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Es difícil definir qué es ser alfabeto y qué es ser analfabeto. No existe un consenso al
respecto. O bueno, tal vez el único acuerdo es que, ambos hacen referencia a habilidades
concretas de lectura y escritura. Si una persona sabe leer y escribir, está alfabetizadas. Si,
por el contrario, no sabe, es analfabeta. Así de simple. Sin embargo, esta visión, la más
tradicional que existe, ha sido últimamente muy problematizada. Pues se ha empezado a
concebir la alfabetización de manera distinta, como un uso significativo de un alfabeto en
contextos culturales específicos. Ya no cuenta sólo poder identificar las letras, sino
utilizarlas en la resolución de problemas particulares, que respondan a una necesidad
cultural. Por esto la alfabetización hoy se estudia desde una perspectiva social y cultural. Y
por esto las múltiples redefiniciones y agregados creativos al término alfabetización, como
por ejemplo: Alfabetización digital, alfabetización temprana, alfabetización en medios de
comunicación o alfabetización académica (Braslavsky, 2003).
Esta afirmación parte de reconocer un mundo muy distinto al que dio origen al
concepto tradicional de alfabetización. El siglo XXI es un tiempo de flujos constante de
información y comunicaciones, con vastas opciones de Hardware tecnológicos. La vida hoy
es más rápida de lo que lo fue en el pasado. El conocimiento ya no está reservado sólo a
unos pocos. El acceso a todo, por parte de todos está casi garantizado, sólo hace falta una
buena conexión y una computadora. Así lo dicen Irrazabal (2014) y Pallarés (2014). Ambos
autores coinciden en la necesidad de una educación acorde a su tiempo, que haga uso
estratégico de los nuevos medios tecnológicos de información. En esto, además,
concuerdan varias organizaciones internacionales, asociaciones interestatales y gobiernos
por todo el mundo.
A priori, parece que el enfoque del gobierno es afirmativamente cultural. Pues plantea
una educación en línea con necesidades contextuales específicas. Sin embargo, no
profundiza mucho al respecto. Por lo que nos parece muy interesante abordar la cuestión.
Más si tomamos en cuenta su importancia para la vida de miles de personas, cuyo bienestar
dependería directamente del éxito de estos programas.
Por ahora, la tasa de analfabetismo está en 5.8 y se plantea reducirla a 3.8. Este es un
requerimiento de la UNESCO para declarar al territorio libre de analfabetismo (Datos de la
página web oficial del Ministerio de Educación Nacional). Una meta buscada hace años,
con reducciones importantes en la misma tasa: se pasó de una tasa del 7.1 en 2003, a una de
6.1 en 2015.