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AYUNO MARZO 2018

SEMINARIO 3 DÍAS: Nuestra maravillosa identidad


Uno de los pasajes que más predicaba nuestro padre en la fe, el doctor Néstor Chamorro,
respecto a vivir según nuestra nueva identidad en Cristo fue Gálatas 3:29. Él siempre se apropió
de la promesa de Abraham: El ser padre de multitudes, el ser benditos para llevar bendición a
otros y al ambiente. En este ayuno vamos a estudiar el gran desafío que tenemos de
responderle a Dios, viviendo nuestra identidad y desarrollando el sentido de vida, que ya él
determinó para nosotros.

DÍA 1: El origen de una vida sin sentido


“…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13)

Introducción
Antes de tener al Señor en nuestro corazón, nuestra vida carecía de sentido porque estábamos
limitados a nuestros pensamientos, deseos y a lo que el mundo nos ofrece.
Cuando recibimos al Señor Jesús en nuestros corazones, nuestra vida es transformada y
adquirimos un nuevo propósito de vida. La meta de la vida cristiana es ser como Cristo, pues
Dios nos llama a la madurez, debemos llegar a la estatura de la plenitud de Cristo. Este estándar
es tanto personal como colectivo, la madurez está asociada a nuestro conocimiento de Cristo y
por ende, a nuestra manera de vivir. El Padre nos expresa en este pasaje, que espera que todos
sus hijos lleguen a un conocimiento general de la fe que les mantenga unidos y que por medio
de él (del conocimiento) conozcan a su Hijo, el cual es Dios, a fin de que maduren y vivan como
hijos a la misma altura y medida en la que vivió Cristo, entonces nuestra vida tendrá un sentido
verdadero.

1. El origen de una vida sin sentido


Para comprender donde comenzó nuestra vida sin sentido, debemos ir bien atrás hasta el
comienzo de la creación, allí en el jardín del Edén. De alguna manera, frente al árbol del
conocimiento del bien y del mal, nuestros primeros padres adquirieron esta naturaleza. La Biblia
enfatiza más en lo que ellos perdieron, que en lo que obtuvieron.

1.1. Dios fue enfático, advirtiéndoles a Adán y Eva la consecuencia de haberle


desobedecido.
La respuesta la encontramos en Génesis 2:17. Esta muerte era algo más que una muerte física,
como lo demuestran tan vívidamente los siguientes capítulos de Génesis, y lo afirma Pablo
también, en Efesios 2:1. Entonces, lo que realmente sucedió con Adán y Eva era que aunque
seguían viviendo, habían perdido la vida. La vida física la perderían eventualmente, pero en el
mismo momento de la desobediencia, ellos perdieron la verdadera vida.

1.2. ¿Qué fue, entonces, lo que sucedió en el Jardín del Edén? (Génesis 3:7-19)
Adán y Eva perdieron la vida. Por lo menos, algo de lo que Satanás dijo que les iba a suceder,
les sucedió: se volvieron criaturas independientes, separadas de la vida de Dios, separadas de
su mente, de su perfección, de su pureza y de su santidad.

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Ellos sí adquirieron algo; ahora, por naturaleza, eran hijos de la ira, pero fundamentalmente
ellos perdieron lo más valioso: la vida que viene de Dios; ahora ellos estaban muertos en sus
delitos y pecados. Si ellos le querían encontrar sentido a su existencia, si querían sacarles algún
sentido a los pocos años que se les había destinado, antes de que sus cuerpos se gastaran y se
murieran, ellos tenían que hacerlo por sí mismos.
1.3. El hombre no fue diseñado para vivir en sus fuerzas.
Por el contrario, el hombre fue diseñado para que dependiera de Dios. Por eso el Señor Jesús
pidió para nosotros volver a ser uno con el Padre (Juan 17:21). El hombre nunca fue diseñando
para vivir en la carne, es decir, con sus propias fuerzas. Cuando Adán y Eva rechazaron
depender de la voluntad y el carácter de Dios, también rechazaron la vida; al buscar la felicidad,
lo que encontraron fue un gran desespero. Su único puente hacía el sentido, hacia la razón
fundamental por la cual existir, se convirtió en una ruina sin esperanza para ellos (Romanos
8:8).

