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La cuestión de los
universales
De Platón a fines de la Edad Media
UCA 1^1 i b r o s
De Libera, Alain
La cuestión de los universales : de Platón a fines de la Edad Media . -
la ed, - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo Libros, 2015.
516 p. ; 21x15 cm.
i
U n p r o b l e m a s a t u r a d o ............................................. ........................................................................1 3
C u e s tio n e s de m é t o d o ......................................................................................................................... 1 4
La cu estión de los universales y el asunto de las biro m es ................................... 1 9
lá stica ...............................................................................................................................................1 1 7
3
L a a l t a t d a d M e d ia y la q u e r e l l a d e l o s u n i v e r s a l e s ............................................. 1 3 1
L o u n iv e rs a l s e g ú n B o e c i o ..............................................................................................................1 3 4
B o e c io , P o rfirio y el problema de lo s u n iv er sa le s ................................................. 1 3 4
DE ESTATUTO................................................................................................................................... 1'62
O tr o re a lism o : e l A r s Meliduna ...................... .................................................................. . 166
El realismo de lo in telig ible ............................................................................................... 1 6 7
D os teorías d e la in d if e r e n c ia ...........................................................................................1 6 9
4
L a e s c o l á s t ic a á r a b e ......................................................................................................................... 1 .8 7
L o u n iv e rs a l s e g ú n A v ic e n a ............................................................................................................ 1 8 7
L as tres acepciones de la palabra ‘universal ’ en A v ic en a ................................... 1 8 9
La doctrina de los tres estados de lo universa !.................................................... 1 9 3
L o u n iv e rs a l s e g ú n A v e r r o e s .........................................................................................................2 1 8
L a abstracción com o despojo del fantasma y la teoría de los dos su je t o s ....2 2 0
La t e o r í a d e l i n t e l e c t o f o r m a l v e l e m b ro llo a r i s t o t é l i c o .............................2 8 2
O bjeto y fin del co n o cim ien to intelectual según T omas de A q u in o ......... 2 8 6
La aprehensión de i a s q u id id a d es : especie inteligible y verbo mental ......... 2 8 8
In te n c io n a lid a d y o n t o l o g í a ............................................................................................ 3 0 8
R aúl L e B retó n : ia estructura de ia intencionalidad y la psicología in ten
cional ..............................................................................................................................................3 1 2
6
L a r e v o l u c i ó n d e l s ig lo X I V .................................................................................................... 3 2 3
C o n o c im ie n to in tu itiv o y c o n o c im ie n t o a b s tr a c t iv o ..................................í .............3 2 5
Los dos virajes de E nrique de G a n t e ............................................................................ 3 2 5
C on o c im ien to de lo n o - ex isten te y teoría del c o n c epto : M ateo
D ’A quasparta ............................................................................................................................... 3 3 2
D uns S c o t o y el co n o c im ien to in tu itivo de lo sin gular .................................... 3 4 0
L o u n iv e rsa l se g ú n D u n s S c o t o .................................................................................................. 3 4 8
La teoría scotlsta de la naturaleza c o m ú n ....................... ....................................... 3 4 9
O c c a m y el n o m in a li s m o ..............................................................................................................3 7 2
S e m á n tica y o n t o l o g í a .......................................................................................................... 3 7 2
L a teoría O ccaviista de los u n iv ersa les ...................................................................... 3 9 2
Un problema saturado
En 1845, la Academia de ciencias morales y políticas ponía en ei con
curso una historia de la filosofía escolástica, cuyo premio sería obtenido
por Barthélémy Haureau (1 8 1 2 -1 8 8 6 ), El interés hacia la Edad Media era
nuevo. Victor Cousin acababa de publicar los Ouvrages inédíts de Abelardo
(1 8 3 6 ) y pronto les agregaría los Petri Abaelarcli Opera (18 4 9 ) coeditados
con Charles Jourdain (1 8 1 7 -1 8 8 6 ). La visión histórica de la Academia
era muy precisa - era la de Victor Cousin: el programa narrativo que
que ella imponía no lo era menos. El volumen de historia de la filosofía
escolástica debía limitarse a “la gran época” (los siglos XIII y XIV), prestar
“una atención muy particular” al conflicto entre realistas, conceptualistas
y nominalistas, buscar “la parte de error y sobre todo la parte de verdad
que esos sistemas y esas escuelas podían contener”, “despejar lo que podría
todavía ser aprovechado por la filosofía de nuestro tiempo’', finalmente,
“encerrarse en el campo de la filosofía propiamente dicha y permanecer
ajeno al de la teología, por lo menos tanto como lo permitiría-ti vínculo
íntimo de esas dos ciencias en la Edad Media”: Se dejará aquí de. lado los
problemas de frontera entre disciplinas y las cuestiones de periodización
para ir a lo esencial: desde su primer comienzo en Francia, por no decir
en el mundo, la historia de la filosofía medieval ha encontrado lo que se
llama la cuestión de ¡os universales. Estableciendo que la filosofía, que se
denominaba todavía en aquella época escolástica, estaba “inmersa íntegra
mente en la querella del nominalismo y del realismo”, a lo cual se agregaba
el “conceptualismo” como árbitro o como recurso, tercero indispensable
en una época del “término medio” intelectual que el reinado de Luis Felipe
realizaba en política, Victor Cousin prolongaba un gesto fundador, iniciado
en el año XI de la República, cuando el ideólogo J.-M . Degérando pedía la
reevaluación de la “gran discusión entre los Realistas y los Nominales”, en
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donde, según él, se marcaban las “nuevas figuras tomadas por la filosofías
de Platón, de Aristóteles y de Zenón”'. De tal manera esta larga querella
medieval revelaba otra, interminable, tan vieja como la filosofía misma,
una historia griega en suma, una historia de Academias, de Liceos y de
Pórticos, continuada en el latín de la Escuela.
Las cosas han cambiado desde Víctor Cousin. La Edad Media conquis
tó su libertad: la escolástica, que perdió su h, no es más que una etiqueta;
la historia se ha dado nuevos objetos, de los cuales la querella de los
universales solo constituye un. sub-conjunto. Detrás de la renovación de
los métodos, de las concepciones y de los estilos, nos parece sin embargo,
que Degérando estaba parcialmente en lo justo. Al proponer al lector un
libro sobre la cuestión de los universales, desde Platón al fin al de la Edad
M edia, queremos argumentar una tesis simple: el problema medieval de
los universales es una figura del debate que, desde la Antigüedad tardía,
opone y reúne a la vez al platonismo y al aristoíelismo.
Este debate se mantiene todavía. Existen actualmente “nominalistas” y
“realistas”. No es lo que nos interesa aquí. Este libro es un. libro de historia.
Tiene un objeto, un método y un presupuesto. Los tres están unidos.
Cuestiones de m étodo
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3 El Isagoge contiene de hecho, una sección (el capítulo 7) intitulada: Ilep i tife
koivcovíck; t« v jtévte cpcovmv. Tricot traduce justamente: “De los caracteres com u
nes a las cinco voces"; E.W Warren.' Common Characteristics o f the fív es Predicables
(cf. Porphyry the Phoenician, “Isagoge", The Pontifical Institute of Mediaeval Studies,
Toronto; 1975. p, 48)b - siendo el título recibido en la tradición la tin a ... De coro.-
m m itatíbus ommium quinqué uníversalium. ¿Porfirio sería “vocalista”? Todo lleva
a creerlo. Pero el texto se abre sobre une tesis general de calculada ambigüedad:
Kotvóv Líév Si] jtávToov tó Kara jtXetóvov KarriYopetaQai: Tricot traduce: Aquello
que hay en común en todas esas nociones, es la de ser atribuido a una pluralidad de
sujetos"; Warren : All the predicables are predi caled o f many thíngs. Tal como sucede
a menucio, la única traducción rigurosa es la de Boecio - Commune quidem ómnibus
es! de pluribus praedicarí - porque es indeterminada. Al traducir el griego tó Kara
j&eióvüjv por ommibus (“a todos), el traductor latino no toma partido. Tricot re
suelve en el sentido del conceptualismo (como si Porfirio hablaba explícitamente
de v o rp ata); Warren esquiva el problema. Queda entonces que la lección griega
original se balancea entre el “vocalismo” (tó5v íiévxe <|>fflv<fiv) y la vaguedad artística
(frev 8r| Jtávxcav). De allí se plantea una pregunta simple: ¿en que puede haber en
Porfirio un problema de los universales? La respuesta, como se verá, es igualmente
simple: hablando como lógico (xoYM.Kát£pav) (Porfirio se abstiene de tratar su
propio problema. Prueba decisiva que la consideración de los “cinco” como simples
“voces" (cpcovai) pertenece a la lógica y no constituye ni la verdadera perspectiva
sobre la cuestión de los universales ni la última palabra del pensamiento de Porfirio.
En ese sentido, se puede decir que el Isagoge contiene una teoría de las cinco voces,
no una teoría de los universales.
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pero a las que “basta mirar para ver que ellas no son y no dejan de ser
dos negruras”. Ilustrado de tal manera, el problema de los universales es
simple: ¿hay o no dos colores en las biromes de RY Spade? “El realismo y
el nominalismo son las dos principales respuestas a esa pregunta”.
Se puede, evidentemente estar sorprendido por la ingenuidad del
pasaje de la percepción, al ser puesto en práctica en la respuesta "realista”.
Pero, si se quiere admitir que el realismo y el nominalismo corresponden
en general a “maneras de ver”, también hay que preguntarse qué es lo
que prueba que el realista no ve, com o todo el mundo, dos cosas negras
cuando él ve dos cosas negras. A decir verdad, aun si se comprobara que
la vista ele un realista fuese diferente de la del común de los moríales,
quedaría por explicar cóm o, por el simple hecho que él ve el mismo
negro en dos cosas negras, el realista llegar a pensar que una misma
entidad - la negrura- es actualmente compartida por esas dos cosas. Tal
como la presenta Spade, la psicogénesis de la "creencia en las entidades
universales” hace del realismo el resultado de un simple paralogismo
-ta l como el niño de Piaget para quien cada caracol encontrado en el
borde del camino es, perceptualmenle, “el Caracol”, ni. más ni menos, el
realista es aquel que, viendo la negrura por todas partes en donde hay
cosas negras, concluye que hay en cada una la misma “entidad universal”.
¿Esta característica basta? Se puede dudar de ello. No alcanza con
reconocer con Spade que es “difícil hacer corresponder” todas las teorías
de los filósofos medievales con su “ilustración” de la problemática de
los universales. Hay que preguntarse en qué esta ilustración articula
suficientemente el problema de la explicación de ios conceptos^generales
y el de la teoría psicológica de la percepción de los colores y si él lo
articula sin prejuzgar la respuesta en la pregunta.
Consideramos que el ejemplo de Spade ilustra una problemática que no
solamente ya está constituida, sino que se supone filosóficamente resuelta o,
lo que viene a ser aquí lo mismo, históricamente sancionada y en el sentido
del nominalismo y en el de una cierta interpretación del nominalismo. Gracias
al inocente ejemplo de las dos biromes, fingimos creer que el realista ve con
sus’ ojos la torma común, que descubre la presencia en lo sensible, casi a flor
de objetos y al mismo tiempo, se da por sentado que el nominalista ve como
un todo cualesquiera cosas, que esas cosas son similares y que tennina por
percibirla similitud de ellas. Sólo hay un problema: el nominalismo medieval,
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¿N o m in a l is m o y r e a l is m o en la e d a d m e d ia o de q u é esta m o s h a bla n d o ?
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C on tra la te le o lo g ía en h is t o r ia
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9 Cí. Sobre este punto, M Heidegger, “Logas (H éra clito , fragmento 5 0 )”, en Essais et
Ctmjérznces, trad. A. Préau, París, Gallimard, 1958, pág 269, que explícita el juego
entre el destino (Geschicfc) y el envío (Schicfeen).
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11 Ciertos realistas del siglo XIV encontrarán, la solución. Equilibrando las auctonta-
tes, atribuirán a Porfirio una tesis que contradiciendo formalmente la enseñanza de
Aristóteles en el capitulo 2 de las Categorías, plantea que las “sustancias segundas
están en las sustancias primeras”. Es lo que hace, por ejemplo Guillermo Russell en su
Compendium super quinqué uníversalia, cí. A.D, Conti, "A Short Scotoist Handbook on
Umversals: The ‘Compendium super quinqué uníversalia’ of WiLlíam Russell, OFM”,
Cahiers de J'ínstitut du Mayen Age grec et. latín (=C.IMAGL)A4 (1983). p. 49, 4-5: ítem,
secundas substantiae sunl in primís, ut dícít Porphyríus: sed non per inteüectum.; ergo, etc.
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Ellas lo han hecho tanto más fácilmente cuanto que Porfirio mismo no
ha contribuido a esclarecer el pensamiento de Aristóteles. Neoplatónico,
el discípulo de Plotrno ha dejado la tercera tesis fundamental para todo el
realismo medieval. Si el platonismo era latente, fantasmal, en los textos
de Aristóteles, estalla a la luz en la obra de Porfirio. Es el caso de la tesis
que consideramos como la tercera auctorítas fundando la ambigüedad
clestinal de la noción de universal.
(3) Isagoge, ó (Tricot p. 24); “Por su participación en la especie,
la multitud de hombres no es más que un solo hombre; en cambio,
por medio de los hombres particulares, el hombre único y común se
hace múltiple”. ¡Esta tesis, formulada en el lenguaje platónico de la
participación, debía supuestamente dilucidar la relación de lo universal
con lo particular en Aristóteles! Evidentemente él no podía hacerlo sin
comprometer el arístotelísmo. El punto decisivo es que ella ha funcionado
com o una estructura conceptual de un extremo al otro de la Edad Media.
Allí también, las teorías de los Reales det siglo XII aparecen como la
expansión doctrinal de un programa conceptual fijado en el formulario
porfmano: la teoría realista de la collectio, discutida por Abelardo no es
más que la puesta en argumento de la fórmula del isagoge. En el otro
extremo de la Edad Media, la teoría del hombre común opuesta a Occam
por GauLhier Burley es solamente un refinamiento de la noción porfinana
del “hombre único y común".
Ante la pregunta de saber de dónde vienen los problemas filosóficos
se contestará por lo tanto aquí: de las estructuras conceptuales articuladas
en los enunciados fundadores. La cuestión de los universales no nació de
la nada, como un arquetipo que se habría repentinamente manifestado en
el tiempo. Es un producto del aristotelismo -d e l corpus de Aristóteles-,
es un producto de su tradición interpretativa y no cualquiera: la
neoplatónica. El problema de los universales nació de Aristóteles, de
la critica aristotélica del platonismo y dei platonismo residual en el
aristotelismo; nació de la confrontación del corpus aristotélico con esas
Categorías que siempre fueron en él como un cuerpo extraño: nació de
las “explicaciones” de Porfirio en ese Isagoge que supuestamente debía
introducir a la lectura de las Categorías. Hacer la historia del problema de
los universales, es tomar en cuenta esos fenómenos y tratar de conducir
la problemática a la estructura profunda que no ha cesado de llevarla.
Nuestra tesis es que esa estructura es claramente legible en las Categorías,
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La paradoja d e P o r f ir io
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h a b la r ele to d o e llo : h e a q u í u n p r o b le m a m u y p ro fu n d o y q u e ex ig e u n a
in v e s tig a c ió n m u y d ife re n te y m á s e x te n s a (trac!, T ric o t, p. I I ) ,
Se puede sin embargo leer esta enumeración como una grilla que
presenta las al ternativas fundamentales que organizan el cuestionara lento
de la escuela neoplatónica12.
La cuestión (1) se inscribe en ef marco de un primer aspecto del
debate de Aristóteles con PlaLón: los géneros y las especies ¿tienen una
existencia real (“subsistencia”) como formas separadas o existen solamente
en el espíritu del sujeto cognoscente13? La primera rama de la alternativa
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el ser real (la cosa singular) ni el ser ideal de la Forma separada de Platón,
ni el ser mental o psíquico del concepto abstracto de Aristóteles?
La pregunta (3) retoma el conjunto del problema desde un tercer
punto de vista que lleva directamente a un segundo aspecto del debate de
Aristóteles con Platón. ¿Lo universal es una Forma separada o una forma
inmanente a Lo sensible? Si es una Forma enteramente separada, hay un
abismo infranqueable entre lo inteligible y lo sensible. Si es una forma
inmanente, hay que explicar cómo lo inteligible puede verdaderamente
estar “presente en los sensibles”. Encontramos entonces nuevamente la
oposición de Platón y Aristóteles. Lo universal presente en lo sensible
es ya sea una forma participada, ya sea un universal en el sentido en el
que lo define Aristóteles en los Segundos Analíticos, que “reside uno e
idéntico en los sujetos particulares”. En este último caso, la cuestión no
está zanjada, pues el pasaje mismo en el que Aristóteles define lo universal
com o presente en las cosas plantea también que él es una “unidad"
procedente de la “pluralidad” (jrcepá xa n o W á ), que reside en el alma.
Al formular esas tres preguntas, Porfirio pone entonces en relieve el
conjunto de contradicciones que minan al platonismo y al aristotelismo.
Es una presentación diaporemática de la tensión que estructura la
m etafísica occidental en todos los aspectos concernidos: ontología
general, teoría del conocim iento, teoría del signo y de la significación.
Para j . Tricot, es también la matriz de las grandes posiciones teóricas
que la Edad Media va a forjar “con innumerables matices”: el realismo,
el nominalismo y el conceptualismo.
Esta tesis es demasiado general. Tricot tiene razón al relacionar
originariamente el realismo con la tesis platónica que afirma que los
géneros y las especies existen por sí mismos, por encima y fuera de los
individuos, pero no explica para nada la génesis del realismo medieval,
el cual, precisamente, se construye contra la imagen indirecta y por largo
tiempo caricatural que él tiene de la doctrina platónica de las Formas
separadas. Tiene razón de poner en relación el nominalismo con la tesis
de Antisteno que afirma: “Veo un caballo, no veo la caballeidad”, pero no
explica como la problemática de la percepción se introduce en el centro
de la de los universales ni por qué los dos se encuentran solamente en el
nominalismo del siglo XIV y no en el del siglo XII, ni a fortíon, por qué
ellas se reencuentran primero en los realistas de los siglos XII y XIV y no
solamente en los nominalistas. A decir verdad, él n.o explica ni en qué la
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,t.a cuestión de los universales
E l Ar b o l de P o r f ir io
s gn este caso> Topiques, l,5,102a31-32, trad. Brunschwig, París, Les BeQes Lettres,
1967, p. 7 (genre): “Es género un atributo que pertenece en su esencia a varias cosas
específicamente diferentes"; 102a 18-19, íbíd (propio); “Es un propio aquello que, sin
expresar lo esencial de la esencia de su sujeto, sin embargo solamente le pertenece a
éste y puede intercambiarse con él en posición de predicado de un sujeto concreto”;
102M -5, Brunschwig, p. 8 (accidente); “Es accidente aquello que, sin ser nada de
todo esto, ni definición, ni propio, ni género, pertenece sin embargo a su sujeto", y
102b6-7, íbid.: “Y también: aquello que puede pertenecer y no pertenecer a un solo
y mismo sujeto, sea cual sea”. Acerca del sistema de los “predicables’’ en Aristóteles,
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objeto de una deducción por “dicotomía cruzada”, cf. J . Brunschwig, ‘Sur le systéme
des “predicables” dans íes Topiques d'Arislote’ en Energeia. Études arisloléliciennes
offertes á Mgr Antonio Jannone (“investigaciones”,I), Paris, Vrin, 1986, p. 145-157
(especialmente p. 146-147), Acerca de las citas de Porfirio a Aristóteles, cf. A. de
Libéra Introducción”, loe. cit.
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F igura A
s u sta n cia (género .supremo)
i
j' C u erp o
C u e rp o an im ad o
g éntru s y
especies J A nim ai
subordinadas ^ I
Anim al razo n ab le
V. H o m b re (especie e sp e c ia lís im a )
S ó crate s (in d iv id u o )
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g c n u s g e n e r a l i.s sim um
SU E ST A N T ÍA
CORPUS
-"JUlid
WPI.Hll IMjLtfsiS
y
— X53&Z.CORPUS AN IM A TU M " ^ r ^ .
A N IM A L
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HOMO
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a n i m a ! raiioiuile
a\'u“
m oríale i n m o r ta l!
homo -
—Miu
S ortes “ár S o rle s
Figure C
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Una de las marcas más claras del vínculo que une la escolástica
n e o p l a tónica de la Antigüedad tardía con el pensamiento medieval latino
es la relación entre la problemática de los universales y la interpretación
del sujeto de ias Categorías de Aristóteles, Es ella que da su sentido
verdadero al proyecto de Porfirio. Pero es ella también que explica
cómo la querella de los universales se instrumentó en el debate al cual
el Isagogé hacía un prefacio inútil en tanto que la misma no había sido
sometida a este primer cribado. Esta es la razón por la cual el debate
entre el realismo, el conceptualismo y el nominalismo no es más que
una figura particular de un debate más profundo y más general: aquel
que trata sobre la naturaleza de las categorías. Al definir el género como
el atributo esencial aplicable a una pluralidad de cosas que difieren entre
ellas específicamente, Porfirio había utilizado la palabra “categorumeno”,
a menudo sinónimo en Aristóteles de “categoremeno” y de “calegoría”.
La diferenciación latina entre praedicam entum (categoría, predicamento)
y praed icab le (predicable) m ostraba sin expllcitar la naturaleza, el
parecido y la diferencia entre esos dos registros. Todo estaba unido a la
predicación, dicho de otra manera, para rivalizar de ambigüedad, a la
“categorización", pero podía parecer por momentos difícil comprender
por qué los géneros y las especies eran predicables y las sustancias o las
cualidades predicamentos. El Arbol de Porfirio permitía comprender en
que los predicables llenaban oncológicamente cada uno de los géneros
de predicación distinguidos por Aristóteles en la especie de las diez
categorías. Pero uno se sentía atrapado en cada nivel en el círculo que
reúne a las palabras, los conceptos y las cosas.
En los antiguos comentadores de Aristóteles, ya se ha dicho que
existían tres teorías sobre la naturaleza de las categorías: la primera hacía
de ella ((pcovaí), es decir “sonidos vocales”, la segunda ov to, seres o
“entes”, la tercera votpaT a “noem as” o nociones, hoy se diría "objetos de
pensamiento”19. La definición de las categorías como “voces”, “noemios, o
Uno de los más antiguos testigos -probablemente el más antiguo- de esa tripar
tición es proporcionado por Clemente de Alejandría, Stromata, VIII, 8,23,1, Ed.
Stáhlin, III, pag. 94, 5-12, que distingue óvójjrrra (nombres), vorpatot (conceptos,
de los cuales los nombre son los símbolos y moic£Í|iEva (“sustratos reales, cié los
cuales los conceptos son, en nosotros, las huellas”). Sobre este punto, cf. j. Pépin,
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“los géneros com o cosas que existen por sí” (res per se existentes), “lo cual
es inadmisible”, él replica que él no tiene ninguna dificultad en admitir,
que “la sustancia primera y la sustancia segunda sean sustancias y cosas
que existen por si” y que “ Boecio mismo lo prueba en su comentario
sobre Porfirio cuando él trata sobre los géneros y las especies” (ms.
Arsenal 9 1 0 ,f° 150r). Abelardo comprende de otra manera el texto de
Boecio, él acepta que la intención de Aristóteles haya sido la de “discutir
las palabras primeras que significan los géneros primeros de las cosas,
en tanto que ellos signifiquen cosas", pero él aclara: “es decir, de revelar
su significación relativamente a las naturaleza de la cosas que estaban
sometidas por ellos (que eran su sujeto). Retoca a Boecio hablando de los.
“diez géneros referidos por las diez categorías-palabras” sustituyéndole
las “diez naturalezas ele las cosas”. La diferencia entre “naturalezas” y
“géneros” es esencial: las naturalezas de Abelardo no son cosas20:
En ese ejemplo se ve hasta qué punto la problemática del Isagoge
no está contenida en el Isagogé, sino en el texto al que él introduce, las
Categorías y en sus textos satélites, tal como el comentario de Boecio.
Las grandes opciones filosóficas sobre les universales se deciden en la
interpretación de lo que son las sustancias primeras y segundas, por
lo tanto en la teoría de las categorías. Si se desconoce ese vínculo, en.
el que se expresan todas las ambigüedades del com plejo aristotélico-
neoplatónico, se pierde aquello que marca el ritmo de la historia medieval
de los universales y asegura a la vez la continuidad y las rupturas entre la
Antigüedad tardía y la Edad Media. Hay que intentar captar lo esencial.
Es lo que se hará aquí.
20 Sobre este punto, cf, J, Marenbon, “V o calism , Norminalism and the Cornmen-
taries on the Categorías frora the Eariier Twelfth Century”, Vivarium, 30/1(1992),
p. 51-61.
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hipotética (Q 3): “Si te dijera luego: Veamos, Menón, esa cosa por la cual
ellas se parecen y que es idéntica en todas, ¿cuál es ella? ¿Tu tendrías sin.i.
duda una respuesta preparada?” (trad. Croiset.21)- “Ahora bien, si yo te
preguntara luego: “Y bien, Menón, dime cual es esa propiedad que, sin .
crear la menor diferencia entre esas abejas, hace que ellas sean todas la
misma cosa. Según tu opinión, ¿qué es eso?” ¡Seguramente, tu sabrías
decírmelo!” (trad. Canto2"1).
Menón habiendo contestado (R3) que él sabría responder a la pregunta
de Sócrates si él se la hacía, Sócrates formula para él la respuesta que él
no habría dejado de dar y la aplica al problema de la virtud (R3’)-
21 cf. Platón, Menón, Erad, A. CroiseL, París, Les Belles Lettres, 1967, p. 23.
22 Cf. Platón, Menón, trad. M. Canto C‘G F ’, 491), París, Gamier-Fkmm anon, 1991,
p. 128.
“ Ci. M. Canto, in Platón Menón, cit. P 219-220.
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T e o r ía p l a t ó n ic a du la s id e a s y c a u s a l i d a d e p o n im ic a d e las fo rm a s
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Finalm ente, se llama parónim os a las cosas que, difiriendo de otra por-
el "caso", reciben su denom inación según su nom bre: de tal manera de
gramática viene gramático y de valor, hom bre valiente26.
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La cuestión de los universales
Si cada realidad tuviera un nom bre único que le fuera propio, cada una se
ubicaría bajo una sola y única categoría. Pero, ya que un mismo nombre
puede aplicarse a varias realidades que, además, difieren por la esencia, una
distinción se imponía: unas veces está claro que Las realidades se unican
bajo la misma categoría, otras veces no es el caso. De tal manera se ¡lama
‘animal’ al hom bre y al caballo y por otra pane, se llama tam bién ‘anim al’
a Sócrates y al retrato de Sócrates, que no es más que un conjunto de
colores a los cuales se les ha dado una forma.
En esos ejem plos, el hom bre y el caballo participan ele la misma esencia,
la del animal que es predicada de ellos por sinonimia: se ubican por lo tanto
bajo una sola y misma categoría. En cambio, Sócrates y el retrato pintado
de Sócrates no participan uno del otro a la vez de la esencia del animal:
uno participa de su esencia, el otro de su color o de su forma superficial.
No se ubican por lo tanto bajo la misma categoría, Sócrates se ubica bajo
la esencia, su retrato pintado b ajo la cualidad27.
l' Cl. Simplicíus, Comment. Cat., 1, a i l a l , trad. Ph. Hoffmann, in Simplicíus, Comentario
sobre las Categorías, trad. comentada bajo la dirección de i. Hadot, fase. II!, Preámbulo
a las Categorías, E rad . Ph. Hoffmann, coment, C. Luna "’Philosophia Amiqua", Ll/IÍI),
Leyde-New York-Copcnhague-Colonia, 1990, p. 4, 10 -2 1 .
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Cada vez que una cosa participa de otra, esa participación le hace adquirir
al mismo tiem po, la cosa y el nom bre: un hom bre que participa de la
justicia recibe de ese hecho la cosa y el nom bre, pues es llamado justo.
Hay tres condiciones para que las palabras denominativas (denom inativa
vocabuia) sean constituidas: primeramente que aquello que ellos nom
bran participe de una cosa, luego que participe del nombre de esa cosa,
finalmente que el nombre suíra una transform ación28.
38 Para esas dos citaciones, cf. Boecio, ín C a l, PL 64, col, Í67D -168A .
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(como la del Anal. Post\ II, 19, sobre lo universal “residiendo uno e
idéntico en todos los sujetos particulares”) para obtener un Aristóteles
v e r d a d e r a m e n t e sistemático: un Aristóteles platónico.
A MODO DE ORIENTACION
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Inherencia y predicación
w Cf. Avi cena, Meiaphystca V, ed. Van Riet, Louvain-Leyde, 1980, p. 227-228,
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desembocar en la formación de un adagio combinando explícitamente
las relaciones de inherencia y de predicación: “Universal es aquello cuyo \
concepto ( ratio) no impide pensar que él está en varios y es dicho dé ■
varios’’.
