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DOCTRINA No.

03

El Consentimiento Informado en Psicología

Doctrina del Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de Psicología


Colegio Colombiano de Psicólogos1

El Consentimiento Informado, que es la obligación del profesional de la psicología de informar a su usuario, y


asegurarse de que éste entienda acerca de los procedimientos, técnicas y estrategias que seguirá en su
tratamiento o evaluación diagnóstica, sobre sus previsibles resultados y los efectos colaterales adversos que
se pudieran presentar, así como las distintas posibles alternativas a la propuesta, se concibe como un deber
del profesional de la psicología y un derecho del usuario. Este postulado, con sus variaciones, también es
aplicado a la investigación científica con participantes humanos en las distintas áreas del conocimiento.
El derecho del usuario a ser informado sobre los distintos tópicos de los tratamientos, evaluaciones
diagnósticas e investigaciones, es una de las consecuencias del reconocimiento que el conjunto de las
naciones ha hecho a la dignidad humana del usuario de los sistemas de salud. Este reconocimiento obliga a
que los proveedores de servicios asistenciales y de salud dejen de ver al ser humano como un objeto
manipulable, sin voluntad y sin capacidad para decidir sobre su propio cuerpo y bienestar. Por el contrario, al
usuario de los servicios de salud se le asume como una persona digna a quien se le deberá informar lo que
se hará con ella, y las consecuencias del accionar sanitario.
Los profesionales de la psicología no son ajenos al reconocimiento que el conjunto de las naciones
ha hecho a la dignidad humana del usuario de los sistemas de salud. Por ello, en la labor profesional de la
psicología, independientemente de que ésta se desarrolle en campos distintos a los de la clínica, el apoyo
asistencial o de la salud, y en virtud a los dispuesto en el parágrafo único del artículo 1º de la Ley 1090 de
2006, el cual señala que la psicología es una profesión esencialmente de la salud 2 , el Consentimiento
Informado deberá ser una práctica cotidiana, convirtiéndose en una obligación del psicólogo y en un derecho
de los consultantes o usuarios. Adicionalmente, el ordinal i del artículo 36 de la misma norma señala que es

1
Doctrina proyectada por Hernández, G., Secretario del Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de
Psicología, y acogida por el Tribunal Nacional mediante Acta No 07 del once (11) de diciembre de dos mil
doce (2012).
2
El parágrafo único del artículo 1º de la Ley 1090 de 2006, señala: Por lo anterior y teniendo en cuenta: La
definición de salud por parte de OMS; En la que se subraya la naturaleza biopsicosocial del individuo, que el
bienestar y la prevención son parte esencial del sistema de valores que conduce a la sanidad física y mental,
que la Psicología estudia el comportamiento en general de la persona sana o enferma. Se concluye que,
independientemente del área en que se desempeña en el ejercicio tanto público como privado, pertenece
privilegiadamente al ámbito de la salud, motivo por el cual se considera al psicólogo también como un
profesional de la salud.

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una obligación del psicólogo “No practicar intervenciones sin consentimiento autorizado del usuario, o en
casos de menores de edad o dependientes, del consentimiento del acudiente”3

Relevancia del consentimiento


Con la promulgación de la constitución de 1991, Colombia entró en una era de constitucionalismo
sociológico donde las realidades sociales priman sobre las normas pétreas. En efecto, con la nueva
constitución, Colombia pasó de un Estado de Derecho a un Estado Social de Derecho. Esta nueva
denominación no es una simple retórica literaria, sino que implica una concepción distinta en las relaciones
entre el Estado y la sociedad, donde las normas dan paso a la realidad social, sin desconocer los postulados
constitucionales que son los que le dan al ciudadano la seguridad jurídica necesaria para una vida en paz y
en armonía con el postulado máximo de las sociedades enmarcadas dentro de las concepciones sociales de
derecho: la dignidad humana. Así lo expresó la Corte Constitucional en Sentencia C – 449 de 1992:
La concepción clásica del Estado de Derecho no desaparece sino que viene a armonizarse con la
condición social del mismo, al encontrar en la dignidad de la persona el punto de fusión. Así, a la
seguridad jurídica que proporciona la legalidad se le aúna la efectividad de los derechos humanos
que se desprende del concepto de lo social. El respeto por los derechos humanos, de un lado, y el
acatamiento de unos principios rectores de la actuación estatal, por otro lado, constituyen las
consecuencias prácticas de la filosofía del Estado social de derecho (sic).
Así las cosas, el nuevo Estado Social de Derecho se fundamenta en el reconocimiento a la dignidad
humana y en el respeto a los derechos humanos (Hernández, 2010). En el nuevo Estado colombiano, se
concibe al ser humano como único e irrepetible (Corte Constitucional, 1999).
La dignidad del ser humano implica otra serie de consideraciones, algunas de las cuales son
elevadas al rango de derechos fundamentales, tales como la intimidad, el buen nombre, el libre desarrollo de
la personalidad, el derecho de petición de información, entre otras, todas ellas en relación directa con el
Consentimiento Informado. Cuando en la práctica profesional no se tiene en cuenta la opinión de las
personas, sino que a ésta se le instrumentaliza, se está atentando en contra de la dignidad de las personas y,
por ende, en contra de lo postulado en el Estado Social de Derecho.
En épocas pretéritas, tanto en el tratamiento como en la investigación en salud y del
comportamiento, el ser humano fue considerado como un objeto susceptible de manipulación con fines
experimentales, desconociéndole sus posibilidades como ser humano. Esta condición llegó a uno de sus

3
Recientemente, en el ínterin entre la aprobación de la presente doctrina y su publicación, se sancionó la
ley 1616 de 2013, por medio de la cual se expide la ley de salud mental, la cual señala en el artículo 6º,
numerales 13 y 14, el derecho que tiene todo usuario de servicios de salud metal, a exigir que sea tenido en
cuenta el consentimiento informado para recibir el tratamiento, y a no ser sometido a ensayos clínicos ni
tratamientos experimentales sin su consentimiento informado.

