Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Santiago Castro-Gómez
¿Cómo ocurrió esto? ¿Cómo es que la enseñanza de las artes dejó de ser vista
como parte importante de un proyecto de nación y ahora se ha convertido en
una “piedra en el zapato” para las universdades colombianas? ¿Cómo es que la
creación artística dejó de tener valor por sí misma para pasar a convertirse en un
obstáculo para el desarrollo tecnológico y la innovación propugnadas por el
Estado?
Quisiera proponer una genealogía que arroje algunas luces sobre esta
problemática. Una “genealogía” es un procedimiento filosófico que se pregunta
por el estatuto del presente a través de la construcción de unos escenarios
históricos localizados en el pasado. La genealogía traza el linaje de las fuerzas
históricas que hoy nos constituyen, mostrando la multiplicidad de líneas que nos
componen. Y en el caso de la pregunta que hoy nos convoca, la genealogía busca
las artes tienen que ver más con el saber–hacer cosas, es decir, con la habilidad
para la creación de objetos. De este modo se establece una superioridad
epistémica de las ciencias frente a las artes, que quedará reflejada en el currículo
universitario. La teología, ocupará en el currículo el lugar privilegiado que le
corresponde a la Ciencia, mientras que las llamadas “artes liberals” ocuparán un
lugar subordinado. Quizás debido a este lugar de subordinación es que las “artes”
que se enseñaban en el currículo universitario habían sido personificadas
durante la edad media europea con figuras femeninas y agrupadas en dos
grandes bloques: el Trivium, que contenía tres disciplinas relacionadas con el
arte del “buen hablar” (la gramática, la dialéctica y la retórica), y el Quadrivium
que agrupaba cuatro disciplinas realcionadas con el arte del “buen medir” (la
aritmética, la geometría, la astronomía y la música). Estas siete disciplinas se
denominaban “artes liberales” para diferenciarlas de los “oficios viles y
mecánicos” que eran tenidos como propios de los esclavos. Recordemos que a las
universidades coloniales solo podían ingresar quienes hubieran comprobado su
“limpieza de sangre”, esto es, su pertenencia a las redes familiares libres de
cualquier mezcla con negros, indios y mestizos (Castro Gómez 2005). Las “ artes
liberales”, aunque propias de “gente blanca”, se hallaban en todo caso
subordinadas a las “ ciencias” en el currículo de la universidad colonial.
¿Qué ocurre en este contexto con las artes? Uno de los aspectos interesantes de
la reforma de Moreno y Escandón es que establece un vínculo hasta ahora
inexistente entre ciencia y arte. De un lado la reforma propone la eliminación del
”Trivium” y el “Cuadrivium” del currículo universitario, buscando imponer con
ello el dominio de las matemáticas y de la física como nuevos “canones” de la
ciencia. Pero las matemáticas no podían ser tan solo un saber abstracto, sino que
requerían el auxilio de los instrumentos de medición. Moreno y Escandón
propone entonces la adquisición de máquinas e instrumentos de medición por
parte de las universidades con el fin de que las clases de ciencias ya no
estuvieran centradas en la lectura escolástica de textos sino que tuvieran una
5
Podemos decir entonces que durante todo el siglo XIX, y más allá de las querellas
políticas en torno al papel de la educación, más allá de los debates en torno a los
“textos” que debían usarse en las clases, más allá también de cuál debía ser la
relación entre la Iglesia y la educación, las técnicas soberanas de gobierno sobre
la universidad se mantuvieron tal y como fueron pensadas a finales del siglo
XVIII por Moreno y Escandón. El Estado, indpendientemente de si está
gobernado por el partido liberal o por el conservador, mantuvo un estricto
control sobre la práctica científica y sobre la enseñanza de la ciencia en las
universidades. La Universidad republicana se caracteriza entonces por continuar
con el modelo borbónico de control de la universidad por parte del Estado. Es el
6
Como puede observarse, la jerarquía colonial que establece una división entre las
ciencias y las artes, otorgando a aquellas una superioridad epistémica sobre
estas, se reproduce claramente a nivel de educación superior. La universidad es
el espacio de las “Ciencias”, mientras que instituciones de menor prestigio (y
ubicadas fuera del espacio universitario) eran el espacio de las “ Artes”. Esto a
pesar de que Estado tenía muy claro - como lo habían visto ya los borbones - que
era preciso lograr una articulación institucional entre las ciencias y las artes a fin
de lograr el objetivo del desarrollo económico.
