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REVISTA ALASRU

Análisis Latinoamericano del Medio Rural


nueva época no.10, octubre 2014
REVISTA ALASRU
Análisis Latinoamericano del Medio Rural
nueva época no.10, octubre 2014

Dirección

Blanca Aurora Rubio Vega


Universidad Nacional Autónoma de México, México

Editor

César Adrián Ramírez Miranda


Universidad Autónoma Chapingo, México

Comité Editorial

Dra. Silvia Cloquell Dra. Cristina Steffen


Universidad Nacional de Riedemann
Rosario, Argentina Universidad Autónoma
Metropolitana Iztapalapa,
Dra. Luisa Paré Ouellet México
Universidad Nacional
Autónoma de México, México Carlos Cortez Ruiz
Universidad Autónoma
Dra. Ana Esther Ceceña Metropolitana Xochimilco,
Martorella México
Universidad Nacional
Autónoma de México, México Dr. Miguel Ángel Sámano
Rentería
Dra. Beatriz de la Tejera Universidad Autónoma
Hernández Chapingo, México
Universidad Autónoma
Chapingo, México Dr. Hermilo Navarro Garza
Colegio de Postgraduados,
México
ALASRU
Análisis Latinoamericano del Medio Rural

• Revista de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural


• Publicación periódica con arbitraje
• Los artículos expresan las opiniones de sus autores y no necesariamente
representan el punto de vista de la asociación o de la uach

Comité Consultivo

Argentina. Gabriela Martínez Dougnac.


Bolivia. Ivonne Farah.
Brasil. Leonilde Medeiros.
Colombia. Darío Fajardo.
Chile. José Bengoa.
Ecuador. Francisco Hidalgo.
México. Armando Bartra.
Perú. Fernando Eguren.
Uruguay. Diego Piñeiro.
Francia. Kostas Vergopoulos, Thierry Linck.

Coordinación del número 10:

Corrección de estilo: César Adrián Ramírez Miranda


Formación: Fidel Romero Ponce
Portada:
CONTENIDO

Editorial. Blanca Rubio Vega y César Adrián Ramírez Miranda 7

Campesinos del tercer milenio: aproximaciones a una 17


quimera
Armando Bartra

La crisis alimentaria y financiera mundial 45


Kostas Vergopoulos

A reapropriação social da natureza e a reinvenção dos territó- 63


rios: uma perspectiva latinoamericana
Carlos Walter Porto-Goncalves

¿Fin del desarrollo rural? 87


José Bengoa

Corredores migratorios y cambios en los medios de vida 107


rurales en América Central
Abelardo Morales

¿Resurge la renta de la tierra? La revalorización de los bienes 127


agropecuarios y su impacto en América Latina.
Blanca Rubio

La tenencia de la tierra y sus problemas en América Latina y 147


el Caribe
Sergio Gómez

Estructura agraria, pequeña producción y gobiernos progre- 169


sistas en Uruguay
Alberto Riella

Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto 187


Diego Piñeiro y Joaquín Cardellaic
Ampliación de fronteras agrícolas en Argentina: Interrela- 207
ciones entre el capital concentrado y la producción familiar
Mónica Bendini

Disputas, acaparamiento y despojo de tierras en la 231


Argentina: “no es la soja, es el capitalismo…”
Gabriela Martínez Dougnac

La transición hacia la producción de agrocombustibles en 257


dos regiones de Colombia: el sur occidente del Caribe y
la Orinoquia
Darío Fajardo

Patrones migratorios en contextos de ruralidad y margina- 277


ción en el campo mexicano, 2000-2010: Cambios y conti-
nuidades
Xóchitl Bada y Jonathan Fox

Las disputas por la apropiación del agua. ¿En el umbral de 297


una globalidad excluyente?
Luisa Paré

El reto de la sociología rural latinoamericana hoy: produ- 317


cir conocimiento situado
Isaías Tobasura

Los estudios rurales en Cuba. Reflexiones sobre la estruc- 339


tura social y los cambios en la agenda de investigación
María Arias y Arisbel Leyva

Dilemas teóricos y metodológicos de la sociología rural 359


en América Latina
Armando Sánchez

La consulta: práctica ancestral de participación 381


de los pueblos y toma de decisión
Ramona Margarita Domingo Díaz
Editorial

IX Congreso de ALASRU: América Latina


nuevamente a debate

A la memoria de Arturo León López


infatigable educador y estudioso
del campo y sus complejidades

Este décimo número de la Revista ALASRU incluye un conjunto impor-


tante de las conferencias magistrales y las ponencias de las mesas redondas
correspondientes al IX Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, rea-
lizado en la Ciudad de México del 6 al 10 de octubre de 2014 bajo la temáti-
ca: Sociedades rurales latinoamericanas, diversidades, contrastes y alternati-
vas. Como ha constituido una tradición desde el VII Congreso celebrado en
Quito Ecuador, la Asociación presenta a sus socios y a la comunidad cientí-
fica en general, al inicio del Congreso, en un número especial de la revista, las
ponencias de los conferencistas magistrales y los panelistas invitados.
El IX Congreso de ALASRU confirma la vitalidad de la Asociación y el
dinamismo de la academia vinculada a los acuciantes problemas del campo
latinoamericano. Ello se refleja en la afluencia masiva a los veintidós grupos
de trabajo en los que discurrirá la actividad del congreso, así como en la gran
diversidad de ángulos desde los que se intenta documentar y explicar las
vertiginosas transformaciones del espacio rural latinoamericano.
Con el objeto de establecer referentes comunes para enriquecer la discu-
sión en los grupos de trabajo, los organizadores del congreso convocaron a
reconocidos especialistas a dialogar en seis mesas redondas que constituyen
el núcleo duro de la reflexión de este congreso, misma que estuvo apuntalada
por la contribución de cuatro conferencistas magistrales de señalada trayec-
toria en los estudios rurales.
Las mesas redondas se enfocaron a bordar sobre preocupaciones comu-
nes al amplio espacio rural latinoamericano: Ambiente y sociedad: la disputa
por los recursos naturales, es una mesa que da cuenta de la centralidad del
problema ambiental a escala planetaria y de las diversas manifestaciones de
la lucha por la apropiación de los recursos naturales ya no sólo por el agro-
negocio monocultivador, sino por el gran capital volcado a los usos más ren-
tables del espacio rural. Frente a ello, la mesa Las alternativas al desarrollo.
Desigualdad, pobreza y migración en el agro latinoamericano, indica que las

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viejas asignaturas que lastran a la sociedad rural siguen sin resolverse y. más
aún asumen nuevas expresiones que obligan al reconocimiento de su diná-
mica y sus causas profundas. Y como ALASRU se asume como un espacio
que se debe a los hombres y mujeres del campo, un componente central de
su reflexión está dado en la mesa Los movimientos sociales y las alternativas
desde el campo latinoamericano, en la que la voz corresponde justo a las
organizaciones que resisten y buscan transformar su realidad.
La centralidad de la cuestión alimentaria y la persistencia de la agri-
cultura familiar y campesina, explican el interés por convocar a dos mesas
estrechamente relacionadas: Agricultura familiar frente a los agronegocios,
da cuenta de una disputa no sólo por los recursos y las políticas públicas, sino
por la hegemonía de la visión sobre el campo que se requiere en América
Latina. Por otra parte, Crisis y soberanía alimentaria, implica subrayar la
economía política de las transformaciones que tienen lugar desde la Pata-
gonia hasta el Río Bravo atendiendo a la necesidad de nuestros países de
resolver la elevada dependencia alimentaria en que han caído en las décadas
recientes.
La mesa redonda Dilemas teóricos y metodológicos de la sociología rural
latinoamericana, busca alimentar la búsqueda de los encuadres más perti-
nentes para reconocer una problemática tan compleja, diversa y dinámica
como la abordada en los grupos de trabajo, mesas redondas y conferencias
magistrales de este IX Congreso.
En suma, los artículos de este número dan cuenta claramente de la com-
pleja situación que atraviesa el mundo rural latinoamericano. En el contexto
de la crisis capitalista y alimentaria se destacan temas como el neocampesi-
nismo oficial impulsado por la FAO y el Banco Mundial; la apabullante pre-
sión del capital sobre la tierra y los recursos naturales de los campesinos; la
complejización de las migraciones rurales; el achicamiento de la agricultura
familiar, pero también su resistencia y persistencia. También se destacan los
movimientos surgidos a lo largo y ancho de la región en contra del despojo
y por la integración productiva de los campesinos, así como los debates y
discusiones que han florecido en esta época de cambios. Desde esta pers-
pectiva, este número de la revista es reflejo fiel de la convulsa época en que
vivimos. De manera que un lector que la revise veinte años después podrá
contar con un testimonio analítico de la transición capitalista en el mundo
rural latinoamericano. Y con ello, del enorme sufrimiento de los despojados
y la lucha y el coraje con que defienden su apego ancestral al terruño y a su
modo de vida.

