes. Otro error sería,
por el contrario, dejar pasar las oportunidades y
encerrarse en una inercia autárquica. No hay recetas
ni fórmulas a seguir de manera generalizada. En
tales circunstancias cada organización tendrá que
decidir sobre la base de evaluar la tensión entre las
oportunidades coyunturales, y los propósitos básicos
y los medios con que cuenta, alejándose de apuestas
inmediatistas que deriven, a mediano plazo, en el
desvanecimiento y desvío del propósito común.
El tema nos lleva a un segundo foco de tensión:
la relación entre directivos gremiales y expertos.
El curso empresarial que conlleva la gestión
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productiva, inserta en una economía de mercado
en donde el Estado diluye su presencia, ayuda a
explicar la formación de un equipo de expertos en
la Cooperativa –al igual que sucede en múltiples
experiencias de autogestión. En esta trayectoria, la
división de trabajo entre los directivos y expertos
y la especialización de funciones en esta última
esfera es comprensible. Lo mismo que la toma de
decisiones en el ámbito empresarial, uno de cuyos
criterios es que no sea intoxicada con el acontecer y
medidas de carácter político-gremial.
La cuestión se complica cuando se pasa del
plano formal a su cristalización en una realidad
organizativa concreta, lo que necesariamente
entraña no solo una dimensión técnica del asunto,
sino esencialmente política, esto es, de relaciones de
poder, que dan vida real a los equilibrios diseñados
en la estructura formal asociativa.
En efecto, la idea de la división del trabajo y de
la diferenciación de funciones se fundamenta en
la existencia de mecanismos de contrapeso, que
acoten y equilibren las fuerzas en juego y posibiliten
la coordinación de las diversas escalas jerárquicas.
Visto en términos ortodoxos, la instancia que
manda es la Asamblea General y luego el cuerpo
de administración. Los empleados, situados en las
oficinas gerenciales y administrativas, se encargan
de ejecutar los acuerdos alcanzados, lo que significa
llevar a cabo las políticas, programas y acciones
convenidas. Sin embargo, ante la ausencia de
tales mecanismos y procedimientos o en una
situación de debilitamiento de los mismos, la
consecuencia se torna evidente: uno de los polos
tiene un dominio en ascendencia. Lo que de suyo
puede implicar decisiones y prácticas que en la
cotidianidad soslayan, burlan o desconocen las
sugerencias y directrices de su contrapeso, con
manejos de los recursos comunes que eluden
los dispositivos institucionales del ejercicio
administrativo, financiero y comercial, y que dejan
de lado decisiones adoptadas por las mayorías en las
instancias de participación democrática.
De manera que un diseño institucional
policéntrico que se proponga el equilibrio de
funciones, pero que no se encuentre sustentado en
un arreglo de la correlación de fuerzas que asegure
los deseados contrapesos de poder, evidencia una
110
gran fragilidad y queda en una formalidad vacía,
pues es fácil que uno de los espacios de decisión
adquiera una fuerza creciente, con una autoridad
discrecional en aumento y prácticamente plenas
libertades en la gestión del gobierno común. Un
acomodo jerárquico de equilibrio entre los espacios
directivos y gerenciales que se quede en el terreno
de lo formal es factible que se traduzca en mayor
independencia de uno de los polos para actuar,
gozando de todas las condiciones que le permitan
decidir según su parecer sobre las mercancías,
servicios y recursos comunes.
En la vida de la Coop esta relación ha sido
muy dinámica. Hay periodos en los que se
observa un predominio claro de los directivos
de la organización y en otros en los que se
establece una interacción ciertamente armónica.
El asunto, sin embargo, es que todo juega en pro
de que las gerencias ganen terreno en la toma de
decisiones e influyan de más en más en el motivo
y trayectoria de la organización, comportándose
como los empresarios dueños del negocio. Pues
mientras los directivos gremiales se renuevan
periódicamente, los expertos tienden a permanecer
en su cargo, favoreciendo la tendencia a concentrar
el conocimiento, la información, la destreza y los
tratos con otros actores económicos y políticos.
Agréguese a ello dos aspectos: el más lento relevo
intergeneracional a nivel del cuerpo directivo, que se
desfasa del perfil generacional del cuerpo gerencial,
y las carencias de formación administrativa y
empresarial entre los participantes de los niveles
directivos. Salta entonces la importancia del
renglón educativo y de capacitación, esto a nivel
general, pero también en el más especializado:
en el gerencial, en la administración, finanzas y
operación, cuya orientación y arreglo debiera estar
más encauzada y adecuada a la gestión cooperativa.
Descartada la autolimitación en la toma de
decisiones –en este caso de la gerencia–, otra
solución que se advierte pero que requiere de mayor
discusión, consiste en controlar y reducir el margen
de acción de los expertos: que no puedan decidir
todo, dicho de otro modo, que ciertos acuerdos y
medidas requieran de la anuencia de otras instancias
jerárquicas. El problema se complica cuando tal
restricción reglamentaria pudiera convertirse en
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rigidez y burocratización de la misión empresarial,
restando flexibilidad y rapidez en las decisiones y
mermando la gestión de la empresa social.
La fiscalización puede, por igual, cumplir un
papel clave en esta tarea. No se trata solo de contar
de manera formal con un Consejo de Vigilancia,
sino de armar un equipo real de supervisión
profesional, eficiente y ágil, que dé cuenta del
ejercicio operativo, que tenga margen de acción
y se encuentre ligado a la Asamblea General; una
instancia jerárquica que se convierta en un espacio
efectivo de decisión, que disuada los desvíos de la
labor social, política y empresarial de la gestión
común y que, en su caso, los advierta, los corrija y
sugiera las acciones pertinentes a seguir.
¿Y los cooperativistas? Estamos frente a una tercera
tensión, sobre todo a raíz de que la organización
conoce un crecimiento sin precedentes en términos
de membrecía, con la dilución de las relaciones «cara
a cara», en un curso en el que entra en operación
una nueva estructura jerárquica, de participación
y toma de decisiones. Conforme adquiere impulso
el aumento de la base cooperativista entra en
juego otro factor: la emergencia y la eventual
propagación del «gorrón».47 Desde luego que hay
minorías activas, pero todo indica que se trata de
eso, de minorías. ¿Cómo motivar la movilización
cooperativista, sin pretender con ello un
compromiso de tiempo completo y a toda prueba?
La lealtad a la Coop es cierta (ver Hirschman, 1977)
y no se avizora una competencia tal que rivalice en
el mercado local, así es que habría que examinar
la función e influencia real del espacio educativo,
hasta entonces poco consolidado. Vigorizar el área
educativa –pilar del cooperativismo– se ubica como
una oportunidad a aprovechar, como un medio
para alentar el fortalecimiento del compromiso
y desalentar la pasividad e inercia oportunista de
algunos segmentos del gremio. Incluso considerar
47
Mancur Olson (1992:31) explica que “una característica funda-
mental de todos los grupos u organizaciones que tienen una finalidad
económica” consiste en que, si bien todos los miembros del grupo en
cuestión tienen un interés común en obtener algún beneficio colec-
tivo, “no tienen un interés común por pagar el costo de obtención de
ese bien colectivo. Cada uno preferirá que los demás paguen todo el
costo, y normalmente recibirán cualquier beneficio logrado haya o no
pagado una parte del costo.”
111
la pertinencia de impulsar programas amplios
de formación educativa, cuya asistencia fuera un
criterio básico para ingresar y permanecer en la
organización, no obstante que ello significara
cierta depuración en la membrecía. Se trata de la
conversión de una debilidad en una fortaleza que
anime y dé cauce al poderío de la energía social de
la Coop. Refrendar las vivencias, la historia y la
ética cooperativa, a la vez que adecuar el programa
educativo a las nuevas circunstancias, con la
formación de una ciudadanía con derechos pero
también con responsabilidades, se antojan como ejes
de trabajo impostergables en el quehacer educativo,
en donde se combinen la memoria histórica y la
innovación.
Asunto central en esta discusión son las
asambleas, la general y las seccionales. Sin
la renovación y el afianzamiento real de este
espacio democrático, hablar de participación
de los agremiados resulta un sin sentido. La
experiencia lo ha mostrado: cuando se ha evitado
y disipado la dinámica de las reuniones colectivas
y se han adoptado decisiones al margen de los
cooperativistas, esto ha significado una pérdida
de rumbo, mayores flancos de riesgo y merma en
la cohesión y compromiso internos. La discusión
sin información también resulta, por lo menos,
un desacierto en la salud asociativa, al propiciar
la confusión, parcialidad y manipulación de las
instancias jerárquicas. Volver a poner en el centro
de la toma de decisiones a los socios es un reto que
implica adecuar mejor la arquitectura asociativa,
considerando por igual el papel de directivos y de
expertos.
Asimismo, habría que revisar y quizá reformular
el esquema de incentivos y sanciones prevaleciente
en el gobierno común, de tal modo que aliente el
involucramiento de los asociados y desanime la
propensión individual y grupal a no pagar el costo
que significa la obtención del bien común (Olson,
1992). Involucramiento que, por cierto, tendría
que trascender el terreno económico y ubicarse,
asimismo, en el político cultural. Esto es, que los
agremiados formen parte activa en la orientación
y sentido que asume su organización. Lo que
entraña su participación en la discusión acerca de
las acciones, metas y objetivos a seguir, mismos
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
que realmente expresen su sentir y se reflejen en
beneficios tangibles para el agremiado. Dicho de
otra manera, el rumbo asociativo no puede fincarse
solo en parámetros y criterios de «éxito» impuestos
por el cuerpo gerencial o directivo en turno, con
frecuencia muy ajenos a la visión y anhelos de los
cooperativistas. Con la salvedad de cuidar siempre la
estabilidad de las finanzas, de fortalecer la capacidad
y continuidad autogestiva, y de evitar decisiones que
resulten en disolver el capital colectivo al canalizarlo
hacia beneficios llamativos de corto plazo.
Otro ingrediente que influye, desde el extremo
opuesto, en la merma de participación gremial,
consiste en la tradicional cultura clientelar y
autoritaria imperante en nuestro país. Se ha
dicho que la distancia que pone el asociado con
la organización, que le lleva a no involucrarse en
los quehaceres y funcionamiento de la misma,
puede obedecer a un comportamiento ligado
a una «racionalidad individualista», pero, en
nuestra opinión, estas teorías no logran captar la
complejidad de una realidad nacional que discurre
bajo una dinámica cultural autoritaria, en donde
la «construcción de ciudadanía» es un quehacer
todavía pendiente.
El desapego de la base gremial con directivos
y gerentes con frecuencia está auspiciada por las
propias cúpulas, para quienes la presencia y dispo-
sición de los asociados representan un problema
en la toma las decisiones. No es raro toparse con
dirigentes y técnicos que prefieren a un «gorrón»
que a un asociado activo y que incluso auspician
más la «salida» que la «voz», una salida al menos
parcial materializada en el desinterés, la ausencia y
la reducción del socio a su función de consumidor
(Hirschman, 1977). De modo que los proyectos de
gobierno común se encuentran atenazados entre el
gorrón, los expertos enfeudados y los líderes autori-
tarios, algunos con careta paternalista.
Agreguemos que la Asamblea General constituye
el espacio orgánico delineado para explicar y dar
a conocer la situación por la que transcurre, en un
momento dado, la organización. Es ahí donde,
según la reglamentación interna y los primeros
años de su funcionamiento, la directiva y la parte
gerencial exponen sus resultados, los avances, los
problemas y las perspectivas que se vislumbran. La
112
Asamblea sin duda cumplió su cometido de espacio
informativo, de intercambio y deliberación cuando
el proyecto nacía y el tamaño del grupo facilitaba el
«cara a cara» en el entendimiento general. Empero,
conforme la Coop ganó en complejidad, dimensión,
tamaño y amplitud, este espacio también se
modificó, volviéndose un recinto democrático de
carácter representativo. Surgen al respecto varias
interrogantes referidas al terreno de la comunicación
interna y que se plantean bajo el considerando
de que la información es fuente de poder y que
las cúpulas estarán tentadas a manejarla según su
conveniencia y a regirse bajo la lógica de que los
asociados deben conocer solo lo que a su juicio
“deben” saber, preguntas que cobran vigencia a la
luz de lo ocurrido en el periodo de crisis:
¿Se informó y explicó a los delegados de la
Asamblea y al conjunto de la base gremial las
decisiones cruciales adoptadas en el lapso de auge y,
luego, durante las dificultades que afloraron en las
finanzas comunes? ¿Los cooperativistas contaban
con información fidedigna, clara y suficiente sobre
la administración y finanzas, sobre las ganancias,
las pérdidas y deudas, o les allegaban cifras
“maquilladas”, parciales, confusas y a destiempo?
Un pequeño dato daría luces de lo anterior:
¿los asociados estaban al tanto del manejo en el
renglón del empleo: de las razones que explican el
crecimiento exponencial del número de empleados,
de los métodos y criterios de selección para cubrir
plazas, de las formas de contratación, del tabulador
de los sueldos y salarios y de por qué se convirtió en
un gasto excesivo este apartado? Más aún, ¿estaban
al corriente de los privilegios que en momentos
había gozado el cuerpo gerencial?
Todo ello indicaría el grado de involucramiento
de los agremiados en las decisiones que se tomaron
–y que se toman– para orientar el rumbo de la
gestión comercial y para superar las dificultades que
se presentaron.48 Acuerdos que más allá del respaldo
formal de una mayoría o de concitar una eventual
48
El descontento de los agremiados generado por las dificultades de
vender el maíz acopiado hace suponer que el compromiso a que ha-
cemos alusión era débil y que no había mayor comunicación interna,
pues en la venta en común y en el funcionamiento de una cooperativa
de consumo siempre se corre ese riesgo.
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unanimidad de los asistentes a la reunión, requieren
de un apoyo sólido y verdadero de los agremiados,
respaldo que implicaría el compromiso que daría la
consistencia y solidez necesarias a la organización
para sortear los momentos críticos por los que ésta
transcurre en los últimos años. ¿Cómo se llevó
a cabo esta comunicación?, lo que nos llevaría a
preguntarnos: ¿existe algún medio de comunicación
que de manera permanente y sistemática sea un
instrumento eficaz de divulgación interna en la
Cooperativa? En caso contrario, ¿cuál ha sido la
causa?
Diversas administraciones directivas y
gerenciales han mostrado, como indicador del éxito
alcanzado, los favorables e incluso sorprendentes
números que registra la membrecía. Tanto más
al hacer comparaciones con otros agrupamientos
jaliscienses. Aquí se impone una interrogante: ¿la
apuesta de las últimas administraciones está en
esta ventaja asociativa o, en su caso, en el ejercicio
administrativo y en los créditos obtenidos en rentas
diversas? Se podría señalar que sin obtención de
excedente el proyecto productivo sería inviable. Es
cierto, la cuestión estriba en considerar y valorar
que la flexibilidad, la estabilidad y la firmeza de
la organización radica en la base asociativa, en su
espíritu y compromiso con la organización. Cuando
esto impregna a una organización, aun enfrentando
riesgos y con pérdidas económicas, es posible
hablar de continuidad, recuperación y estabilidad.
No solo es materia de números contables. El
modelo cooperativo entraña y descansa en el
involucramiento y compromiso de la base asociativa,
no importa si se cometen errores (no graves). De
modo que no solo se trata de utilitarismo y de
resultados a corto plazo favorables a los agremiados
y a las cúpulas, con decisiones centralizadas en
los expertos. Son apuestas diferentes que de fondo
implican idearios y proyectos distintos.
Hasta aquí el comentario sobre el arreglo de
pesos y contrapesos y de la rendición de cuentas en
la Cooperativa, todo fundamentado en las relaciones
de poder existentes en un momento dado.
A reserva de discutir con mayor detenimiento
estos asuntos centrales en el devenir de todo
proyecto de autogestión productiva, valdría
detenernos, finalmente, en los desafíos de desarrollo
113
y consolidación que están en juego en esta etapa de
la historia de la Cooperativa El Grullo.
El desenvolvimiento seguido por la Coop nos
plantea una disyuntiva:
a) En momentos la organización opta por
una lógica de prudencia y de moderación,
considerando los recursos propios y la capacidad de
endeudamiento, evitando riesgos innecesarios en un
entorno incierto, complejo y de asidua adversidad,
trazando un camino asociativo que asegure y
consolide la autonomía autogestiva, sin perder
de vista la economía y el bienestar social de los
asociados, en un cauce propiamente cooperativista.
b) En otros momentos avanza de modo audaz y
con arrojo, aprovechando todas las oportunidades
que brindan las circunstancias y apostando «fuerte»
no obstante los altos riesgos y, en su caso, salir de
los eventuales aprietos mediante la presión colectiva
dirigida hacia la esfera estatal. Tentación esta
última que es muy común en organizaciones del
sector social tradicional, cuyos dirigentes y gerentes
cuentan con gran habilidad para manejarse ante la
esfera pública, apostando al límite y previendo la
renegociación que entraña la mano salvadora de las
condonaciones, los aplazamientos, las aportaciones
de recursos y otorgamiento de subsidios. La cultura
del no pago sintetiza la cara obscura de esta segunda
vertiente de desarrollo. Aunque generalmente
dicha tentación está ausente de la experiencia
de movilización que viene de la matriz eclesial,
no obstante, la cercanía y el involucramiento de
la Coop en proyectos amplios y diversos genera
dilemas y señuelos que la desvían de su molde
cooperativista o que se inscriben en una lógica
de acción y de presión más identificada con el
asociacionismo oficial.
Tal opción «modernizadora» tiene también
otra lectura: apostar a la innovación y al cambio
«a toda costa», como vía para dejar atrás lo que
se consideran inercias y trabas heredadas de
tiempos pasados. El asunto es que dicho camino
puede tender otra trampa a la organización, al
encaminarla por una dinámica y rumbo netamente
empresarial, al asumir técnicas administrativas y
gerenciales que optimizan la rentabilidad y dejar
en la ruta su carácter social, cuestión que en el
ámbito cooperativo resulta una distancia respecto a
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
su origen y filosofía. Los compromisos financieros
y comerciales con otros actores, así como los
condicionantes oficiales para acceder a apoyos y
subsidios, pueden incidir en favor de esta modalidad
de desarrollo.
Esto es de vital importancia pues en el curso de
alguno de los programas de la Coop, por ejemplo,
en el de maíz, hubo momentos en los que se diluyó
su ejercicio en tanto cooperativa de consumo. Ante
las altas expectativas de rentabilidad que ofrecía el
comercio del grano, se adquirió maíz de agricultores
socios y no socios de localidades aledañas,
adentrándose en una operación más apegada a una
«racionalidad» especuladora y de intermediarismo,
que iba, por el contrario, a contra natura de su
espíritu cooperativista, sin que redundara en
beneficio de los asociados y se situaba en los límites
de la normatividad federal cooperativa.
Una combinación de ambas pareciera ser lo
más aconsejable, cuidando siempre de no perder
el rumbo y la filosofía que le da significado; de
evitar decisiones fincadas en el eventual empleo
de prácticas propias de la época del estatismo y de
apostarle al lucro y la especulación en las ventas
en común; de defender e incluso de reafirmar
su carácter y naturaleza cuando se involucra en
organismos más amplios y diversos. En el siguiente
ensayo complementario veremos la vía por la
que discurre la organización a partir del segundo
decenio del nuevo siglo.
La tensión entre el cambio y la permanencia
ha cruzado la construcción de la Cooperativa El
Grullo, la que en medio de no pocas fricciones y
desacuerdos ha derivado en impulsos decisivos en el
proyecto colectivo, aunque también en situaciones
críticas. Los riesgos no han sido menores, el peso
del entorno y los bríos por priorizar la máxima
rentabilidad en momentos han opacado el empeño
cooperativista de sus orígenes. Si bien la doctrina
agroempresarial encara, en el presente milenio,
serios reveses y encuentra cada vez más resistencia y
crítica de parte de los asociados.
A lo largo de todos estos años se ha preservado,
no obstante, un arquetipo asociativo en el que
coinciden e interactúan ideales sociales y principios
de la economía solidaria, con un sistema de
funcionamiento empresarial, que busca estar acorde
114
con los cambios en el entorno. Lo que trae a cuento
la divisa frecuentemente citada en el medio: “Si
la cooperativa no es negocio, no es cooperativa.
Si la cooperativa es sólo negocio, tampoco es
cooperativa.”
Las tensiones y los dilemas están planteados.
Toca a los asociados, a sus dirigencias y expertos
clarificar y redefinir el camino a seguir. La discusión
interna se ha avivado al calor del rescate de la vena
cooperativista y de las definiciones en torno a su
perfil como cooperativa de consumo; de la intención
de redescubrir las raíces y de mantener una ruta
innovadora. Dos generaciones de cooperativistas
se han relevado para hacer realidad este proyecto,
en cuya composición las mujeres y los jóvenes
ocupan un peso ascendente. Esto en un entorno
claramente desfavorable para la economía popular
y el bienestar social, en donde impera un patrón
de consumo a todas luces pernicioso para la salud
y la alimentación comunitarias, en donde los flujos
de mercado están cada vez más ligados al comercio
nacional y foráneo, mermando el accionar de
circuitos locales pivotes del mercado doméstico, y
en el que arrecia la competencia con la llegada de
grandes cadenas de autoservicio en la región. Flota
en el aire la pregunta central de origen: ¿para qué la
Coop?
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Jalisco. (mimeo).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural

Entrevistas y reuniones en orden Gildardo Cevallos Nava, 29 de marzo de 2010.

cronológico Pedro Rubio Sánchez, 29 de marzo de 2010.
Francisco Ceballos y Carlos Quirino, 1997. Aracely Escobedo Rodríguez, 29 de marzo de 2010.
Jesús Ángel Ramos, gerente general, 26 de octubre Enrique Vargas, 31 de marzo de 2010.
de 2008. Reunión de trabajo con: Dolly Cristina Ojeda y
Nicolás Michel Enrique, responsable del área de Carlos Quirino, 17 de noviembre de 2011.
crédito 26 de octubre de 2008.
Reunión de trabajo con: Humberto Cruz Esparza,
Arturo Torres Cepeda, Leila González Treviño, Eva
Margarita García, Leticia Herrera, 19 de noviembre
de 2009.