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puntos más altos en la primera mitad del siglo XX en el marco del gobierno nazi en Alemania. Terminada la
Segunda Guerra Mundial, el mundo presenció, cómo bajo el régimen nazi, y en nombre de la ciencia, muchos
seres humanos habían sido sometidos a procedimientos de extremo dolor y degradación humana en
sofisticados diseños experimentales. Esta situación posibilitó la promulgación de la primera norma
internacionalmente aceptada, “El Código de Núremberg”, para la investigación con humanos, en cuya esencia
se encuentra el Consentimiento Informado (Hernández, 2011).
La degradación a la que ha sido sometido el ser humano por parte de quienes ostentan intereses
económicos y políticos en nombre de diversos objetivos, obligó al reconocimiento del ser humano como
persona digna y susceptible de derechos por el solo hecho de existir. Su mera existencia le da la condición de
Ser Humano, independientemente de sus características étnicas, sociales, económicas, sexuales, etc.,
condiciones propias del ser humano que la mayoría de las naciones del mundo se obligara a respetar bajo el
concepto de “Los derechos Humanos”, en cuya base se encuentra el respeto por la dignidad humana.
Una de las más importantes condiciones que se desprenden de asumir al ser humano en toda su
dimensión y bajo el enfoque de derecho fundamentado en la ética de la dignidad humana, es que se prohíbe
su cosificación. El ser humano, bajo esta perspectiva, deja de ser un objeto, una cosa, para ser visto como lo
que es: un ser con dignidad y autonomía, capaz de asumir con responsabilidad decisiones que tienen que ver
con su propia existencia, la cual no puede ser objeto de ningún tipo de manipulación, ni siquiera en aras de su
propio bienestar.
Bajo el enfoque de los derechos humanos, al ser humano se le reconocen, como inherentes a su
existencia, derechos tales como la privacidad, el buen nombre, la autonomía, el libre desarrollo de la
personalidad, entre otros, derechos que serían desconocidos si el prestador de servicios de salud no le
informa todo lo relacionado con el tratamiento, los procedimientos diagnósticos o de investigación a los que
será sometido. Así lo ha entendido la Corte Constitucional colombiana en sendas sentencias que han permito
todo un desarrollo jurisprudencial sobre la materia4, tal como lo señala la misma Corte en Sentencia C – 574
de 2011:
En cuanto al “Consentimiento Informado” la Corte Constitucional ha establecido una extensa línea
jurisprudencial sobre la definición y las características del Consentimiento Informado, cuando se
refiere a tratamientos que tienen que ver con la salud del paciente. El grado de especialización del
concepto de “Consentimiento Informado” que tutela los principios de la dignidad humana, de
autonomía, de libre desarrollo de la personalidad, de la libertad individual –mandato pro libertate-, de

4
Se invita al lector a consultar, entre otras, las sentencias: T-760 de 2008, T-216 de 2008, T-653 de 2008, T-
560 A de 2007, T-866 de 2006, T-1019 de 2006, T-866 de 2006, T-1019 de 2006, T-1229 de 2005, T-762 de
2004, T-1021 de 2003, T-850 de 2002, T-823 de 2002, SU- 337 de 1999, C-616 de 1997, C-309 de 1997, C-221
de 1994, T-401 de 1994, T-493 de 1993.

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pluralismo, de salud, y de la integridad de la persona humana, ha dado lugar a que la Corte
Constitucional establezca a través de la solución de casos concretos subreglas a este derecho (sic).
En ese sentido, y teniendo en cuenta que uno de los principios que rigen la actividad del psicólogo es
el de la autonomía, tal como lo dispone el artículo 13 de la Ley 1090 de 20065, es su deber hacer uso del
Consentimiento Informado en todas las sub especialidades de la psicología básica y aplicada. Por otro lado, el
principio de la autonomía está estrechamente ligado con el de la dignidad humana, pilar fundamental del
ejercicio ético en cualquier actividad, incluyendo el de la psicología, que reafirma la necesidad de utilizar todos
los mecanismos éticos y legales en la actividad del psicólogo, que posibiliten el ejercicio los derechos y
deberes de sus usuarios.6
La praxis en psicología resulta de un acto voluntario entre dos personas: el consultante que acude al
psicólogo y del psicólogo que consiente en recibirlo. A pesar de que en muchas ocasiones hay personas que
acuden obligadas al psicólogo, para que la relación profesional resulte satisfactoria, es necesario que, aun
habiendo asistido obligado, el usuario deposite su confianza en el psicólogo a partir de su propia voluntad.
Desde ese punto de vista, hay tres tipos de usuarios del psicólogo: a) La persona que acude por su
propia voluntad, ya sea por convencimiento propio o remitido por otro profesional. b) Las personas que
ostentan la calidad de cuidadores o representante legales de hijos menores o de personas con incapacidad7
jurídica, quienes acuden al psicólogo, no en procura de recibir directamente intervención, sino para que lo
reciba el menor o el incapaz del cual es acudiente o representante legal. c) Las instituciones que hacen uso
de los servicios psicológicos con objetivos definidos por la institución misma, en cuyo caso, las personas que
son remitidas por estas instituciones lo hacen bajo el prurito de la obligatoriedad. Como quiera que llegue el
usuario al servicio de psicología, ya sea mediante un acto de voluntad propia, o enviado por su representante
legal o por una institución, una vez frente al psicólogo, la relación que se establece entre usuario y profesional
es eminentemente voluntaria. No puede ser de otro modo. Ya sea con miras a la intervención o evaluación
psicológica, si no se cuenta con la sinceridad del usuario, los resultados carecerán de confiabilidad y validez.