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La estructura de este número responde a un orden expositivo que dis-
curre de lo general a lo particular y remata sobre aspectos generales de or-
den teórico y metodológico. De entrada se presentan tres conferencias ma-
gistrales, seguidas de un conjunto de ponencias de las mesas redondas que
abordan temas generales latinoamericanos; a continuación se presentan las
contribuciones que analizan problemáticas referidas a los distintos países, y
finalmente se presentan tres ponencias en las que se discute sobre las orien-
taciones y métodos de los estudios agrarios y sociales sobre el mundo rural.
La voz colectiva de ALASRU se expresa en este número mediante las
aportaciones de reconocidos colegas de Brasil, Colombia, Chile, Argentina,
Uruguay, Cuba, Costa Rica y México. Polifonía que se enriquece con las
contribuciones de académicos de Francia y Estados Unidos para configurar
un texto de gran interés y trascendencia.
En la conferencia inaugural del IX Congreso, intitulada Campesinos del
tercer milenio: aproximaciones a una quimera, Armando Bartra analiza la
crisis alimentaria desde un punto de vista crítico, como parte de la crisis
capitalista y civilizatoria que atraviesa el mundo. Señala que, a diferencia
de enfoques a los que caracteriza como circulacionistas, la crisis es esencial-
mente productiva y expresa el agotamiento del modo capitalista de producir,
dañando los recursos naturales y el ambiente, y que el declive de los rendi-
mientos y una demanda al alza han llevado a una crisis epocal de enormes
dimensiones. Aborda también el neocampesinismo oficial que ocurre en el
entorno de la expansión del capital sobre los recursos naturales la cual ha
desatado una lucha abigarrada, amplia y plural por la defensa del territorio.
Bartra destaca la necesidad de unir la lucha defensiva contra el despojo del
capital con la lucha de los labriegos por integrarse como productores y cul-
mina el artículo con una visión esperanzadora, expresada en el acercamiento
que tuvo lugar entre estos movimientos en la reunión celebrada en Atenco,
Estado de México, en agosto del 2014, como respuesta a la reforma ener-
gética de Enrique Peña Nieto que amenaza la propiedad social de la tierra.
La conferencia magistral de Kostas Vergopoulos, titulada La crisis finan-
ciera y alimentaria mundial, aborda el vínculo entre la crisis alimentaria y la
crisis capitalista y financiera actual. Señala que el sistema alimentario mun-
dial está agotado y por ello, el capitalismo requiere de la presencia de sectores
no capitalistas como los campesinos que producen generando el ahorro de
la ganancia y la renta de la tierra. Señala que la razón por la cual el Banco
Mundial y la FAO están impulsando programas de seguridad alimentaria
centrados en la economía campesina, radica en la necesidad de superar la

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contracción de los mercados alimentarios, ocasionada por la mundialización
y la financiarización, con el fin de reducir los costos y los precios. Los cam-
pesinos, dice Vergopoulos, son hoy necesarios al capitalismo y la pobreza
campesina lejos de ser una rémora del pasado es hoy una ventaja competitiva
para el capital, aunque esto no necesariamente beneficie a los campesinos.
Carlos Walter Porto-Goncalves, contribuye con la conferencia magis-
tral, A reapropiacao social da natureza e a reinvecao dos territorios: una
perspectiva latinoamericana, en la que parte de una crítica a la racionali-
dad eurocéntrica y al desarrollo sostenible para abordar el nexo sociedad-
naturaleza como un vínculo político y no técnico, donde lo importante es
la reapropiación social de la naturaleza. Señala que el tránsito de la lucha
por la tierra a la lucha por el territorio implica un concepto más amplio, que
incluye la cuestión ambiental, en donde la tríada territorio-territorialidades-
territorialización constituye una cuestión política de primer orden. Subraya
la necesidad de construir una agenda política con un rico patrimonio natural
y cultural, nutrido por los movimientos de los campesindios por la defensa y
recuperación de sus territorios para reinventar nuestra existencia.
Jose Bengoa en su contribución intitulada ¿Fin del desarrollo rural? ana-
liza, con su bella prosa, las transformaciones ocurridas en América Latina
en los últimos doce años. El predominio de lo indígena sobre lo campesino,
manifiesto en la lucha por la defensa de los territorios; la separación entre
vida rural y producción agrícola que ha llevado a la formación de un amplio
contingente del mercado laboral formado de manera predominante por mu-
jeres temporeras; los cambios en la migración definitiva hacia una de ida y
vuelta; transformaciones que en su conjunto muestran el fin del desarrollo
rural. A través de un panorama de imágenes rurales -por las cuales constata
que los campesinos se han convertido en indígenas, que lo agrícola corres-
ponde a las grandes empresas y que el imaginario apunta ahora hacia el buen
vivir, el bienestar y la preservación del mundo ancestral sobre los cantos de
sirena del progreso- Bengoa llama a abandonar el concepto de desarrollo ru-
ral, en tanto ha dejado de ser útil para entender la realidad latinoamericana.
En el artículo de Abelardo Morales Gamboa titulado Corredores migra-
torios y cambios en los medios de vida rurales en América Central, el autor
vincula la migración con las transformaciones estructurales que han ocurrido
en Centroamérica, principalmente en la etapa neoliberal y en el período de
la crisis actual. Señala que las comunidades dejaron de ser rentables al capital
por lo que ahora la posesión de la tierra constituye un obstáculo para el avan-
ce de las empresas en su necesidad de tierra y recursos naturales. Asimismo,

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analiza los efectos de la crisis cafetalera ocurrida a fines de los noventa y
principios de los dos mil, la cual, al coincidir con la crisis capitalista ha ge-
nerado fuertes procesos de pauperización en el campo centroamericano que
han llevado en algunos lugares a la desciudadanización de la población, en
tanto “la pérdida de un estado de integración del individuo”. Sin embargo,
la población rural no ha desaparecido, sino que ha generado procesos de
resistencia para persistir en el campo, entre ellos la utilización de las remesas
para alentar la producción de alimentos básicos.
En su artículo ¿Resurge la renta de la tierra? La revalorización de los bie-
nes agropecuarios y su impacto en América Latina, Blanca Rubio propone
retomar el concepto de renta de la tierra para analizar las transformaciones
ocurridas en América Latina a raíz del aumento estructural en los precios de
los bienes agropecuarios. Señala que la renta de la tierra ha estado ligada a la
presencia de los campesinos, pues ésta ha constituido una vía para erradicar
la renta al abaratar los alimentos básicos. Sin embargo, en la actual transi-
ción, el aumento en los costos de los insumos y el dominio de las empresas
transnacionales que imponen precios internos devaluados, ha impedido que
la renta de la tierra se imponga en la producción de bienes básicos, por lo que
los campesinos no constituyen una vía para atemperar la renta de la tierra.
Esta, en cambio ha florecido en los bienes para exportación como la soya o
los comodines para agrocombustibles, por lo que el capital de diversos ramos
se ha orientado a comprar tierras y sembrar cultivos con el fin de captar la
renta de la tierra y la renta financiera. Este proceso ha generado el despojo
de la tierra y los recursos naturales de las unidades campesinas a la vez que
ha golpeado la soberanía alimentaria en la región.
Sergio Gómez en su artículo La tenencia de la tierra y sus problemas
en América Latina y el Caribe, presenta los resultados obtenidos en dos
investigaciones de la FAO en las que participó, sobre el problema del acapa-
ramiento de tierras y la concentración y extranjerización de la tierra. Vincula
los procesos mencionados de manera causal a las crisis capitalista, energética
y alimentaria y propone una tipología para clasificar el nivel de la concentra-
ción en los distintos países de la región. Concluye que el proceso de acapa-
ramiento de tierras presenta, en relación a los años sesenta, niveles más altos
y formas distintas, además de su impacto en la exclusión social y el deterioro
del ambiente; y que en América Latina ocurre un mayor dinamismo en el
acaparamiento de tierras en relación a otras regiones del mundo; una porosi-
dad interregional de capitales y una menor presencia de estados extranjeros
como inversionistas.