2
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ellos, a la inversa de Aristóteles, el conocim iento pasaba necesariamtuu.
por la Ideas. Una vez bautizadas por Agustín, y así recicladas en Id u
divinas, las “Formas de Platón”, “prelado de los filósofos”, reencontraban-
una segunda juventud y permanecían, tanto menos erradicables como
fácilmente cristianizables, como el instrumento y la promesa de otra
filosofía. Devolviendo adagio por adagio, una parte de la escolástica,
persuadida de que el sistema de las Ideas no era m is que la Sabiduría
del Padre, respondía de tal manera a Aristóteles: “Quien niega las Ideas
mega al Hijo de Dios” (quí negat ideas negatfilíum Dei). Cercana a la frase
de Génesis I, que afirma que al comienzo Dios creó el cielo y la tierra, la.
noción del Hi|o como “Arte divino” permitió formular una teología dé:
la creación explicando que Dios había creado todo en el com ienzo, “es
decir en el Hijo, modelo (im ago) y razón ideal (ratio idealis) de todas las.
cosas”. Dentro de esa perspectiva, la noción, neoplatónica de universales
divinos”, preexisnendo a las cosas sobre un modo de unidad trascendente
(uniformiter), se sustituyó a las Formas platónicas, a la vez exteriores a
las cosas y a Dios. La reconciliación de los universales “platónicos” en
el pensamiento divino ( mens divina) permitió dar un sentido cristiano al
platonismo. Introdujo nuevos problemas en la medida que, para quien
quería ir más allá de la tesis de Agustín. (“En el Arte divino, todo no hace
más que uno, com o El mismo es uno por el Uno con el cual no hace más
que u no”, et omnes unum in ea, sk u t ipsa unum de uno, cum quo unum)32
y plantear la necesidad conceptual de una distinción formal entre las
Ideas divinas, reanudando así con el platonismo en Dios m ism o, el riesgo
de herejía no estaba lejos - un riesgo que Jerónim o de Praga, mártir del
realismo checo, pagaría un día con su vida.
Antiplatonismo y neoplatonismo
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L a c r ít ic a d e P lató n P or A r is t ó t e l e s : u n p a r a d ig m a a r is t o t é l ic o d e la
w Recordemos que los medievales llaman Lógica vetus ("Antigua lógica") al conjunto
formado por el Isagoge, dos obras de Aristóteles traducidas por Boecio (Categorías, De
interpretatíone) y las monografías redactadas por el mismo Boecio (Introducto ad sy Ilo
tism os categóricas, De syllogismo categórico; De syllogismo hypothetíco; De Divisione; De
differentiis tapias), que reemplazan los otros textos de Aristóteles entonces disponibles.
Es solamente hacia fines del siglo X I I y al principio del siglo X I I I , que el conjunto
de la obra de Aristóteles está en circulación: el resto del Oiganón, primeramente, en
las traducciones de Boecio (Primeros Analíticos, Tópicos, Refutaciones sofisticas) y de
Santiago de Venecia (Segundos Analíticos, hacia 1125- i 150), luego los ¡ibri naturales,
es decir entre otros, ia Fhysíca, el De anima, el De cáelo y ia Metaphysica. Los nuevos
textos lógicos disponibles son llamados “Lógica nova" (“Lógica nueva”), mientras las
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34 Cf, Aristóteles. Métapbysique, Z, 15, 1040a25-bl, trad. Tricot, París, Vrin. 1973,
pag. 438-439,
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El Tercer hombre
En su Comentario sobre la “Metafísica”, p. 8 4 , 2 1 -2 7 , Alejandro
de Afrodisis resume bien el argumento de Aristóteles: “Si aquello que
es predicado con verdad de varias cosas, tiene también une existencia
separada fuera de las cosas de las cuales él es predicado - es lo que
pretenden haber demostrado aquellos que han planteado Ideas existe
según ellos, por esa razón, un hombre en sí, pues el hombre se predica
con verdad de los múltiples hombres particulares, y al mismó tiempo
es diferentes de los hombres particulares. Pero si esto es así, entonces
se necesita un Tercer hombre. En efecto, si el predicado es diferente de
las cosas de las cuales él es predicado y subsiste independientemente
y si hombre se predica tanto de las cosas particulares como de la Idea,
entonces habrá un tercer hombre fuera del hombre particular y de la
Idea. Pero, en ese caso, también habrá un cuarto, que se predicará del
tercero, de la Idea y de los hombres particulares y de la misma manera
un quinto y así sucesivamente al infinito.”
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P o r f ir io , A r is t ó t e l e s y la e s t a t u a de bron ce
■
1:> Cf. Aristóteles, D e anim a, i, 2, 4 I4 b 2 5 .
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wCl. sobre todo esto, E.Berti, “11 concetto di “sostanza prima” riel libro Z della Metafísica",
Rivisia di filosofía, 80 (1989), p. 3-23.
41 Cf, A. C. Lloyd, Farm and Universal ¡nAristotle, Liverpool, 1981, p. 2-3 y 39-40.
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La c r itic a de A r is tó te le s p o r Siriano: u n p a r a d ig m a n e o p l a t o n i c o d e l a
P R O B L E M Á T IC A MEDIEVAL DE LO S UN IVERSALES
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precisamente definía a la “ow íot segunda” por la relación ‘ser dicho ./f
de un sujeto (kcsB’ woK£t|iévou). Finalmente, denuncia de antemano,;®
com o descansando sobre una homonimia de la expresión ‘aquello que i.
es dicho de’, la lectura “nominalista” de la noción aristotélica de oix>ía);¡
segunda.
3. El tercer argumento de Aristóteles descansa igualmente sobre Ai
un paralogismo de la homonimia. El Estagirita pretende encerrar a los y:
platónicos en un dilema mereológico. O bien, lo universal es concebido :
como universal de las cosas singulares, es decir “concebido en ellas” y esY:
una “parte” de ellas, pero entonces no puede ser predicado de ellas, pues
“la parte no se predica del todo”; o bien es concebido como separado >
ellas, pero entonces no puede estar enteramente en ellas todas. Sinai
responde que todo ese razonamiento descansa sobre mi equívoco dt
la palabra ‘parte’. Un equívoco tanto más inexcusable puesto que esv;
Aristóteles mismo quién, en las Categorías, ha separado la homonimia
del término fiépoq (parte). De hecho, Categorías, 7 , 8 a l3 -b 2 4 , distingue,
cuidadosamente entre “partes particulares”, por ejemplo la mano de)
alguien, y “partes universales”, aquí la mano como parte dei hombre en :
general, tomado com o especie. Ahora bien, una tal parte, universal y
no particular, se predica del todo, es decir puede ser “concebida como,
existiendo en Lodas las cosas según lo que ellas tienen en com ún” (en e l ;
ejemplo elegido: de todos los hombres en tanto que ellos tienen manos).
Se puede, por lo tanto definir lo universal com o “parte universal” de la.
Quería de una cosa, sin comprometer por ello la unidad del individuo'.
El error de Aristóteles es de tomar el término fiép o g en un solo sentido,
cuando él mismo estableció el principio de la distinción entre las partes
(particulares) de las o ú m a t primeras y aquellas (universales) de las
o ú a ía i segundas. De tal manera, una vez más, Siriano opone a las tesis de:
Z, 13, una tesis extraída de las Categorías - lo cual confirma el privilegio
ejercido por esa obra tanto en la exégesis platónica de Aristóteles como
en la génesis de la problemática de los universales.
4. El cuarto argumento denunciaba lo absurdo de la tesis que lleva
a derivar “una cosa particular y una sustancia de una simple cualidad".
Siriano responde que aquí, como precedentemente, Aristóteles funda
su argumentación sobre un equívoco, ya que “trata como una sola y
misma cosa la “simple cualidad’ y la cualidad esencial”. Ahora bien, no.
se puede asimilar una simple cualidad, es decir una cualidad accidental,
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uij0 ic' universales que esLarían presentes en ella en acto, En otras palabras;
¡a Forma separada, universal y trascendente de los platónicos no puede
;=ser participada entrando como parte en acto en la o ñ a ía particular. “Una
sustancia una no puede provenir de sustancias contenidas en ella.” A esto
■Siriano responde que una sustancia particular, un hombre individual por
ejemplo, deriva evidentemente de otras sustancias que están presentes
en él ejerciendo su acto propio: es el caso del cuerpo del hombre que es
hígado, corazón y cerebro, tres sustancias teniendo una acLividad propia
cada una, vegetativa o psíquica, que deriva de ellas en la unidad de una
sola sustancia; pero es también el caso del “hombre único” que “nace de
■la convergencia del animal, de lo razonable y de lo mortal”, tres “cosas
que tienen una actividad particular cada una, dado que a causa de lo
'mortal, nosotros morimos, a causa de lo razonable, nosotros meditamos,
. mientras que a causa de lo animal, nosotros percibimos”. El problema
es explicar lo que asegura la unidad de las diversas partes en acto de
un mismo lodo, la unidad funcional de las partes del cuerpo como la
unidad de las oíiala que dan nacimiento a la oncría del hombre y de todo
hombre com o animal razonable mortal. Es para explicar el principio de
esta unidad que Siriano introduce el verdadero nombre platónico de lo
universal como potencia carnal. Para él, en efecto, el principio garante de
la unidad de toda sustancia individual es aquello que él llama la “potencia
unificante”, el évomicn Sñvapt^, que unifica en un todo las múltiples
partes esenciales que la com ponen, la’ unición” (£va>at¿) “que circula en
todas ellas, com o en el cuerpo”,
9. Esa potencia unificante es la causa de la unidad del número.
10. Lo que hace que, contrariamente a los temores íormulados por
Aristóteles en el problema que cierra todo su desarrollo, las sustancias,
incluso unas, no por ello son simples, sino compuestas de otras sustancias
y por lo tanto definibles por ellas. No hay que coníundir unificación y
simplicidad.
Más que platónica, la noción ele “potencia unificante” es evidentemente
neoplatónica. El interés del análisis de Siriano es justamente el de plan tear
un principio fundamental del neoplatonismo, la noción de universal como
potencia de unificación causal en acto en sus efectos, contra un principio
fundamental del aristotelísmo: la imposibilidad para una sustancia de
contener otras sustancias en acto. La llegada del évctm.KÍi Swa^iic; En la
formalización de la doctrina platónica de la sustancia ha desempeñado
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E l d e s c o n c ie r t o d e l o s e n s ib l e y e l m o d e l o “m a c h is t a ”
B ie n q u e la p e r c e p c ió n s e n s ib le se a in n a ta e n to d o s lo s a n im a le s , e n :
a lg u n o s s e p ro d u c e u n a p e r s is te n c ia d e la im p r e s ió n s e n s ib le q u e no
se p r o d u c e e n lo s o tro s. D e tal m a n e ra , lo s a n im a le s e n lo s q u e esa
p e r s is t e n c ia n o tie n e lu g a r o b i e n n o t ie n e n a b s o lu t a m e n t e n in g ú n
c o n o c im ie n t o m ás a llá d el a c to m is m o d e p e r c ib ir, o b ie n s o la m e n te '
c o n o c e n m e d ia n te el s e n tid o lo s o b je to s cu y a im p r e s ió n n o d u ra; p o r el
c o n tr a r io , lo s a n im a le s e n lo s q u e se p ro d u c e esa p e r s is te n c ia retien en
to d a v ía , d e s p u é s d e la s e n s a c ió n , la im p r e s ió n s e n s ib le e n el a lm a. - Y.
c u a n d o u n a tal p e r s is te n c ia se h a r e p e tid o u n g ra n n ú m e r o d e v e ce s , otra-
d is tin c ió n e n to n c e s s e p re s e n ta e n tr e a q u e llo s en lo s c u a le s , a p a r tir de
la p e r s is te n c ia de ta le s im p r e s io n e s , se fo rm a u n a n o c ió n , y a q u e llo s en'
lo s c u a le s la n o c ió n n o se fo rm a .
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50 Cf. Aristóteles, Física, loe. cit, trad. Carteron, París Les BeUes Lettres, 1966, p, 82.
51 Cf, Aristóteles, Anal. Post., Lrad. Tricot, p. 223.
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tal cosa blanca, es pensar también el blanco. Esta es la razón por la que allí
en donde Platón se contentaba con hacer decir a Menón que no es “por
el hecho que ellas son abejas que las abejas difieren las unas de las otras”,
para fundar allí la posibilidad de ver su e í 8o¡; com ún, Aristóteles plantea
más radicalmente que, a partir de la sensación de lo singular, lo que es
percibido es una “cosa específicamente indiferenciada”, dicho de otra
manera a la vez una abeja y el hecho que ella es abeja. Según él, es sobre
esa primera detención de lo universal que se agregan y se superponen las
detenciones sucesivas de las “nociones más universales”, hasta remontar
para terminar a los géneros categoriales supremos.
No es por lo tanto sobre la percepción ele lo singular que esLá construida
la de lo uni versal, sino sobre la percepción de lo universal en lo singular,
en la medida que, en el individuo, nosotros captamos siempre al mismo
tiempo lo universal, que se encuentra contenido en él. Dicho de otra manera:
aquello que es sentido es singular, pero en él se siente lo universal, se lo
siente universalmente (senlitur quidem singulare, sensus autem universalis est),
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P e n s a m ie n t o d is c u r s iv o , in tu ic ió n in t e l e c t u a l y c o n o c i m i e n t o m k ta fisico ;
Las últimas líneas de Segundos Analíticos, II, 19 (lG 0b5 scp, introducen
una suerte de ruptura con el “empirismo sensualista” que supuestamente
reinaba en su primera parte. De hecho, después de haber afirmado
que los habitus o “principios” del arte y de la ciencia provenían, vía lo .
universal “en reposo en el alma”, de la “percepción sensible”, un tema
que la escolástica sintetizará en el adagio: Nihil est in íntellcctu quod non
prius fu eñ t in sensu, Aristóteles declara brutalmente que “los habitus:
medíante los cuales nosotros captamos la verdad” dependen de una
facultad superior al “razonamiento”, aquella que j . Tricot presenta bajo,
el término ‘intuición’53. Siendo la palabra ‘intuición’ la traducción del
griego voíx; Aristóteles parece así resucitar la distinción platónica dei
pensamiento discursivo, Stávcuce, y de la intuición intelectual, vóiioiq54,
En la interpretación que él proporciona del pasaje, J. Moreau da un relieve
55 Cf. sobre el mismo lema, Anal. Post, i, 18, trad. Tricot, p. 9 5-97: “Está claro que si
un sentido viene a faltar, necesariamente desaparece una ciencia, que es imposible
adquirir. En efecto, solamente aprendemos por inducción o por demostración. Ahora ■
bien, la demostración se hace a partir de principios universales .y la inducción, de '
casos particulares. Pero es imposible adquirir el conocimiento de los universales.'-.:
de otra manera que no sea la inducción, ya que incluso aquello que uno denomina \
los resultados de la abstracción sólo pueden ser accesibles mediante la inducción •
1 ....j Ese texto rompe doblemente con el platonismo: ( i ) al afirmar que los seres
matemáticos “abstractos” son. “inducidos” a partir de lo sensible y no existen en sí y
(2) reabsorbiendo la relación del alma a ío conocible en una relación de aprendizaje \
( por inducción o demostración) que excluye todo recurso a la reminiscencia.
y' La percepción de una tensión interna a Anal, post., Ií, 19 es a la vez un dato de'
la tradición interpretativa y un elemento motor de ia exégesis peripatética árabe y
medieval. La pertinencia de esia lectura, retomada en los modernos(íhe orthodox
view)es enérgicamente cuestionada por J. Barnes en Aristotle's Posterior Analytía.
Tranúatedwitk Notes (“Clarendon Aristotle Series"), Oxford, Clarendon Press, 1975,
p. 25 6 -2 6 0 . Barnes critica, en particular, la traducción de voñq por “intuición” (que
él reemplaza por “comprensión”) y la identificación del “voñc, de ios principios” con
el voñs; perceptual o “cuasi perceptuai” que trata sobre los individuos (en particular
ios individuos matemáticos). Seguimos aquí el “punto de vista ortodoxo" porque
despliega los presupuestos de. la lectura “peripatética” medieval que descansa sobre
las confusiones analizadas por Barnes.
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I lom bre, que el acto de inteligencia tenga lugar según aquello que
c llama Idea, yendo de una pluralidad de sensaciones a una unidad
u ionde los reúne la reflexión”, y prosigue. “Ahora bien, esta es una
rememoración de esas realidades superiores que nuestra alma vio antaño,
cuando ella caminaba en compañía de un Dios, cuando ella miraba
olímpicamente esas cosas de las cuales ahora: decimos que existen,
cuando ella alzaba la cabeza hacia aquello que tiene una existencia
real152-” La yuxtaposición, en la misma frase, de un acto de pensar según
una Forma o Idea en la rem iniscencia, y de un acto de síntesis “lógica”,
partiendo de la sensación (¿k k o K X o í v t g > v aío9f)cjefflv síc; év ^ o y i G | i c o
vaLpotíjrevov), planteaba un problema humillante a todo neoplatónico:
:¿cómo articular lo inarticulable, a saber el resultado de un “trabajo de
: agrupación por la razón” lógica y la “Forma inteligible” trascendente
'“captada en la rem iniscencia”? La originalidad de Siriano consiste en
introducir un intermediario entre esos dos extremos, entre “el acto de
síntesis racíonaP’ (^oytap,© íjw cupeiv) y la reminiscencia, el concepto
abstracto de Aristóteles, producto del pensamiento humano, y la Idea
trascendente de Platón. Ese intermediario es una “Forma psíquica” que
posee cualidades de las dos realidades que ella reúne: ella tiene el mismo
;Aóyoq, el mismo contenido definicional que el concepto abstracto, pero, al
mismo tiempo, ella es también la imagen inmanen te del alma, “de la Forma
inteligible” trascendente “que está en. el Intelecto divino”. La reminiscencia
no tiene nada que ver con la formación del concepto empírico abstracto:
es,un proceso que juega en su orden propio, entre la Forma psíquica
como imagen de la Forma inteligible, y esta Forma misma, urf proceso
.que. permite al alma de ver al original en. su copia.
El proceso de abstracción aristotélico viene así a inscribirse como un
momento necesario en un proceso más vasto que, a partir de lo abstracto,
permite, a través de la mediación ele la Forma psíquica, de remontar
a lo separado63. El alma racional del hombre “puede, a partir [de la
observación] de los Icaracteres] com unes coordinados en las realidades
singulares, reunir mediante la reflexión a partir de lo común que está en
Sócrates, en Platón y en sus sem ejantes lo Universal abstracto”. Luego,
62 Cf. Platón, Fedro, 24 9 b -c, trad, L. Robín, Platón, Obras completas, 11, París,
Galíimard, 1964, p, 39.
tóCf. Siriano = Hemtías, In Platonís Phaedrum Scholia, Ed. P Couvreur, París, 1901;
reimpr., Hildesheím-New York, Olrns, .1971, p. 171, 4-30.
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ESCOLASTICA
M Cf, Roger Bacon, Quaesíions supra libros quattuor Physicorum AristoteÜs, Ed. E.
Delorme ("Opera Hactenus Inédita Rogeri Baconí”, VIII), Oxford, Garendon Press,
1 9 2 8 , p. 6 9 , 1 1 - 7 1 ,3 0 .
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por lo que ella traía sobre “separados”. Por lo tanto, hay que distinguir
bien seres “abstractos” (abstracta) y seres “separados” (separata). Los
abstractos designan “aquello que está o ha estado unido a una materia
según sus determinaciones con respecto a ella (seam dum eam ), pero está
desunido de ella (sejunctum) según la esencia y mediante el intelecto”.
Los “separados” designan “aquello que nunca estuvo de ninguna manera
unido a una materia, es decir las cosas divinas ( res divinas)'1. Esos dos
■sentidos de abstracto: por una parte, el producto de una abstracción
mediante el alma según la esencia, por otra parte, las realidades divinas,
corresponden a la distinción introducida por el De inteilectu et intellecto
de Al-Fárab!65 entre los inteligibles entendidos com o formas abstractas
ele sus materias y los inteligibles considerados como formas puras, “que
¡nunca estuvieron, no están y no estarán jam ás dentro de materias”, es
decir, del punto de vista del intelecto, a diferencia entre el objeto del
intelecto en acto (intellectus in ejjectu), lo inteligible “abstracto”, y las formas
“separadas” que, una vez convertidas en formas para nuestro intelecto y
recibidas por él, llevan el nombre de intelecto adquirido (intellectus adeptus).
Según Al-Fárabi, esos dos órdenes de “intelectos” difieren tanto por su
naturaleza como por la manera como se los puede adcjuirir, pero tienen en
común el estar separados de la materia, los unos porque el esse separatum
los vuelve com o formas inteligibles abstractas de la materia, los otros,
porque de por sí ellos no están ni estuvieron jam ás en ninguna materia66.
; A los ojos de Bacon, el m etafísico solo se ocupa de los separados puros.
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El modelo emanatista
7j Una de las tesis centrales del modelo emanatista es la proposición 9[10] del Liber
'de causis (§ 92, trad.in P Magnarci, O. Boulnois, B. Pinchará, J. L. Soiére, La De-
m ure de ¡’étK, París. Vrin, 1990, p. 56-57): “Tocia inteligencia está llena de formas”
.(Gitotis íntelligenüa plena est formis). Esta “plenitud”, heredada de Proclo (Elementatio
.iheologtca, prop, 177), vuelve a poner sobre el tapete, en un nuevo contexto, la
noción neoplatónica de “pleroma" des las formas ( io y o i ) . Sobre ese tema, cf. D. P.
Taormina, “Dynamiques de lecnture et processus cogmtif dans le neoplatonismo
(Jamblique, Plutarco de Atenas, Prísciano de Lydia y Proclus)”, in. M. Dixsaut (ed ),
Contre Platón, 1, op. di. 241.
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.del alma por la Inteligencia no pasa por el lenguaje, sino por la luz que emana las
¿formas inteligibles" (el equivalente peripatético de las “nociones motrices”), y que
no se inscribe en un proceso de anamnesis interior, sino de abstracción y de la re
velación del estando exterior mediante la iluminación de los fantasmas.
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7J Cf. R.-A. Gauthier, “Notes sur Siger de Brabant, 1, Síger en 1265 », Revue des-
sdences philosophiques et tkéologiques, 67 (198.3), p. 228.
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M Cf. Alberto el Grande. Summa de Homine, quaest, 56, art. 3, ed. Borgnet, p.
481b.
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1.31
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Ahin de Libera
B o e c io , P o r fir io y el p r o b l e m a d e l o s u n iv e r s a le s
Traductor latino del Isagoge, Boecio dio una formulación del “problema :
de Porfirio" que, sobre ciertos puntos, se aleja del original.
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Iv j^ -P O R M A C IO N DE LO UN IVERSAL: LA “ C O G Í T A T I O C O L L E C T a ”
" Para Boecio el espíritu tiene el poder de reunir los rasgos de semejanza
de s e r e s similares “según la esencia”, pero diferentes por sus caracteres
S in d iv id u a le s , lo que permite extraer de ellos una suerte de de imagen
‘'■■'■'común. L o universal es por lo tanto una síntesis, literalmente una
' r e c o le c c ió n mental: “La especie es un concepto formado (cogítatio coilecta)
■a partir del parecido esencial (substantiali similüudine) de individuos
diferentes (dissimüium) en. núm ero", más literalmente: “que el número
"' hace diferen tes”82. Un parecido según, la esencia en una diferencia según
■‘el número, he aquí lo que funda la cogitatío coilecta-e.specie’: aquello
i^ue funda la cogitado coilecta-'gén ero' es mientras que el “parecido
de las especies”. Asi definida, la cogitado coilecta es con todo rigor un
toncepto”, un Be-griff, una captación sintética de ío diferente sobre ia
ba^e de un parecido; es una “recolección lógica”, el producto de aquello
que Siriano llamaba, un. siglo antes de Boecio, un “acto de recolección
racional" (^oyiop.® ^uvatpeív).
¿Cómo explicar el parecido esencial entre cosas singulares? Por la
naturaleza formal de los individuos. Cada individuo posee una naturaleza
formal. Los individuos que tienen la misma naturaleza formal presentan
un parecido esencial. Es este parecido el. que es percibido por el espíritu,
un parecido que es sensible a nivel de cada realidad particular e inteligible
■;a nivel del pensamiento, Esta tesis plantea dos cuestiones, que la Edad
Media no dejará de debatir:
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El e n ig m a d e las “ n o m in a l e s "’ ( S il
No cabe duda que los Nominales han profesado tesis “nominalistas’’ ;;:.;
sobre los universales. No cabe duda tampoco que sostienen muchas otras/---^
que no tienen ninguna relación con el problema de Porfirio. Si se ponéis:-
juntas todas las tesis atribuidas a los Nom ináis que tratan directamente:?!
o indirectamente sobre tos universales, se obtiene, en nuestra opinión::?!
la siguiente lista: . ;N§
H0
La cuestión de los universales
: Normóte supone que es con Roscelin que aparecieron las Vocales y con
;j A b e l a r d o y su g r u p o que se comenzó a hablar d e N om inales, ya que para
'ellos el género no era un sonido vocal, sino una palabra (serm o) o un
: nombre (nomen). Sin duda no obstante, no es por esta tesis precisa que
el grupo de Abelardo ha recibido esta etiqueta, sino porque sostenía que
detrás de la diversidad de los géneros gramaticales, masculino (albus),
femenino (alba)., neutro (álbum ), los nombres permanecían idénticos.
Una teoría - la teoría de la unidad del n om b re- de la cual Chenu fue
el primero en mostrar el segundo plano teológico (unidad del artículo
: de te), acercándola a la problemática de la unidad de lo “enunciable"
{cauntiabile), de la cual los autores del siglo XIII (Bonaventure, Alberto
e l Grande, Tomás de Aquino) hicieron, un siglo más tarde, el signo de
14.1
Alain de Libera
C8 , ms. Vadean Reg. Lat. 2 3 0 , f°4Iv ) distinguen los nom bres de primera:"
imposición, nomina rerum, y los nombres de segunda imposición, nomin¿'
vocum, e interpretan el pasaje de Boecio (176D ) que plantea que 'llos"¡
géneros y las especies son de cierta manera nombres de nombres" como®
una confirmación autoritaria de la identificación de los universales co¿:;
“voces”: “Boecio confirma en su comentario de las Categorías que los:
géneros y las especies son sonidos vocales, cuando dice que los géneros ;:
y las especies son de una cierta m anera nombres de nom bres”, De la misma-:
manera, ciertos textos “realistas” (com o P20, ms. Viena, ÓNB, VPL 248ó):.;
presentan desde esa época una posición “nominal” caracterizándola por- :
la tesis de que los cinco predicables de Porfirio son “solamente nombres -
de nom bres” (nomina Lantum nominum).
Iwakuma rechaza igualm ente la interpretación de Chenu y déi
Courtenay Los Nominales han sostenido la tesis de la unitas nomírási
(Questiones Vindobonenses, ms. Viena, ÓNB, VPL 2 5 4 9 , P 109va-b), pero
no son los únicos: los Álbrícani, alumnos de Alberico de Parts, lo han hecho
también (tal corno lo testimonian las Introductiones M óntam e maiorcs), de
la misma manera que los Porretanos (Compendmm Porretanum , I, 2 y 1, 3)
y los Melídunenses (Ars Meliduna, 1“ 21.1 vb-213ra). Por lo tanto, si no hay
ninguna duda de que Abelardo es el primer testigo de esta doctrina, no es
el único y no hay ninguna razón de pensar que esta teoría baya podido
caracterizar su escuela -suponiendo que la Nominales sean la escuela de
Abelardo, como lo sostiene Ebbesen contra Courtenay.
Para tratar de esclarecer este embrollo, hay que volver al análisis de
las posiciones “sectarias” del siglo XII. Es solamente sobre esta base que
se podrá luego exponer serenamente la doctrina de Abelardo sobre los
universales para mostrar en qué ella se acerca y en qué ella se distingue
de una teoría nominalista en el sentido (historiográfico) moderno del
término.
142
La cuestión de los universales
yíjioinen. Todos aquellos que no eran Nominales -d ich o de otra manera, todo
..|rupo no nominalista- pueden así ser considerados como Reales. Además,
Kfós Nominales eran los hijos espirituales de “Maese Pedro” (¿Abelardo?).
