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La música prohibida, Mozart

y el ciclo de la cultura
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La historia de la civilización occidental está sin duda,
marcada por la Iglesia Católica. La Iglesia, además de
resultar un elemento de transmisión cultural, fue también un
instrumento de represión y control basada en esta propia
cultura. Hoy en día, las formaciones clásicas no son muy
habituales, y bastante menos populares, sobre todo entre la
gente joven y de mediana edad.

Por eso, y aunque la redundancia me persigue (ya escribí sobre esto


en el año 2005), traigo algo que nada tiene que ver con la temática
habitual de este blog. El Miserere Mei, Deus de Gregorio Allegri,
perteneciente al Salmo 50 (en numeración griega) de Gregorio Allegri.
Una de las piezas más maravillosas de la historia de la
música. Recomiendo encarecidamente escuchar en el reproductor
mientra se lee la historia.

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Gregorio Allegri: Miserere mei, Deus – St. Johns College Choir,


Cambridge

El miserere que escuchamos pertenece al Salmo 51 (50 con


numeración griega) y se compuso durante la vigencia del Papa
Urbano VII, probablemente alrededor de 1630, para su uso en la
capilla sixtina durante los oficios de maitines en el Miercoles y el
Viernes de la Semana Santa. Era la pieza final de doce misereres que
se cantaron durante el oficio desde 1514 y la más popular.

En algún momento, se prohibió totalmente su transcripción a partituras


y su reproducción solamente era permitida en estos oficios, añadiendo
un halo de misterio a la pieza. Escribirla o reproducirla sin permiso era
un acto castigable por parte del Vaticano bajo pena de excomunión, y
ya sabemos como se trataba la excomunión en el siglo XVII).
Con 14 años, Mozart visitó la capilla sixtina durante la celebración
pontificia, y dado que se trata de un salmo muy largo con nueve
estrofas repetidas, fue transcribiendolo sobre la marcha, durante la
celebración del Miércoles Santo, volviendo el Viernes Santo para
tomar correcciones menores. Posteriormente conoció al historiador
Charles Burney, que llevó la pieza a Londres y la publicó en 1771.

Una vez publicado, se eliminó la prohibición que se había levantado


sobre el Miserere y se hicieron más transcripciones. El Papa hizo
llamar a Mozart para conocer al genio que había sido capaz de
transcribir la obra.

Posiblemente, el Papa asumió que Mozart no era un pirata, sino


un genio transmisor de cultura. Una cultura prohibida durante
doscientos años por el Vaticano sin razón ni explicación, bajo
pena de excomunión. Una obra reservada al puro placer de los
Papas y, en algunas ocasiones, de la plebe. Hoy en día, es una de las
piezas vocales a capella más famosas en todo el mundo

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