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Prólogo

La voz poética de Charles Bukowski experimentó varias transformaciones

profundas con el paso de los años: del tono lírico, en ocasiones inconexo y de tipo duro

pasado por alcohol de los primeros tiempos a las reflexiones filosóficas, claras y

concisas, previas a su muerte en 1994, pasando por los poemas directos, semi-

pornográficos, en apariencia machistas, y cómicos de la década de 1970 que le

granjearon la no siempre merecida fama de viejo verde de la literatura contemporánea

estadounidense.

Entre los miles de poemas y cientos de relatos sobre los bajos fondos, las putas

olvidadas en tugurios de mala muerte, el doble rasero e ineficacia del sueño americano,

lo absurdo de las instituciones, el trabajo y la universidad, la pasión por la música

clásica, las carreras de caballos, la lujuria y el desenfreno de un hombre que conoció la

gloria sexual a partir de los cincuenta años, la pasión irrefrenable por escribir día y

noche aunque el mundo estuviese desmoronándose en derredor suyo, en medio de toda

esa vorágine Bukowski también plasmó su admiración y amor por los animales con los

que compartió su vida.

Al igual que su trayectoria literaria, su relación con los animales pasó por varias

etapas: en los primeros poemas apenas menciona los gatos mientras que los perros

ocupan un lugar más predominante, pero a partir de 1978, cuando se muda a San Pedro

con Linda Lee, los perros desaparecen casi por completo y se centra exclusivamente en

los gatos. Del mismo modo, el tono que el joven Bukowski emplea cuando habla de los

gatos es un tanto frío, en ocasiones incluso distante, como si los gatos no fueran cosa

suya (de hecho, los gatos que aparecen en los primeros poemas eran callejeros o de la

que entonces fuera su compañera sentimental, Frances Smith, madre de Marina

Bukowski). En la década de 1970, aunque los gatos siguen sin ser suyos, el cambio de
tono es evidente y Bukowski comienza a sentirse identificado con algunos de sus gatos,

en especial con los supervivientes como él. Ya en San Pedro, donde tanto él como Linda

Lee acogen a un sinfín de gatos callejeros, Bukowski parece quitarse la máscara y

admite sin tapujos su amor y absoluta devoción por los felinos que corretean por la casa

de San Pedro.

Mientras que en “lo incierto de acoger a los desamparados” Bukowski narra el

incidente del gato que se cae en la bañera en tono cómico pero desapasionado,

concluyendo que no piensa abrir la puerta a más gatos callejeros, en “la historia de un

hijoputa bien duro”, el sexagenario Bukowski se pasa horas y días encerrado en el baño

con el gato atropellado, alentándolo sin descanso hasta que por fin renace de sus

cenizas, y cuando el mismo gato muere, Bukowski comparte con todos nosotros la

marcha fúnebre que estremece todos y cada uno de sus huesos.

Pero Bukowski siempre es Bukowski: su pasión por los gatos no significa que

los poemas se vuelvan almibarados ni empalagosos, e incluso bromea al respecto en “mi

gato, el escritor”. El tono es emotivo y sentimental, pero nunca sentimentaloide. Ya en

la década de 1990, cuando Bukowski intuye que no le quedan muchos años de vida, su

visión sobre los gatos se torna un tanto trascendental: no sólo admite que son sus

maestros y aprende de ellos a tomarse las cosas con calma, sino que, con su

inconfundible sentido del humor, confiesa que en su próxima vida querría ser gato para

pasarse el día durmiendo, comiendo y lamiéndose el trasero sin remordimiento alguno.

En un país en el que morir trabajando en la oficina es un objetivo vital cada vez más

común, el dolce far niente al que aspira Bukowski supone un desafío a las normas, al

sistema que nos aborrega y adoctrina desde la cuna hasta el último aliento. Bukowski,

próximo ya a la muerte, nos dice lo que siempre nos ha dicho, pero en tono sosegado:
“¿Queréis saber el secreto de mi éxito?” Y entonces alza un gato y, señalándolo, dice

con una sonrisa burlona: “Este es el secreto de mi éxito. ¡Que os den!”

___________

En la casa de San Pedro, en Los Ángeles, solo quedan dos gatos. Linda Lee

Bukowski quiere que la casa se convierta en un museo tras su muerte y por eso apenas

la ha modificado desde 1994. El pequeño estudio de Bukowski con vistas al puerto está

igual que hace tres décadas: el viejo diccionario, la radio, la máquina de escribir y el

ordenador Mac siguen en el mismo lugar, como si el tiempo no hubiera pasado,

rodeados de manuscritos por doquier. Los únicos que entran y salen del estudio con

total libertad son los dos gatos, pero para los humanos existen reglas y restricciones. Los

seguidores más fieles de Bukowski seguramente desearán reencarnase en gato para ver

bien de cerca todos los objetos que admiran y veneran.

A finales de 2013 me encontraba en la planta baja de la casa de San Pedro,

sentado junto a una mesa con vistas al jardín y al jacuzzi del que Bukowski tanto se

jactaba en tono socarrón. Desde la misma mesa veía la puerta de la cocina, el amplio

salón y las escaleras que daban a la planta de arriba. Por aquel entonces había cuatro

gatos en la casa, aunque uno de ellos nunca bajaba si había visitas. Linda estaba en el

pequeño jardín japonés, en el que se pasa varias horas al día podando, limpiando y

regando, en comunión con la naturaleza. Sentado junto a la mesa, repasaba manuscritos

que Linda pronto donaría a la Huntington Library de San Marino, en California.

Algunos de esos manuscritos acabaron formando parte de este libro y otros aparecieron

en las otras dos colecciones que edité para Ecco, On Writing y On Love.

Absorto como estaba en los manuscritos, no me percaté de que el gato más

esquivo de la casa había bajado por las escaleras y estaba sentado en medio del salón,
observándome inmóvil. Me quedé quieto durante unos instantes que luego fueron

minutos. Nos mirábamos en silencio. El gato sospechaba algo, pero era mayor, no veía

bien, y no estaba seguro de lo que pasaba. Linda recibe pocas visitas en la casa de San

Pedro. “¿Qué hace Linda allí sentada con tantos papeles?”, debía de pensar, extrañado.

Entonces en voz baja dije una sola palabra. El gato, al oírme y darse cuenta de que me

había confundido con Linda, puso pies en polvorosa, derrapando sobre el parqué de

madera, y subió las escaleras como una exhalación.

Sonriendo, observé la placa que colgaba de la pared que daba a la cocina.

Rezaba “Outsider of the Year” [“Inconformista del año”]; los editores de la revista The

Outsider se la habían dado a Bukowski en 1963 como recompensa por sus incursiones

poéticas. Era uno de los pocos premios de los que Bukowski se había enorgullecido en

vida. Aquel gato esquivo me recordó a Bukowski, siempre atrincherado en sus

apartamentos de Los Ángeles, lejos de los focos y la adulación, entregándose en cuerpo

y alma a su mayor pasión: la enfermedad incurable de escribir. Un inconformista en

toda regla que no dudaba en vilipendiar a la humanidad al tiempo que contemplaba

embelesado a sus gatos para imbuirse de la serenidad necesaria para que las palabras

cobrasen vidas por sí solas sobre la página en blanco.


GATOS

[ILUSTRACIÓN 1]

[FOTOGRAFÍA 1]

Beeker

A esas horas de la noche no había nada abierto para comer y el centro quedaba bastante

lejos. No podía llevarlo de vuelta a mi habitación, así que tendría que arriesgarme con

Millie. Ella siempre tenía comida de sobra. Al menos, siempre tenía queso.

Estaba en lo cierto. Nos preparó sándwiches de queso y café. La gata me conocía

y se me subió al regazo.

Puse a la gata en el suelo.

–¡Mire, señor Burnett! –dije–. ¡Dame la patita! –le dije a la gata–. ¡Dame la

patita!

La gata se quedó allí plantada.

–Qué raro, siempre lo hace –dije–. ¡Dame la patita!

Recordé que Shipkey le había dicho al señor Burnett que yo le hablaba a los

pájaros.

–¡Venga! ¡Dame la patita!

Empecé a sentirme como un idiota.

–¡Venga! ¡Dame la patita!

Me agaché, puse la cabeza a la altura de la de la gata y lo di todo:

–¡Dame la patita!

La gata se quedó allí plantada.

Volví a sentarme y cogí el sándwich de queso.


–Los gatos son animales curiosos, señor Burnett. Son impredecibles. Millie,

ponle la sexta de Chaikovski al señor Burnett.

