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Justificación

En la actualidad no hay nada más discutido que la “Edad escolar” y el papel de la


escuela en la educación del ser humano. Pues todo parece indicar que el aprendizaje es un
proceso a largo plazo, que se renueva día a día en las experiencias cotidianas de los sujetos.
Nunca paramos de aprender. Por lo tanto, mucho de lo que aprendemos, lo aprendemos
fuera de la escuela. Sin embargo, esto no implica que la escuela ya no sea importante.
Continúa siendo una instancia decisiva en la adquisición temprana de habilidades de lectura
y escritura. Sólo significa que es necesario dejar atrás la visión unidireccional que postulaba
a la escuela como el único lugar de enseñanza y aprendizaje en la vida del ser humano.

“La convención social asume que la infancia -y más específicamente la llamada


“Edad escolar”- es la edad “normal” para aprender a leer y a escribir. Dicha convención
social se basa, no obstante, en dos falsos supuestos: (a) sociedades que aseguran a todos
los niños y niñas el derecho a acceder a la escuela, y (b) escuelas que aseguran el derecho
a aprender” (Torres, Pág 28).

La escuela no posee el monopolio sobre todo el conocimiento, nunca lo ha hecho.


Porque desde tiempos inmemoriales, su papel siempre estuvo reservado a ciertos
estamentos de la vida social. No todos podían acceder a la escuela. En un principio debido a
cuestiones de sangre, de linaje. Después, en base a una gran discriminación económica. Y
hoy, porque simplemente no alcanza a cubrir la demanda educativa de una población
inmensa. En muchos países del “Sur” las coberturas educativas son insuficientes; faltan
recursos físicos y materiales, personal docente calificado y alumnos motivados, pues los
conocimientos enseñados, por lo general, no responden a las necesidades sociales y
culturales del estudiantado. Esta es la razón por la que en muchísimos Estados las tasas de
analfabetismo causan preocupación.

Es difícil definir qué es ser alfabeto y qué es ser analfabeto. No existe un consenso al
respecto. O bueno, tal vez el único acuerdo es que, ambos hacen referencia a habilidades
concretas de lectura y escritura. Si una persona sabe leer y escribir, está alfabetizadas. Si,
por el contrario, no sabe, es analfabeta. Así de simple. Sin embargo, esta visión, la más
tradicional que existe, ha sido últimamente muy problematizada. Pues se ha empezado a
concebir la alfabetización de manera distinta, como un uso significativo de un alfabeto en
contextos culturales específicos. Ya no cuenta sólo poder identificar las letras, sino
utilizarlas en la resolución de problemas particulares, que respondan a una necesidad
cultural. Por esto la alfabetización hoy se estudia desde una perspectiva social y cultural. Y
por esto las múltiples redefiniciones y agregados creativos al término alfabetización, como
por ejemplo: Alfabetización digital, alfabetización temprana, alfabetización en medios de
comunicación o alfabetización académica (Braslavsky, 2003).

“Tiene, pues, la alfabetización, en la medida en que responde a los cambios de la


sociedad, una naturaleza cambiante (UNESCO,2004) al querer responder en parte a las
nuevas necesidades de los individuos provocadas por las nuevas formas de comunicación,
las diferentes funciones atribuidas a la lectura y a la escritura, y al contexto
socioeducativo. Es manifiesto el hecho de que el concepto tradicional de alfabetización
básica no es suficiente para dar cuenta, de todas las necesidades de la sociedad actual”
Marín (2006 citado por Nuñez & Rodríguez).

Esta afirmación parte de reconocer un mundo muy distinto al que dio origen al
concepto tradicional de alfabetización. El siglo XXI es un tiempo de flujos constante de
información y comunicaciones, con vastas opciones de Hardware tecnológicos. La vida hoy
es más rápida de lo que lo fue en el pasado. El conocimiento ya no está reservado sólo a
unos pocos. El acceso a todo, por parte de todos está casi garantizado, sólo hace falta una
buena conexión y una computadora. Así lo dicen Irrazabal (2014) y Pallarés (2014). Ambos
autores coinciden en la necesidad de una educación acorde a su tiempo, que haga uso
estratégico de los nuevos medios tecnológicos de información. En esto, además,
concuerdan varias organizaciones internacionales, asociaciones interestatales y gobiernos
por todo el mundo.

Es aquí cuando llegamos al punto central en la justificación de este trabajo. Porque lo


que buscamos es caracterizar las políticas públicas del Estado colombiano en miras a una
alfabetización continua. Nos parece importantísimo tipificar el papel del Estado en la
implementación de los cambios necesarios para una educación acorde con las nuevas
dinámicas del siglo XXI. Queremos saber si concuerda o no con las últimas definiciones de
alfabetización, y de como es necesario ver este proceso como una tarea continua de larga
duración, que no acaba en la escuela. Por eso el centro de nuestra reflexión está en la
educación para adultos, porque perseguimos conocer qué tanto se comprende su situación y
cómo se usa la alfabetización para ayudarles a mejorar su vida en el mundo actual. Esto
desde una perspectiva cultural y sociológica, principalmente.

A priori, parece que el enfoque del gobierno es afirmativamente cultural. Pues plantea
una educación en línea con necesidades contextuales específicas. Sin embargo, no
profundiza mucho al respecto. Por lo que nos parece muy interesante abordar la cuestión.
Más si tomamos en cuenta su importancia para la vida de miles de personas, cuyo bienestar
dependería directamente del éxito de estos programas.

Por ahora, la tasa de analfabetismo está en 5.8 y se plantea reducirla a 3.8. Este es un
requerimiento de la UNESCO para declarar al territorio libre de analfabetismo (Datos de la
página web oficial del Ministerio de Educación Nacional). Una meta buscada hace años,
con reducciones importantes en la misma tasa: se pasó de una tasa del 7.1 en 2003, a una de
6.1 en 2015.

“La alfabetización además de desarrollar competencias básicas y ciudadanas,


permite a la población joven, adulta y mayor del país desempeñarse en diferentes
contextos, participar activamente en sus comunidades, mejorar sus condiciones de vida y
las de sus familias”. Así se expresó la Sra. ministra de educación en un artículo oficial,
fechado al 8 de septiembre de 2020.

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