116
(Contra) reforma agraria y megaproyectos
de hidrocarburos: implicaciones jurídicas y
socioterritoriales de la reforma energética de 2013
Resumen
El 20 de diciembre de 2013 fue promulgada
la denominada reforma energética, mediante
la cual se modificó profundamente el artículo
27 constitucional. Las adecuaciones legales se
complementaron con la posterior publicación
en 2014 del paquete de leyes reglamentarias
de la reforma energética, entre ellas, la Ley de
Hidrocarburos. Estas adaptaciones jurídicas
retratan los procesos mediante los cuales el
capital y el Estado construyen los mecanismos de
dominación territorial y condensan la nueva etapa
de contrarreforma agraria por la que transcurre el
país. El presente escrito tiene como objetivo analizar
las implicaciones jurídicas y socioterritoriales de la
reforma energética con respecto a la explotación
de hidrocarburos y visibilizar el virtual reacomodo
territorial que propiciará la ejecución de los
megaproyectos previstos y en marcha, mismos que
ahondarán la fragmentación del tejido social de las
comunidades indígenas y campesinas que verán
afectados sus territorios.
Palabras clave: Territorio, reforma energética, Ley
de Hidrocarburos, megaproyectos, contrarreforma
agraria.
Abstract
On December 20, 2013, the energy reform bill was
enacted, by which article 27 of the Constitution
was substantially modified. These legal amendments
were supplemented by the subsequent publication
of the package of regulatory energy reform laws in
1
Egresada de la maestría en Ciencias en Sociología Rural de la
Universidad Autónoma Chapingo. Este trabajo es parte de la tesis
de maestría realizada bajo la dirección del Dr. Juan de la Fuente
Hernández.
117
Elvira Núñez Terrones1
2014. These legal amendments reveal the processes
which the capital and the state by which the
mechanisms of territorial domination are built.
The overall aim of this research is to analyze the
legal and socio-territorial implications of the energy
reform of 2013 to article 27 of the Constitution
regarding the exploitation of hydrocarbons in
Mexico, identifying the reform as a new stage of
agrarian counter reform in Mexico. The analysis
shows that the virtual territorial realignment
that will be brought about by these hydrocarbon
megaprojects will also lead to the tearing of the
social fabric of hundreds of indigenous and peasant
communities, which will see their territories affected
by these projects.
Key words: Territory, energy reform, Hydrocarbons
Law, megaprojects, agrarian counter reform.
Introducción
Han transcurrido 25 años desde que en enero de
1992 se modificó el artículo 27 constitucional,
reforma que afectó profundamente lo que hasta
entonces constituía la propiedad social de la tierra
en México. Esto al desvirtuarse, casi por completo,
las taxativas jurídicas que protegían los derechos
de núcleos agrarios y de miles de ejidatarios (as),
comuneros (as), campesinos (as) y sus familias.
La concepción de propiedad social que acunaba
el artículo 27 fue sustituida por una noción de
propiedad encaminada a lo privado.
Consecuencias semejantes ocurren actualmente
con la nombrada reforma energética (re), publicada
en el Diario Oficial de la Federación (dof) el 20 de
diciembre de 2013, con la cual se modificó el mismo
artículo constitucional ahora en materia de energía.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Adaptaciones jurídicas que un año más tarde se
perfeccionaron con la publicación en el dof (el 11
de agosto de 2014) de diversas leyes reglamentarias,
entre las que destaca la Ley de Hidrocarburos
(lh), que tienen y tendrán un gran impacto en
las propiedades de núcleos agrarios y propietarios
privados.
En efecto, con las disposiciones contenidas
en la Ley de Hidrocarburos, los derechos de los
propietarios quedan supeditados a los intereses,
tiempos y exigencias de las grandes empresas
energéticas. Así, con actos jurídicos como el de
servidumbre legal de hidrocarburos (slh), el Estado
funge como protector de los intereses de las grandes
corporaciones transnacionales y deja en total
desamparo a los legítimos propietarios, llámense
ejidatarios, comuneros o propietarios privados.
De modo que a través de un entramado de
leyes, reglamentos y decretos se permite perturbar
territorios que los pueblos originarios han tenido
desde tiempos ancestrales y de superficies a las
que han accedido distintos grupos en el curso de
la reforma agraria durante gran parte del siglo xx.
Todo con el fin de facilitar la obtención de tierras y
recursos requeridos por el capital.
Aunado a lo anterior, con la apertura del
sector energético a empresas privadas nacionales y
mayormente extranjeras, se prevé el uso de técnicas
como la fractura hidráulica o fracking para la
extracción de hidrocarburos no convencionales.
La aplicación de dicha técnica entraña el
empleo excesivo de agua, además que provoca la
contaminación de acuíferos subterráneos y aguas
superficiales, cuestión que afecta negativamente a
la ya de por sí frágil situación del sector rural, pero
también a amplios segmentos de la población en
general.
Se considera a la reforma energética y a la Ley
de Hidrocarburos como parte de los mecanismos
de dominación territorial (Haesbaert, 2013)
implementados en los procesos de acumulación por
desposesión (Harvey, 2005), propios del modelo
económico neoliberal.
Este texto tiene como objetivo analizar las
implicaciones jurídicas y socioterritoriales de la
reforma de 2013 al artículo 27 constitucional
respecto a la explotación de hidrocarburos en
118
México, examen que facilitará vislumbrar la
magnitud del impacto de los megaproyectos
exploratorios y extractivos que lleva aparejados tales
reformas.
El presente análisis parte del supuesto de que
la reforma al artículo 27 constitucional en materia
de energéticos y la Ley de Hidrocarburos de 2014
representan una nueva etapa de contrarreforma
agraria en México, antecedida por la efectuada en
1992. Desde la perspectiva de esta investigación, se
considera contrarreforma agraria a todas aquellas
disposiciones que buscan incidir negativamente
en la concepción social y colectivización de la
propiedad de la tierra, de pueblos originarios y
campesinos.
Anteriores estudios han profundizado en los
principales impactos y efectos de las contrarreformas
agrarias suscitadas en México. En el ámbito jurídico
se tiene el estudio de Juan Carlos Pérez (2002), y
en el económico-social los trabajos de Armando
Bartra (1985 y 2003) y Eloísa Valdivia (2011). No
obstante, pocos autores consideran el enfoque
socioterritorial como aspecto central en los procesos
de contrarreforma agraria. Por lo cual considero
que el cambio de arista contemplado en este análisis
resulta oportuno para enriquecer la discusión sobre
estos temas.
Intento, en particular, realizar una aproximación
al proceso de restructuración territorial que traerá
consigo la implementación de los megaproyectos
extractivos ligados a la re. Este proceso tendrá
lugar en una realidad en la que –derivada del
desarrollo de la reforma agraria– más de la mitad del
territorio nacional se encuentra dentro del régimen
de propiedad ejidal y comunal, y donde los titulares
de dichos derechos son millones de ejidatarios y
comuneros que constituyen –mayoritariamente– el
sector campesino.
El ámbito rural vive una intensa confrontación
en torno al territorio. Su defensa, por parte de
sus actuales propietarios, constituye el eje de las
movilizaciones sociales del nuevo siglo. El presente
trabajo aborda esta confrontación desde la disputa
ideológica que tiene lugar entre la perspectiva
materialista de vertiente economicista del capital
y la visión comunitaria que los pueblos tienen
sobre su territorio. Enfoques contradictorios que
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implican fundamentos valorativos opuestos: por
un lado, quienes contemplan y asumen el territorio
solamente como fuente de recursos o producción
para la acumulación, esto es, el territorio visto solo
como objeto material fijo (Haesbaert, 2013), y por el
otro, el de las poblaciones que ocupan un territorio
común, que están integradas a una vida colectiva y
a un sistema propio de relaciones sociales, de modos
de vida, tradiciones, usos y costumbres, pobladores
que establecen y mantienen un especial vínculo
con su territorio, mismo que es el componente que
proporciona cohesión a todos los demás elementos
(Barabas, 2012).
La pertinencia del presente artículo estriba,
asimismo, en resaltar cómo las nuevas disposiciones
legislativas en materia de energéticos abren
la vía para la operación de megaproyectos de
hidrocarburos, con las consecuencias de daños
ambientales que éstos conllevan, lo que repercutirá
de manera directa en el tejido social de las
comunidades y pueblos afectados.
Estoy convencida de que se trata de una
problemática vigente y próxima a presentarse de
forma generalizada en el territorio mexicano, por
lo cual es necesario analizar con mayor detalle,
fundamento y amplitud la temática en cuestión.
La revisión de la legislación, de la literatura
elaborada sobre el tema, de los textos hemerográficos
y documentales, se complementó con escritos de
las siguientes fuentes de información: del Registro
Agrario Nacional, la Secretaría de Relaciones
Exteriores, Petróleos Mexicanos, Secretaría de
Energía, Cámara de Diputados, Presidencia de la
Republica y otras instituciones gubernamentales
involucradas.
La exposición se estructura de la siguiente
forma. En las primeras páginas se presenta el
enfoque teórico-conceptual que sirve de sustento al
análisis. Enseguida se examinan las contrarreformas
agrarias y se comentan los cambios jurídicos
y socioterritoriales efectuados con la re. Sigue
la descripción de la asignación de las áreas con
recursos de hidrocarburos (Ronda 0 y Ronda1), con
las cuales se abrirá el sector energético a la inversión
privada, nacional o extranjera, y se comenta el
método de fractura hidráulica (fracking), con miras
a advertir los efectos negativos que traerá consigo
119
este tipo de procesos intrusivos en el territorio
comunitario. En cuanto al examen jurídico, se
ahonda de manera particular en el expediente de
la servidumbre legal de hidrocarburos. Y se hace
mención a algunas de las movilizaciones sociales
que han surgido como vehículo de resistencia ante el
embate de los megaproyectos impulsados.
Enfoque teórico-conceptual
La noción sobre el neoliberalismo se retomó de
los estudios realizados por Harvey (2007), quien
puntualiza que la globalización neoliberal ha
tenido como objetivo dominante un proyecto
político a fin de restablecer las condiciones para
la acumulación de capital y restaurar el poder de
las elites económicas. Del planteamiento del autor
retomamos la conceptualización de los procesos de
acumulación por desposesión (Harvey, 2005).
La definición de contrarreforma agraria viene
de Eloísa Valdivia (2011), quien explica que debido
a sus innegables implicaciones en la propiedad
del suelo, las experiencias de contrarreformas en
Latinoamérica, las hacen parte de los mecanismos
que facilitan la privatización de tierras comunales
a favor de la reproducción del capital. Juan Carlos
Pérez (2002) y Martha Chávez (2008), nos explican
el fenómeno de la contrarreforma de 1992 a la luz de
los quiebres que se presentan en la concepción social
de la tenencia de la tierra.
Por último y como parte medular de la
investigación, se adoptaron los conceptos de
territorio y territorialidad según la explicación
de Rogério Haesbaert (2011, 2013). El teórico
brasileño afirma que “Cuando se mira al espacio
centrando el enfoque en las relaciones de poder, se
está viendo y se está identificando un territorio”
(Haesbaert, 2013:20). De manera que el concepto
de territorio está “siempre” vinculado a las relaciones
de poder y “al control de procesos sociales mediante
el control del espacio” (Haesbaert, 2013:13). Al
hablar de territorio el autor deja en claro que se
refiere también al concepto de “poder” y nos dice
que: “Dependiendo del concepto de poder que se
maneja, también cambiará el concepto de territorio”
(Haesbaert, 2013:25).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Para Haesbaert lo transcendental es analizar “las
prácticas y los efectos del poder” y sostiene que es
crucial comprender “cómo el poder se desarrolla
concretamente en nuestro caso produciendo
espacio” (Haesbaert, 2013:26). Por lo que importa
considerar no únicamente la acción del grupo
hegemónico (por dominación), sino también
las resistencias o la acción de los pueblos (por
apropiación más simbólica y vivencial).
En el análisis se adopta el planteamiento de
Haesbaert sobre la cuestión del territorio, en el
sentido de que su producción como macroterritorio
está vinculada al poder del Estado o a la clase
hegemónica, es decir, a las grandes estructuras
político-económicas dominantes. En tanto que el
concepto de microterritorio lo asocia básicamente
a las resistencias. Precisiones que nos abren un
abanico de posibilidades en el camino de la
reconstrucción del poder y el territorio, ya que
en palabras del autor “Esto nos ofrece también
la posibilidad de concebir la resistencia, no ya
como el otro o lo opuesto al poder, sino como un
constituyente de las relaciones de poder” (Haesbaert,
2013:25-26).
El experto identifica dos posiciones dominantes
en relación a la concepción del territorio. En
la primera de ellas, que nombra la perspectiva
materialista (la predominante), el territorio es visto
simplemente como recurso natural y/o como abrigo
para los grupos sociales, contemplándolo como un
objeto material. La visión materialista de la vertiente
economicista nos permite entender de dónde parte
la perspectiva de concebir al territorio solamente
como un recurso orientado a la reproducción del
capital.
Mientras que en el segundo de los enfoques
predominantes, el idealista, el territorio se define a la
luz de enfatizar su dimensión simbólica en el campo
de las representaciones sociales. El experto brasileño
refiere, desde esta visión, cómo en los pueblos
originarios los referentes espaciales forman parte
de la vida de las poblaciones en tanto elementos
indisociables, en la creación de símbolos e “incluso
pueden ser responsables de la propia definición del
grupo como tal” (Haesbaert, 2013:26).
Por lo que hace a la noción de territorialidad,
el estudioso brasileño indica que al hablar de
120
territorio desde el horizonte de la representación
de valor simbólico y/o dotado de algún significado
cultural de identificación –“o, si lo preferimos, de
pertenencia”–, entonces se hace necesario hablar
de territorialidad. Este concepto es empleado “para
resaltar las cuestiones de orden simbólico-cultural”,
y añade: “Cuando se habla de territorialidad,
se destaca el carácter simbólico…” (Haesbaert,
2011:36).
A partir de estos razonamientos se entiende,
entonces, que la territorialidad encierra valores
de pertenencia, apropiación y arraigo, es decir,
del significante asignado al territorio desde una
perspectiva cultural, emocional y/o espiritual
específica. La atribución de una dimensión
simbólica al territorio, le otorga a éste un valor que
surge de la propia percepción de la fuente de dicha
representación. La territorialidad, así entendida,
es una construcción socio-cultural, que incorpora
percepciones y experiencias individuales y grupales.
Alicia Barabas explica, por su parte, que el
territorio visto desde una visión simbólica, se
puede entender como “un espacio culturalmente
construido por una sociedad a través del tiempo…”
(Barabas 2010:348). Desde una perspectiva
idealista del territorio y entendiendo a éste desde
lo simbólico-cultural, Barabas explica cómo la
práctica y la acción de los sujetos en el espacio
generan procesos de apropiación y en la medida
en que tales espacios reciben cargas sociales de
significación, en el que se registran usos, tradiciones,
costumbres, memorias, rituales y formas diversas
de organización, en esa proporción el espacio
se configura en territorio para el grupo en
cuestión. “Territorio alude a un espacio nombrado
(toponimia) y tejido con representaciones,
concepciones y creencias de profundo contenido
mnemónico y emocional” (Barabas, 2010:2).
Barabas enfatiza la importancia de la dimensión
cultural en la discusión sobre el territorio. Al resaltar
la significación que los sujetos dan al espacio, la
especialista lo explica como sitio receptor de cargas
sociales de significación, mismas que generan
relaciones físicas, emocionales, afectivas y mentales.
Y debido a que estos espacios se configuran en
territorios cargados de símbolos, es que aparece la
ocasión para construir identidades.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Estrategias de dominación territorial
en México
La visión mercantilista y privatizadora sobre
el territorio, propia del sistema capitalista, ha
producido distintos arreglos espaciales que han
desembocado en estrategias que Harvey inscribe
en lo que denomina acumulación por desposesión.
En este proceso de acumulación las mediaciones
institucionales se efectúan conforme la proyección
del poder en el espacio, conformando un complejo
de acuerdos institucionales formulados para sostener
y apoyar la reproducción ampliada del capital.
En esta tesitura el geógrafo anglosajón explica
el papel que ahora juega el Estado, cuyas acciones
comprenden un abanico que va de las de carácter
“legal” a las violentas, impulsando y amparando
proyectos que tienen como fin la alteración de
los derechos de propiedad común, colectiva y
estatal; la transformación de la fuerza de trabajo
en mercancía y la eliminación del derecho a los
bienes comunes para llevarlos al ámbito de los
derechos de propiedad privada (Harvey, 2005).
Detengámonos, en este marco, en el sentido de la
contrarreforma agraria.
a) Las contrarreformas agrarias
El concepto de propiedad social acuñado por
el constituyente de 1917 tiene mucho de sus
antecedentes en la antigua forma azteca de tenencia
de la tierra, puesto que en el caso de los calpullis,
que era una forma de propiedad comunal, se
otorgaba al vecino de un barrio, al jefe de familia,
para que lo trabajara de forma personal y constante,
ya que de lo contrario se le revocaba dicha tenencia
de la tierra (Chávez, 2008:295).
Con la promulgación de la Constitución de
1917, en el artículo 27 se concibió a la propiedad
agraria no como una institución individualista
sino en provecho de la sociedad. Con lo que se
institucionalizó un concepto que se forjó al calor
de la experiencia revolucionaria, orientado no solo
a las satisfacciones o demandas personales sino
también a la del resto de la sociedad. Esta noción de
propiedad con función social que conjuntaba en los
beneficiarios derechos y obligaciones, resguardaba
los derechos de la colectividad a través de diversas
limitaciones a la propiedad, y creaba con ello una
121
obligación solidaria para con la comunidad y el
individuo.2
De acuerdo con Pérez Castañeda, la
institucionalización del artículo 27 en la Carta
Magna además de elevar los derechos de las
comunidades a través de la restitución, “…reconoció
al campesinado un derecho genérico a la tierra, es
decir, una prerrogativa agraria otorgada en favor
de quienes vivían en el campo y eran de escasos
recursos, cuyo carácter clasista y tutelar le valió ser
calificada por la doctrina jurídica como “garantía
social agraria” (Pérez, 2002:42).
Contrario a lo anterior, las contrarreformas
agrarias constituyen políticas estatales que buscan
incidir negativamente en la concepción social de
la propiedad agraria y en la colectivización de la
tierra y de los bienes naturales. Las indiscutibles
implicaciones que tienen las contrarreformas
sobre la propiedad del suelo y recursos naturales,
se relacionan estrechamente con los procesos de
acumulación por desposesión y con la dominación
del territorio para beneficio de la reproducción
ampliada del capital (Harvey, 2005).
Valdivia (2011) indica que de las tres etapas de
contrarreforma agraria acontecidas en América
Latina, dos de éstas se presentan en México.
La primera de ellas ocurre durante el sexenio
de Miguel Alemán (1946-1952), en el cual se
realizaron cambios legislativos que instituyeron la
inafectabilidad agraria para explotaciones eficientes
(de los viejos feudales) a través de la figura jurídica
del amparo; se ampliaron los límites de la pequeña
propiedad y se paralizó el reparto de tierras.3
La segunda etapa se suscitó durante las décadas
de los ochenta y noventa, con las políticas de ajuste
2
Es necesario destacar la importancia de los postulados del Plan de
Ayala, como una fuente que influenció al constituyente de 1917, y
antes, al autor de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, en la creación
e institucionalización del artículo 27 constitucional. Definitivamente
la influencia del movimiento campesino y el espíritu del ideal zapa-
tista se reflejaron, por lo menos en parte, en el contenido del artículo
27 constitucional que sentó precedente jurídico a nivel nacional e
incluso internacional “No con la lucha del proletariado, sino con la
lucha del campesinado y logró rango constitucional por primera vez
en el mundo” (Chávez, 2008:256-257).
3
Si bien es cierto que la política estatal destinó recursos a la tecnifica-
ción del campo, solo se beneficiaron los nuevos latifundistas y ciertos
sectores “convenientes”.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
estructural y del neoliberalismo, particularmente
durante el sexenio de Salinas de Gortari (1988-
1994). En efecto, con la reforma del 6 de enero de
1992 al artículo 27 constitucional, se promovieron
modificaciones legales de gran calado, con miras a
establecer el mercado libre de tierras y los nuevos
mecanismos para privatizar las propiedades
comunales y ejidales. Además de que se puso fin al
reparto agrario, esto bajo el fundamento de la falta
de tierras propicias para partición (Valdivia, 2011).
Dicha contrarreforma involucró transformaciones
en lo económico, en lo político y social, y representó
un giro radical en las cuestiones agrarias, al
trastocar la estructura de la tenencia de la tierra y
al eliminar casi por completo toda taxativa jurídica
que impidiera que las tierras ejidales y comunales
pudieran entrar al mercado inmobiliario, cuestión
que fue uno de los objetivos preponderantes de la
corrección legislativa (Valdivia, 2011). Los cambios
constitucionales dieron origen a una modalidad
nueva de la propiedad ejidal y comunal (Pérez,
2002).
La reforma legislativa se complementa, dentro
de la estrategia estatal, con la entrada en vigor del
Tratado de Libre Comercio (tlc) y la liberalización
de los mercados (en 1994). Apertura que significó
otro revés tanto a sectores productivos como a
renglones laborales internos, con el agravante de que
es el sector agropecuario uno de los más afectados,
al sufrir las consecuencias de las importaciones
baratas de las empresas agroalimentarias
norteamericanas altamente subsidiadas, al derivar
en la caída de los precios del maíz y al engrosar las
filas del desempleo y de la “economía informal”
(Harvey, 2007). Los procesos concatenados de
la reforma legal y de la apertura comercial han
sido confeccionados como mecanismos de control
territorial. Ambos implicaron la fragmentación
del territorio y, a partir de esta restructuración
geográfica, los campesinos, sus familias y, en
general, la población rural, se han visto obligados a
transformar su dinámica social, cultural, económica
y demográfica, en un intento por mantener su
vínculo con la tierra y con sus modos de vida.
Cabe señalar, sin embargo, que en la actualidad
más de 100 millones de hectáreas del país
corresponden a propiedad de núcleos agrarios. Esto
122
significa que alrededor de 51% del territorio está
dentro de este régimen de propiedad4, en donde se
asientan más de 39 mil núcleos ejidales y comunales
(ran, 2012), en los cuales miles de familias
campesinas conviven de manera multifacética con
su entorno.5 Lo que hace suponer que, contrario a
lo esperado, la propiedad ejidal y comunal de los
núcleos agrarios en vez de tender a desaparecer
se mantiene en proporciones considerables. Esto
es, ha tenido lugar una tendencia contraria a la
que buscaba la contrarreforma de 1992 de alentar
la conversión a gran escala de tierras ejidales y
comunales al régimen de propiedad en dominio
pleno. De modo que no se presentó un vuelco
generalizado y radical de los beneficiarios agrarios al
régimen de pleno dominio.
No obstante, Pérez Castañeda explica que fueron
las tierras más aptas y propicias para la producción,
localizadas en zonas ricas en recursos naturales y
productivos, las que en su mayoría cambiaron al
régimen de propiedad privada. El autor indica que
de 1993 a 2013 las tierras que cambiaron a pleno
dominio representaron una extensión aproximada
de 2 846 103 hectáreas; el autor recalcó que estas
tierras fueron aquellas consideradas con valor
turístico, inmobiliario y/o agrícola (Pérez, 2014:8-9).
Hasta ahora estas habían sido las dos etapas de
contrarreforma agraria suscitadas en nuestro país.
Sin embargo, actualmente bien podría contemplarse
la apertura de una tercera, toda vez que la nueva
ola de ajustes estructurales de corte neoliberal, en
la cual está contenida la reforma energética, encaja
como uno de los mecanismos que utiliza el capital
para invalidar las viejas formas de producción y
propiedad, y de crear la necesidad de otras nuevas
(Kautsky, 1974). Y, con ello, propiciar la aparición
de procesos de transformación de la tenencia de la
4
Sala de prensa del RAN, 9 de mayo de 2012, declaración realizada
por el Director en Jefe del Registro Agrario Nacional, Emilio Cedrún
Vázquez, durante la Segunda Sesión del Comité Ejecutivo del
Subsistema Nacional de Información Geográfica y del Medio
Ambiente.
5
Es pertinente mencionar que acorde con datos proporcionados por
el RAN, aproximadamente 48% de la agricultura de riego y 52%
de la agricultura de temporal se produce sobre tierras en régimen de
propiedad ejidal o comunal. Los datos también indican que 53% de
los bosques y 55% de las selvas de igual forma se encuentran dentro
de este régimen de propiedad (RAN, 2012).
 Departamento de Sociología Rural / UACh
tierra y de la producción agrícola, en consonancia
con una dinámica en la que se perturba de raíz la
estructura territorial.
b) La contrarreforma de 2013 al
artículo 27 constitucional y la Ley de
Hidrocarburos de 2014
Es preciso dilucidar los rasgos más generales de la
reforma constitucional de 2013 en materia de ener-
géticos. Como antecedentes tengamos en cuenta, tal
como lo indica Jaime Cárdenas, que desde la presi-
dencia de Ernesto Zedillo (1994-2000) se llevaron a
cabo acuerdos para la privatización del sector energé-
tico. Ejemplo de ello fue la firma del Acuerdo Marco
con los Estados Unidos de 1995, por medio del cual
se pactó en materia de petróleo e hidrocarburos
mexicanos. La firma del acuerdo estaba condicionada
por un crédito de 50 000 millones de dólares ofreci-
do por el Fondo Monetario Internacional (Cárdenas,
2014). Similarmente, durante la administración de
Vicente Fox (2000-2006), se realizaron contratos de
servicios múltiples en la industria energética, concer-
nientes a los renglones de exploración, extracción y
procesamiento de gas natural, así como para elaborar
gas metano y petroquímicos básicos. Estas prácticas
se repitieron y a la vez se modificaron con Felipe
Calderón (2006-2012), quien, por cierto, “fue el que
más ingresos ha recibido por los excedentes petrole-
ros” (Cárdenas, 2014:7).
El jurista mexicano indica que en marzo de 2008
la sener y pemex emitieron un diagnóstico que
daba cuenta de la crisis de la industria petrolera, des-
tacándose la severa dificultad financiera por la que
pasaba la paraestatal, situación similar a los números
rojos que registraba Telmex antes de ser transferida
al ámbito privado. Este informe sirvió para justificar
que entre abril y mayo del mismo año, el Ejecutivo
federal propusiera iniciativas de ley en materia de
hidrocarburos. Posteriormente, el dof publicó el 28
de noviembre de 2008 la nueva legislación petrolera
que, a todas luces, anunciaba y promovía la privati-
zación del sector6 (Cárdenas, 2014).
6
Durante la administración de Peña Nieto (2012-2018) y la consoli-
dación del denominado Pacto por México, integrado por el gobierno
federal y fuerzas políticas del PRD, PRI y PAN, fueron negociadas las
reformas neoliberales promovidas por el ejecutivo federal. Cárdenas
123
Con la reforma del 20 de diciembre de 2013 se
modificó el párrafo sexto del artículo 27 y se le adi-
cionó un párrafo séptimo. Quedó establecido que en
lo sucesivo la nación ejercerá de manera exclusiva la
planeación y el control de todo lo referente al sector
de energía eléctrica, prohibiéndose las concesiones
en estos rubros, empero, se autoriza la celebración de
contratos con particulares: “…en estas actividades
no se otorgarán concesiones, sin perjuicio de que
el Estado pueda celebrar contratos con particulares
en los términos que establezcan las leyes, mismas
que determinarán la forma en que los particulares
podrán participar en las demás actividades de la
industria eléctrica.” (cpeum, 2013, art. 27, párrafo
sexto). El párrafo adicionado tiene el mismo sentido,
pero ahora en relación con el rubro del petróleo y
demás hidrocarburos: sólidos, líquidos o gaseosos.
Si bien es cierto que las adaptaciones jurídicas ra-
tifican que la nación mexicana es la única titular del
derecho de propiedad del petróleo y de otros hidro-
carburos, y dispone que ningún tipo de concesiones
se otorgarán a particulares para su aprovechamiento;
también lo es que autorizan la intromisión del capi-
tal privado. Así, se consiente que “en la exploración
y extracción del petróleo, la producción de hidrocar-
buros, así como la transformación, conducción, dis-
tribución y abasto de energía eléctrica, se otorguen
asignaciones a empresas productivas del Estado o a
través de contratos de éstas o con particulares, para
llevar a cabo este tipo de actividades” (cpeum, 2013,
art. 27, párrafo séptimo).
Conviene subrayar que dentro del mismo decreto
publicado en diciembre de 2013 se contempla,
asimismo, un conjunto de artículos transitorios,
entre los que destaca el octavo, ya que puntualiza
que todas las actividades de exploración y extracción
del petróleo y de los demás hidrocarburos, así como
el servicio público de transmisión y distribución
de energía eléctrica, son consideradas de carácter
estratégico y “de interés social y orden público, por
lo que tendrán preferencia sobre cualquier otra que
implique el aprovechamiento de la superficie y del
subsuelo de los terrenos afectos a aquéllas” (dof, 20
de diciembre de 2013).
(2014) indicó que el Pacto por México, jurídica, económica y social-
mente se inserta en el modelo neoliberal.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Este carácter estratégico significa, simple y lla-
namente, que la rama tiene prioridad ante cualquier
otra actividad que interfiera con el proceso, llámese
agropecuaria, forestal, ecoturística, reserva natural
o cualquier otra empresa productiva, recreativa o
ecológica, en las que se incluyen zonas de asenta-
mientos humanos. No importa que sean estas tierras
de núcleos ejidales, comunales o de propiedad en
domino pleno. Lo que abre la puerta legal para que
las grandes empresas –nacionales y trasnaciona-
les– promotoras de los megaproyectos en cuestión,
tengan certeza jurídica de sus inversiones y aseguren
sus expectativas de rentabilidad.
Consecutivamente fue publicado el paquete de
leyes reglamentarias de la reforma energética en el
Diario Oficial de la Federación el 11 de agosto de
2014. Entre ellas quisiéramos destacar la Ley de
Hidrocarburos que tiene contemplada la invención
de la figura jurídica de servidumbre legal de hidro-
carburos, con la que inaugura una nueva época en la
intrusión, y en más de un sentido despojo, sobre el
territorio ejidal y comunal.7 Conforme a lo previsto
por el artículo 109 de la lh, se dispone que la slh
constituida comprenderá el derecho de tránsito de
personas, de transporte, conducción y almacena-
miento de todo material, vehículos, maquinaria y
bienes de todo tipo, así como el derecho de cons-
trucción, instalación o mantenimiento de infraes-
tructura o realización de obras y trabajos propios de
las actividades de la industria energética.
Estas servidumbres podrán decretarse por vía
jurisdiccional o administrativa, y se mandarán por
las disposiciones del derecho común federal. Similar
suerte correrán las controversias relacionadas con las
mismas, cualquiera que sea su naturaleza, sin hacer
distinción alguna en caso de núcleos agrarios o por
la naturaleza de los contratantes (dof, 11 de agosto
de 2014, lh, artículos 100, 101, 109).
7
El Código Civil Federal vigente estipula que la servidumbre es un
gravamen real impuesto sobre un bien inmueble en favor de otro in-
mueble de diferente dueño. El inmueble a cuyo favor está constituida la
servidumbre se denomina predio dominante; el que la soporta, predio
sirviente (art. 1057). Para que al dueño del predio sirviente se le pueda
requerir la ejecución de un hecho, es necesario que sea expresamente
determinado por la ley, o en el acto en que se constituyó la servidum-
bre. Es por ello que se regulan distintos tipos de servidumbres como las
continuas y discontinuas; aparentes o no aparentes; o por su origen las
servidumbres son voluntarias o legales (Código Civil Federal, 2013)
124
Los megaproyectos de explotación de
hidrocarburos
Con la implementación de la legislación en materia
de energéticos y con base al otorgamiento de
asignaciones, áreas, campos y bloques determinados
por la Secretaría de Energía (sener), se crearon las
denominadas Ronda 0 y Ronda 1.
La Ronda 0 permite que Petróleos Mexicanos
(pemex), ante la apertura a la inversión privada,
defina la asignación a su favor de ciertas áreas
con recursos de hidrocarburos, que le permitan
dar continuidad a la exploración y extracción de
los mismos. La Ronda 1, por su parte, abre a la
inversión privada los recursos de hidrocarburos no
considerados en la Ronda 0. En estas licitaciones
podrá participar pemex sola o en asociación
con otras empresas (sener, 2015). Según datos
proporcionados por la misma sener, la Ronda 0
comprende una superficie aproximada de “cuatro
millones 800 mil hectáreas”, distribuidas en 142
municipios de los siguientes 11 estados: Campeche,
Chiapas, Coahuila, Hidalgo, Nuevo León, Oaxaca,
Puebla, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas y
Veracruz. En algunas de estas entidades pemex
lleva trabajando desde hace años, como Veracruz,
Campeche y Tabasco.
En la Ronda 0 se asignó a pemex una cartera
balanceada de proyectos, tanto en las áreas de
extracción como en las de exploración. En lo que
respecta a las primeras, se le otorgaron campos
tanto en las cuencas del sureste (sur de Veracruz
y norte de Chiapas, casi la totalidad de Tabasco y
el extremo suroccidental de Campeche), como en
ciertas zonas de Chicontepec: en Veracruz y Puebla
(sener, 2015).
Con este tipo de contratos se busca explotar el
gran potencial productivo de Chicontepec, cuya
extensión es de 3 800 km². “La explotación de
los campos de Chicontepec es no convencional
por sus características de baja porosidad y
permeabilidad. Históricamente, el factor
de recuperación ha sido bajo, sin embargo,
tiene un alto potencial de ser incrementado
significativamente con la tecnología adecuada”
(pemex, 2016). La tecnología adecuada que
menciona el informe de la ahora empresa
productiva del Estado, es, precisamente, la técnica
 Departamento de Sociología Rural / UACh
Figura 1: Ronda 0 y Ronda 1: Núcleos agrarios afectados. Fuente: CartoCrítica, 2014.
de fractura hidráulica o fracking, que a través de
su uso permite explotar este tipo de yacimientos.
Por lo que respecta a la Ronda 1, ocho entidades
resultarán afectadas por los proyectos de exploración
y extracción de hidrocarburos: Campeche,
Chiapas, Coahuila, Hidalgo, Puebla, Tabasco,
Tamaulipas y Veracruz. Al igual que en el caso
anterior, en algunos estados pemex ha trabajado
por varios años, como en Campeche, Tabasco,
Tamaulipas y Veracruz. Sin embargo, no se trata
de una mera continuidad de los trabajos, pues se
debe recordar que con la re se busca duplicar o
triplicar la actividad extractiva y exploratoria y
llevarla a gran escala en buena parte del territorio
nacional. La distribución terrestre de la Ronda 1 se
extiende a lo largo de “1 millón 100 mil hectáreas,
principalmente en Veracruz, con casi 900 mil
hectáreas; seguido de Coahuila y Puebla, que suman
poco más de 90 mil hectáreas (sener, 2015).
125
Por el momento se busca destacar solo los
proyectos concernientes a la exploración y
explotación terrestre de petróleo y gas natural.
En ese sentido, algunos datos cartográficos
elaborados con base en los mapas proporcionados
por la sener, permiten calcular que dentro de
la extensión de la Ronda 0 se encuentran “1 899
núcleos agrarios, con más de un millón 600
mil hectáreas de superficie ejidal o comunal”
(CartoCrítica, 2014).
En tanto que la Ronda 1 afectará
aproximadamente un total de “671 ejidos y
comunidades, que ocupan 441 mil 631 hectáreas,
principalmente en Veracruz, con 317 mil
hectáreas, y Coahuila, con 62 mil hectáreas”
(CartoCrítica, 2014). Tal como se puede apreciar
en la figura 1.
Es importante señalar que las Rondas 0 y 1
no son las únicas que se tienen planeadas para
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural

Figura 2. Programa quinquenal de licitaciones para la exploración y extracción

de hidrocarburos 2015-2019. Fuente: sener, 2016.

la exploración y/o extracción de hidrocarburos, madamente es de 0.6 a 2 km) e inyectar en ellos

ya que en los planes oficiales también se tienen
contempladas las Rondas 2, 3 y 4. Así lo indican los
datos de la figura 2.
a) Fractura hidráulica o fracking
Ante la apertura del sector energético al capital
privado, resulta oportuno exponer brevemente el
uso del método de fractura hidráulica (fracking),
adoptado en algunos países, entre los que se
encuentra Estados Unidos, como una de las
principales técnicas extractivas en diversos proyectos
de hidrocarburos. La cuestión no pasaría a mayores
si no se considerara su aplicación en territorio
mexicano.
La fractura hidráulica es una técnica utilizada
para extraer hidrocarburos de yacimientos no con-
vencionales. Para ello es forzoso realizar gran can-
tidad de orificios (la separación entre ellos aproxi-
millones de litros de agua, cargados con un coctel
químico para extraerlos (Greenpeace, 2012).
Organizaciones como la Alianza Mexicana
contra el Fracking8 (amf) ha realizado campañas
de concientización y oposición a la ejecución
generalizada de la fractura hidráulica en nuestro
país, al enfatizar el uso abusivo del agua en la
ejecución de este tipo de técnica y argumentar que
el ritmo de explotación anual de 9 000 nuevos
pozos implementado en Estados Unidos (modelo
que se pretende emplear en México) “supondría
8
Conformada por organizaciones como: la Asociación de Usuarios
de Agua de Saltillo, Comunidades Campesinas y Urbanas Solidarias
con Alternativas (Comcausa), Consejo Tiyat Tlali, Coordinadora
de Organizaciones Campesinas e Indígenas de la Huasteca Potosina
(cocihp), Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa
de las Huastecas y el Totonacapan (Corason), El Barzón Nacional,
Greenpeace México, por mencionar algunas.