Escuchamos la música. Millie se acercó y se me sentó en el regazo. Sólo llevaba

puesto un salto de cama. Se dejó caer sobre mí y aparté el sándwich.

–Quiero que se fije –le dije al señor Burnett– en la parte que da pie al

movimiento andante de esta sinfonía. Es uno de los movimientos más hermosos de la

historia de la música. Aparte de su belleza y su fuerza, la estructura es perfecta. Se nota

la inteligencia en estado puro.

La gata se encaramó de un salto al regazo del hombre de la perilla. Millie pegó

su cara a la mía y me puso una mano en el pecho.

–¿Dónde te habías metido, encanto? Millie te ha echado de menos, ¿sabes?

El disco terminó y el tipo de la perilla apartó a la gata, se levantó y le dio la

vuelta. Debería haber visto que en la funda había otro disco. Al darle la vuelta,

llegaríamos al clímax antes de tiempo. Pero no dije nada y lo escuchamos hasta el final.

–¿Qué le ha parecido? –pregunté.

–¡Magnífico! ¡Simplemente magnífico!

La gata estaba en el suelo.

–¡Dame la patita! ¡Dame la patita! –le dijo a la gata.

La gata le dio la pata.

–Vaya –dijo–, la gata me da la pata.

–¡Dame la patita!

La gata se dio la vuelta.


–¡No, dame la patita! ¡Dame la patita!

La gata se quedó allí plantada.

Se agachó, puso la cabeza a la altura de la de la gata y le dijo al oído:

–¡Dame la patita!

La gata le dio un zarpazo en la perilla.

–¿Han visto? ¡He conseguido que me diera la pata! –el señor Burnett parecía

encantado.

Millie se apretó contra mí.

–Bésame, encanto –dijo–, bésame.

–No.

–Dios santo, ¿se te ha ido la olla, guapo? ¿Qué mosca te ha picado? Te pasa

algo, ¡lo noto! ¡Cuéntaselo a Millie! Millie lo daría todo por ti, encanto, ya lo sabes.

¿Qué te pasa, eh? ¿Eh?

–Ahora haré que la gata se dé la vuelta –dijo el señor Burnett.

Millie me abrazó con fuerza y bajó la mirada hasta dar con la mía. Tenía un

aspecto muy triste y maternal y olía a queso.

–Dile a Millie qué mosca te ha picado, encanto.

–¡Date la vuelta! –le dijo el señor Burnett a la gata.

La gata se quedó allí plantada.

–Escucha –le dije a Millie–, ¿ves a ese hombre?

–Sí, lo veo.
–Bueno, pues es Whit Burnett.

–¿Y ése quién es?

–El editor de la revista. Ese al que envío mis relatos.

–¿Te refieres al que te escribe esos papeluchos?

–Notas de rechazo, Millie.

–Pues vale, es un cabrón. No me gusta un pelo.

–¡Date la vuelta! –le dijo el señor Burnett a la gata. La gata se dio la vuelta–.

¡Miren! –gritó–. ¡He conseguido que la gata se dé la vuelta! ¡Quiero comprarla! ¡Es

increíble!

Millie me abrazó con más fuerza y me miró fijamente. Me sentía impotente,

como un pez todavía vivo sobre el hielo en el mostrador de una pescadería un viernes

por la mañana.

–Escucha –me dijo–, me las puedo apañar para que publique uno de tus relatos.

¡Conseguiré que te los publique todos!

–¡Fíjense cómo hago que la gata se dé la vuelta! –dijo el señor Burnett.

–No, no, Millie, no lo entiendes. Los editores no son empresarios implacables.

¡Los editores tienen escrúpulos!

–¿Escrúpulos?

–Escrúpulos.

–¡Date la vuelta! –dijo el señor Burnett.

La gata seguía allí plantada.


–¡Ya me conozco yo eso de los escrúpulos! ¡No dejes que te agobien los

escrúpulos! ¡Conseguiré que publique todos tus relatos!

–¡Date la vuelta! –le dijo el señor Burnett a la gata. No pasó nada.

–No, Millie, ni hablar.

Estaba cogida a mí como una lapa. Me costaba respirar y, además, pesaba

bastante. Noté que se me dormían los pies. Millie apretó la cara contra la mía y empezó

a acariciarme el pecho de arriba abajo.

–¡Encanto, ya está decidido!

El señor Burnett se agachó, puso la cabeza a la altura de la de la gata y le dijo al

oído:

–¡Date la vuelta!

La gata le dio un zarpazo en la perilla.

–Creo que la gata tiene hambre –dijo.

Dicho eso, volvió a sentarse. Millie se acercó a él y se le sentó en las rodillas.

–¿De dónde has sacado esa perillita tan mona? –le preguntó.

–Disculpad –dije–, voy a por un vaso de agua.

Entré en la cocina, me senté en el rincón del desayuno y miré las flores del

mantel. Intenté arrancarlas rascándolas con la uña.

Ya me costaba compartir el amor de Millie con el vendedor de queso y el

soldador, y allí estaba ella, inclinándose hacia delante desde las caderas. Joder, joder.

Pasa un gato y se sacude a Shakespeare

del lomo.

No quiero pintar

como Mondrian,

quiero pintar como un gorrión en las fauces del gato.


conversación telefónica

al ver cómo se agazapaba

y arrastraba el gato,

supe que tenía una presa;

me acerqué en el coche,

se alzó bajo el crepúsculo

y se alejó

con el pájaro en las fauces,

un pájaro grande, gris,

con las alas inertes como un amor descompuesto,

los colmillos hundidos,

seguía con vida,

pero le quedaba poca,

muy poca.

el pájaro del amor descompuesto

el gato pasea por mi interior

y no consigo dejar de pensar en él:


suena el teléfono,

respondo,

pero no dejo de verlo,

y las alas inertes

las alas grises inertes,

en unas fauces

inmisericordes;

es el mundo; somos nosotros;

cuelgo

y las paredes en forma de gato

se me echan encima

y gritaría,

pero ya hay lugares para quienes

gritan;

y el gato se pasea

el gato se pasea por mi interior

para siempre.

___________

Vi el pájaro mientras conducía y vi las alas y estaban inertes como un amor

descompuesto, eso es lo que me transmitían las alas, y el gato se alejó del coche como
haría cualquier gato, y tengo ganas de vomitar mientras te escribo, y todo el amor

descompuesto del mundo y todos los pájaros del amor descompuesto, y eso fue lo que

me dijo el cielo contaminado, nublado y lleno de dioses malhechores.

Vi el pájaro el otro día mientras conducía de vuelta a casa del hipódromo. Estaba en la

boca de un gato agazapado sobre el asfalto al atardecer de un día nublado, con amor y

Dios en las alturas, y se levantó al ver el coche, preso de júbilo por la presa, con el lomo

erizado por el amor, la locura, la depravación, y se encaminó hacia el bordillo de la

acera, y vi que el pájaro, una presa grande, dejaba caer las alas rotas casi inertes en las

que se hundían los colmillos del gato; nadie decía nada, las luces de los semáforos

cambiaban, el motor del coche en marcha, y esas alas esas alas en las que no dejaba de

pensar…

la gata

una gata ronda la escalera de incendios de hierro

es amarilla como el sol

y nunca ha visto un perro por esta zona

de la ciudad y, joder, está gorda,

llena de ratas y restos de HARVEY’S BAR,

y he estado subiendo por la escalera de incendios

para ver a una mujer en el hotel,

y ella me enseña cartas de su hijo

que está en Francia, y es una habitación pequeña

repleta de botellas de vino y tristeza,

y a veces le dejo algo de dinero,

y cuando bajo por la escalera de incendios

veo a la gata de nuevo,

se restriega contra mis piernas y

me sigue

mientras camino hacia el coche,


y cuando arranco tengo cuidado

aunque tampoco mucho:

es lista, sabe

que el coche no es su amigo.

y un día fui a ver a la mujer

y había muerto. no estaba allí,

la habitación estaba vacía. me dijeron

que había sido por una hemorragia.

la habitación estaba en alquiler.

estar triste no sirve de nada. bajé por

los escalones de hierro y allí estaba la gata.

la cogí y la acaricié, pero

no era la misma gata. tenía el pelaje áspero

y la mirada furtiva. la arrojé al suelo

y se fue corriendo y me fulminó con la mirada.

subí al coche

y me marché.

[FOTOGRAFÍA 2]

Feathers

Los árabes admiran a los gatos; desdeñan a las mujeres y a los perros porque son

afectuosos y hay quienes piensan que el afecto es un indicio de debilidad. Tal vez lo sea.

