Está en la página 1de 6

Trabajo de análisis literario

Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Carrera de Letras

1er Cuatrimestres 2017

Materia: Teoría y Análisis Literario “C”.


Memoria y temporalidad en “Funes el memorioso”

El siguiente trabajo pretende analizar el cuento “Funes el memorioso”, de Jorge


Luis Borges. El texto se encuentra en Ficciones, en el apartado de “Artificios”, y está
fechado en 1942. Se tomará como eje de lectura la relación entre la memoria y el tiempo,
observando cómo actúa dicha relación a nivel estructural, en la narración, en el plano
espacio-temporal y en la construcción de los dos personajes.

Un hilo fundamental del análisis se centra en la frase en latín que el narrador


escucha pronunciar a Ireneo Funes: “ut nihil non iisdem verbis redderetur auditum” 1. Se
plantea aquí la distancia entre el recuerdo y la realidad, revelando la problemática que
parece subyacer al texto. Esta, en articulación con el tiempo, genera un conflicto que
establece cómo el paso del tiempo afecta la calidad de las memorias, en función de la
situación experiencial que busca reproducir y cómo esto se ve reflejado en las narraciones.

El relato se construye con una estructura de marcos: parte de una situación inicial en
la cual el narrador idea su testimonio sobre el difunto Funes, que será reunido en un
volumen junto con los de otras personas que lo hayan tratado. Este proyecto muestra, en
cuanto a la relación que nos compete, una intención de mantener vivo al personaje
mediante el testimonio, como género literario representante del recuerdo y la experiencia
personal. Así, la rememoración podría conservar intacto, en las páginas del hipotético
compilado, al hombre retratado. Esta idea, sin embargo, será problematizada más adelante,
de acuerdo a la forma en la que el texto califica a la memoria. El siguiente marco consta de
las experiencias concretas con Ireneo, entre los cuales el narrador inserta varias
consideraciones sobre su propia capacidad de evocación: “Mi primer recuerdo de Funes es
muy perspicuo”2 dice, justo antes de comentar un episodio en el que duda de la fecha
concreta, y que afirma luego que no había llamado su atención hasta no haber sido
recordado por su primo, abriendo una contradicción.

Es en su último encuentro, sin embargo, donde se expone más notablemente el


conflicto. Como justificación del uso de un estilo indirecto, se lee: “No trataré de reproducir

1“Nada de lo que ha sido oído puede ser recordado con las mismas palabras”.

2Borges, Jorge Luis; “Funes el memorioso” en Ficciones, Buenos Aires, Debolsillo, 2012; p. 126.

2
sus palabras, irrecuperables ahora. Prefiero resumir con veracidad las muchas cosas que me
dijo Ireneo”3. La narración demuestra, desde la alternancia entre la supuesta claridad de sus
rememoraciones y las dudas y omisiones, una concepción particular del dilema planteado:
“Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado…)”, “Recuerdo (creo)
sus manos afiladas de trenzador”, “Recuerdo claramente su voz…”4. Es clara la
desconfianza implícita de la memoria como réplica de la realidad, ya que incluso afirma el
carácter recortado de su historia al pedir “…que mis lectores se imaginen los entrecortados
períodos que me abrumaron esa noche” 5. La subjetividad, parece expresar el narrador,
inunda tanto el relato como el pasado, en particular al ser aquel un reflejo más o menos
verídico de este. En cierto momento, incluso, se declara que el encuentro ha sucedido
medio siglo antes, lo que haría hincapié en la capacidad del tiempo de disminuir la
veracidad de los recuerdos. En este sentido, en las instancias que corresponden a la
hipotética escritura del testimonio, en las que se participa a los posibles lectores a través del
uso de un “nosotros”, predominan los verbos en presente. Así se marca la cercanía, la
certidumbre. En cambio, al contar los encuentros, hay fundamentalmente pretéritos, que, en
tanto también lo inscriben en la tradición narrativa, agregan un dejo de duda, una distancia
física con tales pensamientos, experiencias e impresiones. Estas dos formas alternan a lo
largo del cuento, ya que el narrador retoma la situación inicial en algunas ocasiones.

Toda esta caracterización del recuerdo está puesta en juego al ser relacionada con la
de Funes. Este personaje, con su memoria infalible, permite la comparación con la más
habitual, que el narrador se adjudica a sí mismo y al resto de los humanos, incluyendo
potencialmente a los lectores: “Repito que el menos importante de sus recuerdos era más
minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico” 6.
Los dos personajes se construyen en sus diferencias a partir de esta distancia de percepción.
Se presentan como opuestos: el narrador es porteño, literato y cajetilla, mientras que Funes

3Íbid, p. 130.

4Íbid, p. 125.

5Íbid, p. 130.

6Íbid, p. 134.