126
 Departamento de Sociología Rural / UACh
un volumen de agua equivalente al necesario para
cubrir el consumo doméstico (100 lts/pers/día) de
entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año”
(amf, 2016).
Lo que agravará los ya de por sí serios problemas
de abasto del valioso líquido en gran parte del país,
afectando directamente a las poblaciones asentadas
en esos territorios y en las cercanías de las zonas
de perforación, pero el perjuicio se extenderá a la
población en general, ya que el uso excesivo del
agua para la extracción de hidrocarburos disminuirá
la cantidad disponible para el consumo humano
y la actividad agropecuaria –recordemos que la
extracción de hidrocarburos se convirtió en una
actividad estratégica, de orden público e interés
social, ante lo cual supedita cualquier otra actividad
productiva.
Claudia Campero también nos da la voz de
alarma al advertirnos que las enormes cantidades
de agua que se utilizan se mezclan con tóxicos y
arena. Añade que el nombre de estos químicos
no es revelado gracias a la protección del secreto
industrial, y que muchos de ellos son cancerígenos y
mutagénicos (Campero, 2014). John Saxe-Fernández
coincide con Campero y confirma que la mezcla
utilizada en la fractura hidráulica está compuesta
por 38 tóxicos agudos y ocho cancerígenos
probados. “Estas sustancias representan un total de
cuatro toneladas por pozo, y los pozos usualmente
oscilan entre 25 y 30 millones de litros” (Saxe-
Fernández, 2014:58).
Además de la sobreexplotación del recurso
hídrico, del desabasto que conllevaría para el uso
doméstico y para otros renglones económicos, y
de su contaminación, habrá que considerar, por
igual, otro cúmulo de daños y estragos, como la
degradación del suelo, la contaminación atmosférica
por el vapor que sale de los depósitos donde se
almacenan las aguas residuales del fracking; la
contaminación acústica, los impactos paisajísticos
y el peligroso ir y venir de camiones pesados y
de maquinaria empleada en la industria. Incluso
varios estudios relacionan el uso del fracking con
el aumento de actividad sísmica en zonas aledañas
(Campero, 2014). En suma, estos megaproyectos
implican una intensa y brusca intrusión del
territorio comunitario.
127
Saxe-Fernández denuncia, asimismo, los intentos
de las grandes empresas y del propio gobierno
por ocultar información sobre los verdaderos
costos de la utilización del fracking en territorio
norteamericano, y llama la atención sobre la
predilección de estas firmas por trabajar en naciones
con marcos jurídicos frágiles, cuestión que “en gran
medida se debe a que ahí sus desastres ambientales
no tienen sanción”9 (Saxe-Fernández, 2014:60).
b) Uso, ocupación temporal del suelo y
servidumbre legal de hidrocarburos
A continuación se exponen algunos rasgos básicos
del procedimiento mediante el cual se lleva a cabo
la primera fase de las “negociaciones” tendientes a la
ocupación de la tierra necesaria para realizar todas
las actividades relacionadas con los proyectos de
hidrocarburos.
El asignatario o contratista tiene la obligación
de informar por escrito al propietario o al titular
del terreno, bien o derecho de que se trate, su
interés de “usar, gozar, afectar o, en su caso,
adquirir tales terrenos, bienes o derechos”; y
describir el proyecto a realizar. Al mismo tiempo
deberá notificar a la sener y a la Secretaría de
Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (sedatu)
del inicio de dichas negociaciones10 (dof, 11 de
agosto de 2014: Ley de Hidrocarburos: Art. 101).
Si las partes llegan a un acuerdo, éste deberá
presentarse por el asignatario o contratista ante
el Juez de Distrito en materia civil o al Tribunal
Unitario Agrario competente, con el fin de que sea
validado, para darle al acuerdo el carácter de cosa
juzgada (Ibid. Art. 105).
9
Ejemplo de ello es uno de los más recientes y peores desastres am-
bientales ocasionado por el consorcio minero Grupo México. En
agosto de 2014 se derramaron en los ríos Bacanuchi y Sonora millo-
nes de metros cúbicos de tóxicos, que afectaron a miles de habitan-
tes de los municipios de: Arizpe, Banámichi, Huepac, San Felipe de
Jesús, Aconchi, Baviácora y Ures. A más de dos años del derrame de
millones de litros de ácido sulfúrico en aguas del río Sonora, no se
han reparado los daños a la salud humana, a la economía y al ambien-
te, ni por parte de Grupo México ni por el gobierno federal (Gómez
L., C. 6 de agosto de 2016).
10
La ley concede la opción de solicitar la asesoría y, en su caso, la
representación de la Procuraduría Agraria en las negociaciones en las
que estén involucrados núcleos y sujetos agrarios (DOF, 11 de agosto
de 2014: Ley de Hidrocarburos, Art. 102).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Si entabladas las negociaciones no se arriba a
un acuerdo entre las partes, entonces se inicia una
segunda etapa del procedimiento, ya que pasados
180 días naturales (desde la fecha de notificación),
el asignatario o contratista podrá: “Promover
la constitución de la servidumbre legal de
hidrocarburos” ante el Juez de Distrito en materia
civil o Tribunal Unitario Agrario competente.
También se podrá solicitar la mediación de
la sedatu a fin de establecer las formas o
modalidades de adquisición, uso, goce o afectación
de los terrenos, bienes o derechos, así como la
contraprestación que corresponda (Ibid. Art. 106).
En caso de que pasados 30 días naturales contados
a partir de la sugerencia de contraprestación y
las partes no alcanzaren un acuerdo, la sener
podrá solicitar a la sedatu que inicie el trámite
para la constitución de una “servidumbre legal
de hidrocarburos por vía administrativa” ante el
ejecutivo federal (Ibid. Art. 108).
Estas solicitudes nos remiten a lo dispuesto por
el Reglamento de la Ley de Hidrocarburos (dof,
31 de octubre de 2014: Reglamento de la Ley de
Hidrocarburos), que dispone que hecha la solicitud
por la sener, en un término de 15 días hábiles la
sedatu pronunciará un dictamen preliminar sobre
la procedencia de declarar la servidumbre legal de
hidrocarburos, mismo que deberá notificarse de
inmediato a la sener, al asignatario o contratista y
al titular de la tierra, bien o derecho de que se trate,
otorgándole un plazo de 10 días hábiles (contados
a partir de la fecha de la notificación del dictamen
preliminar), para que manifieste lo que a su
derecho corresponda (Ibid. Art. 77, fracción i). Si las
partes llegan a un acuerdo este procedimiento queda
sin efecto. Si persiste el desacuerdo y ya ha pasado
el término para que los interesados realicen alguna
manifestación, la sedatu contará con un plazo de
15 días hábiles para emitir “el dictamen definitivo
sobre las condiciones en que deberá constituirse
la servidumbre legal de hidrocarburos por vía
administrativa” (Ibid. Art. 77, facción iii).
El dispositivo jurídico expuesto pone en
evidencia la desventaja en la que se coloca a las
poblaciones afectadas en las negociaciones que
establecen con las firmas privadas promotoras de
los megaproyectos. Al quebrantarse el principio
128
de equidad quedan en evidencia la situación de
desigualdad en las que se sitúan a ejidatarios,
indígenas, minifundistas y pequeños agricultores
privados que conforman la parte eventualmente
agraviada. Esta orientación se observa en todo
el contenido de la lh y en los reglamentos que
de ella emanan. Los nuevos ordenamientos
institucionalizan un procedimiento condensado de
“negociación” entre grandes empresas y pueblos y/o
individuos, en las que estos se ubican, la mayoría de
las veces, en situaciones de vulnerabilidad. Tanto
más cuando la intervención de los organismos
estatales en modo alguno garantizan actuar con
imparcialidad, sino por el contrario, sellan y
de hecho aseguran la puesta en marcha de un
proceso favorable al gran capital, que se traduce
en un funcionamiento de un sistema jurídico y
gubernamental que ampara el despojo de que son
objeto los propietarios.
La legislación da certeza a la parte privada, le
allana el camino para abaratar sus costos y para
maximizar su ganancia. Y, por el contrario, crea un
contexto totalmente desfavorable para los afectados
con los megaproyectos, quienes ni siquiera tienen a
la mano el relativo beneficio de recurrir al recurso
jurídico de exigir la expropiación, como medio
para negociar mejores condiciones cuantitativas y
cualitativas para el uso de su territorio.
La omisión del expediente de la expropiación
en la reglamentación acordada se ampara en
la lógica de que la slh significa la ocupación
temporal del suelo. Esto es, que la tierra es ocupada
provisionalmente, mientras la actividad exploratoria
y extractiva sea redituable para las empresas, mismas
que tienen un carácter evidentemente migratorio.
Es decir, en el momento en que el recurso se agota,
la empresa se traslada a tierras «más prósperas», en
búsqueda de nuevos yacimientos, dejando atrás las
ya improductivas tierras explotadas.
En suma, se trata de un procedimiento exprés
cuyo sentido es el de favorecer a las grandes
corporaciones. Pérez Castañeda señala que las
servidumbres legales de hidrocarburos se equiparan
a un “arrendamiento forzoso, que viabilizó la
desocupación expedita de la tierra de los núcleos
agrarios en favor de los titulares de las asignaciones
y contratos de hidrocarburos y la cual consuma una
 Departamento de Sociología Rural / UACh
desposesión legal de carácter temporal que opera
en beneficio de los intereses distintos a los de los
propietarios de la tierra…” (Pérez, 2014:9).
La resistencia
Lejos de la impasibilidad e indiferencia sociales, la
ofensiva reciente desatada por el capital ha suscitado
la reacción de numerosos pueblos y comunidades,
cuya defensa del territorio estructura un nuevo eje
de movilizaciones en el campo mexicano. Una de
las vertientes de lucha consiste, precisamente, en
la resistencia ante el embate de los megaproyectos
impulsados con la re y la lh.
Es el caso de distintas organizaciones campesinas
e indígenas de la Sierra Norte de Puebla que se
han manifestado a favor de una ley que prohíba
el uso de la fractura hidráulica (fracking) y por la
defensa de la vida, el agua y el territorio. Entre ellas
se encuentran miembros del Consejo de la Tierra
Tiyat-Tlali y la cooperativa Tosepan Titataniske.
La Alianza Mexicana contra el Fracking (amf)
reporta, asimismo, que en fecha 22 y 23 de julio de
2016 se llevó a cabo un encuentro de autoridades
de aproximadamente 84 núcleos agrarios de
poblaciones náhuatl y teének procedentes de nueve
municipios de la Huasteca potosina. Convocados
por la Coordinadora de Organizaciones Campesinas
e Indígenas de la Huasteca Potosina y por la amf, el
encuentro tuvo lugar en el municipio de Xilitla, San
Luis Potosí. Durante la reunión se compartieron
experiencias y se formalizaron acuerdos y
compromisos en torno a la defensa del territorio, el
agua y la vida frente a los megaproyectos extractivos
de la re.
La misma organización indicó que desde el año
2015, 110 comunidades y ejidos de la Huasteca
potosina localizados en los municipios de Ébano,
Ciudad Valles, Tanlajás, Tancanhuitz, Huehuetlán,
Coxcatlán, Matlapa, Axtla de Terrazas, Aquismón,
Tamazunchale y Xilitla, han levantado actas de
asamblea en las que declaran su oposición al ingreso
de estos proyectos en sus territorios. Incluso, en los
casos de Xilitla y Tanlajás han sido aprobadas por
los cabildos municipales actas en las cuales declaran
a sus respectivos territorios libres de fracking y de
gasoductos (amf, 2016).
129
Igualmente, en fecha 21 y 22 de mayo de 2016
se llevó a cabo el Primer Campamento Juvenil en
Defensa del Territorio, Región Costa Papantla,
Veracruz, con la participación de jóvenes de los
bachilleratos de la región Costa de Papantla, así
como de la Universidad Veracruzana Intercultural
de Cuetzalan, Puebla y de regiones del centro y
sur de Veracruz. Los asistentes se pronunciaron
contra la ejecución de los proyectos extractivos en
sus territorios y denunciaron al Estado mexicano
y a pemex por todas las violaciones a los derechos
comunitarios y por los daños causados a sus
territorios a raíz de la actividad petrolera efectuada
en la región. Además, señalaron que los agravios no
son solo materiales, puesto que la implementación
de estos proyectos tampoco respeta su cultura y su
dignidad11 (amf, 2016).
Otro ejemplo de este tipo de acciones son los
pronunciamientos y eventos realizados por la tribu
yaqui de Sonora, como la Caravana Nacional por
la Defensa del Agua, el Territorio, el Trabajo y la
Vida. Según Tomás Rojo, vocero del pueblo yaqui,
11
En esta tesitura podemos mencionar el caso de la comunidad in-
dígena Kichwa de Sarayaku que recurrió a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos (cidh) por sufrir violaciones a sus derechos
humanos. El pueblo Kichwa de Sarayaku demanda al Estado del
Ecuador debido a la ejecución de megaproyectos extractivos sobre
sus territorios. Algunas de las consideraciones más relevantes del caso
aludido señalan que los proyectos de exploración y extracción de hi-
drocarburos en territorio Sarayaku vulneran el derecho a la cultura
del pueblo indígena, “dada la especial vinculación con su territorio”,
lo que ocasionó transgresiones a la cosmovisión y cultura Sarayaku.
La sentencia del caso fue emitida el 27 de junio de 2012. En ella la
cidh declara al Estado del Ecuador responsable de violaciones a la
propiedad comunal indígena y a la identidad cultural en perjuicio del
pueblo indígena Kichwa de Sarayaku (cidh, 2012). Claramente los
razonamientos utilizados por la cidh en la resolución de este caso van
más allá del derecho positivo, ya que la postura que guarda respecto
a la relación individuos-territorio tiene precedentes en una concep-
ción idealista o integral sobre el territorio. Por lo tanto, se enfatizó la
vinculación del territorio con la cosmovisión y cultura propia de cada
pueblo, de manera que el derecho a la identidad cultural y modos de
vida –sumamente vinculados al territorio– son derechos fundamen-
tales y de naturaleza colectiva de las comunidades indígenas (cidh,
2012:68). Este ejemplo es relevante ya que constituye un precedente
jurídico de gran valor, debido a que la noción de los derechos que
se apelan sale del estereotipo del individualismo y del ámbito de lo
puramente material. Otros casos planteados ante la cidh y resuel-
tos en forma semejante al anterior, son el de la comunidad indíge-
na Sawhoyamaxa contra el Estado de Paraguay; el de la comunidad
Mayagna (Sumo) Awas Tingni versus el Estado de Nicaragua; así
como el proceso de las comunidades indígenas de la cuenca del río
Xingú, Pará, Brasil.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
uno de los objetivos de su lucha está encaminado
a exponer las actuales y diversas problemáticas que
giran en torno al agua, al territorio, al trabajo y la
vida (Vértiz, 28 de abril de 2015).
Conclusiones
El objetivo de este trabajo fue realizar un análisis de
las implicaciones jurídicas y socioterritoriales de la
reforma al artículo 27 constitucional, con respecto
a la explotación de hidrocarburos en México y
de la expedición de la lh. Se ha identificado a la
naciente legislación como una nueva etapa de la
contrarreforma agraria, que se entrelaza con las
reformas legislativas que en esta materia se han
impulsado en nuestro país desde comienzos de
la década de los noventa del siglo pasado. Esta
reforma energética infiere profundos agravios
tanto a la soberanía nacional como a los derechos
fundamentales de gran parte de la población rural
mexicana.
Se entiende que la dominación impuesta por el
capital, a través de la ejecución de los megaproyectos
de exploración y extracción de hidrocarburos, así
como de transformación, conducción, distribución
y abasto de energía eléctrica, dan cauce a una nueva
forma de acaparamiento de la tierra y de los bienes
naturales para beneficio exclusivo del capital y de
las cúpulas de poder hegemónicas en México, ya
que permiten que las grandes empresas energéticas
tengan libre acceso al suelo, al subsuelo y a los
recursos naturales. Lo que, en sentido opuesto,
perturba los derechos sobre la propiedad de ejidos,
comunidades y terrenos particulares.
La ejecución y proliferación de los megaproyectos
exploratorios y extractivos de hidrocarburos,
especialmente con la implementación de la
slh y la aplicación de técnicas invasivas como
la fractura hidráulica-fracking, provocarán el
reacomodo y la desarticulación territorial, así como
el ahondamiento de la fragmentación del tejido
social, con graves consecuencias en la vida de
miles de comunidades, tribus, pueblos originarios,
campesinos y de la población rural en general. Esto
al implicar la paralización de actividades cotidianas
y al acelerar y ampliar la fragmentación de su
entramado social, de sus modos de producción
130
y reproducción, de sus usos y tradiciones, de
sus patrones de organización y sus relaciones
de convivencia. Todo lo cual forma parte de la
identidad cultural de pueblos cohesionados por sus
particulares modos de existencia y por sus formas
de vivir sus territorios, lo que ocasionará daños
inmateriales de un valor incalculable.
El territorio dominado será manipulado
y transformado en un espacio de carácter
unifuncional, asignándole un uso totalmente
contrapuesto a la multifuncionalidad que la
actividad campesina y la vida comunitaria le
concede a ese territorio, al transformar totalmente
su sentido de integralidad para convertirlo en
una mera mercancía. La fragmentación territorial
implica una reestructuración geoespacial en la
cual los campesinos y sus familias y, en general,
la población, se verán obligados a transformar su
dinámica social, cultural, económica y demográfica
en un intento por mantener su vínculo con la tierra
y con sus modos de vida.
La readecuación jurídica tiene como designio
incidir en la tenencia de la propiedad agraria y
en la colectivización de la tierra y de los bienes
naturales, al forzar procesos de desintegración de
derechos colectivos sobre el uso y aprovechamiento
de las tierras y de los bienes naturales. Del mismo
modo, busca fragmentar y otorgar a terceros el
control de una gran cantidad de territorios de
miles de comunidades y pueblos indígenas. Así,
por las innegables intrusiones que tiene sobre el
territorio nacional y sobre la propiedad de núcleos
agrarios en particular, se concluye que efectivamente
nos encontramos ante una nueva etapa de la
contrarreforma agraria en México.
La «modernización» legislativa fue ideada de
tal forma que favoreciera en todos sentidos al gran
capital en menoscabo de los derechos de los actuales
propietarios de la tierra. Dicho de otro modo, los
agraviados con estas reformas han visto invalidar
casi por completo cualquier defensa legal que
pudiesen utilizar a su favor.
El discurso oficial del gobierno federal afirma
que las reformas en materia de energía traerán
beneficios económicos y sociales para todos los
mexicanos. Se asevera que bajarán de manera
considerable el precio de los combustibles y las
 Departamento de Sociología Rural / UACh
tarifas de la luz y del gas natural, debido a la
apertura del sector energético y al uso de tecnologías
y combustibles más “limpios y económicos”, como
el gas natural y las energías renovables, en las
cuales se incluyen aquellas que se obtengan de la
energía solar, de las termo e hidroeléctricas y las
eólicas. También se asegura que al aumentar la
disponibilidad de gas natural se reducirán los costos
de algunos “servicios y alimentos”, debido a que
el gas se utiliza para producir fertilizantes y es un
insumo importante para procesar los alimentos que
consumimos, además de que con la construcción
de gasoductos se reducirán los costos de transporte.
Incluso se asevera que habrá una importante
generación de empleos formales relacionados con el
sector energético.
Sin embargo, resulta irrisorio imaginar tales
resultados si se considera que la baja en los
costos de producción y de consumo de energía
eléctrica y gas natural, beneficiará mayormente a
las grandes industrias, cuya demanda de energía
sigue en aumento. Más aún si consideramos que
a últimas fechas se ha llevado a cabo el primer
aumento (de los varios previstos para 2017) en
los precios de la gasolina, el diésel, el gas natural
y la electricidad, que golpea directamente el
bolsillo del pueblo mexicano. Asimismo, hay que
considerar los impactos negativos ocasionados por
la implantación de la infraestructura necesaria para
el funcionamiento de tales proyectos y del uso de
técnicas como la fractura hidráulica. También habrá
que tener en cuenta que la mayoría de las empresas
energéticas (predominantemente extranjeras) serán
favorecidas con beneficios fiscales y aduanales
(Zonas Económicas Especiales) y con las leyes
laborales que relajan la injerencia sindical y mesuran
los derechos fundamentales de los trabajadores.
Bajo estos razonamientos podemos vislumbrar que
las implicaciones reales de tales proyectos son muy
distintas a las que se proclaman en la propaganda
gubernamental. Por lo anterior, estamos obligados a
reflexionar y analizar sobre el valor real que aportan
estos megaproyectos tóxicos y sobre los intereses a
los que realmente representan y sirven.
Estoy convencida de que la reforma energética
constituye un instrumento que marcará un antes
y un después en la vida constitucional y política
131
de la nación mexicana. Y por la envergadura de
sus efectos se puede entrever que su ejecución y
concreción no pasarán tan desapercibidas para el
pueblo mexicano, como lo fue la confabulación para
su promulgación constitucional.
La implementación de la reforma energética
representa un nuevo desafío que no solo concierne
a los afectados directos con la ejecución de este tipo
de megaproyectos, sino a la ciudadanía en general.
Nos encontramos en un momento coyuntural en
donde la efervescencia social ha generado distintos
polos de acción en oposición a la instrumentación
de esta reforma. Por lo que se hace necesario
analizar a profundidad las distintas aristas de
esta problemática, ya sea en el ámbito judicial o
extrajudicial. El surgimiento de nuevas fórmulas
organizativas como medio de resistencia social,
demanda realizar una amplia reflexión sobre la
situación que hoy se presenta, a fin de promover la
sinergia y la construcción de acuerdos que permitan
cohesionar y encauzar de manera organizada y
colectiva el descontento social que surge y prevalece
en los nuevos tiempos que corren de la vida
nacional.
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derrame-en-rio-sonora-protestan-en-
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territorio. Proceso. Recuperado de http://
www.proceso.com.mx/402646/haran-
yaquis-caravana-nacional-en-defensa-del-
agua-y-el-territorio
Donatella Della Porta: movimientos sociales y Estado
Resumen
El presente artículo tiene la intención de llevar
a cabo una interpretación de las aportaciones y
el análisis sobre los movimientos sociales de la
socióloga y politóloga italiana Donatella Della
Porta, en un intento de comprensión de la situación
actual que presentan algunos movimientos de
América Latina, y en particular de México,
vinculados con la defensa del territorio y su
relación con las distintas respuestas del Estado para
contenerlos. En esta dirección se centra el esfuerzo
de investigación de los actuales movimientos
sociales, en el marco del neoliberalismo y el vínculo
entre la política de control del Estado y la protesta
social. Analizaremos en específico las contribuciones
de Della Porta sobre los nuevos movimientos por
justicia global, los movimientos en contra de le
grandi opere y la relación entre los movimientos y las
formas políticas represivas de contención por parte
del Estado, lo cual es considerado una de sus más
grandes contribuciones al debate sobre el tema.
Palabras clave: movimientos sociales,
militarización, Donatella Della Porta, justicia
global.
Abstract
The present article intends to carry out an
interpretation of the contributions and the analysis
on the social movements of the Italian sociologist
and politician Donatella Della Porta, in an attempt
1
Estudiante de doctorado en Ciencias en Ciencias Agrarias,
Departamento de Sociología Rural, Universidad Autónoma
Chapingo. Miembro de la RIDAY (Red de Investigación por la
Defensa de Abya Yala). Correo electrónico: balamblanco24@gmail.
com
134
Andrea Bianchetto1
to understand the current situation of these
movements of Latin America, and in particular of
México, linked to the defense of the territory; as
well as their relation with the different responses
by the State to contain them. In this direction the
research effort of the current social movements is
centered, within the framework of neoliberalism
and the current relationship between the state
control policy and social protest. We will analyze
in detail the contributions of Della Porta on the
new movements for global justice, the movements
against the grandi opere and the relation between
the movements and the repressive political forms
of containment by the State, which is considered
one of its most contributions to the debate on the
subject.
Key words: social movements, militarization,
Donatella Della Porta, global justice.
Introducción
Utilizada durante siglos en contra de los opositores
políticos y sociales,
la Policía del Rey empleó ataques militares masivos
en contra de manifestantes y vio a la oposición
como una muchedumbre que había que temer
Della Porta, Tarrow, 2001
El debate sobre la situación de los movimientos
sociales en los ámbitos académico y político es muy
activo en esta época: en los últimos 15 años hay un
despertar social y teórico sobre el tema. Su estudio
ha tenido un desarrollo sin precedentes como área
de investigación y “se ha establecido sólidamente en
la Academia contando, en la actualidad, con revistas
 Departamento de Sociología Rural / UACh
especializadas, multitud de trabajos monográficos,
asociaciones así como conferencias y encuentros
regulares entre especialistas” (Della Porta y Diani,
2006:1). Esto se debe a un importante crecimiento
de los movimientos sociales en el nuevo contexto
histórico, la llamada globalización, que ha traído
consigo novedades en las formas de acción colectiva.
Los procesos asociados a la radicalización de la mo-
dernidad, la desterritorialización, la heterogeneidad
y la homogeneización, junto con mutaciones polí-
ticas, económicas y culturales, y las consecuentes
estrategias de resistencia, han provocado la aparición
de numerosos movimientos sociales “antiglobaliza-
ción” (Santamarina, 2008). Entre ellos, hablando de
América Latina, de particular importancia son las
decenas de movimientos sociales de carácter rural,
primordialmente en las regiones indígenas. Hoy se
pueden reconocer no solamente cientos de movi-
mientos locales o regionales, sino organizaciones o
redes de escala nacional contra la minería, las presas
y en defensa del agua, del maíz (Toledo, 2011) y los
afectados en general por el despojo de sus territorios.
Este resurgimiento nos obliga a buscar nuevas
herramientas conceptuales y metodológicas para su
interpretación y poner a prueba nuestros marcos teó-
ricos. Es verdad que los trabajos y las teorías socio-
lógicas sobre los movimientos sociales en su mayoría
continúan siendo desarrollados a través del enfoque
occidental heredado del siglo pasado, en particular
del ligado a las escuelas americana y europea, cuyas
aportaciones han sido útiles para ampliar el debate
sobre el tema 2. También es cierto que en los últimos
años ha habido aportaciones relevantes formula-
das desde una visión propia, es decir situadas en el
contexto latinoamericano, en el marco de teorías
que intentan trascender las visiones dominantes: me
refiero a los estudios decoloniales, a los estudios sub-
alternos y del pensamiento crítico de base marxista 3.
2
Esquemáticamente podemos mencionar entre las norteamericanas
la teoría de la movilización de recursos, la estructura de oportunida-
des políticas, mientras entre las europeas, la teoría del comportamien-
to y la identidad colectiva y el enfoque de los nuevos movimientos
sociales.
3
Según Shannon, el análisis de sistemas-mundo representó una lí-
nea de trabajo del grupo de sociólogos de los llamados tercermun-
distas, continuadores de la teoría latinoamericana de la dependencia
(Shannon, 1996: 19).
135
No obstante, y reconociendo el valor y pertinencia
de estas últimas, considero que el análisis y recupe-
ración de las aportaciones realizadas por la teoría
contemporánea europea no se han agotado, ya que
al momento existen todavía algunos temas y autores
prácticamente desconocidos en el ámbito académi-
co latinoamericano, como es el caso de Donatella
Della Porta. Al respecto, los trabajos de la politóloga
italiana pueden enriquecer y contribuir a dar luz a
la situación actual de los movimientos sociales, en
particular los campesinos e indígenas en defensa del
territorio, a través de tres aportaciones principales: el
estudio de la relación entre los movimientos sociales
y el Estado para comprender las acciones colectivas
y los efectos que ejercen los distintos tipos de coer-
ción/represión sobre éstas; el análisis de los movi-
mientos sociales que define por una justicia global 4;
el examen que realiza sobre los movimientos contra
le grandi opere (los cuales están insertos a su vez en
los movimientos por justicia global) que actúan a
nivel local en contra de megaproyectos.
Por lo arriba mencionado la intención de la
presente reflexión es llevar a cabo la interpretación
de los fenómenos relativos a los movimientos socia-
les de América Latina, y en particular de México,
vinculados con la defensa del territorio; así como
su relación con las distintas respuestas por parte del
Estado para contenerlos. Es en esta dirección que
se centra el esfuerzo de comprensión de los actuales
movimientos sociales, en el marco del neoliberalis-
mo y de la actual relación entre la política de control
del Estado y la protesta social; comprensión para la
cual, como se ha expresado anteriormente, se con-
sidera importante referir y analizar las aportaciones
sobre el tema realizadas por la socióloga y politóloga
italiana Donatella Della Porta.
Los movimientos sociales en América
Latina y México: Marco geopolítico y
geoeconómico
De acuerdo con diversos estudios, a lo largo de la
década de los noventa numerosos países de América
Latina, comprendido México, vivieron el inicio de
4
Entre los cuales se insertan y analizan también las poblaciones y
comunidades indígenas y campesinas.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
un nuevo ciclo de protestas que fue protagonizado
por movimientos sociales y populares distintos de
aquellos que ocuparon el escenario social en años
pasados, conocidos como “nuevos movimientos
sociales”5. Estos últimos, desarrollados a partir de
finales de la década de 1960, se identificaron como
movimientos enfocados en torno a “los derechos de
las mujeres, las relaciones de género, la preservación
medioambiental, la etnicidad, la migración, la
paz y la solidaridad internacional, con una clara
diferencia respecto a los modelos de acción colectiva
obrera o nacionalista que les habían precedido
en la historia” (Della Porta y Diani, 2006:15)6.
Entre sus rasgos distintivos se pueden destacar:
la pluralidad de ideas y valores; las demandas de
carácter cultural y simbólico, las relacionadas con
cuestiones de identidad y las tácticas de no violencia
y desobediencia (Santamarina, 2008:117). Los
movimientos actuales, diferentes en varios aspectos
a sus predecesores, son llamados comúnmente como
movimientos por una justica global.
Dichas protestas parecen haber nacido de la
intensificación de la crisis económica, la cual pro-
movió el descontento social y el cuestionamiento
del modelo de globalización neoliberal impuesto
a través de las llamadas reformas estructurales.
“Esta situación significó tanto la acentuación de las
desigualdades preexistentes como la emergencia de
nuevas brechas políticas, económicas, sociales y cul-
turales” (Svampa, 2007:2). Este momento de surgi-
miento y desarrollo de las luchas de los movimientos
sociales caracterizadas por una acción defensiva y un
marcado discurso anti-neoliberal, fue definido tam-
bién como “el quiebre del consenso neoliberal” que,
al mismo tiempo que permite pensar nuevas alter-
nativas emancipadoras, expresa otros peligros tales
como: la profundización del paradigma neoliberal “a
través de la generalización de un modelo extractivo-
exportador acompañado por la acentuación de la
criminalización de la protesta social, la tendencia al
5
Entre estos estudios podemos citar Taddei (2002), Seoane y Taddei
(2001 y 2004), Svampa (2007), Zibechi (2003, 2005).
6
Según varios especialistas los nuevos movimientos sociales son casi
todos aquellos que surgen del ciclo de los sesenta: estudiantil, ecolo-
gista, por la paz, movimientos de invasión de tierra y otros contra el
efecto de la desindustrialización (Aranda Sánchez, 2000:232).
136
cierre del espacio público en nombre de la seguridad
ciudadana, así como por la militarización de los
territorios y la firma de tratados de libre comercio”
(Svampa, 2007:1).
Este es el escenario actual en el que emergen
nuevos núcleos de tensión entre el Estado y los
movimientos definidos por justica global, los cuales
ponen de relieve distintas formas de contención
de la protesta, entre ellas la militarización7 que,
por otro lado, evidencia la articulación de los
fenómenos enunciados, los cuales no pueden
ser comprendidos de manera aislada, sino como
parte de una estrategia más amplia definida como
“gobernabilidad neoliberal” (Roitman, 2001:32),
misma que se orienta al reforzamiento del actual
esquema de poder caracterizado por la supremacía
de los Estados Unidos en la región en un momento
de fuerte presión y confrontación a nivel geopolítico
y geoeconómico, entre los cuatro grandes bloques
económicos que hoy se disputan los territorios8.
En este contexto creo necesario analizar
brevemente dos aspectos que en la actualidad tienen
gran relevancia en relación con los movimientos
sociales de América Latina y México, es decir el
rol del Estado y el militarismo. Nos encontramos
en una fase histórica en la cual ha cambiado la
función Estado. A diferencia del siglo pasado,
cuando predominaba el Estado-Nación benefactor
y administrador de los bienes públicos, en la
actualidad el poder del Estado está sirviendo para
asegurar y promover los dispositivos institucionales
externos e internacionales que hacen funcionar
las asimetrías en las relaciones de intercambio, en
beneficio de la potencia hegemónica9 (Harvey,
2004:139). Ahora son las grandes empresas
transnacionales (junto a algunos poderosos
7
La militarización de los territorios “en disputa” es una constante de
los Estados neoliberales como respuesta a las reivindicaciones y las
protestas de diferentes movimientos y organizaciones.
8
Estamos hablando de Estados Unidos, China, Rusia y Unión
Europea.
9
Este proceso es heterogéneo y diferenciado entre los países latinoa-
mericanos, pues algunos gobiernos, en distintos momentos, como
el de Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Venezuela, Brasil han
implantado políticas que se oponen a la aplicación de las directrices
del modelo neoliberal y despliegan mecanismos para sostener el desa-
rrollo económico y combatir, al mismo tiempo, la desigualdad social.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
consorcios nacionales) y los grupos industriales y
financieros privados, los que se sirven del Estado
en cuanto legislador del saqueo y guardián militar
de sus intereses para seguir la dominación. En la
práctica el Estado tiene que aceptar e implementar
las reformas estructurales emanadas de los
organismos internacionales (fmi, bm, ocde y
omc)10, lo cuales crearon un régimen monetario y
financiero que fue usado para impulsar el proceso
de globalización y las transformaciones nacionales
neoliberales (Harvey, 2004). Esta situación plantea
una condición de anti-política o de reducción de
la participación pública en procesos de toma de
decisiones. Hablamos de Estados títeres de empresas
y organizaciones internacionales que siguen una
política entreguista, incluso en contra de la voluntad
popular que le dio el mando para administrar el
bien público.
Las empresas transnacionales siguen necesitando
el apoyo estatal para legitimar sus acciones y el
mismo Estado ve sus poderes acentuados en las
áreas que actúan en favor de la acumulación del
capital, a través de la asistencia a las compañías.
En otras palabras, el Estado neoliberal pretende
privatizar los bienes públicos y comunales y
establecer un marco de mercados abiertos donde
se muevan libremente las mercancías y el capital
(Harvey 2004:142). Para hacerlo, tiene que
promover un “ambiente favorable a las empresas”.
Con este fin los gobiernos modifican las leyes
minera, de aguas, de inversión extranjera y de
hacienda, entre otras.
En tal contexto, el papel del Estado
se reconfigura y reorienta para enfocarse
principalmente al control social de las protestas que
emanan de estas políticas por todos los rincones
de los países de América Latina. Como dijo el
escritor portugués José Saramago, “los gobiernos
se transformaron todos en comisarios políticos del
poder económico” (Ubieta, 2007:372).
Por otro lado, sobre el tema del militarismo en la
región, debe mencionarse que México ingresó desde
2005, junto con eu y Canadá, en la Alianza para
10
Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Organización
Mundial del Comercio.
137
la Seguridad y Prosperidad de América del Norte
(aspan), cuyo objetivo es profundizar la política
neoliberal del tlcan pero agregando el elemento
militar de la seguridad11. Además, en 2009 se creó
la Iniciativa Mérida, que sigue la estrategia emanada
del Comando Norte de eu en materia de seguridad,
a través de la cual aumentó la criminalización
de la protesta social. Esta iniciativa, llamada
también Plan México, es un tratado internacional
de seguridad activado por George Bush en junio
de 2008 entre eu, México y Centroamérica,
para combatir la violencia. Están involucrados el
Pentágono, la cia (Central Intelligence Agency) y
el fbi (Federal Bureau Investigation). La Iniciativa
Mérida es resultado directo del aspan y el objetivo
es el mismo, es decir, crear áreas de seguridad para
los intereses de eu y las empresas transnacionales12,
y la tarea de los ejércitos de México y los países
centroamericanos es protegerlos en contra de las
amenazas internas: las protestas sociales. Esto
se puede ver en la disposición espacial de los
emplazamientos militares que está relacionada con
la presencia de infraestructuras y riquezas, recursos
petroleros, hidroeléctricos, mineros y con alta
biodiversidad (Babún, 2013:167).
No hay respuesta política a la protesta social y a
los agravios en contra de las comunidades, sino más
bien militar. Estados Unidos está impulsando una
nueva Doctrina de Seguridad Hemisférica disfrazada
de combate al narcotráfico, al terrorismo y a la
delincuencia organizada. Para que los negocios
fluyan se necesita estabilidad social, lo cual
significa control de las protestas, inconformidades
y descontento. Al mismo tiempo que se consolida
la lucha y la resistencia al modelo neoliberal, como
respuesta del mismo se militarizan los territorios
de México donde los pueblos se resisten al despojo:
11
Esta Alianza tiene un carácter antidemocrático, ya que se firmó
a través de negociaciones secretas entre gobiernos y representantes
del sector empresarial. El Comité o Consejo de Competitividad
de América del Norte está compuesto, entre otros, por directivos
de Ford, Chevron, Consejo Coordinador Empresarial, MABE,
CONCAMIN, Kimberly, Grupo Bimbo, Compell, Exxon Mobil,
General Motors.
12
CIEPAC, Gruppe B.A.S.T.A. y Cine Rebelde (2008). ASPAN: se-
guridad y prosperidad para los ricos, explotación y militarización para
los pobres. Documental.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Puebla, Morelos,
Veracruz, Tabasco, Chiapas. Este es el sentido de
la aplicación del aspan y la Iniciativa México: la
militarización tiene la intención de combatir los
procesos organizativos que se oponen al control
del territorio, de la tierra como mercancía y de
los recursos geoestratégicos por parte de intereses
privados amparados por el Estado, “en un fenómeno
que Carlos Fazio llama la territorialidad de la
dominación” (Babún, 2013:167).
La resistencia de los pueblos y
comunidades
“En diferentes países del sur del mundo, los
movimientos populares han sido provocados por
políticas neoliberales impuestas a los países más
pobres a través de instituciones supranacionales, y
de un poder político que muchas veces ha implicado
la explotación privada de los recursos naturales (…)
En contra de la destrucción de su ambiente físico, se
han movilizado los pueblos indígenas” (Della Porta,
2003)13.
En este contexto no debe sorprendernos que
el mapa actual de América Latina esté recorrido
por diferentes luchas y movimientos sociales
principalmente de origen indígena y campesino que
se oponen de manera constante a este modelo de
capitalismo-neoliberal. La investigadora argentina
Maristella Svampa subraya que estas acciones
“Son movilizaciones orientadas tanto al Estado
como a sectores privados que, en el proceso de
lucha, tienden a ampliar su plataforma discursiva
y representativa, incorporando temas como el
cuestionamiento a un modelo de desarrollo
monocultural y destructivo, y la necesidad de
la desmercantilización de los bienes naturales”
(Svampa, 2007:8).
De modo que estas resistencias y transforma-
ciones son protagonizadas por los movimientos
sociales de América Latina en defensa del carácter
público-común de los bienes de la naturaleza y
contra el saqueo, el despojo territorial de comuni-
dades y pueblos, así como el exterminio de la vida
13
Traducción personal del original.
138
que la mercantilización y la explotación capitalista
intensiva implica (Seoane y Taddei, 2009). Esta
situación ha generado otras propuestas de desarrollo
comunitario de mayor beneficio para las poblacio-
nes, como educación popular, salud comunitaria,
economía solidaria, agricultura familiar. Las luchas
por la defensa de los bienes comunes en su conjun-
to pueden comprenderse a través de lo que Harvey
define como “movimientos insurgentes contra la
acumulación por desposesión14, debido a la amenaza
o existencia efectiva de severos impactos ambienta-
les, sociales y económicos” (Harvey, 2004:130-131).
Son movimientos que ponen de relieve la frontera de
la exclusión: se trata en su mayoría de “movimientos
de carácter territorial que incluyen la lucha contra
el saqueo de los bienes naturales: movilizaciones
campesinas, pueblos originarios” (Svampa, 2007:8).
En este sentido la lucha por la tierra se ha transfor-
mado de manera creciente en la defensa y ocupación
del territorio y, por lo mismo, la disputa por éste se
ha vuelto una marca de los movimientos sociales
recientes.
Entre los ejemplos que podemos citar, solo
hablando de México, se encuentran las acciones
de resistencia contra la minería a cielo abierto,
las grandes presas hidroeléctricas, los gasoductos,
las supercarreteras y otros megaproyectos de
infraestructuras ya planteados en el hoy sepultado
Plan Puebla Panamá desde 200115, varios de los
cuales no se han podido realizar hasta la fecha por
los diferentes tipos de movilizaciones desarrolladas
en su contra.
Al mismo tiempo, como hemos visto en el
apartado anterior, se han practicado políticas
sociales y reformas de Estado adoptando medidas
siempre más represivas y autoritarias, “con el fin
de mantener el orden y garantizar la paz social
necesaria para aplicar los procesos de corte
neoliberal”, ya que debe evitarse el caos y el
desorden “porque perturban la normalidad que
exige el desarrollo del capital” (Roitman, 2001:28).
Al respecto, Maristella Svampa anota que, en tanto
14
“Que expresan formas de resistencia y de organización diferentes
a las de la clase obrera contra la reproducción ampliada del capital”
(Harvey, 2004).
15
Y retomado con el Proyecto Mesoamérica en 2008.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
dispositivo de control social, la criminalización de
la protesta es una de las características de la política
neoliberal en América Latina, la cual se manifiesta
principalmente a través del cuestionamiento a la
libertad de manifestación y expresión, además de la
violación de derechos y la asimilación de la protesta
social al delito, como lo demuestran las experiencias
de los movimientos sociales en los últimos años en
México. La creciente militarización de las relaciones
sociales es un proceso que ha sido definido por
Pablo González Casanova como “neoliberalismo
de guerra”, o “neoliberalismo armado” (González
Casanova, 2009). Sobre este tema Taddei anota que,
en el actual marco de progresiva polarización social,
la respuesta oficial aparece de forma más recurrente
signada por la profundización de la política represiva
y de criminalización de los movimientos de protesta.
La exacerbación de las crisis políticas, combinada
con el creciente tratamiento represivo de la cuestión
social consolida un modelo de dominación cada vez
más autoritario. Frente a la erosión de la hegemonía
neoliberal, la legitimidad democrática de los
regímenes políticos parece estar eclipsándose de
forma alarmante en beneficio de una política basada
en la ley de la fuerza16, garante de la continuidad y
efectividad de las políticas neoliberales, que algunos
autores califican como de neoliberalismo armado
(Taddei, 2002:2).
Donatella Della Porta: Aportaciones
teóricas para el estudio de los
movimientos sociales
Originaria de Catania, Italia (1956), es profesora de
Sociología en el Departamento de Ciencias Políti-
cas y Sociales del Instituto Universitario Europeo,
donde dirige el Centro de Estudios del Movimiento
Social; profesora de Ciencias Políticas en el Insti-
tuto Italiano de Ciencias Humanas de Florencia
(Cátedra en Sociología y Ciencias Políticas). Ha
dirigido el proyecto Demos, dedicado al análisis de
las concepciones y prácticas de la democracia en los
movimientos sociales en diferentes países europeos.
También encabeza un importante proyecto del
16
O Politica del Rey, como la define Della Porta.
139
Consejo Europeo de Investigación Movilización por
la Democracia, sobre la participación de la sociedad
civil en los procesos de democratización en Europa,
Oriente Medio, Asia y América Latina. A lo largo de
su trayectoria académica, la autora italiana con-
tribuye a dilucidar y precisar conceptualmente los
movimientos sociales, la acción colectiva, la relación
de las luchas sociales y el Estado y la oposición a los
grandes proyectos de infraestructura por parte de las
poblaciones y comunidades que se movilizan con el
fin de conservar su territorio y cultura.
Enfoque de los movimientos sociales y la
acción colectiva en Della Porta
Donatella Della Porta es una de las pocas estudiosas
de los movimientos sociales y de la acción colectiva
que se ha centrado y teorizado sobre la relación
entre el Estado (occidental moderno) y las formas
de represión en su evolución e interrelación17. Su
carrera empezó en la escuela francesa dirigida
por Alain Touraine, a través de la crítica a las
principales teorías y métodos de la sociología de
los movimientos colectivos. Más tarde colaboró en
diferentes proyectos internacionales, entre otros, el
control de la protesta, el activismo ecológico y la
transformación de las movilizaciones políticas. En
los últimos años se ha enfocado a los movimientos
por una justicia global, al análisis de la relación
entre el Estado y los movimientos sociales, a la
caracterización de las luchas en contra de las grandes
obras y la emergencia de nuevas identidades durante
las protestas de oposición a los megaproyectos, a las
formas y oportunidades de movilización, y también
a los métodos y perspectivas de las ciencias sociales.
Estas líneas de investigación se han constituido en
importantes contribuciones teóricas que pueden
servir para el estudio y comprensión de los actuales
movimientos sociales en América Latina y otras
partes del mundo.
Además en el despliegue de su trabajo teórico-
conceptual, la autora italiana se ha distinguido por
ser un puente entre las dos corrientes sociológicas
17
Algunas de estas ideas fueron desarrolladas, aunque parcialmente,
por Charles Tilly cuando destacó el rol del Estado y clasificó los regí-
menes políticos según el grado de represión o “facilitación” mostrado
hacia los diferentes actores y acciones colectivas (Tilly, 1986).
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
más importantes que investigan el tema, es decir, la
escuela americana de Charles Tilly, McCarty, Zald
(movilización de recursos para la acción colectiva,
costos y beneficios) (Della Porta, 1999), el programa
Dynamics of Contention (doc) de Sidney Tarrow
(estructura de oportunidades, ciclo de protestas), y
la escuela europea, principalmente a través de los
estudiosos italianos Alberto Melucci y Alessandro
Pizzorno y el francés Alain Touraine18 que se
enfocan más a los aspectos de la relación entre
movimientos sociales e identidad.
En cuanto a la acción colectiva, según los autores
mencionados, la noción refiere a una forma
amplia de individuos que comparten recursos
en la perspectiva de metas colectivas; entre sus
componentes esenciales se encuentra la construcción
de identidad. Una de las principales formas de
acción colectiva es la protesta, la cual se entiende
como la capacidad de movilizar, a través de formas
de acciones no ortodoxas, la atención de la opinión
pública. La protesta es vista como posibilidad
para quien no tiene poder. En sus expresiones
innovadoras y radicales, la protesta es una forma de
acción colectiva de los movimientos sociales. Hay
tres lógicas bajo las cuales se pueden identificar
todas las protestas:
• de los números: acciones masivas.
• del daño material: huelga, sabotaje, acción
violenta.
• del testimonio: demostración con ejemplos,
democracia participativa, desobediencia civil (las
últimas dos son innovaciones actuales) (Della
Porta y Diani, 2006:222-230).
Además, el suceso de la protesta depende de la
cantidad de atención de los medios de comunicación
que, al mismo tiempo, influyen en las características
de los movimientos.
Esta conjunción de conocimientos llevaron
a Della Porta a definir y conceptualizar a los
movimientos de esta índole como “procesos sociales
diferenciados, consistentes en mecanismos a través
de los cuales actores comprometidos en la acción
18
Fue director de tesis de maestría de Della Porta.
140
colectiva se involucran en relaciones conflictivas con
oponentes claramente identificados; se vinculan en
densas redes informales, y comparten una identidad
colectiva diferenciada” (Della Porta y Diani,
2006:43)19.
La gama de contribuciones de Della Porta será
el soporte teórico para interpretar y encontrar una
visión de conjunto de los movimientos sociales
latinoamericanos y sobre todo los mexicanos, en
especial los campesinos e indígenas en defensa del
territorio, y también constituirá la base para definir
su caracterización e identificar el tipo de relación
que mantienen con el Estado.
Entre sus aportes más significativos al debate
sobre los movimientos sociales y que es fundamental
para entender la situación actual en México,
es el análisis que desarrolla la autora sobre los
movimientos sociales que define por una justicia
global, en los que se insertan y analizan también los
pueblos y comunidades indígenas y campesinas.
En el Sur, las políticas neoliberales impuestas
por las principales organizaciones económicas
mundiales han forzado a los países en desarrollo a
recortes en el gasto social, desencadenando feroces
protestas. A su vez, regímenes políticos de por sí
débiles han permitido la explotación privada de
los recursos naturales y proyectos de desarrollo
con un enorme impacto ambiental. La población
indígena se ha movilizado contra la destrucción de
su hábitat físico, por ejemplo contra la destrucción
del bosque amazónico o la construcción de grandes
presas a menudo esponsorizadas (financiadas) por
organizaciones intergubernamentales (OIG) como el
BM o el FMI (Della Porta y Diani, 2006:68).
Según Della Porta, desde la mitad de los años 80
se viene desarrollando un marco de injusticia global
en la cual se insertan, con nuevos componentes,
los movimientos sociales. Esto debido, entre
otros factores, al hecho de que la globalización
ha producido cambios culturales significativos,
19
En un texto anterior Mario Diani había evidenciado cuatro aspec-
tos comunes que se refieren a la dinámica de los movimientos sociales
y que utiliza para su definición del concepto: 1. Redes informales de
interacción; 2. Creencias y solidaridad compartidas; 3. Acción colec-
tiva desarrollada en áreas de conflicto y 4. Acción que se desarrolla
fuera de la esfera institucional y de los procedimientos habituales de
la vida social (Diani, 1992:7).
 Departamento de Sociología Rural / UACh
enmarcados en un único modo de pensar20. Por
otro lado, y tomando en cuenta que los procesos
estructurales influyen en la dimensión territorial
del conflicto, hay otro cambio revelador vinculado
al hecho de que los movimientos sociales del
pasado se organizaban a nivel local y se dirigían a
los gobiernos nacionales, mientras que ahora nos
enfrentamos a un cambio de escala: el contrincante
se encuentra a escala transnacional, multinacional21.
Estos movimientos, llamados transnacionales-
globales o sociales globales, de naturaleza
antisistémica (Iglesias, 2008:35) nacen oficialmente
(según ella y otros investigadores) en 1999 en
Seattle, con las masivas movilizaciones en contra
de la Organización Mundial del Comercio (omc).
Se caracterizan por contener nuevas formas tanto
de organización social como de estrategias, es
decir, emergen: “como una gran ola de acciones
colectivas22, nuevos grupos, formas de acción
directa, estructuras más participativas y modelos
alternativos de sociedad. Heterogeneidad de
grupos, clases, etnias, religión que encuentran una
lucha en común en el no querer la globalización
neoliberal” (Della Porta y Diani, 2004). Estos
movimientos globales combinan temas propios de
todos los movimientos anteriores y cuentan con
una composición múltiple (Della Porta y Diani,
2006:2)23, cuya estructura incluye “a numerosos
sectores subalternos en función de posiciones
de clase, geográficas, de exclusión política, de
marginación cultural” (Iglesias, 2008:40-41). Todo
esto como resultado de la globalización neoliberal
y la consecuente emergencia de una protesta global,
así como de los nuevos conflictos en tiempos de
crisis del Estado Nación, en el marco del fin del
Estado de bienestar y de la crisis de los partidos
políticos, que desemboca en una polarización entre
20
Lo cual nos hace recordar las ideas expresadas por Marcuse sobre
El hombre unidimensional.
21
O como dice Pablo Iglesias, “ahora estamos frente a un repertorio
posnacional de acción colectiva” (Iglesias, 2008).
22
Los nuevos repertorios de acción colectiva definidos por Charles
Tilly como “el conjunto de medios que tiene un grupo para plantear
reivindicaciones diferentes a individuos diferentes” (Tilly, 1986:2).
Por lo mismo son considerados por diferentes autores como movi-
23
miento de movimientos.
141
la democracia representativa y la participativa
directa. En este sentido, la globalización es
entendida como un reto, que implica nuevas
oportunidades para los movimientos sociales que
pueden transformar las condiciones para la acción
colectiva (Della Porta y Mosca, 2003).
En un libro escrito en 1997 en colaboración
con Mario Diani, “I movimenti sociali”24, con el
interés de formular un análisis más en profundidad
de los movimientos sociales a la luz de los nuevos
acontecimientos, los autores se plantean algunas
preguntas. La primera de ellas es si podemos
considerar que ha “nacido una nueva e importante
fuerza política 25 bajo la forma de movimientos por
la justicia global a nivel mundial en los últimos
años”. Al contestar afirmativamente, por un lado es
necesario analizar las diferencias y continuidades
con los movimientos pasados y, por el otro,
evidenciar las nuevas características teniendo en
cuenta que siempre hay una interacción conflictiva
entre quienes detentan el poder y sus opositores. La
segunda pregunta es un intento de averiguar cómo
ciertos contextos culturales, sociales y políticos
afectan a la forma que adopta un movimiento
social y a sus posibilidades de éxito “¿Qué explica
la variabilidad en el tiempo de la intensidad de la
violencia colectiva y otros tipos de desafíos públicos
contra las autoridades? ¿Cómo cambian las tácticas
y estrategias de la protesta en el tiempo, y por
qué? (Della Porta y Diani, 2006:26). Enseguida
se encuentra la intención, por parte de la autora,
de analizar cómo se llega a la movilización, y
de estudiar las condiciones que permiten que el
descontento se transforme en movilización. “Para
que surja la protesta, los activistas deben creer que
las oportunidades existen y que el cambio es posible
y deben culpar al sistema del problema” (Della Porta
y Diani, 2006:40).
Otro elemento novedoso en los movimientos
actuales y que refuerza la protesta es su estructura
de red, sin centros, lo cual se refleja en los métodos
de decisión “asamblearios”, que son ejemplo de
democracia participativa en los cuales no hay líderes
24
“Los movimientos sociales”, segunda edición y traducción al espa-
ñol en 2006.
25
Y/o una nueva corriente.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
únicos. La toma de decisiones en asambleas es el
método consensual de la democracia deliberativa, lo
que constituye una de las diferencias fundamentales
en relación a las pasadas experiencias, pues en este
caso no hay líderes, ni tampoco una leadership26 , a
pesar de que los medios de comunicación buscan
forzosamente encontrarlos o crearlos. Hay que
recordar que las organizaciones de los movimientos
sociales tienen diferentes estilos de liderazgo
(agitador, profeta, administrador, estadista,
carismático). El dilema es cómo conciliar los roles
de liderazgo con los requisitos de una democracia
de base que a menudo rechaza la autoridad y la
jerarquía (Della Porta y Diani, 2006:188-189).
Concepción de Della Porta sobre la relación
entre movimientos sociales y Estado
A través de este esfuerzo teórico de comprensión
de los movimientos actuales, Della Porta logra
relacionar dos aportaciones principales: 1) Los
nuevos movimientos por justicia global y 2) La
relación entre movimientos sociales y el Estado, en
su forma de contención, debido a que la estrategia
del Estado en la actualidad, enmarcada en la
criminalización de la protesta social, parece ser la
misma del tiempo del terrorismo de Estado27. Tal
como la autora lo analizó estudiando el caso de las
manifestaciones contra la cumbre del G8 en Génova
de junio 2001, momento en que la policía dirigió
tantas veces sus ataques a la masa de manifestantes
pacíficos, evento que fue visto claramente como
el regreso a la “Policía del Rey”28: “Un gobierno
conservador que maneja una versión de la ‘Policía
del Rey’ contra los manifestantes es la mejor
explicación para los abusos de la policía de Génova”
(Della Porta y Tarrow, 2001). Génova y Seattle
pueden ser considerados un parteaguas, ya que
después de estos eventos se reabrió el debate sobre
los derechos fundamentales de los ciudadanos y el
26
Leadership o liderazgo, en el sentido de autoridad o grupo al inte-
rior del movimiento que destaca tanto en el momento de la toma de
decisiones como de las estrategias a utilizar.
27
La autora se refiere a los casos de Alemania e Italia entre los años
60 y 80 del siglo pasado, pero lo mismo se puede decir de México,
Centro América y América Latina.
28
Por su definición véase el epígrafe de la introducción.
142
poder permitido al Estado de derecho. “Los hechos
de la década de los 90 llevaron a la militarización
de algunas unidades policiacas especializadas en
contraterrorismo o el crimen organizado violento:
posteriormente estas herramientas se trasladaron
en muchos casos al mantenimiento cotidiano del
orden público” (Della Porta y Diani, 2006:255) y al
control del disenso.
En este sentido, uno de los temas de más
relevancia en el que se ha centrado el trabajo de
Della Porta ha sido el estudio de la relación entre
los movimientos sociales y el Estado, a fin de
comprender las acciones colectivas y los efectos que
ejercen los distintos tipos de represión sobre las
mismas. Su esfuerzo se ha focalizado en el intento
de discernir y explicar los movimientos sociales, su
evolución y cambio, en su relación con el Estado a
través de sus formas de control-represión (policía-
ejército) considerada como variable única. Según la
autora, uno de los aspectos más importantes de la
respuesta del Estado a la protesta es su control, o el
manejo que la policía hace de ella, la llamada ley y el
orden (Della Porta y Diani, 2006:252).
Las investigaciones al respecto han distinguido
tres áreas estratégicas principales en el control
policial de la protesta empleadas de manera
diferente en distintos periodos históricos:
coercitivas, persuasivas, formativas. Según el
análisis de Della Porta, la acción de la policía
puede variar en el uso de la fuerza, en el grado de
extensión de la conducta considerada ilegítima,
en la estrategia por el control de diversos actores,
en el respeto de la policía por la ley, en el grado
de comunicación con los manifestantes, en la
capacidad para adaptarse a situaciones emergentes
y en el nivel de entrenamiento (Della Porta y Reiter
1998:4). La combinación de estas dimensiones
permite definir dos modelos diferentes de control
del orden público: el modelo de escalada de fuerza
y el modelo negociado de control (Della Porta y
Diani, 2006:253-254). Es suficientemente claro,
por lo arriba expuesto, que en la actualidad la
mayoría de los Estados están optando otra vez por
la primera estrategia. Al mismo tiempo la politóloga
italiana analiza cómo el nivel de represión y control
institucional indica las oportunidades políticas de
los movimientos sociales e influyen en las estrategias
 Departamento de Sociología Rural / UACh
de la protesta, en los modelos organizativos y en los
repertorios de acción, es decir, para entenderlos el
punto central es la reacción estatal ante la protesta y
su evolución. En consecuencia, la represión policial
de la protesta es el barómetro de las oportunidades
políticas, ya que impacta directamente sobre los
movimientos, al mismo tiempo que expresa el grado
de apertura del Estado.
Movimientos sociales contra
megaproyectos en Della Porta
La meta general de “construir otro mundo posible”
se ha articulado en peticiones específicas que van
desde la oposición a la privatización de servicios y
bienes públicos a la oposición a proyectos específicos
de construcción de presas (Della Porta y Diani,
2006:292).
Otro punto de interés, y que tiene suma
relevancia para entender la lucha y la defensa de la
tierra y el territorio de comunidades indígenas y
campesinas de México, es el análisis que la autora
realiza sobre los movimientos contra le grandi
opere29, los cuales están insertos, a su vez, en los
movimientos por justicia global, que actúan a nivel
local en contra de los megaproyectos30, al mismo
tiempo que investiga el surgimiento de nuevas
identidades durante las protestas locales contra la
construcción de diferentes infraestructuras. En
este tipo de movimientos Della Porta encuentra
características novedosas de organización y acción
colectiva compuestas por diferentes grupos que
realizan distintas tareas, en las que cada uno aporta
sus saberes particulares.
Las protestas en contra de le grandi opere son
llevadas a cabo con el apoyo de activistas que
forman parte de los movimientos globales, lo que ha
ayudado a ampliar la frontera de las luchas a nuevas
temáticas en contra de la globalización neoliberal
y en favor de una justicia global. “Movilizaciones
por la defensa del territorio y movimientos globales
se han juntado en la primera mitad de esta década
por un lado en el intercambio de sus participantes
29
Grandes obras, traducible como megaproyectos.
30
Este apartado está basado en la traducción personal de una entre-
vista realizada a Donatella Della Porta y Gianni Piazza por parte de
Cesare Panizza en 2008.
143
y por el otro por compartir los temas y las
problemáticas” (Della Porta y Piazza, 2008). En
defensa de los territorios se conjugan diferentes y
variados grupos que van “más allá de lo local”; esta
pluralidad es un elemento novedoso que da fuerza
al movimiento, ya que en él se encuentran comités
ciudadanos, asociaciones ambientales, administradores
locales, sindicatos y centros sociales (estos últimos
identificados también como disobbedienti o tute
bianche). Para entender estos nuevos procesos y las
dinámicas unitarias entre sus distintos sectores, la
autora utiliza la noción de “contaminación en la
acción” entre los activistas de diferentes tendencias
del movimiento (Della Porta y Mosca, 2003).
Además, éstas también son luchas con fuertes
contenidos simbólicos que resignifican la identidad
de los participantes, creando un nuevo sentimiento
de comunidad con elementos pasados, como la
resistencia partisana (en el caso del norte de Italia)
o las rebeliones de los mayas en (el caso de sur de
México y Guatemala). Así se instaura un nuevo
sentido de pertenencia al territorio. “El rechazo de
los megaproyectos se ha transformado en una crítica
más general al modelo de desarrollo. La protesta
nacida de un problema local llega a comprender la
idea misma de interés común y la búsqueda de un
nuevo modelo de sociedad” (Della Porta y Piazza,
2008).
La politóloga italiana comenta que en contra de
estos movimientos se encuentra, entre otros, gran
parte de la prensa local y nacional, que actúa en
función de los intereses políticos del gobierno, a
través de la hegemonía cultural sobre el tema del
desarrollo. Así, se definen como conservadores y
egoístas a los que se oponen a las grandes obras,
anteponiendo siempre la necesidad del desarrollo
y el crecimiento económico. Muy pocas veces se
ha hablado de las movilizaciones en contra de los
megaproyectos31 a nivel nacional y solo se exhibe
como problema de orden público, para señalar los
enfrentamientos con la policía, aunque la mayoría
de las veces son acciones de desobediencia civil no
31
En este caso Della Porta se refiere a la construcción de un tren de
alta velocidad (TAV) en Val di Susa (Piemonte, norte de Italia) y el
Ponte sopra lo Stretto que conectaría la Sicilia con la Calabria (sur
de Italia)
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
violenta (bloqueos carreteros o de líneas de trenes).
Lo cierto es que las zonas en disputa se han venido
militarizando, principalmente con la presencia del
ejército, como parte de una estrategia de control de
la protesta definida como escalation della forza32, que
implica represión sin negociación y la subordinación
del derecho a la manifestación al orden público.
Estas intervenciones, que se desarrollan en los
territorios en disputa, son pruebas de fuerza que
crean polarización. La consecuencia puede ser el
aislamiento del movimiento, pero también puede
provocar el reforzamiento de la solidaridad, si la
intervención de la policía o del ejército se percibe
como injusta y en contra de toda la comunidad.
El rechazo de las grandes obras se transforma
en fuerte crítica al modelo de desarrollo que se
quiere imponer, al tiempo que la demanda de la
población local de ser partícipe en el proceso de
toma de decisiones lleva a una crítica radical de
los procedimientos, poco transparentes, a través
de los cuales se toman decisiones importantes.
La protesta, que ha nacido de un problema local,
llega a implicar la noción misma de interés común.
Los movimientos en contra de las grandes obras
son extendidos, con diferente fuerza y alcance, en
todo el territorio. Parece que se ha creado una red
donde el denominador común no es solo el tema
ambiental, sino una aspiración más general a otro
modelo de sociedad. Son protestas que al mismo
tiempo son propuestas: pueden ser un síntoma de
cambio de la mentalidad colectiva.
Movimientos sociales en México desde
una lectura de Della Porta
El análisis de Della Porta sobre la relación entre
movimientos sociales y Estado es de particular
interés para entender la situación actual en México,
que se caracteriza por una masiva militarización
del territorio y una marcada criminalización de la
protesta y los movimientos sociales33, partiendo
del principio de que los métodos de represión
cambian en función de las transformaciones del
32
Escalada de la fuerza o del conflicto.
33
Por lo menos desde el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) y
continuada por el gobierno actual de Enrique Peña Nieto.
144
sistema político, es decir, como menciona la autora,
existe una influencia recíproca entre Estado y
movimientos, cuya dinámica depende de distintos
procesos de innovación-adaptación. El resultado es
que las estrategias nacionales, el tipo de gobierno
y la estructura del Estado fijan las reglas del juego.
Además, hay otros actores políticos que influyen
sobre el tipo de represión y los movimientos
sociales: partidos, vieja izquierda, grupos de interés,
organizaciones y medios de comunicación. Este
último es de suma importancia porque tiene el
poder de orientar la opinión pública y de contribuir
a definir la identidad individual y colectiva de los
propios movimientos. En el entendido de que el
control de los medios y la producción simbólica
es parte integrante de los conflictos. Asimismo,
siempre de acuerdo con la autora, en momentos
de crisis de legitimación política, económica y
social del Estado34, para mantenerse en el poder el
gobierno es más represivo cuando los movimientos
sociales se radicalizan. “El autoritarismo del pasado
resurge a menudo en tiempo de desorden. Las
democracias jóvenes suelen temer a la protesta
política y cuentan con fuerzas policíacas cargadas
con valores autoritarios del régimen anterior”
(Della Porta y Diani, 2006:264). Esto se puede ver
reflejado en los ciclos de protestas y en los conflictos
de la historia contemporánea de México: en 1968,
en 1971, 2006 (Atenco y Oaxaca como ejemplos)
y desde 2014 con los hechos de Ayotzinapa.
Además, la represión de los movimientos sociales
por parte del Estado mexicano se sirve de nuevas
formas de “contención” y nuevos agentes, como los
paramilitares y narcotraficantes.
Las contribuciones de la politóloga italiana
son de gran utilidad dado que el estudio de la
represión ha retomado interés en los últimos años,
empujado por dos factores: “la percepción de una
extensión del fenómeno y la necesidad de clarificar
la relación entre represión y movilización”. Entre
los cambios producidos por el 11 de septiembre
y otros supuestos ataques terroristas se cuenta la
expansión, muchas veces agresiva, de los poderes
ejecutivos y la aprobación de reglamentaciones y
34
Que son definidos cíclicos.
 Departamento de Sociología Rural / UACh
mecanismos estatales que limitan la precondición
de la protesta35 (Della Porta y Diani, 2006:322) a
través de las cuales, como en el caso de México, se
justifican medidas legales de excepción. La política
pública del gobierno de Peña Nieto está enmarcada
en la prohibición de las manifestaciones de disenso
a través de la contención y la represión. Como
afirma Della Porta, en el momento actual que vive
el país, de crisis política, descontento y falta de
democracia, solo la “mano dura” puede impedir
cambios de paradigmas sociales y económicos. La
represión es utilizada como única respuesta del
poder a la demanda de mayor equidad económica
y justicia social por parte de la población. Entre
los retos más importantes que tienen que enfrentar
los movimientos sociales ante las nuevas formas
de represión es la necesidad de readaptar las
herramientas de la acción colectiva (Iglesias,
2008:381).
Los procesos arriba mencionados y señalados
por Della Porta son claramente visibles en el sur
de México, donde actualmente se observa una
tendencia creciente a la militarización y la violencia
de Estado en los territorios ricos en recursos
naturales, con el fin de contener las manifestaciones
de protesta y la emergencia de movimientos sociales
por la defensa de sus territorios. Un caso destacado
en este contexto es el que se refiere a la legalización
sobre las Zonas Económicas Especiales (zee)36, cuya
promulgación reciente anuncia la emergencia de una
diversidad de movimientos, en su mayoría indígenas
y campesinos, en contra de los megaproyectos
insertados en esta nueva estrategia de dominación
35
Como la Patriot Act en Estados Unidos y medidas similares “anti
terroristas” en Francia e Inglaterra.
36
El 29 de septiembre de 2015 en Tapachula (Chiapas) el presidente
Enrique Peña Nieto presentó una nueva iniciativa de ley, llamada Ley
Federal de Zonas Económicas Especiales, que en su estructura fun-
damental se encuentra insertada en el Plan Nacional de Desarrollo
2012-2018. Esta nueva ley comprende los estados de Michoacán,
Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Chiapas y, al respecto, el Ejecutivo ya
propuso crear, como su columna vertebral, los primeros tres “polos
de desarrollo” en el Corredor Industrial Inter-Oceánico (Istmo de
Tehuantepec), el Puerto Chiapas y el Puerto de Lázaro Cárdenas,
considerados “lugares con un importante potencial productivo y lo-
gístico”. Según la Presidencia de la Republica, una Zona Económica
Especial es un área delimitada geográficamente, ubicada en un sitio
con ventajas naturales y logísticas para convertirse en una región al-
tamente productiva.
145
territorial, particularmente en el centro y sur de
México. Sin duda, esta ley presidencial es una nueva
embestida en contra de los pueblos y comunidades
del país, ya que busca legalizar el despojo de sus
tierras. Estamos hablando de la expropiación de
más de 2 mil 500 ejidos y comunidades indígenas,
así como de áreas naturales protegidas que podrían
ser ocupadas, total o parcialmente por pemex
y por empresas transnacionales interesadas en
explotar los recursos energéticos del subsuelo
mexicano37. Estos mismos estados en los cuales
se pretenden implementar las Zonas Económicas
Especiales han resistido históricamente y en la
actualidad se han fortalecido en la lucha contra los
diferentes megaproyectos que están afectando a sus
territorios38.
Estos ejemplos son una evidencia de que la
disputa por el territorio en su sentido global se ha
vuelto una marca de las luchas sociales recientes;
por ello sin duda éstas se insertan en el marco de los
nuevos movimientos por una justicia global.
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37
Flor Goche. Peña Nieto busca legalizar el despojo de recursos natu-
rales. En Desinformémonos, 1 de octubre de 2015.
38
Por mencionar solo algunos ejemplos podemos hablar de la Policía
Comunitaria de Guerrero, Cherán en Michoacán, los ejidos en con-
tra del fracking en Veracruz, las comunidades de Puebla, Tlaxcala y
Morelos en contra del gasoducto, los pueblos del Istmo de Oaxaca en
contra de los eólicos o los mixtecos reunidos en Nochixtlán en contra
de las empresas transnacionales, y las comunidades chiapanecas que
se han declarado territorios libres de minería.
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Acción colectiva y movimiento social.
Una aproximación a la obra de Charles Tilly
Pero toda lucha de clases es una lucha política.
Manifiesto comunista
Carlos Marx y Federico Engels
A lo largo de la historia (…) los poseedores del poder
nunca otorgaron derechos sin presión.
El siglo rebelde
Charles Tilly, Louis Tilly y Richard Tilly
Resumen
En este trabajo nos proponemos hacer una
aproximación a las concepciones de acción
colectiva y movimiento social en la obra del
sociólogo norteamericano Charles Tilly. Para ello
consideramos sus trabajos relacionados directamente
sobre la definición de ambos conceptos, como
también aquellos que versan sobre historiografía y
teoría política. Desarrollamos una aproximación que
articula los estudios del autor sobre la movilización
social popular con nociones como los regímenes
políticos, la lucha por los derechos civiles y la
formación de los Estados democráticos. Con
todo esto, acentuamos el carácter histórico-social
sobre categorías centrales en sus investigaciones,
tales como el repertorio de contienda, la política
contenciosa o la invención del concepto de
movimiento social. Finalmente, destacamos que
los conceptos de Tilly constituyen una expresión
dinámica en el marco de una cultura política y de
una realidad social procesual y cambiante.
Palabras clave: acción colectiva, movimiento
social, repertorio de contienda, política contenciosa,
democracia, cultura política.
1
Maestro en Ciencias en Sociología Rural por la Universidad
Autónoma Chapingo. e-mail: sergio.barranco.glz@gmail.com
148
Sergio Barranco González1
Abstract
In this work we propose to approach the
conceptions of collective action and social
movement in the work of the American sociologist
Charles Tilly. For this, we not only consider
his works directly related to the definition of
both concepts, but also those that deal with
historiography and political theory. In this way,
we develop an approximation that articulates the
author’s studies on popular social mobilization with
notions such as political regimes, the struggle for
civil rights or the formation of democratic states.
With all this, we emphasize the historical-social
character of central categories in their researches
as the repertoire of contentious, contentious
politics or the invention of the concept of social
movement. Finally, we emphasize that Tilly’s
concepts constitute a dynamic expression within the
framework of a political culture and a changing and
procedural social reality.
Key words: collective action, social movement,
contentious repertoire, contentious politics,
democracy, political culture.
Introducción
El objetivo principal de este trabajo es aproximarse
a la obra de Charles Tilly para intentar comprender,
principalmente, los conceptos de acción colectiva
y de movimiento social. Ambas expresiones
sociales tienen ciertas propiedades y se diferencian
claramente en la obra del sociólogo norteamericano.
Para iniciar, nos adherimos a la ya clásica
sentencia de que en su obra es evidente que todo
movimiento social es una acción colectiva –o mejor
dicho: serie de acciones colectivas–, pero no toda
 Departamento de Sociología Rural / UACh
acción colectiva es un movimiento social. En segundo
término, yendo más allá de este lugar común en la
sociología de la acción colectiva y el movimiento
social, podemos decir que en Tilly un movimiento
social es una expresión de una acción colectiva
contenciosa, pero no toda acción colectiva contenciosa
es un movimiento social. En especial para el caso que
nos ocupa, sobre todo si vemos la obra del autor en
términos de madurez y evolución teórica, conviene
subrayar que no toda expresión de política contenciosa
es un movimiento social, pero todo movimiento social
es una expresión de política contenciosa.
Para el sociólogo norteamericano, una acción
colectiva es una manifestación popular que se
caracteriza por alzar la voz frente a autoridades
públicas a través de reivindicaciones, reclamos
o peticiones. Quienes participan en la acción se
sienten agraviados de algún modo por tal autoridad
y buscarán la ocasión para expresarle, a través
de ciertos medios, su malestar social. La acción
que lleven a cabo podrá ser del tipo competitivo,
proactivo o reactivo, o cualquier combinación que
resulte de ellas.
En la dinámica de la acción colectiva se dará un
enfrentamiento contra la autoridad pública u otros
grupos. Tilly denomina a esta confrontación acción
colectiva contenciosa, cuyo éxito o fracaso dependerá
de un repertorio de contienda y de la relación
que establezca con ciertas oportunidades que se
presenten en determinadas estructuras sociales
contingentes e históricas.
Por otro lado, el movimiento social es concebido
por el autor como una campaña sostenida de
acciones colectivas. Se trata de un término cuya
invención ubica en diferentes acontecimientos
históricos ocurridos en Europa y Norteamérica entre
los siglos xvii y xviii. Su construcción se debió a
la reinvención y a la creación de nuevos repertorios
de contienda de la acción colectiva. Tilly sitúa
históricamente la invención del movimiento social
debido a que considera que fueron los cambios
en los repertorios de contienda lo que hizo al
movimiento social una forma histórica singular
de hacer política. De ahí que considere que los
movimientos sociales son acciones colectivas que
contribuyen a la formación de los Estados y al
fortalecimiento de la democracia.
149
Tomemos tres consideraciones que el autor hace
en su obra. La primera de ellas es la que puntualiza
en From mobilization to revolution: “hay demasiados
expertos sobre la acción colectiva” (Tilly, 1978:5).
La segunda se encuentra en Los movimientos sociales
(2010), trabajo desarrollado en coautoría con
Lesley J. Wood2, en donde señalan que nadie tiene
el monopolio sobre la concepción de movimiento
social. Y la última la encontramos en Contentious
politics, obra coescrita con Sidney Tarrow; en ella,
ambos autores sostienen que “los movimientos
sociales no son una categoría universal, sino que son
una categoría histórica” (2007:8).
De esta forma, por acción colectiva y
movimiento social podemos entender todo y nada
(“¡vivimos en un mundo donde vemos movimientos
sociales por todos lados!”), y tomar en cuenta tales
consideraciones nos permite afirmar que los estudios
de estos conceptos pueden ser abordados desde
lecturas, perspectivas y enfoques completamente
divergentes.
En cuanto a nuestra propuesta de aproximación,
planteamos que la obra del autor no ofrece
conceptos cerrados ni determinantes, sino más bien
abiertos y dinámicos. Así como el autor destaca que
el repertorio de contienda puede ser reinventado
por quienes se involucran en la acción colectiva y en
el movimiento social, nuestra conclusión es que su
«repertorio teórico» también se reinventa.
¿Por qué leer a Charles Tilly? Muchas pueden
ser las críticas a sus trabajos, sobre todo por su
encasillamiento en la escuela norteamericana
estructural-funcionalista y su visión occidental
sobre los movimientos sociales. Sin embargo, en
un mundo en donde escuchamos por doquier
el reclamo por la consulta y la participación
ciudadanas, la libertad de expresión, la
democratización de los Estados o la protesta social
2
En el presente artículo se citan tres fuentes publicadas en el año
2010 bajo la coautoría de Charles Tilly y Lesley J. Wood. Sin embar-
go, solo se le otorga el crédito a Tilly, debido a que la misma Wood,
quien se hizo cargo de concluir algunos de los estudios de Tilly ante
su intempestivo fallecimiento en abril de 2008, hace la siguiente acla-
ración en el prefacio del libro Los movimientos sociales: “he conservado
el texto en primera persona porque, evidentemente, este es el libro de
Chuck (Charles Tilly)” Y agrega: “quiero dar las gracias a Sid Tarrow
y a Chris Tilly por su ayuda a la hora de cerciorarse de que no arrui-
naba el tono y el mensaje del texto”.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
por la instauración de nuevos totalitarismos bajo
regímenes políticos neofascistas, una lectura de la
obra del sociólogo norteamericano puede resultar
una sugerente fuente de análisis y comprensión de
estos problemas sociales de nuestro tiempo. Incluso
su obra también es de absoluta pertinencia al
estudiar diferentes luchas sociales e históricas por los
derechos políticos y las libertades civiles.
Además, dentro del estudio de la acción colectiva
y los movimientos sociales, Tilly se ha convertido en
un autor imprescindible. Sus investigaciones son un
referente fundamental sobre las cuales se ha creado
toda una escuela. Por nuestra parte, sostenemos que
vale la pena leerlo para construir puentes entre la
escuela norteamericana y la europea sobre el estudio
de las movilizaciones sociales populares, como ha
sido el caso de la investigadora italiana Donatella
Della Porta.
Marx y la teoría procesual
Para cumplir nuestro objetivo situamos la
teorización de Tilly sobre la acción colectiva y los
movimientos sociales en el marco de un marxismo
crítico y no ortodoxo, o mejor dicho, al interior
de una corriente teórica en la que Karl Marx es
reconocido como un historiador social. Nuestra
tarea se propone inscribir dicha teorización en el
entramado de una teoría procesual tomada de la
antropología política.
Es cierto que los planteamientos teóricos y
conceptuales del especialista estadounidense suelen
situarse en el campo sociológico de la denominada
corriente estructural-funcionalista norteamericana.
No es nuestro propósito discrepar de ello, pero,
en contracorriente, hacemos énfasis en que los
planteamientos tilleanos pueden ser abordados desde
una historia social marxista y desde un dinamismo
político-cultural de las movilizaciones sociales.
Al hacer un cierto recorrido del pensamiento de
Tilly, confirmamos que es un destacable sociólogo
de la movilización social y su labor investigativa lo
convierte en uno de los principales historiadores
sociales del tema. Por eso suscribimos la difundida
idea de que el autor es, al mismo tiempo, sociólogo e
historiador de la acción colectiva y los movimientos
sociales.
150
Veamos en qué se apoya nuestra propuesta de
aproximación para comprender los ejes conductores
y articuladores sobre los que se desarrolla nuestro
trabajo.
En El siglo rebelde, escrito en coautoría con
Louis Tilly y Richard Tilly, se acentúa que “Marx
propuso un análisis para la acción colectiva en la
que tuviesen el protagonismo las reivindicaciones
de grupos solidarios organizados alrededor de
intereses articulados” (Tilly et al., 1997:315). Los
Tilly destacan que, a diferencia de otros autores
clásicos que se ocuparon de la acción colectiva y
de ciertas movilizaciones sociales (como Weber
con su concepción del carisma y su relación con
movimientos sociales radicales o Durkheim con su
análisis de las ceremonias públicas en Las formas
elementales de la vida religiosa) fueron las ideas de
Marx sobre la historia las que sentaron una fuerte
influencia en los estudios históricos de acciones
populares y movilizaciones sociales.
De acuerdo con los Tilly, Marx examinó las
movilizaciones sociales anteriores a su tiempo y
fue gracias a este ejercicio que ofreció herramientas
para estudiar la propia acción colectiva de nuestros
tiempos. Para los Tilly, Marx es un autor que
escribió “la historia desde abajo”, al concentrar sus
estudios sobre insurrecciones proletarias, aunque
también se interesó en las luchas campesinas
contra los cercamientos durante la acumulación
primigenia del capital. Además trabajó temas como
la urbanización, la industrialización, la expansión
del capitalismo y el auge de los Estados nacionales
y la relación de estos fenómenos sociales históricos
con las diferentes reacciones populares en países
como Inglaterra o Francia. Por esta razón, aseguran
los autores de El siglo rebelde que “como teoría
general de la acción colectiva, la teoría marxista (…)
se sostiene mejor que sus principales competidoras”
(Tilly et al., 1997:316).
Dicho lo anterior, resulta poco novedoso
que autores contemporáneos como Massimo
Modonesi afirmen que “es posible, útil y necesario
reconocer y reconstruir una teoría marxista de
la acción política a partir de la centralidad del
antagonismo” (Modonesi, 2016:12). Si bien es
cierto que la tesis de Modonesi se encuentra lejos
de compartir el desarrollo teórico-conceptual del
 Departamento de Sociología Rural / UACh
sociólogo norteamericano, existe cierta coincidencia
entre ambas propuestas teóricas. En efecto,
Modonesi sustenta que las clases subalternas, como
expresión de subjetividad política, desafían una
estructura de dominación mediante dinámicas
antagónicas de acción política. En Tilly, por su
parte, encontraremos frecuentemente que la acción
colectiva es también acción política que puede
ser reconocida como una acción antagonista en el
marco de un escenario político o en el escenario de
una obra socio-teatral, según el recurso metafórico
del repertorio de contienda y el performance
contencioso –que más adelante veremos. Como
resultado, tenemos que dicha acción encuentra un
adversario, un protagonista político, al cual desafía
por el papel principal de la obra o, mejor dicho, por
compartir el papel protagónico.
Ahora bien, ¿por qué la teoría procesual?
Nuestro principal referente para sustentar nuestra
argumentación es el texto clásico de Marc J.
Swartz, Víctor W. Turner y Arthur Tuden (1994),
Antropología política: una introducción. Al igual que
este texto antropológico, la obra de Tilly examinada
en el presente trabajo está llena de términos
relacionales y dinámicos tales como conflicto, lucha,
intereses, poder, movilización y diferentes procesos
observables en ciertos regímenes políticos.
El texto de Swartz, Turner y Tuden es resultado
de un tiempo en que se discutía y reflexionaba sobre
si los enfoques teóricos tradicionalmente usados en
la antropología política eran suficientes o no para
estudiar los fenómenos políticos. El trabajo de estos
autores sustenta que, en efecto, dichos enfoques
eran insuficientes. Por ello, su texto representa
un alejamiento de los enfoques estructurales y un
acercamiento a la teoría procesual. Los autores
sostienen que dichos fenómenos, lejos de ser
percibidos como algo estático y sincrónico, más bien
se presentan como eventos dinámicos y diacrónicos.
Su objetivo es ofrecer una diversidad de conceptos
que pueden ser aplicables a varios sistemas políticos.
Su finalidad es proporcionar conceptos prácticos y
no restrictivos.
Quizás las mejores pistas que tenemos para
intentar resolver la relación de la teoría procesual
con el pensamiento del sociólogo norteamericano
sean dos de las obras del propio autor. La primera es
151
Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones
enormes (1991). Aunque en esta obra estudia la
acción colectiva y los movimientos sociales, subraya,
en mayor medida, la posible relación entre la acción
colectiva y la formación del Estado, y es aquí donde
se ocupa de plantear consideraciones metodológicas
para el estudio de los dos polos de la historia, esto
es, las macrohistorias y las microhistorias, a través
de comparaciones procesuales y de los cambios en
las estructuras sociales (Tilly, 1991). Por ejemplo, el
cambio socio-estructural que supuso la transición
del feudalismo al capitalismo en Occidente conlleva
una serie de contradicciones e implica en sí misma
una tarea de investigación histórica y el estudio
comparativo de procesos.
La segunda es Dinámica de la contienda política,
obra escrita por Tilly en colaboración con Doug
McAdam y Sidney Tarrow (2007). El desarrollo
de la obra plantea que la acción colectiva y los
movimientos sociales pueden apreciarse como
conceptos dinámicos y relacionales. Pongamos por
caso el concepto de repertorio de contienda. Tilly
señala que el repertorio es aquello (recursos, medios)
que hace posible que las personas se movilicen
bajo cierta organización. El repertorio puede ser
restrictivo y condicionante en la movilización, pero,
en el reconocimiento de esas circunstancias, puede
abrirse la posibilidad de que los participantes de
la acción colectiva se relacionen con otros actores
análogos con el objetivo de enriquecer, ampliar o
reestructurar su repertorio de movilización y lucha
en los diferentes escenarios de oportunidades que
puede ofrecer determinado régimen político, en
un contexto histórico dado y en relación con cierto
marco cultural.
Más allá de ver a Tilly como un autor clasificable
en la corriente determinista de la acción colectiva
y los movimientos sociales del estructural-
funcionalismo, para nosotros es un sociólogo de
la manifestación social de la acción colectiva y de
diversas dinámicas populares de contienda política,
que pueden ser abordadas desde dimensiones como
la historia social y la cultura política. Por esto,
decimos que Tilly es un sociólogo de la movilización
social popular, un historiador social de las luchas
colectivas históricas y un teórico de la política
contenciosa.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Acción colectiva y repertorio de
contienda
En su obra The contentious French, al examinar
diferentes episodios de la historia francesa para
conocer diversas manifestaciones populares de
lucha social, Tilly plantea las preguntas del cómo,
cuándo, dónde y por qué la gente común se
involucra en una acción colectiva con la intención
de efectuar reclamos, hacer peticiones o plantear
reivindicaciones ante autoridades públicas. Para dar
respuesta a dichas preguntas, se da a la tarea –con
el mismo empeño que en otras de sus obras– de
describir los medios utilizados en la lucha popular y
de analizar el contexto o condiciones socio-políticas
prevalecientes en determinado tiempo histórico;
estudia también el surgimiento y desarrollo del
capitalismo y observa la formación del Estado
democrático moderno. Una de sus principales
conclusiones es que cada acción colectiva tiene su
propia historia (Tilly, 1986).
En su vida ordinaria, en su día a día, las personas
comunes no tienden a agruparse para participar
en acciones colectivas a fin de llevar a cabo las
intenciones mencionadas. Cuando esto ocurre,
lo hacen en respuesta a diferentes agravios y de
acuerdo a ciertos intereses, de los cuales pueden
configurarse esperanzas y oportunidades colectivas
(Idem). Entre intereses y oportunidades puede surgir
un nuevo elemento: la organización para la acción;
sin embargo, el autor aclara que estos procesos no
siempre están correlacionados: para unos puede ser
una oportunidad de acción, para otros no lo es o
solo lo es parcialmente. Lo que determina que cierta
situación se presente como oportunidad de acción
es el contenido particular de los intereses del grupo.
Por eso destaca que los grupos no “reaccionan de la
misma manera ante cierta oportunidad” (Ibid.:3).
Una oportunidad es lo que alienta o inhibe la acción
colectiva en determinado régimen político (Tilly y
Tarrow, 2007).
El autor subraya que la propia acción
colectiva de los grupos, como consecuencia de
la magnitud de sus agravios y el tamaño de sus
intereses, puede crear oportunidades. Es posible
que la acción misma provoque algún cambio
estructural y cree o abra una oportunidad antes
no existente. Las transformaciones económicas y
152
las reestructuraciones políticas, por ejemplo, crean
oportunidades de acción, aunque también pueden
ser el resultado fructuoso de la acción grupal.
Según el sociólogo norteamericano, en
manifestaciones populares de violencia colectiva
construidas de manera inesperada y abrupta, tales
como una rebelión, una insurrección armada,
un disturbio o una protesta social, es difícil
identificar los motivos, las razones o las causas de
tales expresiones de acción colectiva. Esto resulta
particularmente confuso debido a que en general
puede identificarse una causa común sustentada
en ciertos intereses para la acción; sin embargo,
“en ocasiones las personas no solo actúan de
acuerdo a una causa común según sus intereses,
sino que también actúan en formas que afectan
directamente, visiblemente y significativamente
la realización de los intereses de otras personas”
(Tilly, 1986:3). Por consiguiente, estas expresiones
de acción colectiva tienen como objetivo específico
oponerse a los intereses de un grupo con cierto
poder, el cual puede ser reconocido como rival o, en
términos tilleanos, como contendiente.
El autor también sostiene que es difícil distinguir
entre acción colectiva violenta y no violenta; y que
violencia y poder están estrechamente ligados.
“¿Debería sorprender esto a alguien?”, nos interpelan
Charles Tilly, Louis Tilly y Richard Tilly, para
después darnos respuesta: “En absoluto” (Tilly
et al., 1997:279). Cuando los intereses de un
contendiente son más fuertes y las oportunidades
están de su lado, el carácter de una acción colectiva
no violenta puede cambiar hacia una acción violenta
y transgresiva. Por esta razón, la violencia colectiva
puede ser consecuencia de una acción colectiva no
violenta: “porque la violencia surge de la interacción
de grupos organizados que llevan a cabo acciones
colectivas sostenidas. En general, la violencia
aparece cuando un grupo resiste las demandas
hechas por otro” (Ibid.:281).
Cuando la violencia colectiva prevalece es
posible que sus actores estén cumpliendo con las
funciones que tradicionalmente son monopolio
de los Estados modernos. Al igual que una acción
colectiva contenciosa o un movimiento social,
los Estados democráticos –incluyendo los no
democráticos– cuentan también con un repertorio
 Departamento de Sociología Rural / UACh
de contienda. Para pocos resultará novedoso decir
que parte de su repertorio incluye el uso de la
fuerza policial y métodos coercitivos violentos. En
un Estado democrático éstas son facultades que la
sociedad civil le ha conferido para mantener cierto
orden social. Incluso una sociedad le otorga tales
prerrogativas no solo para contener posibles brotes
de violencia civil, sino para robustecer un repertorio
de contienda que sea defensivo y también ofensivo
ante el desafío de otro Estado. De esta manera, un
Estado permanece bajo “control democrático civil”
(Tilly, 2004:6), y se debe a este condicionamiento
que se pretende mantener la soberanía nacional y un
proyecto de república. Dicho control democrático se
consigue mediante la creación de instituciones que
vinculen a la sociedad con el Estado por medio de
consultas.
Con el despliegue de sus respectivos repertorios,
los Estados se han enfrentado a lo largo de la
historia. Tilly subraya, por ejemplo, que al término
de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo
y duración de la Guerra Fría “tanto la Unión
Soviética como los Estados Unidos subsidiaron
a menudo oponentes domésticos de aquéllos
regímenes que se alineaban en contra de ellos”
(Ibid.:4). Aunque se puede pensar que los subsidios
se refieren únicamente a lo económico, debe
destacarse que esto ocurrió en el escenario de una
contienda política internacional que incluyó el
abastecimiento de armas a grupos separatistas, pero,
principalmente, el diseño, innovación, reinvención y
reformulación de diversos repertorios de contienda
política para enfrentar al adversario. En el campo
de batalla donde se desplegaba el repertorio se
encontraba, por un lado, el Estado capitalista y,
del otro, el Estado socialista, cada uno con un
programa político opuesto.
Sea que se trate de una acción violenta o no
violenta, desde la perspectiva tilleana son cinco
los aspectos a considerar en el estudio de la acción
colectiva contenciosa: 1) interés (lo que se quiere
ganar, así como lo que se podría perder como
resultado de la interacción con otros grupos);
2) organización (la estructuración del grupo
que posibilitaría alcanzar el interés propuesto);
3) movilización (es un proceso en el cual un
grupo logra controlar colectivamente los recursos
153
necesarios para su acción); 4) oportunidad (la
relación que establece el grupo con el entorno), y 5)
la misma acción colectiva (las personas que actúan
conjuntamente persiguiendo intereses comunes)
(Tilly, 1978).
En la teorización de Tilly una acción colectiva
tiene un propósito, y éste sería transformar las
instituciones y sus prácticas, esto es, ciertas
estructuras de opresión y dominación política. En la
ocurrencia de la acción, el autor propone tomar en
cuenta lo siguiente:
1) siempre acurre cuando parte de la interacción
entre personas y grupos, antes que como una
persona individual; 2) opera dentro de los límites
impuestos por las instituciones y prácticas
existentes y los entendimientos compartidos; 3)
los participantes aprenden, innovan y construyen
historias en el propio curso de la acción colectiva;
4) precisamente porque las interacciones
históricamente situadas crean acuerdos, memorias,
historias, antecedentes, prácticas y relaciones
sociales, cada forma posee una historia que dirige y
transforma usos subsecuentes de esa forma (Tilly,
2000:13-14).
De acuerdo con el autor, es posible observar
dos subclases de acción: la acción competitiva y la
acción proactiva. En la primera un grupo reclama
o reivindica algo frente a otro grupo u otros grupos
que al mismo tiempo reclaman o reivindican ese
algo. Esta dinámica de enfrentamiento se sostiene
como una disputa por cierto objeto, y esto los hace
contendientes. En palabras simples, estos grupos
enfrentados por un objeto pueden ser vistos como
participantes de una misma competencia, en donde
su meta es convertirse en los vencedores y ganar
el objeto de interés. Tilly se sirve de la histórica
reivindicación zapatista: “la tierra es de quien la
trabaja” para ejemplificar este tipo de acción, pues
es ahí donde encontramos en un mismo campo
social el enfrentamiento y disputa entre dos grupos
contendientes –campesinos y latifundistas– por el
objeto-tierra.
En la segunda subclase de acción, un grupo
reclama un derecho que no ejercía frente a otro
grupo que mantiene la hegemonía de ese derecho
(Tilly, 1978). Entre estos grupos se establece una
relación conflictual por el derecho. Podemos
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
ejemplificarla con las luchas por el derecho laboral a
la huelga o el derecho a participar en elecciones por
puestos públicos.
En su obra, El siglo rebelde (1997), los autores
distinguen una tercera subclase: la acción reactiva,
la cual complementaría a la segunda subclase. Se
trata de una acción en donde un grupo reclama un
bien que se encuentra en manos de otro grupo. Ante
este reclamo, el segundo grupo reacciona con el
objetivo de mantener el manejo del bien disputado.
La finalidad de quienes participan en el grupo
que pretende conservar un bien “suele consistir
en defender derechos tradicionales que se ven
contestados” (Tilly et al., 1997:328).
En suma, en la concepción de acción colectiva
de Tilly se establece una dinámica de contienda
por el poder. Grupos con intereses opuestos se
convierten en contendientes, ya sea por poseer un
objeto, reclamar un derecho o conservar ciertas
prerrogativas sociales.
Lo novedoso en la concepción de acción colectiva
en Tilly es lo contencioso. Cuando las personas
actúan colectivamente, no solo de acuerdo con sus
intereses, sino para afectar los intereses de otros,
esta expresión es, para el autor, una clase particular
de acción, misma que denomina acción colectiva
contenciosa (Tilly, 1986). Entre sus características
está la de ser discontinúa, debido a que las personas
involucradas concentran notorios esfuerzos en
dicha acción para después ponerle freno. Es posible
reconocer en esta dinámica ciertos episodios
contenciosos así como periodos de movilización y
de desmovilización, o dicho de otra manera, una
estrategia de avance y repliegue en un campo de
batalla.
La acción colectiva contenciosa es una
manifestación social que se encuentra ligada
al poder y, principalmente, a la política (Tilly,
1978). En este sentido, la principal consigna de
una acción colectiva contenciosa es el reclamo de
un orden dentro de una estructura política ante
su inconformidad con “la distribución existente
de poder” (Tilly, 2000:11). Esto supone un
enfrentamiento entre ‘estructuras’, pues quienes
se involucran en la acción colectiva “hablan” en
nombre de estructuras, llámese a éstas el gremio, la
cofraternidad, el ambientalismo, etcétera (Ibid.). Tal
154
acción conlleva un conflicto en el que se lucha por
el poder político.
Con el fin de lograr su cometido, la acción
colectiva contenciosa acude a un repertorio de
contienda para llevar a cabo sus peticiones, reclamos
y reivindicaciones. El repertorio es aquello de
lo que dispone un cierto grupo para intentar
conseguir cierto fin a través de una acción colectiva
contenciosa. En otras palabras, son todos los
recursos o medios con que cuenta un grupo para
desafiar a otro y, en este sentido, cambiar una
realidad política en el marco de una estructura
de poder. También puede ser entendido como
el menú o el set de herramientas que posibilita la
estructuración de una estrategia de lucha, dentro
de la cual se articulan agravios y demandas. El
repertorio incluye las formas de movilización y de
hacer peticiones, de organizarse, de posicionarse
ante el grupo rival, y las vías empleadas para ejercer
presión; todo lo cual se puede identificar como un
compendio de confrontación, de desafío, de lucha o
de contestación.
Sin repertorio, sin recursos o medios de lucha,
no hay acción colectiva contenciosa. No obstante,
aunque el repertorio es lo que posibilita la lucha,
al mismo tiempo puede ser el que constriña los
alcances de la acción. Ello se debe principalmente
a que “las personas tienden a actuar dentro de
unos límites conocidos; a innovar en los márgenes
de las formas existentes y a perder muchas de
las oportunidades en un principio disponibles”
(Tilly, 1986:390). En Contentious politics (2007),
junto con Tarrow, Tilly apunta que un repertorio
se constituye, básicamente, por las rutinas de las
personas ubicadas en un tiempo y en un lugar.
En su constitución también pueden intervenir
creencias, interpretaciones, valores y símbolos que, si
bien pueden representar valiosos recursos subjetivos
para la acción, también pueden ser elementos que
la limiten. En suma, la acción colectiva logrará
sus objetivos siempre y cuando su repertorio de
contienda se lo permita.
Sin embargo, aunque Tilly (1978) nos dice
que los cambios en el repertorio suelen ser lentos,
conviene subrayar que un repertorio es dinámico, aun
cuando se trate de un cambio apreciable a pequeña
escala. El reto para quienes se involucran en una
 Departamento de Sociología Rural / UACh
acción colectiva no solo es conocer los alcances de
su repertorio sino, más allá de eso, buscar las formas
de reinventarlo o de resignificarlo. Si el repertorio
opera como limitante de las personas para actuar
colectivamente ante determinada oportunidad,
también es posible que cambie debido a que puede
enriquecerse cuando la organización de la acción se
vincule con diferentes grupos con intereses similares
e interactúe con otros con los que comparta algo.
Tilly nos dice que el repertorio siempre tiene la
posibilidad de ampliar sus fronteras al apropiarse de
nuevas formas de lucha.
Existen otros factores que pueden influir en el
cambio del repertorio. En Dinámica de la contienda
política, McAdam, Tilly y Tarrow distinguen dos:
“los efectos de periodos de cambios políticos rápidos
y el aumento en el cambio de factores estructurales”
(McAdam et al., 2005:21). Al estudiar diferentes
acciones colectivas contenciosas en Europa,
Tilly extrae como conclusión que los repertorios
fueron modificados y ampliados debido a: “1)
cambios producidos por aprendizaje, innovación y
negociación en el curso de la propia acción colectiva;
2) alteraciones del medio institucional; 3) la
interacción de las dos primeras” (Tilly, 2000:14).
La concepción de repertorio de contienda
en Tilly tiene una elaboración profundamente
metafórica. Para él es algo “teatral o musical”
(Tilly, 1986:390). Como obra de teatro, sus actores
cuentan con un guión, pero los buenos actores
tienen la capacidad de improvisar ante cualquier
incidente escénico. Lo mismo ocurre en la música.
El autor lo ejemplifica de manera más puntual
con un trío de jazz, el cual debe contar con un
repertorio musical, pero es su mismo repertorio el
que le permite improvisar.
En este sentido, el repertorio tilleano tiene una
connotación artística y es, en el desarrollo mismo de
la acción colectiva, un performance en el que quedan
capturados un libreto histórico y la improvisación
(Tilly, 2000). Se trata de un performance contencioso
(Tilly y Tarrow, 2007), cuyo libreto no se escribe
por sí mismo y sin la participación del actor, pues de
ello depende su capacidad de improvisar. Podemos
decir, entonces, que el repertorio de contienda
tiene una historia, o más bien, una historia social,
que acontece en un escenario social. Reconocer
155
esto hace posible que los protagonistas de la acción
colectiva puedan darle sentido a dicha historia.
La reescritura del libreto del repertorio hará
posible la invención del movimiento social. Pero
antes de entrar en la discusión del concepto de
movimiento social en Tilly, nos adentraremos
en el concepto de política contenciosa, pues hasta
ahora la acción colectiva contenciosa resulta una
idea limitada para entender la relación entre acción
colectiva, poder y política.
Lucha por el poder y estructura de
oportunidades políticas
El concepto de política contenciosa de Tilly es
desarrollado en coautoría con Sidney Tarrow. La
política contenciosa es una dinámica en donde
grupos rivales luchan por imponer un programa
político a un tercero (Tilly y Tarrow, 2007). Es
precisamente lo programático y su relación con
la política institucional (entiéndase la política
gubernamental en el macro de un régimen político
democrático o no democrático) lo que diferencia
una acción colectiva contenciosa de una expresión
de política contenciosa.
La política contenciosa se observa cuando un
grupo dirige demandas o reivindicaciones a las
autoridades mediante performances públicos que se
apoyan en repertorios de contienda dinámicos. En
este tipo de contienda el grupo tiene la capacidad
de reinventar su repertorio de acuerdo con las
oportunidades políticas que se presentan en un
régimen político, esto es, en una estructura de
poder político. McAdam, Tilly y Tarrow (2005)
distinguen dos subtipos de contienda política:
la contenida y la transgresiva. La primera se
apoya en lo institucional mientras que la segunda
adopta medios diferentes a los institucionales. Los
autores destacan que a menudo la acción colectiva
es del tipo de contienda contenida, pero en su
intento por instituir algo nuevo o innovador en
lo ya establecido, el tipo de contienda pasa a ser
transgresiva.
Política y poder están correlacionados en la
obra de Tilly. En su crítica a los movimientos
“prepolíticos” de Hobsbawn, cuando el sociólogo
norteamericano junto con Louis Tilly y Richard
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Tilly nos ofrecen una definición sintética del
concepto de política, podemos observar esta
correlación. Ahí los Tilly nos dicen que la política
se “refiere a la persecución de programas explícitos y
de gran alcance que se refieren a la distribución y al
ejercicio del poder a nivel nacional o internacional”
(Tilly et al., 1997:334).
Esta estructura de poder político puede ser
identificada como una estructura de oportunidades
políticas, la cual tiene por función constreñir o
incentivar la contienda política al interior de un
régimen político (Tilly y Tarrow, 2007). Esta
estructura, al contrario de lo que pudiera pensarse,
no es determinante en sí misma. Puede colegirse que
este tipo de estructura es estructurante de la acción
en la contienda política; no obstante, también la
acción misma puede estructurar la estructura de
oportunidades. Esto implica una dinámica en la
que intervienen diferentes procesos a pequeña y
gran escala en distintos episodios en un régimen
específico. Asimismo, quiere decir que es posible
que intervenga un doble proceso de estructuración
de oportunidades políticas. Por una parte, las
oportunidades pueden encontrarse ahí para los
contendientes y ser reconocidas por ellos; siendo
así, se posibilita la acción de acuerdo a una cierta
estructura de oportunidades. Por otro lado, cuando
no existen esas oportunidades, puede ocurrir que
sean los mismos contendientes quienes las generen;
ello conlleva la creación de una nueva estructura, la
cual sienta condiciones de posibilidad para la acción.
Además la política contenciosa se caracteriza por
aliarse con otros grupos o agentes que influyan y
enriquezcan su programa político, lo que le permite
crear nuevas oportunidades políticas dentro de
un régimen. En la persecución de sus intereses
políticos, quienes participan en la contienda
buscarán sacar ventaja de rutinas institucionales y
no institucionales (Tilly y Tarrow, 2007).
En cuanto a la noción de régimen político,
los autores afirman que “se refiere a las relaciones
normales entre gobiernos, los actores políticos
oficiales, adversarios y los actores políticos externos
incluyendo otros gobiernos” (Ibid.:45). Un régimen
democrático, en la concepción tilleana, incentiva
la contienda, pues es bajo este tipo de régimen
donde los actores cuentan con un repertorio fuerte,
156
con mayores posibilidades de encontrar un amplio
abanico de oportunidades y, gracias a ello, pueden
definir con mayor margen el por qué, el cómo, el
cuándo y dónde actuar. Por otro lado, un régimen
no democrático constriñe la contienda y debilita o
cierra de forma autoritaria las oportunidades (Tilly,
2010b).
Política contenciosa y organización
social
Como puede verse hay una línea muy delgada con la
cual distinguir una acción colectiva contenciosa de
una expresión de política contenciosa, pues ambas
incluyen el término contienda. Resulta entonces
que una acción colectiva contenciosa también
puede ser una expresión de contienda política,
pues es evidente que, en su desacuerdo con cierta
estructura de poder, sus miembros desafiarán a la
autoridad política por medio de la lucha social. Sin
embargo, solo lo será en la medida en que dicha
acción sea capaz de reinventar su repertorio de
contienda para hacer frente a la política institucional
gubernamental.
El grupo de personas que actúan colectivamente
en una expresión de política contenciosa son actores
políticos en el más convencional de los sentidos,
pues sus demandas son dirigidas a los gobiernos o
sus agentes. Sobra decir que la interacción política
entre estos actores y los gobiernos se da en el
marco de una contienda política. Los ejemplos más
emblemáticos sobre la noción de contienda política
que nos proponen McAdam, Tilly y Tarrow (2005)
son las revoluciones, huelgas, guerras, movimientos
sociales, nacionalismo, movimientos étnicos,
democratización y formas similares de acciones
colectivas organizadas.
Este tipo de acontecimientos sociales se
manifiestan como luchas políticas públicas.
Para examinarlas conviene tomar en cuenta tres
elementos de análisis que nos proponen los autores
de Dinámica de la contienda política (2005). El
primero son los actores, esto es, ¿quiénes son los
peticionarios, reclamantes o reivindicadores y por
qué lo hacen?; el segundo es la identidad, o sea,
¿quiénes dicen que son y quiénes dicen que son los
demás, y por qué dicen que son eso?, y, por último,
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las acciones: ¿qué forma toman sus peticiones,
reclamos o reivindicaciones y por qué?
Para Tilly y Tarrow (2007) son tres los
componentes de la política contenciosa: contienda,
acción colectiva y política. Existe un punto en que
los tres llegan a converger (figura 1).
Figura 1. Componentes de la contienda política (Tilly y Tarrow, 2007).
Con fines metodológicos y para intentar explicar
una acción colectiva como expresión de política
contenciosa, Tilly y Tarrow nos proponen
seguir tres pasos: “1) descripción del proceso; 2)
descomposición del proceso en sus causas básicas, y
3) recomposición de esas causas en algo más general
que dé cuenta de cómo se dio lugar a esos procesos”
(Tilly y Tarrow, 2007:27).
En oposición a la política contenciosa, tenemos
la política no contenciosa, la cual “constituye
el grueso de la interacción política, dado que
incluye la recaudación de impuestos, la realización
de censos, el servicio militar, la difusión de
información política, el procesamiento de
beneficios mediados por el gobierno, la actividad
organizativa interna de los actores políticos
constituidos y los procesos relacionados que se
llevan a cabo, en su mayoría, sin que medien
demandas públicas colectivas y discontinuas”
(Tilly, 2010c:21).
157
De lo anterior se desprende que la acción
colectiva contenciosa es un desafío a lo que
“constituye el grueso de la interacción política”.
Quienes emprenden una acción contenciosa
establecen así su disenso o desacuerdo con la
política no contenciosa. Podemos decir que los
gobiernos de la política no contenciosa imponen
una cierta organización social que oprime de
algún modo a la población. Por tanto, el interés de
organizar una acción contenciosa es cambiar cierto
orden de cosas.
Movimientos sociales y capitalismo
Como conclusión de sus estudios historiográficos,
Tilly sustenta que el movimiento social fue
inventado por los europeos occidentales y los
norteamericanos que se involucraron en diferentes
acciones colectivas acontecidas entre 1750 y
1850 (Tilly, 2010a). Los ejemplos recurrentes de
movimientos sociales en su obra son el movimiento
cartista de obreros en Inglaterra, la Comuna de
París en Francia, así como varios eventos de la
historia de los Estados Unidos, tales como su
independencia, la lucha por los derechos civiles y el
movimiento antiesclavista.
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
En su estudio sobre los movimientos sociales
nos aclara que durante mucho tiempo evitó el uso
de este concepto en sus investigaciones, pues para
él resultaba una idea confusa debido a sus diversos
significados (Tilly, 2010a). Solo aventurará el
uso del concepto después de identificar que entre
1750 y 1850 surgió una nueva forma de hacer
política gracias a los cambios significativos que
ocurrieron en los medios tradicionales con que la
gente común expresaba sus peticiones, demandas y
reivindicaciones ante ciertos grupos. Estos medios
son lo que el autor había denominado repertorios
de contienda. Dichos repertorios cambiaron o
se reinventaron y esto posibilitó nuevas formas
de hacer política. Son estas nuevas formas a las
que el sociólogo norteamericano reconoce como
“movimiento social”.
El enriquecimiento del repertorio y la creación de
nuevos repertorios de contienda marcarán el tránsito
de la acción colectiva contenciosa al movimiento
social, siendo éste último el actor político contencioso
por excelencia para Tilly y Tarrow, quienes destacan
que “el movimiento social es una forma particular
de política contenciosa” (Tilly y Tarrow, 2007:119).
Tenemos entonces que un movimiento social puede
ser una expresión de política contenciosa, pero
no toda expresión de política contenciosa es un
movimiento social.
Un movimiento social, en la concepción del
autor, no necesariamente es un movimiento
antisistémico. Esto es un argumento central
a considerar en su teorización. Para Tilly las
demandas de los integrantes de un movimiento
social tienen como objeto exigir un cierto
reordenamiento del sistema mismo. Sus esfuerzos se
encaminan, principalmente, a demandar derechos
políticos como un medio para ser considerados en
la toma de decisiones de la vida pública en cierta
estructura social de la cual son parte constituyente.
En la dinámica de contienda, sus oponentes son
las autoridades reconocidas públicamente. Entre
los participantes del movimiento social y las
autoridades acontecen “interacciones prolongadas”
(Tilly, 1991:48).
Según el sociólogo norteamericano, dicha
estructura social es una red de interacción colectiva
en la que se deposita confianza para la organización
158
social (Tilly, 2010c). El autor la define así: “una
población constituye una red cuando sus miembros
están relacionados por el mismo vínculo social”
(Tilly, 1991:46). Cuando el vínculo se fractura y
se desconfía en esa red, emerge un malestar social
en la población y surgen los conflictos. La vida
cotidiana se ve afectada y puede originar acciones
colectivas violentas (Tilly et al., 1997). De esta
manera encontramos que la demanda principal de
quienes participan en el movimiento social es el
reordenamiento del sistema.
En este sentido, los movimientos sociales son
aquellos que, como resultado de diversas acciones
colectivas contenciosas, consiguen transformar
una realidad social por medio de su intervención
en los asuntos de la política pública. De acuerdo
con el autor, su intervención se caracteriza por tres
elementos básicos:
“1) un esfuerzo público, organizado y sostenido
para trasladar a las autoridades pertinentes las
reivindicaciones políticas; 2) el uso combinado
de algunas de las siguientes formas de
actuación colectiva: creación de coaliciones y
asociaciones con un fin específico, reuniones
públicas, procesiones solemnes, vigilias, mítines,
manifestaciones, peticiones, declaraciones
en los medios públicos y propaganda, y 3)
manifestaciones públicas y concertadas de
mérito, unidad, número y compromiso de los
participantes” (Tilly, 2010a).
Al primer elemento el autor lo denomina campaña
y es el que diferencia a un movimiento social de
otras formas de acción colectiva (Tilly, 2010a),
es decir, de las diversas formas de acciones
colectivas contenciosas. Una campaña de un
movimiento social es un “desafío sostenido contra
los detentadores del poder en el nombre de la
población que vive bajo su jurisdicción” (Tilly y
Tarrow, 2007:114) y en ella concurren la política
contenciosa, las instituciones y las bases del
movimiento social. En la figura 2 podemos ver
la concurrencia de estos factores. Destaquemos
que la “base social del movimiento consiste en las
organizaciones del movimiento, redes, participantes
y los artefactos culturales acumulados, memorias
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y tradiciones que contribuyen a las campañas del
movimiento social” (Idem).
El autor llama al segundo elemento repertorio
de contienda, concepto analizado líneas arriba.
Aquí cabe observar las diferentes formas que toma
el performance contencioso, y que nos deja ver la
amplitud de recursos y medios de los que se vale
un movimiento social para sostener su campaña de
peticiones, demandas, reclamos o reivindicaciones.
contenciosos para expresar lo que se reivindica y
que se apoya en organizaciones, redes, tradiciones y
coaliciones” (Ibid.:111).
Tilly sostiene que hay una relación estrecha entre
movimiento social y democracia en el contexto
del surgimiento y desarrollo del capitalismo y la
revolución industrial. Estamos hablando de una
democracia capitalista. Esta relación influye en su
teorización sobre la conformación de los Estados

