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Introducción
Antes de tener al Señor en nuestro corazón, nuestra vida carecía de sentido porque estábamos
limitados a nuestros pensamientos, deseos y a lo que el mundo nos ofrece.
Cuando recibimos al Señor Jesús en nuestros corazones, nuestra vida es transformada y
adquirimos un nuevo propósito de vida. La meta de la vida cristiana es ser como Cristo, pues
Dios nos llama a la madurez, debemos llegar a la estatura de la plenitud de Cristo. Este estándar
es tanto personal como colectivo, la madurez está asociada a nuestro conocimiento de Cristo y
por ende, a nuestra manera de vivir. El Padre nos expresa en este pasaje, que espera que todos
sus hijos lleguen a un conocimiento general de la fe que les mantenga unidos y que por medio
de él (del conocimiento) conozcan a su Hijo, el cual es Dios, a fin de que maduren y vivan como
hijos a la misma altura y medida en la que vivió Cristo, entonces nuestra vida tendrá un sentido
verdadero.
1.2. ¿Qué fue, entonces, lo que sucedió en el Jardín del Edén? (Génesis 3:7-19)
Adán y Eva perdieron la vida. Por lo menos, algo de lo que Satanás dijo que les iba a suceder,
les sucedió: se volvieron criaturas independientes, separadas de la vida de Dios, separadas de
su mente, de su perfección, de su pureza y de su santidad.
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Ellos sí adquirieron algo; ahora, por naturaleza, eran hijos de la ira, pero fundamentalmente
ellos perdieron lo más valioso: la vida que viene de Dios; ahora ellos estaban muertos en sus
delitos y pecados. Si ellos le querían encontrar sentido a su existencia, si querían sacarles algún
sentido a los pocos años que se les había destinado, antes de que sus cuerpos se gastaran y se
murieran, ellos tenían que hacerlo por sí mismos.
1.3. El hombre no fue diseñado para vivir en sus fuerzas.
Por el contrario, el hombre fue diseñado para que dependiera de Dios. Por eso el Señor Jesús
pidió para nosotros volver a ser uno con el Padre (Juan 17:21). El hombre nunca fue diseñando
para vivir en la carne, es decir, con sus propias fuerzas. Cuando Adán y Eva rechazaron
depender de la voluntad y el carácter de Dios, también rechazaron la vida; al buscar la felicidad,
lo que encontraron fue un gran desespero. Su único puente hacía el sentido, hacia la razón
fundamental por la cual existir, se convirtió en una ruina sin esperanza para ellos (Romanos
8:8).
Como descendientes de Adán, muchas veces hemos rechazado todos los esfuerzos de Dios para
relacionarse con nosotros. No pusimos atención cuando nos hablaban de él; no leímos su Palabra
y caminamos por mucho tiempo en la vida, sin entender la manifestación más grande del amor
de Dios: dar a su Hijo en rescate nuestro.
Aún, hoy en día, el individuo que no ha tenido un encuentro personal con Dios, seguirá
experimentando ese vacío y luchará por vivir siempre en su propia fuerza, buscando una
respuesta que nunca hallará (Isaías 57:10).
“Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era
fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 2: 17).
Introducción
Imaginemos por un momento una galería de amplios y largos corredores, con millones de
marcos sin ningún retrato, completamente vacíos. Todo ser humano fue destinado para ser el
marco de una obra de arte, inimitable e individual de la gloria que Dios mismo refleja. Pero,
lastimosamente, en el lugar que Dios debería ocupar, solamente hay un vacío, que de una u otra
forma el hombre día tras día ha tratado de llenar. Así que el individuo vive alrededor de su
propia persona, con la esperanza de hallar la felicidad y el verdadero sentido de la vida.
1.1. En las riquezas y la fama. (Eclesiastés 2:1-4) Salomón se refiere a dar rienda suelta a
nuestras emociones y deseos, a construir una vida llena de riquezas materiales y adquirir
posición, pero luego de tener todo ésto, encontró que todo era vanidad y en ellos no
encontraba la verdadera felicidad.
Aunque nosotros no poseemos el oro que tenía Salomón, sí tenemos nuestros propios sueños,
metas y anhelos. Es por estas cosas, por las que luchamos, trasnochamos y nos sacrificamos.
