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Hacia mediados del siglo XX, surgen en Estados Unidos una serie de fallos
judiciales con relación a la información vertida al paciente por parte de los médicos
en intervenciones de distintos tipos. Estos fallos se basaban en la noción de daño
por parte del profesional al no informar al paciente de los efectos adversos
previsibles de las intervenciones, constituyéndose en una agresión al paciente, ya
que es él quién debía decidir qué hacer con su cuerpo incluso si la intervención bajo
criterio médico le podría haber evitado un daño. (Por ej. hoy, en nuestros días
asistimos a la negativa de ciertos sujetos cuyas creencias religiosas no permiten
realizar transfusión de sangre entre otras intervenciones médicas invasivas).
Pero en sí, el consentimiento informado tiene sus raíces legales en 1947 con el
Código de Nüremberg, cuya primera regla se refiere al consentimiento voluntario;
base fundamental de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
proclamada en Diciembre de 1948 y de los códigos profesionales posteriores. A
partir del Código de Nüremberg, los jueces juzgaron a un grupo de médicos
acusados de realizar experimentos caracterizados como crímenes en contra de la
humanidad, cometidos a prisioneros de guerra en campos de concentración nazis
durante la Segunda Guerra Mundial. Estos experimentos se realizaban sin
información previa o consentimiento acerca de los riesgos a que se sometían las
víctimas. En este Código se contempla la necesidad de contar con un
consentimiento para la realización de experimentación con personas, en el que
deberían darse tres condiciones ineludibles: información suficiente, voluntad, y
capacidad para consentir.
Con especial fuerza a partir de la década de 1970, tanto los medios de comunicación
como los distintos campos científicos, comenzaron a familiarizarse con un lenguaje
nuevo mediante el cual se abogaba por la consideración de un sujeto de derecho en
la toma de decisiones médicas. Esto, dicho en otros términos, significaba que el
cuerpo médico, antes de ensayar procedimientos invasivos o riesgosos, debía
revelar pormenorizadamente a su paciente cuál era la naturaleza y el propósito que
dicho procedimiento perseguía, y asimismo sus riesgos y beneficios potenciales
además de las alternativas de tratamiento disponibles al tratamiento recomendado.
Todo lo cual, con la finalidad de que fuera él mismo el que acordara o rechazara la
oferta de los profesionales.
Así, el informe Belmont (1979, en EE.UU), identifica los principios éticos básicos a
tener en cuenta durante una investigación biomédica, a saber: beneficencia y no
maleficencia, respeto por la dignidad y autonomía de las personas y el principio de
Justicia; asimismo, precisa que el consentimiento debe poseer tres elementos:
información, comprensión y voluntariedad.
A raíz de este breve raconto histórico, podemos evidenciar la paulatina inclusión del
consentimiento informado como una de las normas rectoras de la psicología
profesional y su ineludible inclusión en la formación académica de los estudiantes de
psicología. Podríamos trazar una línea desde el campo de la medicina y de la
experimentación biomédica, hacia el rescate de la persona humana en su dignidad y
libertad, donde se revela como sujeto de derechos. Comienzan a involucrarse y a
resituarse los derechos de los sujetos que participan en prácticas científicas o
profesionales.
Andrea Ferrero expresa que se estableció una conexión entre la perspectiva jurídica,
médica y ética, en tanto es menester apuntar hacia la preservación de la integridad y
autonomía de los sujetos.
1
Filósofo argentino, Profesor Titular de la UNMP y Director de la Asociación Argentina de
Investigaciones Ética, fallecido en 2009.
Prof. Anabel Nayle Murhell
Cátedra: Deontología
Facultad de Psicología. UNT Página 7
El Consentimiento Informado en la práctica profesional del psicólogo.
Asimismo, el marco legal vigente, la Ley Nº 26529, Derechos del Paciente, historia
clínica y consentimiento informado, en su Artículo Nº 2, inciso e) precisa en relación
a la “Autonomía de la Voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar
determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión
de causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la
voluntad. Los
emergencia, con grave peligro para la salud o vida del paciente, y no pudiera dar el
consentimiento por sí o a través de sus representantes legales.
establecen una normativa que hace posible juzgar la acción del profesional
psicólogo, conforme a lo pautado por consenso.
Pero a la vez, no todo está resuelto, ni dicho en la letra de los códigos
deontológicos; queda entre las normas prescriptas y la acción del profesional un
espacio a partir del cual, y desde el cual, se pone en juego y se presentifica el ethos
profesional, al que puede entendérselo como la manera singular de interpretar la
letra del código conforme a sus propias creencias, actitudes, tradiciones, normas
éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales que caracterizan que
caracterizan a un grupo profesional en particular. Es decir, entre el profesional y los
códigos existe una relación de interacción, un espacio de reflexión donde se pone en
juego el ser del sujeto moral, la singularidad ética del profesional en situación
inmerso en un contexto social y legal determinado. Es allí donde se asienta la Ética
Profesional en sí misma, en la singularidad del profesional que se pone en acto en
relación a otro (persona/ sociedad) ante el cual, debe responder hacerse cargo de su
intervención. Se anudan aquí dos aspectos esenciales. Por un lado un modo de
subjetivación y por otro los códigos normativos. Este hecho, da cuenta de la
preocupación por incluir un cuerpo de conocimientos relativo a lo deontológico y
ético en la formación de los estudiantes universitarios a partir de la sanción de leyes
de ejercicio profesional en las distintas provincias y la regulación de ésta a través de
la consolidación de códigos deontológicos, provinciales, nacionales y regionales.
En este sentido, la psicología como disciplina científica ha transitado un recorrido
marcado por la tendencia a precisar tanto, su campo de intervención en el marco de
la salud mental y su objeto de aplicación, así como la legitimación y especificidad de
su práctica. En esa línea, la Ley Nacional de Salud Mental N°26.657 de la República
Argentina, promulgada en noviembre de 2010, “tiene por objeto asegurar el derecho
a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los
derechos humanos de aquellas con padecimiento mental… que lleva a remitirnos de
manea directa a la ley 26529 sobre los derechos del paciente en tanto ninguna
practica puede realizarse sin el consentimiento informado de la persona destinataria
del servicio.”
Este marco legal plantea una renovación reciente en cuanto la concepción de sujeto
que subyace a las normas legales en la argentina. A propósito de ésto, existen
2
Proyecto “Psicología y ética: Ciencia y profesión”, dirigido por la Prof. Hermosilla y presentado en el
V Congreso Marplatense de Psicología. 2007. Entre otras.
Prof. Anabel Nayle Murhell
Cátedra: Deontología
Facultad de Psicología. UNT Página 12
El Consentimiento Informado en la práctica profesional del psicólogo.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: