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Universidad Pontificia Bolivariana 2020-I

ESCUELA DE FILOSOFÍA, TEOLOGÍA Y HUMANIDADES


SACRAMENTOS II BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN
Presentado a: Pbro. Juan David Muriel Mejía
Por: Edwin Weimar Aguirre Jaramillo
IMPOSICIÓN DE MANOS COMO DON DEL ESPÍRITU SANTO PARA EL APOSTOLADO

IMPOSICIÓN DE MANOS, DON DEL ESPÍRITU SANTO PARA EL APOSTOLADO


(Liturgia de la Palabra para catecúmenos adultos)

RITO DE ENTRADA

Invocación inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

R. Amén.

Monición

Hermanos:

Nos reunimos como comunidad de bautizados para reflexionar y meditar sobre uno de los sacramentos de la
iniciación cristiana, la confirmación. El Espíritu Santo que habita en cada miembro del cuerpo eclesial infunde
constantemente su gracia que acrecienta nuestro compromiso cristiano. Renovemos nuestra fe personal y
comunitaria para disponernos a la acción santificante del Espíritu de Dios.

Acto penitencial

Tú que resucitaste por obra del Espíritu Santo: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Tú que nos enviaste el Espíritu vivificador: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.


Tú que nos devolverás la vida gracias al Espíritu:
Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Oración colecta

Cumple, Señor, en nosotros tu Promesa: derrama tu Espíritu


Santo para que nos haga ante el mundo testigos valientes del
Evangelio de Jesucristo, Él, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA
Derramaré mi espíritu sobre todos los hombres

Lectura de la profecía de Joel 2, 23a. 26-3, 1-3a

Así habla el Señor:


¡Alégrense, habitantes de Sión, regocíjense en el Señor, su Dios!
Comerán abundantemente hasta saciarse, y alabarán el nombre del Señor, su Dios, que ha hecho maravillas con
ustedes. ¡Mi pueblo jamás quedará confundido!
Así ustedes sabrán que yo estoy en medio de Israel, que yo soy el Señor, su Dios, y no hay otro. ¡Mi pueblo
jamás quedará confundido!
Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y sus hijas profetizarán, sus
ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones.
También sobre los esclavos y las esclavas derramaré mi espíritu en aquellos días. Haré prodigios en el cielo y en
la tierra.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 21, 23-24. 26-28. 31-32

R. Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,


te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.» R.

Te alabaré en la gran asamblea


y cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre! R.

Todos los confines de la tierra


se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.» R.

SEGUNDA LECTURA
Les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo

Lectura de los Hechos de los apóstoles 8, 1b- 4. 14- 17

En aquellos días, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los
Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios,
les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo.
Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre
del Señor Jesús.
Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Palabra de Dios.
EVANGELIO
El Espíritu del Señor está sobre mí

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 16-22a

En aquel tiempo:
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para
hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena
Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces
comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.»
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su
boca.

Palabra del Señor.

Reflexión

Es importante decir como ha enseñado la santa Madre Iglesia que la unidad del sacramento de la iniciación
cristiana debe ser salvaguardada, sobre todo hoy cuando nos enfrentamos al problema de las catequesis pre
sacramentales, sin una iniciación cristiana adecuada y carente de su contenido esencial que es la proclamación de
fe de la Iglesia primitiva, del anuncio gozoso de la salvación dada en Jesucristo muerto y resucitado, es decir, del
kerygma. Como especifica la constitución dogmática de la Iglesia Lumen Gentium acerca de quienes han
recibido la confirmación: “Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se
enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir
y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras” (LG 11).

Hagamos un recorrido muy breve en la historia de la salvación. Los profetas de Israel anunciaron que el Espíritu
del Señor reposaría sobre el Mesías esperado, esto lo proclama Isaías (11,2) y tiene su cumplimiento en la
persona de Jesús, él es el Cristo, es decir, el ungido de Dios como lo escuchamos en el Evangelio de Lucas: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. En Cristo reside la plenitud del
Espíritu, el Padre le da el Espíritu sin medida. No obstante, esa plenitud no debía permanecer solo en el Mesías,
porque el amor desbordante de Dios exige que ese Espíritu sea comunicado a todo el pueblo mesiánico, así como
lo escuchamos en la lectura de la profecía de Joel: “yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y
sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones”.