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En Estructura agraria, pequeña producción y gobiernos progresistas en
Uruguay, Alberto Riella relata con gran claridad las transformaciones que
han ocurrido en el agro uruguayo en los años recientes, tomando como refe-
rencia la estructura agraria del país desde principios del siglo XX. Va siguien-
do las transformaciones en la tenencia de la tierra y el lugar que ha ocupado
la agricultura familiar, que en ese país es aquella menor a 100 hectáreas.
Señala que durante el neoliberalismo se impulsaron cambios legislativos en
la Ley Agraria, que tuvieron poco efecto en la estructura agraria debido a
los bajos precios que imperaban, pero llevaron a un empobrecimiento de la
producción familiar. A partir del aumento de los precios en el presente siglo,
en cambio, se ha desatado un fuerte proceso de concentración y extranjeri-
zación de la tierra, que ha traído consigo la disminución de la unidad fami-
liar, la cual alcanza los mismos números que a principios del siglo XX. Sin
embargo, aunque se ha reducido su participación en la estructura agraria no
se ha profundizado la pobreza, debido a las políticas que han impulsado los
gobiernos de izquierda. Dichos gobiernos en cambio, no han podido detener
la concentración y extranjerización de la tierra, debido al poder que detentan
las organizaciones empresariales en el país. El mérito del artículo consiste
en desentrañar los matices de las transformaciones, lo cual proporciona una
visión muy rica sobre el agro uruguayo.
Diego Piñeiro y Joaquín Cardeillac, en Producción familiar y agronego-
cios: dos modelos en conflicto, abordan la interrelación entre la producción
familiar y los agronegocios que ocurre en el siglo actual. Definen con preci-
sión los conceptos de agricultura familiar (distinto de campesinos) y agrone-
gocios. A partir de ahí constatan que, mientras de 1908 a 1960 la agricultura
familiar tendió a crecer, de 1960 al 2000 se reduce de manera moderada pero
del 2000 al 2011 cae fuertemente. Este proceso se encuentra estrechamente
relacionado con el desempeño de los agronegocios, que han incidido en la
reducción de la agricultura familiar, el aumento en el precio de la tierra y la
concentración de la propiedad; también en las presiones ambientales con
bienes como la soya y la producción forestal y el crecimiento del merca-
do de trabajo que ha encarecido el salario. Asimismo influyen procesos que
responden al funcionamiento interno de la agricultura familiar como los
problemas sucesorios “que inducen al reparto de la herencia antes que a la
preservación del patrimonio” y la insatisfacción de las necesidades básicas.
En Ampliación de fronteras agrícolas en Argentina. Interrelaciones en-
tre el capital concentrado y la producción familiar, Mónica Bendini muestra
el impacto de los agronegocios sobre la producción familiar en zonas mar-

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ginales de frontera. Analiza formas de presión territorial del capital sobre
la agricultura familiar, procesos de control de las cadenas agrícolas sobre la
producción y el trabajo, así como procesos de acumulación por despojo con
expulsión de campesinos e indígenas. El resultado –propone- es un mundo
agrario que se achica pero a la vez resiste y se reproduce. Se trata de fenóme-
nos de expansión y profundización del dominio del capital con campesini-
zación y asalarización, inclusión y persistencia. Procesos que no desarraigan
totalmente a los campesinos pero a la vez no logran una plena subsunción
del capital sobre el trabajo.
Disputas, acaparamiento y despojo de tierras en la Argentina: “no es la
soja, es el capitalismo…” lleva por título el artículo de Gabriela Martínez
Dougnac, en el que aborda desde una perspectiva histórica el proceso de
acaparamiento y extranjerización de la tierra, así como las consecuencias
en el despojo y la descampesinización en el agro argentino. Señala cómo
el cultivo de la soja ha encarnado y comandado las tendencias capitalis-
tas en la región a partir de los años noventa, y documenta que la respuesta
del gobierno a la crisis del 2001, mediante la devaluación de la moneda,
profundizó claramente el proceso de centralización capitalista, el impulso
de los agronegocios y la entrada de capital extranjero en la inversión tanto
productiva como especulativa, con lo cual el despojo y la desestructuración
de la agricultura familiar y aún de los pequeños y medianos empresarios se
vio fortalecido. La autora ilustra también los procesos de despojo y con ellos
los conflictos por la tierra más representativos y concluye que este fenómeno
profundiza la desigualdad, la injusticia y frena la construcción de una trama
social solidaria y democrática.
Darío Fajardo en La transición hacia la producción de agrocombustibles
en la Orinoquia: el piedemonte y la altillanura, analiza las transformaciones
de los sistemas agrícolas en Colombia a partir de 1950, tomando como eje los
efectos de las políticas y del dominio territorial de las grandes empresas sobre
las comunidades indígenas, en el contexto de la siembra de estupefacientes.
Como resultado de estos procesos, aborda los conflictos por la tierra y el des-
plazamiento, marginación y explotación de las poblaciones indígenas. Ana-
liza los casos de las regiones representativas de la agricultura de plantación
para la exportación: Urabá y la Orinoquia colombiana, así como los vínculos
entre el narcotráfico, los latifundios aceiteros y el Gobierno, cuya asociación
ha convertido la tierra y los recursos de las comunidades en un puro negocio.
En Patrones migratorios en contextos de ruralidad y marginación en
el campo mexicano, 2000-2010. Cambios y continuidades, Xóchtil Bada y

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Jonathan Fox realizan un análisis exhaustivo que relaciona los índices de in-
tensidad migratoria con la marginalidad en el campo mexicano en el ámbito
municipal que les permite alcanzar conclusiones novedosas. Por un lado,
los índices de intensidad migratoria han crecido en una tercera parte de los
municipios rurales, pero por otro, más de la mitad de la población rural aún
vive con bajos grados de dependencia de la migración internacional. Ello
desmistifica la idea de que la migración ha sido la salida principal para la
mayoría de la población rural más pobre. Concluyen también que, a pesar
del aumento en la migración, la población rural ha crecido en términos ab-
solutos. Estas y otras conclusiones, constituyen elementos muy valiosos para
repensar la cuestión migratoria en el campo mexicano.
Luisa Paré en La disputas por la apropiación del agua. ¿En el umbral de
una globalidad excluyente? analiza los conflictos que surgen del proyecto de
construcción de una represa e hidroeléctrica en la Cuenca del río Antigua
para resolver el problema de “escasez” de agua en la ciudad de Jalapa, México.
Señala en primer término, que el problema de la carencia de agua corres-
ponde en mayor medida a problemas de orden administrativo y de gestión
que a escasez del recurso. En este contexto, señala que el impulso de este
proyecto apoyado por los gobiernos estatal y municipal, apunta más hacia
favorecer a determinado grupo de inversionistas que a resolver un problema
real. Aborda la emergencia de un movimiento y organización que se opone a
la construcción de la represa, Pueblos Unidos de la Cuenca Antigua por los
Ríos Libres, que inició como una lucha de resistencia local y que ha logrado
sumar distintos actores, hasta lograr que la empresa brasileña encargada de
la obra se retire, pero, como dice la autora, el campamento sigue. Analiza de
donde viene la fuerza de este movimiento como parte de una lucha amplia
contra el embate del capital sobre los recursos naturales.
La contribución de Isaías Tobasura Acuña lleva por título El reto de la
sociología rural latinoamericana hoy: producir conocimiento situado. Plan-
tea que la sociología rural ha estado influenciada por un conocimiento ajeno
a la realidad de América Latina, con un sesgo eurocéntrico y señala que es
necesario que se impulse conocimiento situado, logrando marcos de refe-
rencia propios que superen el colonialismo intelectual. Aborda las visiones
literarias sobre el campo con el fin de proponer nuevas miradas y formas
de conocimiento de la realidad rural, y propone conceptos tomados de las
ciencias naturales o de otras disciplinas, tales como metabolismo social. Su-
braya que de nuevo los movimientos campesinos están en la cresta de la ola,
pero ya no luchan por la tierra sino por los derechos humanos, la defensa del

