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RITO DE ENTRADA
Invocación inicial
R. Amén.
Monición
Hermanos:
Nos reunimos como comunidad de bautizados para reflexionar y meditar sobre uno de los sacramentos de la
iniciación cristiana, la confirmación. El Espíritu Santo que habita en cada miembro del cuerpo eclesial infunde
constantemente su gracia que acrecienta nuestro compromiso cristiano. Renovemos nuestra fe personal y
comunitaria para disponernos a la acción santificante del Espíritu de Dios.
Acto penitencial
Tú que resucitaste por obra del Espíritu Santo: Señor, ten piedad.
Oración colecta
PRIMERA LECTURA
Derramaré mi espíritu sobre todos los hombres
Palabra de Dios.
SEGUNDA LECTURA
Les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo
En aquellos días, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los
Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios,
les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo.
Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre
del Señor Jesús.
Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El Espíritu del Señor está sobre mí
En aquel tiempo:
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para
hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena
Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces
comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.»
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su
boca.
Reflexión
Es importante decir como ha enseñado la santa Madre Iglesia que la unidad del sacramento de la iniciación
cristiana debe ser salvaguardada, sobre todo hoy cuando nos enfrentamos al problema de las catequesis pre
sacramentales, sin una iniciación cristiana adecuada y carente de su contenido esencial que es la proclamación de
fe de la Iglesia primitiva, del anuncio gozoso de la salvación dada en Jesucristo muerto y resucitado, es decir, del
kerygma. Como especifica la constitución dogmática de la Iglesia Lumen Gentium acerca de quienes han
recibido la confirmación: “Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se
enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir
y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras” (LG 11).
Hagamos un recorrido muy breve en la historia de la salvación. Los profetas de Israel anunciaron que el Espíritu
del Señor reposaría sobre el Mesías esperado, esto lo proclama Isaías (11,2) y tiene su cumplimiento en la
persona de Jesús, él es el Cristo, es decir, el ungido de Dios como lo escuchamos en el Evangelio de Lucas: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. En Cristo reside la plenitud del
Espíritu, el Padre le da el Espíritu sin medida. No obstante, esa plenitud no debía permanecer solo en el Mesías,
porque el amor desbordante de Dios exige que ese Espíritu sea comunicado a todo el pueblo mesiánico, así como
lo escuchamos en la lectura de la profecía de Joel: “yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y
sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones”.
Cristo promete la efusión del Espíritu Santo que se hace efectiva en el día de pascua y de modo manifiesto para
los apóstoles cuando estaban reunidos en el cenáculo el día de pentecostés. Los apóstoles en virtud del mandato
misionero de Cristo comunican el don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, como escuchamos
también en la segunda lectura de los Hechos de los apóstoles: “Estos, al llegar, oraron por ellos para que
recibieran el Espíritu Santo…Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo”. Este don del
Espíritu Santo estaba destinado a completar la gracia bautismal en los que ya se habían adherido por la fe a
Cristo. La Tradición de la Iglesia ha considerado este gesto de la imposición de manos como esencial y fundante
del sacramento de la confirmación. La imposición de manos actualiza y perpetúa en la Iglesia la gracia recibida
en pentecostés.
La imposición de manos no sólo es un gesto de bendición y benevolencia como se puede encontrar en los textos
del Antiguo Testamento, sino también la consagración para una misión específica, la que aparece en nuestro
Evangelio de hoy: “llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Cada uno de nosotros, quienes ya
hemos recibido el sacramento de la confirmación y quienes se disponen a recibirlo debemos ser conscientes de la
tarea ardua y constante del seguimiento de Jesús que supone la renuncia a nosotros mismos, el desapego de todo
lo que va en contra de las virtudes cristianas para abandonarnos a la voluntad de Dios que libera y conduce a la
verdad, en este sentido la imposición de manos también es un gesto penitencial que nos invita a una conversión
permanente a Cristo. Este signo de la imposición de manos confiere a los bautizados el espíritu profético que
genera un vínculo estrecho con la comunidad apostolica y pentecostal originante y nos da la fuerza para ser
testigos de la verdad, apóstoles de Cristo.
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y, ya que es una misma la fe, la esperanza y el amor que el
Espíritu Santo ha infundido en todos nosotros, que nuestra oración sea también unánime ante la presencia de
nuestro Padre común.
- Por estos hijos tuyos que se preparan para recibir el don del Espíritu Santo y miembro más
comprometidos del pueblo de Dios, para que, con una fe sólida y un amor solícito den siempre
testimonio de Cristo, roguemos al señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por sus padres y padrinos, para que con su vida y enseñanza contribuyan a que estos candidatos al
sacramento de la confirmación sigan fielmente a Cristo, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por la santa Iglesia de Dios, a fin de que convocada por la gracia sobrenatural del Espíritu Santo en la
confesión de una misma fe, se fortalezca en el amor, bajo la guía del Papa N., de nuestro Obispo N., y de
todos los Obispos de la Iglesia, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Por los hombres de buena voluntad, hijos de un único Padre y Creador, para que reconociéndose como
hermanos trabajen por la edificación constante del Reino de Dios, que es paz y gozo en el Espíritu Santo,
roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha dado, digamos
confiadamente:
Oración conclusiva
Confirma, oh Dios,
lo que has realizado en nosotros
y conserva los dones del Espíritu Santo
en el corazón de tus fieles,
para que nunca se avergüencen
de dar testimonio de Cristo crucificado,
y cumplan siempre con amor tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Antífona a la Santísima Virgen María
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
ANEXOS
Canto inicial
El Espíritu de Dios
Canto interleccional
ALELUYA, ALELUYA.
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA.
Fuentes: