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constitucional en nuestro país, en virtud de lo establecido en el artículo 75
inciso 22 de nuestra Constitución Nacional, integra nuestro bloque de
constitucionalidad desde el 1 de agosto del 2008. Constituye el primer
tratado de derechos humanos que prioriza la visibilidad de este colectivo
social dentro del sistema de protección de derechos humanos. Reafirma el
modelo social, de dejar de llamarlas personas con discapacidad a
considerarlas usuarios de un servicio de salud mental, a ser protagonistas
de su vida, a dotarlos de pertenencia, de dignidad. Y brindarles un sistema
de apoyo, que es como se llama al “apoyo” en la toma de sus decisiones,
junto con el sistema de salvaguardas referido al control judicial. Ya no se
sustituyen su voluntad y sus deseos, siendo el curador su representante,
tal como lo preveía el Código Civil derogado. Con la nueva legislación la
persona con un padecimiento mental ya no es considerada objeto de
protección sino sujeto de derecho respetando su autonomía y dignidad
inherente. El nuevo paradigma exige diseñar un esquema referencial
concreto, tangible y ordenador a partir de la interdisciplina y la
intersectorialidad, a entender “la salud como integral, donde la
comunidad es pensada como un sujeto activo y protagonista de su propio
proceso de salud/enfermedad/atención/cuidado.
La ley 26.657 encuentra sus fundamentos en los estándares
internacionales de derechos humanos en materia de salud mental y su
eje principal es la garantía del derecho a la salud en el marco comunitario,
la integración y la plena inclusión de las personas con padecimiento
mental en la comunidad y su consideración como titulares de derechos
con capacidad jurídica para ejercerlos plenamente.
La ley 26.657 es reiterativa al sostener entre sus pilares la protección de
los derechos humanos de las personas y lo hace, explícitamente, en los
artículos 1, 3, 7, 33 y 38.
De acuerdo con el principio de universalidad, la ley 26.657 tiene por
objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las
personas que se encuentran en el territorio nacional (artículo 1)
En su Articulo 3, reconoce a la salud mental como un proceso
determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales,
biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una
dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos
humanos y sociales de toda persona.
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También se plantea que en ningún caso puede hacerse diagnóstico en el
campo de la salud mental sobre la base exclusiva de:
a) Status político, socio-económico, pertenencia a un grupo cultural, racial
o religioso;
b) Demandas familiares, laborales, falta de conformidad o adecuación con
valores morales, sociales, culturales, políticos o creencias religiosas
prevalecientes en la comunidad donde vive la persona;
c) Elección o identidad sexual;
d) La mera existencia de antecedentes de tratamiento u hospitalización.
Dicha normativa encuentra sus fundamentos en los estándares
internacionales de derechos humanos en materia de salud mental y su eje
principal es la garantía del derecho a la salud en el marco comunitario, la
integración y la plena inclusión de las personas con padecimiento mental
en la comunidad y su consideración como titulares de derechos con
capacidad jurídica para ejercerlos plenamente.
Se debe partir de la presunción de capacidad de todas las personas.
En el artículo 7, se reconocen los derechos de las personas con
padecimiento mental:
a) Derecho a recibir atención sanitaria y social integral y humanizada, a
partir del acceso gratuito, igualitario y equitativo a las prestaciones e
insumos necesarios, con el objeto de asegurar la recuperación y
preservación de su salud;
b) Derecho a conocer y preservar su identidad, sus grupos de pertenencia,
su genealogía y su historia;
c) Derecho a recibir una atención basada en fundamentos científicos
ajustados a principios éticos;
d) Derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con la alternativa
terapéutica más conveniente, que menos restrinja sus derechos y
libertades, promoviendo la integración familiar, laboral y comunitaria;
e) Derecho a ser acompañado antes, durante y luego del tratamiento por
sus familiares, otros afectos o a quien la persona con padecimiento
mental designe;
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h) Derecho a que en el caso de internación involuntaria o voluntaria
prolongada, las condiciones de la misma sean supervisadas
periódicamente por el órgano de revisión;
i) Derecho a no ser identificado ni discriminado por un padecimiento
mental actual o pasado;
j) Derecho a ser informado de manera adecuada y comprensible de los
derechos que lo asisten, y de todo lo inherente a su salud y tratamiento,
según las normas del consentimiento informado,
k) Derecho a poder tomar decisiones relacionadas con su atención y su
tratamiento dentro de sus posibilidades;
l) Derecho a recibir un tratamiento personalizado en un ambiente apto
con resguardo de su intimidad, siendo reconocido siempre como sujeto de
derecho,
m) Derecho a no ser objeto de investigaciones clínicas ni tratamientos
experimentales sin un consentimiento fehaciente;
n) Derecho a que el padecimiento mental no sea considerado un estado
inmodificable;
En el Artículo 38 plantea la creación en el ámbito del Ministerio Público de
la Defensa del Órgano de Revisión con el objeto de proteger los derechos
humanos de los usuarios de los servicios de salud mental.
El concepto de derechos humanos se ha ido desarrollando de forma
progresiva a lo largo de la historia. Los ejes fundamentales de los DDHH
son igualdad, libertad y dignidad. Nuestro sistema de salud es universal y
accesible para todos. La Enfermeria, en tanto profesionales de la salud
deben velar por el respeto a la dignidad humana, puesto que las personas
enfermas son especialmente vulnerables y su dignidad puede verse
afectada. Los derechos humanos son y han sido siempre el pilar más
importante de referencia para la existencia de los códigos de ética
profesional de enfermería.
Es por ello que el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) adoptó por
primera vez un Código internacional de ética para enfermeras en 1953.
Después se ha revisado y reafirmado en diversas ocasiones, la más
reciente es este examen y revisión completados en 2005. Desde su
preámbulo, plantea que “Son inherentes a la enfermería el respeto de los
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derechos humanos, incluidos los derechos culturales, el derecho a la vida
y a la libre elección, a la dignidad y a ser tratado con respeto. En los
cuidados de enfermería hay respeto y no hay restricciones en cuanto a
consideraciones de edad, color, credo, cultura, discapacidad o
enfermedad, género, orientación sexual, nacionalidad, opiniones políticas,
raza o condición social”