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territorio, los recursos naturales y el medio ambiente. Concluye con un lla-
mado a construir categorías propias que den cuenta de nuestros problemas,
para lograr una identidad propia de la sociología de la región.
María de los Ángeles Arias y Arisbel Leyva contribuyen con Los estu-
dios rurales en Cuba: Reflexiones sobre la estructura social y los cambios en
la agenda de investigación, artículo en el que abordan las transformaciones
en los estudios rurales en Cuba, en su relación con los cambios en las políti-
cas estatales hacia el campo y sus efectos en el medio rural. Inician el estudio
en la etapa anterior a la revolución, para abordar después la primera etapa
posrevolucionaria, cuyos estudios estuvieron centrados en la evaluación de la
Reforma Agraria. A partir de los años ochenta, los efectos del bloqueo y el
derrumbe del socialismo este-europeo, trajeron cambios significativos en la
política estatal como la apertura del mercado libre agropecuario en 1994, lo
cual llevó a estudios empíricos para conocer el impacto de esta reforma. En
la etapa actual han emergido nuevos ejes temáticos con problemas referidos
a sí los nuevos actores son o no campesinos, si existen o no procesos de
recampesinización, y la pluriactividad como estrategia familiar o individual.
Cobran importancia temas como la agroecología, la revalorización del terri-
torio, el enfoque de género, las desigualdades socioespaciales, la pobreza, la
juventud y el envejecimiento.
Finalmente, Armando Sánchez, en Dilemas teóricos y metodológicos de
la sociología rural en América Latina, cuestiona la influencia eurocentrista
en los estudios sociales en América Latina y resalta la necesidad de emplear
un paradigma alternativo que se aleje de las interpretaciones dualistas y sea
capaz de interpretar desde una perspectiva crítica la realidad de la región.
Bajo este marco realiza una revisión de las principales orientaciones teóricas
y metodológicas sobre los problemas rurales en los ámbitos de la política,
la cultura, la sociedad y la economía. Discute los conceptos de democracia
y ciudadanía en el campo, así como el debate entre homogeneidad global y
diferencia pluricultural. Asimismo somete el concepto de desarrollo a una
fuerte crítica y propone un paradigma alternativo que no desecha el cono-
cimiento científico sino su utilización hegemónica. Propone el desarrollo li-
mitado y sus versiones: desarrollo sustentable, agroecología, economía verde
y ecosociología. Realiza una crítica al concepto de Nueva Ruralidad, a la vez
que retoma la discusión sobre las nuevas tecnologías como los transgénicos
y el papel de los movimientos sociales en dicho debate.
Al concluir estas líneas, a pocos días de iniciar los trabajos del IX Con-
greso de ALASRU, en una Ciudad de México pletórica de expresiones cul-

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turales y centro neurálgico de un país que ve más amenazada que nunca
su soberanía, estamos seguros que las reflexiones y aportaciones aquí com-
pendiadas alimentarán el pensamiento y la acción de quienes mantienen su
compromiso con los hombres y las mujeres del campo latinoamericano.

Blanca Rubio Vega


César Adrián Ramírez Miranda

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Producción familiar y agronegocios:
dos modelos en conflicto1

Diego E. Piñeiro2 y Joaquín Cardeillac3

Resumen
En este artículo se analiza el conflicto que existe en el campo uruguayo entre
la producción familiar y los agronegocios. Para ello se discute conceptual-
mente las características generales del productor familiar y de los agrone-
gocios y luego se pasa revista al desarrollo de ambos en el Uruguay. De esta
manera se llega a la conclusión de que si bien hay una tendencia a la gradual
desaparición de los productores familiares durante la última mitad del siglo
XX, ésta se acelera en años recientes como consecuencia del avance de los
agronegocios. Se identifican y se analizan seis causas directas e indirectas
que inciden en el descenso abrupto de los productores familiares y la respon-
sabilidad que en ello le cupo a los agronegocios.

Palabras clave: productor familiar, agronegocios, conflictos rurales.

Family farming production and agribusiness:


two models in conflict

Abstract
In this paper we discuss the conflict between family farming and agribusiness
at Uruguay. We first define both terms and then we describe their develop-
ment in recent years. We conclude that in the last half of the twentieth century
there has been a decline of family farming. However this decline has been
much larger in the last decade as a consequence of agribusiness pressure. We
identify six intertwined reasons (direct and indirect) that explain this tendency.

Keywords: family farming, agribusiness, rural conflicts.

1 Ponencia a la Mesa redonda Agricultura familiar frente a los agronegocios. IX Congreso de la Aso-
ciación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU), Ciudad de México, octubre de 2014.
2 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. Responsable del Núcleo
de Estudios Sociales Agrarios (NESA) del Departamento de Sociología. E-mail: diego@fcs.
edu.uy
3 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Integrante del NESA del Depar-
tamento de Sociología.

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Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

Introducción
A principios de la primera década del siglo XXI una serie de procesos in-
ternos que se habían iniciado durante la década anterior sumado a procesos
que ocurren a escala global, eclosionan en una radical transformación en la
estructura agraria del Uruguay y en la estructura de su sociedad. El avance
de los agronegocios y su inserción en las cadenas globales de valor provocan
un acelerado proceso de concentración y extranjerización de la tierra con im-
portante presencia de sociedades anónimas, muchas de ellas multinacionales,
que expanden las cadenas de granos, forestal-maderera-celulósica, cárnica,
láctea, etc. doblando las exportaciones y modificando la organización de los
negocios.
Así, el avance de los agronegocios entra en conflicto con la producción
familiar, ya que al sextuplicar el precio de la tierra impide su crecimiento,
ahoga a los que son arrendatarios, y favorece los procesos de arrendamiento
o venta de sus tierras (entre otros procesos).
Este artículo intenta explicar estos procesos deslindando los nuevos
cambios de aquellos que con más de cincuenta años de acción ya habían
inducido la declinación de la producción familiar. Para ello en el segundo
apartado se define a este sujeto social y se caracteriza la producción familiar
en el Uruguay. En el tercero se hace lo mismo con el modelo de los agrone-
gocios. En el cuarto se esbozan los conflictos entre ambos para concluir en
el quinto sintetizando los resultados del estudio.