# ■ ( D i s p o n e m o s de tres textos que especifican “desde el interior" los
^ t e o r e m a s que constituían l a professio de su "secta”;
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La cuestión de los universales
;(: Las Positiones Nominaiium formulan claramen te las dos tesis centrales
de la secta o de las sectas “nom inales”: “Nuestros teoremas concernientes
á los universales son dos: primeramente (ThN 1), concordamos en pensar
;que los universales com o los géneros y las especies son nombres; segundo
(ThN2), planteamos contra la opinión de los Reales que nada está fuera
de lo particular” (nihil est praeter particulare)89. Ese texto prueba que existe
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Alain de Libera
una opinión de los Reales a la cual se oponen los Nominales. Esta <>pinión--í
(ThR2) puede ser reconstruida así: “Hay algo fuera de lo particular))
“ (aliquid est praeter particulare). Es decir una tesis que afirma, coma*
Aristóteles en los Segundos Analíticos, pero sin conocer ni el texto, ni ep
contexto de esta afirmación, que hay una “unidad salida de la pluralidad" ):
n ap a xa TtoAXá ( unurn praeter multa) y que esa unidad (aparte) es 1q:
universal. Varios testimonios confirman que los Nominales profesan una -
tesis nominalista sobre los universales: Godofredo de Saint-Víctor, en.
su enumeración de las sectas del siglo XII, les atribuye la tesis que el)
“género es un nom bre” (genus est nomen), Esta tesis (T h N l) está ligada ai-
problema de la predicabilidad de lo universal, i.e. a la cuestión de saber
qué es lo hace de lo universal, un predicable. Es allí en donde interviene
una nueva interpretación. En el siglo XIII, los autores de manuales de
lógica distinguen lo universal y el predicable. Pedro de España dice en
ese sentido que “el predicable es aquello que es apto para estar en varios",
Se trata, no obstante, de la misma cosa considerada desde dos puntos de
vista: la relación “estar en” (év í>Jtoicei,uév® e tv a i, esse ín subíecto) y la
relación “ser dicho de” (icad ’ urcoKei^évot) Aiyscríkici; dici de subíecto),
distinguidas en las Categorías, 2. En el siglo XII, la cuestión se plamea de
otra manera. Se trata justamente de saber lo que es predicado: una palabra:-;
o una cosa. Es la razón por la cual la tercera tesis fundamental, de los.;:
Nominales es a nuestro criterio (ThN 3): “En la predicación, un término es)-
predicado de un término y no una cosa de una cosa”. El texto n° 22a de:)
Iwakuma-Ebbesen, í.e. l’Anonyme de Munich (ms. Clm 14458, Io 5órb) dice)
en ese sentido: “A diferencia de los Reales que dicen que la predicación)
consiste en predicar una cosa de una cosa (rem. de re), nosotros decirnos)
que ella consiste en predicar un término de un térm ino” (termmum di-,
termino). Esta alternativa remite de nuevo a un texto aristotélico, esta vez)
disponible, el. Perl herm eneias y a la necesidad de interpretar la definición:
de lo universal, que en él es propuesta: Universale est quod est natwn
praedicari de pluribus. La tercera tesis fundamental de los realistas es por)
lo tanto (ThR3): “En la predicación una cosa es predicada de un cosa, no)
un término de un térm ino.“Es posible preguntarse en qué (ThR3) puede)
aparecer como una interpretación plausible de Aristóteles. ¿No cae acaso-
de maduro, que no solamente une cosa no puede ser predicada, sino:
que Aristóteles mismo no habría considerado, ni quisiera un segundo, la)
Ebbesen 1992, texto N° 60.
146
La cuestión de los universales
Lo que este texto muestra, es que la discusión trata sobre los términos
y las cosas en el sentido de “significados de los términos”. El debate de
las Nominales y de las reales no trata por lo tanto brutalmente sobre la
uitstión de saber si la predicación juega entre cosas o palabras, sino si
■lo que es predicable es el término mismo o el significado del término.
Según Ars Meliduna, los partidarios de la predicabilidad solamente de los
tetminos, dicho de otra manera los Nominales, se oponen a Aristóteles,
y esto porque su tesis equivale a afirmar que “sólo los términos son
■universales o singulares”, cosa que niega Aristóteles. El Anónimo de
Munich (texto 22b ele Iwakuma-Ebbesen) nos ayuda a comprender mejor
de qué se trata. Los Reales, dice, sostienen que la “definición del género
es el género, la definición de la especie la de la especie”, mientras que
ios Nominales plantean por el contrario que “ningún discurso complejo
£■= género o especie", nullus serm o com plexas est genus vel speci&s. Asi la
cuestión es de saber si aquello que es predicado, es el término que significa
sustancia, animada, sensible’, a saber el término animal predicado de
oLro término, por ejem plo S ócrates, en una “proposición verdadera,
atiimativa, al presente, por medio del verbo sustantivo”, es decir de la
eopula e.s£ - una tal proposición será cierta si los dos signos lingüísticos
son coreferenciales, i,e. remiten a la misma cosa singular - o, si aquello
que es predicado, es el significado del termino ‘animal’ considerado como
dina cosa, una realidad (sea cual sea el tipo de realidad recubierto por la
palabra ‘realidad’, por ejem plo una forma), predicada de otra cosa (por
ejemplo la casa singular significada por el nombre propio ‘Sócrates’), por
iiiedio del verbo est, que significa aquí ya no más la identidad entre dos
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P r o b l e m a s m e r c o l ó g ic o s
w Cf, Ars Meliduna, P 219vb, citado por L, M. De Rijk, Lógica Moderrwrum , II, E
The Orígin and Early Development oí Supposition, Asssen.Van Gorcum, 1967, p. 308;
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La cuestión de ios universales
1Cf. Cl. Panaccio, Les Mots, les Concepts et les O rn es. La sémantique de Guillermo
.vi Occam et le nominalisme d'aujourd’hui (« Analyüques », 3), Montréal-Paris ,
:Be!larmm-Vrin, 1 9 9 1 , p. 2 5 9
SC í. Cl. Panaccio, ibid., p, 263.
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Roscelino y el vocalism o
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La cuestión de los universales
■Ct Abelardo, hem e 14; trad. j. jolivet, in “Trois variatíons medievales sur ftiniversel
et Imdivídu : Roscelino, Abelardo, Gilbert de la Porrée », Revue de mélaphyique ct
demórale, ¡992/1., p. 114.
í? Cf. Abelardo, Dialéctica, ed. L, M. De Rijk, Assen, Van Gorcum, .14970, p. 554,
37-555, 9; trad. j. Jolivet, in “Trois variatíons...”, p. 1 15,
151
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La cuestión cte los universales
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todo universal, es decir del género, reposaba siempre sobre una máxima!
llamada destructiva, del tipo: “Si se quita el. género, se quita la especie^;
(por ejemplo, ‘Si la piedra no es un animal, la piedra no es un hombre’};.-'?
la tópica de la parte subjetiva o especie es siempre constructiva, ya
que la especie sea tomada como sujeto (‘Un hombre corre, por lo tantó'!
un animal corre’) o como predicado (‘Sócrates es un hombre, por lo !
tanto Sócrates es un animal’), conforme a las máximas: “Todo aquello:::
que se predica de la especie se predica del género” y “Todo aquello de:!
lo cual se predica la especie, el género también se predica de ello”. ParaS
la segunda clase de todo, las máximas tópicas se invertían. La tópica del:!
todo integral era siempre constructiva, según la máxima que rezaba que!
“Plantear el todo integral, es plantear cualquiera de sus partes" (como:'
en ‘Si. existe una casa, existe una pared’); la tópica de ia parte integral!
siempre negativa según la máxima: “Suprimir la parte integral, es suprimir!
el todo" (como en ‘No existe pared, por lo tanto no existe casa’). Aquello!
que hacía la originalidad de las discusiones en el siglo XII no era más:!
considerado: en particular el enfrentamiento, en el terreno de los todos,.:
entre dos semánticas centradas, una sobre la referencia a cosas (todos).-:
físicos, la otra sobre la significación de una naturaleza o esencia. Queda-:
el hecho que no se puede comprender el vocalismo de Roscelin si no.
se ve. cómo y porqué él ha invertido las relaciones mereológicas en la!
problemática de los universales.
Una de la tesis más sorprendentes de las sectas del siglo XII es la tesis dé;
los Melídunenses9í’ que afirma que el alma no es parte de ningún hombre::
(nuüíus hominís pars es£ anim a). En el Arbol de Porfirio, la racionalidad;
aparecía necesariamente como una propiedad de los cuerpos, el hombre;;
animal razonable, siendo definido com o una sustancia corporal animada:
razonable, es decir como un cuerpo razonable. Ahora bien, se podía;
objetar a esto que la racionalidad no era una propiedad del cuerpo, sincr
del alma, que no figuraba en el dispositivo. Esto generaba otras preguntas;.
El alma y el cuerpo ¿eran las partes del hombre? Y en la afirmativa, ¿como;
el hombre, tomado como todo, y una de sus partes, el cuerpo, {
gíl Cf. Secta Meliduna, ] 9, ed, Ebbesen; y Ars Melíduna, f°223rb-vb, citada
Rijk, Lógica Modernorum, II, 2, p. .315.
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Otros llaman especie no solam ente a la colección de los hom bres, sino
también a cada uno de ellos en canto que es hom bre, cuando ellos dicen
que la cosa que es Sócrates es el predicado de varios sujetos, ellos toman
esto com o una figura de lenguaje, com o si dijeran: varios sujetos son
una misma cosa, es decir convienen con él [Sócrates]; o él con vanos.
Ellos cuentan tantas especies com o individuos en cuanto a la cantidad
de cosas y otro tanto de géneros; pero en cuanto a la sem ejanza de las
naturalezas, ellos atribuyen una cantidad m enor a los universales que
a los sujetos singulares. En, efecto, todos los hom bres, m últiples según
la diferenciación personal, son uno solo según la humanidad que ios
hace parecidos; y se los juzga diferentes de ellos mismos en tanto que
ellos son diferentes y parecidos: Sócrates com o hombre es disociado de él
mismo en tanto que Sócrates. Por lo demás, él no podría ser su propio
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Aiain de Libera
* Cf. A belard o, Lógica In g red ien tib u s, trad, j . jo liv e t, ín A b e la r d o o u l a P h ilo s o p h k d a n sltj
la n g a g e (“Vestigia”, 14),:Fribourg-Paris, E d ítio n s u n iv ersitaires F rib o u rg -C erí, p. 1 3 2 :
La tesis realista de la p re d icació n entre otras cosas, afirm ad a p o r (T h R 3 ) y rechazada;;
por A b ela rd o , fue retom ad a en el siglo X IV po r G au th ier Burley, p ara q u ien “hay eri:
las co sa s” u n a c o m p o sició n sujeto-predicado “que e s llam ad a p ro p o s ic ió n real”. Iá.;
m ism a p o sició n es so sten id a p o r G u ille rm o M tlverley y lo s “realistas de Oxford”:'
O c c a m y A lberto de Sa jo n ia la rech azan p o r el co n tra rio , en érg icam en te . Cf. ert
p articu lar, G u ille rm o de O c c a m , S a m m a lo g ic a e , 1 ,1 5 (lín e a s 1 0 0 - 1 0 3 ) .
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(4 a ) L as c o s a s h o m b r e s e e n c u e n tr a n “e n ra z ó n d e a q u e llo q u e n o es un¿;.(:
c o s a ”.
( 4 b ) L o s h o m b r e s s in g u la re s s e e n c u e n tr a n e n e l e s ta d o ( status) de homA'í
b r e , es d e c ir “e n el h e c h o de q u e s o n h o m b r e s ”.
( 5 a) D e c ir q u e lo s h o m b r e s s in g u la re s se e n c u e n tr a n e n e l estad o de 'í
h o m b r e , es s o la m e n te d e c ir q u e “p o r ese h e c h o , n o d ifie re n e n nad a”,.)-:
( 5 b ) Q u e lo s h o m b r e s s in g u la re s p o r e l h e c h o que. so n h o m b re s “no '
d ifie r e n en n a d a " n o re m ite a n in g u n a “e s e n c ia ”, e s d e c ir a n in g u n a cosa '
e x is te n te .
(L a p a la b r a essentia no d e sig n a la “e s e n c ia ” d e lo s e s c o lá s tic o s , sin o lo ',
e x is te n te , p o r lo ta n to u n a c o s a ).
( 6 ) Eí se r h o m b r e no e s u n a e s e n c ia e n la q u e lo s h o m b r e s singu lares1-
s e e n c u e n tr a n , s in o la “r a z ó n c o m ú n p o r la c u a l u n n o m b r e e s dado áí ■
h o m b r e s s in g u la re s s e g ú n s e e n c u e n tr a n e l u n o c o n e l o t r o ”. (.
( 7 ) E l e s ta d o d e h o m b r e n o es u n a co sa p a rtic ip a d a e n c o m ú n p o r una' ■
p lu ra lid a d d e in d iv id u o s s in o la c a u s a d e s u c o m ú n d e s ig n a c ió n .
(E l e s ta d o de h o m b r e e s el fu n d a m e n to d el n o m b r e ‘h o m b r e 1susceptible;-
d e se r p r e d ic a d o de u n s u je to , ese e s ta d o es e x p r e s a d o en u n dicíum
[a q u e llo q u e d ice la o r a c i ó n ] , é l m is m o e x p r e s ió n d e la r e la c ió n en tre el.
s u je to y el p re d ic a d o . N i u n o nt o tro s o n c o s a s . L o u n iv e rs a l p o r lo tanto
n o es m á s q u e u n p r e d ic a b le , b a s a d o s o b r e la n a tu ra le z a d e la s co sas que;
se b a s a e lla m is m a e n su s e r ).
D a d o s lo s h o m b r e s s in g u la re s se p a ra d o s u n o s d e o tro s: d e sd e e l punto-
d e v ista fís ic o , e llo s d ifie r e n ta n to p o r su e s e n c ia c o m o p o r su forma;
p e ro n o d e ja n d e e n c o n tr a r s e e n eí h e d i ó q u e e llo s s o n h o m b r e s . Yo no-
d ig o “e llo s se e n c u e n tr a n e n el h o m b r e " , p u e s n in g u n a c o s a e s h o m b re si
n o d e m a n e r a s e p a ra d a , s in o “e llo s se e n c u e n tr a n en. e l h e c h o d e s e r hani-'l
b r e s”. A h o ra b ie n , e l h e c h o de s e r h o m b r e n o e s n i h o m b r e n i u n a cosa,:-
c o m o ta m p o c o e l h e c h o d e e s ta r e n u n s u je to o d e n o s e r su s c e p tib le de-
c o n tr a r io s o d e n o c o m p o r ta r n i m á s n i m e n o s n o c o n s titu y e e n sí una-
c o s a , a ú n si s o n e s ta s , se g ú n A ris tó te le s , la s c a r a c te r ís tic a s co m u n es á-
to d a s las s u s ta n c ia s . A h o ra b ie n , c o m o y a lo h e m o s e s ta b le c id o , el erb:;
c u e n ir o e n tr e se re s s e p a ra d o s n o p u e d e p ro d u c irs e e n u n a c o sa . Sí poív
lo ta n to u n tal e n c u e n tr o se p r o d u c e , n o h a y q u e s a c a r la c o n c lu s ió n de;1
q u e e s te m o s a n te u n a c o s a p r o p ia m e n te d ic h a . L o q u e se q u ie re d ecir;
(h a b la n d o d e u n tal e n c u e n tr o ) e s , p o r e je m p lo , q u e S ó c r a te s y Platón;:
son s im ila r e s p o r e l h e c h o q u e s o n h o m b r e s , c o m o e í c a b a llo y e l burro;-;
s o n s e m e ja n te s p o r el h e c h o d e n o s e r h o m b r e s (e l “n o - s e r - h o m b r e ”), es;
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r e a lis m o d e l o in t e l ig ib l e
|íi::;La tesis propia del Ars Melidunü distingue el problema de los uni-
-vvefsales en general del de los géneros y de las especies. Todo universal
“cosa inteligible participable por una pluralidad”. El autor que
Atonía mucho de Boecio, es bastante discreto sobre la naturaleza de esa
■ participación, en cambio es m ucho más elocuente sobre el tema de la
;.'inteligibilidad. Al plantear que lo universal es una cosa inteligible, quiere
.. ¿ecir ante todo que “es algo que solamente puede ser percibido por el
¡íi n t e l e c t o " . Prosiguiendo su análisis, muestra que la “cosa” inteligible
fnó es otra que la “semejanza” inteligible de Aristóteles. En el primer
ii omento, la tesis no tiene nada extraordinario: se trata simplemente de
mtear, con Boecio, que el “parecido” de cosas difiriendo específicamente
... numéricamente no es perceptible por la imaginación o ios sentidos.
:£as definiciones del género y de la especie se dejan, desde este punto de
vista, formular fácilmente: “El género es el parecido inteligible de varias
ihosas que difieren [por la especie. La especie es el parecido inteligible de
varias cosas] por el núm ero.” No obstante, al glosar este parecido inme
diatamente corno una “conveniencia” (convenienüa) entre “las cosas por
las cuales el género” o la especie son “participados”, el autor precisa que
ios géneros y las especies no son relaciones (relationes) entre las cosas,
sino una “com unión inteligible de cosas que difieren" por la especie o
ía cantidad. Aquello que distingue a los géneros y a las especies de los
universales en general es entonces precisado: los géneros y las especies son
:ün tipo particular de comm unio inteligible, una comunión que “confiere
a las cosas el ser algo” (conferens ut ipsa aliquid sit); los otros universales,
por ejemplo el accidente (com o ‘blanco’), no les dan más que una cierta
/calificación. Aquí, el Ars prolonga la distinción aristotélica entre el hoc
'aliquid, el, TÓSe t i el individuo y el quale quid, el TtotóvSe, la cosa en su
condición de calificada, marcando una suerte de diferencia ontológica:
“Por el hecho que ella es hombre o animal, una cosa es algo, pero no
por el hecho que ella es blanca o razonable.” Es esa dehiscencia entre
los géneros y las especies, vector de un parecido esencial o sustancial (la
similítudo substantiaiis de Boecio), y los otros universales, vectores de un
parecido ontológicamente m enos fuerte, que explica la diferencia entre
las dos ciases de predicaciones indicadas en la continuación del texto:
la atribución de un género o de una especie indica aquello ele donde
167
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(ande) a las cosas sensibles les proviene el ser algo, por ejemplo animálep
n hombres; el otro tipo de predicación atribuye solamente a un sujeto^;
algo que está en él: lo universal blanco, por ejemplo, “muestra solamente A
cuando éí es predicado, la inherencia de una blancura” en el sujeto dep
cual él es predicado - una distinción, que retoma así, en términos velados
la distinción aristotélica de la predicación sinonímica (cnwtovúfioo^) y ¿£1
la predicación paronímica o accidental (C a í, 5 y 8).
Dicho de otra manera, el Ars M eliduna es un texto realista, pero esP
realismo no es un realismo ordinario. Al retomar de Boecio lo esencial®
de su teoría de la cogitado collecta, lo cual lo lleva a sostener como él queA
el género y la especie no están en las cosas, y a subrayar la relación de-?
subordinación que hace que en el rigor de los términos el algo es la cosp:
del género o de la especie, mientras que los otros universales, están “dentro”?
del algo, el Ars se opone enérgicamente a las tesis de los Montani, q^e'
sostienen por el contrario que los géneros y las especies “están asentados)
en los sensibles, tienen su ser de los sensibles y son solamente inteligidos)
fuera de los sensibles”. El realismo del Ars M eliduna está por lo tanto:"
fundado sobre el rechazo del realismo de los Montani que afirma sirÁ
rodeos que “el género y la especie tiene todo que ver en los individuos" ■
o que “todo el ser del género y la especie está asentado en los sensibles,
ya que los universales han sido creados en la creación misma de los-
sensibles y tienen, su ser solamente por ellos”. Al mismo tiempo, el paisaje
filosófico del realismo se aclara. Los Montani son realistas antiplatónicos
que profesan una radical inherencia de los géneros y de las especies a
las cosas singulares, atemperada por un conceptualismo aristoteíizante,
“pues si no puede haber animal que no sea este animal o aquel animal,
el. animal puede ser mteligido fuera de ellos”. Los Melidunenses, por e'
contrario, sostienen que los géneros y las especies, no inhieren a lis
cosas, contrariamente a los otros universales, que, sobre este punto
se asimilan todos a los accidentes. Los géneros y las especies no son:
ni cosas sensibles ni inherentes a las cosas sensibles, son aquellos de
lo cual las cosas sensibles obtienen ser y subsistencia. Son estatutos
esenciales. Se comprende aquí uno de los sentidos de la palabra status
el estatuto esencial es aquello que funda un ser estable, lo cual asegura
la estabilidad ontológica de las cosas, el estatuto accidental no 6
nada, él no condiciona el ser de las cosas, sino solamente su califica i t
transitoria o extrínseca.
168
La cuestión de los universales
R 'H i realismo del Ars reside por lo tanto en tres tesis: (1) los universales
l| o fi participados por los sensibles, (2 ) los universales son percibidos por
llfin telecto con respecto a los sensibles, (3) los sensibles son las cosas
■¿ie los universales. Es en la modulación particular que da de la tesis (2)
.fique el Ars alcanza la clave de su doctrina. Antes de examinarla, hay que
ííconsiderar, no obstante, las dos formulaciones dé la teoría, relatada con
%iás o menos complicidad por el autor, según la cual los universales no
¿on ni términos ni cosas sino “el ser mismo de las cosas”.
169
Alain de Libera
Otros dicen que ningún universal o singular es el ser de una cosa, sino-
que ei ser de Sócrates es la constitución de Sócrates a partir de esas partes.'
que lo definen (ex partibus illis suís) - esto, a fin de no tener que aceptar)
que cualquier cosa sea el ser de Sócrates. Ellos comprenden de otrá;
manera la definición precedente: “El género es la esencia indiferente”) -
etc., y dicen: la esencia indiferente, es decir el estatuto (status). Para ellos-, :,
los universales no son por lo tanto ni esencias (substancíele) ni propiedad-
des (propietates): ellos tienen un tipo de ser que les es propio (kabeent;
suum esse per se), como los ‘enunciables’ o el tiempo. Por lo tanto, están;:
separados de los sensibles y son objetos de una intelección separada;
(extra intellíguntur), como la especie hombre o el individuo Sócrates es y.-
es pensado separadamente de Sócrates (extra Socralem), siendo pensado-
ai mismo tiempo a propósito de Sócrates (círca Socratem). En efecto, si'
estaba en él, seria necesario que esté en él como una parte o una propie
170
La. cuestión de los universales
171
Alain de Libera
que ella es una cosa de tal manera o de tal naturaleza 110 significa que
esa manera le sea inherente. Cuando se dice que ‘Sócrates es blanco
o que ‘Sócrates,corre', se muestra ciertamente que algo es inherente a
Sócrates, pero ese algo “no está significado por ninguno de los términos
que figuran en el enunciado”, Por su predicación, lo universal ‘blanco’ :
muestra solamente que hay inherencia de blancura, pero no la significa
positivamente. Plantear que Sócrates es un animal o que él es una
sustancia no muestra nada que esté presente en Sócrates o ausente de :
Sócrates, esto da solamente a entender algo con respecto a él.
Tal como la resume el Ars M diduna, la segunda teoría de la indiferencia '
se nuLre así a la vez del platonismo, del aristotelismo y del estoicismo..'
Más exactamente, ella salva a las Ideas volviéndolas hacia los “exprimibles
incorpóreos” estoicos, y esos mismos expresables le sirven para salvar.
a la similüudo intellecta aristotélica: ella sostiene que un universal no es
una cosa compartida por otras cosas, sino un estatuto inteligible en el
que se encuentran diversas cosas, el cual no está ni en las cosas, como
una forma inmanente, ni fuera de las cosas, com o una Forma separada,
sino “inteligido” con respecto a las cosas y dotado de un ser que es e l.
del “enunciable”.
La p a rtid a de tres anunciada por Degeranclo entre platonismo,
aristotelismo y estoicismo encuentra así por primera vez su realización
completa. Ni qué decir tiene que el estoicismo del Ars es de segunda:
mano. Le debe m ucho a lo que relatan Boecio o Séneca (Carta 117). No :
deja de ser original, si no en los materiales implementados, por lo menos
en el uso que se hace de ellos.
172
La cuestión de los universales
: ■autor, que sigue los fragmentos de inform ación que obtiene de Boecio y
de Séneca, responde así claramente al problema de Porfirio.
A la primera pregun ta: (1 .1 ) ¿Los géneros y la especies son realidades
■' s u b s i s t e rites en ellas mismas o (1 .2 ) simples concepciones del espíritu?
173
Alain de Libera
105 Formulada alrededor de 1340, la doctrina del significabile compíexe reposa sobre
cierto número de tesis emparentadas con aquellas que desarrollará Alexius von
Meinong. La principal es la afirmación que el objeto del conocimiento no es una ■
cosa singular extra-mental, es decir lo singular dado al conocimiento intuitivo, sino
un “complejo significado complejamente”. Gregorio de Rímini n o es realista en e l .
sentido corriente del término. Para él, como para Occam, la realidad está compuesta
de cosas singulares. Pero no por eso es nominalista. Tampoco es partidario de los.
hechos intencionales. La doctrina del sígnificabik compíexe es exterior a la vez al:
realismo burleyano, al “particularismo" occarnísta y a las teorías del esse obiectivum-, ■
Se puede resumir así lo esencial: los entes singulares son creados por Dios, su exis
tencia es por lo tanto contingente: ahora bien, 1a ciencia trata sobre, lo necesario.'
El objeto de! conocimiento científico no puede por lo tanto ser un singular. La
geometría, por ejemplo, no trata sobre triángulos singulares y contingentes dados a
la intuición sensible, sino sobre propiedades y relaciones necesarias que especifican
ciases de objetos o estados de cosas ideales. Si el objeto ele la ciencia no es una cosa
extra-mental contingente designada por un nombre propio, las estructuras concep- ■
tuales que constituyen el objeto de la ciencia no están por lo tanto directamente
designadas por nombres propios, están referidas por expresiones complejas, como
las proposiciones infinitivas latinas tales como 'Socratem esse álbum', ‘el hecho de:
que Sócrates es blanco’. Ese hecho, referido complejamente, no es ni Sócrates, ni
la blancura, ni siquiera la blancura de Sócrates: es un estado de cosas. Son esos,
estados de cosas significables, pero no por un nombre propio, que Gregorio llama
“signilicables complejamente”, los cuales, y ellos solos, son “necesarios y eternos",-
Acerca de Gregorio de Rímini, el mejor estudio sigue siendo la del futuro traductor
de las Recherches loglques de Husserl, H. Elie, en Le “Compíexe signifkabile’ , París, '
Vrin, 1936.
106 Cf, para todo esto, Ars Meliduna, P221va, citado por De Rijk, LógicaModernorum,
174
La-cuestión de los universales
-ens, 'unum' (una formulación que evoca a tal punto a las traducciones
latinas de Avicena que se podría casi preguntar si el autor del Árs no
tuvo entre las manos una de las primeras capias latinas de la M etafísica
del Shifá), los nom bres indefinidos (que no hacen conocer ningún
estatuto), los nombres de sonidos vocales (como el nombre ‘nom bre’), los
nombres de enunciados mismos (por ejemplo, los predicables aléticos:
.Verdadero', ‘falso’), los nom bres de las relaciones, las apelaciones de los
universales mismos (com o el nombre ‘género’), los nombres colectivos
,(como el nom bre ‘pu eblo’), los nom bres de artefactos (que, com o
‘casa’, no significan estatutos naturales - allí se ve que el problema
de los universales está intrínsecam ente ligado al de las regularidades
: pomológicas, a aquello que funda la constancia ele las especies naturales),
jo s nombres “num éricos” (com o ‘dos’, ‘tres’, etc., que no Lienen género
generalísimo, ya que ninguna sustancia o cantidad es dos o tres, y no
pueden ser predicados de varios - si no un singular seria predicable de
dos individuos como ‘dos’ en ‘Sócrates y Platón son dos’), los nombres
posesivos, los nombres de seres ficticios, nomen fg m en ti (como ‘quimera’
o ‘chivo-ciervo’, que tampoco tienen género generalísimo, como objetos
imposibles y no simples particulares no existentes)107. En cambio los
nombres que significan particulares no existentes, que no denominan
ninguna cosa, pero que han denominado en el pasado (com o ‘Cesar’) o
denominarán en el futuro (como ‘Antecristo’), significan universales, pues
la significación es independiente de la denominación (“Cesar significa
un individuo, no un individuo que esté ahora, pero que es o que fue. o
que será”).
También, están excluidos nom bres que significan universales: los
signos de cuanüficación y los sincategoremas, así como los términos
relativos o interrogativos (2 2 1 vb), los términos que denotan una “función
oficial” como ‘lector’ o ‘escritor’, los comparativos y los superlativos,
11,1, p. 309-310.
La distinción entre “nombre de hcción” (nomen figmenti) y “nombre de universal"
reanuda, a nivel lingüístico, con la oposición, trazada por lo comentadores griegos,
entre los seres ficticios como el TpaYéÁ.a<j>o<; (chivo-ciervo, hircocervus'), que están
en los “pensamientos puros” (áv yiXoA( éjnvoíaic;), y los universales abstractos,
que están en el éitivo ia, como derivados de las cosas sensibles. Sobre este punto,
cf. por ejemplo, Eíias, In Porph. Isag., ed. A, Busse (“Com mentaría in Anstotelem
Graeca, XVIII, I). Berlín, G reamer, 1.900, p, 49, 19-20.