2. Una vida separada de Dios, una vida de pecado


Si buscamos en el diccionario, podremos encontrar que pecado es: Pensamiento, palabra o
acción que, en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de dios o los
preceptos de esa religión. Pero veamos la definición desde el punto de vista de Dios:

2.1. El pecado es la expresión de la lucha del hombre por encontrar un significado a su


existencia, cuando tiene una vida apartada de Dios. El pecado, son todas las formas en que el
hombre trata y expresa la distancia entre él y su Creador. Por lo que le es imposible encontrarle
sentido a su existencia.
2.2. El pecado consiste en transgredir la Ley de Dios y rechazar la vida, para perseguir una
voluntad diferente a la voluntad de Dios, la cual está expresada en su Palabra. (Isaías 53:5) al
rebelarnos contra la intención perfecta de Dios y corromper las cualidades humanas hacia fines
no orientados por Dios, el hombre ha cometido una gran ofensa. Debido a esta ofensa, surgió
una cantidad de problemas para el hombre, pues, empezó a vivir una vida sin sentido,
buscando siempre encontrar la verdad, sin un rumbo definido.

Como descendientes de Adán, muchas veces hemos rechazado todos los esfuerzos de Dios para
relacionarse con nosotros. No pusimos atención cuando nos hablaban de él; no leímos su Palabra
y caminamos por mucho tiempo en la vida, sin entender la manifestación más grande del amor
de Dios: dar a su Hijo en rescate nuestro.
Aún, hoy en día, el individuo que no ha tenido un encuentro personal con Dios, seguirá
experimentando ese vacío y luchará por vivir siempre en su propia fuerza, buscando una
respuesta que nunca hallará (Isaías 57:10).

3. El sentido de la vida de Jesús


Nunca podremos saber con seguridad qué es realmente vivir, a menos que escuchemos la voz
del Único que en realidad sabe lo que es ésto, pues él fue el que nos creó. Él fue quien les dijo a
Adán y a Eva lo que habían perdido. Solamente podremos saber cuál es el verdadero sentido de
la vida, si conocemos al Único, cuya vida tuvo sentido desde su nacimiento: Jesús de Nazaret.
La esencia de Su vida estaba en que todo lo que hacía, sus palabras, sus obras, su vida, venían
de su Padre. Él tenía una vida totalmente dependiente de Dios (Juan 14:10; Juan 17:4; Juan
14:9b)
Aplicación Teoterapica
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Los hombres separados de Dios se convirtieron en algo que le ofende. Las criaturas formadas
por Dios, que debían expresar su gloria, su voluntad, su pureza y su amor, están impidiendo esa
manifestación.
El propósito final de Dios en todas las cosas es manifestar Su propia gloria. El propósito de Dios
al crearnos es que nosotros, por medio de un compañerismo dependiente de Él, recibamos y
manifestemos su misma vida, es decir, la gloria de Dios.

DÍA 2: Buscando un sentido para vivir

“Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era
fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 2: 17).

Introducción
Imaginemos por un momento una galería de amplios y largos corredores, con millones de
marcos sin ningún retrato, completamente vacíos. Todo ser humano fue destinado para ser el
marco de una obra de arte, inimitable e individual de la gloria que Dios mismo refleja. Pero,
lastimosamente, en el lugar que Dios debería ocupar, solamente hay un vacío, que de una u otra
forma el hombre día tras día ha tratado de llenar. Así que el individuo vive alrededor de su
propia persona, con la esperanza de hallar la felicidad y el verdadero sentido de la vida.

1. Todos buscamos un motivo para vivir.


En la búsqueda de este sentido para existir, si no reconocemos a Dios en nuestra vida como
Señor y salvador, nos encontramos como lo dice Salomón, aborreciendo la vida, porque no
tengo un claro sentido de lo que Dios ha hecho para mí. El concepto de pecado es inseparable
del tema del sentido de la vida. Veamos varias formas en que el hombre trata de encontrarle
sentido a la vida:

1.1. En las riquezas y la fama. (Eclesiastés 2:1-4) Salomón se refiere a dar rienda suelta a
nuestras emociones y deseos, a construir una vida llena de riquezas materiales y adquirir
posición, pero luego de tener todo ésto, encontró que todo era vanidad y en ellos no
encontraba la verdadera felicidad.

1.2. En el conocimiento y la sabiduría. (Eclesiastés 2:10-11) El hijo de David tenía la sabiduría


para ver el vacío que había en todas las cosas que probó. Aunque no hayamos vivido lo
que Salomón vivió, es fácil concluir que el problema personal sigue siendo el mismo para
cada hombre y para cada mujer: Dónde encontrar el verdadero sentido a la vida.

