Mario Posas es un reconocido sociólogo e investigador hondureño. Dedicando la mayor parte de su trabajo a la investigación de su país, especialmente en lo referente a la construcción nacional y las luchas populares (de obreros y campesinos). Esta trayectoria fue la que le un hizo espacio en el proyecto de reconstrucción de la historia de Centroamérica en un amplio libro con muchos volúmenes, participando específicamente en el capítulo dos del tomo IV, dedicado a las Repúblicas agroexportadoras (1870-1945). Este capítulo esta dedicado a las plantaciones bananeras, haciendo una caracterización amplia de su origen comercial, y forma de funcionamiento. El objetivo central del texto es hacer una descripción de las plantaciones y las compañías extranjeras, estableciendo al mismo tiempo una relación entre estas y los cambios en la realidad de los países centroamericanos en varios niveles. Establece entonces que el flujo de capital extranjero a través de las plantaciones y sus servicios, estuvo en la base de la intervención norteamericana en los asuntos políticos de los países centroamericanos. Honduras aparece como el centro del estudio dado los alcances de la exportación bananera en el país. Sin descuidar a Costa Rica y Guatemala, donde las plantaciones también fueron importantes. Estos tres fueron los principales productores. Las plantaciones en sus inicios se establecieron en las tierras bajas, fértiles, calurosas y lluviosas del litoral atlántico en estos países. Estas tierras estaban alejadas y poco pobladas, siendo objeto de una colonización agrícola, lo que facilitó el establecimiento del enclave. En Honduras y Guatemala la exportación comenzó a base de productores locales que vendían luego su producto a compañías estadounidenses. En Costa Rica esto fue paralelo a la gran producción. En este país Minor Keith estableció grandes plantaciones al lado del ferrocarril que construyó. En principio fueron su actividad secundaria, pero dadas las utilidades se constituyeron en su principal negocio, obteniendo granes concesiones de tierras a cambio de construir ferrocarriles. Esto último, la relación entre ferrocarriles y concesiones de tierra, que luego serían usadas en plantaciones, fue el prototipo de la generalidad que adquiriría el negocio en los otros países. Las concesiones fueron una generalidad al establecimiento de plantaciones. Eran acuerdos donde las grandes compañías norteamericanas se comprometían a construir ferrocarriles a cambio de inmensas cantidades de tierra, exenciones de impuestos y derecho de uso del ferrocarril. Además, en muchos casos se daba derecho exclusivo al aprovechamiento de ríos y puertos. Su difusión radicó en que encarnaban el ideal de desarrollo industrial y económico capitalista. Las élites creían que al tener ferrocarriles, al atraer al capital extranjero, sus países iniciarían el camino al desarrollo, generando beneficios tanto para las compañías como a los ciudadanos. En cuanto al desarrollo y cumplimiento de las concesiones, es claro que las compañías sólo cumplían en la medida que beneficiaban de sus intereses. Construían únicamente los tramos que le servían para exportar la fruta; construyendo inclusive líneas clandestinas, o apropiándose de otras ya existentes. Esto traía denuncias y reclamos, los cuales eran superados mediante sobornos, prestamos o pagos en multas, todos sin afectar a la compañía. Era más bien un acto formal. Las grandes utilidades producto del negocio de banano crearon en las empresas la necesidad de constantes reorganizaciones financieras, organizando más dinero. Simultáneamente ocurría un procesos de centralización del capital, donde la United Fruit Company sería protagonista, estableciendo un monopolio. Esta empresa se caracterizó por absorber a sus competidores, aprovechando su tamaño. La United compraba las empresas para luego imponerles un rol de subsidiaras, subcontratándolas y constituyendo el monopolio comercial. En 1929 se dio absorción más importante, a la Cuyamel Fruit Co., quien por esos años era un real competidor, tanto en el mercado, como en el control de la producción centroamericana. El monopolio no sólo era sobre el mercado y la producción, sino también en los ferrocarriles y en los puertos, e igualmente en los buques de exportación. Cada empresa contaba con una integración vertical del negocio. Además, de forma paralela, diversificaron sus inversiones. Por ejemplo, en relación a los buques se estableció un negocio alterno, consistente en importar alimentos para mercados pertenecientes a las compañías: comisariatos. Estos eran establecimientos comerciales donde los empleados de las compañías podían adquirir bienes de consumo a cambio de los cupones que, en