175
Alain de Libera
el verbo ser y los verbos impersonales, los términos tales como “una:
parte de uno significa lo opuesto del significado del otro”, dicho de otra-
manera los parónimos, como ‘blanco y blancura’, gramático y gramáticas-
las frases que constituyen la denominación de un enunciable, como las
proposiciones infinitivas1Socrcitem esse hominem' u ‘hominem esse álbum*,:
los sintagmas com o ‘hombre blanco’ o ‘animal blanco’ que no muestran
ningún estatuto.
En cambio, el caso oblicuo significa el mismo universal que el caso
recto: “Aquellos que sostienen que un universal es significado solamente
por el caso recto singular en número (casus rectas singularis numcri) están
equivocados.” El caso oblicuo, por ejemplo, ‘del hom bre’ o ‘al hombre' y
todos los casos de una palabra denotan la misma cosa que el caso rector:.
‘hom bre’”.
Semejante preocupación de diferenciación, así como la naturaleza,
de las elecciones efectuadas, muestran el nivel de elaboración semántica
alcanzado en siglo XII en la reflexió n sobre el problem a de los
universales.
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La cuestión de los universales
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E s e n c i a , sustancia y subsistencía
Ante ese mundo bífido, los medievales, que hasta el siglo XII, disponían)1
sobre este punto solamente de las Categorías de Aristóteles y de las
Opuscula sacra de Boecio, han construido varias ontologías “aristotélicas”
asumiendo de maneras diversas las contradicciones que ellos no podían
dejar de notar entre sus dos postulaciones contrarias. Todos aquellos
que han enfrentado explícitamente esta estructura contrariada se han,)
esforzado, no obstante por redistribuir los elementos en. función de una.:
mirada auténticamente aristotélica de la estructura de la realidad: el
hílemorfismo, a saber, la doctrina que presenta cada realidad concreta
como un compuesto de materia y de forma.
En el punto culminante de la influencia de Boecio, en el medio del:
siglo XII, ciertos autores como Thierry de Chartres o el fundador de la :
tradici ón de la gramática llamada “especulativa”, Fierre Hélie, han tratado,
así de redeñnir la noción de sustancia articulando estrechamente las:
relaciones de sub-stancia y de sub-sistencia al esquema conceptual del
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La cuestión de ios universales
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G ilberto de P oitiers y el c o n f o r m i s m o o n t o l ó g i c o
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113 Cí, Gilberto de Poitiers, Contra Eutychen, 4, n° 116, ed. Háring, The Commeniar-
ies,.., p. 312. 9.5-97.
114 Cí. Compendium Logícae P om tanum , ed. cit., p. 49, 7-10.
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La cuestión de los universales
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hecho, sólo hay un solo sujeto concernido. Aquí, la unicidad del referenteV;
no es una causa suficiente para bloquear la universalidad de la intención,-:
La universalidad es nuevamente definida intrínsecamente como posibilidad
conceptual interna. El ejemplo de tales universales es la Tierra o el Sol. No hay
más que una sola tierra y un y un solo sol, pero nada impide imaginar, nada
excluye pensar que la intención de Tierra y la de Sol se aplican a más de una cosa.
117 Cf. E Brentano, La Psychotogie au poínt de vue empUique, trad. M. de Ganteiltac, París,
Aubier-Montaigne, 1944, p. 102,
118 Cf. H. Putnam, Représentation et Réalité, trad. Cl. Engel-Heicelin, Paris, Gallimard;
1990, p. 211.
190
La-cuestión de los universal es
JfÉn todo caso, habría que disponer de una prueba que mostraría la
i- - im p o s ib ili d a d una situación. Ahora bien, no hay prueba de ese
■( tipo. Si por lo tanto es posible, “opinable”, aquello que no puede ser
v; “demostrado imposible'’, ía intención de Sol y la de Tierra son universales,
es decir que no son individuales bajo pretexto que ellas solo se aplican
: respectivamente a un solo sujeto. La definición que Avicena propone
aquí no es solamente de orden “intencional”, ella no hace solamente de
lo universal una “intención del espíritu” (digamos un “concepto mental”),
ella es también de orden “intencional” en el sentid o moderno del término
. (ver recuadro). La intención Sol tiene un contenido intensionaí. La
pluralidad de los referentes, situación que hoy se diría contra/actual, es
compatible con la intensión del Lérmino, no la modifica, pues la unicidad
no forma parte de esa intensión: es un hecho relativo al mundo actual, no
' una “propiedad intensionaí” del Sol., válida en todos los mundos posibles.
Los tres empleos lícitos de “universal” pueden ser sintetizados en
una sola definición de conjunto, la cual caracteriza aquello que Avicena
llama “¡o universal lógico” (universale logicum) o, más literalmente (según
el árabe), “lo universal em pleado en lógica” y todo aquello que puede ser
“asimilado” a lo universal lógico (el Sol, la Tierra, la casa heptagonal).
Esta definición es nuevamente ambigua, ya que puede ser interpretada
como definiendo una cosa o un término: “Esos tres pueden ponerse de
acuerdo en esto que universal es aquello que no es imposible predicar
mentalmente de varios” sujetos: id quod in íntelkctu non est impossibile
■praedicari de muítis119.
Tal com o lo define Avicena, lo universal no es de tal m anera
considerado ni como una unidad fu e r a de la multiplicidad n i como una
unidad residiendo en todos los sujetos particulares, sino como una intentio
que nada impide pensar predicable de varios. Al praeter multa y al ín
mutis de Aristóteles, Avicena sustituye por lo tanto el único criterio de
predicabilidad de m uids, una relación uno-varios - más bien uno-muchos
(one-many)-, que no es una relación de significación, sino una relación
de atribución, la cual es o realizada actualmente (en todos los sentidos
del. término), o realizable, es decir válida (2 ) aun si ella es realizada en
■pocos o en ninguno, o (3) en uno solo.
Cf, Avicena, Líber De philosophia pruna sive scicntia divina, V 1, ed. crít, de la
trad. latina med. por S. Van Rlet con una “Inrroducüon doctrínale” de G. Verbeke,
Louvain-Leyde, 1980, p. 228, 1.98-21.
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Intensión e intención
192
La .cuestión de Los universales
Pero, ya que la relación de todo lo que existe con Dios y con los ángeles es
comparable a la relación, en nosotros, de los objetos fabricados con el alma
del artesano, resulta de ello que lo que está en la sabiduría del Creador y
de los ángeles, y que toca a ia verdad de lo que es conocido y comprendido
a partir de las cosas de la naturaleza, posee un ser anterior a la pluralidad
(ante multitudmem). Ahora bien, todo lo que es inteligido allí es del orden
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194
La cuestión de los universales
195
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La tesis fundam enta! de Avicena tal com o ella es inícialm ente transcripta
nuevam ente en latín es que el “ser” (ens) significa una disposición o una
intención (inferirte) agregada del exterior a la cosa de la cual ella es enunciada”,
Por lo tanto, no se trata siem pre explícitam ente de existencia y de esencia en
las traducciones latinas de Avicena. sino de dos térm inos conceptualmente,
in clu so s gram aticalm ente, am b igu o s - u n o , res, es decir “cosa" (árabe
al-shay’), que la ontología escolástica retom ará b a jo el vocablo esse/itia,
el otro, ens -literalm ente “ente” (árabe al-wujüd): el “ser” , la “existencia”,
lo”existente” - para designar la existentia. Ese vocabulario dibuja no obstante
una red conceptual, que, incluso recubíerta p or el lenguaje escolástico,
sigue habitando la lengua filosófica, en particular la alem ana, en donde la i
distinción entre realidad (ReaKfáf) y efectividad ( Wirklichkeit) preserva algo de
le ecuación avíceniana entre esencialidad, coseidad (re-alidad) y posibilidad.
La reinterpretación escolástica de la distinción entre res y ens es en todo
caso m etódicam ente justificada por los autores latinos del siglo XIII: lo que
Avicena entiende por res no es otra cosa que la “qu ididad y ¡a esencia de
cad a” alguna cosa (aliquíd); lo que él pone en la m ira con eí término ens es
“alguna cosa agregada a esa quididad”. Así distinguidas, la “re-alidad” del algo,
es decir de lo que es efectivam ente, pero tam bién de lo que es simplemente
pensable, cogitable o posible, y la efectividad dé esa re-alidad se inscriben
en una estructura de tres lugares que los escolásticos expresan con la ayuda
de los tres vocablos subiectum (en lugar de ahquid), es sentía (en lugar de res)
y existentia (en lugar de ens). Sea lo que sea de las prim eras formulaciones
de la tesis accesibles a ios Latinos, el fundam ento de la ontología aviceniana
sigue siendo una teoría de la “accidentalidad de la existencia” que circula, la
m ayor parte del tiem po, bajo la siguiente form a: “El ser es un accidente que
se adhiere desde el exterior a todas las quididades, ya que él no les vuelve
a partir de ellas m ism as.”
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Universal y universalidad
La esencia in d iferen te
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La cuestión de los universales
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P e r c e p c ió n , in t u ic ió n d e la s e s e n c ia s y c a p t a c ió n d e l o u n iv e r s a l
202
La cuestión de los universales
L3 Cf. Avicena, Líber D e an im a seu Sexfus De natum iibus, 1, 5, ed. crít, de la Lrad.
lat med. por S, Van Riet, con una “Introduction sur la doctrina psychologique
d’Avicennne" de G. Verbeke, Loüvam-Leyde, Peeters-Brill, 1972, p. 85, 88 sq.
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u< Cf. Avicena, Livre des directives et des rem arques, trad. A. M. Goicbon, Paris, 1951,
p. 316-317.
i25 Cf. Avicena. L íber De a n im a , I, 5, ed. S. Van Riel, p. 88, 34-89, 40.
204
La-cuestión de los universales
- suceden en. el sentido com ún, y las formas del sentido común a su vez se
^suceden. Se requiere así, necesariamente, una instancia que aprehenda a
¡os dos y los retenga o los conserve, incluso mismo cuando el estímulo ha
cesado o, como dice Avicena, cuando la cosa (res) ha pasado (abiit). Es el
rol de la imaginación, imaginado: “retener aquello que el sentido común
recibe permanentemente de los cincos sentidos, después de la desaparición
misma de los sensibles en cuestión”. La “forma" de la recta dibujada pol
la caída de la gota de lluvia, tal es el producto de la imaginación, es el
efecto de una retención de aquello que es captado por el sentido común
y el sentido externo, el efecto de une “puesta en forma” o “formación” de
los dos datos, el imaginario, en el sentido de la bantásiá, y la real. Es por
esto que la imaginación retensiva es también llamada vis form ans o virtus
formatis (“potencia formante” o “formal"). Sentido común e imaginación
“retentiva" y “formativa” son por lo tanto dos facultades bien distintas,
incluso anatómicamente: el sentido común está localizado en la primera
cavidad del cerebro, ia imaginación en el extremo clel ventrículo anterior.
A su vez, la imaginación no debe ser confundida con la “.imaginativa”
(m utakhayyila), tercer sentido interno, llamada más especialmente vis
cogítativa, “potencia cogitativa” (mujakhira), en el hombre. El rol de esta
cogitalíva o imaginativa es el ele separar o de combinar las imágenes retenidas
por la imaginación, de dividir y de componer imágenes: ella misma está
localizada en la cavidad central del cerebro, “allí en. donde está el verso” (es
decir la glándula pineal). Viene luego la “estimativa”, situada en el extremo
de la cavidad central del cerebro y que tiene como objeto las intenciones, es
decir aquello que no es percibido por intermedio de los sentidos externos.
Viene finalmente la memoria, situada en la cavidad posterior del cerebro, y
que cumple la misma función de retención con respecto de la estimativa que
la imaginación con respecto al sentido común (ver recuadro).
Este sistema de las funciones cognitivas o sentidos internos no tiene
nada que ver con el proceso del conocimiento intelectual. Avicena considera
que el intelecto no es forma de un cuerpo por esencia, sino solamente por
accidente, de modo que los inteligibles no pueden provenir en el alma
humana directamente de su unión con el cuerpo. No hay por lo tanto pasaje
directo de la imaginación y de la memoria a lo universal de experiencia según
el proceso postulado más que clescripto por Aristóteles en la Metafísica, A, 1
y ios Segundos Analíticos, II, 19. Pero entonces, ¿cómo se realiza ese pasaje?
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'una potencia del alma, es la forma misma, como accesible a una potencia
receptiva que se hizo apta para recibirla. Ni intelecto adquirido en el
sentido de Al-Farábí non tesoro de las Formas psíquicas en el sentido
de Siriano, el intelecto posible de Avicena necesita de lo sensible para
prepararse a lo inteligible: no lo posee de antemano y no lo conserva
una vez que lo ha recibido.
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2)6
La cuestión de los universales
(Sosdn) con relación al ser (Sein), y explica que el hecho de que un objeto
tenga tal o cual característica es independiente de su existencia. Hace un.
. paso más allá de Avicena, en dirección a los adversarios de Shirázl, cuando
formula la tesis paradójica del Aussersein de los objetos puros, tesis de la
cual él propone por otra parLe varias formulaciones, desde la indiferencia
propiamente dicha (“los objetos puros son indiferentes al ser”) a la noción
de tercera región del ser en donde se afirma una coseidad de los “objetos
no reales más allá del ser y del no-ser”, coseidad que se extiende hasta
los objetos “imposibles", cuya existencia implica contradicción, (el círculo
cuadrado). Esa es la doctrina que fue criticada por Russell en nombre del
principio de contradicción. Pero es una versión medieval de la teoría de
los objetos de Meinong que fue rechazada por Bacon, sosteniendo que
una esencia no podía tener ser propio sin tener al mismo tiempo un ser
actual Al decir esto él se mostraba partidario menos de la concepción
llamada ‘existencial’ de la c u a ía aristotélica, siempre relacionada por
los historiadores de la tesis puramente ontológica de Averroes, que da la
tesis de Avicena, despreciada por los partidarios del esse essentiae, pero
retomada por Shirázl, estipulando que “la intención de lo existente (latín:
ínlellectus de ente) acompaña (comüabitur) necesariamente siempre la cosa,
pues la cosa existe ya sea en los singulares, ya sea en la imaginativa y el
intelecto”, “pues, si no fuera así, ella no sería cosa” (si non esset ita, tune non
esset res) (M etaf., I, 5; Van Riet, p. 36). Al plantear que la “concomitancia
de la intención de la existencia no abandonaba jamás la cosa” (árabe:
wa lá y u já ñ q íuzum m a ’na al-wujúd), Avicena, ofreció así él mismo a sus
intérpretes elementos para ponderar la idea de una existencia propia de
la esencia, esse proprium essentiae116. Hasta un cierto punto, el debate de
217
Alain de Libera
vuelve a la p ro b lem á tica del ser. La d iferen cia m ein o n g n ia n a en tre e x is tie r e n y h e s te -
218
La cuestión de los universales
¿Qué significa una frase com o “el hombre piensa”? Para Averroes,
solamente esto: ei hom bre tiene el poder de desencadenar en él la
intervención de dos principios (no de efectuar él mismo su actividad) -
uno de abstracción, actualizar las “intenciones imaginadas” activando lo
inteligible en potencia envuelto en la presentación sensible, “desnudar
la cosa de su ídolo”; ei otro de recepción, pensar, es decir recibir la
intención así despojada. El primer principio es el intelecto agente, el
segundo, el intelecto “m aterial”. Es mediante la imaginación, que el
hombre participa en el trabajo de! pensamiento: en la estricta medida
en que es sobre las im ágenes que el intelecto agente desarrolla su
actividad. De hecho, sin la intención imaginaria que él mteligibiliza en
acto “despojándola”, el intelecto agente no sabría producir una forma
inteligible en acto susceptible de ser recibida por el intelecto “material”.
La doctrina de Averroes apunta por lo tanto a restablecer la dimensión
empírica del aristotelismo, a reanudar el hilo de lo inteligible y de lo
sensible, a abandonar la interpretación dualista neoplatonizante de
Avicena, sin hacer concesiones al empirismo y al naturalismo. Averroes
es el adversario de todo pensamiento de lo inteligible sobre el. modo de
la donación aviceniana. La abstracción averroísta no es una donación,
Cf. Averroes, In De Anima, III, com ent. 5, ed. E S. Crawford, Averroes Cordubien-
sis Commentarmm magnum tn A nsiotdis De anim a libro ("Corpus com m entatorium
Averrois in A ristotelem , V ersionum Latin anira”, vol. Vi, ])= Cam bridge (Mass),
1953, p. 4 0 0 , 3 7 6 -3 9 4 .
219
Alain de Libera
220
La cuestión cíe los universales
a; Dicho otra m anera, los dos factores com binados por todos los
: avicenismos - desde el avicenismo ingenuo (Gundissalinus) al avicenismo
■: sutil (Duns Scoto), pasando por lo que Gilson ha llamado el “avicenismo
augustinizante”, en donde el Maestro interior reemplaza al Donador de
las formas esos factores, condenados a concurrir si no directamente,
por lo m enos cada uno aparte y a su manera, sobre el intelecto posible
identificado con la forma del cuerpo: el fantasma y el intelecto agente,
son redistribuidos por Averroes en un perfecto equilibrio entre lo empírico
y el a príorí. Ni el fantasma ni el intelecto agente actúan sobre el intelecto
material, uno ocasionalmente, el otro directamente. El intelecto agente
actúa sobre el fantasma, y es el producto de esa acción el que actúa sobre
el intelecto material o, más exactamente, que es recibido por el intelecto
; material Contrariamente a lo que sucede en la sensación, en donde lo
sensible actúa sobre el sentido, la intención imaginada no actúa sobre
el intelecto material, pero ella no es tampoco la ocasión de una acción
directa del intelecto agente sobre el intelecto material - una acción,
directa que no es más que un avatar o un sustituto de la reminiscencia.
En el proceso del conocim iento hum ano, no hay otras formas puras
más que las despojadas y son esas formas despojadas las que actualizan
el intelecto m aterial Conservando al mismo tiempo la descripción del
aparato psíquico del penpatetism o (distinción entre intelecto agente e
intelecto material), Averroes hace justicia a lo que, según él, es la tesis
'. central del aristotelismo: no hay pensamiento sin imágenes. Aun si el
hombre no es, en el rigor de ios términos, sujeto-agente del pensamiento,
el movimiento por el cual se. apropia del pensamiento no se distingue
de aquel por el cual este se realiza en él: unirse al intelecto material, es
para el hombre unirse al intelecto agente en la medida en que el intelecto
material solo piensa gracias al despojo de! fan tasm a. Ei pensamiento, es
decir lo inteligible en acto, tiene siempre dos sujetos: uno, el intelecto
material, que asegura la subsistencia real de lo .inteligible, que hace
de lo inteligible una “forma existente”, digamos un ser form a!; el otro,
el fantasma, que hace de él un ser objetivo, dicho de otra manera un
concepto representativo, alético, es decir revelador (mtelectus veras). Todo
pensamiento es pensamiento de algo, en el doble sentido subjetivo y
objetivo del genitivo: subjetivo, pues se necesita un pensante; objetivo,
pues se necesita un pensado (ver recuadro).
22.1
Alain de Libera
La teoría averroísta de los dos sujetos de la intentio íntellecta, el uno que hace
de ella una “cosa m undana” o “siendo verdadera”, el otro que hace de ella un
ser “verdadero”, es decir representativo de una pluralidad, es el origen lejano
de la distinción entre ser formal y ser objetivo de los conceptos (Suarez) o de
las ideas (Descartes), En Suarez, el concepto formal es el acto de intelección, el
concepto objetivo, el objeto conocido y representado por ese acto. “El concepto
objetivo es llam ado con cepto por d enom inación extrínseca a partir del
concepto formal y es llamado objetivo en el sentido en el que no es la forma que
termina intrínsecamente la concepción, sino objeto y materia hacia la cual se
vuelve 1a concepción formal” (Dispuiaiioii.es Metapkysicae, II, 1 , 1). En Descartes,
que define la idea com o una res cogitata, la realidad de la idea es doble: está
su realidad com o m odo de nuestra sustancia pensante o “realidad formal” y
su realidad com o representativa de un objeto o “realidad objetiva”. Partiendo
del Cogito, Descartes debe deducir a priori el ser-representativo de la idea, lo
cual él hace planteando (a) que el ser objetivo de la idea es un ser real, (b) que
ese ser requiere una causa suficiente, (c) que esa causa no puede ser otra idea
sino solam ente el ser de una cosa representada, (d) que esta cosa u objeto es
causa formal de la realidad objetiva de la idea cuando ella contiene tanto como
la idea y lo contiene bajo la misma forma, y que ella es la causa em inente de
ello cuando ella lo contiene más que la idea y lo contiene bajo un m odo de ser
superior. En Averroes, evidentemente no hay Cogito. Pero su punto de partida
no es por ello el contacto entre el pensamiento y el objeto, de donde nace el concepto.
Dicho de otra manera, él no parte ni del pensamiento puro com o Descartes, ni
com o la escolástica del siglo X III, de un parecido entre el concepto y el objeto
que encontraría explicada por el objeto m ism o desde el m om ento en el que el
espíritu lo constata. Él parte de la forma inteligible en acto y se esfuerza por
deducir a la vez su ser formal y su ser objetivo.La originalidad desconcertante
de su teoría es la de proporcionar dos sujetos distintos para esos dos seres.
222
La cuestión de los universales
Es esa doble mediación, la que hace que “el hombre individual entiende,
cuando el intelecto posible entiende” (De imítate, ...6 2 ). Es ella, a la
que a pesar de la crítica tomista, reinvmdican los averroístas latinos: el
Anónimo de C íele, sosteniendo que la intelección no es la “perfección
del hom bre”, pero que “necesita del hombre como objeto” (eget hominc
ut obiecto) - el pensamiento, inmaterial, no está en el hombre como en
la materia, en el sentido en el que la visión está en el ojo, ella no puede
ser así el perfeccionamiento de una de sus facultades corporales: “Ella
necesita del cuerpo material no com o sujeto (non ut subíecto sito), sino
como objeto” (ut obiecto)', Siger de Brabante al explicar que “si el intelecto
depende del cuerpo en la medida en la que depende de los fantasmas en
el acto de intelección, no depende de él como del sujeto en el que residiría
223
Alain de Libera
el entender mismo (ex subiecto in quo sií mtelíigere), sino como del objeto”
que le proporciona de qué pensar (De anim a íntdlectiva; Bazán, p. 85)..
Al ¡"cubicar la abstracción en el centro de la producción de lo
inteligible y al conservar solamente para el hombre el rol. de objeto del
conocim iento, Averroes escapa a la vez (1) al empirismo naturalista de
los médicos que, tal com o Gaicano, reducen al intelecto a la “facultad
de cognación”(vis cogítíva) del cuerpo y son por eso mismo incapaces de
explicar cómo el dispone no solamente de intenciones singulares, sino
también de intenciones universales y ( 2 ) al platonismo inconsecuente y
al ocasionalismo implícito de la psicología aviceniana que, manteniendo
al mismo tiempo el corte radical de lo inteligible y de lo sensible, atribuye
al hombre un intelecto posible al que obliga luego a orientarse hacia ío
sensible para habilitarse a recibir a lo inteligible puro. Para Averroes, no
hay otro medio de acceder a lo inteligible que la imagen, porque no hay
pensamiento sin despojo, pero la imagen, sola no alcanza. Como Kant,
pero con otros instrumentos, Averroes plantea que, si una intuición sin
concepto es ciega, un concepto sin intuición está vacío. Le corresponde
a la imaginación ser el lugar en donde se decide la repartición de lo
inteligible y de ío sensible. El empirismo de Averroes está fundado sobre
el rol de eje de la imaginación, doblemente requerida en toda intelección,
por el hombre por tener su parte en el pensamiento, por ei intelecto
material por tener algo para pensar.
A verroes, o el a r is t o t e e is m o c o n s e c u e n t e
224
La cuestión de tos universales
(1) y (1.1-2) se convierten en: "Esta autoridad muestra que los univer
sales no son sustancia ni, p or consiguiente, partes de sustancias" (Occam,
E xpositio, p. 13).
225
Alain de Libera
226
La cuestión de los universales
227
Alain de Libera
está a veces preparado para recibirlos y a veces no". Esto es porque losv
universales son 11en sí, antes que nosotros los recibamos, exactamente
com o lo son después” que Platón concluye que ellos eran “exteriores al
alma tanto com o en el alma", Pero, como se ha visto, no hay necesidad
de postular la identidad numérica de lo conocido para garantizar la
posibilidad de un conocim iento unívoco. No es por lo tanto necesario,
al contrario, plantear que lo universal es el mismo antes y después de su
intelección efectiva por un individuo singular. Antes de. ser inteligido por
él, él está en efecto en potencia en los fantasmas o en acto en otros actos
de intelección singulares y, aun en ese m om ento, él es plural en su ser
objetivo y uno en su ser formal. Al cuestionar el principio de la identidad
en el alma y fuera del alma, ya sea numérica o específica, Averroes alza
contra Platón el mismo argumento que los nominalistas del siglo XIV
harán valer contra los realistas (ver ínfra, las críticas occamisLas de Gilíes
de Rome, de Alberto el Grande y de Enrique de Barclay). Uno puede no
obstante preguntarse si Averroes 110 es alcanzado por su propia crítica
del platonismo cuando sostiene que “la intención inteligida es idéntica a
la cosa que el sentido comprende en lo sentido” (In De an., 111, coment,
3 9 ) o cuando afirma que “de la abstracción, que hace estar en acto a las
intenciones imaginadas después que ellas lo han estado en potencia",
hasta el “entender que no es nada más que recibir esas intenciones”, “es
la misma cosa que es desplazada en su ser de orden en orden, a saber las
intenciones imaginadas”, Allí hay un problema inherente a la naturaleza
misma de la psicología intencional, que ninguna teoría medieval, incluido
el nominalismo, llega a resolver en el terreno en el que se plantea.
228
La cuestión cié los universales
Todos los dichos de Aristóteles sobre este tema prueban que los uni
versales 110 tienen ser fuera dei alma, contrariamente a lo que sostenía
Platón. Pues, si tal fuera el caso, no habría necesidad de plantear el
intelecto agente129,
229
Alain de Libera
230
La cuestión de ios universales
intelecto, tienen que adm itir que hay en todo'y para todo un intelecto,
no solam ente en todos ios hom bres, sino en lo absolutoS3L
: |J[ Cf. Tomás de Aqumo, De Vuníté de l’intellect contre les a v e n v is t e s , § 105; trad A,
de Libera, m T hom as d ’A qiún. Contre Averroes Lim ité de l’íntellect contre les averroistes
seguido por Texles contre A verroes antérieurs á 1270, París, Garnier Fiammanon,
“GF; 713”, 1994, p. i 83. Al-Ghazáli refuta con el mismo argumento la doctrina
realista de lo universal como entidad universal y numéricamente una presente en
una pluralidad de individuos y la doctrina del alma universa! - un argumento que
se convertirá en un clásico de la refutación del “monopsiquismo". Cf. Al-Ghazáli.
M etaphysica, I, 2,1, ed, J, T. M u ck le (“St. Michael’s Medieval Studies”), St. Michaei’s
College, Toroiuo, 1933, p. 27, 5-23.
231
Alain de Libera
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La cuestión de los universales
La d o c t r in a de lo s u n iv e r s a l e s e n l o s a v e r r o is ia s l a t in o s : S ig e r d e ^ babakt
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Alain de Libera
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La cuestión de los universales
235
Alain de Libera
estos pretenden que, porque ella es causada, solo puede ser nueva,
conforma con señalar el defecto de su argumentación.
En cambio, vuelve en detalle sobre la premisa, que él ha concedido..1
para las necesidades de la discusión, según la cual los universales están
en los particulares. Es discutiendo esta premisa de los teólogos, que revela
su propia doctrina de los universales.
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La cuestión de los universales
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La cuestión de los universales
241
5
La escolástica latina del siglo XIII
La característica de los autores del siglo XIII es de tornar un nuevo
punto de partida apoyándose en las fuentes peripatéticas más que sobre
las discusiones del siglo XII, Desde el punto de vista aristotélico, se pasa
de la definición del De interpretaüone (lo universal es aquello que es
predicable de varios) a la de los Segundos Analíticos, II, 19 (lo universal
es uno en varios y uno salido de varios) - es el caso en Grossetesle, que
intenta una síntesis entre Platón y Aristóteles. A ello se agregan fuentes
árabes más o menos hábilm ente coordinadas. Los autores más tardíos
llevan todo el debate a partir de Aristóteles, De anim a (II, 4 1 7 b 2 3 : “Lo
universal existe en el alm a”), y M etafísica (Z, 13, 1038b9): Universale,
secundum quod universale, non est subsíantia) - es el caso, com o ya se ha
visto, de Siger.