La producción familiar
Discusión conceptual sobre la producción familiar
En este apartado se procurará aclarar a qué tipo social se refiere la categoría
de productor familiar. Para ello comenzaremos por retomar las definiciones
que se manejan sobre este actor en la academia. Luego, se avanzará en deli-
mitar qué aspectos son los que distinguen a la producción familiar de otros
tipos sociales, en particular, del campesino.
En la bibliografía existe un amplio acuerdo en relación a los principales
criterios para delimitar qué es un productor familiar. Estos son: (i) la forma
en la que moviliza el trabajo (mayoritariamente por vínculos familiares), y (ii)
el hecho de que dependen sobre todo de sus propios medios de producción,
incluyendo la tierra, más que de la venta de fuerza de trabajo (Oya, 2004).
Así también, Mann y Dickinson (1978), remarcaban que los pequeños
productores de bienes primarios son similares al capitalista por dos aspectos
básicos: (i) porque son una forma de producción destinada al intercambio,

188
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

y segundo, porque proveen la base de una acumulación privada. Ahora bien,


también son distintos en la medida en que en la producción familiar hay una
unidad de capital y trabajo. En consecuencia, la diferencia central radica en
que mientras en la producción capitalista el trabajo es una mercancía más, en
la producción familiar las relaciones sociales de producción no son salariales.
Djurfeldt (1996), por su parte, propone avanzar en la clarificación ana-
lítica y conceptual de lo que denomina notional family farm. Según él, la
misma está caracterizada por la superposición de tres unidades funcionales:
(i) la unidad de producción (explotación); (ii) la unidad de consumo (hogar);
y (iii) la unidad de parentesco (familia). La producción familiar, entonces,
requiere trabajo de los miembros de la familia pero no sólo trabajo gerencial,
sino más bien trabajo directo en la generación de bienes primarios
Las características de este tipo social para el caso de Uruguay, han sido
discutida en varios trabajos (Astori, 1982; Piñeiro, 1985, 1991, 1998, 2004 y
2008; Rossi, et al., 2008; Fernández, 2002). De esos trabajos los de Piñeiro
(1991) y Fernández (2002) resultan de particular interés en la medida que
clarifican porqué para el caso de Uruguay no corresponde la utilización del
término campesinado y sí el de productor familiar. Esto se debe a que entre
ambos tipos de actor social es posible identificar varias diferencias relevantes:

i. En relación al vínculo con la tierra, en el campesinado se observa la


existencia de una multiplicidad de formas de tenencia, ya sea comunitaria
como individual o ejidataria. En cambio, en la producción familiar la
posesión de la tierra es individual.

ii. En relación al destino de la producción el campesinado se caracteriza por


producir para el autoconsumo, mientras que en la producción familiar el
fin de la generación de bienes es su comercialización en el mercado.

iii. Vinculado al punto anterior se da otra diferencia relevante ya que


mientras el campesinado se suele concebir en el marco de un proceso de
reproducción simple, la producción familiar supone la posibilidad de un
proceso de acumulación.

iv. La última diferencia relevante está vinculada al uso de la mano de obra.


En este aspecto el campesinado se caracteriza por el uso exclusivo de
trabajo familiar. En la producción familiar, en cambio, es muy frecuente
el empleo de mano de obra asalariada adicional a la de la familia.

189
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

En síntesis, retomando la conceptualización de Lamarche (1993), el cam-


pesinado se encontraría en uno de los extremos del continuo definido por
el grado de integración con la economía capitalista, mientras que la produc-
ción familiar se encontraría en el extremo opuesto, constituyendo un tipo
de producción fuertemente vinculado con los mercados de tierra, productos,
dinero y trabajo.
Una vez delimitada conceptualmente la producción familiar y sus carac-
terísticas en el caso uruguayo, se dedicará un segundo componente de este
apartado a presentar algunos datos que sitúen al lector en la realidad de este
tipo social hacia comienzos del siglo XXI.

Caracterización de la producción familiar en el Uruguay


Durante todo el siglo XX las explotaciones agropecuarias pueden agruparse
en dos grandes categorías: aquellas en manos de productores familiares y las
explotaciones empresariales dedicadas a la producción extensiva. Estas últi-
mas se dedican principalmente a la producción de carne, leche, lana, granos
cereales y oleaginosos, citrus (y recientemente madera) productos y deriva-
dos que en su mayoría se exportan.
En el Censo General Agropecuario (CGA, 2000), se podía identificar un
conjunto de 25,344 explotaciones de un total de 57,131 que satisfacían simul-
táneamente los criterios que se manejan en la bibliografía para definir a la
producción familiar4. Si se analizan los rubros principales de la producción
familiar, surge que un 45,1% se dedica a la producción de vacunos de carne,
un 15,4% a las hortalizas, un 15% a vacunos de leche y un 8,6% a la produc-
ción de ovinos. Luego, un 3,4% a la producción de cerdos y un 3,1% a la de
aves. Los otros tres rubros que acumulan más de un 1% de explotaciones son
fruticultura y viticultura con un 2,4% cada una, y cereales y oleaginosos (sin
arroz) con un 2%.
Si bien en el año 2011 se ha realizado un nuevo Censo General Agro-
pecuario, al momento de realizar este trabajo los datos resultantes de ese
estudio aun no han sido liberados, por lo que no resulta posible actualizar
esa cifra. De todos modos, informaciones preliminares que sí han sido publi-
cadas advierten sobre la disminución a 44.890 del número de explotaciones

4 Se seleccionaron a las explotaciones en las que el productor es una persona física, que reside
en el predio y que pudiendo contratar mano de obra asalariada, siempre debe emplear al menos
un número igual de trabajadores familiares. Esta definición es más restrictiva que la manejada
por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, ya que la segunda no exige residencia en
el predio.

190
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

en general, y en particular sobre la disminución entre las explotaciones de


menos de 100 hectáreas, que en la mayoría de los casos corresponden a pro-
ductores familiares.
Dada la restricción recién comentada, sumada a la necesidad de lograr
alguna evidencia empírica sobre la suerte de este tipo social en el contexto de
los cambios que ha vivido el campo uruguayo, se ha optado por articular un
repaso de algunos indicadores de las principales problemáticas sociales que
enfrenta la producción familiar uruguaya. Para ello se ha trabajado con base
en las Encuestas Continuas de Hogares de 2006, 2009 y 2011, identificando
en ella a los hogares que poseen características compatibles con la definición
conceptual de producción familiar realizada aquí5.
La distribución de la tierra entre estos estratos sociales, ha variado a lo
largo del siglo XX apreciándose dos períodos muy claros. El primero que
abarca desde 1908 (fecha del primer Censo Agropecuario) hasta 1960, en el
cual la cantidad total de establecimientos agropecuarios creció de 44,000 a
87,000. Un segundo período que abarca el resto del siglo en que la cantidad
de establecimientos agropecuarios disminuye desde aquella cifra, a 57,000 en
el Censo del año 2000. Si se analiza la distribución de la tierra por estrato
de tamaño se puede suponer que aquellos que tienen menos de 100 ha son
productores familiares, los que poseen más de 1,000 ha son empresariales y
los que poseen entre 100 y 1,000 ha son posiblemente una mezcla de pro-
ductores familiares (por ejemplo ganaderos) y empresariales. La cantidad de
establecimientos empresariales (alrededor de 4,000) tuvieron pocos cambios
pero con una tendencia a crecer, los medianos tuvieron pequeñas variaciones
alrededor de los 16,000 establecimientos y los productores familiares son
los que crecieron hasta 1960 y decrecieron en la segunda mitad del siglo XX
explicando la mayor parte de la variación secular.6
Las grandes transformaciones que ocurren en la propiedad y tenencia de
la tierra en la primera década del siglo XXI provocaron un nuevo punto de
inflexión. Como muestra el cuadro siguiente la cantidad total de estableci-

5 Son los hogares con individuos que en su ocupación principal declaran ser “Miembro de
cooperativa”, “Patrón”, “Cuenta propia con local o inversión” o “Miembro del hogar no remu-
nerado” y que adicionalmente, declaran trabajar en empresas que producen bienes agropecua-
rios habiendo retirado productos para consumo propio y/o recibiendo ingresos por medianería,
aparcería, pastoreo o ganado a capitalización. También declararon realizar su trabajo “En un
establecimiento fijo”, “En su vivienda”, “A domicilio” o “En un predio agropecuario o marítimo”
sin necesidad de trasladarse.
6 Recuérdese que la cantidad de tierra en uso agropecuario no varía (alrededor de 16.000.000
de has.) a lo largo del siglo ya que la frontera agrícola en Uruguay se termina en 1880

191
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

mientos agropecuarios se reduce en un 21%. De los 12,241 establecimientos


que desaparecen el 91% tiene menos de 100 hectáreas, mientras que los es-
tablecimientos medianos decrecen 10% (aunque representan una proporción
mayor en el total) y los establecimientos grandes crecen en 2,57%.