5
El primer inciso del artículo 13 de la Ley 1090 de 2006 señala: “El presente Código Deontológico y Bioético,
está destinado a servir como regla de conducta profesional en el ejercicio de la psicología en cualquiera de
sus modalidades, proporcionando principios generales que ayuden a tomar decisiones informadas en la
mayor parte de las situaciones con las cuales se enfrenta el profesional de la Psicología, fundamentado en los
principios de beneficencia, no-maleficencia, autonomía, justicia, veracidad, solidaridad, lealtad y fidelidad,
además de las contempladas en la presente ley.”
6
Una de las consecuencias de asumir al ser humano en toda su dimensión, es que en la Ley 1090 de 2006 no
se utilizan adjetivos típicos como paciente, para referirse al usuario de los servicios del psicólogo, sino que
se utiliza, precisamente, este adjetivo: usuario.
7
El término “capacidad” hace referencia a la posibilidad que tienen las personas para ejercer sus derechos y
obligaciones, siendo incapaces las personas que por diferentes circunstancias no pueden ejercer sus
derechos y obligaciones, como es el caso de los menores de edad. Sobre este concepto se discutirá más
adelante.

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La relación que se establece entre psicólogo y usuario es profesional, en la cual un especialista,
psicólogo, se compromete para con una persona, usuario, a prestarle unos servicios dentro de las
consideraciones profesionales y éticas que signan la labor profesional de la psicología. Pero también es una
relación jurídica enmarcada dentro de las obligaciones y los contratos. En efecto, si una persona o institución
contrata los servicios profesionales del psicólogo, espera de éste un servicio, y el psicólogo espera que le
remuneren por ello. De ahí que al psicólogo le nace la obligación de prestar un buen servicio y al usuario la
obligación de pagar, de lo que resulta que al psicólogo le nace el derecho de que le paguen por sus servicios
y al consultante el derecho de recibirlo. Si el contrato no fuera oneroso, las obligaciones y derechos son los
mismos; es decir, si el psicólogo se compromete, de manera voluntaria a prestar sus servicios profesionales
de manera gratuita, será su deber prestar un buen servicio, y a sus usuarios les nace el derecho de recibirlo.
Y como en toda relación contractual, con consecuencias jurídicas, en el contrato o convención se
deben expresar de manera diáfana y sin lugar a equívocos, quienes son las partes, las obligaciones que
asume cada una de ellas y el monto económico o de contraprestación que se recibirá por el servicio. A su vez,
dentro del objeto del contrato, o en cláusula aclaratoria o extensiva, se debe expresar en qué consiste la
intervención del psicólogo, cuáles son los riegos, si los hay, de dicha intervención, quién o quiénes van a ser
los destinatarios de la información que se derive de la intervención y las limitaciones a la confidencialidad.
Todo lo anterior, se reitera, debe quedar consignado en el contrato de prestación de servicios profesionales
suscrito entre el usuario y el psicólogo. Esta información, a su vez, se constituye en la que debe quedar
consignada en el Consentimiento Informado.
En consecuencia, antes de iniciar la relación profesional, y una vez conocido el motivo de consulta, el
psicólogo y su consultante deben firmar dos documentos con efectos legales: el contrato de prestación de
servicios y el Consentimiento Informado.
Surge la pregunta de si todos los psicólogos deben firmar, junto con su consultante, el
Consentimiento Informado. La respuesta es sí. El artículo 36, ordinal i, ya citado, señala que es un deber del
psicólogo no practicar intervenciones sin consentimiento autorizado del usuario, o en casos de menores de
edad o dependientes, del consentimiento del acudiente. En ese sentido, la ley es concluyente: a los
profesionales de la psicología les nace la obligación de darles toda la información a sus usuarios de tal
manera que éstos firmen el Consentimiento Informado; no sólo los usuarios de la psicología clínica, de la
salud o asistencial, sino todos los usuarios de la psicología. Y en términos del contrato de prestación de
servicios profesionales, éste también deberá ser firmado por todos los usuarios junto con el profesional.