No soy muy cariñoso que digamos. Mis mujeres y novias se quejan de que no comparto

el alma y entrego el cuerpo como un puritano… pero volvamos a los malditos gatos.

Los gatos no tienen nada en cuenta, por eso cuando atrapan un pájaro no lo sueltan. Son

un claro ejemplo de que cuando los elementos de la naturaleza entran en juego no hay

nada que hacer. El gato es un diablo hermoso, nunca mejor dicho. Algunos perros y

algunas mujeres acaban cediendo, pero los gatos, joder, seguirán ronroneando y

bebiendo leche mientras las paredes de su casa se desmoronan a su alrededor. Son

capaces de devorarte una vez muerto aunque hayan pasado toda la vida contigo. Una

vez un anciano murió solo, no tenía mujer, pero sí gato. Al cabo de varios días el pobre

empezó a apestar, no era culpa suya, claro, eran los restos que tendría que haber

enterrado algún alma caritativa, y al gato le gustó aquel olor a carne muerta, y cuando

los encontraron el gato estaba debajo del colchón, pegado como una lapa, y lo había

atravesado con las garras para alimentarse, y no pudieron arrancarlo de allí de ninguna

de las maneras, así que tuvieron que tirarlo junto con el maldito colchón. Supongo que

una noche de luna llena el rocío y las hojas disimularon aquel olor a muerte y el gato

por fin cedió.

No busques espíritus ni dioses en los gatos, Shed. Un gato representa la

maquinaria eterna, como el mar. No se acaricia el mar aunque sea bonito; si acariciamos

los gatos es porque se dejan. Los gatos no tienen miedo, acaban entre el oleaje y las

rocas e incluso durante una lucha mortal no piensan en nada salvo en la majestuosidad

de la oscuridad.

no siempre odio al gato que mata al pájaro,

solo al gato

que me mata…

luna amiga, gato amigo, no pides misericordia ni calesas ni regalos,

sólo calma y espliego. y casas. maleza. movimiento

en la taza del váter.

oh jóvenes de Princeton dando caladas a una pipa

oh jóvenes de Harvard dando caladas

arañando libros para sentiros seguros,

porque amiga luna, amigo gato

no tienes justificación

no eres más que bocanadas y pasteles rosas

nubes

tan inútiles como la ropa interior de mi novia en el suelo

o mi novia en el suelo

deseoso de explosiones

como las de Ottorino Respighi en “Los pinos de Roma”.

… el árbol lleno de pájaros hace justicia.


o la tierra llena de gusanos.

o la gente llena de tierra.

justificación.

recorremos la alfombra de la medianoche

ni borrachos ni somnolientos ni colocados.

y cuando la ventana se cierra de golpe

con la altivez hueca y sonora del cañón

o el claxon resuena como un falo

o el rinoceronte brama en sus sueños de helado,

brama como el vello de tu brazo

al poner “Los comediantes” de Kabalevski

mientras las monedas comienzan a respirar

y enrollan a la pobre Dolores Costello

en un viejo rollo en un armario

como si fuera sedal.

estoy contigo… luna amiga y gato amigo:


escuchamos y observamos atentos,

sin perder la calma, luego

proseguimos, luna y gato

hasta dejar atrás

a la vieja doncella en llamas,

a los Van Gogh y los Rembrandt

que cuelgan como hojas…

y llegamos esta noche hasta lo más alto del techo;

hasta continentes de exactitud,

hasta el sonido que hace girar el mundo.


Los pajarillos que van al encuentro de gatos siguen cantando en mi interior.

[FOTOGRAFÍA 3]

reavivado como un fuego

con porte regio mi gato

se pasea

se pasea sin descanso

con la cola erizada y

los ojos como

pulsadores

está

vivo y

es afelpado y

tan real como un

ciruelo

ninguno de los dos comprendemos


las catedrales ni

al hombre que riega el

césped

afuera

ojalá fuera tan hombre

como gato es él;

si hubiera hombres así

el mundo podría

comenzar

sube al sofá de un salto

y atraviesa los

pórticos de mi

admiración.

nací para vender rosas en las

avenidas de los muertos

te perdiste una pelea de gatos el gris estaba

cansado agitando la cola sin parar e hizo el tonto

con el negro que quería que le dejaran

en paz y entonces el negro

persiguió al gris le dio un zarpazo el

gris maulló dolorido

se marchó corriendo se paró se rascó la oreja

jugueteó con una hoja que colgaba huyó

derrotado y urdiendo planes mientras

uno blanco (otro gato) corría al

otro lado de la valla persiguiendo un

saltamontes justo cuando alguien disparaba a

Kennedy.

Las fábricas, las cárceles, los días y las noches de borrachera, los hospitales me han

debilitado y zarandeado como a un ratón en la boca de un gato: la vida.

[FOTOGRAFÍA 4]

lo incierto de acoger a los desamparados

estaba flaco y nervioso

como un músico hambriento

lo alimenté bien

y ha engordado

como un magnate del petróleo de Texas y ya no

está tan nervioso

pero sigue siendo

raro.

me despierto en la cama

y su hocico roza

mi nariz y esos

ojazos amarillos

ME ATRAVIESAN

lo que me queda de alma

y entonces le digo:

¡largo, cabronazo!
¡aparta el hocico de

mi nariz!

ronronea como una araña saciada

de moscas y se aleja

un poco.

ayer estaba en la bañera

y se acercó

como un rey

con la cola en alto

y allí estaba yo

fumando un puro y leyendo el

New Yorker

y subió de un salto al borde de la

bañera

y se mantuvo en equilibrio sobre la superficie

resbaladiza

y le dije,

señorito, es usted un gato y a los gatos

no les gusta el agua.


pero caminó hasta los grifos

y se aguantó con las patas negras

mientras inclinaba la cabeza

y olisqueaba el agua y el agua estaba

caliente y comenzó a beber

aquella fina lengua roja

tímida y mágica

hundiéndose en el agua caliente

y siguió

olisqueando

quería saber qué hacía yo allí

por qué me gustaba tanto

¡y entonces aquel idiota regordete blanco

se cayó!

salimos de allí disparados

y mojados;

el gato, yo, el puro y el New Yorker,

escupiendo agua, gritando, farfullando, empapados,

y mi mujer entró corriendo

¡DIOS MÍO! ¿QUÉ HA PASADO? ¿QUÉ HA PASADO?


respondí sin soltar el puro pasado por agua:

¡lo que pasa es que uno ya no puede estar

tranquilo ni en su propia bañera!

se rió de nosotros

y el gato no estaba enfadado

seguía estando mojado y gordo

salvo por la cola

que era tan fina como

la cola de una rata que daba pena y

empezó a lamerse.

me sequé con una toalla,

fui al dormitorio

me metí en la cama

y traté de retomar la

lectura.

pero ya no estaba de humor

dejé la revista

y miré hacia las alturas

donde se suponía que estaba


Dios

y entonces lo oí:

¡MIAU!

el próximo gato callejero que llegue a casa

se quedará

en la calle.

retrato de un alma en pena

es un hombre con una camiseta desgastada de una revolución

marchita

que impulsa lo matemático de su impureza hacia

el cero final

y esta mañana me he despertado con un regusto

a salmón

pensando en él

aunque necesitaba un sacerdote

o al menos su

ama de casa

para que acariciase mis partes y recuperasen un atisbo de

majestuosidad.

en la mano tiene una carta

de un ricachón de Santa Fe:

“vas de mal en peor, V. y yo


te admiramos desde hace años

y nos preocupa tu declive

artístico por mucho que seas más popular

que nunca. ¿por qué no vas al psiquiatra

para que te haga una lavativa

cerebral?