Cuando se analiza la variación en la superficie de tierra se aprecia que el es-


trato de establecimientos de menos de 100 hectáreas que detentaba el 7,43%
de la superficie agropecuaria, once años más tarde tiene sólo el 4,54%, mien-
tras que los establecimientos medianos apenas retroceden un punto porcen-
tual y los grandes ganan dos puntos porcentuales.
El cuadro también permite reflexionar sobre la distribución de la tierra
entre los estratos en términos absolutos: para el año 2011 los productores
familiares representando el 55% de los establecimientos poseen sólo el 4,54%
de la tierra, mientras que las grandes empresas siendo sólo el 9,21 % de los
establecimientos poseen el 61% de la tierra.

Agronegocios y Cadenas Globales de Valor


En las últimas décadas, la agricultura en los países más desarrollados se ha
organizado en torno a Cadenas Globales de Valor (Gereffi,1994) en que la
etapa agrícola se encadena hacia adelante con las etapas de transformación
de los productos cada vez más elaborados, mientras se encadena hacia atrás a
las industrias de maquinaria, de agroquímicos y de biotecnología.
La particularidad de la etapa actual de globalización del comercio, de
la economía y de las finanzas es que las distintas etapas de una cadena se
pueden llevar a cabo en distintos países, no siendo contenidas (ni menos
aún reguladas) por los estados nacionales. Las empresas que tienen control
sobre toda la cadena o sobre partes de ella, se han dado formas organizativas
(en red) y nuevos marcos institucionales que facilitan su control a través de
procesos normalizados respaldados por contratos escritos y verbales (Car-
deillac, 2013).
Las CGV en la agricultura han adquirido...” una lógica de manufactura,
comercialización y distribución fuertemente industrial, con mayores volúmenes de

192
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

compra y venta, estándares de calidad y empaque, y posibilidad de diferenciar pro-


ductos segmentando mercados para demandas específicas” (Bisang et al., 2008:5).
En estas cadenas las corporaciones multinacionales han entrado “bajo una
dinámica de concentración económica y expansión geográfica” (íbid:6) orga-
nizándose como redes globales y en base a contratos entre las distintas partes
de la cadena y dentro de los eslabones entre empresas.
La existencia de las CGV es una condición necesaria para que prosperen
los agronegocios. Recientemente Gras y Hernández (2013) han realizado una
elaborada caracterización de lo que llaman el Modelo de los Agronegocios
cuyas características principales se pueden resumir de la siguiente manera:

1.- La transectorialidad, que no sólo liga más fuertemente las distintas etapas
por medio de procesos organizativos controlados por una o más empresas
que actúan como nodos de la cadena, sino también una mayor articulación
horizontal hacia otros negocios derivados de la cadena principal.

2.- Los agronegocios constituyen cadenas buyer driven es decir guiadas por
la demanda de consumidores globales antes que locales.

3.- La penetración más amplia e intensa del capital en los procesos produc-
tivos con fuerte presencia del capital financiero, ya como insumo o como
cobertura de riesgos a través de las bolsas de valores.

4.-Un uso cada vez mayor de insumos industriales con fuerte presencia de
paquetes tecnológicos basados en transgénicos, que tienden a la estandariza-
ción de los procesos y a aumentar la escala para mantener las rentas.

5.-El acaparamiento de tierras a nivel global, en arrendamiento para captar


las ganancias derivadas del modelo o en compra para captar la valorización
de la tierra como ganancia especulativa. Esto conduce a un fuerte conflicto
con otros actores (productores grandes y medianos que no adhieren al mo-
delo, productores familiares, comunidades indígenas y campesinas) por la
apropiación de las tierras a través del mercado o por medios coactivos.

6.-La transformación del mercado de trabajo rural con pocos trabajadores


calificados y muchos no calificados, zafrales y sin protección. La aparición de
una capa de profesionales e intermediarios que desempeñan variado tipos de
servicios (legales, informáticos, financieros, etc.). El crecimiento de empre-

193
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

sas contratistas de mano de obra (que arman cuadrillas de trabajadores (p.ej.


para la forestación) o empresas contratistas de maquinarias que prestan ser-
vicios variados de siembra, cosecha, fumigación, transporte, almacenaje, etc.

7.-El desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la infor-


mación para agilizar las transacciones y acelerar los procesos de rotación del
capital.

8.-El control del conocimiento y de las innovaciones tecnológicas por unas


pocas compañías globales con apropiación privada de las rentas. Las insti-
tuciones estatales de investigación quedan generalmente relegadas a la fun-
ción de adaptadores de las tecnologías impulsadas por las multinacionales
tecnológicas.

9.-La reorganización de las empresas agropecuarias separando la propiedad


del capital de la dirección del negocio. La empresa típica es una sociedad anó-
nima cuyo directorio designa a un director ejecutivo de quien depende el ma-
nejo diario de la empresa, secundado por un grupo de profesionales y técnicos
altamente capacitados en sus distintas especialidades. Lo que importa es la
rentabilidad financiera de la empresa y el pago de dividendos anuales a los
accionistas. Se subcontratan los servicios a empresas especializadas en dichas
funciones. Se asegura toda la operativa a través de los mercados de futuro.

El modelo de los agronegocios ha sido objeto de una fuerte disputa en


años recientes en torno a su significado y consecuencias. Para algunos los
agronegocios aumentan el valor de la producción, la productividad de la
tierra, duplican las exportaciones, etc. y a nivel individual incrementan las
ganancias, permitiendo una mejora general en los niveles de vida de la po-
blación rural y de los pueblos circundantes. (Errea, et al., 2008)7. Para otros
los agronegocios concentran los ingresos, acaparan las tierras fértiles, despla-
zando a productores familiares y campesinos, deterioran los recursos natura-
les porque erosionan los suelos, alteran los ciclos del agua y de los nutrientes,
modifican el tapiz vegetal de las praderas naturales, deterioran la vida rural
porque proporcionan empleos precarios, de baja calificación y remuneración,

7 Este punto de vista tiene sus voceros en los medios de comunicación (suplementos agropecua-
rios de los principales diarios, programas de radio y televisión con periodistas especializados),
en algunas organizaciones técnicas supranacionales vinculada al sector, etc., algunas institucio-
nes de enseñanza para mencionar los principales.

194
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

vacían las áreas rurales destruyendo el tejido social rural, causan la pérdida
de soberanía alimentaria del país, etc. Así, los agronegocios son calificados
como una de las variantes de un modelo neo-extractivista que está siendo
ampliamente aplicado por gobiernos progresistas y neoliberales de América
Latina (Gudynas, 2010).
Quienes son críticos tienen menos presencia en los medios de comuni-
cación: y generalmente están en organizaciones ambientalistas, otras Orga-
nizaciones no Gubernamentales, algunos sectores de la academia (otros lo
defienden), algunas revistas especializadas, etc.

