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¡Hola!

Maestro Gregorio Romero y Compañer@s les saludo deseando se


encuentren muy bien.

A continuación, un breve análisis, respecto al tema: “Derecho y Poder”, y la


relación que existe entre el poder, la fuerza y la norma.

Primeramente, cabe distinguir, el Derecho es una norma, con juicio doctrinal y


categórico. Es decir, un poder jurídico que obra al servicio de este; fuerza coactiva
que actúa o se manifiesta, en lo prescrito por las normas con fundamento ético,
que configuran el derecho positivo vigente.

Se observa, claramente, el poder jurídico se realiza acorde en lo dispuesto por las


normas jurídicas validas y vigentes; es decir, un poder al servicio de los
requerimientos de la justicia. Claro habla, de un poder, con limites puestos al
arbitrio, debiendo ser estos del derecho íntimamente ligado a la libertad.

Ahora, se aprecia la correlación entre la norma, la fuerza y el poder: el Derecho es


la base, y debe ir por delante, no del poder, sino del arbitrio (poder injusto), es
decir, un poder jurídico y justo, regido por normas con poder coactivo, para
impartir justicia dentro de un Estado de derecho.

Finalmente, la relación que se de entre norma, poder y la fuerza; depende de la


explicación que se de del derecho y los conceptos dados de poder.

Referencia bibliográfica:

Recaséns Siches, L. (1973). Derecho y Poder. Revista de Filosofía Diánoia.


Volumen XIX. UNAM. México. Consultado el 03 de septiembre de 2019 en línea:
file:///C:/Users/52993/Downloads/Lectura%209%20(1).pdf
¡Hola! Maestro Gregorio Romero y Compañer@s, les saludo deseando se
encuentren muy bien.

A continuación, un breve análisis, entorno al siguiente razonamiento:

Ahora, respecto al razonamiento, expuesto de la siguiente manera: “En un


salón se encuentran ubicados a la distancia tres hombres poderosos y
enemistados: un Rey, un alto jerarca religioso y un multimillonario. Frente a
ellos se encuentra de pie un mercenario con una espada. Cada uno de los
poderosos quiere que mate a los demás. El rey lo manda alegando ser el
legítimo gobernante; el jerarca religioso lo ordena porque es la voluntad de
Dios y el rico le ofrece mucho oro que será suyo”.

¿Quién vive y quién muere? ¿Por qué?

A fin de no faltar a la verdad, es necesario explicar, la realidad. Ocurre que todo


tipo de estructura social genera excluidos; dentro de los excluidos los hay pobres,
marginados o como es el caso mercenario, y los hay ricos y poderosos. Se
observa, desde la Edad Media en una larga época, fue gobernado con una
concepción confuciana del universo, que rebaja al comercio (actividad muy
productiva) donde los comerciantes eran socialmente marginados; lo cierto es que
esta clase de excluidos, tienden a luchar contra su marginación social y contra el
orden social (poder imperante), agrupándose y conspirando contra el propio
régimen. Esto lo realizan en secreto, pues toda conspiración es secreta, pues
como se observa a lo largo de la historia ¿Qué revolución, no nació de una
conspiración? ¿Qué golpe de Estado no se generó en la oscuridad?

A lo que se quiere llegar, con esta descripción, es que muchas ocasiones se nos
enseña la historia como una sucesión de guerras, conquistas, y revoluciones
caóticas; como acontecimientos desconectados entre sí. La idea es que por
factores económicos, sociales y geoestratégicos; el mundo se dirige a
posibilidades inusitadas y desconocidas hasta ahora; se podría concluir, que para
poder estar advertidos de lo que puede llegar a ocurrir, es necesario en primer
plano constituir muy claramente, que es lo que realmente ha venido aconteciendo
en el pasado.

Ahora, conviene, remontar a la historia, ¿Quién hubiera imaginado, en pleno auge


del Imperio Romano, que este acabaría de la manera que lo hizo?... con un total
desplome económico y político; lo que antes era símbolo de esplendor y grandeza,
en pocos años convertidos en ruinas, refugio de criminales y bandoleros; el
comercio internacional, fuente de poderío, transformado en recuerdo, el consumo
de lujo en las clases altas, cambiado a una lucha desesperada por la subsistencia.
El poder antes concentrado en el emperador o rey y jerarca, quienes decidían por
su poder las cuestiones de un imperio, se convertían en sangrientas luchas entre
dinastías locales, por unos cuantos kilómetros de territorio. Todo lo anterior, se
observa basado en la conquista de tierras ajenas, para pagar sus cuantiosos
gastos y lujos; el sistema económico volcado a la conquista más que a la
competitividad, fue el talón de Aquiles del Imperio Romano; es decir, para
mantener un opulento consumo, era necesario despojar o defraudar a los vecinos,
para ello se necesitaba maquinaria militar, que conllevaba otro gran costo que
desafiar, y constantemente, no generaba sus propios recursos para pagar sus
propios gastos.
Ahora, en este punto, el destino del Imperio estaba señalado o prescrito. La
fragmentación, la anarquía, la perdida de todo poder y autoridad, y el implacable
declive económico, al punto de que la subsistencia diaria componía un problema.
¿Quién hubiera podido predecir tal suceso en la época del emperador?...

Todo lo anteriormente, expuesto, nos dan un acercamiento a la posible respuesta,


respecto al planteamiento del problema, “El rey, el jerarca religioso, el
multimillonario y el mercenario”.
Por tal razón, vive el mercenario, pues constituía una estrategia defensiva, aunque
no era bien visto debido a la moral anti empresaria que la Iglesia Católica
doctrinaba, conllevaba un factor predominante defendía, más allá de acunar
obediencia al papado y la monarquía, reflejaba una abierta rebeldía contra este;
también miraba con recelo el creciente avance de una burguesía comercial y
financiera, por lo tanto, preso del poder religioso y de las casas reales, a las
cuales en el fondo detestaba, el mercenario vio con buenos ojos, la asociación
clandestina, como forma de presentar un frente unificado contra un poder político y
otro religioso a los que consideraba una verdadera amenaza para sus intereses.
Finalmente, debe morir, la anarquía, el poder arbitrario de los monarcas, jerarcas y
burgueses.

Sin más por el momento, me despido.

¡Saludos!

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