El Consentimiento Informado, definición, alcances y contenido

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El Consentimiento Informado es el documento legal que tanto el profesional de la psicología como su
usuario deben firmar como condición previa a cualquier intervención, ya sea de tratamiento o de evaluación,
al que será sometido un usuario del servicio de psicología. Este documento consta de dos partes: por un lado,
la información que el profesional le debe dar al usuario sobre los procedimientos, su justificación y
consecuencias, y el consentimiento, por otro, que es el permiso dado por el usuario al profesional para que
éste pueda intervenir.
La información suministrada al usuario
La información, primer elemento del Consentimiento Informado, que el psicólogo debe entregar al
usuario cuando éste va a ser sometido a una evaluación diagnóstica o a una intervención psicológica, debe
tener unas condiciones mínimas, las cuales cumplen dos funciones: primero, se le informa y explica al usuario
sobre los procedimientos que se van a utilizar, las posibles alternativas y sus efectos colaterales, si los
hubiere. Segundo, blinda al psicólogo ante posibles demandas por supuesta mala praxis.
La información básica deberá contener, en primer lugar, la ausencia o limitaciones a la
confidencialidad. Hay ausencia de confidencialidad en los procesos diagnósticos cuyo propósito sea describir
las características comportamentales del evaluado con fines judiciales, laborales, académicos o en
situaciones similares. En estos casos se hará saber al evaluado, y se dejará explicita la autorización por parte
de éste, que la información suministrada será validada por el psicólogo con otras fuentes, ya sean humanas o
documentales y que será suministrada a quien la solicitó o ventilada al público8.
En ese mismo sentido, se le debe informar al usuario de las limitaciones a la confidencialidad, tal
como lo dispone el artículo 2, numeral 5º de la Ley 1090 de 2006. Esta primera información, que deberá ser
explicada al usuario, determina si el usuario quiere o no continuar con el proceso de evaluación o de
intervención con el psicólogo. Si el consultante no está de acuerdo con las limitaciones a la confidencialidad,
el profesional deberá evaluar si continúa o no con la atención. Si acepta continuar con la atención del usuario,
no podrá, bajo ningún motivo levantar la reserva de la información9.
Por otro lado, en procesos de evaluación en ambientes forenses, en el consentimiento informado se
debe advertir, y consignar de manera clara y explícita, que el evaluado tiene derecho a no auto incriminarse, a
no denunciar ni a incriminar a sus familiares hasta el cuarto grado de consanguinidad, primero civil y segundo
de afinidad. Tratándose de menores de edad, a los representantes legales se les debe hacer esta declaración
y solicitarle al menor si desea o no ser sometido a la evaluación, cuando de ella se pueda desprender la
incriminación a sus ascendientes o descendientes hasta en el mismo grado de los adultos. Así lo recuerda el

8
Sin embargo, esta autorización por parte del consultante no es una patente de corso para que el psicólogo
haga púbica la información. El psicólogo suministrará la información a quien se la solicitó y no estaría
autorizado a revelarla a cualquiera que se la solicite. Y tratándose de una actuación judicial, será ventilada al
público sólo bajo la conveniencia y la dinámica procesal.
9
El Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de psicología ya se pronunció sobre ese tema mediante
Doctrina No. 2 de 2012

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Tribunal Superior de Bogotá en la sentencia de segunda instancia, del 19 de septiembre de 2012, bajo el
radicado 110016000017200705093 01.
Posteriormente, se le informará al consultante el motivo de la intervención, las pruebas que se
utilizarán, el tiempo estimado de la evaluación o del tratamiento y el destinatario de la información, si aplica.
También se le informará explícitamente la necesidad de ser sincero en la información que proporcione. Al
momento de contestar pruebas psicológicas, se le hará saber que éstas, en aquéllas donde aplique, tienen
indicadores de sinceridad que permiten concluir qué tan honesto es el usuario al responder, y que si se
detecta la no sinceridad del consultante, ello puede ser tomado de manera negativa por parte del destinatario
de la información.
La información del Consentimiento Informado suministrada al usuario debe ser clara, precisa,
coherente, conducente, pertinente y útil, dada en términos de fácil asimilación para el usuario, dependiendo
de sus condiciones socioculturales y académicas. Asimismo, debe ser lo más detallada posible, aun en
detrimento de la elegancia y del estilo discursivo, en tanto que se puede caer en redundancias, las cuales son
totalmente válidas. No se debe ocultar absolutamente nada, aun con el peligro de alarmar o asustar al
usuario, en cuyo caso, el psicólogo deberá estar en disposición de aclarar con miras a disminuir las
inquietudes del consultante, pero sin caer en falsos argumentos.
Es necesario aclarar en el documento que contenga el consentimiento, así como en el contrato de
prestación de servicios, si la intervención psicológica es de medios o de resultados. Será de medios, cuando
el profesional no pueda garantizar, con un alto grado de probabilidad los resultados esperados. Garantizará,
eso sí, que pondrá a disposición del usuario todos los medios idóneos, pertinentes y conducentes para el
logro de los resultados esperados. Será de resultados cuando el profesional pueda garantizar con un alto
grado de probabilidad los resultados de su intervención y/o tratamiento. Por ejemplo, frente a una fobia
simple, el psicólogo podrá garantizar los resultados, siempre y cuando el consultante lleve a cabo los
ejercicios y cumpla con el plan de trabajo del psicólogo. Sin embargo, se recomienda que el psicólogo no
garantice los resultados de su intervención psicológica. El psicólogo se comprometerá a poner en disposición
del consultante todo su saber, y a utilizar las mejores y más reconocidas estrategias para la consecución de
los resultados esperados. Es decir, su intervención siempre será de medios y no de resultados.