Figura 2. Política contenciosa, campañas del movimiento social, bases del movimiento social
e instituciones (Tilly y Tarrow, 2007).

Por último, Tilly nombra al tercer elemento
demostraciones de mérito, unidad, número y
compromiso o, simplemente, demostraciones de
wunc3. Este tipo de demostraciones son las
diferentes manifestaciones públicas y concertadas
que realizan quienes participan en un movimiento
social.
Teniendo en cuenta lo anterior, en Contentiuos
politics, Tilly, junto con Tarrow, nos ofrecen una
definición más concreta de movimiento social.
Para ellos se trata de “una campaña sostenida
de reivindicaciones que recurre a performances
3
WUNC: worthiness, unity, number y compromise.
democráticos, como Estados Unidos, Francia o
Gran Bretaña, pues el autor considera que éstos
solo pudieron arribar a la democracia gracias a los
cambios impulsados por los movimientos sociales.
Democracia, acciones colectivas
contenciosas y capitalismo
Para el sociólogo norteamericano el capitalismo es
el agente que rompe con las formas tradicionales
de organización. La organización social capitalista,
como nuevo orden social, encuentra oposición,
expresada históricamente en acciones colectivas
contenciosas. Se trata de acciones que intentan
resolver ciertas afrentas y agravios que el capitalismo