En Colombia, no fue sino hasta mediados del Siglo XIX, justo en el momento en
que desaparecen las universidades públicas, que el Estado acordó el
establecimiento de escuelas de Artes y Oficios en los colegios nacionales de
Bogotá, Cartagena y Popayán. Para 1851 el Colegio Militar ofrecía clases de
dibujo y arquitectura civil, y poco tiempo después se incorporaron materias
como geometría analítica y descriptiva y sus aplicaciones prácticas a la
perspectiva, a la maquinaria y a la arquitectura civil. Pero solo fue hasta 1867,
gracias al proyecto de reforma universitaria presentado por José María Samper
al Congreso de la República, que la enseñanza de las artes queda incorporada a la
recién fundada “Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia”, cuyo
primer rector fue Manuel Ancízar. En efecto, el énfasis del Plan Samper era
acabar con la preeminencia en la formación de abogados, tratando de forjar la
ruptura con las viejas profesiones de la élite criollo-blanca (es decir, acabar con
la “doctoritis”), para darle un lugar importante a la formación técnica y manual
de los estudiantes. De tal manera que la nueva Universidad Nacional inicia sus
labores con seis facultades: Jurisprudencia, Medicina, Filosofía, Ciencias
Naturales, Ingeniería y Artes. Por “Artes” no lo olvidemos, debemos entender
aquí la Escuela de Artes y Oficios, cuyo objetivo era capacitar a los estudiantes
para elevar la calidad de los productos manufacturados, logrando equiparar en
calidad a aquellos productos importados, favoreciendo de este modo la industria
nacional. Ello suponía dotar a la Facultad de talleres de Herrería, Cerrajería,
Talabartería, con el fin de “elevar” las artes a la categoría de profesiones dignas
de tener presencia en una universidad pública. Las artes, por fín, a la altura de
las profesiones científicas y no como oficios puramente “mecánicos” realizados
8
“Hay, pues, verdaderamente un interés social, y de las más graves, que pide
resueltos y efectivos esfuerzos a transformar el modo de ser de nuestros
artesanos infundiendo en sus personas la fuerza que viene de la ciencia y
en sus talleres la economía y la perfección que se obtienen por empleo de
las máquinas. Hay que mostrarles cómo pueden producir mejor y más
barato, en términos que no solo vean agrandado el radio del consumo de
sus artefactos, sino también detenidos en las costas marítimas los de
procedencia extranjera, que en igualdad de gastos de producción
originaria, llegarán recargados con los del transporte y no podrán rivalizar
en precios a los nacionales” (“Diario de Cundinamarca”, Marzo 13 de 1874).
La idea era, por tanto, preparar a los artesanos para la libre competencia; para
que pudieran luchar y competir libremente con los productos extranjeros,
mediante la adquisición de conocimientos técnicos y prácticos, a fin de que
estuvieran en condiciones menos desfavorables frente a las políticas de libre
comercio que buscaba implementar el gobierno liberal. Es por eso que en la
Facultad de Artes debían enseñarse materias como matemáticas, aritmética,
geometría elemental y descriptiva, mecánica industrial, contabilidad, física,
química industrial, además de materias propiamente “aplicadas” como dibujo
ornamental, dibujo de máquinas, dibujo arquitectónico, mecánica, herrería y
carpintería.
¿Cómo explicar esta transformación? ¿Por qué llega la enseñanza de las “Bellas
Artes” a la Universidad al mismo tiempo que sale de ella la enseñanza de las
“Artes y Oficios”? Una mirada al discurso de apertura del curso de dibujo por
parte de Alberto Urdaneta en 1869 podría darnos luces al respecto. Al inicio de
su discurso, Urdaneta define el Arte como “el conjunto de reglas o preceptos que
se tienen en cuenta por hacer bien alguna cosa”, ciñiéndose con ello al viejo
concepto de Techné establecido por Aristóteteles. Pero enseguida, Urdaneta
divide las Artes en dos grandes rubros: “las artes mecánicas” y las “artes
liberales”. Las primeras fueron precisamente aquellas que fueron expulsadas de
la universidad, mientras que las segundas se dividen, a su vez, en dos rubros: las
“Bellas Artes” y las “Bellas Letras”. Como puede verse, Urdaneta retoma de este
modo la vieja distinción ya realizada por la universidad colonial entre “artes
mecánicas” , realizadas por gentes de baja extracción social, y “Artes liberales”,
propias de la élite criolla-blanca. Son estas artes, y no las “otras” las que son
bienvenidas en la Universidad. ¿Pero, cuál es el lugar que allí ocupan? Urdaneta
lo expresa de éste modo:
10
II
Pero se preguntarán ustedes, a estas alturas de la exposición, ¿qué tiene que ver
todo esto con la problemática actual para la cual hemos sido convocados? Se nos
pide que reflexionemos críticamente sobre los criterios con que actualmente el
Estado valora la producción de los profesores de artes en las universidades
colombianas. Pero para llegar a esto me ha parecido importante primero
entender qué tipo de relaciones históricas de poder han presidido los vínculos
11
Pero no nos vamos a ocupar ahora de esto, sino de las consecuencias que ha
tenido este programa de “gobierno económico” para las artes, para la
Universidad y para la situación del arte dentro de la universidad. Para las artes,
las consecuencias son evidentes: si la función del Estado ya no es procurar la
moralización de la población a través de intervenciones disciplinarias y legales,
entonces las artes pierden el estatuto de legitimidad que habían ganado a finales
13
del siglo XIX. Recordemos que en ese momento, la enseñanza de las artes era
vista por el Estado como un instrumento estratégico para implementar la
civilización en el seno de una población considerada como bárbara. El arte como
medio para ennoblecer los sentimientos, para dulcificar las pasiones. Pero es
esto justamente lo que se viene abajo cuando la función del Estado es percibida
de otra forma. En el momento en que las técnicas neoliberales de gobierno
desplazan lentamente la hegemonía de la Razón del Estado, las prácticas
artísticas tendrán que encontrar un nuevo criterio de legitimidad.
III
En primer lugar, pesan mucho todavía sobre nuestro presente las herencias
coloniales, y para el caso que nos ocupa, resulta relevante aquella clasificación
jerárquica entre la Ciencia y la Techné, pues ella establece una superioridad
epistémica del “logos” de la ciencia sobre los “modos de hacer” de las artes. Esto
hace que el Estado pretenda valorar el conocimiento que producen las artes a
partir de una concepción de “conocimiento” tomada de las llamadas “ciencias
duras”, perpetuando de este modo un tipo de “violencia epistémica” que humilla
y desconoce el quehacer de los artistas y de los docentes de artes en Colombia.
Obligar a que la enseñanza de las artes adopte los criteros de “investigación” que
funcionan en el ámbito de las ciencias formales es un acto de arrogancia
epistémica que contradice explícitamente el derecho democrático a la
15
Bibliografía