Aunque nosotros no poseemos el oro que tenía Salomón, sí tenemos nuestros propios sueños,
metas y anhelos. Es por estas cosas, por las que luchamos, trasnochamos y nos sacrificamos.
Desafortunadamente, cuando pensamos lo que hemos logrado, nos apegamos tenazmente a
esos éxitos, volviéndolos nuestros ídolos, y nuestro respetable orgullo empieza a salir a flote, sin
querer admitir ante nosotros mismos o ante los demás, que al final eso tampoco nos llenó
(Isaías 44:20).

2. Formas erróneas de encontrarle sentido a la vida


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Para el no cristiano, los esfuerzos por encontrarle un sentido a la vida, encuentran su expresión
en lo que Pablo llamó: Las obras de la carne (Gálatas 5:19-21a). Estas obras son:

 Las primeras tres obras: adulterio, fornicación e inmundicia, obviamente se relacionan con
el intento del ser humano de encontrar sentido a la vida por medio de su cuerpo. La
idolatría es algo muy amplio, pues, un idólatra es el que ha decidido cómo y dónde va a
encontrar la vida. Luego, para conseguir lo que él considera vida, va a luchar
fervientemente; cuando lo obtiene, va a guardarlo y adorarlo; pero cuando pierde aquello
por lo cual ha luchado tenazmente, sufre, pues, le significa tanto como perder la vida.
 La hechicería es la búsqueda del sentido en lo oculto.
 Enemistades, pleitos, celos e iras, reflejan las reacciones seguras de alguien que está
frustrado por ciertas circunstancias vividas. Puede ser que algo de mucho significado le ha
sido quitado, o amenazado, o está fuera de su alcance.
 Contiendas, disensiones y herejías son muestras de ideologías en conflicto, respecto de
saber dónde está la verdadera vida, en dónde están esos valores. La envidia es el deseo de
lo que otros poseen. Si alguien más lo ha obtenido, los otros también lo quieren tener.
 Las últimas dos “obras”: borracheras y orgías, evidencian el hecho de que la persona se ha
dado por vencida. Ya no tiene voluntad para encontrar un sentido a su existencia.

3. El camino hacia la vida con sentido (Efesios 4:17-18).


No nos podemos engañar a la hora de definir cuál es nuestra verdadera felicidad, y en dónde
tenemos colocada nuestra mirada, pues, al final el único que puede llenar completamente
nuestras vidas es el Señor. No habrá ninguna otra cosa o persona, con quien podamos
experimentar la plenitud de la vida; en caso de que exista, esta felicidad será totalmente
momentánea.
Cuando Dios nos creó, nos hizo con un único propósito y es que dependiésemos totalmente de
él. El verdadero sentido de la vida es dejar que Cristo viva su perfecta vida en y a través de
nosotros. Sólo en una completa dependencia de él se cumplirá en nosotros su propósito final:
que manifestemos su gloria en cada situación y circunstancia de nuestra vida. Esto es realmente
vivir, es regresar a Dios y vivir para su diseño y sus planes soberanos.

Aplicación Teoterápica
Meditemos, ¿hemos rendido cada área de nuestra vida a Dios? ¿Es Dios nuestra máxima
prioridad en la vida? ¿Estamos dependiendo de él para que sea suplida cada una de nuestras
necesidades? Si la respuesta a alguna de estas preguntas es negativa, necesitamos ahora mismo
dar un giro y reconciliarnos con Dios, renunciado categóricamente a esos “becerros de oro” y
“lugares altos” que se han instalado en nuestra vida y no nos dejan disfrutar la plenitud de vida
que Él nos quiere dar.

DÍA 3: Nuestra nueva naturaleza


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“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
(Efesios 4:22-24)

Introducción
Cuando recibimos al Señor en el corazón recibimos una nueva naturaleza, esta solo se puede
comprender en el espíritu y determina la realidad que vive un cristiano. Ser cristiano y seguir
viviendo una vida sin propósito y sin visión de la eternidad, depende de cómo nos hayamos
identificado con la nueva naturaleza que nos da Cristo.

1. Dios nos creó a su imagen, con autoconciencia.


Dios ha creado al hombre para que sea un ser autoconsciente, es decir, para que le inquiete
saber de dónde viene y hacia dónde va. El hombre tiene la habilidad de pensar en términos de
su propia identidad (Salmos 8: 3-4). Dios nos dio esta habilidad para:
 Pensar en términos de quiénes somos y por qué estamos vivos. No podemos negar que
seamos criaturas creadas por Dios y que estemos aquí para que él cumpla su propósito en
nuestras vidas. Si cualquier persona se acerca a nosotros, debemos estar en perfectas
condiciones de decir quiénes somos, pues un día tuvimos un encuentro con nuestro Creador
y Salvador, y a través de este encuentro nuestra vida fue sellada por Él.
 Esta habilidad de la autoconciencia también funciona como un medio especial de gracia,
para llevarnos como hijos de Dios a profundizar en el verdadero sentido de nuestra vida.
(Colosenses 3:1-4)
Generalmente, cuando pensamos en nuestra propia identidad, respondemos en términos de
alguna posición en particular que tengamos, o esperamos tener. Somos padres o madres,
estudiantes o profesores, jugadores de fútbol o agricultores. Sin embargo, cuando nos paramos
a pensar acerca de esas identidades, tenemos que admitir que todas ellas son muy frágiles y
muy tenues.

2. Recordando nuestro nuevo nacimiento


Recordemos cuando nos invitaron a la primera reunión cristiana; nos sentimos un poco extraños,
quizás no aplaudíamos, no hablábamos con nadie, mirábamos y estábamos atentos a cada
detalle. Al pasar el tiempo, caminábamos por el salón, saludábamos a todos, aplaudíamos y nos
gustaba que todo el mundo supiera que creíamos en Jesús como nuestro Salvador, aunque en
nuestra vida todavía existieran conflictos. Más adelante, hacíamos las cosas que se esperaba que
un cristiano hiciera: ir a la reunión, al grupo de oración, a los campamentos y a las actividades
conjuntas. Estos tiempos fueron decisivos para nuestras vidas. Pero muy pronto descubrimos
que nuestra decisión parecía haber creado más problemas de los que resolvíamos. Conforme
avanzamos en nuestra vida cristiana, descubrimos que independiente de nuestro pasado, según
la Biblia, somos el regalo del amor de Dios Padre, para su Hijo, (Juan 17:6). El conocer esta
gran verdad nos llenó de verdadero gozo, saber lo que Jesús hizo para nosotros, su muerte y su
resurrección; significa que cuando Dios nos ve, no nos ve como realmente somos, sino que más
bien, él ve todo lo bueno que hay en Jesús. (Colosenses 3:3)

3. Más que perdón y una naturaleza nueva: una identidad maravillosa. (1 Pedro 1:9)

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Un cristiano no es simplemente una persona que obtiene perdón, que es salvo, que tiene al
Espíritu Santo, y que tiene una nueva naturaleza. Un cristiano es una persona que ha llegado a
ser “alguien”, que no era antes.
Podemos pensar que estas características significan mucho, y que no las merecemos. Este es el
error de muchos cristianos que consideran que esta clase de vida no es para ellos. Ahora bien, la
Biblia nos enseña que la vieja naturaleza ha sido crucificada, pero muchos todavía la controlan a
su manera y, mientras eso suceda, no veremos los resultados que tanto anhelamos como
cristianos (Efesios 4:22; Gálatas 5:24)
Quizás, esta idea de una nueva persona parece estar muy lejos de la realidad diaria de la vida.
Pero, eso no cambia el hecho básico: Pues si estábamos viviendo en nuestra voluntad, es decir,
en la carne, la vida y el significado de ella tenía que ser hallada allí mismo. Nuestra vida era lo
que era nuestra mente, nuestras emociones, nuestros sentidos, nuestro ambiente y nuestras
relaciones. Pero ahora todo ha cambiado (Romanos 8:9). Gracias a Dios hemos nacido de nuevo,
y las cosas ya no son así, sea que lo creamos o no lo creamos. Podemos vernos iguales,
sentirnos los mismos, pero ya no somos iguales.

4. Nuestra identidad debe ser cuidada


Muchos cristianos, sin proponérselo, pueden destruir está gran verdad, pues, creen que les
basta con tener la salvación y una nueva naturaleza. Lo que importa no es lo que tengamos; lo
que vale es “quiénes” realmente somos, y cómo estamos cuidando la herencia y el linaje que
Dios nos dio en Cristo. Lo que necesitamos es ser iluminados por el Espíritu Santo. El ministerio
más milagroso de Él es dar testimonio a nuestro espíritu. La verdadera espiritualidad, entonces,
tiene que ver con “los ojos del corazón” y con el conocimiento sobrenatural que sobrepasa toda
sabiduría (1 Juan 2:27). Es tan grande el amor de Dios por nosotros, que nos llama hijos.
Realmente somos sus hijos y, como hijos, nos tiene muchas bendiciones (1 Juan 3:1-2ª; 1 Juan
3:7,9).