159
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
va imponiendo bajo formas de opresión política,
dominación social e incluso bajo una hegemonía
cultural. Para Tilly, el desarrollo del capitalismo
reúne tres conflictos fundamentales: la oposición
entre capital y trabajo; la concentración de los
medios de producción; la oposición de intereses y la
competencia entre los agentes que participan en los
mercados (Tilly, 1986).
El autor subraya que existe una relación histó-
rica de diferentes acciones colectivas contenciosas
con el desarrollo del capitalismo y la democracia, y
también este tipo de acciones guarda una relación
directa con la formación del Estado (Tilly, 1991). En
este sentido, destaca que: “el Estado nacional Eu-
ropeo creció con el capitalismo. El desarrollo de las
estructuras del capitalismo (los mercados nacionales,
las empresas mercantiles e industriales, las explota-
ciones agrícolas comerciales) también determinó la
acción colectiva” (Tilly et al., 1997:304-305).
Otro elemento que se encuentra relacionado con
el desarrollo del capitalismo y la acción colectiva
contenciosa es la industrialización. Tilly ejemplifica
así esta relación:
(… ) las reivindicaciones concretas en torno a
las cuales se organizaba la gente en Alemania,
Italia y Francia, surgieron en gran medida de
las relaciones específicas entre clases creadas en
cada país por la industrialización. La evolución
hacia la acción colectiva proactiva y a gran escala
resultó en buena parte de los cambios desenca-
denados por la industrialización. El proletaria-
do organizado se volvió un protagonista cada
vez más prominente de la violencia colectiva
a medida que se desarrollaba la industrializa-
ción. Es decir, existen muchas conexiones entre
industrialización y violencia colectiva. Pero falta
la conexión directa entre el simple ritmo del
cambio y el grado de violencia, protesta o acción
colectiva (Tilly et al., 1997:310).
Es precisamente en El siglo rebelde, en donde gracias
al estudio historiográfico sus autores sustentan
la tesis según la cual la acción popular colectiva
cambia de acuerdo a la formación de los Estados y
al desarrollo del capitalismo en países como Italia o
Francia (Idem).
160
El surgimiento del capitalismo contiene,
en esencia, la reinvención de los repertorios de
contienda. McAdam, Tilly y Tarrow sostienen
que “los repertorios de contienda establecidos
(…) evolucionan en respuesta a los cambios en
el capitalismo, en la construcción del Estado
y en otros procesos menos monumentales”
(McAdam et al., 2005:16). Y dichos repertorios
también se encuentran relacionados con el tipo
de régimen político que prevalezca en un Estado:
“los repertorios de contienda difieren entre
regímenes democráticos y no democráticos”
(Tilly y Tarrow, 2007:10). Esto es, mientras en
un régimen democrático es posible encontrar
“repertorios fuertes”, en regímenes autoritarios
y no democráticos hay “repertorios débiles”. Un
repertorio fuerte supone mayores opciones de
movilización, mismas que se configuran a partir
de libertades civiles y la conquista histórica de
derechos. Esta condición democrática influye
positivamente en el repertorio de contienda.
Una acción tan simple, como una manifestación
pública sin represión, es un elemento que enriquece
cualquier repertorio. En un régimen autoritario y
poco democrático, este tipo de ejercicio civil suele
ser reprimido. En este sentido, el repertorio de
contienda del Estado, como repertorio de represión
de la movilización, se impone, produciendo
repertorios débiles en quienes pretenden organizarse
para la acción colectiva.
El sociólogo norteamericano sustenta que sin
lucha social no hay democratización, pues solo se
llega a ésta por medio de luchas intensas y costosas
(Tilly, 2005). Asimismo, afirma que “los caminos
de la democracia en diferentes regiones y épocas
variaron profunda y sistemáticamente en función
de los regímenes previos y de la estructura social
heredada…, todos los caminos a la democracia se
transitaron mediante intensas luchas; la democracia
nunca resultó barata” (Ibid.:41).
En Los movimientos sociales, Tilly (2010a)
afirma que la acción colectiva organizada y los
movimientos sociales son procesos que contribuyen
a la democratización de los Estados. Cada episodio
de contienda encierra diferentes momentos en que
se puede observar la practicidad y operatividad
de los repertorios de contienda. La contienda en
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el campo de batalla se lleva a cabo en términos
políticos. Se trata de una lucha política que busca el
reconocimiento de la ciudadanía como un elemento
central en la toma de decisiones del Estado a través
de sus instituciones. En resumen, la serie de acciones
colectivas de un movimiento social tiene por
objetivo lograr reconocimiento institucional. Así,
los asuntos de la vida pública no son solo de interés
institucional, sino que los sujetos de esa vida pública
también quieren participar en la toma de decisiones
de las instituciones. Por ello, Tilly nos dice que los
movimientos sociales afirman la soberanía popular
(Tilly, 2010a). Luego entonces, tenemos que la
soberanía la define el pueblo por medio de luchas
políticas.
La democratización de los Estados debe
permitir la formación de nuevos movimientos
sociales. Ésta es otra de las principales tesis del
autor (Idem). No basta que la acción colectiva y
los movimientos busquen el reconocimiento de
las instituciones estatales. La democratización
real se observa en el ejercicio de mayores
libertades civiles y de derechos políticos (Tilly,
2010b). De esta manera, los posibles repertorios
de contienda tendrán mayores elementos que
permitan la movilización social. Por regla general,
la adquisición de derechos permite continuar con
la promoción de antiguas demandas y formular
nuevas demandas (Tilly et al., 1997).
Por el contrario, la falta de libertades civiles y de
derechos ciudadanos supone democracias inmaduras
y esa condición limita la ampliación del repertorio
de contienda. Un simple performance político como
salir a marchar en las calles, es la pequeña muestra
de una libertad ciudadana para expresar su malestar
social ante la autoridad pública. Quienes participan
en esta marcha, como forma de defensa, sostendrán
que tienen derecho a realizar ese performance
gracias a un derecho establecido en documentos
históricos como lo son las constituciones nacionales,
en las que se plasman derechos tales como las
libertades de expresión, reunión y asociación. Un
Estado autoritario no permitirá la acción colectiva
y reprimirá cualquier clase de performance. Esto
provocará que la acción se torne violenta y que
quienes se involucren en ella cuenten con un
“repertorio débil”.
161
Como ya hemos dicho, para el sociólogo
norteamericano los principales ejemplos de procesos
de democratización histórica relacionados con los
movimientos sociales son Estados Unidos, Gran
Bretaña y Francia. La independencia de Estados
Unidos, como acontecimiento histórico, ejemplifica
la confrontación de dos formas de organización
social y en donde podemos ver la relación entre
movimiento social y democracia en el contexto del
desarrollo del capitalismo. Otro ejemplo histórico
en esta nación norteamericana es el movimiento
antiesclavista, cuya consigna principal fue la libertad
humana.
Para Tilly, Gran Bretaña sería un ejemplo
democrático, pues los medios con que las personas
hacen sus reclamos o plantean reivindicaciones
encuentran canales pacíficos y eficaces para
hacer atendidos. En las naciones británicas no ha
acontecido una revolución y, no obstante, cuentan
con un marco legal y de derechos políticos para
la acción colectiva que permite resolver conflictos
sociales y, en consecuencia, evitar la violencia
colectiva y su represión policial. En este sentido,
“la democracia disminuye tanto la eficacia como
la frecuencia de la violencia colectiva” (Tilly et al.,
1997:331).
En el texto Los movimientos sociales, la lucha
cartista es otro de los ejemplos de movimiento
social que examina el sociólogo norteamericano.
En ella participaron obreros británicos entre los
años 30 y 50 del siglo xix. Este grupo redactó la
“Carta del Pueblo”, en la cual estaba contenido el
reclamo de derechos políticos y demandas tales
como el sufragio universal (únicamente voto
masculino), votación secreta (en lugar de viva voz)
del Parlamento británico; elecciones parlamentarias
anuales y dietas para los integrantes del Parlamento
(Tilly, 2010a).
En el caso francés hubo un esfuerzo nacional
histórico por derrocar a la monarquía y establecer
un gobierno republicano. De este esfuerzo
surgió la Comuna de París, la cual gobernó por
medio de diferentes estructuras políticas. Del
mismo modo, para Tilly la Revolución Francesa
rompió con viejas cadenas e ilustra de manera
clara cómo una revolución sentó las condiciones
para la democratización. Esta revolución, en
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
suma, la podemos apreciar como un conjunto de
acciones colectivas contenciosas sintetizadas en un
movimiento social nacional popular, cuyo resultado
consistió en la creación de nuevos derechos políticos
y libertades civiles.
Visto en el marco de una contienda política,
la revolución es un enfrentamiento que se
establece entre dos grupos con intereses opuestos
y que ocurre en un campo de batalla violento. El
objetivo primordial de quienes se involucran en
el movimiento social revolucionario, es buscar un
arreglo con sus opositores, de tal modo que las
instituciones de cierta estructura social y política
no resulten opresivas y restrinjan derechos. El fruto
que se espera es un redireccionamiento de la política
pública (Tilly, 2010b).
El autor ubica los orígenes sociales de la
democracia moderna en la Europa occidental,
pues para él “la historia europea dominante sobre
la democracia es una historia de lucha” (Tilly,
2005:42). Por eso afirma que solo las luchas sociales
pueden contribuir a la democratización de los
Estados. Tiene una noción bastante sintética de
lo que entiende por democratización: se refiere
“a incrementos en la magnitud y equidad de la
participación política, a consultas obligadas a la
población respecto al personal, recursos y políticas
estatales y a la protección de esa población contra
acciones arbitrarias de los agentes del gobierno”
(Ibid.:41-42).
En la historia de la democracia europea no
pueden ser soslayados los procesos de conquista,
confrontación, colonización o revolución. Es
decir, la democracia occidental no se entiende
históricamente sin guardar una relación con el resto
del mundo. Canadá, Estados Unidos o Australia,
consideradas naciones democráticas fuertes, fueron
en cierto momento colonias inglesas que lograron su
independencia por medio de diferentes contiendas
políticas que dieron origen a nuevos Estados-
nación, en los que pueden observarse diversos
episodios contenciosos democráticos Actualmente
son países en donde sus ciudadanos gozan de
amplias libertades civiles, como resultado de luchas
históricas por su independencia y el establecimiento
de instituciones de gobierno propias. Estas naciones
incluyeron en su formación ciertas estructuras
162
políticas de gobierno europeas, pero agregaron otras
según su propósito descolonizador e independiente.
Para Tilly un régimen democrático fomenta la
formación de movimientos sociales y, a su vez, los
movimientos sociales fortalecen dicho régimen e
incluso impulsan la formación de Estados. Por el
contrario, un régimen antidemocrático y autoritario
dificulta la formación de movimientos sociales, pues
existen serios obstáculos para que se desarrolle un
repertorio de contienda fuerte.
La democracia es un resultado contingente que
implica años de lucha. ¿Cómo reconoce el autor la
democracia? En Confianza y gobierno, Tilly destaca
que “la democratización significa el avance hacia una
mayor amplitud, igualdad, protección de los derechos
y obligaciones de ciudadanos y agentes gubernamen-
tales entre sí” (Tilly, 2010c:208). Por otro lado, su-
brayan que la desdemocratización es un retroceso en
todo lo anterior (Idem). El sociólogo norteamericano
ofrece el caso mexicano como ejemplo de democrati-
zación y desdemocratización (cuadro 1).
Cuadro 1. Democratización y desdemocratización
en México, 1848-2000
Como parte de la solución de la guerra, México cede
1848 California, Arizona y Nuevo México, como territorios
de Utah, Nevada y Colorado, a Estados Unidos.
Periodo de reformas liberales bajo el caudillo Juan
Álvarez y el ministro y luego presidente Benito Juárez;
1855-1861 sufragio universal masculino (1857); nacionalización
de los bienes de la Iglesia, separación de la Iglesia y el
Estado (1859).
Invasión y conquista francesa; instauración de
1861-1864 Maximiliano como emperador, seguida de su derrota
y ejecución.
1884-1910
Dictadura de Porfirio Díaz, liberalización de la
economía, despojo y exterminio de los indios.
La insurrección contra Díaz da inicio a la revolución y
la guerra civil; Constitución radical (1917), educación
1910-1919 primaria universal, derecho de huelga, devolución de
tierras campesinas; el petróleo es declarado propiedad
nacional.
Aplastamiento de la rebelión de los cristeros
1926-1929 partidarios de la Iglesia; subordinación de la Iglesia
Católica
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Asesinato del presidente Álvaro Obregón,
1928-1929 insurrecciones, acuerdo con la Iglesia y el movimiento
obrero.
Lázaro Cárdenas, presidente; expropiaciones de
tierras, redistribución de éstas a los campesinos como
propiedad colectiva; surgimiento del movimiento
1934-1940 obrero organizado; nacionalización de las empresas
petroleras norteamericanas y británicas; formación
del Partido de la Revolución Mexicana, predecesor
del pri.
1946-1952
Consolidación del poder del pri, represión de las
organizaciones obreras y campesinas.
1953 Sufragio femenino.
Proscripción de las huelgas en toda la nación,
1958-1959
encarcelamiento de dirigentes sindicales.
El ejército reprime manifestaciones estudiantiles por
la democracia, mata a quinientas personas y detiene
1968
a más de mil quinientas; se amplía la actividad
guerrillera.
Campesinos sin tierra se apoderan de tierra en
1976 Sonora, el presidente López Portillo entrega cien mil
hectáreas a campesinos.
1982
Nacionalización de cincuenta y nueve bancos
mexicanos.
Dudosa elección presidencial de Carlos Salinas de
1988 Gortari, que pone en marcha un programa neoliberal
de privatizaciones.
Los partidos opositores pan (liberal) y prd (de
1989 izquierda) obtienen triunfos en las elecciones
regionales.
Se firma el nafta con Canadá y Estados Unidos
1992
(puesto en vigencia en 1994).
Zapatistas se apoderan de cuatro ciudades en Chiapas;
1993
comienza una campaña internacional.
1994 Nuevos triunfos del pan en elecciones regionales.
El pri celebra sus primeras elecciones primarias
presidenciales luego de que Ernesto Zedillo pone fin a
1999
la práctica por la que el presidente en ejercicio designa
a su sucesor.
Vicente Fox Quesada, candidato del pan, obtiene
2000 la presidencia, pero el pri mantiene el poder de la
legislatura.
Fuente: Charles Tilly (2010c).
163
Comentario final
En nuestro ejercicio de aproximación a la obra
de Charles Tilly, encontramos que el primer
esfuerzo por alejarse del encasillamiento teórico del
estructural-funcionalismo lo representa Dinámica
de la contienda política. Pero dicho esfuerzo se
encuentra presente en trabajos anteriores. En este
sentido, la obra del autor puede verse como un
«repertorio de contienda teórica» que se enriquece y
resignifica al paso del tiempo para estudiar la acción
colectiva y los movimientos sociales.
Hay algo evidente en su obra: ninguno de sus
trabajos aborda los acontecimientos de acción
colectiva y movimientos sociales desde el campo de
la cultura política e incluso desde la cultura jurídica
–si es que de derechos políticos y civiles hablamos.
No obstante, también es evidente que hay destellos
e incluso esfuerzos decididos por incorporar esta
dimensión del saber a sus trabajos.
Parece ser que el primer intento de incorporar la
cultura política a los estudios sobre acción colectiva
y movimientos sociales lo representa nuevamente
Dinámica de la contienda política que escribe Tilly
en coautoría con McAdam y Tarow, en el cual
abordan las movilizaciones sociales populares como
eventos dinámicos y procesuales, como estructuras
estructurantes y no como estructuras rígidas y
determinantes. Aunque debe aclararse que los
autores nunca hablan directamente del término
‘cultura política’.
Para indagar más sobre esta cuestión, tomemos
en cuenta lo que dice Tilly sobre las oportunidades
políticas y el repertorio de contienda. Destaca
que lo que puede representar una oportunidad de
acción para cierto grupo, para otro no lo es. En esta
situación hay algo que estructura la movilización
o la desmovilización social. Hay un elemento
subjetivo-cultural en el actor político contencioso
que interviene y determina su capacidad de acción.
El repertorio de contienda posibilita o constriñe
la acción colectiva. Tilly nos dice que este repertorio
se constituye por los medios o recursos con que
cuenta un grupo para su movilización. La capacidad
que tenga un grupo para reinventar su repertorio
ofrecerá condiciones de posibilidad para formar
un auténtico movimiento social con un programa
político contencioso que le permita transformar
 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
cierta realidad social. Esta reinvención implica
reelaboración, reescritura, recreación, resignificación
e incluso revolución del repertorio.
En la obra del autor también podemos observar
cómo en ciertos momentos históricos se articulan
movilizaciones sociales, repertorios contenciosos,
revoluciones y transformaciones del Estado. El
resultado interactivo de todo esto es la democracia,
cuyo objetivo último es fortalecer los lazos sociales.
A partir de ello se crean condiciones para que
los movimientos sociales puedan transformar las
instituciones del Estado democrático y, a su vez, que
éstas permitan la formación de nuevos movimientos
sociales.
Todo ocurre dentro del Estado y sus
instituciones. Aquí podemos ver el carácter
estructural-funcionalista de la teoría de Tilly. En
este sentido, la acción colectiva contenciosa y los
movimientos sociales son reaccionarios.
Sin embargo, se trata de una reacción peculiar.
Las personas que se involucran en la movilización
popular reaccionan ante el agravio de la autoridad
institucional. Para lograr el éxito de su movilización,
acudirán a un repertorio de contienda fuerte. Esto
supone conseguir como objetivo cambiar algo de esa
realidad institucional. Es decir, los actores políticos
contenciosos buscan un reacomodo en la estructura
política, pero en su movilización provocarán
un reacomodo de la estructura misma. En otras
palabras, reaccionan para cambiar las condiciones
y no simplemente para acondicionarse nuevamente
a lo ya existente. Pensemos, por ejemplo, en que
los derechos políticos son obtenidos a partir de
movimientos sociales con historia. Las personas
que lucharon por ello, deseaban ser tomados en
cuenta en las decisiones políticas impuestas por
una estructura de poder. Con su inclusión, se
acondicionaron a una estructura, pero previamente
fueron ellas, como actores políticos contenciosos,
quienes condicionaron tal estructura. En todo esto
se establece un antagonismo social que busca como
objetivo final un co-protagonismo social.
Dicho lo anterior, nos parece que cuando en
nuestro país escuchamos hablar de la “ruptura
y las afectaciones del tejido social”, a lo que se
está llamando es a cambiar una realidad social
institucional. En este sentido, las demandas
164
de quienes se involucran en acciones colectivas
contenciosas se presentan como un llamado a
robustecer el Estado, más que apostar por su
destrucción para edificar una nueva entidad
política revolucionaria. Si observamos por un
momento nuestro contexto político-institucional,
puede afirmarse que permite la movilización social
para desarrollar diversos performances públicos
contenciosos. La represión estatal suele ocurrir,
pero siempre hay un margen de acción que busca
reformar al Estado, pero no acabar con él.
Por último, sostenemos que vale la pena leer la
obra del sociólogo norteamericano para dar cuenta
de que la teoría de la acción colectiva y los movi-
mientos sociales no es campo cerrado y concluso. En
la evolución del pensamiento del autor, su sociología
se encuentra con la historia, la política y la cultura.
Bibliografía
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Estudios Socialistas Carlos Marx. México.
McAdam, Dough, Sidney Tarrow y Charles Tilly
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 Departamento de Sociología Rural / UACh