3
es “un compadrito de Fray Bentos, con ciertas incurables limitaciones” 7, vestido con
bombacha y alpargatas, un hombre de pueblo; es, también, un prisionero tras las rejas de su
propia casa, un tullido que, tras su accidente, no puede moverse, en oposición al narrador
que viaja, anda a caballo, se sienta. Éste representa la abstracción, el pensamiento, mientras
que a Ireneo le sospecha la incapacidad de tener ideas generales. Uno se declara distraído,
el otro no puede dejar de percibir. De cualquier forma, es la mencionada cualidad de sus
memorias la diferencia sobre la que se articulan estas representaciones. El narrador
recuerda elementos, rasgos, por una parte, sucesiones temporales de acciones por la otra,
Funes, simultaneidades. Ambos, por otro lado, son intelectuales, estudiosos, ávidos de
conocimiento, poseedores de referencias cultas. Estas similitudes les permiten el
intercambio, son el motivo de su encuentro final, y también le conceden al narrador la
posibilidad de interpretar a Funes, de admitirse el intento de retratar su mundo, sus
percepciones.

Resulta interesante cómo el problema aparece en la constitución del personaje que


titula el cuento. Ireneo Funes está desdoblado a nivel temporal. Tras su accidente, que “lo
había fulminado”8, su tiempo físico se separa de su tiempo mental. A nivel físico, es
histórico, finito, cuenta con una vida limitada como cualquier otro ser humano. En su
mente, sin embargo, el tiempo se multiplica. Esta multiplicación no se da en un orden
lineal, sino simultáneo, haciendo de cada instante muchos instantes. Su cuerpo lo somete a
una “…condición de eterno prisionero, (…) inmóvil, con los ojos cerrados…” 9, lo limita
espacialmente, quitándole la posibilidad de explorar. Su mente, a partir de allí, le otorga las
posibilidades que su estado le impide. Su percepción se altera justo después del incidente,
es un acto coordinado. Incluso, podría ser la tullidez lo que se lo permite, dado que su
forma de aprehensión de la realidad se transforma rápidamente en una tortura, un
procedimiento agotador que lo restringe en varios aspectos. Con la posibilidad de recorrer,
conocer, los innumerables elementos que capta serían aun más grandes. Esto puede verse
cuando se plantea su dificultad para dormir, al establecer que lo desconocido (las casas

7Íbid, p. 126.

8Íbid, p. 127.

9Íbid, p. 127.

4
nuevas en las inmediaciones de la suya) le da calma. La memoria de Funes funciona casi
como una puerta al infinito. La unidades dejan de serlo en sus recuerdos, se vuelven
múltiples y abarcativas. En este sentido, su temporalidad mental está alterada, un momento
se transforma en muchos de ellos. “El presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y
también las memorias más antiguas y más triviales” 10, por lo que cada instante, al hacerse
memoria, adquiere esta misma multiplicidad. Su pensamiento es acumulativo, los días
vividos y las cosas aprendidas se desarrollan en una simultaneidad que es inabarcable para
un cerebro normal. Es aún más atractiva su representación del paso del tiempo. Así como
desde los inicios de su vida era capaz de conocer la hora exacta sin ayudarse con ningún
instrumento, al producirse el cambio se intensifica mediante la apreciación de lo que él
produce. El recuerdo le permite notar cada ínfima modificación, “…discernía
continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba
los progresos de la muerte, de la humedad” 11. El problema, no obstante, se acentúa por la
contradicción con el tiempo físico. Sus rememoraciones son en tiempo real, ya que no
puede abstraerse: al reconstruir un día entero, invierte un día entero. De igual manera
sucede con sus proyectos: no es una imposibilidad mental lo que lo abstiene de realizarlos,
sino la noción de una vida finita. Además, es capaz de notar su propio deterioro, de
descubrir esta paradoja en la visión de sí mismo: el tiempo que percibe y el tiempo que
efectivamente pasa no son iguales. En su caracterización, el narrador pareciera no pasar por
alto estas cuestiones. Califica su cara como “singularmente remota”, su voz como la de un
orillero antiguo. Cuando lo ve, luego del diálogo en tinieblas, dice que “(le) pareció
monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las
pirámides”12. Ireneo Funes se desenvuelve en un no-tiempo en el que, a su vez, las horas
pasan, dejando su marca a una velocidad inusual. Retomando el relato marco, en el que
según lo establecido se busca, mediante los testimonios, conservar (sin el carácter intacto
que se había propuesto anteriormente) al difunto, puede ponerse en correlación con los
casos de memoria prodigiosa en la historia universal que el personaje cita del Naturalis
historia. Dado que Ireneo es un ser inscripto en el tiempo, el proyecto de testimoniar su
10Íbid, p. 131.

11Íbid, p. 133-134.

12Íbid, p. 135.

5
vida lo comprende como un personaje histórico, tal como los retratados en la antigua
enciclopedia.

Ha sido conceptualizada la inscripción de la problemática inicial en la trama del


relato. La cuestión aparece en los diversos planos, planteando a su vez otros asuntos que
quedan englobados en la descripción inicial. Queda por analizar, tal vez, cómo la muerte
del personaje afecta este conflicto.

Bibliografía:

- Borges, Jorge Luis, “Funes el memorioso” en Ficciones, Buenos Aires,


Debolsillo, 2012.

También podría gustarte