5. Ciudadanos del cielo, nuestra nueva identidad (Filipenses 3:20).


Esta gran verdad podemos verla de la siguiente forma: Pensemos que éramos nativos de un mal
país, del territorio de Satanás. Estábamos de acuerdo con todo lo que allí se hacía y decía.
Luego, llegó el día en que recibimos a Cristo, y él tomó posesión del territorio en donde yo vivía.
Las líneas fronterizas fueron cambiadas. Luego, Jesús vino a mí y me dijo: “Si no lo sabías,
ahora estás en mi territorio, así que debes cambiar la forma en que actúas, para que vivas
conforme a tu nueva ciudadanía.”

6. Una identidad muere, y otra nace (Romanos 6:6).


Este concepto aparentemente es muy claro, pero cuando vemos nuestra vida, hay una aparente
contradicción: ¿por qué si nuestro viejo hombre fue crucificado, todavía pecamos? Podríamos
decir, para justificar nuestro comportamiento, que la crucifixión es una muerte muy lenta, y
nuestro viejo hombre no está del todo muerto, pero esto no es así (Romanos 6:4). Todavía hay
muchas cosas del pasado a las cuales no hemos renunciado.

Aplicación teoterapica
El viejo hombre es el hombre sin regenerar; el nuevo hombre es el regenerado, que ha sido
creado en Cristo Jesús, para realizar buenas obras. Por lo tanto, ya no se hace factible decirle a
un cristiano que él es un hombre nuevo y viejo, pues, sería como decirle que él es un hombre
degenerado y regenerado. En realidad, toda persona que ha nacido de nuevo es totalmente
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regenerada. Por lo tanto, tenemos que entender que el viejo hombre dejó de existir, a causa de
nuestra regeneración. Al morir el viejo hombre, nuestra vida está lista para vivir un cambio, un
nuevo compromiso y un estilo de vida muy diferente del que estábamos llevando. Somos nuevas
personas y tenemos que disfrutar del privilegio de una nueva identidad.

Segunda semana: Dependiendo de Dios, disfrutando nuestra


identidad
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5)

Introducción
Cuán fácil es olvidar que el pecado no es simplemente lo que hacemos o no hacemos; el pecado
se relaciona con la independencia o dependencia de Dios. Por lo tanto, se requiere de la
disciplina de disponer todos los días nuestra vida, para estar en su presencia y recibir de él toda
la fuerza para enfrentar la adversidad, la derrota y la tentación.

1. Dependencia de Dios, clave de la nueva identidad


Pablo también nos enseña que no tenemos que acceder a los deseos pecaminosos, porque ya el
poder de pecar fue llevado a la cruz por Cristo (Romanos 6:1-14). Antes de ser salvos, no
podíamos decir no, pero ahora sí, pues, Dios nos ha dado el poder para no pecar. Tal fortaleza
se adquiere sólo en oración, en la búsqueda personal de Dios, rindiendo cada área de nuestra
vida a él. La verdadera victoria sobre el pecado no se hace realidad sólo cuando no se está
cometiendo el pecado, sino cuando honestamente no deseamos lo que la carne encuentra
deseable; también ocurre cuando, en lugar de ese deseo, se está disfrutando la plenitud y el
gozo que fluye de Dios, lo cual se manifiesta en una vida de santidad (Efesios 3:14-16).

2. Algunas verdades sobre nuestra identidad


Lamentablemente, esta verdad tan revolucionaria no ha bajado al corazón de muchos cristianos,
porque han ubicado las verdades bíblicas en dos grandes depósitos:

 El primer depósito lo llaman la verdad posicional. Dios ahora nos ve justos, porque nos ve
por medio de la muerte y la resurrección de Jesús. Existe un lugar apropiado para esta
idea, pero si no vemos los límites cuidadosamente, entonces podemos errar, y nos
encontraremos repitiendo ociosamente que una persona se debe ver a sí misma como
muerta “posicionalmente”, cuando de hecho su propio “yo viejo” está vivo, es decir, siguen
latentes sus deseos pecaminosos.
 El otro depósito es la verdad experimental, la cual dice que todo lo que sea cierto, es
porque estamos conscientes de ello en el proceso del diario vivir. Por lo tanto, al leer la
Biblia, nuestra tarea es decirle al Señor, que permita que esta verdad sea una realidad en
nuestra vida.
Pero, hay una tercera clasificación que se llama la verdad actual. Esto quiere decir que nos
conformamos con lo que estamos viviendo y nos acomodamos a esa realidad, en lugar de vivir la
verdad de nuestra nueva identidad en Cristo. Muchos cristianos creen que al menos que algo se
experimente, deberá ser una “verdad posicional”, en vez de una “verdad actual” y no encuentran

