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Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la iglesia.
Decimos que son signos porque tienen elementos que podemos percibir por los sentidos y son
eficaces porque nos dan un efecto espiritual y real. Por ejemplo: en el Bautismo, nacemos a la vida
de la gracia, en la confirmación somos fortalecidos por el espíritu santo. Los sacramentos están
ordenados a la santificación de los hombres, a dar culto a Dios. Non sólo suponen la fe, sino que a la
vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas, por eso se llaman
sacramentos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara
perfectamente a los fieles para recibir con fruto la misma gracia, rendir culto a Dios y practicar la
caridad.
Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su
promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt.18, 20).
Esta en todos los discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, y vivir su propia vida
escondida en la vida de Cristo. Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse
profundamente con Él. Jesús está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por
el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la
vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda
realidad humana.
Las últimas semanas han sido un reto para todos. Desde que comenzó la expansión del coronavirus
no importa a dónde miremos o qué escuchemos, siempre hay algo que nos recuerda que las cosas
no son como antes: hay un nuevo virus que nos amenaza. Esta nueva realidad puede causarnos
ansiedad llenándonos de miedo.
¿Cómo debemos responder los hijos de Dios ante esta situación? Primero, debemos recordar que
Jesús ya nos advirtió sobre esto, así que no debería sorprendernos. En Lucas 21:11, cuando
Jesús hablaba con sus discípulos sobre las señales del fin de los tiempos, mencionó las epidemias
como una de las señales del fin.
Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias por todas partes, cosas espantosas y grandes
señales del cielo (Lucas 21:11)
Segundo, debemos aferrarnos más a Dios fortaleciendo nuestra fe en él. Necesitamos tomar tiempo para
sentir su presencia y recibir esa paz tan maravillosa que él nos da. No venceremos el temor con nuestras
propias fuerzas: lo haremos alimentando nuestra mente y nuestro espíritu con la Palabra de Dios y
llenándonos del Espíritu Santo.
Es un buen momento para recordar que Dios es nuestro refugio y que podemos acudir a él en cualquier
momento (Salmo 46). Él nos ama en gran manera, no nos deja y está con nosotros en medio de estas
circunstancias adversas cuidándonos, ayudándonos y renovándonos con su paz. ¡Aprovechemos este tiempo
para refugiarnos en nuestro Dios todopoderoso y así fortalecer nuestra fe!
1.-¡Jesús ya venció! : “yo les he dicho estas cosas para que en mi hallen paz. En este mundo
afrontarán aflicciones, pero ¡Anímense ¡ Yo he venido al mundo (Juan 16:23)
Voy a escuchar lo que Dios el Señor dice: él promete paz a su pueblo y a sus fieles, siempre y
cuando no se vuelvan a la necedad.
Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar (Salmo 119:165)
Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y
sean agradecidos. (Colosenses 3:15)