J.”

los comprimidos de Alka–Seltzer cobran vida lentamente

y hay un gato blanco junto a la ventana

mirando al hombre,

me gusta el gato, piensa,

no tiene que ser un esclavo

del sueño americano

y hunde la nariz

su nariz americana

en las burbujas que el gato no necesita

y se bebe las burbujas

mientras siente las gotas de sudor

de las 18 cervezas y el whisky de anoche


en las orejas y la nuca

debería llamar al gordo de Freddy el Evitamierdas

debería encontrar una montaña de latón bajo la que ocultar

mi psique de vendedor ambulante de fruta

afuera, un pájaro alza el vuelo en la maleza

atrapado entre el sol y sí mismo

y la sombra de un ala enorme

sobrevuela al hombre

sobrevuela la casa…

el gato salta contra la mosquitera

y todo es más antiguo que Normandía y Stalingrado

y el bombardeo de los puertos

Winston Churchill

con cerebro infantil

y baba en el mentón

saluda a la multitud obnubilada


desde lo alto de una ventana

y luego muere

como casi todo

lo demás

pero volvamos al hombre de la camiseta desgastada:

el gato está furibundo

la mosquitera lo ha engañado

y los ojos amarillos se posan en los del hombre

como los ojos de un pequeño empresario

que una vez le despidió por haraganear

en un almacén

–que te den –le dice al gato– y

que le den al declive

de mi talento.

media hora después

esa primera cerveza

es mejor que cualquier polvo


con cualquiera de las culonas

a las que haya

desvestido

entra en el baño donde su mujer

mece a su hija en el regazo

y le quita el cigarrillo

se lo lleva a la boca

y tose tose tose

y con lo que le queda de su talento en declive

piensa, esa tos me suena:

un caballo escupiendo una cascada de saliva

por el bocado de hierro

mientras tira de su primer carretón

una mañana gélida e inútil

en un pueblo

donde solo hay un

Mercedes

suda
debe de apestar

pero las paredes son educadas

y le queda media cerveza

y la mujer dice:

–espero que anoche no dijeras todas esas cosas

en serio.

–ah, solo las buenas.

–bueno, eso lo aclara todo.

¿hoy beberás?

–sólo un poco, cariño. soy un cobarde.

–dale de comer al gato.

–vale.

hay un empleado de Western Union en la puerta. le da

una propina ridícula y el chico se marcha


sudando

el gran trabajador americano

que Dios le salve

LA FECHA LÍMITE PARA EL NÚMERO DE POESÍA

DE SEPTIEMBRE ES EL 7 DE AGOSTO TE

AGRADECERÍA QUE COLABORASES EN ESTE

NÚMERO ESPECIAL SALUDOS CORDIALES

GENE COLE REVISTA INTERMISSION

3212 NORTH BROADWAY

CHICAGO

ILLINOIS

–¿se ha muerto alguien?

le pasa el

telegrama.

–oooh, ¡eres famoso!


–me lo veo venir: Genet, Sartre y yo

tomándonos una copa en una terraza de

París.

–¿quiénes son?

–nadie. otros genios.

–ah. bueno, dale de comer

al gato.

le di de comer al gato

me bebí otras 18 cervezas y

escribí

esto.

roce cariñoso, flor

durmiente, me despierto

el cazador se pasea junto a la ventana

4 patas atrapadas en la quietud luminosa de una

noche

amarilla y azul.

los instantes extraños y crueles se suceden en las guerras, en

los jardines…

la noche azul y amarilla estalla ante

mí, atómica, milimétrica,

repleta de pérfidos demonios iluminados

por las estrellas…

el gato sube a la valla de un

salto cual desazón rechoncha,

estúpida, solitaria…

con bigotes como una anciana en el


supermercado

y desnudos como la

luna.

durante unos instantes, me hace

feliz.

no me gusta que el amor sea una orden, una búsqueda. tiene que venir a tu encuentro

como un gato hambriento a la puerta de tu casa.

[FOTOGRAFÍA 5]

Ting

el cenzontle1

el cenzontle se había pasado todo el verano

persiguiendo al gato

imita que te imita

provocando, seguro de sí mismo;

el gato se metía debajo de las mecedoras de los porches

dejando entrever la cola

y encolerizado le decía al cenzontle algo

que yo no entendía.

ayer el gato iba sin prisas por el callejón de entrada

con el cenzontle vivo en la boca,

las alas abiertas en abanico, las hermosas alas abiertas e inertes,

con las plumas separadas como las piernas de una mujer,

y el pájaro ya no le imitaba,

rogaba, suplicaba

pero el gato

1
“Mockingbird” en inglés: pájaro americano que tiene la capacidad de imitar el canto de otros pájaros;
“cenzontle” proviene de la voz náhuatl “centzuntli” que significa “que tiene cuatrocientas [voces]”.
con el saber de los siglos

no le hacía caso.

lo vi meterse debajo de un coche amarillo

con el pájaro

para rematarlo.

el verano había acabado.


los huevos del gato

sentado junto a la ventana

sudando cerveza a chorros

vapuleado por el verano

observo los huevos del gato.

no me queda otra.

dormita en una vieja mecedora

en el porche

y me mira desde allí

con los huevos colgándole.

la maldita cola

se aparta…

veo esos depósitos peludos…

¿en qué se puede pensar

mientras se observan los huevos del gato?

desde luego que no en las armadas hundidas


en las grandes batallas en alta mar.

desde luego que no en el programa para ayudar

a los pobres.

desde luego que no en mercados de flores ni en una docena

de huevos.

desde luego que no en un interruptor de la luz roto.

los huevos son huevos, no hay más.

y desde luego los de un gato,

los míos son bastante anodinos

y, según me dicen,

enormes:

“¡vaya par de huevos que tienes, Bukowski!”

volviendo a los huevos del gato:

no tengo claro si cuelgan de él

o si él cuelga de ellos…

casi todas las noches oigo a los gatos pelearse por

las hembras…

y no nos es fácil.
salta a la vista:

le falta un trozo de la oreja izquierda;

una vez pensé que le habían arrancado

uno de los ojos

pero al cabo de una semana

la costra se desprendió

y allí estaba aquel ojo

amarillo y verde

mirándome

con toda su pureza.

tiene heridas de mordiscos por todo el cuerpo

y el otro día,

al acariciarle la cabeza,

maulló dolorido y estuvo a punto de morderme…

la zona del cráneo estaba en carne viva,

se veía hasta el hueso.

no nos es fácil.

pobre, con esos huevos.


ahora duerme y sueña...

¿con qué? … ¿con un cenzontle en las fauces?...

¿o que está rodeado de gatas en celo?...

sueña fantasías

y esta noche

lo sabrá.

buena suerte, colega,

no nos es fácil,

de los huevos colgamos, eso es todo,

colgamos de los huevos,

y me vendría bien usarlos…

mientras tanto,

vigila las miradas y ataca con la izquierda

y corre como alma que lleva el diablo

cuando ya no te sirvan

de nada.

lo más extraño

la otra noche

estaba sentado en una silla en la oscuridad

sin hacer nada

cuando oí unos desgarradores sonidos de tortura

en la maleza

al otro lado

de la ventana.

obviamente no era un gato y una

gata sino

un gato y otro

gato

y por lo que parecía

uno era mucho más

grande y atacaba a

matar.

luego paró.
después empezó de nuevo,

con más ahínco;

los sonidos eran tan terribles

que casi ni

respiraba.

entonces el sonido cesó.

me levanté de la silla

fui a la cama y

dormí.

soñé que un gato muy pequeño

y con aire triste

se me acercaba.

me habló para decirme:

“mira lo que me ha hecho el otro gato”.

y se me acurrucó en el regazo

y vi las heridas en

carne viva. luego

se marchó de un salto.
y eso fue todo.

me levanté a las 20.45.

me vestí y salí

para echar un vistazo.

no vi nada.

entré y puse dos huevos

en una olla con agua

y encendí el

fuego.

noche húmeda

tenía la regla.

estaba allí sentada, apesadumbrada.

no había nada que hacer.

llovía.

se levantó y se largó.

joder, otra vez con lo mismo, pensé.

cogí la copa y subí el volumen de la radio,

quité la pantalla de la lámpara

y me fumé un puro negro, barato y acre

importado de Alemania.

llamaron a la puerta

y la abrí

había un hombre bajito bajo la lluvia

y me dijo,

¿has visto una paloma en el porche?

le dije que no había visto ninguna paloma en el porche

y me dijo que si veía una paloma en el porche


le avisara.

cerré la puerta

me senté

y entonces un gato negro entró de un salto por la

ventana, se me subió al

regazó y ronroneó, era un animal hermoso

y lo llevé a la cocina y nos comimos una

loncha de jamón.

luego apagué las luces

y me metí en la cama

y el gato negro se acostó conmigo

y ronroneó

y pensé, bueno, le gusto a alguien,

entonces el gato empezó a mear,

se meó encima de mí y de las sábanas,

la meada se me deslizó por la barriga y cayó por los costados

y dije: oye, ¿qué coño te pasa?

cogí al gato y fui hasta la puerta

y lo arrojé lejos, bajo la lluvia,

y pensé, qué raro que se me haya


meado encima

la meada estaba tan fría como la lluvia.

luego la llamé

y dije: oye, ¿de qué coño vas? ¿has perdido

la chaveta?

colgué y quité las sábanas

y me tumbé y me quedé escuchando la lluvia.

a veces no sabemos qué hacer

y a veces lo mejor es quedarse muy quieto

y tratar de no pensar en nada

en absoluto.

aquel gato era de alguien,

llevaba un collar antiparasitario.

la mujer,

no lo sé.