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la vida con propósito que Dios tiene para ellos. Por ejemplo, la Biblia dice, en 2 Corintios 5:17,
que somos una “nueva creación”, pero si no nos sentimos así, entonces, la consideramos
simplemente como una verdad posicional, algo que no es actual para nosotros. Para vivir la vida
que Dios tiene para nosotros, es indispensable dejarnos enseñar todos los días por Dios en su
presencia a través de la oración y su palabra que es la que da testimonio de la verdad: De
Jesús.

3. La identidad de hijo de Rey (Efesios 4:13)


¿Volar? Muchos creen que no lo pueden hacer. Creen que su naturaleza no es volar, pero si se
atrevieran a vivir conforme a su nueva identidad, y se sometieran voluntariamente, serían
llevados por las alas del Espíritu Santo para ser remontados a alturas jamás imaginadas. Cuando
en nuestra vida sucede esto, dejamos que la acción liberadora del Espíritu Santo transforme
nuestro ser, hasta que esa obra que él empezó sea completada.

Aplicación Teoterápica
El asunto primordial es entender que nuestra identidad está en Cristo; lo que ahora somos, es
gracias a su obra en la cruz. Un cristiano no es simplemente una persona que obtiene perdón,
que es salvo, que tiene al Espíritu Santo, y que tiene una nueva naturaleza. Un cristiano es una
persona que ha llegado a ser alguien, que no era antes. Por lo cual, estamos llamados a vivir
según esa nueva identidad que nos ha sido dada, y fruto de entender nuestra nueva identidad,
encontramos el verdadero sentido o propósito de nuestra vida. El descubrimiento de ese sentido
es el fundamento adecuado sobre el cual podemos confrontar el pecado y edificar una vida de
santidad.

Tercera semana: Viviendo en el espíritu


 “Mas, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu” (Romanos 8:9)

Introducción
Un cristiano es la obra maestra de Dios. Es el nuevo hombre que Dios se ha propuesto hacer.
Creado de una forma tan limpia como un prisma sin tacha, que progresivamente está siendo
labrado en facetas, para así recibir, transformar y exponer las glorias invisibles del Dios infinito,
en un arco iris de sus propios atributos, para que toda la creación vea a Dios.

1. En busca del sentido más profundo (Filipenses 1:21)


Para Pablo algo era muy claro en su vida, que para él el vivir era Cristo. La intención de Dios es
que cada cristiano se vuelva, literalmente, un “obsesionado” con su verdadera identidad, sentido
y vida. Esto es vida, es dejar que el Divino Dios perfeccione en nosotros su propia identidad tan
profunda, verdadera y eterna (1 Pedro 2:9).

1.1. El cristiano que ha perdido su sentido de vida.


Si en lo profundo de su corazón un cristiano no sabe quién es; si ha permitido que su sentido de
la vida esté moldeado por su propia carne, será un cristiano frustrado, ya sea consciente de esto
o no. Al leer la Biblia se auto condena, y el versículo de su vida será, 1 Juan 1:9. Sentirá que
Dios es casi siempre su adversario, pues, las cosas que más quiere en su vida, son las que
menos deberá querer, ni siquiera desear. Pensará que ser cristiano, es decir “no” a sí mismo,
“no” a sus sueños y “no” a sus deseos; y decir “sí” a Dios y a sus mandatos.

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1.2. El cristiano que mantiene su sentido de vida.
Aceptarnos a nosotros mismos como seres fundamentalmente espirituales, no es cosa fácil.
Usted podría decir: “Claro que eso suena maravilloso; lástima que en la práctica no sea así. Yo
soy celoso, codicioso, orgulloso, materialista y muchas cosas más”. Si expresáramos lo que en
realidad somos, nos avergonzaríamos. Pensando en esta forma no solamente somos radicales,
sino que simplemente estamos equivocados. Todo cristiano sabe que la verdadera victoria
sucede, cuando permitimos que el Espíritu Santo controle lo que somos, para que así Cristo
pueda producir en nosotros lo que Él es. (1 Juan 3:7 y 9; Juan 17:14-16; Efesios 2:10).