Desafortunadamente, cuando pensamos lo que hemos logrado, nos apegamos tenazmente a
esos éxitos, volviéndolos nuestros ídolos, y nuestro respetable orgullo empieza a salir a flote, sin
querer admitir ante nosotros mismos o ante los demás, que al final eso tampoco nos llenó
(Isaías 44:20).
Las primeras tres obras: adulterio, fornicación e inmundicia, obviamente se relacionan con
el intento del ser humano de encontrar sentido a la vida por medio de su cuerpo. La
idolatría es algo muy amplio, pues, un idólatra es el que ha decidido cómo y dónde va a
encontrar la vida. Luego, para conseguir lo que él considera vida, va a luchar
fervientemente; cuando lo obtiene, va a guardarlo y adorarlo; pero cuando pierde aquello
por lo cual ha luchado tenazmente, sufre, pues, le significa tanto como perder la vida.
La hechicería es la búsqueda del sentido en lo oculto.
Enemistades, pleitos, celos e iras, reflejan las reacciones seguras de alguien que está
frustrado por ciertas circunstancias vividas. Puede ser que algo de mucho significado le ha
sido quitado, o amenazado, o está fuera de su alcance.
Contiendas, disensiones y herejías son muestras de ideologías en conflicto, respecto de
saber dónde está la verdadera vida, en dónde están esos valores. La envidia es el deseo de
lo que otros poseen. Si alguien más lo ha obtenido, los otros también lo quieren tener.
Las últimas dos “obras”: borracheras y orgías, evidencian el hecho de que la persona se ha
dado por vencida. Ya no tiene voluntad para encontrar un sentido a su existencia.
Aplicación Teoterápica
Meditemos, ¿hemos rendido cada área de nuestra vida a Dios? ¿Es Dios nuestra máxima
prioridad en la vida? ¿Estamos dependiendo de él para que sea suplida cada una de nuestras
necesidades? Si la respuesta a alguna de estas preguntas es negativa, necesitamos ahora mismo
dar un giro y reconciliarnos con Dios, renunciado categóricamente a esos “becerros de oro” y
“lugares altos” que se han instalado en nuestra vida y no nos dejan disfrutar la plenitud de vida
que Él nos quiere dar.
Introducción
Cuando recibimos al Señor en el corazón recibimos una nueva naturaleza, esta solo se puede
comprender en el espíritu y determina la realidad que vive un cristiano. Ser cristiano y seguir
viviendo una vida sin propósito y sin visión de la eternidad, depende de cómo nos hayamos
identificado con la nueva naturaleza que nos da Cristo.
3. Más que perdón y una naturaleza nueva: una identidad maravillosa. (1 Pedro 1:9)
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Un cristiano no es simplemente una persona que obtiene perdón, que es salvo, que tiene al
Espíritu Santo, y que tiene una nueva naturaleza. Un cristiano es una persona que ha llegado a
ser “alguien”, que no era antes.
Podemos pensar que estas características significan mucho, y que no las merecemos. Este es el
error de muchos cristianos que consideran que esta clase de vida no es para ellos. Ahora bien, la
Biblia nos enseña que la vieja naturaleza ha sido crucificada, pero muchos todavía la controlan a
su manera y, mientras eso suceda, no veremos los resultados que tanto anhelamos como
cristianos (Efesios 4:22; Gálatas 5:24)
Quizás, esta idea de una nueva persona parece estar muy lejos de la realidad diaria de la vida.
Pero, eso no cambia el hecho básico: Pues si estábamos viviendo en nuestra voluntad, es decir,
en la carne, la vida y el significado de ella tenía que ser hallada allí mismo. Nuestra vida era lo
que era nuestra mente, nuestras emociones, nuestros sentidos, nuestro ambiente y nuestras
relaciones. Pero ahora todo ha cambiado (Romanos 8:9). Gracias a Dios hemos nacido de nuevo,
y las cosas ya no son así, sea que lo creamos o no lo creamos. Podemos vernos iguales,
sentirnos los mismos, pero ya no somos iguales.
