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Dos miembros del Stanford Literary Lab, Ryan Heuser y Long Le-Khac,
establecieron otro corpus de novelas decimonónicas (2.958 títulos) y observaron
que a medida que el siglo avanza se dobla el número de términos que indican
acción, al mismo ritmo que lo hacen las palabras que describen partes del cuerpo
humano, como dedo o cara. Eso son los datos. La lectura que de ellos se deriva:
así se expresa el proceso de urbanización y el nacimiento de la masa moderna. En
un artículo de la revista Wired del 2014, declaran: “La experiencia primaria del
contacto con otras personas en las ciudades radicaba en sus cuerpos, y las novelas
lo documentan”. Las palabras abstractas entran en retroceso y proliferan las
concretas: “Es el tránsito del contar al mostrar”. Uno de los gráficos elaborados
por Jockers, de hecho, indica cómo durante el siglo XIX aumenta y decae el uso
en la novela de la palabra beautiful. El periodista Clive Thompson, autor del
artículo de Wired, habla del big data como crítica de arte. Y sitúa los hallazgos
en el campo de la literatura en la constelación de las humanidades digitales: los
investigadores de Harvard Erez Aiden y Jean-Baptiste Michel han demostrado
que la idea de los Estados Unidos como una entidad individual sólo emergió tras
la Guerra Civil, cuando en los textos empieza a proliferar la frase “the United
States is” en detrimento de “the United States are”.
Pero no sólo nos encontramos ante jóvenes investigadores y nativos digitales: sir
Brian Vickers, nacido en 1937, experto en Shakespeare, ha introducido el análisis
cuantitativo en sus últimos trabajos sobre la autoría de ciertas tragedias del bardo.
El léxico, la sintaxis y la retórica, tratados estadísticamente, pueden inclinar la
balanza cuando se tienen dudas acerca de quién escribió realmente una obra. Es
posible localizar palabras que no existían o que tenían otro significado u otra
ortografía en la época en que supuestamente un texto fue creado: con la caza de
los anacronismos se reúnen evidencias para resolver el misterio. Hace cuatro
años publicó Shakespeare and Autorship Studies in the Twenty-First Century,
donde explicaba los métodos científicos con que está probando sus hipótesis.
Entre sus herramientas figura Pl@giarism, un software libre desarrollado por la
Universidad de Maastricht para detectar casos de copia en trabajos de alumnos de
Derecho, mediante el que Vickers localiza secuencias de tres palabras que son
exclusivas del autor de El Rey Lear. Es decir, no como “Yes, my lord”, sino
como “eyebrows jutty over”.