Si se quiere tomar una visión de conjunto de la manera específica en
la que el siglo XIII trata la cuestión de los universales, hay que considerar
dos fenómenos: el aristoieHsmo tal como se desarrolla en las facultades de
artes, con la enseñanza de la lógica fundada sobre el conjunto dél corpus
aristotélico y ya no solamente sobre la Lógica vetus y las monografías
lógicas de Boecio; el tipo de filosofía profesado o presupuesto pol
los filósofos (Artístae) y los teólogos, en particular las grandes figuras
de las ordenes m endicantes, que han dado forma a aquello que se ha
llamado la ‘escolástica’ alrededor del conjunto del corpus filosófico
greco-árabe accesible. Hay así dos discursos sobre los universales, el de
los manuales de lógica que forman la base de la enseñanza elemental
y aquel, más metafísico, de los filósofos y de los teológos impregnados
del Aristóteles novus. El primero es m enos directamente cortado de las
tesis del siglo XII, aun si no las conserva o no las discute más que a
título casi fósil, y respeta cuidadosamente la abstención metafísica del
Isagoge, aun si vehicula im plícitam ente, incluso explícitamente, una
243
Alain de Libera
La lógica escolar
D e f in ic ió n d e l o u n iv e r s a l
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La cuestión de los universales
Tradición de París
245
Alain de Libera
Tradición de Oxford
b-’ Cf, Anónimo, D ialéctica M onancensís, II, ed. De Rrjk, in Lógica M o d ern o n m , II,
2, p. 507.
n+ Cf. Anónimo, Ut dícit, III, ed. De Rijk, m Lógica M odernorum , II, 2, p. 387.
246
La cuestión de los universales
D ife r e n c ia e n t r e u n iv e r s a l y predicable
Tradición de París
'-1'’ Ci; Anónimo, Cum sit nostra, II, ed. De Rijk, in L ó g ica Modernorum, II, 2, p, 432.
247
Aiaiti de Libera
por lo tanto la critica abelardiana de los diversos realismos del siglo XII ;
no ha erradicado, al contrario.
Tradición de Oxford
LWCf. Nicolás de Paris, Summae Metenses, ed. De Rijk, en Lógica M odem urm, II, 1,
p. 470.
137 Cf. Anónimo, Ut cliat, III, ed. De Rijk, en Lógica M odem urm, II, 2, p. 388.
,w Cf. Anónimo, Cum sít riostra, II, ed. De Rijk, Lógica M od em u rm , II, 2, p. 432.
248
La cuestión de los universales
Es evidente que los lógicos del siglo XIII han estado preocupados
por el hecho de que los universales y los predicables parecían instanciar
la misma cosa en dos/unciones, distribuidas según la distinción “ser en ”
(év im o icei(j.évo) e iv a i, esse in) y “ser dicho de” (icad wroKEiitévo'U
X é y e c d m , dici de) introducida por Aristóteles en Categorías, 2. La
solución- de Pedro de España, consistente en identificar en sustancia
lo universal y lo predicable para distinguirlos luego según el eje de la
inherencia real y el de la atribución lógica, dicho de otra manera en
identificar, en lenguaje neoplatónico, lo universal en la pluralidad y lo
universal posterior a la pluralidad, para distinguirlos luego mediante
dos vocablos diferentes, no podía ser considerada como satisfactoria,
sobre todo si se la confrontaba a las definiciones estándar, tomadas de
Avicena o de los Segundos Analíticos, haciendo del mismo universal algo
inherente y algo predicado.
En los años 1270, el maestro de Oxford Nicolás de Cornouailles,
probablement Nicolás de Mousehole (de Musele), acometió por lo tanto
la reformulación de la teoría aviceniana de los universales según los dos
ejes del esse in muítis y del dici de multis empleados en la fórmula del Shifá’:
Universale est quod est in muítis et de muítis sitae rtaturae supposüís. En su
Comentario sobre el P en herm enias, siguiendo el eje del dici de multis,
explica que "todo universal, sea cual sea tiene ya, por la definición (ratio)
misma de su forma, aptitud a ser dicho de v a r i o s Esta aptitud concierne
tanto lo universal que es dicho en acto de varios, como hom bre, aquel
que es dicho solamente en potencia, como Fénix, y aquel que es dicho
solamente según el concepto (secundum rationem ), como Sol y Luna. En
sus Apostillas sobre e! libro de Porfirio, en cambio, siguiendo el eje del
esse in, él distingue la “especie que es preservada (salvatur) en acto en
varios, como hombre, aquella que no lo es en acto, sino en potencia, como
Fénix, y aquella que no lo es ni en acto ni en potencia, sino mediante
el intelecto (inteílectu), com o Cielo'’. El ejemplo del cielo es analizado
así: suponiendo que haya intelección de varios cielos, en lugar de uno
solo, Cielo permanecería unívoco en relación a todos. Por lo tanto, “aun
si algunas especies no son predicadas en acto de varios, permanecen
predicadas en un modo habiLual (habitualiter)". El sentido de la definición
249
Alain de Libera
250
La cuestión de los universales
251
Alain de Libera
pimienta en Roma com o en París’, que n o permite inferir: lSe vende esta ':
pimienta en Roma com o en París’). Esta interpretación de la suposición :
simple no era necesariamente realista, contrariamente a la de Pedro de
España. Lo era aun menos en la versión introducida por el inglés Roger
Bacon quien, anticipando el gesto que iba a realizar el nominalismo del
siglo XIV, particularmente Juan Buridan, no dudaba en unificar bajo el
concepto de suposición simple los dos casos de auto-referencia y de
la referencia al significado bajo reduplicación, declarando que: “Hay
suposición simple cuando un término no refiere a una cierta persona o
a cierto individuo sino a un sonido vocal (‘Hombre es una voz’) o a su
significado (‘El hombre es la más noble de las criaturas’) .” No obstante,
es recién en el siglo XIV que la noción de suposición simple ha sido ya
sea enteramente vaciada de toda connotación realista (con Buridan), ya
sea eliminada (con Occam).
P r e d ic a c ió n “in q u i d ” y p r e d ic a c ió n p a ro n ím ic a
Hay que saber que ‘ser predicado’ se toma de tres maneras en el lógico.
En el primer y más verdadero sentido, algo es dicho 'ser predicado’ de
otra cosa cuando él es de esta cosa un predicado esencial. Y es según ese
modo que se di ce ‘ser predicado1: el género y la diferencia de la especie
subalterna (contenta), y la especie del individuo, pero no el accidente
252
La .cuestión de los universales
e n e fe c to , ‘s e r e n ’ c o n v ie n e al a c c id e n t e e n c o m p a r a c ió n c o n e l s u je to
(in c a m p a r a lio n e a d s u b íe c t u m ) , p e ro ‘s e r d ic h o d e' c o n v ie n e al g é n e r o y
a la d ife re n c ia r e la tiv a m e n te (re s p e c ta ) a ia e s p e c ie y a la e s p e c ie m is m a
r e la tiv a m e n te a lo s in d iv id u o s . Y o b s e r v e n q u e to d o a q u e llo q u e es p re
d ic a d o así es d ic h o ‘s e r p r e d ic a d o ’ u n ív o c a m e n t e (s in o n ím ic a m e n t e ), es
d e c ir s e g ú n el n o m b r e y la ra z ó n (r a tu m e m ).
D e u n a se g u n d a m a n e ra e s d ic h o ‘s e r p re d ic a d o ’ d e o tro lo c u a l es v e rd a
d e ra y u n iv e rs a l y a fir m a tiv a m e n te , p o r m e d io d e e se v e rb o ‘e s ’, a sig n a d o
c o m o s ié n d o le in h e r e n te . Y es se g ú n ese m o d o q u e s o n p re d ic a d o s lo s
a c c id e n t e s d e io s s u je to s e n lo s c u a le s e llo s s o n . Y e s to , e s s e r p r e d ic a d o
d e n o m in a tiv a m e n te [ p a r o n ím ic a m e n te ] .
E n t e r c e r lu g a r, e n e l s e n t id o a m p lio (a m p lía lo v o c a b u lo ) , e s d ic h o ‘s e r
p r e d ic a d o ’ to d o a q u e llo q u e p u e d e s e r p r e d ic a d o de o tro v e rd a d e ra o
fa ls a m e n te , a fir m a tiv a o n e g a tiv a m e n te . Y s e g ú n ese m o d o c u a lq u ie r
co s a e s p r e d ic a b le d e c u a lq u ie r c o s a , y a q u e c a d a u n o d e d ic h o s m o d o s
p u e d e s e r a s ig n a d o a c a d a u n o .
Ya q u e p o r io ta n to ‘s e r p r e d ic a d o ’ se to m a d e ta n ta s m a n e r a s , hay q u e
o b s e r v a r q u e , e n la d e s c r ip c ió n d ei g é n e r o , d e la e s p e c ie y d e la d ife r e n
c ia . la e x p r e s ió n ‘s e r p r e d ic a d o d e ’ es to m a d a s e g ú n la p r im e r a m a n e ra
c o m o se la ha e x p u e s to . E n c a m b io , e n la d e s c r ip c ió n de lo p r o p io y d e l
a c c id e n te , ‘s e r p r e d ic a d o ’ es to m a d o e n ta n to q u e c o n v ie n e a lo s d e n o
m in a tiv o s [ p a r ó n im o s ] 139. />
;Jvl Cf. Anónimo, Dialéctica Monacensis, ed. De Rijk, in Lógica Modernorum, II, 2,
p. 507.
253
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La d o c t r in a d e l o s u n iv e r s a l e s d e R oberto G r o sseteste
254
La cuestión de los universales
255
Alain de Libera
hasta Jean Wyclif, que la utiliza contra Occam, pasando por Roger Bacon:
que la retoma por su cuenta141, y Occam mismo que la discute en varias
ocasiones142. Esta definición de lo universal existente en ¡as cosas fu era del
alm a será fijada en una descripción - lo universal como “forma de las
realidades individuales" (form a communis fundata instas individuis) - qUe
es, sin embargo, producida solo a lo largo de un desarrollo sinuoso, que
ella condensa más o menos fielm ente1+J.
A lg u n o s s o s tie n e n q u e lo u n iv e rs a l s o lo e x is te e n e l in t e le c t o o e n el alma
y n in g u n a o tra p a rte . E s fa ls o . P o r el c o n t r a r io lo u n iv e rsa l e stá en las
c o s a s . D e h e c h o , lo u n iv e rsa ] e s u n o e n v a n o s , c o m o lo a fir m a A ristóteles
e n lo s Segundos Analíticos, s o lo su im a g e n e stá e n e l a lm a .
L o s u n iv e rs a le s s o n p r in c ip io s d e c o n o c im ie n t o , y, e n el in t e le c t o p u ro y
256
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Aiain de Libera
258
La cuestión de los universales
E l R ED ESC U BR IM IH N TO D t LA t e o r í a n e o p l a t ó n i c a d e l o s t r e s e s t a d o s d e l o
UN'A íR S A L EN A L BER TO EL G R A N D E
259
Alain de Libera
|i&Cf. Pedro de España, Tractatus, ed. L. M. De Rijk, Assen, Van Gorcum, 1972, p.
1 7 ,7 -1 1 .
260
La cuestión de los universales
sustancia com o en aquello que es lo más general, luego en las otras cosas
hasta la forma ultima de hom bre147.
141 Ci. Buenaventura, Les sixpu rs de la Créatíon, IV, 9, trad. M. Ozilou, Paris, Desclée-
Cerf, 1991, p. 176-177.
m Cf, Agustín, De Trinitate, VI, 10, 11 (“Bibliothéque agustknne’ , 15), p. 496,
1,9 Ci, Agustín, La Genése au sens littérd, V 23, 44, Ver, sobre ese punto, la noca de la
"Bibliothéque agustintenne" (“Le double momento de la création et les raisons seminales’’),
en el tomo 48 (nota 21), p, 653-668,
261
Alain de Libera
P L - La m a te r ia e s la m a tr iz d e to d o , e l p r im e r a g e n te o fa c to r e s e l in te le c to
p a te rn o q u e fo rm a to d o m e d ia n te su lu z in t e le c t u a l; e l p rim e r a c to e s e l verb o
(verbum ) in te le c tu a l in fu n d id o a la m a tr iz o r ig in a l (D C P U , p. 1 3 , 2 3 ) .
P2 - E l u n iv e r s o fue e n g e n d r a d o p o r u n v e r b o in t e le c t u a l (p er dktion em
Inteü ectuakm ) y u n m a n d a m ie n to (praeceptum ) d e D io s , n o p o r u n a v o lu n ta d
(DCPU, p . 1 3 , 9 , c o n tr a Ib n G a b iro l).
P 3 - E l o r ig e n d e to d a s las fo rm a s e s e l D o n a d o r d e la s fo rm a s (D atorform arum ,
DCPU, p. 4 3 . 3 ) .
262
La cuestión de los universales
P 4 - P a ra q u e h ay a c o m u n ic a b ilid a d , c ie rta s fo rm a s e s tá n e n la lu z d el D o n a d o r
de las fo rm a s (DCPU, p. 4 3 , 6 2 ).
P 5 ’ - H a y u n b u e n e s to y u n b u e n a q u e llo y h a y u n B ie n q u e e s e l b ie n d e
to d o b ie n , é l ú n ic o p u ro y s in m e z c la (D C P U , p. 6 0 , 1 4 ) .
P 7 ’ - L a s fo rm a s id e a le s d e la s c o s a s e x is t e n p o r s í, s o n in c o r r u p tib le s , s o n
s u p e rio r e s e n b o n d a d a las o tr a s c o s a s , p u e s su s e r e s s u p e r io r (DCPU, p.
8 5 , 2 0 ) ; lo s v e rd a d e ro s b ie n e s , e s d e c ir la s fo rm a s id e a le s , s o n s u s ta n c ia s
se p a ra d a s q u e d ifie re n en g é n e r o y e n e s p e c ie , se g ú n q u e ella s s o n c o n s id e ra d a s
c o n fu s a m e n te o d e te r m in a d a m e n te e n la p ro c e sió n lu m in o s a d el P r im e r ag en te
(DCPU, p . 8 5 , 6 5 ) ; lo s b ie n e s , e s d e c ir las fo rm a s id e a le s c o n s id e r a d a s en la
p r o c e s ió n de lu z , s o n in c o m p a r a b le s a lo s ú ltim o s d e e n tr e lo s b ie n e s - sie n d o
lo s ú ltim o s d e e n tr e lo s b ie n e s ( lo s b ie n e s m ín im o s ) la s fo rm a s m e z c la d a s
c o n la m a te r ia (DCPU, p . 8 5 , 6 1 ) ; las fo rm a s q u e e s tá n en la m a te r ia so n las
ú ltim a s de e n tr e d ó s b ie n e s , la s fo r m a s se p a ra d a s s o n la s m á s a lta s jl e e n tre
lo s b ie n e s ( lo s b ie n e s m á x im o s , D C P E J, p, 1 3 3 , 5 ).
P 8 ’ - T o d a s las c o s a s d e la n a tu r a le z a p r o c e d e n d e la In te lig e n c ia a g e n te c o m o
de u n echmagium o s e llo (DCPU, p. 1 1 5 , 2 7 ) ,
P 8 ” - L a s c o s a s s e n s ib le s e s tá n e n el A lm a n o b le e n la m e d id a e n la q u e ella
c o n t ie n e su s e je m p la r e s ; el A lm a n o b le e s el e je m p la r q u e se e je m p lific a e n
los s e n s ib le s , p r o d u c ie n d o to d a s la s fo r m a s y fig u ra s d e las c o s a s a m o d o d e
u n s e llo (D C P U , p. 1 3 2 , 7 5 ) .
263
Alain de Libera
P8"' - Las formas que están en el Alma noble son separadas, no raezclables con
la materia e incomparables con las formas materiales (DCPU, p, 133, 2).
P9 - El ser verdadero está en la Causa primera, su forma está en la Inteligencia,
su imagen está en el alma, y su eco o su sombra está en las realidades sometidas
a la generación y a la corrupción (DCPU, p. 69, 48)
PIO - Las cosas sensibles y corpóreas no pueden afectar al alma humana pues
ellas le son inferiores, “como lo dice con todas las letras el Menón" (DCPU,
p. 120, 54).
264
La cuestión de los universales
vNo se puede por Lo tanto imaginar que esta naturaleza esté separada: la
hipótesis es contradictoria.
(4) La imagen del sello es pueril: si las formas universales son sellos,
¿quién los imprime en la materia? ¿Y cómo?
La doctrina platónica de la impresión de las formas en la materia por
el D atorform arían es inútil y grosera. El platonismo es una filosofía que
no llega a llenar el foso que separa a lo ideal de lo real, lo universal de
lo singular, lo uno de lo múltiple. Hay una paradoja de los universales:
o bien lo universal está en las cosas, pero no es predicado de ellas; o
bien es predicado de las cosas, pero no está en ellas. El platonismo no
evita ese dilema. Contrariamente a lo que Alberto considera como el
aristotelismo auténtico, él no sabe pensar lo universal a la vez como “uno
en varios” y “uno dicho de varios” - unum in multis et unum de multis,
según la fórmula escolar adaptada de Avicena. Aquello que revela la
crítica albertíana, es que a partir del siglo XIII, probablemente bajo la
influencia de Averroes, los medievales no creen más que Platón sea capaz
de resolver los problemas que él mismo ha planteado. La oposición entre
lo universal ele comunidad o "universal de Boecio” (lo universal definido
como “aquello que es com ún a varías cosas”) y lo universal de predicación
o “universal de Porfirio” (lo universal comprendido como “aquello que
es dicho de varias cosas”) es platónicam ente insalvable, Además, más allá
de la imagen grosera del sello, es la noción misma de Forma separada
que es cuestionada, con su corolario, la reminiscencia. Para Alberto, la
teoría de las Ideas y la de la reminiscencia forman un verdadero sistema:
es porque él piensa a lo universal com o una cosa universal existiendo
numéricamente idéntica en varias cosas numéricamente distintas que
Platón, se representa al intelecto com o la misma intelección o más bien,
el mismo contenido inteligible numéricamente idéntico en cada alma,
siempre actual, aunque la mayor parte del tiempo desapercibido por el
alma. La reminiscencia no es más que el movimiento por el cual el alma
“vuelve su mirada” hacia lo inteligible, que subsiste actualmente en ella.
Si las formas separadas pueden estar en varias cosas simultáneaniente y
si, entre esas cosas, hay almas humanas, el mismo contenido inteligible
puede encontrarse numéricamente idéntico en vanos sujetos pensantes.
Esta teoría, atribuida a Platón y a “Gregorio de Nisa” (en realidad
Nemesio de Emesis) tiene, ante los ojos de Alberto, una consecuencia a
la vez perniciosa e ineluctable - el monopsiquismo “árabe”: el “error de
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Alain de Libera
13,4 Cf. Alberto el Grande, De anim a, III, 2, I I , ecl Siroick, p. 191, 3-7.
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N eoplatonism o y v ia antiqua
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La cuestión de los universales
Dicen, en efecto que hay tres clases de Lodos: anteriores a las partes {ante
partes), resultantes de las partes (ex partíbus) y dividiéndose ,en partes
(■in partibus). Los todos anteriores a las partes son las especies que son
(existunt) absolutamente simples e inmateriales, pues ellas subsisten
antes de la multiplicidad de las cosas que son hechas después de ellas.
Los todos que resultan de las partes son los compuestos (composita) y todo
aquello que es dividido en partes (partita). Hay dos clases de ellos: Los
bomeómeros, es decir las cosas compuestas de partes similares, como
la piedra lo es de los pedazos de piedra, cada parte en la cual el todo se
269
Alain de Libera
;t,;’ Eustrate, In Ethica N icom achea C om m en taria, ed. Mercken, p. 69, 4-70, 14 (ad
10 9 6a 10 -14 )
270
La cuestión de los universales
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La cuestión de los universales
273
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‘ú,:‘ Cf. Alberto el Grande, DCPU, II, 1, 2 0 , ed. Fauser, p. 85, 39-44,
,w Cf. Al-Fárábt, De inteüectu ei intellecto , ed. Gilson, p. 120, 2 0 1- 12 1, 232.
274
La cuestión de los uni versales
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Alain de Libera
1/0 Cf, Dietrich de Freiberg, De congnitkme entium separatorum , 10, 1-4 , ed. Steffan,
in Opera omnia II: Schríften zur Metaphysik una Theologie (“Corpus Philosophorum
Teutonícorum Medii Aevi", II, 2), Hamburgo, Félix Meiner, 1980, p. 176, 1-177,
33.
171 Cf. Berthold de Moosburg, S u per Elementationem theologicam Prodi, prop. 1 A, ed,
L. Sturlese, M. -R. Pagnom-Sturlese ("Corpus Philosophorum Teutonícorum Medii
Aevi", II, 2), Hamburgo, Félix Meiner, 1984, p. 74, 99-102.
276
La-cuestión de ios universales
lu Cf. jean Wvclif, Tractatus universatibus, 11, 2, ed. Mueller, Oxford, Clarendon
Press, 1985, p. 62-63.
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T ip o l o g ía d e i . c o n o c j m ie n t o in t e l e c t u a l
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La cuestión de los universales
1,3 Cf, Alberto el Grande, De inteüectu et intelligibíli, I, tratado 111, cap, 3, ed, Jammy,
p. 251b ; trad. A. de Libera, l ’Intellect et ñntelligibk (« Sic et Non »), París, Vrin,
próxima publicación
Cí. Guillermo de Saint-Thierry, Disputatio aduersus Petrum Abaelardum, PL 180,
249 (B l-3 ): “Absit enim ut hos fines liabeat chrisüana fides, aestimationes scilicet
siue opiniones,'1
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284
La cuestión de los universales
; teoría del intelecto formal, el proceso del conocim iento intelectual según
Aristóteles quedaba poco comprensible. ¿En qué consistía exactamente
la intelección de los simples? ¿Qué clase de encadenamiento llevaba a
las operaciones subsiguientes?
Uno de los principales partidarios de la teoría del intelecto formal, Juan
de La Rochelle, presentaba un argumento simple pero poco coherente.
Para él, la primera operación del intelecto posible, la conversión a las
formas presentes en la imaginación, determinaba, una vez esas formas
abstraídas, es decir desnudadas de los “accidentes de la materia”' por la
luz del intelecto agente e impresas en el intelecto posible, una "formación
del intelecto posible”. El intelecto posible así formado, le correspondía
realizar tres operaciones: ( I ) la primera, sobre las quididades; (2) la
segunda, sobre las “com prensiones primeras”, es decir los principios;
(3) la tercera, sobre las conclusiones. La relación entre la formación
del intelecto y su primera operación, la aprensión de las quididades,
no estaba definida - ¿cómo lo hubiera estado, ya que la función de la
noción de intelecto formal era precisamente de enmascarar el hiato
dejado por Avicena entre el trabajo sobre las formas sensibles y la
recepción de lo inteligible? Además, la operación relativa a las quididades
apuntaba manifiestamente a las nociones primeras como ingredientes
de los “primeros principios” más que a la esencia o a la quididad de
las cosas singulares. En efecto, por todo ejem plo, Juan se conformaba
con observar que, mediante la primera operación, el intelecto “conocía
aquello que era el todo y aquello que era la parte”, que, m ediante'la
segunda, él conocía la proposición, es decir el principio conocido por sí
(per se notum) planteando que cada todo es más grande que su parte, y
que, mediante la tercera, conocía la conclusión extraída de la segunda,
a saber que cada todo continuo es más grande que su parte (Tractatus, II
§ 22; Michaud-Quantin, p. 94 ). La relación entre el conocimiento de los
términos “nacidos de entrada en nosotros”, según la expresión de Alberto
que parafrasea a Averroes, y los principios “evidentes por sí" era tan
poco clara com o la yu xtaposición operada entre esos térm inos y las
quididades abstractas de los fantasmas mediante la acción iluminadora
del intelecto agente. En el fondo, la teoría del intelecto formal no hacía
más que n eu tralizar com o por descontado la tensión, ya señalada en
Avicena, entre los prim eros inteligibles com o ideas casi innatas (la
idea de todo, la idea de parte) y los conceptos quiditativos abstractos,
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La cuestión de los universales
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La cuestión ck los universales
Hay en ia parte sensitiva del alma dos clases de operaciones. Una reclama
solam ente une modificación ( immutatio): es de tal manera que la op e
ración del sentido se realiza en lo que está modificado (i mmutatur) por
lo sensible. La otra operación consiste en una formación: es asi com o la
facultad de imaginar se forma para ella misma el ídolo de una cosa ausente
o que, incluso, no fue jam ás vista antes, U n ay otra operación son reunidas
(coniungitur) en el intelecto. Se observa primero una afección (passío) del
intelecto posible. Así inform ado, él forma a su vez una definición, una
división o una com posición, que son significadas por palabras (voces).
Aquello que significa el nom bre, la ratio , es la definición. Aquello que
significa la proposición, es la com posición y la división operada por el
intelecto. Las palabras no significan por lo tanto las especies inieligi bles,
sino los medios de las cuales el intelecto se dota (síbi form at) para juzgar
cosas exteriores10.
Bien que las formas utilizadas por Tomás sean ambiguas, parece que
sea el intelecto posible el que realiza las dos operaciones descriptas como
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La cuestión de los universales
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176 Cf.Tomás de Aquino, Quaestiones dispútatele De veri tale, 3, art. 2, ed, Léonine,
p. 104,
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La cuestión de los universales
’7' Acerca de la distinción de los dos sentidos del Xóyoc, (Xóyo^-fónaula y tóyo<;-forma),
cf. B, Cassin, “Etiquete sur le Xóyoi; dans le traite De l'cime", in G. Romeyer-Dherbey
(ed,), Fitüdes sur le “De anima” d ’Arístote, París, Vrin (en prensa)
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tener un ser propio. En cambio, ella tiene “un ser doble", es decu dos
seres: uno en los singulares, el otro en el alma, y “según cada uno ella
está acompañada por accidentes”. El ser que ella tiene en los singulares)
o en el alma no pertenece a la naturaleza en ella misma (considerada
según su noción, su X.óyot;-fórmula, propio). Encontrando nuevamente
una estructura argumentativa parcialmente esbozada por Aristóteles y,
en su lenguaje, por Abelardo, Tomás plantea por lo tanto que. es falso
decir que “la esencia del hombre como tal tiene ser en ese singular, pues
(1) si ser en ese singular convenía al hombre como hombre, él no estaría
jamás fuera de ese singular; y (2) si convenía al hombre com o hombre de
no estar en ese singular, él no estaría en él jam ás”. Aquello que es cierto
decir, en cambio, es que “le corresponde al hombre, no en tanto que él es
hom bre, ser en este singular o en aquel singular o en el alma”.
Sobre esta base, las tesis (3 .1 ) la universalidad no conviene a la esencia
tomada en ella misma, (3 .2 .1 ) la universalidad no conviene a la esencia
según el ser que ella tiene en los singulares y (3 .2 .2 ) la universalidad
conviene solamente a la esencia según el ser que ella tiene en el intelecto,
caen por su peso. La naturaleza considerada en sí misma (ni en la cosa ni
en el intelecto) no es ni universal ni particular. La naturaleza considerada
en los individuos no tiene la unidad exigible de un universal, unidad
que haría de ella “algo de uno conveniente a todos los individuos": ella
está multiplicada en los diversos individuos. “Queda por lo tanto que
la noción de especie llega a la naturaleza humana según el ser que ella
tiene en el intelecto.” La esencia humana en el intelecto tiene “un ser
abstracto de todas las condiciones individuantes”: es según ese ser que la
universalidad es atribuida a la esencia. No obstante, y es la última tesis:
la naturaleza en el alma es a la vez universal y singular.
Esta tesis de apariencia contradictoria parece retomar los absurdos
denunciados en el siglo XII por Abelardo, según los cuales una misma
cosa sería a ia vez universal y particular. No obstante, Tomás no habla de
una cosa, sino de una natura inteílecta, de la naturaleza pensamiento, es
decir del concepto de la naturaleza. Sea, por ejemplo, la natura inteílecta
‘hom bre’, es decir el concepto de la esencia hom bre. Decir que ese
concepto es universal, es decir que “se remite a una pluralidad de cosas
fuera del alma, porque él es la simililudo de todas”, en síntesis, que es
el concepto de varios individuos. Decir que es singular, es decir que él
“es una cierta especie pensada particular”, en tanto que tiene al ser en
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I G énesis d e l a s t e o r ía s m e d ie v a l e s d e la in t e n c io n a l id a d
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l,!0 Cf. J . Pinborg, “Die Logik der Modistae”, Studia Mecliewistycsne, 16 (1975), p. 60.