Agronegocios en el campo uruguayo


En el campo uruguayo es posible discernir con claridad al menos dos Cade-
nas Globales de Valor cuya versión local se comporta como agronegocios: la
CGV de los granos y la CGV forestal-maderera-celulósica.
La cadena de los granos, liderada por la soja, se inicia en los primeros
años de este siglo, a partir de empresarios argentinos que llegan a Uruguay
atraídos por una menor presión impositiva y precios de la tierra más bajos
con condiciones ecológicas parecidas a las de su lugar de origen. Traen un
paquete tecnológico y un modelo organizacional (descrito antes) que se ex-
pande rápidamente impulsado por altas tasas de ganancia, en un contexto de
precios crecientes para los granos. No pasan muchos años para que los em-
presarios uruguayos adopten el modelo, con la ventaja que les proporciona
un mejor conocimiento de los ecosistemas que manejan.
Como consecuencia, comprando o arrendando tierras, el agronegocio de
los granos de secano pasa de cultivar 600,000 hectáreas al inicio, a dos mi-
llones de hectáreas en el año 2013. La soja pasa a ser en dicho año el principal
producto de exportación agropecuario, prácticamente sin agregado de valor.
Cambia notablemente el paisaje de las áreas agrícolas del país con grandes
extensiones de cultivos uniformes, escasa ganadería y depósitos de granos
por doquier. Aunque la ausencia de datos estadísticos impide aseverarlo con
certeza, posiblemente no haya productores familiares que realicen estos cul-
tivos aunque sí puedan arriendar tierras propias a empresarios de granos.
Sobre esta cadena ya se ha hecho en otro lugar una descripción detallada en
la que no abundaremos aquí por razones de espacio (Cardeillac y Menéndez,
2013; Piñeiro y Menéndez, 2014).
La CGV forestal se inicia a partir de una ley de 1987. En ella se estipulaba
el subsidio a las inversiones en plantaciones forestales de “rendimiento” (por
la mitad del valor de la inversión), la exención de impuestos patrimoniales y

195
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

a las importaciones de maquinarias, insumos, etc. a las empresas que invirtie-


sen. Como consecuencia, en pocos años se pasó de algunos miles de hectá-
reas forestadas a cerca de un millón hoy. Si bien en el inicio hubo inversores
grandes, medianos y pequeños, a medida que las plantaciones crecían y se
llegaba al momento de comenzar el corte y la industrialización, empresas
de mayor envergadura fueron comprando las tierras de tal manera que en el
momento actual siete empresas extranjeras controlan el 70% de la superficie
forestada (Florit, 2013).
Tres grandes empresas han avanzado en la cadena de valor invirtiendo
en procesos industriales para obtener pulpa de celulosa y tableros de madera
contrachapada. UPM Kymene (finlandesa) construyó una planta de pulpa
de celulosa en Fray Bentos y Montes del Plata (que es la asociación entre
Stora Enso sueco-finlandesa y Arauco, chilena) en Punta Pereyra, ambas
sobre el río Uruguay. La empresa norteamericana Weyerhauser invirtió en
una planta de tableros de madera en el área de Tacuarembó-Rivera al norte
del país. Las tres poseen vastas superficies forestales en las proximidades de
sus plantas y todas tienen fuerte presencia de capital financiero entre sus
accionistas, ya sea como capital propio o por medio de Fondos de Inversión.
Es de notar que la incorporación de procesos industriales en la Cadena de
Valor local es sólo parcial, ya que la pulpa de celulosa es sólo el primer paso
en cadenas mucho más largas (que terminan en papel, cartón, etiquetas, etc.)
que se llevan a cabo en otras plantas que estas empresas tienen en distintas
partes del mundo, pero generalmente más cerca del mercado consumidor
(Europa, China, etc.) y donde se lleva a cabo la mayor generación de valor
(Gatreau, 2013; Lagaxio, 2014).
Estas empresas desdoblan el proceso productivo en dos cadenas parcia-
les: una dedicada a la producción de madera y otra que tomando la madera
la transforma en pulpa de celulosa o en paneles. Un subproducto importante
es la producción de energía para uso propio y para inyectar a la red nacio-
nal de electricidad. La organización de la cadena responde a un modelo de
integración vertical, de modelo jerárquico (Gereffi, 1994). La propiedad del
capital está separada de la gestión que tiene en su vértice a ejecutivos de
origen extranjero. Las tareas en los viveros, plantaciones y cosecha son sub-
contratadas a empresas tercerizadas de origen nacional. La fuerza de trabajo
consta de un grupo muy pequeño de trabajadores altamente calificados que
manejan las operaciones industriales y las operaciones de campo, otro grupo
calificado que maneja operaciones en campo e industria (por ejemplo los
que conducen las maquinas cosechadoras forestales) y finalmente un contin-

196
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

gente de trabajadores no calificados tercerizados que trabajan en la industria


(mantenimiento y limpieza, atención de los comedores) y en campo (en los
viveros y en la plantación).
Desde el punto de vista tecnológico en esta cadena no se emplea trans-
génesis (por ahora) pero sí se lleva a cabo en laboratorios propios la clona-
ción de los ejemplares que presentan características favorables (por ejemplo
precocidad) para ser reproducidos en los viveros. También se hace amplio y
creciente uso de tecnologías ahorradoras de mano de obra. Las cosechadoras
mecánicas (harvesters) han reemplazado casi totalmente la cosecha manual
eliminando cientos de puestos de trabajo pero mejorando la seguridad. Tam-
bién hay un amplio uso de las tecnologías de la información y la comunica-
ción en las distintas etapas del proceso productivo.
En síntesis, las dos descripciones breves que se han realizado de las ex-
presiones locales de la CGV de los granos y de la CGV forestal-celulósica-
maderera muestran que en ambas hay agronegocios. Una exploración rápida
de otras CGV muestra que varias comparten algunas de las características
de los agronegocios pero ninguna llega a completar todas. La cadena de
producción de la malta a partir de la cebada para la producción de cerveza
cumple casi todos los requisitos (propiedad y control extranjero de la in-
dustria que es monopólica, sujeción de los productores mediante contratos
de producción, paquete tecnológico digitado por la empresa industrial, pro-
ducción principalmente para mercados externos, etc.) pero no cumplen o
cumplen en menor medida con otros criterios: no hay transgénesis, no hay
contratismo, etc. Un razonamiento parecido se puede hacer para la CGV del
arroz. La principal cadena de producción del país que es la cárnica no puede
ser identificada como un agronegocio. Sin embargo, en años recientes ha
crecido el número de empresas que practican el engorde a corral (feed lots)
que participan de algunas de las características definidas para los agronego-
cios. En los lácteos, la cadena de producción, industrialización y comerciali-
zación en el mercado interno y externo está controlada por una cooperativa
de productores. Sin embargo, han aparecido dos grandes empresas que se
localizan en la etapa de producción agropecuaria que cumplen con varias de
las características de los agronegocios.

Agronegocios y Producción Familiar: una relación conflictiva


Así como entre 1908 y 1961 hubo un crecimiento notable de los estableci-
mientos ocupados por productores familiares (debido a políticas estatales
dirigidas a estimularlos y a protegerlos (Astori et al., 1982; Piñeiro, 1985),

197
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

a partir de dicho máximo comienza un lento proceso de disminución que


se agudiza en la primera década del siglo XXI. ¿Cuáles son las razones de
este aceleramiento de la tendencia? En el apartado siguiente se presenta un
análisis de las algunas razones que la explicarían.

Land grabbing y el precio de la tierra. El precio en promedio de la tierra os-


ciló en el entorno de los 500 dólares (USD) durante la década del 90. A
partir del 2002 por razones que hemos explicado largamente en otro lado
(Piñeiro, 2012 FAO) el precio comienza a subir por la demanda combinada
de las grandes empresas forestadoras y de los empresarios agrícolas argen-
tinos que se desplazan hacia el Uruguay. La demanda por tierra empuja los
precios hacia arriba y hacia finales de la primera década del siglo XXI el
valor promedio se había multiplicado por seis. Además, el incremento de los
precios es mayor cuanto más grande es el establecimiento transado, siendo
que para establecimientos de más de 2, 000 ha los precios se multiplicaron
por 12. Esto muestra que los compradores buscaban grandes superficies y no
establecimientos pequeños de productores familiares. Sin embargo, la fiebre
compradora y el precio elevado de la tierra impactan sobre los productores
familiares de dos maneras: (a) por compra de productores empresariales que
habiendo vendido sus predios en las zonas núcleo para la agricultura de se-
cano (granos) se desplazaron hacia otros ecosistemas buscando tierras para
la ganadería, y (b) el incremento en el precio de la tierra elevó el precio de
los arrendamientos y como muchos productores familiares arrendaban cam-
pos vecinos a su propiedad como una forma de lograr mayores escalas de
producción, tuvieron que abandonar esa práctica y algunos fueron llevados a
tener que vender sus tierras por esta razón. Esta situación se ha corroborado
en estudios hechos en las zonas ganaderas del noreste del país (González,
2014) y en el área lechera.