Aplicación teoterapica
El viejo hombre es el hombre sin regenerar; el nuevo hombre es el regenerado, que ha sido
creado en Cristo Jesús, para realizar buenas obras. Por lo tanto, ya no se hace factible decirle a
un cristiano que él es un hombre nuevo y viejo, pues, sería como decirle que él es un hombre
degenerado y regenerado. En realidad, toda persona que ha nacido de nuevo es totalmente
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regenerada. Por lo tanto, tenemos que entender que el viejo hombre dejó de existir, a causa de
nuestra regeneración. Al morir el viejo hombre, nuestra vida está lista para vivir un cambio, un
nuevo compromiso y un estilo de vida muy diferente del que estábamos llevando. Somos nuevas
personas y tenemos que disfrutar del privilegio de una nueva identidad.
Introducción
Cuán fácil es olvidar que el pecado no es simplemente lo que hacemos o no hacemos; el pecado
se relaciona con la independencia o dependencia de Dios. Por lo tanto, se requiere de la
disciplina de disponer todos los días nuestra vida, para estar en su presencia y recibir de él toda
la fuerza para enfrentar la adversidad, la derrota y la tentación.
El primer depósito lo llaman la verdad posicional. Dios ahora nos ve justos, porque nos ve
por medio de la muerte y la resurrección de Jesús. Existe un lugar apropiado para esta
idea, pero si no vemos los límites cuidadosamente, entonces podemos errar, y nos
encontraremos repitiendo ociosamente que una persona se debe ver a sí misma como
muerta “posicionalmente”, cuando de hecho su propio “yo viejo” está vivo, es decir, siguen
latentes sus deseos pecaminosos.
El otro depósito es la verdad experimental, la cual dice que todo lo que sea cierto, es
porque estamos conscientes de ello en el proceso del diario vivir. Por lo tanto, al leer la
Biblia, nuestra tarea es decirle al Señor, que permita que esta verdad sea una realidad en
nuestra vida.
Pero, hay una tercera clasificación que se llama la verdad actual. Esto quiere decir que nos
conformamos con lo que estamos viviendo y nos acomodamos a esa realidad, en lugar de vivir la
verdad de nuestra nueva identidad en Cristo. Muchos cristianos creen que al menos que algo se
experimente, deberá ser una “verdad posicional”, en vez de una “verdad actual” y no encuentran
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la vida con propósito que Dios tiene para ellos. Por ejemplo, la Biblia dice, en 2 Corintios 5:17,
que somos una “nueva creación”, pero si no nos sentimos así, entonces, la consideramos
simplemente como una verdad posicional, algo que no es actual para nosotros. Para vivir la vida
que Dios tiene para nosotros, es indispensable dejarnos enseñar todos los días por Dios en su
presencia a través de la oración y su palabra que es la que da testimonio de la verdad: De
Jesús.
Aplicación Teoterápica
El asunto primordial es entender que nuestra identidad está en Cristo; lo que ahora somos, es
gracias a su obra en la cruz. Un cristiano no es simplemente una persona que obtiene perdón,
que es salvo, que tiene al Espíritu Santo, y que tiene una nueva naturaleza. Un cristiano es una
persona que ha llegado a ser alguien, que no era antes. Por lo cual, estamos llamados a vivir
según esa nueva identidad que nos ha sido dada, y fruto de entender nuestra nueva identidad,
encontramos el verdadero sentido o propósito de nuestra vida. El descubrimiento de ese sentido
es el fundamento adecuado sobre el cual podemos confrontar el pecado y edificar una vida de
santidad.
Introducción
Un cristiano es la obra maestra de Dios. Es el nuevo hombre que Dios se ha propuesto hacer.
Creado de una forma tan limpia como un prisma sin tacha, que progresivamente está siendo
labrado en facetas, para así recibir, transformar y exponer las glorias invisibles del Dios infinito,
en un arco iris de sus propios atributos, para que toda la creación vea a Dios.
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1.2. El cristiano que mantiene su sentido de vida.
Aceptarnos a nosotros mismos como seres fundamentalmente espirituales, no es cosa fácil.
Usted podría decir: “Claro que eso suena maravilloso; lástima que en la práctica no sea así. Yo
soy celoso, codicioso, orgulloso, materialista y muchas cosas más”. Si expresáramos lo que en
realidad somos, nos avergonzaríamos. Pensando en esta forma no solamente somos radicales,
sino que simplemente estamos equivocados. Todo cristiano sabe que la verdadera victoria
sucede, cuando permitimos que el Espíritu Santo controle lo que somos, para que así Cristo
pueda producir en nosotros lo que Él es. (1 Juan 3:7 y 9; Juan 17:14-16; Efesios 2:10).