Cristo promete la efusión del Espíritu Santo que se hace efectiva en el día de pascua y de modo manifiesto para
los apóstoles cuando estaban reunidos en el cenáculo el día de pentecostés. Los apóstoles en virtud del mandato
misionero de Cristo comunican el don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, como escuchamos
también en la segunda lectura de los Hechos de los apóstoles: “Estos, al llegar, oraron por ellos para que
recibieran el Espíritu Santo…Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo”. Este don del
Espíritu Santo estaba destinado a completar la gracia bautismal en los que ya se habían adherido por la fe a
Cristo. La Tradición de la Iglesia ha considerado este gesto de la imposición de manos como esencial y fundante
del sacramento de la confirmación. La imposición de manos actualiza y perpetúa en la Iglesia la gracia recibida
en pentecostés.

La imposición de manos no sólo es un gesto de bendición y benevolencia como se puede encontrar en los textos
del Antiguo Testamento, sino también la consagración para una misión específica, la que aparece en nuestro
Evangelio de hoy: “llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Cada uno de nosotros, quienes ya
hemos recibido el sacramento de la confirmación y quienes se disponen a recibirlo debemos ser conscientes de la
tarea ardua y constante del seguimiento de Jesús que supone la renuncia a nosotros mismos, el desapego de todo
lo que va en contra de las virtudes cristianas para abandonarnos a la voluntad de Dios que libera y conduce a la
verdad, en este sentido la imposición de manos también es un gesto penitencial que nos invita a una conversión
permanente a Cristo. Este signo de la imposición de manos confiere a los bautizados el espíritu profético que
genera un vínculo estrecho con la comunidad apostolica y pentecostal originante y nos da la fuerza para ser
testigos de la verdad, apóstoles de Cristo.

Oración de los fieles

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y, ya que es una misma la fe, la esperanza y el amor que el
Espíritu Santo ha infundido en todos nosotros, que nuestra oración sea también unánime ante la presencia de
nuestro Padre común.
- Por estos hijos tuyos que se preparan para recibir el don del Espíritu Santo y miembro más
comprometidos del pueblo de Dios, para que, con una fe sólida y un amor solícito den siempre
testimonio de Cristo, roguemos al señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por sus padres y padrinos, para que con su vida y enseñanza contribuyan a que estos candidatos al
sacramento de la confirmación sigan fielmente a Cristo, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por la santa Iglesia de Dios, a fin de que convocada por la gracia sobrenatural del Espíritu Santo en la
confesión de una misma fe, se fortalezca en el amor, bajo la guía del Papa N., de nuestro Obispo N., y de
todos los Obispos de la Iglesia, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por los hombres de buena voluntad, hijos de un único Padre y Creador, para que reconociéndose como
hermanos trabajen por la edificación constante del Reino de Dios, que es paz y gozo en el Espíritu Santo,
roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha dado, digamos
confiadamente:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Oración conclusiva

Confirma, oh Dios,
lo que has realizado en nosotros
y conserva los dones del Espíritu Santo
en el corazón de tus fieles,
para que nunca se avergüencen
de dar testimonio de Cristo crucificado,
y cumplan siempre con amor tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.
Antífona a la Santísima Virgen María

Reina del cielo, alégrate, aleluya,


porque el Señor,
a quien has merecido llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

ANEXOS

Canto inicial
El Espíritu de Dios

El Espíritu de Dios, está sobre mí,


me ha ungido, me ha enviado.
Yo iré donde me manda, diré lo que me dice.
El Espíritu de Dios está sobre mí.
Me envió a anunciar a los pobres
la Buena Nueva de Dios.
A que reciban la vida eterna
por la misericordia de Dios.

Me ha enviado a anunciar la libertad,


a librar a los cautivos,
a romper las cadenas de opresión,
dar la vista a los ciegos.

A pregonar el año de gracia,


el día de la salvación,
las puertas del cielo están abiertas,
el Padre da su perdón.

Canto interleccional

ALELUYA, ALELUYA.
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA.

Ven Espíritu Santo,


Llena los corazones de tus fieles
Y enciende en ellos
La llama de tu amor.

Fuentes:

Ritual para la Confirmación


Catecismo de la Iglesia Católica (1285-1321)

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