[…]

los gatos matan gatos a las

3 de la madrugada

arrancan de un mordisco las patas

delanteras y van a por la

yugular

y dejan tras de sí

restos de pelaje y huesos

para cualquier recolector de

basura y vidas

olvidadas.

tigrecitos por doquier

los zapatos de Sam,

el de la casa de putas,

crujen

y se pasea por todo

el patio

crujiendo y hablando con

los gatos.

pesa 165 kilos,

es un asesino

y habla con los gatos.

se ve con las mujeres del salón

de masajes pero no tiene novia

ni coche

no bebe ni se droga

sus mayores vicios son

mascar puros y

dar de comer a todos los gatos


del vecindario.

algunas gatas se quedan

preñadas

y cada vez hay

más gatos por todas partes

y cuando abro la puerta

se cuelan uno o dos

gatos y a veces se me olvida y

se cagan debajo de la cama

o por la noche oigo ruidos

me despierto

y me levanto de un salto navaja en mano

entro en la cocina con sigilo y

veo a uno de los gatos de Sam, el de la

casa de putas, paseándose por

el fregadero o sentado encima

de la nevera.

Sam regenta la casa de citas

de la esquina
y sus chicas esperan en la

entrada bajo el sol

y los semáforos cambian de color,

del rojo al verde, del rojo al verde

y todos los gatos de Sam

tienen tanto sentido

como los días y las noches.


el amor son los gatos arrollados

del universo

[ILUSTRACIÓN 2]

Este dibujo, enviado en una carta a Sheri Martinelli en 1966, es la única ilustración de

un gato de la que se tiene constancia. Aunque Bukowski intentó dibujar gatos en otras

ocasiones, como el cuadro de la primera página, siempre le salían perros.


Entré en la cocina, abrí un frasco de vitamina E, de unos 400 mg cada pastilla, y

me largué varias con medio vaso de agua mineral. Sería una buena noche. El sol se

colaba por entre las persianas y le daba un tono familiar a la alfombra, y el vino blanco

estaba enfriándose en la nevera.

Abrí la puerta y salí al porche. Vi un gato bien raro. Era un macho enorme, con

el pelaje negro y resplandeciente y unos ojos amarillos luminosos. No se asustó al

verme. Se me acercó ronroneando y se restregó contra una de mis piernas. Era un buen

tipo y el gato lo sabía. Los animales saben cosas así. Tienen instinto. Entré en casa y me

siguió.

Le abrí una lata de atún blanco conservado en aceite de primera calidad. Peso

neto 200 gramos.


una operación nefasta

al viejo Butch lo caparon

y las hembras ya no le parecen

gran cosa.

cuando mi vecino Sam se mudó

heredé a Butch, un gato enorme

de 70 años según los cálculos,

viejo,

capado,

pero con todo el gato más

grande y avieso que

se recuerde.

ha estado a punto de arrancarme

la mano

la mano que le da de comer

un par de
veces

pero le he perdonado,

está capado

y se nota

que no le

gusta.

por la noche

lo oigo pelearse y

perseguir a otros gatos por

la maleza.

Butch, toda una vieja

gloria

que sigue luchando

sin tenerlos puestos.

menudo cabrón debió de ser

cuando los tenía bien puestos

de jovencito

y se paseaba sin prisas


por la vida

y lo observo

ahora

y todavía siento el coraje

y el poderío

a pesar de la insignificancia del hombre

a pesar del saber científico

del hombre,

el viejo Butch

se conserva

aguanta

mientras esos

pérfidos ojos amarillos

me miran fijamente

desde su enorme

cabeza

invicta.

un regalo

bueno

el vecino de atrás se largó

no pagaba el alquiler

y heredé un

gato viejo

tan grande como un perro mediano

malvado

de ojos amarillos

mayor pero fuerte

cuando ataca con las

zarpas

las paredes se estremecen.

se llama Butch y

no se anda con chiquitas

tiene un humor de perros

y ve las cosas a su manera

desde hace mucho


tiempo.

va a lo suyo

y desaparece

sin previo aviso

a veces lo acaricio

y de repente me

inmoviliza la mano en la

tripa

y me hunde los dientes

en el dorso

y, sin soltarme,

me araña las muñecas

con las uñas de las patas

traseras bien extendidas…

dejo la mano inerte

hasta que se cansa

luego

la aparto

y veo hilillos de sangre

deslizándose… y él se limita
a mirarme.

te lo enviaré

en una caja de almendro

natural

le haré agujeros para que

respire.

pero ojo cuando apartes

la tapa

te lo enviaré

por correo urgente

para que llegue a tiempo

abre la caja el

Día Mundial de la Poesía.


Butch Van Gogh

poco antes de irme de Hollywood mi gato se peleó

y casi perdió una oreja.

ahora vivimos en otro lugar

y ayer lo llevé al veterinario.

había odontólogos y psicólogos

para animales

y una sala de URGENCIAS

lo operarían

con anestesia

y le darían pastillas y

pomadas.

la broma me costaría

82,50 dólares.

–joder –le dije al veterinario–, tiene diez años,

está capado y me lo encontré en la calle. gatos así los hay


a patadas.

el veterinario trazó varios círculos con el lápiz

en un trozo de papel.

–de acuerdo –dije–, adelante.

el veterinario anotó el nombre del paciente: “Butch Bukowski”.

cuando fui a recogerlo tenía el cráneo vendado

parecía como si le hubieran perforado la cabeza.

una asistente lo sacó de la sala 6.

–¿qué le han hecho? –pregunté–. ¿una lobotomía?

ahora se sienta encima de la estufa y me mira fijamente.

Butch Van Gogh Artaud Bukowski.

una vez un amigo me dijo:


“¡todo lo que tocas se va a la mierda, tío!”

tiene razón.

no he dejado de masturbarme desde que cumplí

los once.

un lector

mi gato se cagó en los archivos.

se metió dentro de la caja naranja de

Golden State Sunkist

y se cagó en mis poemas

en los originales

que guardo para los archivos universitarios.

ese crítico negro, rechoncho y de una sola oreja

me había dado su veredicto.

[FOTOGRAFÍA 6]

Butch

rabón

constatemos lo evidente:

no hace falta ser

un genio

para saber que

nos equivocamos de nuevo.

cada vez reímos menos,

nos volvemos más cuerdos.

lo único que deseamos

es la ausencia de los demás.

hemos oído la música clásica

demasiadas veces,

y ya hemos leído los libros

que valen la pena.

volvemos a sospechar,

como al principio,

que somos

raros, deformes,
que no encajamos

en ningún lado…

mientras escribimos esto

oímos un zumbido desagradable

algo se nos mete

en el pelo

y se queda atrapado.

alargamos la mano

y lo liberamos

mientras nos muerde el dedo.

¿qué mierda de bicho

insignificante

es este

a estas horas

de la noche?

ya se ha ido…

al otro lado

de la puerta corredera

de cristal
vemos

un gato rabón blanco

bizco.

la lengua le cuelga

de lado.

descorremos la puerta

y el gato entra a la carrera.

las patas delanteras se impulsan

en un sentido,

las traseras

en el otro.

se nos acerca

con andar raquítico

nos sube por las piernas

el pecho

nos coloca las patas delanteras

como brazos

cerca de los hombros

pega el hocico

a nuestra nariz
y nos mira

como mejor puede;

desconcertados,

le devolvemos la mirada.

qué noche,

viejo amigo,

qué momento,

qué estilo.

los dos aquí

juntos.

recuperamos la sonrisa

de siempre.

de repente, el rabón

pega un salto

y derrapa de lado

por la alfombra

persiguiendo algo

que ninguno de los dos


ve.

___________

El lunes un ladrón internacional atropelló a mi gato favorito (un rabón). La rueda

delantera lo arrolló. Ahora mismo está en el hospital. El veterinario dice que es posible

que no vuelva a caminar, pero todavía es pronto para saberlo. Las radiografías dejan

claro que tiene la columna vertebral bien jodida. Es un gato especial, con mucha

personalidad. Tal vez puedan operarlo o montarle una silla de ruedas. Según las

radiografías, ya le habían disparado. Las ha pasado bien canutas.