EL CONSEJO EDITORIAL DE LA REVISTA ARTÍCULOS Y ENSAYOS DE SOCIOLOGÍA rural DEL DEPARTAMENTO

DE SOCIOLOGÍA RURAL DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO

CONVOCA

A investigadores, docentes y estudiantes a enviar artículos académicos con avances o resultados de investigación, ensayos, artículos de opinión
y reseñas para el número 24 de la revista Artículos y Ensayos de Sociología Rural que saldrá a la luz pública en diciembre de 2017.

Los interesados podrán enviar sus contribuciones hasta el 8 de septiembre de 2017 de acuerdo con las siguientes BASES:

1. Las aportaciones deberán ser inéditas y originales.

2. Los trabajos podrán inscribirse en alguna de las tres siguientes secciones:
A. SECCIÓN TEMÁTICA. EL SECTOR PRIMARIO EN LA COYUNTURA ACTUAL
Para esta sección las contribuciones podrán inscribirse y ubicarse en alguno de los siguientes campos de análisis:
· Perspectivas teórico-conceptuales.
· Estudios de caso y experiencias empíricas.
· Políticas públicas y alternativas de atención a la problemática actual del agro.
B. SECCIÓN PERMANENTE
En acuerdo con la temática general y los propósitos de la revista, los autores podrán enviar contribuciones y análisis teórico-
conceptuales sobre el campo de las ciencias sociales y las humanidades, trabajos inscritos en el análisis sociológico en el área
de desarrollo rural, así como estudios de corte empírico cuyo sustento teórico-metodológico contribuya a la ampliación del
conocimiento del fenómeno estudiado.
C. SECCIÓN DE RESEÑAS
También se recibirán reseñas bibliográficas o documentales inscritas en el campo temático de la revista, que resuman las tesis y
argumentos de dicha publicación, en donde el autor presenta, en forma breve, su posición crítica a lo propuesto en la publicación
reseñada. Estas aportaciones deberán realizarse en un máximo de cinco cuartillas e incluir los datos generales del autor. Su
dictaminación estará a cargo del Consejo Editorial.
3. Los artículos académicos y ensayos deberán ceñirse rigurosamente a los criterios editoriales definidos por el Consejo Editorial. Los autores
deberán consultar las Normas Editoriales para Autores que están publicadas en el número 23, así como en el link de la revista en la página
Web del Departamento de Sociología Rural: http://sociologia.chapingo.mx/paginas/menu-6/36-academa
4. La recepción de los trabajos no implica ningún compromiso del Consejo Editorial en cuanto a su publicación.
5. Todos los artículos se someterán al proceso de dictaminación establecido por el Consejo Editorial en el que participan especialistas
pares en la materia.
6. El resultado del dictamen podrá ser:
a) Aceptado sin modificaciones
b) Condicionado a la realización de cambios menores
c) No aceptado
7. Los resultados del proceso de dictaminación se darán a conocer a los autores el 14 de octubre de 2017.
8. Los autores de los artículos aceptados dispondrán de 12 días hábiles para realizar las modificaciones que, en su caso, surjan del proceso
de dictaminación.
9. Todas las contribuciones deberán enviarse en archivo electrónico al siguiente correo: articulosyensayos@taurus.chapingo.mx. En el mismo
correo, como archivo adjunto, el autor deberá enviar sus datos personales y una breve reseña curricular con los datos esenciales.
10. Las aportaciones que sean favorablemente dictaminadas se publicarán en el número 24 de la revista Artículos y Ensayos de Sociología Rural.
11. El Consejo Editorial no recibirá aportaciones después de la fecha indicada en la presente convocatoria, así como las que no se apeguen
a los lineamientos editoriales solicitados en las Normas Editoriales para Autores.

Para más informes, escribir a la directora de la revista Elvira Mazcorro Velarde al correo electrónico: articulosyensayos@taurus.chapingo.mx

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 Artículos y Ensayos de Sociología Rural
Información para los autores
Normas editoriales de la revista Artículos y Ensayos de Sociología Rural
1. El contenido de los artículos que se propongan
deberá ser compatible con la temática y
propósito de la revista: “coadyuvar a la
difusión de los temas de análisis y de debate
que hoy en día tienen lugar en las ciencias
sociales y las humanidades”, tratando de
dar cabida “tanto a proyectos y avances de
investigación como a artículos de opinión de
los especialistas en estos campos”.
2. Los artículos deberán tener una extensión
máxima de treinta cuartillas tamaño carta,
incluyendo las referencias bibliográficas, con
letra Times New Roman de doce puntos,
interlineado de 1.5, sin justificar. Deberán ser
entregados en versión electrónica.
3. Se adjuntará un resumen en español y un
abstract (en inglés) con una extensión no mayor
a 150 palabras, más cinco palabras clave en cada
uno.
4. Los títulos se escribirán en altas y bajas y
se destacarán con letra Times New Roman,
negrita de 14 puntos, y los subtítulos en
Times New Roman, negrita de 12 puntos.
5. Las referencias bibliográficas se harán en
formato APA, tanto dentro del cuerpo del
documento, como en la bibliografía final.
6. La bibliografía final solo hará referencia a las
obras citadas en el artículo.
7. Cuando el artículo contenga imágenes, deberá
entregarse una versión impresa con las imágenes
integradas al texto en el lugar que corresponda,
y los archivos electrónicos de cada imagen
por separado (un archivo independiente por
imagen). Las fotografías (en formato tif, eps
o jpg, a 300 dpi de resolución), las gráficas y
cuadros (en formato pdf o Excel).
8. En archivo separado deberá incluirse una
referencia curricular sobre el autor con una
extensión máxima de cien palabras.
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9. Solo se podrá dar crédito a tres autores por
artículo, a excepción de documentos que formen
parte de alguna memoria, o que sea resultado
directo de discusiones o debates.
10. Solo se publicarán artículos de un mismo
autor en números consecutivos o en un
mismo número de la revista, cuando, previa
evaluación del Consejo Editorial, se esté en
riesgo de incurrir en un retraso significativo
en la publicación de un número de la misma y
que la calidad del artículo lo justifique.
11. Los archivos electrónicos podrán ser enviados al
correo electrónico: articulosyensayos@taurus.
chapingo.mx
12. Los artículos serán sometidos a evaluación por
tres especialistas que integran el cuerpo de
dictaminadores de la revista.
13. Los criterios de evaluación de los artículos serán
los siguientes:
• Apego a la temática y propósito de la revista.
• Relevancia del tema e interés para la
disciplina.
• Uso adecuado del instrumental teórico y
metodológico.
• Pertinencia y actualidad de la bibliografía.
• Redacción y ortografía.
• Relación adecuada entre el título del artículo
y su contenido.
• Congruencia.
14. Los árbitros dispondrán de treinta días naturales
para emitir su dictamen, a partir de la fecha en
que hayan recibido el artículo a evaluar.
15. El resultado del dictamen podrá ser:
a) Aceptado sin modificaciones
b) Condicionado a la realización de cambios
menores.
c) No aceptado.