Presiones ambientales. En las áreas forestales con vastas extensiones de árbo-


les cultivados de eucaliptus y pinos, los pequeños establecimientos que que-
dan encerrados en grandes extensiones plantadas se ven forzados a vender
por la acción de animales como los chanchos salvajes o los loros que se refu-
gian en las forestaciones atacando sus cultivos para alimentarse. Asimismo,
se han hecho y comprobado denuncias de que las plantaciones de eucaliptus
secan las napas superficiales de las cuales los vecinos extraen el agua potable.
Numerosas denuncias son publicadas por los medios de prensa por la in-
cidencia de agroquímicos fumigados por maquinas terrestres o por aviones

198
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

sobre los cultivos de soja. Directa o indirectamente estas razones impulsan a


productores familiares a vender sus parcelas y a comprar en otros lugares o
emigrar a los pueblos.

Crecimiento del mercado de trabajo. El crecimiento del sector agropecuario ha


generado una mayor demanda de trabajo asalariado. Por otro lado, la política
pública en materia laboral ha permitido aumentar los salarios rurales (aun-
que siguen siendo deprimidos en comparación con los urbanos). Esto tiene
dos efectos: por un lado, muchos productores familiares también contratan
asalariados permanentes o zafrales (por ej. en cultivos intensivos hortícolas ,
frutícolas y otros) pero ahora sus costos laborales se han incrementado. Por
otro lado, productores familiares y en especial los jóvenes se ven tentados de
asalariarse ya sea en forma complementaria al trabajo en su establecimiento
o en forma definitiva. El resultado refuerza la tendencia a abandonar los es-
tablecimientos pequeños donde la retribución de la fuerza de trabajo puede
ser aún menor que la de un salario.

Problemas sucesorios. Un tema central en la discusión sobre la producción fa-


miliar es el estudio de sus posibilidades de reproducción. En este sentido, es
relevante analizar el proceso de envejecimiento de los productores familiares.

199
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

Como resulta del gráfico anterior, ya al inicio de la serie los hogares de la


producción familiar estaban encabezados por individuos más añosos que
los hogares de los asalariados rurales vinculados al sector agropecuario u
otros sectores. Adicionalmente, la tendencia que resulta de analizar más de
un año de la encuesta de hogares es a que la diferencia se amplíe. Si bien
por un problema de espacio no podrá presentarse aquí un gráfico similar
para los cónyuges la tendencia es convergente, ya que la edad promedio de
los cónyuges en 2006 es de 49 años y alcanza los 52 años en 2011, mientras
que los cónyuges de hogares de asalariados rurales agropecuarios o de otros
sectores son 7 años más jóvenes en 2006 y llegan a ser 10 años más jóvenes
en 2011. Lo mismo sucede con los miembros del hogar que son hijos del
jefe.
Como ya se ha hecho notar (Dirven, 2002, Brumer, 2007) los procesos
de herencia y sucesión son de suma importancia al considerar tanto la
desaparición de establecimientos familiares en años recientes como su fu-
turo. Los estudios hechos en Uruguay (Gallo y Peluso, 2013, Malán, 2008)
muestran que dichos procesos sufren bloqueos por varias razones: dificul-
tades de las familias para verbalizar el tema y buscar una solución; exclu-
sión de las hijas mujeres como sucesoras; longevidad paterna que hace que
al momento en que los padres deben abandonar los establecimientos los
hijos ya han formado hogares y buscado otras profesiones y no quieren
retornar al campo; incomprensiones del sistema de jubilaciones que impi-
de que un productor se pueda jubilar a la edad apropiada para dar paso a
los sucesores. El resultado de este conjunto de fuerzas internas y externas
(entre las cuales se incluye la presión de los agronegocios sobre la tierra
y el ambiente) es un bloqueo que está afectando la reproducción de los
establecimientos familiares.

Necesidades Básicas
Otra dimensión de análisis relevante para el estudio de las posibilidades de
permanencia y reproducción de la producción familiar puede evaluarse a
partir de los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)8. La in-
cidencia de insatisfacción en este tipo de necesidades puede analizarse como
otro mecanismo que impacta en la motivación a permanecer en este tipo de
vida, ya que al impacto objetivo que tiene experimentar situaciones de priva-

8 Para este trabajo se han tomado las definiciones propuestas en el Atlas Sociodemográfico y
de la Desigualdad en Uruguay (Calvo, et al., 2013), excepto por el indicador de educación que
no se trabaja aquí.

200
Producción familiar y agronegocios: dos modelos en conflicto

ción, se agrega la ampliación de posibilidades de comunicación que hace más


probable conocer las diferencias relativas de acceso al bienestar entre hogares
de la producción familiar y hogares rurales de otro tipo.

Destaca el hecho de que las carencias en las dimensiones básicas seleccio-


nadas son bastantes frecuentes en general entre la población rural, es decir,
la que reside dispersa en el territorio o en localidades de menos de 5,000
habitantes. Adicionalmente, resulta que más de la mitad de los hogares de
asalariados de la rama 1 con tareas agropecuarias sufre al menos una nece-
sidad básica insatisfecha. Por otro lado, el siguiente tipo social con mayor
incidencia de NBI lo constituye la producción familiar.
De tal suerte, resulta que el acceso a bienes y servicios básicos se en-
cuentra muy comprometido. Si además se consideran las posibilidades de
comunicación e información que están hoy disponibles y permiten conocer
los niveles de vida que se obtienen en otros sectores de población, resulta
razonable considerar la existencia de una elevada presión a la que la produc-
ción familiar se ve sometida por su situación de privación relativa en estas
dimensiones.
En síntesis, en este capítulo se ha tratado de mostrar como la presión que
ejercen los agronegocios sobre los precios de la tierra y los arrendamientos, los
impactos ambientales y los mercados de trabajo rural afectan directamente

201
Diego E. Piñeiro y Joaquín Cardeillac

la reproducción de la producción familiar. Pero también hay consecuencias


indirectas: las dificultades internas que ya tiene la producción familiar para
viabilizar los procesos sucesorios y para retener a sus integrantes ante la pre-
sencia de necesidades básicas insatisfechas, estimula la venta o arrendamiento
de sus propiedades y la ruptura de la reproducción de la producción familiar.

Conclusiones
Como síntesis de lo presentado hasta aquí, es posible destacar seis grandes
tendencias que ayudan a comprender el conflicto entablado entre la produc-
ción familiar y los agronegocios. En primer lugar, los datos preliminares que
se han divulgado a partir de los Censos Generales Agropecuarios, estarían
mostrando una reducción relativa de la producción familiar frente a otro
tipo de explotaciones de carácter capitalista y empresarial, con superficies
mayores y una racionalidad que responde al modelo de los agronegocios. En
segundo lugar, se despliegan varias hipótesis que arrojan luz acerca de los
complejos procesos que confluyen para explicar dicha reducción. La variable
principal es el rápido incremento en el valor de la tierra y los arrendamientos
impulsada por los agronegocios. Por un lado estimula a los productores fa-
miliares a la venta de la tierra o la cesión en arrendamiento y por otro coarta
la posibilidad de tomar tierra en arrendamiento para aumentar la escala.
Otras cuatro variables intervienen coadyuvando a ese proceso: las presiones
ambientales que ejercen los agronegocios, los cambios en los mercados de
trabajo rurales que aumentan la demanda y los salarios de los trabajadores, la
edad promedio elevada de los actuales productores familiares y las dificulta-
des en la sucesión de los predios que inducen al reparto de la herencia antes
que a la preservación del patrimonio, y por último la situación de privación
relativa en relación a los indicadores de NBI a la que están expuestos los ho-
gares de la producción familiar, aspecto que manifiesta sus dificultades para
acceder a mayor bienestar, a pesar del muy buen desempeño económico del
sector primario en Uruguay en los últimos 15 años.

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sobre papel ahuesado de 90 kg.

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