2. El retrato de un cristiano
Usted no es dos “yo”. No es el viejo y el nuevo hombre a la vez. Recordemos que el pecado es la
expresión de la respuesta de un individuo que no encuentra sentido a su vida, por encontrarse
separado de Dios. Lo que determina el sentido en la vida es estar consciente de la propia
identidad. Y el resultado, en términos de una verdadera identidad para un cristiano, está en el
cumplimiento de ese sentido.
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Aplicación Teoterápica
Sin duda, es cierto que en cada cristiano hay un principio que siempre está operando; es una
demanda incesante por encontrar el sentido de ser. En el momento en que esa demanda por
sentido se vuelve algo dominante en nuestra carne y no en nuestro espíritu, es en ese momento
cuando ese principio está produciendo algo malo en mí. Cuando la carne define su propio sentido
de ser, siempre producirá pecado. Al contrario, cuando esa búsqueda por encontrar sentido fluye
de nuestro espíritu, y está dirigida y controlada por el Espíritu Santo, nuestros deseos estarán
sujetos a Cristo, nuestros miembros entregados a Dios y el resultado es la pureza y la santidad,
tanto en el hombre interno como en el externo.
Introducción
Para cumplir el propósito de Dios en nuestra vida, es necesario conocerlo. Desde el inicio de la
creación percibimos que existía una célula celestial, en la cual se manifestaba esa unidad entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, esta unidad es la que Dios quiere que se manifieste en sus
hijos.
1. El origen de la célula
La primera célula que menciona la palabra de Dios es precisamente la célula celestial. Cada uno
de nosotros está llamado a adherirse para tener día a día esos encuentros en donde recibimos
visión y unción para actuar como ganadores, como seres que viven vidas con propósito, con
marcas de amor y excelencia incomparables. Este es el tiempo de nuestro devocional personal
cada mañana.
2.1. Dios salvó la casa y la familia de Noé en el diluvio, porque fue hallado justo delante de los
ojos de Dios (Génesis 6:8)
2.2. Con Abraham, Dios estableció el pacto de que lo haría una gran nación y bendeciría en él
a todas las familias de la tierra (Génesis 12:1-2)
Estos hermosos principios de Unidad y de Permanencia, son parte del plan organizado
sabiamente por el Señor en su Palabra. Son los principios que se viven cada día en el pequeño
grupo llamado "célula". Este sistema nace en la mente de Dios, y está escrito en su Palabra
donde se nos muestra que en los comienzos del cristianismo, se realizaban dos clases de
reuniones: En el templo y en las casas (Hechos 2:46).
3. El método de Dios para la expansión de su reino.
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Pablo también entrenó a Timoteo y lo animó (2 Timoteo 2:2). A todo lugar donde Pablo fue a
través del mundo Romano, siempre escogió individuos para entrenarlos, uno a uno; siempre
comunicaba en sus escritos su amor personal (Filipenses 4:1). Todos estos a quienes se dirigía
Pablo eran un pequeño grupo de amigos personales muy amados.
Los inicios de la vida en célula en Colombia se da en los años 60, cuando un grupo de personas
seducidas por el amor y la restauración lograda en nuestras vidas por el tratamiento directo de
Dios a sus conflictos, decidieron entregarle sus vidas para servirle y seguirle al lugar donde él les
enviara. Fue así como empezaron a dar a otros de lo que habían recibido del Señor y de esa
forma se reproducían, conquistando a otras personas, para que siguieran a Cristo y le
entregaran sus vidas e iniciar así, la gran revolución en el corazón de los hombres y mujeres,
que aceptaban el reto de darle a Cristo la oportunidad de transformarles en personas victoriosas.
Aplicación teoterápica.
La célula no es una obra de hombre, sino un regalo de Dios, nacida en el corazón y en la
vivencia del propio Dios. Como célula viviente, estos grupos se reproducen, son nacidos a través
del trabajo del Espíritu Santo. Si comprendemos la voluntad de Dios, estaremos dispuestos a
emprender la organización de numerosas células, en donde se formen líderes que guíen sus
propias vidas, familias y comunidades hacia el conocimiento de Dios y su Palabra.
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