El rabón vuelve a caminar, aunque de lado. Estuvo una semana en el hospital. El

veterinario dice que es un milagro, que creía que nunca volvería a caminar. Además, no

es un rabón, alguien le cortó la cola. Es medio siamés. Es un animal único, inteligente

como nadie. El tipo que lo atropelló vino a casa anoche, el gato lo vio y huyó

despavorido escaleras arriba y se escondió detrás del váter. Sabía quién conducía el

coche que lo había atropellado.

Es un gato hermoso. Es bizco y le cuelga la lengua. Le cortaron la cola. Es precioso y

muy sensato. Lo atropellaron y lo llevamos al veterinario para que le hicieran una

radiografía. El veterinario dijo, “lo han atropellado dos veces, le han disparado y le han

cortado la cola”. Dije: “Es como yo”. Llegó un día a casa muerto de hambre. Sabía que

había dado con el sitio correcto. Los dos hemos sido vagabundos.

El rabón llegó un día a casa medio muerto. Lo acogimos, lo cebamos a base de bien y

entonces un amigo llegó borracho y lo atropelló con el coche. Lo vi. El gato me miró

fijamente mientras pasaba. Lo llevamos al veterinario. Radiografías. No es un rabón. El

veterinario dijo que alguien le cortó la cola y que también le habían disparado, tiene un

perdigón alojado en la columna, y que le habían atropellado con anterioridad. En las

radiografías se veía que la columna se estaba enderezando. También es bizco. El

veterinario dijo que seguramente no volvería a caminar. Ahora corre por ahí con la

lengua colgándole por fuera, tan bizco como siempre. Es un pirado de cuidado.

[FOTOGRAFÍA 7]

Manx

El gato sin cola y bizco llegó un día a casa y lo dejamos pasar. Ojos de color rosa. Vaya

tipo. Los animales son una fuente de inspiración. No saben mentir. Son fuerzas

naturales. La tele me pone enfermo en cinco minutos, pero miro a un animal durante

horas y solo veo gracia y gloria, la vida tal y como debería de ser.

obras nocturnas

el gato se metió en la chimenea

en llamas

de un salto

mientras Van Gogh

cortaba la mosquitera de atrás

y entraba

en busca de la puta azul

de ninguna parte.

Un día andaba por ahí, esperando como de costumbre, ya no me llevaba bien con la

pandilla ni me apetecía, cuando Gene se me acercó corriendo.

–¡Henry, ven!

–¿Qué pasa?

–¡VEN!

Empezó a correr y le seguí por el callejón de entrada hasta el jardín trasero de

los Gibson. Había un gran muro de ladrillo alrededor del jardín.

–¡MIRA! ¡TIENE ARRINCONADO AL GATO! ¡LO VA A MATAR!

Había un gatito blanco arrinconado junto al muro. No podía subir ni huir en

ninguna dirección. Tenía el pelo erizado y bufaba, con las uñas sacadas, pero era muy

pequeño y Barney, el bulldog de Chuck, gruñía y se le acercaba cada vez más. Tuve la

sensación de que los chicos habían puesto allí al gato y luego habían traído al bulldog.

Estaba casi seguro porque Chuck, Eddie y Gene observaban el espectáculo con

expresión culpable.

–Ha sido idea vuestra –dije.

–No –dijo Chuck–, es culpa del gato. Se ha metido ahí él solito. Que se las

ingenie para escapar.

–Qué cabrones –dije.

–Barney se va a cargar al gato –dijo Gene.

–Lo hará pedazos –dijo Eddie–. Le asustan las garras, pero en cuanto ataque se

habrá acabado.

Barney era un bulldog marrón enorme con unas fauces babeantes. Era gordo y

torpe, con ojos marrones inexpresivos. No dejaba de gruñir y cada vez se acercaba más,
con el pelaje del lomo erizado. Me dieron ganas de darle una buena patada en el trasero,

pero pensé que me arrancaría la pierna de un mordisco. Estaba decidido a matar a aquel

pequeño gato blanco que todavía no había crecido del todo. Bufaba y esperaba,

arrinconado; era una criatura hermosa y pura. El perro se le acercó lentamente. ¿Por qué

hacían eso los chicos? No tenía nada que ver con el valor, era juego sucio. ¿Dónde

estaba la gente mayor? ¿Dónde estaban las autoridades? Se pasaban el día acusándome

de todo. ¿Y ahora, dónde estaban? Pensé en correr a toda velocidad para coger al gato y

salir de allí volando, pero no tuve agallas. Temía que el bulldog me atacara. Me sentí

mal porque sabía que no tenía el valor necesario para salvar al gato. Empecé a

marearme y me entraron arcadas. No quería que pasase, pero no se me ocurría nada para

impedirlo.

–Chuck –dije–, deja que el gato se vaya, por favor. Llama al perro.

Chuck no contestó y siguió mirando. Entonces dijo:

–¡Barney, a por él! ¡A por el gato!

Barney se acercó un poco más y, de repente, el gato saltó. Era una furibunda

masa blanca, toda bufidos, garras y dientes. Barney retrocedió y el gato volvió a

quedarse pegado al muro.

–A por él, Barney –repitió Chuck.

–¡Joder, cállate! –le dije.

–No me hables así –dijo Chuck.

Barney volvió a acercarse al gato.

–¡Es cosa vuestra, lo habéis preparado! –dije.

Oí un ruido a nuestras espaldas y me volví para mirar. El viejo señor Gibson

también observaba el espectáculo desde la ventana del dormitorio. Quería que el perro

matara al gato, igual que los chicos. ¿Por qué? El señor Gibson llevaba dientes postizos
y era nuestro cartero. Su mujer se pasaba todo el día dentro de casa. Sólo salía para

sacar la basura. La señora Gibson siempre llevaba una redecilla en el pelo, camisón,

bata y zapatillas.

En ese momento apareció la señora Gibson, vestida como de costumbre, y se

quedó junto a su marido, a la espera del desenlace. El viejo Gibson era uno de los pocos

hombres con trabajo del vecindario, pero no quería perderse el espectáculo. Gibson era

igual que Chuck, Eddie y Gene. Había demasiados como ellos.

El bulldog se acercó más. No quería presenciar el final. Me avergoncé de

abandonar al gato de esa manera. Cabía la posibilidad de que el gato escapara, pero

sabía que no se lo permitirían. El gato no se enfrentaba al bulldog solamente, se

enfrentaba a la humanidad entera.

Me di la vuelta y me marché; seguí el callejón de entrada hasta llegar a la acera.

Caminé por la acera hasta mi casa y allí, esperando de pie en el jardín, estaba mi padre.

–¿Dónde has estado? –me preguntó.

No respondí.

–¡Entra –dijo–, y deja de poner esa cara de desgraciado o haré que tengas

motivos para ello!


gatos y personas y tú y yo y

todo…

los egipcios amaban los gatos

solían enterrarse con ellos

en lugar de con una mujer

o un perro

y ahora

aquí

quedan pocas

personas honradas

de mirada honrada

sin embargo sí que hay gatos

con mucho estilo

holgazaneando

por los caminos

del universo.
en cuanto

a nuestra discusión esta noche

fuera sobre lo que

fuera

por mucho

que nos hiciera

infelices

recuerda que

hay un

gato

en alguna parte

adaptándose

a su propio espacio

con una facilidad pasmosa

y maravillosa.

es decir,
la magia continúa

sin nosotros

incluso aunque

luchemos

en su contra.

y haría lo que fuera

por evitar

que

siguiéramos

así.

fin

de la discusión.

Llego a casa, subo por el callejón de entrada, aparco, salgo del coche como cualquier

otro matador acabado. Pero al abrir la puerta mi gato favorito, Gafe, me sube a los

brazos de un salto y, de repente, vuelvo a estar enamorado.

[FOTOGRAFÍA 8]

Ting

la historia de un hijoputa bien duro

llegó a casa una noche empapado, en los huesos, apaleado y

aterrorizado.

un gato rabón blanco, bizco y sin cola.

lo acogí y le di de comer y se quedó

me gané su confianza hasta que un amigo lo atropelló

mientras aparcaba

y llevé lo que quedaba de él al veterinario, y dijo, “lo tiene

difícil… dale estas pastillas y espera… la columna está

destrozada, ya se la habían destrozado antes pero se había

enderezado, si sobrevive no volverá a caminar, mira

las radiografías, le han disparado, fíjate bien, los perdigones

siguen ahí… además, tenía cola y alguien

se la cortó…”

me llevé el gato a casa, era un verano caluroso, uno de los

más calurosos en décadas, lo puse en el suelo del

baño, le di agua y las pastillas, no quería comer ni


beber, hundía un dedo en el agua

y le humedecía la boca y le hablaba, no salía

de casa, me pasaba horas y horas en el baño y le hablaba

y le acariciaba y me miraba con esos

ojos bizcos azul claro y al cabo de unos

días se movió por primera vez

se arrastró con las patas delanteras

(las traseras no respondían)

hasta la caja de arena

trepó hasta dentro,

y fue como si las trompetas de la esperanza y la victoria

resonasen en el baño y por toda la ciudad, me

identificaba con aquel gato… lo había pasado mal, no tan

mal como él, pero sí bastante mal…

una mañana se levantó, se mantuvo en pie, se desplomó y

se quedó mirándome.