varios casos, recibían por salario. Otras inversiones se dieron en la caña de azúcar, ingenios, ganadería, café, fábricas e incluso bancos. El trabajo en las compañías estaba organizado de forma jerárquica: en los más alto estaban inspectores blancos (extranjeros); y en lo más bajo estaban los asalariados de las plantaciones. Ambos llegaron a habitar en aldeas construidas por la compañía, más sus condiciones de vida eran muy distintas. Los primeros habitaban cómodas cabañas, con varios servicios y la posibilidad de tener una vida estadounidense. Los asalariados y sus familias vivían en pensiones organizadas en torno a un centro médico, un campo deportivo y una escuela proporcionados por la compañía. El régimen de trabajo asalariado empezó con un problema: la falta de mano de obra. Se generaron entonces mecanismos de “enganche” e importación de mano de obra. Sobre esto último hay que destacar el papel de los jamaiquinos, estos fueron importados a Centroamérica, respaldados con argumentos como su experiencia, su fuerza, y menos dicho, su idioma, se entendían directamente con los patrones blancos. Solucionado esto, se estableció el trabajo asalariado, designando tareas y estableciendo equipos de trabajo. En cuanto al pago, se hacía de forma mensual, dando adelantos, en cupones, sí el empleado los pedía (esto no excluye que muchas veces se pagaba en cupones). No todo era así, las compañías muchas veces recurrían a la subcontratación, o nada más a la compra del producto, en estos casos eran importantes los productores locales. Estos productores firmaban contratos de compra-venta en los cuales se comprometían a vender toda su producción a la compañía, esto acorde a las indicaciones comerciales y técnicas de la compañía. Los contratos contenían clausulas de calidad y lista de precios. A pesar de la claridad de estos, la compañía aprovechaba su posición para sacar provecho, pagando precios arbitrarios y comprando la producción en base a las dinámicas del mercado: hacía rechazos arbitrarios. Igualmente, no fueron pocas las ocasiones que despojo productores locales de sus tierras a base de sabotaje y malos precios. Para la comercialización del producto se creó un sistema de clasificación en tipos de racimos. El “racimo” se entendía como una medida única. Un racimo propiamente era de nueve manos o más, sí tenía menos manos era un racimo incompleto, el cual se completaba con otro incompleto. Este sistema le permitió a las compañías evadir impuestos y manipular las estadísticas de exportación. El gran poder económico de las compañías les dio capacidad de incidencia sobre las decisiones políticas de los países donde hacían presencia. Así, sobornaron e impusieron sueldos adicionales a funcionarios locales y regionales para imponer de forma segura e indiscutida su voluntad en las zonas donde estaban sus plantaciones. Mas no sólo se quedaron ahí, sino que lograron incidir en la política central de estos Estados. Ejemplo de esto fue la intervención de Samuel Zemurray en el golpe de Estado de Honduras de 1910. Igualmente se dieron apoyos a carreras políticas y caudillos. Dentro de marcos democráticos se cooptaron asambleas y presidencias, logrando grandes beneficios tributarios a la vez que se monopolizaba el negocio a base de sabotajes legislativos. El texto se constituye en un “ladrillo” por su extensión y detalles. Mas es muy interesante, De hecho bien podría ser la base del documental, a pesar de que no hace ningún énfasis en el mercado estadounidense. En cuanto a su información: hay muchas cosas, expresa muchas relaciones con la clase. Estas serían: el monopolio, el poder político y social de las corporaciones, las facilidades por parte del Estado, el monocultivo, el despojo, el proceso de acumulación de capital, la reducción de costos, la integración vertical, entre otros. En relación a la exposición del tema, me parece que el autor no asume una actitud en contra de las élites de estos países. Pinta a estas varias veces como seres inocentes y con buenas intenciones, dejando de lado el carácter naturalmente contradictorio de este negocio. Además el autor tiene sesgos racistas, pero es entendible en la medida que estos hacen parte de las políticas de los Estados y sus proyectos de construcción nacional. Es interesante como resalta este tema, e igualmente la breve mención al género, En esto no hace un trato nada profundo, hace pensar que todos los trabajadores eran hombres, y sólo en casos excepcionales, y cantidades mínimas, mujeres. Referencias Posas, M. (1993). La plantación bananera en Centroamérica (1870-1929). En Las repúblicas agroexportadoras (1870-1945). Víctor Acuña (cord). Historia general de Centroamérica, Tomo IV. P. 111-166.