El consentimiento
El consentimiento es la expresión clara, precisa, autónoma y libre que da el usuario, luego de ser
enterado de los pormenores de la intervención psicológica o de evaluación diagnóstica, para que el psicólogo
proceda. Lo anterior implica que el usuario le da permiso al psicólogo para actuar en la psiquis del usuario, en
su comportamiento, que obliga a que el acto mediante el cual se da dicho permiso esté alejado de cualquier
tipo de presión, engaño o viciado de cualquier forma de nulidad por incapacidad de quien da su permiso. En

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ese sentido cabe señalar que sólo quien esté en capacidad de disponer de sí, podrá dar su consentimiento.
En armonía, no podrá disponer de sí quien no tenga la capacidad legal para hacerlo.
En ese mismo sentido, el artículo 66 de la Ley 1098 de 2006 de Infancia y Adolescencia, al referirse
al consentimiento para la adopción, señala:
El consentimiento es la manifestación informada, libre y voluntaria de dar en adopción a un hijo o hija
por parte de quienes ejercen la patria potestad ante el Defensor de Familia, quien los informará
ampliamente sobre sus consecuencias jurídicas y psicosociales. Este consentimiento debe ser válido
civilmente e idóneo constitucionalmente. Para que el consentimiento sea válido debe cumplir con los
siguientes requisitos: 1. Que esté exento de error, fuerza y dolo y tenga causa y objeto lícitos […]
Nótese que el artículo trascrito textualmente, señala que el consentimiento es la manifestación libre y
voluntaria, y más adelante dice que debe estar exento de error, fuerza y dolo y tenga causa y objeto lícitos, es
decir, que para el Código de Infancia y Adolescencia, el Consentimiento es un acto jurídico similar a cualquier
otra obligación legal, al tenor de los dispuesto en el artículo 1502 del Código Civil que prescribe:
Requisitos para obligarse. Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de
voluntad, es necesario:
A. Que sea legalmente capaz.
B. Que consienta en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicio.
C. Que recaiga sobre un objeto lícito.
D. Que tenga una causa lícita.
La capacidad legal de una persona consiste en poderse obligar por sí misma, sin el ministerio o la
autorización de otra.
Es legalmente capaz de dar su consentimiento toda persona natural, mayor de edad, que goce
totalmente de sus facultades mentales y que lo haga bajo su propia responsabilidad y autonomía, libre de
presiones, chantajes o situaciones similares. Al contrario, no podrá dar su consentimiento quien no sea mayor
de edad o que siéndolo, no goce de su plena capacidad mental. En ese sentido, la Corte Constitucional en
Sentencia C – 264 de 1996, señaló:
La bioética constata un acuerdo sobre algunos puntos esenciales relativos al tratamiento y al
ejercicio médico. En cuanto a lo primero, se considera que todo tratamiento, aún el más elemental,
debe hacerse con el consentimiento del paciente. Existen, sin embargo, tres casos en los cuales se
presenta una excepción a esta regla: 1) cuando el estado mental del paciente no es normal; 2)
cuando el paciente se encuentra en estado de inconsciencia y 3) cuando el paciente es menor de
edad.
Las dos primeras excepciones a la regla no presentan mayor dificultad, sin embargo, tratándose de
menores de edad sí la hay, teniéndose en cuenta que bajo el rótulo de menores de edad se ubican a todas las

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persona menores de 18 años con distinto grado de desarrollo cognitivo. Los menores de edad, por ser parte
de la población más vulnerable en términos de la violación de sus derechos, han recibido particular atención
al punto que merecen una mención especial en la Constitución Nacional, en su artículo 42 que lista los
derechos de los niños, los cuales, la misma Constitución ha rotulado como fundamentales. Por otro lado, los
adolescentes también reciben mención especial en el artículo 43 de la misma superioridad normativa. Lo
anterior señala dos cosas: a) que en Colombia, como Estado Social de Derecho, los niños, niñas y
adolescentes reciben atención especial, siendo los derechos de los niños prevalentes sobre los demás
derechos, y b) la misma Carta Fundamental hace una diferencia entre niños y adolescentes.
La ley colombiana no define lo que es un menor de edad. Señala, a partir de la edad, lo que sería un
menor de edad, siendo esta minoría establecida por debajo de los 18 años. En ese sentido, un menor de edad
es todo aquel ser humano que no ha logrado habilitación de edad, siendo ésta fijada a los 18 años. Sin
embargo, y de manera arbitraría, la ley ha señalado unas sub categorías dentro de la categoría general de
“menor de edad”. En efecto, el artículo 34 del Código Civil, modificado por la Sentencia C-534 de 2005 de la
Corte Constitucional, señala que:
Llámese infante o niño, todo el que no ha cumplido siete años; impúber, el que no ha cumplido
catorce años, adulto, el que ha dejado de ser impúber; mayor de edad, o simplemente mayor, el que
ha cumplido dieciocho años, y menor de edad, o simplemente menor, el que no ha llegado a
cumplirlos (sic).
Nótese que el Código Civil explicita cuatro sub categorías en cuanto a la minoría de edad: 1) infante
o niño, al menor de 7 años; 2) impúber, al mayor de 7 pero menor de catorce años; 3) adulto, el que ha dejado
de ser impúber, es decir, mayor de 14 años, pero menor de 18 años; 4) simplemente menor de edad al que no
ha cumplido los 18 años. En esta taxonomía no aparece el concepto de “adolescente”, que sí trae el articulo
43 Superior, y parece que lo subroga por el de “adulto”. En ejercicio sistemático interpretativo de la norma de
menor categoría, se debe leer en lugar de “adulto”, “adolecentes”. Así lo interpreta la Ley de Infancia y a
Adolescencia al señalar, en su artículo 3 que son niños y niñas los menores de 12 años, y adolescentes los
mayores de 12 y menores de 18 años. Sin embargo, se presenta una diferencia de dos años entre el artículo
3 de la Ley de Infancia, y el 34 del Código Civil, pero debido al carácter específico de la Ley de Infancia, se
debe tomar esta taxonomía como la aplicable.
La discusión en cuanto a la minoría de edad y sus subcategorías es de suma importancia en el
marco de la juridicidad nacional, ya que de estos conceptos se desprende el de capacidad, el cual está ligado
al de responsabilidad y al del ejercicio de la voluntad. Desde ese punto de vista, ¿cuál es la edad legalmente
reconocida para que un menor de edad, comprometa su voluntad en el Consentimiento Informado? A la luz
del artículo 1502 del Código Civil y de la jurisprudencia antes señalada, un menor de edad no puede dar su

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consentimiento. Para dilucidar el interrogante se deberá analizar el concepto de capacidad legal: la capacidad
que tiene toda persona para comprometer su voluntad.

La capacidad legal
La capacidad legal está consagrada en el Código Civil y demás normas relacionadas, en especial la
Ley 1306 de 2009, que prescribe que la capacidad de las personas se supone, mientras que la incapacidad
legal debe ser decretada por un juez civil en el curso de una actuación judicial. Así lo dispone el artículo 1503
del Código Civil al señalar que “Toda persona es legalmente capaz, excepto aquéllas que la ley declara
incapaces”.
De la lectura del artículo 1503 del Código Civil se deduce que la ley reconoce, además de la
capacidad, la incapacidad. Por lo tanto, desde el punto de vista legal, las personas pueden ser capaces o
incapaces, siendo la capacidad legal de una persona la disposición que tiene ésta en poderse obligar por sí
misma, sin el ministerio o la autorización de otra, al tenor del artículo 1502 del mismo código.
Por tanto, desde el punto de vista legal, toda persona es capaz. Pero puede ser declarada incapaz si
cumple con los requisitos que la misma ley dispone para ello. La ley distingue entre incapaces absolutos e
incapaces relativos. En efecto, el artículo 1504 señala que “son absolutamente incapaces los dementes, los
impúberes y sordomudos, y que sus actos no producen ni aún obligaciones naturales, y no admiten caución”.
Y más adelante señala:
Son también incapaces los menores adultos que no han obtenido habilitación de edad y los
disipadores que se hallen bajo interdicción. Pero la incapacidad de estas personas no es absoluta y
sus actos pueden tener valor en ciertas circunstancias y bajo ciertos respectos determinados por las
leyes (artículo 1504 del Código Civil).
La importancia de la capacidad legal de las personas radica en que los documentos o contratos,
como el contrato de prestación de servicios profesionales y el Consentimiento Informado, que firmen las
personas pueden o no ser válidos, dependiendo de la capacidad jurídica de quien los firma. El Consentimiento
Informado que debe firmar todo consultante en una relación psicológica, para que sea válido, debe ser
firmado por una persona capaz.
Legalmente, el Consentimiento Informado es un convenio en donde las partes, psicólogo–usuario o
investigador-participante, asumen derechos y obligaciones y, por lo tanto, para poderse obligar mediante su
firma, las partes deben reunir los requisitos que impone la ley, entre ellos, la capacidad. Se recuerda el ya
transcrito artículo 1502 del Código Civil que señala que para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad, es necesario que sea legalmente capaz.
En consecuencia, ¿quiénes pueden firmar el Consentimiento Informado? sólo las personas con
capacidad jurídica para ello. Y si la ley dice que “son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y

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sordomudos” y son relativamente incapaces “[…] los menores adultos que no han obtenido habilitación de
edad y los disipadores […]”, se concluye que, desde el punto de vista legal, ningún menor de edad puede
firmar por sí mismo el Consentimiento Informado. Para que un menor de edad pueda participar en una
relación psicólogo–usuario o investigador-participante, la firma del consentimiento se hará por intermedio de
su representante legal, tal como lo señala el artículo 36, ordinal i de la Ley 1090 de 2006 y la jurisprudencia
antes citada.
Sin embargo, ya se señaló que la ley distingue entre dos tipos de menores referidas a las
incapacidades: a) los impúberes (“son absolutamente incapaces […], los impúberes […]”) y b) los menores
adultos. (“Son también incapaces los menores adultos […]”). La ley no define quienes son impúberes y
quienes menores adultos, lo que hace la ley es distinguirlos a partir de la edad cronológica, tal como ya se
dijo.
Por lo tanto, son absolutamente incapaces los menores de 14 años. Para efectos del Consentimiento
Informado, no pueden firmar por sí mismos. Para que estos menores puedan participar en una relación
psicólogo–usuario o investigador–participante, lo tienen que hace por intermedio de su representante legal,
que en la mayoría de los casos son sus padres o, en su defecto, los que el juez señale.
Por otro lado, están los menores de edad que la ley llama menores adultos, que son incapaces
relativos, al tenor del mismo artículo 34 del Código Civil. Menor adulto es el que no ha cumplido los 18 años,
es decir, la edad comprendida entre los 14 y 18 años, que como ya se discutió, son los llamados
adolescentes. Estos menores de edad pueden firmar el Consentimiento pero, con el acompañamiento de sus
representantes legales.
Sin embargo, lo anterior se aplica al tenor del artículo 34 del Código Civil, pero, como ya se dijo, la
taxonomía a aplicar sería la del artículo 3 de la Ley 1098 de 2006, es decir, los menores de 12 años no
podrán dar su consentimiento, y los mayores de 12, pero menores de 18, lo harán asistidos por su
representante legal. Aplicar lo dispuesto en el artículo 34 del Código Civil o en el 3º de la Ley 1098 de 2006
depende del interés superior del niño o adolescente. En una situación se aplicará una u otra norma
dependiendo de la que más favorezca al niño o adolescente.
En consecuencia, desde el punto de vista de la capacidad legal, surgen tres tipos de Consentimiento
Informado: a) el Consentimiento Informado propiamente dicho que puede ser firmado por una persona mayor
de edad a quien se le presume su capacidad legal; b). el Consentimiento Informado asistido, que lo puede
firmar un menor de edad cuya edad está entre los 12 ó 14, dependiendo de lo que más le favorezca; a los 18
años, es decir, un adolescente, pero este Consentimiento Informado para que sea válido, debe estar asistido
mediante la firma de sus padres o representantes. Y es asistido porque a pesar de tener capacidad, ésta es
limitada porque sigue siendo un menor de edad, y c) el Consentimiento Informado legal que sólo lo puede dar

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el representante legal del menor de 12 ó 14 años, que en la mayoría de los casos son sus padres, o en
ausencia de éstos, los que el juez o la ley haya designado para tal efecto.

El Consentimiento Informado en la investigación científica


La investigación científica con humanos está reglamentada por la Resolución 08430 de 1993 del
Ministerio de Salud. En esta norma se señalan todos los requisitos que se deben seguir en la investigación
científica y tiene como base el respeto del principio de la dignidad humana antes citado.
En cuanto al Consentimiento Informado, para ser parte como sujeto en una investigación se deben
seguir los mismos principios y procedimientos ya señalados para la relación terapéutica o de evaluación.
Adicionalmente, al tratarse de menores de edad, esta resolución determina que, además de lo dispuesto en
cuanto a la capacidad legal, se debe determinar y tener en cuenta, el grado de madurez psicológica del menor
de edad, según lo disponen sus artículos 25 y 26.
Las disposiciones de la Resolución 08430 de 1993 del Ministerio de Salud están en armonía con la
Ley 1090 de 2006. En efecto, el artículo 52 de dicha norma señala que en los casos de menores de edad y
personas incapacitadas, el consentimiento respectivo deberá firmarlo el representante legal del participante.
Por otro lado, el artículo 50 de la ley ídem prescribe que los profesionales de la psicología al planear o llevar a
cabo investigaciones científicas, deberán basarse en principios éticos de respeto y dignidad, lo mismo que
salvaguardar el bienestar y los derechos de los participantes. Por lo tanto, una investigación que no se rija por
los principios éticos, tales como el no engaño y el libre consentimiento, como derecho de los participantes,
podrían constituirse en una falta ética de parte del profesional de la psicología, que puede ser sancionada la
luz de lo dispuesto en la ley referida.

La representación legal de los menores de edad


La representación legal de los hijos menores de edad está relacionada con la patria potestad, la cual
ejercen los dos padres. En ese sentido, el artículo 62 del Código Civil es enfático al señalar que las personas
incapaces de celebrar negocios serán representadas por los padres, quienes ejercerán conjuntamente la
patria potestad sobre sus hijos menores de 18 años. A falta de uno de los padres, la patria potestad la
ejercerá el otro padre. La patria potestad como derecho y como obligación sólo la pierde uno o los dos padres
mediante sentencia judicial. No basta con que un padre no vele por sus hijos o no responda por ellos para que
no se le tenga en cuenta para efectos del ejercicio de sus deberes y derechos sobre los hijos.
En consecuencia, el Consentimiento Informado será firmado por los dos padres. No podrá ser
firmado sólo por uno de ellos con desconocimiento del otro, aun en situaciones judiciales donde se presenten
intereses encontrados por parte de los padres. En casos donde los padres tengan intereses antagónicos, y se
requiera que los menores de edad sean sometidos a tratamiento o evaluación psicológica, se tendrá que tener