–lo conseguirás –le dije–, eres un buen tipo…


siguió intentándolo, se levantó y se cayó, por fin

dio varios pasos, parecía un borracho dando tumbos, las

patas de atrás no respondieron y se desplomó de nuevo, descansó,

se levantó…

ya os imagináis el resto: ahora está mejor que nunca, bizco,

casi desdentado, con la gracia intacta, y esa mirada

que nunca lo abandonó…

y a veces me entrevistan y quieren que hable sobre

la vida y la literatura y me emborracho y sostengo en alto al gato

bizco, acribillado, atropellado, sin cola y digo, “mirad, ¡fíjáos

en esto!”

pero no lo entienden, me preguntan cosas como, “¿dices

que Céline te ha influido…?”

–no –alzo el gato ante ellos–, me influye lo que pasa,

cosas como esta, como esto, ¡esto!


zarandeo al gato, lo sostengo en alto por las patas delanteras

bajo la luz ahumada y ebria; se queda tan tranquilo, ya sabe lo que hay…

casi todas las entrevistan se acaban en ese momento.

aunque luego me enorgullezco cuando se publican

y ahí estoy yo con el gato y nos fotografían

juntos…

él también sabe que son gilipolleces pero sirven para comprar la comida,

¿no?

terminología

uno de mis gatos preferidos

parecía estar muriéndose

y venga a llevarlo

al veterinario

para radiografías,

consultas,

inyecciones,

operaciones,

“lo que haga falta

–le dije al veterinario–,

intentemos que salga

adelante…”

una mañana

fui a buscarlo

y la chica del

mostrador
una joven oronda

con un uniforme blanco cruzado

de enfermera

me preguntó:

–¿quiere que lo

sacrifiquemos?

–¿qué? –dije.

repitió

la pregunta.

–¿sacrificarlo? –pregunté–,

¿te refieres a quitarle la vida?

–bueno, sí. –dijo

sonriendo con

sus ojos diminutos, y luego,

tras consultar

la ficha que tenía


en la mano, dijo–:

ah, no, la que quería

eso

era la señora Evans…

–¿en serio? –pregunté.

–lo siento –dijo.

se marchó

a la otra sala con

la ficha

y pensé,

lo sientes y yo

lo siento,

la pena que me da

tu triste

culo

tu triste

andar
tu triste

cama

tu triste

vida y tu

triste muerte

y tu triste

señora Evans

y sus tristes

gilipolleces de mierda.

me aparté,

me senté

y abrí

una revista

de gatos, la

cerré,

pensando, es su

trabajo, es lo que

hay,

no es ella quien
mata a los

gatos,

sólo anota los

mensajes.

cuando volvió

a la oficina

ya no me

repugnaba tanto

y abrí la

revista de gatos

de nuevo

y la

hojeé

como si no hubiera

pasado nada,

aunque no fuera

del todo

cierto.

por el viejo amigo

no era más que un

gato

bizco,

de un blanco sucio

con ojos azul claro.

no os aburriré con su

vida

solo diré

que tuvo mucha mala suerte

y que era un buen

tipo

y murió

como muere la gente

como mueren los elefantes

como mueren las ratas


como mueren las flores

como el agua se evapora

y el viento deja de soplar.

los pulmones se apagaron

el lunes pasado.

ahora está en el jardín

de rosas,

y en mi interior

suena una

marcha conmovedora

en su honor

y sé

que no a muchos

pero sí a algunos

os gustaría

saberlo.

eso es

todo.
[FOTOGRAFÍA 9]

Manx

un poema sobre la naturaleza

tengo dos gatitos que se están haciendo

grandes y

dormimos en la misma cama… el problema es que

madrugan:

por la mañana suelo despertarme mientras me corretean por la

cara.

se pasan el día corriendo, comiendo, durmiendo, cagando y

peleándose

pero a veces descansan y me

miran

con unos ojos

mucho más hermosos que los de cualquier

humano.

son buenos tipos.

cuando bebo y escribo por la noche


están bien cerca

por ejemplo

uno en el respaldo de la silla y el otro allá abajo

mordisqueándome los dedos de los pies.

el interés es mutuo, nos gusta

saber dónde estamos, dónde está

todo.

entonces

se ponen a

corretear por el suelo

por encima de las páginas

mecanografiadas

y las arrugan y las

perforan.

luego

se meten de un salto en la caja de cartas

que recibo

pero no las responden, están


domesticados.

supongo que me inspirarán varios poemas sobre gatos

y este es el

primero.

–Dios mío –dirán–, ¡Chinaski solo escribe sobre

gatos!

–Dios mío –solían decir–, ¡Chinaski solo escribe sobre

putas!

los quejicas seguirán quejándose y comprando mis

libros: les encanta que les

irrite.

este es el último poema de la

noche, apenas

me queda una copa de vino

y los dos gatitos

se me han dormido encima de los pies.


noto su leve peso

su pelaje

su respiración:

a menudo pasan cosas buenas, recuérdalo

mientras las bombas caen lentamente con todo su magnífica

insensatez,

los gatitos

a mis pies

saben más,

son

más,

y este momento estalla

con más esplendor,

y un pasado afortunado

no puede eliminarse

jamás.

un tipo sensato

cuando me tiro un pedo

mi gato ni se

inmuta.

[FOTOGRAFÍA 10]

Bhau

con el collar puesto

vivo con una mujer y cuatro gatos

y algunos días nos llevamos

bien.

otros días, tengo problemas con

uno de los

gatos.

otros días, tengo problemas con

dos de los

gatos.

otros,

con tres.

algunos días tengo problemas

con los cuatro


gatos

y la

mujer:

diez ojos que me miran

como si fuera un perro.


mejor que bien

no dejan de llegar gatos callejeros: ya tenemos 5

y son caprichosos, volubles, pre-

sumidos, inteligentes por naturaleza y de una belleza

deslumbrante.

una de las mejores cosas de los gatos es

que cuando estás deprimido de veras

sólo hay que mirarlos mientras se relajan

a su manera;

te enseñan a superar

las dificultades, y

si miras a 5 gatos, te sientes 5

veces mejor.

da igual el sinfín de latas de atún

que hay que ir a comprar: son combustible

para una dignidad pura, ilimitada, una


vitalidad asombrosa e

inagotable,

sobre todo cuando la vida nos

puede: le damos demasiadas

vueltas

a las cosas.

Por la mañana nos despertamos y éramos marido y mujer, como muchos otros. Pero la

noche anterior nuestra familia se había ampliado con un nuevo miembro, un gato

aterrorizado, hambriento y solitario. Era nuestro quinto gato. Estábamos tan borrachos

que le habíamos dado de comer. Ahora estaba en la alfombra, yendo de un lado para

otro, dando saltos de alegría y, atemorizado por la novedad, nos miraba con sus puros

ojos amarillos.

Una buena señal: una nueva vida, como la nuestra.

Entonces pensé, hoy Linda Lee comerá algo aparte de la tarta de boda de queso

(habíamos metido las sobras en la nevera).

Y algún día veremos las fotos de la boda y lo reviviremos todo y nos dejaremos

atrapar de nuevo por la magia del momento.

–Buenos días, señora Bukowski –dije riéndome.

–Buenos días, querido esposo –replicó Linda Lee riéndose también.

Había una puerta nueva en la casa. Y muchas otras puertas por abrir.

un gato es un gato es un gato es un gato

ella silba y da palmadas

para llamar a los gatos

a las dos de la madrugada

mientras estoy aquí sentado

con una copa de vino y

Beethoven.