2. El retrato de un cristiano

Veamos dos retratos completamente diferentes de un cristiano:

2.1. Primer retrato (Romanos 7:19-25)


El primer retrato es muy común, muy familiar. Es el cristiano que sabe que ha adquirido una
nueva naturaleza, pero continúa dejándose manipular por su vieja naturaleza. Es un hombre con
dos naturalezas. La persona, en cierto sentido, se encuentra entre dos capacidades (dos
naturalezas). El individuo en sí es su mente, voluntad, personalidad, cuerpo y emociones. Lo que
su personalidad manifiesta en el comportamiento depende de cuál sea la capacidad que lo está
energizando. Un cristiano victorioso, de acuerdo con este punto de vista, es aquél cuya
naturaleza nueva está controlada por Dios, y cuyo comportamiento es como el de Cristo.
Entonces, ¿quién es usted? Por un lado, es una persona que quiere agradar al Salvador, y por el
otro quiere pecar. Usted está manifestando una personalidad dividida, esta no es la victoria en
Cristo.

2.2. Segundo retrato (Romanos 8:1-4)


El cristiano que no solo sabe que adquirió una nueva identidad, sino que vive según su nueva
naturaleza. Vive controlado por el Espíritu Santo que le recuerda, en su gracia, y que antes ed
actuar en cada situación le permite reflexionar: “¿quién soy yo?, ¿Estoy actuando acorde con lo
que realmente yo soy? Es evidente que yo no soy sólo carne (ojos, oídos, nariz, etc.). La vida
para mí no es tener carro último modelo, vacaciones llenas de fantasías, una figura perfecta,
una reputación envidiable, etc. Yo sé quién soy. Fundamentalmente, soy un ser espiritual creado
por Dios, en quien debe manifestarse la vida de Jesús. Allí es donde está la verdadera vida”.

Usted no es dos “yo”. No es el viejo y el nuevo hombre a la vez. Recordemos que el pecado es la
expresión de la respuesta de un individuo que no encuentra sentido a su vida, por encontrarse
separado de Dios. Lo que determina el sentido en la vida es estar consciente de la propia
identidad. Y el resultado, en términos de una verdadera identidad para un cristiano, está en el
cumplimiento de ese sentido.

3. El verdadero conflicto en la búsqueda del sentido de la vida (Gálatas 5:17)


El afán personal por la búsqueda incesante del sentido de la vida, y el no poder encontrarlo lleva
a experimentar un gran vacío. ¿Y cuál es el verdadero sentido? Está en recibir y manifestar la
vida resucitada de Cristo. Esto nos lleva a una batalla muchas veces abrumadora.
Constantemente nuestra carne está recibiendo “posibilidades de encontrar sentido” que son
independientes de Dios, y estamos siendo bombardeados incesantemente por el sentido falso
que el mundo le da a la vida. El hijo de Dios, que se sabe “un nuevo hombre”, y un “hijo de luz”,
entiende que el verdadero sentido de la vida está en recibir y manifestar la vida resucitada de
Cristo. Vive a la altura de esa nueva identidad, como santo, escogido y apartado para realizar las
obras que Él mismo le ha encomendado. La victoria de disfrutar de esa nueva identidad consiste
en rendir cada área de nuestra vida completamente a Cristo, y estar dispuestos a pagar el precio
de hacer su voluntad en todo (Romanos 12:1)

9
Aplicación Teoterápica
Sin duda, es cierto que en cada cristiano hay un principio que siempre está operando; es una
demanda incesante por encontrar el sentido de ser. En el momento en que esa demanda por
sentido se vuelve algo dominante en nuestra carne y no en nuestro espíritu, es en ese momento
cuando ese principio está produciendo algo malo en mí. Cuando la carne define su propio sentido
de ser, siempre producirá pecado. Al contrario, cuando esa búsqueda por encontrar sentido fluye
de nuestro espíritu, y está dirigida y controlada por el Espíritu Santo, nuestros deseos estarán
sujetos a Cristo, nuestros miembros entregados a Dios y el resultado es la pureza y la santidad,
tanto en el hombre interno como en el externo.

Cuarta semana: Cumpliendo el propósito de Dios


  “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza"
(Génesis 1:26)

Introducción
Para cumplir el propósito de Dios en nuestra vida, es necesario conocerlo. Desde el inicio de la
creación percibimos que existía una célula celestial, en la cual se manifestaba esa unidad entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, esta unidad es la que Dios quiere que se manifieste en sus
hijos.