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el consentimiento de los dos padres. Sin embargo, se puede presentar la situación en que alguno de ellos, o
los dos, no den su consentimiento para la intervención psicológica. En estos casos, se deberá recurrir al
defensor de familia, o en su ausencia, al comisario o juez de familia o al ministerio público.
Bajo ninguna circunstancia el psicólogo podrá, recurriendo al concepto del interés superior del niño,
desconocer el derecho que tienen los padres de ser los representantes legales del menor. Si se llegare a
presentar la situación en que sea perentoria la intervención o evaluación psicológica y no se cuente con la
aquiescencia de los dos padres o de alguno de ellos, se tendrá que poner en conocimiento del defensor de
familia o de las autoridades competentes para que, después de los debidos análisis jurídicos, se llegue a la
toma de decisión que más convenga a los intereses del menor. Sin embargo, esa toma de decisión no le
compete al psicólogo, sino a las autoridades jurisdiccionales.
En ambientes judiciales se presentan casos en que uno de los padres da su consentimiento para que
se le hagan evaluaciones a los menores de edad, evaluaciones cuyos resultados pueden ser utilizados en
contra el otro padre. En situaciones así, los resultados de esas evaluaciones podrán ser tachados de ilegales
a la luz de lo dispuesto en el artículo 29 de la Constitución Nacional que señala que es nula, de pleno
derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso. El psicólogo, bajo estas circunstancias, deberá
negarse a practicar las evaluaciones solicitadas si no cuenta con el consentimiento de los dos padres, y
obedeciendo al interés superior del niño, deberá poner en conocimiento de la autoridad competente dicha
situación.

Disposiciones del Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de Psicología


Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, el Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de
Psicología dispone:
1. Toda intervención en las diferentes áreas de la psicología deberá contar con el Consentimiento
Informado del usuario.
2. Los diferentes campos disciplinares y profesionales de la psicología representados en Colegio
Colombiano de Psicólogos elaborarán los respectivos modelos de consentimiento, que deberán estar
sustentados teórica y metodológicamente y harán parte constitutiva de la presente Doctrina.
3. El Consentimiento Informado deberá ser escrito y firmado por quien en el acto intervienen: usuario y
psicólogo.
4. Cuando la persona objeto de la intervención psicológica sea una incapaz absoluta, jurídicamente
definida, el Consentimiento Informado deberá ser firmado por los dos padres, y en ausencia de uno
de ellos por muerte o desaparición, lo podrá firmar el otro padre.

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5. En caso de que uno o los dos padres del incapaz absoluto no quieran dar el consentimiento porque
tengan algún interés en ello, se deberá recurrir al defensor de familia, o a otra autoridad competente,
para que desde allí se dé el consentimiento.
6. Cuando la persona objeto de la intervención psicológica sea un menor de edad pero mayor de 12 ó
14 años, el Consentimiento Informado deberá ser firmado por el menor acompañado de los dos
padres, y en ausencia de uno de ellos por muerte o desaparición, lo podrá firmar el otro padre.
7. Cuando la persona objeto de la intervención psicológica sea un menor de 12 ó 14 años, el
Consentimiento Informado deberá ser firmado por los dos padres, y en ausencia de uno de ellos por
muerte o desaparición, lo podrá firmar el otro padre.
8. Cuando la persona objeto de la intervención psicológica sea un menor de 12 ó 14 años, el
Consentimiento Informado deberá ser firmado por los dos padres. Si uno de ellos, o los dos se
niegan a hacerlo, se deberá recurrir al defensor de familia, al comisario o juez de familia o al
ministerio público, siempre en procura del interés superior del menor de edad.
9. Para determinar el límite de los 12 ó 14 años se debe tener en cuenta el interés superior del niño y
del adolecente. El límite será el que mejor favorezca a los intereses del menor.
10. Cuando hay ausencia total de los padres, el Consentimiento lo dará quien ostente la representación
legal del menor de acuerdo con las disposiciones legales.
11. Bajo ninguna circunstancia el psicólogo llevará a cabo intervenciones sin el consentimiento del
usuario, y tratándose de menores de edad, sin el consentimiento de los padres o sus representantes
legales, o en su defecto, del defensor de familia o de autoridad así señalada en la ley.
12. Los menores de edad no están habilitados para dar su consentimiento para ser parte en procesos de
investigación. El consentimiento siempre lo deben dar sus padres o representantes. Sin embargo, y
como consecuencia de la evaluación psicológica de que tratan los artículos 25 y 26 de la resolución
08430 de 1993 del Ministerio de Salud, si el psicólogo determina alguna capacidad de entendimiento,
razonamiento y lógica del menor, su consentimiento para ser parte de la investigación deberá ser
tenido en cuenta, y el Consentimiento Informado será firmado por el menor y por sus padres o
representantes.
13. En la investigación científica o académica, todos los menores de edad deben ser evaluados para
determinar su capacidad de entendimiento, razonamiento y lógica. La Resolución 08430 de 1993 del
Ministerio de Salud no dispone salvedades.

Bibliografía.
Corte Constitucional (1992). Sentencia C- 449. Relatoría: Bogotá
Corte Constitucional (1996). Sentencia C- 264. Relatoría: Bogotá

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Corte Constitucional (1999). Sentencia C- 449. Relatoría: Bogotá
Corte Constitucional (2011). Sentencia C- 574. Relatoría: Bogotá
Hernández, G. (2010). Los derechos humanos, una responsabilidad de la Psicología Jurídica. En Diversitas:
Perspectivas en Psicología. v.6 n.2. Universidad Santo Tomás: Bogotá
Hernández, G. (2011). Principios normativos en la investigación científica con humanos y animales.
Disponible en: http://gerardoahernandezm.blogspot.com/

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