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La cuestión de los universales
(intelección ele una cosa dentro de lo que ella es, por ejemplo hombre
subsumiclo por un “concepto esencial” (sub inteüectu essentiali). Es esa
intelección esencial de la realidad humana, esa intuición de la esencia
hombre, la que es llamada intentio prim a. En cam bio,'la intelección de
hombre com o especie o definiciones una intentio secunda182. La intuición
de la esencia, identificada por Sim ón con la intención primera, no evoca
de entrada a la intuición de la esencia aviceniana en su “indiferencia” y
su separación eidética, sino más bien a aquello que Aristóteles llama la
“intelección de los indivisibles” (De an., III, ó, 430a2ó).
De hecho, Simón propone su clasificación de las intenciones a partir
de una distinción de las Lres operaciones del intelecto precisamente
extrapolada de Aristóteles (De an., III, ó, 4 3 0 a 2 ó -2 8 ): aprehensión de
los simples, com posición y división, raciocinación - un topos que se
encuentra ya en la Le.ctura Tractatuum de Guilhem Amaud, que define a
la primera operación del intelecto com o “aprehensión de las quididades
simples”183 - y distingue tres tipos de intenciones segundas (“simples e
incomplejas”, “compuestas o com plejas” y “más com plejas”) según esta
misma división.
Las intenciones segundas del primer tipo, por ejemplo las de género y
de especie, están fundadas sobre objetos (obiecta) ellos mismos simples e
incomplejos, el animal, el hombre, los cuales, ambos, son “algo simple”
(quid sim píex), un indivisible en el sentido aristotélico del término. Ellas
son simples porque derivan de la primera operación del intelecto que es
la “aprehensión de las realidades sim ples” (simplícium apprehensio). I^as
intenciones segundas del segundo tipo, por ejemplo las de enunciado o
de proposición, están fundadas sobre objetos “compuestos y com plejos”,
es decir sobre la inherencia de un predicado a un sujeto. En este
concepto, ellas dependen de la segunda operación del intelecto que es
la com posición y la división de las realidades simples. Finalmente, las
intenciones segundas del tercer tipo están fundadas sobre objetos “más
complejos”. Son las intenciones que corresponden a un encandenamiento
182 Cí. L. M. de Rijk, “On ihe Genuine Text oí Peter oí Spain’s S m v n u la e lo g ic a le s , II:
S im ó n oí Faversahm (+ 1306) as a Commentator of the Tracts I-V oí the S u m m u l a c ”,
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La cuestión de los universales
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es enunciado del sujeto a razón del ser que él tiene en el alma o “ser cíe ):
intención”, ya sea en el marco de una predicación en la que el predicado '
es enunciado y verificado por el sujeto en cuanto al “ser de esencia”
expresión que Sim ón relaciona directamente con Avicena: “Yo hablo de
los predicados esenciales de los cuales trata Avicena en su Lógica., como
‘(el)hombre es animal’." La distinción de los tres tipos de esse no rechaza
a la intención del género en el mundo de las “ficciones”. Hay en efecto
dos maneras para los términos de designar al esse intentionis1. con o sin
referencia a los impuestos (cum respecfu ad supposita, sirte respecta ad
supposita). El ser de las intenciones puede así ser considerado de dos
maneras. De todos modos, que ella esté o no explícitamente referida a
impuestos, la intención segunda permanece cognidvamente tributaria de
las realidades sobre las cuales ella se funda: “Las intenciones segundas
nos son conocidas solamente por intermedio de las cosas objectuales
(res ohiectas) sobre las cuales ellas se fundan, pues la intelección de esas
intenciones, que es causa de esas intenciones, no puede manifestarse más
que por intermedio de las cosas objectuales.” La realidad de lo universal
está por lo tanto ligada a su “predicahüidad de varios agentes”. Ella se
define por la aptitud, en el sentido que, al ver lo universal aquello que
es “apto por naturaleza a ser predicado de varios”, tiene una realidad
de predicación. El realismo de Simón es el de la predicabilidad de 1a
esencia que hace de ella un “universal reai de predicación” (.universale
reale predicationis): una realidad que no es ni la de una cosa ni ia de una
propiedad en las cosas. La realidad de lo universal es de ser verificable
de otras realidades en cuanto “ser de la intención”, pro esse rntenfíonis186.
I n t e n c io n a l id a d y o n t o l o g ía
186 Cf, T. Yokoyama, “Simón of Faversham's Sophisma Universale est íntentio", Me-
diaeval Studies, 3 1 (1969), p. 1 1 ,
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33.1
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R aúl L t: B retón : la e s t r u c t u r a d e l a in t e n c io n a l id a d y l a p s ic o l o g ía
IN TEN CIO N A L
33.2
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3.1.3
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3 Í4
La cuestión de los universales
que recibe, da lugar a un conocim iento que nos enseña algo sobre el
mundo o algo sobre él mismo. En ese sentido, está claro que Raúl atribuye
una función metalógica a las intenciones segundas y no solamente una
función metalingúística. La misma observación vale mutatis mutandis
para la tercera operación del intelecto. Pero la principal originalidad
del filósofo modista es la de hacer pasar la distinción entre intenciones
: primeras y segundas a nivel de la primera operación del intelecto haciendo
al mismo tiempo jugar la de lo abstracto y de lo concreto en el doble
nivel de la intención primera y segunda. Ciertamente, com o lo observa
Pinborg189, la tríada res, ín tentio ín concreto, intentio in abstracto es un lugar
común de los modistas que se encuentra hasta en Enrique el Gande. Por
otra parte, Raúl no es el único en relacionarla con. el problema de los
accidentes reales - Simón de Faversham lo hace también; sin embargo,
es ciertamente éi quien articula m ejor la problemática de la paronimia
y la de la intencionalidad.
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.316
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317
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!lí Cí. Averroes, In De an., III, coment. 12, ed. Crawford, p. 4 2 7 , 22-23.
,w Cí. Averroes, In De an., I, coment. 8, ed, Crawford, p.1.2, 25-26.
318
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Cl. Guilhem Amaud, Lectura Tractatuum, texto in L. M, de Rijk, “On the Genuine
TexL. .... i y p. 1 5 0 .
319
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320
La cuestión de los universales
321
6
La revolución del siglo XIV
El siglo XIV marca una nueva era en la historia de los universales.
Si la escolástica del siglo anterior había profundizado la naturaleza
del díferendo Platón-Aristóteles com o estructura portadora del gesto
filosófico, lo había hecho desde un punto de vista histórico, en el sentido
medieval del término, es decir taxonóm ico - el de Aristóteles en la
Historia ele ios anim ales. Se trataba de definir, de clasificar y de oponer
“posiciones” y “vías" filosóficas, en el momento más álgido de una práctiva
de aculturación total, de la cual el proyecto de Alberto el Grande, nuevo
Boecio, queda como título de conjunto: transmitir la filosofía griega y
árabe a los latinos. En el siglo XIV, por el contrario, el debate vuelve a
comenzar com o en el siglo XII - ya no más esta vez por ignorancia de
las fuentes o déficit documental, sino sobre un trasfondo de aculturación
acabada. La edad del concordato ha pasado, la del análisis comienza. Un
nuevo debate se inicia.
Dos proyectos dom inan el siglo: el scotismo y el occamisnio. La
historiografía ha distribuido los roles: con Scoto, la afirmacióñ de un
realismo metaíísico impenitente; con Occam, la de un empirismo logicista
en el que el criticismo y el escepticismo se dan libre curso. No entendemos
aquí ni continuar ni discutir la pertinencia de este escenario. Queremos
situarnos en otra parte, es decir en el corazón mismo deldisposiüvo
textual y conceptual aristotélicG-(rieo)platónico del cual hemos seguido
las metamorfosis y las redistribuciones a lo largo de la tmnslatio síudiorum.
El siglo XIV solo es para nosotros una nueva manera de filosofar
con Aristóteles, más precisam ente: una nueva manera de evaluar la
significación y el alcance filosófico del debate de Aristóteles con Platón,
una nueva manera de unir los problemas planteados por Aristóteles y de
comprobar la validez de los modelos encargados de traducir y de organizar
las respuestas dadas en el trabajo teórico cotidiano. Es una filosofía al
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D e Aristóteles a Agustín
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E l fa n ta sm a p a r t ic u la r y la e s p e c ie q u e e s e l fa n ta sm a u n iv e rs a l n o s o n
“o t r o ” r e a lm e n te (a liu d re), d e la m is m a m a n e ra q u e la c o s a u n iv e rsa l n o
e s o tra q u e la c o s a p a rtic u la r. D e la m is m a m a n e r a , la e s p e c ie q u e e s el
fa n ta sm a u n iv e rs a l n o es a b s tr a c ta d el fa n ta s m a p a rtic u la r e n ei n io clo
de u n a s e p a r a c ió n re a l o d e u n e n g e n d r a m ie n to o de u n a m u ltip lic a c ió n
e n e l in t e le c t o , s in o s o la m e n te m e d ia n te u n a s e p a r a c ió n v irtu a l de las
c o n d ic io n e s m a te r ia le s y p a r tic u la r e s y d e u n a p a rta m ie n to ( s e q u e s tr a tio )
d e e sa s c o n d ic io n e s c o n r e la c ió n al fa n ta sm a p a rtic u la r, q u e c o n fie r e
a e ste la c a p a c id a d d e m o d ific a r (v irtu fen i ím m u ta n d i) a l in te le c to , n o
c ie r ta m e n te s e g ú n e sa s c o n d ic io n e s p a r tic u la r e s p a ra q u e e l in te le c to
in t e lija c o m o p r im e r o y p r in c ip a l a la c o sa p a rtic u la r e lla m is m a , lo c u a l
e s im p o s ib le , s in o s e g ú n la r a z ó n d e l fa n ta sm a to m a d o a b s o lu ta m e n te , y
c o m o a b s tr a c to y se p a ra d o d e la m a te r ia y de la s c o n d ic io n e s p a rtic u la re s
de la m a te r ia , p a ra q u e , p o r e s e m e d io , e l fa n ta sm a m is m o e lic ite e n el
in te le c to u n a c to d e i n t e le c c ió n in h e r e n te a l in te le c to e in fo r m a n d o al
in te le c to . N o h a y n e c e s id a d , p a ra q u e él intelija la c o s a u n iv e rsa l, q u e
inhiera e n él o tr a e s p e c ie d e la c o s a u n iv e r s a l199.
329
Alain de Libera
Enrique rompe con la idea según la cual, para ser inteligible en acto,
una intentio debe, según la expresión de Averroes retomada por Tomás,
“cambiar de orden”: pasar del estatuto de intentio imaginata al de intentio
intelecto., del orden imaginal al orden inteligible. Rompe más radicalmente
todavía, y por La misma razón, con la tesis que afirma que una intención
imaginaria no puede jamás ser universal Naturalmente, le da la razón, a
su manera, al problema planteado por Averroes: la imagen de una cosa
sensible solo puede ser individual, pero sortea la dificultad gracias a la idea
de universal confuso. EL movimiento de conocimiento que comienza en lo
sensible no va hacia lo inteligible entendido como lo más universal, sino
hacia lo universal entendido como lo más claro. Es ese desprendimiento
de lo universal, de lo confuso a lo claro, el que realiza la segunda etapa
del conocim iento intelectual - y esto, novedad de importancia, bajo el
imperio (imperio) de la voluntad. Con Enrique, la voluntad se conviene
en un actor epistemológico: es ella quien impulsa al intelecto a superar
el conocim iento confuso, (b) Una vez el esse universale captado, la
segunda etapa del conocim iento consiste, en efecto, en “componer y
dividir”, lo cual no quiere decir formar una proposición, sino combinar,
asociar, distinguir. Se trata de clasificar a la cosa conocida a través de
su esse. inteUigibile en un género y una especie última, por lo tanto de
definirla. Lo definido está en la quididad, el quid est. El concepto en el
que el intelecto forma la definición es un “verbo mental”. Pero nada de
ese proceso de engendramiento del verbo se realizaría sin “el deseo de
aquel que busca”: “EL deseo mediante el cual queremos conocer precede
siempre al nacimiento m ental.” Es porque hay en nosotros el deseo y
ta voluntad de conocer que el verbo mental es producido. Porque hay
también en nosotros memoria en donde el fantasma es conservado.
Entonces, “en el engendramiento del verbo, el intelecto posible, en
estado de simple inteligencia, con su conocim iento simple confuso,
engendrado en él por La especie del fantasma universal y terminado en
el objeto com o conocido por él confusamente", puede, “mediante el
movimiento discursivo de la razón y la iluminación medíante la luz del
intelecto agente”, hacer presentes en acto a las partes de Lo conocido y su
“razón quididativa’’200. Con las mismas palabras que Tomás de Aquino,
Enrique, bajo la influencia de Agustín, del cual toma la tríada psíquica
de ia memoria, del conocim iento y de la voluntad, desemboca así en
2AI Cf. Enrique de Gante, ibid, quaest. 2, K.
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D ’A q u a s p a r i a
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to d a s e x p r e s io n e s s in ó n im a s ( m u lL iv o c a ) d e ‘c o s a ’. Al s o ste n e r, c o n A ris tó te le s
y c o n tr a P la tó n , q u e la ” p r im e r a d e la s im p r e s io n e s primeras”, e l se r, n o era
u n u n iv e r s a l, u n g é n e r o , q u e e l p r e d ic a d o m á s u n iv e rs a l, e l se r, n o era u n
u n iv ersa l, es d e c ir u n o d e lo s d iez g é n e r o s m á s g e n e ra le s a lo s c u a le s A ristó te le s
d a b a el n o m b r e d e c a te g o r ía s , A v icen a h a b ía p o r lo ta n to m o s t r a d o qu e e ra
a n te r io r y s u p e r io r a to d o s lo s g é n e r o s , e s d e c ir a n te r io r a to d a d e te r m in a c ió n ,
e n re s u m e n ‘tra n s c e n d e n ta l’ p ara e m p le a r el té rm in o u tiliz a d o p o r la e sc o lá stic a
p a ra d e s ig n a r ta l p r o p ie d a d 20'5. N o o b s t a n t e , c o rn o a q u e llo q u e s e c o n c ib e se r
(esse), se lo c o n c ib e s e r a lg u n a c o s a (e s s e q u id ) , M a te o d ’A q u a s p a r ta , D u n s
S c o to y m u c h o s d e su s c o n t e m p o r á n e o s lle g a r o n a la c o n c lu s ió n q u e el p rim e r
c o n c e p t o tra ta b a s o b r e el e n te , d e m o m e n t o q u e se o p o n ía a la n a d a , es d e c ir
a a q u e llo q u e n o es n a d a , a a q u e llo q u e n o e s algo. S c o t o , p o r lo ta n to , llega a
d e cir q u e e l p rim e r o b je to d e i in te le c to e s el se r e n e l s e n tid o d e s e r a lg o (quid).
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que para Mateo no es otra cosa que “la esencia o quididad del hom b[t
explicada en palabras”, no se compromete la existencia o la n o -e x is t^ ^ .
del hombre. Contrariamente a lo que sostiene en la misma época Roger
Bacon, aun si no existiera ningún hom bre, la proposición ‘El hombre es
un anim al’ seguiría siendo cierta.
El argumento (b) hace valer un punto capital que muchos autores del
siglo XIV descuidarán. Sea la especie inteligible o sensible de una cosa.
La especie existe. La cosa existe o no existe. Pero ni la especie inteligible,
ni siquiera la especie imaginable o la imagen “representan la existencia
o la no-existencia de la cosa. Aquello que ellas representan, es la cosa
misma absolutamente hablando”. La imagen de Sócrates o de Hércules
pintada en una pared me representa a Sócrates o Hércules, ella no me los
representa como existiendo o no existiendo. En efecto, subraya Mateo,
si el retrato de Sócrates representara solamente a Sócrates existiendo,
dejaría de representarlo una vez Sócrates muerto; recíprocamente, si él
representaba solamente a Sócrates no existente, no podría representarlo
vivo. Tai com o está, es decir existente, “un retrato representa a su objeto
indiferentem ente, ya sea que éste se encuentre vivo o m uerto”.
El argumento (c) descansa sobre la capacidad que ei pensamiento
tiene de h acer abstracción de todo aquello que no es la cosa misma.
Ese poder de abstracción no tiene más nada que ver con la inducción
abstractiva que Aristóteles situaba al término de un largo proceso de
com probaciones y de recuperaciones im aginarias. Es un modo de
conocim iento que de entrada es abstracto. Es una “operación absoluta,
que no tiene nada que hacer con la existencia o la no-existencia de una
cosa, pero se limita a aprehender la cosa misma o su quididad’’. Más
que de conocim iento abstractivo que evoca demasiado a la inducción
aristotélica, es entonces m ejor hablar aquí de conocim iento abstracto,
suerte de reducción fenom enológíca que trata sobre la cosa misma. Para
Mateo, hay un sentido en hablar de la intelección de hombre como no
siendo la representación de ningún hombre en particular, El modo de
conocimiento representacional abstracto no entrega la “representación de
este hom bre o de aquel hom bre”, la de un hombre particular “que estaría
aquí o allá, ayer o hoy”, es una simple captación de hombre.
Este tipo de representación abstracta no tiene ningún existente como
objeto. Cuando el pensamiento capta hom bre, si el hombre en cuestión
existe, “ella capta de una manera tal que ese hom bre existente no es su
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conocim iento intelectual, uno que trata sobre los universales, otro, qü¡=-
él llama “intuitivo”, que trata sobre los singulares.
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“conocer intuitivamente lo que los sentidos conocen” y (b) que él. concoe
también las sensaciones (sensaii.on.es). Las dos tesis están probadas por el
hecho que “el intelecto conoce proposiciones contingentes verdaderas y
silogiza a partir de ellas”. Ahora bien, la “verdad de esas proposiciones ■
concierne a objetos que son conocidos intuitivamente, es decir bajo la
razón de su existencia, que es aquella bajo la cual ellos son conocidos
por los sentidos" (sub ratione existentiae, sub qua cognoscuntur a sensu) ■
Es en ocasión de una reflexión sobre la reminiscencia que Duns Scoto
formula su teoría más original: la intuición intelectual de lo singular. Pero
esa reminiscencia no es la de Platón. Y, otra ruptura fuerte y simbólica
¡ella se opone a Avicena y a su negación de la memoria intelectual! Para
el historiador, esa reminiscencia es un enjambre de símbolos,
Eí h ech o que la teoría sco tista de la in tu ición in telectu al, o -
conocim iento intuitivo de lo singular, sea expuesta en el marco de una
teoría de la memoria y de la reminiscencia tiene un significado teológico
y filosófico. El problema filosófico de la memoria intelectual estaba
planteado desde Avicena, que la rechazaba, pero remontaba a Aristóteles
que, en el De anim a, explicaba la imposibilidad del “recuerdo" después
de la m uerte por una distinción entre el conocim iento intelectual puro y
el conocim iento mediante fantasmas (conocim iento que Averroes había
destacado bajo el nombre de ‘intelecto pasible’, el nombre aristotélico
de la cogitativa en la tradición galénica). El problema teológico estaba
abierto desde el siglo XIII y tomaba una im portancia creciente en la
definición teológica de la identidad personal, esencial para la problemática
de la visión bienaventurada, del conocim iento de las almas separadas
y de la retribución de los actos. Es por io tanto un lugar estratégico de
la problemática del aristotelismo que se exponía allí. El conocimiento
intuitivo de 1o singular no era solo un problema de epistemología
confinado en el marco de los Segundos Analíticos,.II, 19, era un problema
capital para la teoría del alma y la psicología.
Es para resolver la cuestión de la memoria intelectual que Scoto hizo
progresar la distinción entre conocimiento intelectual de lo general y
conocim iento sensible de lo singular reestructurando sobre nuevas bases
la distinción entre conocim iento abstractivo y conocim iento llamado
“intuitivo”. La dificultad de la posición de Scoto - el hecho que solo se
accede a su teoría del conocim iento a partir de su tesis sobre la memoria
- es la expresión de una dificultad en sí, que quiere que la naturaleza del
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del. conocim iento intuitivo que él tiene del acto de aprendizaje que él
está realizando, aquello que Scoto expresa diciendo que (lo que será) el
objeto cercano del recuerdo se imprime en el espíritu como “presente y
en acto” por medio de una especie inteligible, distinta de aquella por la
cual el hecho conocido m ismo (por ejemplo la quididad del triángulo),
a saber (lo que será) el objeto alejado del recuerdo, se imprime en el
alma; (2) que un fantasma permita al espíritu reactivar mediante la
especie inteligible el acto de conocim iento intuitivo que él puede haber
olvidado - es ese fan tasma el que perm ite a la especie inteligible impresa
de manera indeleblede ser recobrada, aun cuando ella ha sido olvidada,
gracias a un proceso de recolección o reminiscencia activa. Ese phantasm a
tiene el estatatuto de causa ocasional , es un estímulo exterior (por ejemplo
la imagen sensible del lugar en el que se efectuó ei aprendizaje o la del
maestro que lo ha conducido), que puede producirse por sí mismo (si a
se vuelve a encontrar en la misma situación) o ser buscado en la memoria
(si él trata de reencontrarla mediante la imaginación). El fantasma es así
el término medio que necesita el espíritu en este mundo para llegar a la
especie inteligible, al rastro mnésíco inteligible, que él no puede volver a
encontraren ia memoria intelectual debido a la sujeción, en este mundo,
del intelecto al conocim iento sensible mediante imágenes.
Hay por lo tanto en efecto un conocim iento directo, intuitivo,
mediante el intelecto en este mundo de sus actos de conocim iento, ya
sea que este conocimiento sea abstractivo, es decir intelectual y orientado
hacia las naturalezas de las cosas singulares independientemente de su
existencia, o ya sea que él sea intuitivo, es decir sensible y 'orientado
hacia las cosas singulares como presentes y existentes. Este conocimiento
intuitivo de los actos es la condición de la reminiscencia y el que descubre
y funda filosóficamente el análisis de las condiciones de posibilidad del
recuerdo, gracias a la distinción entre objeto cercano y objeto alejado.
Esta elevación indirecta no implica que el conocimiento intuitivo de los
actos sea planteado por el filósofo com o un requisito indispensable: si es
planteado por el filósofo, debe formar parte de la experiencia común. Es
una deducción trascendental del conocim iento intuitivo. Pero la manera
en la que él es deducido filosóficamente no significa que él no forme parte
de las condiciones de posibilidad de la experiencia. Se puede así plantear
que, para Scoto, hay conocim iento intuitivo de lo singular: directo en
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Si toda diferencia real es puram ente num érica, la diferencia num érica es
la causa precisa de la diferencia real. Pero todo lo que participa esencial
mente la causa precisa de un cierto efecto participa igualmente [es decir
ex a eq u o , en igualdad] ese efecto. Ahora bien, todas las cosas que difieren
realmente participan igualmente alguna cosa, a saber el hecho mismo de
diferir num éricam ente, ya que todas las cosas que difieren se distinguen
unas de otras y concuerdan en alguna cosa. Por lo tanto, todas las cosas
que difieren tienen una diferencia num érica igual. Por lo tanto, todas las
cosas que difieren tienen una diferencia real igual212.
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no es una lista de cosas unidas unas con otras y diferentes las unas de las
otras por sí mismas214 La consecuencia inevitable y a ios ojos de Scoto,
inadmisible de lo que proclamará el nominalismo del siglo XIV es aquella
a la cual llega (a l): “Si toda diferencia real es una diferenéia numérica,
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■la diferencia entre los géneros y las especies no será más que una simple
distinción de razón".
Los otros cinco argumentos refuerzan la temática de la naturaleza
com ún com o con dición de p osibilid ad : sin ella, no h abría más ni
conservación de las especies naturales, ni parecido real entre singulares de
]a misma especie, ni definición del género como “metro” de las especies
que le están subordinadas; ni contrariedad real en el interior de un
género, ni objeto unitario de las sensaciones, ni sensación otra que de lo
singular - todas consecuencias opuestas a los principios fundamentales
del aristotelismo ( ver recuadro).
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(a3): Si. no hubiera más unidad real que la unidad num érica, no habría
'más parecido real entre las cosas singulares, pues el fundamento y la causa
cercana de todo parecido, es la unidad - argumento que, com o lo señala el
mismo Scoto, permite responder a la objeción que se podría elevar contra
(a 2 ) sosteniendo que el que engendra y el engendrado no tienen entre ellos
una unidad, sino solamente un parecido; si el parecido real supone la unidad
real, no se puede sostener que la univocidad de la generación está solamente
fundada sobre un parecido.
(a4): Si no hubiera m ás unidad real que la unidad numérica, no habría más
unidad susceptible de funcionar com o medida rea! de todas las especies que
pertenecen a un m ism o género, ya que com o lo muestra bien Aristóteles'’ 16,
la unidad del género no es una unidad numérica.
(a5): Si no hubiera más unidad real que la unidad numérica, la contrariedad
no sería m ás una oposición real, ya que “los térm inos prim eros de una
contrariedad no son singulares, sino que importa que el uno y el otro presenten
ellos mismos una cierta unidad". D icho de otra manera: los contrarios son
primero especies opuestas en el interior de un m ism o género. Si no hay más
que I.os individuos que tienen una unidad real, no habrá más oposición real
entre las especies.
(aó) El sexto argumento se subdivide en dos: (a ó l) si no hubiera más
unidad real que la unidad num érica, “el sentido n o tendría más objeto
unitario, ya que no habría más concepto o razón unívoca de los sensibles".
Dicho de otra manera: los sensibles serían radicalmente heterogéneos, no se
percibiría más un objeto sino solamente haces de sensaciones no coordinadas,
(aó 2 ) además, si el objeto del sentido fuera el singular numéricam ente uno,
no se podría sentir (ni por lo tanto pensar) otra cosa más que eí" singular
mismo. Dicho de otra manera: n o habría más ideas generales sino solamente
sensaciones puntuales.
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'La unidad del objeto del sentido no es la unidad universal en ac.to, sino
algo uno en razón de una unidad anterior, a saber real, que mueve el inte
lecto a producir algo com ún, abstracto de tal o tal singular y que depende
de una misma especie más que de especies diferentes - de otra manera
lo universal no sería más que una ficción. De hecho, todo pensamiento
aparte, tal blanco concuerda m ejor con otro blanco que con un objeto
perteneciente a otro género. Es por esto que digo que esta unidad real
que precede al acto de pensamiento es algo de uno en v arios, y no dicho de
v a rios, pues es por el pensam iento que ella se convierte en uno dicho de
v a rios - y es entonces cuando ella es un universal, no antes; pues según
Aristóteles, para que haya universal se requieren las dos condiciones 2!í.
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Queda ei punto (c). ¿De qué se habla? Los habüus son principios, no
conceptos. La cuestión que plantea Scoto a propósito de (c) es por lo
tanto: ¿de dónde vienen los principios? Un ejemplo de principio es De
omní est a ffin n a ü o v el negatio vera: “Para toda cosa, hay una afirmación o
una negación que es verdadera”. Ese principio fundamental de la lógica
es una proposición (p v ~p). ¿De dónde el intelecto saca esa proposición
y de donde conoce que ella est verdadera? La respuesta de Scoto es: en
cuanto el intelecto ha formado los dos conceptos de afirmación y de
negación a partir de lo sensible, es capaz de formular el principio, es
decir de unir los dos términos, de aprehende]' su conexión y de “darle
su asentim iento”. Se podría hilar más fino aun y preguntar de dónele
toma los términos, í.e. los conceptos de la afirmación y de la negación.
Scoto plantea que ellos están formados a partir de lo sensible, no que
ellos están tomados com o sensibles: “Nadie ha visto con sus ojos (per
sensum) la afirmación (haec affirm atío) ni la negación Qictec negatio), es
decir la afirmación y la negación de la que se trata en el principio o, si
se prefiere, la afirmación y la negación en general. A jortiori, nadie vio
jam ás “su disyunción” (separatio). El conocim iento sensible es necesario
para ia formación de los conceptos, pero no para la verdad del principio
compuesto a partir de ellos, pues éste está espontáneamente formado
por el intelecto. Además, suponiendo que se pueda captar mediante
los sentidos la disyunción de los dos términos del principio, quedaría
que este conocim iento experiem enta! sería solamente “La ocasión del
conocim iento del principio y no la causa” ni de su conocimiento ni de su
verdad. Prueba de ello nuevamente es que, si los datos sensibles a partir
de los cuales el intelecto forma sus ideas de afirmación y de negación
fueran falsas, el principio formulado en la ocasión permanecería cierto220.
Aquello que dice Scoto, no es que hay ‘intuición intelectual’ de
los principios, expresión vaga, sino que, en cuanto los términos son
conocidos a partir de los sensibles, el intelecto los compone y asiente
a la proposición asi formada. En otras palabras, ni lo universal ni los
“principios prim eros” son tomados por la inducción de lo sensible.