1. El origen de la célula
La primera célula que menciona la palabra de Dios es precisamente la célula celestial. Cada uno
de nosotros está llamado a adherirse para tener día a día esos encuentros en donde recibimos
visión y unción para actuar como ganadores, como seres que viven vidas con propósito, con
marcas de amor y excelencia incomparables. Este es el tiempo de nuestro devocional personal
cada mañana.

2. El propósito de la célula (Juan 10:30)


Cuando Dios diseñó la familia, lo hizo para que el hombre disfrutara de la unidad manifestada
en el modelo divino de convivencia. Cuando se habla del sistema celular, es necesario
remontarnos al establecimiento universal de principios dados por Dios, para el logro de la Gran
Comisión. Desde que Dios inició su tarea de redención para la humanidad, su propósito ha sido
que las familias se mantengan unidas, y no solamente ésto, sino que cada uno de sus miembros
le conozca y le adore como Dios:

2.1. Dios salvó la casa y la familia de Noé en el diluvio, porque fue hallado justo delante de los
ojos de Dios (Génesis 6:8)
2.2. Con Abraham, Dios estableció el pacto de que lo haría una gran nación y bendeciría en él
a todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-2)
Estos hermosos principios de Unidad y de Permanencia, son parte del plan organizado
sabiamente por el Señor en su Palabra. Son los principios que se viven cada día en el pequeño
grupo llamado "célula". Este sistema nace en la mente de Dios, y está escrito en su Palabra
donde se nos muestra que en los comienzos del cristianismo, se realizaban dos clases de
reuniones: En el templo y en las casas (Hechos 2:46).
3. El método de Dios para la expansión de su reino.

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Pablo también entrenó a Timoteo y lo animó (2 Timoteo 2:2). A todo lugar donde Pablo fue a
través del mundo Romano, siempre escogió individuos para entrenarlos, uno a uno; siempre
comunicaba en sus escritos su amor personal (Filipenses 4:1). Todos estos a quienes se dirigía
Pablo eran un pequeño grupo de amigos personales muy amados.
Los inicios de la vida en célula en Colombia se da en los años 60, cuando un grupo de personas
seducidas por el amor y la restauración lograda en nuestras vidas por el tratamiento directo de
Dios a sus conflictos, decidieron entregarle sus vidas para servirle y seguirle al lugar donde él les
enviara. Fue así como empezaron a dar a otros de lo que habían recibido del Señor y de esa
forma se reproducían, conquistando a otras personas, para que siguieran a Cristo y le
entregaran sus vidas e iniciar así, la gran revolución en el corazón de los hombres y mujeres,
que aceptaban el reto de darle a Cristo la oportunidad de transformarles en personas victoriosas.

4. ¿Por qué la célula? (Mateo 9:36)


Los cristianos nos hemos convertido en gente especial, que cree en Dios como la única fuente de
transformación del hombre. Por eso el gran objetivo de nuestra vida es, evangelizar toda
nuestra nación y el mundo entero para que disfrutemos de tenerlo a él como nuestro Dios
(Salmo 33:12a). Cuando se comparten experiencias a nivel de pequeños grupos, la persona
llega a identificarse con el menos afortunado, el pobre, el solitario y el hermano desvalido. Así el
propósito de la célula es: "Ganar, edificar, y enviar (multiplicar) hombres", es el propósito triple
de la célula. La célula es una red evangelista, es una dinámica espiritual la cual se reúne, se une
y se mueve junto en una atmósfera de amor, oración, fe y fruto del Espíritu Santo. Como
resultado cada miembro testificará con poder y trasmitirá a otros lo que está aprendiendo.
La célula tiene los siguientes propósitos:
 Ser un medio de multiplicación espiritual (2 Timoteo 2:2)
 Ser una unidad combatiente en la evangelización
 Brindar amor y compañerismo (1 Juan 4:7-12).
 Ser un lugar de educación (Lucas 19:47).
 Ser un organismo viviente (Juan 6:35).
 Convertirse en el mayor aporte para la paz de los pueblos (Colosenses 3:15)

Aplicación teoterápica.
La célula no es una obra de hombre, sino un regalo de Dios, nacida en el corazón y en la
vivencia del propio Dios. Como célula viviente, estos grupos se reproducen, son nacidos a través
del trabajo del Espíritu Santo. Si comprendemos la voluntad de Dios, estaremos dispuestos a
emprender la organización de numerosas células, en donde se formen líderes que guíen sus
propias vidas, familias y comunidades hacia el conocimiento de Dios y su Palabra.

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