Si ni los términos del conocim iento científico ni los principios son
tomados del conocimiento sensible, el razonamiento inductivo a partir de
la experiencia sensible no puede engendrar en nosotros un conocimiento
científico, es decir un conocim iento del porqué (propter quid), no un
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simple conocim iento del hecho (quia). La experiencia permite constatar ; ::-
ciertas recurrencias, ciertas conexiones; pero ella no llega más que a un .
conocim iento probable: el saber empírico argumenta p or analogía (per (
simile) que lo que es el caso para un singular lo será para varios, y que ■
aquello que lo es para una gran cantidad lo será para todosz2\ El verdadero
conocim iento científico sigue el orden inverso: no el orden inductivo de
la analogía, que va de lo particular a lo universal, sino el orden deductivo
del análisis, que va de lo universal a lo particular.
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224 Cf. E. Gilson, “Avicena y el punto de partida de Duns Scoto", AHDLMA, 2 (1927),
p. L84.
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w Cf. O. Boulnois, “Réelles intentions: nature com m une et uníversaux selon Duns
Scoto", Revue de M étapkysique et de inórale, 1992/1, p. 25.
Cf. Duns Scoto, Ordinatio, II, disí. 3, § 33,
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Occam y el nominalismo
227 Cf. Cl. Panaccio, “La philosophie du langage de Guillermo d'O ccam ”, in S Efabesen
(ed.), Spracktheorien in Spátantike uncí Mittdalter (“Geschichte der Sprachtheorie"),
Tübingen, Gunter Narr V erlag, 1995, p. 185. Los trabajos de Panaceio, d e l cual la
interpretación de O ccam es, filosóficam ente, la más coherente y ia más sistemática
de toda la literatura reciente, fundan lo esencial de nuestra discusión.
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(a 2 )
Palabras escritas
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Conceptos
subordinación significado
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Tal como los concibe Occam los categoremas mentales se reducen a dos
tipos de términos. En el capítulo 1 de las Categorías, Aristóteles distinguía
tres clases de cosas: los hom ónim os (que tienen un mismo nombre y una
definición diferente), los sinónim os (un mismo nombre y una misma
definición) y los parónimos (cosas que, “difiriendo de otra por el caso,
reciben su apelación según su nom bre”). En la tradición interpretativa
de Aristóteles, ciertos com entadores habían desplazado las nociones de
homonimia, de sinonimia y de paronimia de las cosas hacia las palabras
o los sonidos vocales mismos (cjjcovaí). Los comentadores neoplatónicos
de Aristóteles, de los cuales en primer lugar, Simplicio y Boecio, habían
luego ubicado a la paronimia en posición estratégica, com o el revelador
privilegiado de las relaciones com plejas existentes entre las palabras,
los conceptos y Las cosas: un parónimo era una cosa que recibe de otra
su ser y su nombre. Todos los ejemplos de parónimos eran accidentes.
La misma relación gramatical parecía existir entre sustancias primeras y
sustancias segundas que entre términos accidentales concretos (‘blanco’) y
términos accidentales abstractos (‘blancura’)- Aristóteles habla esquivado
el problema tomando como ejemplo la relación gramática-gramático que,
en la tipología de las Categorías, 2, no causaba dificultad: se trataba en
los dos casos de un accidente, pero el término abstracto Cgrarríática’) era
tomado com o ejemplo de accidente particular (una cierta gramática, es
decir una cierta ciencia gramatical, existe en un sujeto, por ejemplo el
alma de Sócrates, pero no está afirmada del alma de Sócrates: no se dice
‘El alma de Sócrates es esta gramática’) y el término concreto (‘gramatical’)
era tomado com o sujeto de atribución de un accidente universal (la
Ciencia, que está en un sujeto, el alma de Sócrates, pero es atribuida a
otro sujeto, la gramática, se puede decir en efecto: ‘La gramática es una
ciencia’). Además, había distinguido entre dos modos de atribución: la
atribución sinoním ica y la atribución no sinonímica o paronímica. La
atribución sinonímica era definida como la atribución entre cosas “cuyo
nombre es com ún y la noción idéntica”. Ahora bien, era precisamente
también la definición de la sustancia segunda, caracterizada por el hecho
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Uii Cf. C l. Panaccio, “ N o m inalism e occam iste et nom in alism e con íem porain »,
Dialogue, 2 6 (1 9 8 7 ), p. 286.
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Cf. Guillermo d’Occam, Somme de logfque, V" parte, irad. J. Biard, Mauvezm,
T.E.R., 1988 [Ira e d .], p. 87.
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las cosas permite aplicarle la definición que vale para todo signo llam ado
categoremático: “aquello que hace venir alguna cosa al conocimiento y
es apto por naturaleza para suponer por esa cosa” (Summa logicae, I, I)
La suposición, función referencial del signo en el marco de una frase, es
por lo tanto una propiedad de los signos conceptuales mentales así como
de las palabras habladas y escritas. En términos lógicos, Occam plantea
que, fundamentalmente, el lenguaje mental, es decir el pensamiento, está
compuesto por proposiciones, ellas mismas constituidas de términos
(termini), es decir de conceptos (conceptus). Como signos, esos conceptos
tienen propiedades sem ánticas -sign ificad o y referen cia- como las
tienen, en. su orden propio, las palabras (dictiones) que intervienen en
las diferentes lenguas. Las propiedades semánticas de las proposiciones,
verdad y falsedad, dependen de las de los términos. El lenguaje mental
no está sin embargo constituido solo de términos simples, en el sentido
del concepto-signo natural de cosas. Hay una verdadera sintaxis del
lenguaje mental, que presupone una selección de los constituyentes a
conservar sobre la base de criterios semánticos. Siendo el significado
la propiedad fundamental, O ccam cüsLingue primero los categoremas
(que tienen “un significado definido y determinado", finita et certa),
que significan independientemente de un contexto preposicional, y los
sincategoremas, que tienen solamente una función, sintáctico-seniántica,
ya que sin significar nada por ellos m ismos (es decir sin significar
ninguna cosa), afectan la función o la referencia de los categoremas: son
por ejem plo, los “signos de cantidad" (los cuantificadores) tales como
“todo”, “ninguno”, etc., asi como ciertas preposiciones y adverbios,
como “salvo1', “solam ente”, “com o”, etc. La utilización de categorías
gramaticales muestra que se puede, por ese medio, afinar el análisis de
los constituyentes del Lenguaje mental. Allí también, la reducción se opera
en relación a los datos de ia tradición gramática. De las ocho partes de
la frase, Occam elimina tácitamente la interjección y parece considerar
com o redundantes al participio, en relación al verbo, y al pronombre,
en relación al nombre. Quedan así, en principio: el nom bre, el verbo, el
adverbio, la conjunción y la proposición. De los accidentes del nombre,
conserva el caso y la cantidad, duda en conservar la comparación y la
cualidad, y elimina francamente al género y a la figura, reservados a la
lengua hablada y escrita. De los accidentes del verbo, elimina también
las distinciones de conjugación y de figura, propias de las lenguas
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significa nada” (es lo que le permitía excluir de significado los térm inos:
sincategorem áticos). Pero agregaba al significado así definido una
capacidad referencial extraproposícional, la “suposición natural”, definida
como “la acepción de un término común para todos aquellos por los
cuales es apto por naturaleza a ser participado" (lo que le permitía oponer
la referencia extraproposicional de un término como ‘hom bre’ a todos los
hombres pasados, presentes y futuros a su referencia intraproposicional
la suposición dicha “accidental”, en la cual la capacidad referencial estaba
reducida a las entidades, “exigidas por el predicado”, por ejemplo un
verbo en pasado o en futuro).
Otros autores aun más explícitos, definían la suposición natural como
aplicándose a todos aquellos “que son, han sido o serán participantes
de la forma común a partir de la cual el término ha sido impuesto”235.
Al transferir la referencia a los conceptos, no a las solas palabras escritas
o habladas, al elim inar la m ediación de la “forma com ún” y de la
participación, Occam atacaba al realismo de los universales en su base
misma: al realismo del significado y de la imposición. La doctrina de la
im posición de los nom bres m ediante la form a com ún transmitía un resto
de platonismo, muy precisamente la doctrina de las Formas epónimas,
pieza maestra de todos los platonismos medievales. Es lo que eliminaba
la redefinición puramente exLensional del significado. Pero, en la medida
en que el significado era directamente atribuido en primer lugar a los
conceptos mentales mismos, es todo el edificio del realismo fundado sobre
la relación indirecta de las palabras habladas o escritas con las cosas, por
intermedio de una entidad abstracta (concepto quid.itati.vo), el que era
cuestionado. De esta manera, la doctrina de los universales de Occam
tomaba un lugar particular en 1.a alternativa abierta hasta entonces frente
al realismo: era nominalista, en la medida en la que reducía los universales
a nombres comunes, pero era también conceptualista, en la medida en la
que esos nombres comunes eran conceptos, más exactamente un sub-
conjirato de los conceptos mentales - de los signos conceptuales, ya no
más naturales, sino convencionales.
2J’ Cf. Nicolás de París, Sum m ae M eten ses, ed. de Rijk, p. 458.
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Una intención del alma es “algo que, en el alma, está allí (natum), para
significar otra cosa". Volviendo sobre la teoría aristotélica de las palabras,
de los conceptos y de las cosas, O ccam subraya la primacía de la que
goza, según él, el concepto del punto de vista semántico. Reformulando
en un sentido occamista el texto del De interpretatíone, plantea por lo
tanto que las palabras escritas son signos secundarios con respecto a las
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Cada vez que alguien profiere una proposición vocal, form.a pri mero en la
conciencia (infenus) una proposición mental, que no pertenece a ninguna
lengua, ya que m uchos hom bres forman frecuentemente en su conciencia
proposiciones que ellos no saben expresar a causa de las insuficiencias
de su idioma. Los elem entos de esas proposiciones m entales se llaman
conceptos, intenciones, sim ilitudes e in telecciones23-'
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■JHI Cí. Fierre d’Espagnc, Tractatus VI, §7, ect. De Rijk, p. 82,
Cf. Pierre d'Espagne, Tractatus VI, §5, ed. De Rijk, p. 81.
394
La cuestión de los universales
no, evidentemente, una cosa singular fuera del alma, o un sonido vocal,
o una palabra escrita o cualquier otra cosa que se pueda imaginar - por
ejemplo una cosa universal fuera del alma). Pero el término oral, ‘hombre’
no por eso es tornado significativamente. De hecho, él no significa la
intención mental, él le está solamente subordinado como signo y ambos
significan la m ism a c o sa : los hom bres individuales que existen fuera del
alma. Ya no es por lo tanto solamente insuficiente, sino/also decir, como
lo hacían, los lógicos del siglo XIII y, más tarde, el gran adversario realista
de Occam en Oxford, Gauthier Burley, que hay suposición simple “cuando
un término supone por su significado” (pro suo sig n ifíca lo ); la suposición
es simple cuando el térm ino supone por una intención del alma que,
h a b la n d o co n p r o p ie d a d , no es ju s ta m e n te el sig n ific a d o del té rm in o , ya que
ese término “significa verdaderas cosas” ( aquí, los hombres individuales)
y no conceptos mentales.
Este caso es diferente del enunciado (3), en el que la palabra oral
‘h om o' es tomado en suposición material. Tal com o la redefine Occam,
hay suposición material “cuando el término no supone significativamente,
sino por un sonido vocal o para un signo escrito”. La suposición material
comprende el rasgo característico de la suposición simple (en el sentido
occam ista): no está tomada significativam ente. Ella se distingue de
esta, no obstante, por el hecho que el término tomado en suposición
simple no supone para un elemento del lenguaje menta! (un concepto),
sino para elementos del lenguaje convencional (una palabra oral, o una
palabra escrita). En el enunciado (3), ‘hom bre’ supone para .él mismo
sin significarse él mismo. Lo mismo sucedería con (3’) h o m o 'scríbitur
(“hombre es escrito’’), en el que el término 'hom bre’ supone para aquello
que está escrito. Esta observación lleva a Occam a constatar que los tres
tipos de suposición distinguidos (personal, simple, material.) convienen
tanto a las palabras escritas como a las palabras orales, y a los términos
mentales com o a los términos vocales o escritos.
Es por lo tanto igualmente falso decir, como lo hacían ciertos lógicos
del siglo XIII, que se habla de suposición “personal”, porque el término
supondría por una persona (un individuo), de suposición “simple”,
porque él supondría por “alguna cosa sim ple” (una forma com ún), y
de suposición “m aterial”, porque él supondría por una maLeria (fónica
o gráfica).
395
Alain de Libera
(c)A nivel del. lenguaje convencional, la palabra oral ‘hom bre’ se refiere
a ella misma.
(d) A nivel del lenguaje m ental la palabra m ental ‘hom bre’ refiere a la
palabra oral que le está subordinada.
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Alain de Libera
Algunos dicen que hay suposición sim ple cuando un sonido vocal su
pone por el concepto según el cual él ha sido im puesto, y suposición
material cuando él supone por él mismo o alguna cosa similar. Se puede
autorizar esto, pero no me preocupa, pues yo Hamo a al uno y al otro
‘suposición m aterial’’43.
245 Ibid.
246 Cf. A. M aierü , Terminología lógica della tarda scolasLíca, Roma, E d iz io n i d e il’Ateneo,
1972, p. 2 95-298.
w Cf. Alberto de Sajorna, Quaest. In artera veterem. ín Porp}t., quaest. 3, 247, Ed. A.
Muñoz García, M aracaibo, Universidad ciel Z u lia , 1988, p. 250.
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m Cf. Guillermo d’Occam, Sumiría logícele, III, 4, 3, ed. Ph. Boehner, G. Gál, S.
Brown, in Opera philosophica, I, The Franciscan Institiiie, St. Bonaventure (N. Y.),
1974, p. 758. Cf.. también, ibicl, II, 4, p, 264-265.
400
La cuestión de los universales
2-wEl sistema formado por la regla según la cual un predicado de segunda intención
pone a su sujeto en suposición material y la regla según la cual toda palabra que
supone materialmente es del género neutro, era-visto como típicamente buridaniano
por los adversarios parisinos del buridanísmo, los “albertistas”, discípulos de Alberto
el Grande. Se puede evocar aquí el testimonio de jean de Maisonneuve, que le dedica
un largo desarrollo analizando la diferencia entre las proposiciones milla unió est
subiectum y nulla ‘unió’ est suiñectum. Cf. sobre este punto, Jean de Maisonneuve,
Commentum aureum, 1 , 1 ; ras. Erlangen 650, f “ lvb-2va, con las observaciones de Z.
401
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El térm ino hom bre tomado materialmente es del género neutro, como
la palabra omne. Por lo tanto, hay que conceder la frase ‘Omne homo est
species’, pues su sentido es; ese térm ino ‘hom bre’ es una especie Qlste
terminus hom o est species’), y todo aquello que le es sim ilar en el nivel
oral, escrito o mental es una especie. En cambio, esa proposición , ‘Omnis
homo est species’, debe ser rechazada, pues ella significa que no hay un
hom bre m una m ujer que no sea una especie, lo cual es falso,!51.
Kaluza, Les Querelles doctrínales á Paris, Nomínaiístes et réalistes aux confuís des XlVet
XV siécles (« Quodlibet », 2), Bérgamo. Lubrina, 1988, p. 116, nota 48.
230 Cf. jean Dorp, Peruiíle Compendium totius logice, ed. de Venxse, 1499, í" H 5ra.
2=1 Cf. Alberto de Sajorna, Peruíilfs Lógica, I, 13.
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El térm ino hombre tomado materialm ente es del género neutro, como
la palabra omne. Por lo tanto, hay que conceder la frase 'Omnc hom o est
species', pues su sentido es: ese término ‘hom bre’ es una especie Císíe
term inas hom o est species’), y todo aquello que le es sim ilar en el nivel
oral, escrito o mental es una especie. En cam bio, esa proposición, ‘Omnis
hom o est species’, debe ser rechazada, pues ella significa que n o hay un
hombre ni una m ujer que no sea una especie, lo cual es falso2’ 1.
Kaluza, Les Querelles doctrínales a París, N om inalista et realistes aux confins des XlVet
XV síteles (« Quodiibet. », 2), Bérgamo, Lubrina, 1988, p. 116, nota 48.
Cf. je an Dorp, Perutile Compendium tothis logice, ed. de Vemse, 1499, í" H.5ra.
¿5i Cí. Alberto ele Sajorna, Perutilis Lógica, I, 13.
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I n t u ic ió n y a b s t r a c c ió n
2,4 Cf. Cl. Panaccio, “ In tu ició n, abstraction e l langage m ental dans la thérie occamiste de
la connaissance *, Revue de métaphyslque et de morale, 1992/1, p. 63.
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D e la sensación a la abstracción
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real del espíritu”, una cualidad del alm a, un acto cognitivo que no tiene
existencia “objetiva” (en concepto de puro y simple objeto “intencional”),
sino solam ente una existencia “subjetiva” in a n im a, es decir como
“cualidad realmente inherente de un sujeto”: el alma. Como a menudo,
esta teoría es concebida por Occam com o conforme a la de Avicena. De
hecho, es una reinterpretación, a partir de la teoría del signo-conceptual,
de lo que Avicena había tratado de pensar a nivel de la intentio: un doble
estatuto a la vez universal y singular de lo universal.
Hay que decir que todo universal, sea cual sea, es ciertamente una cosa
singular, pero solamente en el sentido de universal por significación,
es decir porque es signo de varias cosas. Es lo que dice Avicena en la
M etafísica, Libro V: “Una forma que está en el intelecto está en relación
con 1.a m ultiplicidad; bajo este aspecto es un universal, ya que es una
intención mental cuya relación con las cosas a las cuales ella se remite
es in v ariab le...” Y prosigue: “Aunque universal en su relación con los
individuos, esta forma, llevada al alma racional en donde ella está impresa,
es individual. En efecto, ella no es más que una de entre las formas que
están en el pensam iento”. Lo que él quiere decir es que lo universal es
una intención singular del alma misma, apta para ser predicada de varias
cosas. Dicho de otra manera: es porque ella es apta a ser predicada de
varias cosas, no para representarse a ella m ism a, sino para representar
la pluralidad en cuestión, que ella es denom inada universal. En cam bio,
en tanto ella es una forma que existe realmente en el intelecto, ella es
denom inada singular260.
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41.0
La cuestión de los universales
La primera parte de una definición [que expresa aqueilo que es una cosa,
el quid reí], en la ocurrencia el género, no puede ser demostrada ni a
priorí ni a posterior! de lo definido. No se puede, por ejem plo, dem ostrar
que el hom bre es un animal, una proposición de ese tipo es recibida
sin silogismo, mediante el canal del conocim iento intuitivo. Por esto, al
existir los conceptos de ‘hom bre’ y de ‘aním al’existiendo en el intelecto,
ante la vista de un hom bre individual se sabe enseguida que el hombre
es un animal. No es que esos conceptos preceden al conocim iento in
tuitivo del hom bre - de hecho, el proceso es el siguiente: el hombre es
conocido prim eram ente por uno de los sentidos particulares, luego ese
mismo hom bre preciso es conocid o por el intelecto y, desde que él es
conocido, se tiene un conocim iento general y com ún a todo hom bre (omni
homini). Este conocim iento es llamado concepto, intención, pasión, el
cual concepto es com ún a todo hom bre. Desde que ese concepto existe
en el intelecto, enseguida el intelecto sabe que e.1 hombre es alguna cosa,
sin proceso discursivo (sine discursu). Luego, una vez que se ha aprehen
dido otro animal u otros animales, un conocim iento general [aplicable]
a todo animal es eliciiado, y ese conocim iento general [aplicable] a todo
anima] es llamado 'pasión’ o ‘intención del alma’ o ‘concepto’ com ún a
todo animal. Desde que ese concepto [el concepto de animal].>existe en
el alma, el intelecto puede com ponerlo con el concepto precedente [el
de hom bre], y en cuanto están com puestos por medio del verbo ser,
enseguida el intelecto asiente a ese com plejo, sin ningún silogismo. Y es
así que toda proposición de este tipo, en la que el género es predicado
de lo definido en el sentido más propio del térm ino, es obtenida sin
recurrir a un silogism o265.
411
Alain de Libera
hay imagen simple de lo singular, no hay nom bre propio entre los
conceptos abstractivos incom plejos. La imagen, que tengo en mente, de
una cosa singular, por ejemplo de Sócrates, gracias al acto abstractivo
simple, que hace abstracción de su existencia como de su no-existencia,
representa “de la misma manera todo aquello que es máximamemente
similar” a Sócrates. Esta imagen, este concepto, este acto es por lo tanto
general en el sentido en el que él puede, en principio, representar a
“todos los individuos que son máximamemente similares” y no es un
“concepto más propio de uno que de otro” ( Quodlibet V, quaest. 7 ),
Naturalmente, un tal concepto abierto puede ajustarse a Sócrates en
su aplicación, pero no por ello se hace más simple: por el contrario,
“el conocim iento abstractivo propio” está “compuesto por [términos]
sim ples” (Q uodlibel I, quaest. 1 3 ), com o una suerte de descripción
definida en el sentido moderno del térm ino266. El acto abstractivo simple
es siem pre universal; el conocim iento abstractivo propio, siempre
compuesto. En esa reciprocidad reside en principio fundamental de la
teoría de los universales: todo concepto específico es un acto abstractivo
simple, porque todo conocim iento abstractivo es común y no singular.
El proceso de formación de lo universal no es diferente del proceso de
abstracción en el sentido del acto abstractivo simple, es la formación
de un concepto mental universal “por significación” porque es signo
conceptual de una pluralidad: la pluralidad de las cosas máximamente
similares a la cosa cuya aprehensión directa, el conocimiento intuitivo, ha
engendrado al “primer conocim iento abstractivo”, sobre el cual se basa
todo el mecanismo de representación esquemática. La abstracción en el
sentido de abstracción con relación a la existencia o a la no-existencia
es la abstracción con relación a la singularidad, en la medida en la que
ella es producción de un signo-conceptual predicable de varias cosas
máximamente similares. Abstracción con relación a la singularidad no
significa por lo tanto abstracción a partir de singulares. El concepto
general no es abstracto, tomado de los singulares, en el sentido de ia
inducción abstractiva aristotélica, es un concepto que es abstraído de la
singularidad, es decir común a varios porque él es abstracto respecto de
la existencia o de ia no-existencia a partir de un solo individuo, como
un término mental, a la vez concepto, signo y conocim iento abstractivo,
que puede suponer en una proposición mental por todas las cosas que
266 Cf. Cl. Panaccio, “intuition, abstraction.. p.70.
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La cuestión de los universales
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¿£24
La cuestión de los universales
cual quiere decir (R ía): que ellos no son esas cosas (asi como tampoco un
signo es su significado); y (R lb ): que ellos no son tampoco partes de cosas
(así com o tampoco un sonido vocal es parte de su significado”). (R íe):
“Son solamente (términos) predicables de las cosas”, no por sí mismos,
pues “cuando un género es predicado de una especie, ni el género ni la
especie suponen por ellos m ism os” (puesto que tienen un.a suposición
personal, y no simple, y suponen así, normalmente, para sus significados
que son cosas singulares), “son predicados de las cosas por los cosas
mismas que ellos significan”. No obstante (R ld ): si los conceptos mentales
son los géneros y las especies, los “sonidos vocales que corresponden”
a esos conceptos pueden ser también llamados géneros y especies, en la
“medida que", según la institución convencional: “Todo aquello que es
significado por una intención o un concepto en el alma es significado
por un sonido vocal y recíprocamente. ”Ese último punto corresponde
a la distinción marcada en la Sum m a logícae entre lo universal como
signo-conceptual natural y lo universal com o signo-vocal convencional.
Debe saberse que hay dos tipos de universal. Hay aquello que es natural
mente universal, es decir aquello que es naturalmente signo predicable
de varias cosas, por ejem plo, guardando las proporciones, en el sentido
en que: el humo significa naturalmente el fuego; el gemido del enfermo,
su dolor; la nsa, una alegría interior. Ese universal [del cual hablo] no es
nada más que una intención del alma: por lo tanto, ninguna sustancia,
ningún accidente extra-m ental son un tal universal Es ese tipo de uni
versal del cuai se tratará en los siguientes capítulos.
Elay otro universal: aquello que es universal por una institución voluntaria.
Es el caso del sonido que se pronuncia, Es verdaderamente una cualidad
num éricam ente una, y es un universal en la medida en que es un signo
que ha sido voluntariamente instituido para significar varias cosas. Un tal
sonido siendo llamado común, nada impide llam arlo tam bién universa!..
No obstante, hay que ver bien que él no tiene esto de su propia natura
leza de cosa, sino solam ente de la buena voluntad de aquello que lo ha
instituido [como signo dotado de un significado convencional]265.
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y todos los universales de ese tipo son no corpóreos”, pues “ellos no están
más que en el espíritu, en el cual no hay nada corpóreo".
(3) (Q 3): “Si son. incorpóreos, ¿están separados de los sensibles o
en los sensibles?" (R3): los universales no son ni en los sensibles, ni de
la esencia de los sensibles, ni partes de los sensibles, pues ellos no son
ni. partes de las sustancias ni de la esencia de las sustancias, pero hacen
solamente conocer la sustancia de las cosas, com o los signos hacen
conocer sus significados.
416
La cuestión de los universales
de tas cosas, y (b) en las cosas. Es por lo tanto contre lo universal in re,
aquel que Gilíes de Rome llamaba señaladamente “lo universal según
Aristóteles”, que Occam concentra sus críticas, toda vez que los diversos
realismos criticados com parten el presupuesto que a dos conceptos
distintos deben corresponden dos entidades distintas potencialmente,
formalmente o realmente2' 1. La crítica del realismo tal com o la inicia
Occam está ampliamente centrada en el problema de la distinción. Esto
es lo que hace decir, tratándose de su crítica de Scoto, que “el punto
principal de su ataque se centra principalmente en la distinción formal” y
“no toca al estatuto de los universales más que por vía de consecuencia”
y tratándose del sentido de su intervención en general, que “el principal
adversario de Occam sobre la cuestión de los universales no es Scoto,
sino Enrique de Harclay", cuya Leoría de que “la naturaleza com ún es una
res distincta que tiene una universalidad actual” está “en las antípodas de
la teoría scotista de la formalidad"272.
El argumento de la crítica occamista de los universales iniciada en el
campo de la distinción ha sido perfectamente reconstruido por M, McCord
Adams273: exposición de la teoría scotista de la distinción formal (que
descansa sobre el principio (1 4 ) que “la naturaleza y la diferencia que
contrae son formalmente distintas o no formalmente idénticas”); crítica
occamista de la distinción formal, exposición de la teoría burleyana
de la distinción r e d (basada sobre dos tesis: (T 2 ”)Los universales son
realmente distintos de los particulares; y (T5)Lo universal según él mismo
todo entero existe en cada uno de sus particulares y no está multiplicado
n um éricam ente por su existencia en particulares num éricam ente
distintos); críticas de Burley por Occam y Enrique de Harclay; exposición
de la tesis de Enrique de Harclay (ver recuadro); críticas de Enrique de
Harclay por Burley y Occam ; exposición de la teoría de Occam: (T6) Todo
lo que existe realmente es esencialmente singular, es decir lógicamente
incapaz de existir sim ultáneam ente en, como un constituyente de varias
cosas numéricamente distintas.
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La cuestión de los universales
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de tal manera salvar aquello que el realismo quiere ante todo fundar: la
existencia de una comunidad real. Tal como la formula In l Sententiam m
(díst. II, quaest. ó), la critica occamista del scotismo descansa, tal como
se ve, sobre un principio exactamente opuesto al principio (= a l) sobre
el cual Scoto mismo había fundado toda su exposición en las Quesíions
tres su.bti.les sur la M étaphysique, haciendo valer que, “si toda diferencia
real fuera una diferencia numérica, la diferencia entre los géneros y las
especies no sería más que una simple distinción de razón”.
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260 Cf. Gauthier Burley, Expositw in libros artis veterís, ín Caí., p ro ern ., ed. Venetiis,
1 5 0 9 , f° 18ra.
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283 Cl. Jean, Sharpe, Quaestio super uníversalia, ed. Conti, p. 51, 13,
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Tesis de Je a n Wyclif
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I.2 . cread o
1.2 .1 . p o d er causal de las In teligen cias
1.2 .2 . p od er cau sal de lo s C u erp o s celestes
II. U niversal de com unicación/in re
II .1. quiditativo ( quid est)
11.1.1. m ed iatam ente: género
11.1.2. p rim eram en te y m ed iatam en te: gén ero gen eralísim o
11.1.3. secu n d ariam en te y m ed iatam en te: gén ero interm ed iario
11.1.4. in m ed iatam en te: esp ecie esp ecialísim a
I I.2. calificativo ( quale. est)
11.2.1. cualid ad esen cial: diferencia
II. 2 .2 , cualid ad accid en tal: p ro p io , accid en te
III. U niversal de representación/de significación/concepto/posí rem
H a c ía u n n uevo re a lis m o
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La cuestión de los imiversales
El lugar de la concordia
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como con c y recíprocamente; y que por lo tanto (ii) por ellos mismos a
y b no concuerdan más que a y c.
Según Sharpe, la conscquentia (i)-(ii) es evidente: en efecto, a y b no
concuerdan así com o a no concuerda con b (cum b), y recíprocamente.
Ahora bien, se acaba de plantear que a concuerda tanto con b como con
c , ya que (y es el assumptum de la consecuencia) “por todo él mismo
(se toto) a corm ene con b y por todo él mismo a conviene con c". Por
lo tanto, si no hay en lo real algo asignable en el que a concuerde más
con b que con c, es necesario admitir que por ellos mismos a y b no
concuerdan más que a y c.
Para com prender la crítica de Sharpe, hay que ver en qué sentido
se puede decir que por él mismo a no concuerda más con b que con c.
¿Cómo llegar a esa total distorsión de la tesis occamista? Sharpe responde
discutiendo una objeción: deja la palabra al nominalista, quien retruca
- aquello que es su doctrina reducida a PLB - “que por él mismo a
concuerda más con b que con c”. A lo cual Sharpe abre una alternativa:
si por él mismo a concuerda más con b que con c, esto proviene de a
mismo, ya sea de una diversidad en la relación que a mantiene con
todas las cosas con las cuales él concuerda. La primera respuesta no es
admisible, pues ei mismo como mismo no puede ser causa de diversidad.
Queda la segunda. Pero, si el nominalista se lanza hacia ella, prueba lo
contrario de su tesis. Si hay una relación o una relación diversificada en
el acuerdo existente entre a y las cosas con las cuales él concuerda, y esa
diversidad no está en a, está necesariamente en otra cosa. Alguna cosa
por lo tanto debe causar esa diversidad. De tal manera, hay alguna cosa
en la cual a concuerda con ciertas cosas y n.o con otras.
Todo descansa aquí sobre una premisa no expresada: a y c no son por
todo ellos mismos (se toto) diferentes, muy por el contrario, por todo ellos
mismos ellos no concuerdan menos que a y b (ya. que el hombre a y el
asno c son ambos animales). ¿Cómo, en esas condiciones, establecer que
ellos “difieren por todo ellos m ism os”? ¿Cómo sostener que el animal a
y el animal b concuerdan más que el animal a y el animal c, si el animal
a no concuerda más con el animal b que con el animal cl Si por él solo
a concuerda con b y similarmente concuerda también por él solo con
c - lo cual, es el caso, ya que no hay nada por agregar o, por quitar en
a para que él concuerde por él mismo con b o c - todo aquello que es
realmente causa del acuerdo de a con b será también realmente causa
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Para todo aquello que es del punto (A), el Anonymus Liberamis (ms.
Paris, Nat. Lat. 1 6 1 3 5 , fos 35va-3óra) puede servir de guía. En ese texto,
la proposición sofismáüca Aliqua in eo quod conveniunt differunt sirve para
comprobar la validez de una regla lógica según la cual una reduplicación
puede hacerse ya sea en razón de la materia, o “conveniencia”, ya sea
en razón de la forma28’ . En curso de discusión, otra regla es sometida al
exámen: la reduplicación se hace siempre en razón de la forma - ya sea
en razón de la forma sustancial, ya sea en razón de la forma accidental.
Criticando esta distinctio, el autor anónimo del sophism a introduce uno
de los presupuestos lógicos del problema tratado por Jean Sharpe en
su ratio la . Hay, dice él, dos clases de formas: primeramente, la “forma
universal”, que es “causa y principio de conveniencia y de unidad” - es
de ella que Porfirio escribe que “por participación a ia especie varios
hombres hacen un hom bre” (Isagoge, 6); segundo, la “forma propia de
285 Cf. Ms. Nat. Lat. 1 6 1 3 5 , f“ 35va-36ra, texto y análisis en A. de Libera, César,
et le Phéníx, Distinctiones et sophismata paristeis du XIIIa siecle (« Centro di cultura
medievale », IV), Pisa, Scuola nórm ale susperiore - Florencia, O pus libri, 1991,
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D efen sa de la c o m u n id a d real
(i) Dos hom bres sean cuales sean (omnes dúo homines) concuerdan
realmente en alguna cosa esencial en la que un hombre y un asno
no concuerdan.
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Prueba de la mayor:
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Por lo tanto (i) Dos hombres sean cuales sean (pmnes dúo homines)
concuerdan realmente en alguna cosa esencial en la que un hom bre,
y un asno no concuerdan.
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El quiasm a Platón-Añstóteles
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desclavar y sacar del encierro todos los libros que habían sido precintados
y clavados en los colegios de la universidad de París”. El episodio, bien
conocido, pone un térm ino oficial a un asunto que, ya se ha visto,
dura hace mucho tiempo. Los nominalistas mismos nos han dado de
esto su propia lectura, gracias la M émoire de 1474, suerte de 'panfleto
político’ encargado de defender su causa ante el rey denunciando las
“cuatro persecuciones” infligidas a los Nominales después de la aparición
de Occam: la llamada del Venerabilis inceptor en Aviñón y su proceso
inconcluso (1 3 2 4 -1 3 2 8 ), la expulsión de los nom inalistas de Praga
(1 4 0 9 ), su huida de París (1 4 0 7 ) y, para terminar, la real orden de 1474
(cfr. Ehrle, 1925). Al seguir este argumento, simplificándolo, muchos
historiadores han hecho de la crisis de 1474 la culminación de un largo
proceso iniciado con los dos estatutos “antioccamistas” decretados por la
facultad de las artes de la universidad de París en 1339 y 1340. La realidad
de esa larga marcha con tra el occamismo es actualmente discutida. Gracias
a los trabajos de Zenón Kaluza, es no obstante posible de poner un poco
de orden en este asunto.
La primera crisis, que tiene lugar en 1 3 3 9 -1 3 4 1 , es menos transparente
de lo que se ha dicho. Su prim er episodio, el estatuto del 25 de
septiembre de 1339, que prohíbe enseñar tanto públicamente como en
privado la doctrina de Occam , que prohíbe incluso citar sus escritos,
carece singularmente de considerandos. El estatuto reanima una vieja
disposición de 1276 sobre la institución de la “lección privada” y se
limita, para el resto, a una jurisprudencia sin compromiso filosófico
explícito: ya que las doctrinas de Occam no han sido jamás oficialmente
examinadas, nada dice que ellas sean irreprochables - se pasa por lo
tanto, sin esfuerzo alguno, de la ausencia factual de puesta en exámen a
la presunción virtual de heterodoxia. La cuestión de fondo no es tratada.
Es recién el 10 de octubre de 1341 que, prolongando el estatuto de
1339, la facultad instituye un juram ento antioccamista que afecta un
poco a la doctrina, ampliando, en nombre de Aristóteles y Averroes, la
reprobación de la scientia okam ica a toda concepción similar: “Ustedes
jurarán observar los estatutos promulgados por la facultad de las artes
contra la ciencia occam ica y no sostener de ninguna manera dicha
ciencia y sus sem ejantes, sino solam ente la de Aristóteles y de su
comentador Averroes y de ios otros comentadores e intérpretes antiguos
del mencionado Aristóteles”. Ofensivo en su contenido, el juramento
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2ISI Cf. Z. Kaluza, "Les étapes d’une controverse. Les nominalistes et les réalistes
parisiena de 1339 á 1482 », in A. Le Boulluec (ed,), La controverse religieuse et ses
form es, París, Ed. du Cerf, 1995, p 304
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artes ceden a las presiones del papa Benito XII para censurar en general
la enseñanza de un maestro en esa época políticamente comprometido
con Luis de Baviera en su lucha contra el papado208, y (2) que. el estatuto
de 1340, de inspiración buridanista, está dirigido contra un grupo de
maestros que aplican sin discernimiento a Sos textos ciertas herramientas
sem ánticas corrientes más o menos directam ente provenientes del universo
conceptual occamista.
¿La crisis de 1 4 7 4 está m ejor sostenida en la cuestión, de fondo?
Se puede dudar, Ciertamente, se conoce a sus primeros protagonistas,
en particular el rol desem peñado por el confesor de Luis XI, Jean
Bouchard, futuro obispo de Avranches, en las reuniones destinadas a
preparar el documento del 1° de marzo. Pero si las consecuencias de
esto son tangibles (retirar los libros de los nominales de las bibliotecas
o, por lo menos, clavarlos a los pupitres para impedir su consulta),
los considerandos del edicto de Senlis perm anecen doctrinalmente
imprecisos: flota una sospecha de herejía que no argumenta ninguna
acusación precisa; proponen constituir una com isión encargada de
exam inar los contenidos, pero m ientras, se conform an con renovar
el juramento de 1341. En cuanto a las razones que hacen que Luis XI
vuelve atrás luego sobre su decisión, solo el preboste de París y el rector
tuvieron conocimiento de ello, pero oralmente (“El señor nuestro maestro
os hablará de ello más largamente y. de las causas que mueven al rey a
hacer esto”) - en ese sentido, el procurador de la nación picarda resume
bien todo el asunto cuando escribe que el rey “ha probido la doctrina de
los Nominales en 1 4 7 4 por razones precisas (certis de causis)” y que ha
levantado ia prohibición, “por otras razones más precisas aún (certioríbus
alus causis)”. Queda que el edicto real prohíbe efectivamente toda una
corriente de pensamiento, el nominalismo en Lodos sus estados, y no
más a la sola “secta de O ccam ”, no más en la universidad de París, sino
en todo el reino y en. todas las universidades.
El nominalismo explícitam ente probido en 1474 ¿tiene la menor
relación con las tesis “occam istas” censuradas en París en el siglo XIV?
Al leer los documentos disponibles, estamos obligados a constatar que,
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289 Cf. sobre este punto, A. de Libera, Penser au Moyen Age (“Chemms de pensée"),
París, Ed. du Seuil, 1991.
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Si hubiera que lim itarse a los aspectos institu cion ales, el n eo-
albertism o aparecería com o la realización formal del juram ento de
1341. Adversario encarnizado del nominalismo buridamano, el líder
del albertismo parisino, Jean de Maisonneuve es, en efecto, el primero
en practicar en grande un antinominalismo ordinario fundado sobre
la técnica del boicot, negándose a disputar con el adversario para
neutralizarlo en el campo de la institución. Esta política de la acción
no com unicacional está sin embargo acompañada por una elaboración
teórica. Es ella la que nos interesa aquí.
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¿ÍK Cf. Dietrích de Freiberg, De cognlttme entium separatorum, 79, 3, ed. Stefan, in Opera
omnia II: Schrjfien zur Metaphyisik und Theologíe,.., loe. cit„ p. 242
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“formal”, que hace de él una naturaleza predicable de varios, Los dos sin
embargo emanan de la esencia simple.
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Conclusión
En 1913, en sus Ensayos sobre la historia general y com parada de las
teologías y de las filosofías m edievales, Picavet al responder a Cousin y a
Hauréau, cuestionaba el rol central desempeñado hasta entonces por el
problema de los universales en la historia del pensamiento de la Edad
Media, pues no se podía, según él, “legítimamente volver a poner en las
discusiones sobre los universales las investigaciones de los árabes y de
ios judíos de Oriente y de O ccidente, de los bizantinos e incluso de los
cristianos occidentales de los siglos VII y V III”, ni “con mayor razón de
todos los filósofos medievales". No estaba equivocado: no toda la Edad
Media se reduce a la querella de los universales. Pero su preocupación
por la pluralidad lo llevaba dem asiado lejos: hasta desconocer la
naturaleza del rol desempeñado por la “querella” en la formación del
universo epistémico desplegado por la translatio studiorum. Preocupado
por romper con la visión de una escolástica enteramente dominada por
el aristotelism o, él buscaba en el platonism o de Plotino, “verdadero
maestro de los filósofos de la Edad Media, ortodoxos o heterodoxos”7-93,
la otra filosofía que animaba secretamente un pensamiento rpedieval
tejido por los cristianos latinos y griegos, los judíos y los árabes. En lo
cual se equivocaba. Ya se ha visto, el problema de los universales está en
el centro del debate m etalísico en el que se construye la oposición que,
llevando a la Antigüedad tardía más allá de ella misma, la continúa en la
Edad Media: el debate de Aristóteles con Platón. La historia del problema
de los universales es a la vez una historia del platonismo y una historia
del aristotelismo, pues no comienza precisamente en la Edad Media
con Abelardo, sino en la Antigüedad tardía, con el gigantesco esfuerzo
producido por los exegetas neoplatónicos de Aristóteles por conciliar
los dos corpus fundadores de la filosofía. La singularidad del problema
*** Cf. E Picavet, Eajuisse cl’une histoire genérale et comparte des philsophies medievales,
París, 1905 (2* ed., 1907), p. 7, con los comentarios de J. jolivet, “Les eludes de
philosophie médiévale.. loe. cit., p. 9).
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supuesta como el extraer una idea general, un “retrato típico”, del parecido
entre cosas semejantes mediante el acercamiento y la superposición de
sus retratos individuales.A ese proceso, que es en el fondo el mismo que
el de la antropometría en busca del “criminal típico”, P Veyne opone un
argumento exactamente inverso: “No es porque dos cosas se parecen, por
ejemplo la feudalidad de nuestra Edad Media y la feudalidad japonesa,
que sacamos de esto la idea general de “feudalidad". Por el contrario, es
porque teníamos ya esa idea general, tomada del único caso de nuestra
feudalidad medieval, que podemos darnos cuenta que la feudalidad
japonesa se le parece.” Se puede, naturalmente, oponer a ese cambio total
que las teoría clásicas de la abstracción tratan sobre objetos mundanos
ordinarios - tiza, nieve o leche, como para el Locke del Ensayo sobre el
entendimiento humano -, no sobre objetos teóricos como la feudalidad,
incluso no empíricos (pero los universales ¿son objetos no empíricos?), o
que el proceso mediante el cual “cada acontecimiento individual e incluso
único aparece com o típico o, más bien, termina por aparecer así cuando
se lo mira mucho tiempo, escrutándolo, probando en su espíritu palabras
abstractas, frases que tratan de dar la impresión que causa la fisonomía
de ese acontecim iento294”, no tiene nada que ver con la situación simple
que describen los teóricos de la inducción abstractiva para explicar con
Locke el proceso de “formación de las ideas universales y de los términos
que se emplea para designarlas295”. No por eso se puede negar que, en
Occam, la formación de un concepto específico no requiere nada más que
la aprehensión de un solo individuo, lo cual - sean cuales sean las críticas
que se le pueden hacer a su versión del fenómeno, Le, a la tesis según la
cual el primer concocim iento abstractivo engendrado por la aprehensión
directa (intuitiva) de una cosa singular es una representación de entrada
esquemática susceptible de aplicarse a otras cosas del mismo tipo a
p artir de una sola m uestra ~ abre, de antemano, una brecha en la teoría
clásica, acumulativa, de la abstracción. No se puede negar tampoco que
al resolver así el futuro problema de la formación de las “ideas generales”,
Occam da una versión a la vez nueva, por la epistemología que ella
implica, y antigua, en tanto que ella lo reformula, del problema dejado
pendiente por Aristóteles en el último capítulo de los Segundos Analíticos,
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N62 9 ó . Cf. E En g el, “La philosophie peut-elle écbapper á l'h isto ire T\ in J . B o u tier
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La d isp a rid a d d e los rea lism o s m ed iev a les n o se co m p ren d e sin referen cia a lo s
ca m p o s de e n u n c ia d o s d is p o n ib le s. E llo s so lo s p erm iten ex p licar, p o r eje m p lo ,
las flu ctu a cio n es d el térm in o ‘p la tó n ic o ’ o el co rte qu e p asa, en e l s e n o m is m o d e la
d o c t r in a d e la s I d e a s , en tre los realistas que, d e cerca o de lejos (m ás b ie n lejo s - a
veces in clu so , m uy le jo s) c o n tin ú a n el p lato n ism o a p artir de P latón o de su s satélites
(M a c ro b io , C a lcid io , el te stim o n io de lo s Padres la tin o s o griegos) y aq u ello s q u e
p re sen ta n d o x o g r á fic a m e n t e , u n p u m o de vista qu e se pu ede ta m b ié n calificar de
“re a lista ” y de “p lató n ico ", p ero sin vin cu lo d ire cto c o n P lató n , ya qu e d ep end e casi
e x clu siv a m e n te de la re c o n stru cció n critica dacla p o r A ristóteles y A verroes. Esas d os
v ersio n e s del p la to n ism o co rre s p o n d e n a d o s ép o ca s disti ntas en 1a h isto ria de los
rea lism o s d el siglo X II (in clu so c o n ta m in ó p a rcialm en te el p e n sa m ie n to de Abelar-
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tiene en todo caso relación con signos que han sido conceptos, es decir
actos referenciales que figura como términos dentro de proposiciones
mentales. Pero hay que ser también realista, en el sentido en que las
redes en las que funcionan esos términos son otras tantas estructuras que
subsisten independientemente del hecho que se las haya o no recuperado.
Nuestro relativismo se limita a sostener que las problemáticas que ellos
instruyen son d a ro s, descriptibles y com parables, una vez descriptas. No
dudamos que sea posible determinar a lo que tiende un discurso filosófico:
la cuestión es saber mediante qué nosotros vamos a determinarlo - por
las palabras que emplea, los conceptos que él transmite o las cosas que él
designa? Aquí se han presentado alrededor de palabras griegas, árabes y
latinas, algunas respuestas que no proceden ni de cosas ni de conceptos,
sino de redes autoritarias, de claves de interpretación, de modelos
teóricos, de lenguajes analíticos y de campos de enunciados disponibles.
Se espera que el conjunto componga uno de los relatos posibles de la
translatío studiorum o, más bien, un prólogo - el de la historia a la cual,
imitando h función del Isagoge, la “querella de los universales” introduce,
una historia que retomaremos en otra parte: la historia de las Categorías.
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Nota complementaria
En la tradición proveniente de Avicena, en. particular en el scolismo,
el problema de lo universal se conecta con el de la posibilidad de la
metafísica- De ese modo, la teoría de los tres estados de lo universal se
convierte en el modelo de una reflexión sobre el ser en el que, gradas a la
reactivación de la cuestión (aristotélica) del ser en el espacio conceptual
de la relación (platónica) del uno y de lo múltiple, com unican todas las
tesis del diferencio de Aristóteles y de Platón. Se puede resumir así ese
movimiento arquitectónico (cf. para más detalles, O. Boulnois, “Réelles
in.tenf.ions: n ature com m une et umversaux se Ion Duns Scoto", Revue
de M étaphysique et de m orale 1 9 9 2 /1 , p. 3 -33). La cuestión aristotélico-
aviceniana es: la metafísica com o ciencia del ser como ser, y por esto
“ciencia de las ciencias” ¿tiene un sujeto uno? Este problema es el
platónico de la relación de lo uno con lo múltiple. El “problema de la
metafísica” así reubicado, es que se llega a tres aportas, sea cual sea la
manera de considerar la relación. AI sostener Aristóteles que el ser no es
ni un género ni a fortíorí el género supremo de todos los géneros o una
Idea exterior a todo género pero participada por todos los géneros, no
hay ninguna manera de resolver platónicamente el. problema del ser tal
com o lo plantea Aristóteles (por lo tanto hay que innovar).
1. si el ser es concebido com o uno fu era de lo múltiple, es una Idea
platónica;
2 . si es concebido com o uno dicho de lo múltiple, es un atributo vacío;
3. si es concebido com o uno en lo mútíple, es algo equívoco.
La solución es obtenida por la asunción de la aporía en la noción de
“comunidad": la com unidad del ser no es ni la catolicidad del género,
ni la unidad de una o w ícc suprema, a saber de una Idea, ni la de un
atributo universal. Esta triple característiva negativa, que motiva a las
elecciones “aristotélicas” del scotism o, requiere algunas aclaraciones.
La comunidad del ser aristotélico no es efectivamente la del género
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Glosario
acto (lat. actas, enddechia); Aquello que es perfecto o acabado- Se opone a potencia,
potencialidad. Un existeme singular es un “ser en acto”; la materia indeterminada,
un “ser en potencia”. El término medieval “actualidad” (actualitas) designa el estado
de aquello que está en acto. Para los filósofos aristotélicos, la “forma” (forma) es lo
que confiere la actualidad a los seres compuestos. Ver kikmórfica.
categorías; Géneros supremos del ser, clases de predicados atribuibles a un sujeto. En
Aristóteles, las diez categorías son: sustancia, cualidad, cantidad, relación, acción,
pasión, donde, cuando, situación, posesión,
cogitativa: En el peripatetismo árabe y en los médicos, facultad psíquica, localizada
cerebralmente, que asegura ia “abstracción”de las intenciones individuales. Se
opone al intelecto posible en el cual el intelecto agente efectúa la abstracción de las
intenciones universales,
conjunción: (lat. coniunctio, continuado, connexio, copulatio): En el peripatetismo árabe,
estado de unión entre el alma humana y las Inteligencias separadas, incluso, por
extensión, con Dios mismo, “Primera Causa” del universo,
cópula: El verbo ser como vínculo del sujeto y dei predicado de una proposición.
Sióvora: “Pensamiento discursivo”, por oposición a la intuición intelectual ( ..... ),Voús
em m tiabile: Traducción latina del término estoico teictóv (“enunciable”). En el siglo XII,
el modo de ser del A.£któv caracteriza a veces al estatuto ontológico de los universales
(cf. Are Meliduna). El dictum propos-ítionís o significado preposicional de Abelardo ("lo
que dice la proposición”), d sígnificabik complexe de Gregorio de Rimini presentan
con él ciertas analogías.
¿Jtívota Término estoico empleado en el enunciado del problema de Porfirio; pensamien
to representativo, concepto, concepción, constmetive thought (S. Ebbesen), Traducido
en latín por intellectus, empleado habitualmente para expresar el voójc aristotélico (De
anima, III, 4-5), la palabra éiávoia (y su significado original en el enunciado griego del
problema de los universales), no era reconocible en las versiones latinas del Isagoge.
eponintia: En los platonismos, expresión lingüística de la relación ontológica de parti
cipación, Una Forma (-Idea) es dicha epónima en la medida en que todo aquello
que participa de ella recibe de ella su ser y su nombre,
especie: (ver species); (a) predicable; (b) especie intencional, o intención: imagen o
concepto de una cosa que se forma en el sentido o en el intelecto, gracias al cual la
cosa extramental íes es presente.
311
ser de esencia: (lat, esse essentiae): Modo de ser de la esencia en su separación eidética
(Avicena). Según los avicenianos, tomada en si misma, la esencia no es ni particular
ni universal ni dotada de un ser de cosa extramental ni dotada de un ser mental de
representación (cf. el principio de indiferencia de la esencia, según Boecio de Dacia:
“La esencia es indiferente al hecho de ser en el exterior corno de no ser en el exterior
del alma, e igualmente, ella es indiferente al hecho de ser universal como al hecho
de ser particular”).
ser en un sujeto (év moKeinévtp elvai, lat. esse in subiectó): En Aristóteles (Caí,, 2),
relación ontológica que especifica el estatuto óntico de los accidentes (“inherencia”),
ser dicho de un sujeto ( k o 0 ' úroK £t,uévou léyeScn, lat. dici de subiecto): En Aristóte
les (Caí., 2), relación predicativa que permite definir el estatuto onto-Iógico de las
sustancias y ios accidentes,
ser objetivo (lat. esse obiectivum)'. Estatuto intencional del objeto de. pensamiento como
objeto de pensamiento (^correlato noemático). Se opone al “ser subjetivo” (esse sn-
biectívum) que es el de la representación por estar fundada en un sujeto (el alma), en
concepto de "cualidad real" o de “afecto” (cf. Occam, Quodlibet IV, quaest 352: “Las
intenciones segundas no menos que las intenciones primeras son verdaderamente
seres reales, porque son verdaderamente cualidades que existen subjetivamente en
el intelecto”).
(fiáxaoiia (lat. pkaníasma, imago): Imagen sensible,
<|XDvaí (lat. voces): Sonidos vocales,
homónimos (lat. ¿¡equivoca): En Aristóteles (Caí., 1), las cosas que tienen comunidad de
nombre, pero no comunidad de Xóyoq (“enunciado de la esencia”, defunción),
hilemórfico: Termino que definen la naturaleza de todos los seres compuestos de. una
materia y de una forma,
idea (lat. idea): En Platón, forma (eiSoc;) o modelo inteligible de las realidades sensibles.
En la teología latina, razón, ejemplar o prototipo de lo creado en Dios.
im positio: Acto de asignación de un significado a un sonido vocal (^donación. de sentido,
impositio vocís ad signifi.ca.ndum.). Actividad del logoteto (“primer autor” supuesto del
lenguaje). Sinónimo: instítutio nominis.
incorpóreos: Una de las tres subdivisiones del “algo” según los estoicos (con los cuerpos
y las ficciones). Se distingue en general cuatro clases de incorpóreos: el X e k x ó v , el
vacío, el lugar y eí tiempo (cf. Sextus Empincus, Adversas Maíhematicos, X, 218).
Otras subdivisiones: ei tiempo, la superficie, el Xkktóv, el vacío (según Cleomedes);
el tiempo, el predicado, KCnrnyópTi|ia, ia proposición, el vínculo y la conjunción
(según Plutarco). Ver enuntiabíle.
intellectus: “Intelecto" (facultad del alma), pero también “intelección”, acto o estado de
pensamiento.
intellectus adeptus (“Intelecto adquirido"): Término mediante el cual los peripaté
ticos árabes (en particular Al-Farabi) designan el resultado de la unión entre ei alma
humana y el intelecto agente separado. Ser terminado, el hombre, no tiene “intelecto
por esencia”, él solo puede participar (ver participación) del pensamiento trascendente,
La cuestión de los universales
513
Alain de Libera
no mía sustancia/sujeto (de atribución). En ese sentido (c) oixA a caracteriza el ser
esencial de una cosa, “aquello que ella es"(cí. quididad, essentía, existencia),
ovxot Oat. eníia): seres existentes.
paronimia (lat. denominatio): En Aristóteles (Caí, ,1), relación, de derivación morfológica
entre términos concretos y términos abstractos; «Se denomina parónimos a las cosas
que, difiriendo de otra por el “caso”, reciben su denominación según su nombre; de
tal manera de gramática viene gramático, y de coraje, hombre corajudo.» Para (os
aristotélicos, los términos abstractos no son predicables de los singulares más que
jcapcovú^KK;, dep.ominal.ive.
participación: para una realidad oncológicamente inferior (por ej. un accidente) hecho, de
formar parte del ser de una realidad ontológicamente superior (por e j. una sustancia).
?tpáy|iaxa (lat. res): Cosas, pero también estados de cosas.
predicable (icaTnyopO'ónevov, Porfirio): Las cinco “voces”, géneros, especies, diferen
cias, propios y accidentes, como clases de predicados. A menudo identificado con
lo universal, el predicable es a veces distinguido como el equivalente lingüístico ( -
“término”) de la “cosa” universal (res universal») participada por una pluralidad de
sujetos (cf. Pedro Hispano). Siendo d predicado siendo aquello que se predica de un
sujeto, los predicables son las diversas clases de predicados generales distinguidos
según sus relaciones con el sujeto,
predicación esencial (év tto t í é o n , lat. in quid.): Predicación que indica ia esencia de
una cosa (“el hombre es un animal", “Sócrates es un hombre"). Ejemplo (Aristóteles,
Top., 5, 102a31-32): “Es género un atributo que pertenece en su esencia (év tíu tí
£<m) a varias cosas específicamente diferentes",
predicación univoca (“atribución por sinonimia"): Predicación según una comunidad de
nombre y de X ó y o L a quididad o la esencia de hombre es predicada unívocamente
((Tuvtovú^tcoq, unívoce) de los hombres singulares (que tienen el mismo nombre y la
misma definición).
pro statú isto (“por el estado en el que estamos ahora"): Designa el estado de decadencia
del hombre consecutivo al pecado de Adán. Utilizado por Duns Scoto como paradigma
teológico de la finitud del conocimiento humano,
quididad ( tó tí Tjveivai, lat. qulddkas): Esencia o naturaleza de una cosa en tanto que
expresada por una definición. El abstracto quiddítas corresponde al calco semántico
quod quid erat esse, abandonado en la Edad Media tardía. La quididad (aquello que
la cosa "es”) se opone al ser y a la quodidad, añilas (el hecho que la cosa “sea”),
similitudo: Imagen, parecido. La intentio, la forma inteligible (species iníeüigibiJis) y el
phantasma son generalmente presentados como símílitudines nerum,
sophism ata: En la lógica medieval, proposiciones o rompecabezas lógicos que ilustra una
dificultad particular en el campo de la semántica o de la sintaxis preposicionales.
Objeto de discusiones orales (disputatianes de sophismatibus). los sophismata son
también analizados en obras teóricas (Regulae solvendi sophismata, Distinctíones
sophísmatum, Ábstractiones) No hay que confundir el sophisma con ei francés
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La cuestión de los universales
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