–están merodeando por ahí –le digo…

Beethoven agita los huesos

con majestuosidad.

y a los malditos gatos

no les importa

lo más

mínimo.
y

si les importara

ya no me caerían

bien:

las cosas pierden su

valor natural

cuando se asemejan

a las humanas.

no tengo nada contra

Beethoven:

no lo hizo

nada

mal

pero no me gustaría

verlo

en la alfombra

con una pierna


por detrás de la cabeza

lamiéndose

los huevos.

otra víctima

atropellaron al gato

y ahora un tornillo de plata sujeta el fémur

roto

y una venda

de color rojo vivo

le cubre la pata derecha.

lo traje de vuelta a casa

y dejé de vigilarlo

unos

instantes

corrió por el suelo

arrastrando la pata

vendada

para perseguir a la

gata
lo peor que podía

habérsele ocurrido

al muy idiota

ahora está

en el

banquillo

sufriendo

por la espera

es como todos

nosotros

mira fijamente

con esos enormes ojos

amarillos

lo único que quiere


es

disfrutar

de la vida.

[FOTOGRAFÍA 11]

Beauty

mi gato, el escritor

mientras escribo sentado frente a

la máquina de escribir

Ting descansa

sobre el respaldo de la

silla.

mientras

tecleo esto

se mete en un cajón

abierto

y luego sale y sube al

escritorio.

ahora

olisquea la

página

y me observa
escribir.

deja de hacerlo

y se marcha

para meter el hocico en

una

taza de café.

vuelve

y se pone delante de la

página.

juguetea con la cinta con la

pata.

aprieto

una tecla y

pega

un salto.

ahora
se sienta y me observa

teclear.

he colocado la copa de vino y la

botella

al otro lado de

la

máquina de escribir.

en la radio suena una canción

de piano

mala.

Ting sigue sentado mirando

la

máquina de escribir.

¿querrá ser

escritor?

¿o lo fue en el

pasado?
no me gustan los

poemas almibarados

sobre gatos

pero acabo de escribir

uno.

ahora

aparece una mosca

y Ting observa todos sus

movimientos.

son las 23.45 y

estoy

borracho…

tranquilos, no pasa nada, habéis

leído poemas

mucho peores

que este…
y los he escrito

yo.

5 gatos

gato A: la abuelita, de dientes afilados, está de vueltas

de todo, le importa una mierda cualquier revolución,

hasta la rusa; le da lo mismo ver a Harry Truman tocando el

piano con Lauren Bacall tumbada

encima; es mezquina porque sobrevivir a veces es

pura mezquindad.

gato B: un tipo insulso, se lleva bien con los

otros gatos y le gusta dormir apoyado en mi pierna

por la noche, en la izquierda si estoy boca arriba, en la derecha

si estoy boca abajo y

ha oído a Johnny Carson y tal vez lo haya visto

pero, como a mí,

no le hace

gracia.

gato C: el payaso, el hombretón de ojos grandes, blanco y


marrón claro, el preferido del veterinario, le parece

divertido

pero cuando sale por la noche

se oyen unos chillidos horribles en la

oscuridad.

ha matado a uno de los gatos del vecindario y ha desfigurado

a otro.

cuando vuelve le asoman jirones de pelo por la

boca, tiene arañazos por todas partes, sangre seca, inflamaciones,

la cola y las patas desgarradas, una vez se rompió una,

siempre está en el veterinario, le han vendado

tantas veces, con vendas rojas y blancas, que se las

arranca, le metemos los antibióticos a la fuerza

por la boca e intentamos que no salga

por la noche.

nunca ha leído a Shakespeare pero le

fascinaría.

gato D: la madre de B y C.

todos los gatos la persiguen, menos B.


E también, pero todavía no he llegado a

E.

paciencia.

bueno, pues D se lleva casi todo nuestro cariño,

las ha pasado tan putas que se tira el día escondida

lamiéndose las heridas.

si leyese seguramente le irían las

hermanas

Brontë.

gato E: llegó a casa

un día, negro por completo, un animal perfecto, se desliza

sin fricción alguna, es el leopardo,

esos ojos amarillos te miran y te dicen:

o matas o te matan, es la sabiduría de los siglos, los otros

gatos no se le acercan, ni siquiera el luchador

nato: C.

son los ojos, no pueden con esos

ojos.

es imposible domarlo,
pero si lo coges, lo acaricias y lo dejas

en el suelo, te seguirá ronroneando:

te da las gracias por no

matarlo.

acojonaría hasta a Charles Manson

y si tuviera que elegir

en un momento de calma

seguramente se decantaría por

Céline.

bueno, todas estas extrañas criaturas

nos dejan bien claro lo muy solos que estamos

siempre y, a la vez,

que nunca lo

estamos.

de todo modos,

nos pasamos el día yendo

a comprar latas de atún para

A, B, C, D y E
al supermercado

donde los dependientes

también son

diferentes.

Estar rodeado de gatos es un regalo. Si estás deprimido, basta mirar a los gatos para

sentirse mejor porque saben que las cosas son como son. No se entusiasman por nada.

Ya lo saben. Son salvadores. Cuantos más gatos se tienen, más se vive. Si tienes cien

gatos vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto se sabrá y la gente tendrá

mil gatos y vivirá eternamente. Es absurdo.

[…]

Lo mejor es cuando le das una buena paliza a alguien cuando ni se te había

ocurrido; una vez me pasó con un tipo que me estaba tocando las narices. Le dije, “vale,

vamos”. Fue pan comido, le di una tunda de cuidado. Estaba tirado en el suelo, con la

nariz ensangrentada, lo típico:

–Joder, sueles ser lento, tío –dijo–. Pensaba que sería fácil, pero cuando

comenzó la pelea movías las manos tan rápido que ni las veía. No lo entiendo.

–Yo tampoco –dije–. Así son las cosas.

Nos lo guardamos. Nos lo guardamos para cuando llega el momento.

Mi gato Beeker es un luchador nato. A veces le dan un buen repaso, pero

siempre gana. Se lo enseñé todo: ataca con la izquierda, prepara la derecha…

[FOTOGRAFÍA 12]

Ting, Ding y Beeker


luz cálida

solo

esta noche

en casa

solo con

6 gatos

que me dicen

sin

esfuerzo

todo cuanto

hay

que saber.

el sueño

estaba soñando que estaba en una habitación

y entraba un

hombrecillo.

–soy el Verdugo –dijo– y vas a

estrangularte.

–oh no –dije– no lo haré.

–oh sí sí que lo harás

–dijo–

es automático.

delante tenía una bobina de madera

con cuerda

enrollada
entonces vi un montón de cuerda

delante de mí

alargué la mano la cogí empecé a enrollármela

alrededor del cuello

intenté dejar de hacerlo no

pude

tensé la cuerda cada vez más luego tiré

de ella para estrangularme.

entonces oí a mi mujer le chillaba a Bugger

uno de nuestros gatos era el más joven y aunque no

estaba capado todas las mañanas a eso de las 5.30

atacaba a alguno de los otros

gatos.

ya despierto me levanté y separé a Bugger del otro gato

lo llevé escaleras abajo abrí la puerta de entrada


y lo saqué fuera

con cuidado.

subí me metí en la cama de nuevo decidí no

contarle el sueño a mi mujer se los tomaba

muy en serio.

pero no dejaba de preguntarme cómo habría acabado

ese sueño

tal vez Bugger me había salvado

la vida.

por eso decidí dejarle

los huevos

quizás hasta

primavera.

Así que tu gato habla. Qué pasada. Y escucha el contestador. Tengo 6 gatos y son unos

inútiles, no saben decir ni una palabra… ¿Se te ha ocurrido que el gato podría ganarse la

vida dando recitales poéticos? Imagínate que recitase “El infierno” de La Divina

Comedia. O quizás sabe escribir y todo. ¿Está capado? Todos sabemos que a las

mujeres les encanta tirarse a los poetas y chupársela.


en este lugar

ciento veinticinco mil idiotas

hicieron cola en el infierno por una hamburguesa

gratis y

la consiguieron.

Henry Miller se la machacó a un

toro.

y en 1889

Vincent ingresó en un

manicomio de

St. Rémy.

1564: mueren

Miguel Ángel, Vesalio, Calvino;

nacen

Shakespeare, Marlowe, Galileo.


pesqué una platija ayer,

la cociné

hoy.

en el horror del horror del

horror

se cuela una ráfaga cegadora de

luz:

esta noche

dejé entrar

a los 6 gatos

y fue tan

hermoso

que durante unos

instantes

tuve

que apartar la

mirada.

[FOTOGRAFÍA 13]
Prana

nuestra pandilla

quería llamar a los gatos

Ezra, Céline, Turguénev,

Ernie, Fiódor y

Gertrude

pero

como soy un buen tipo

dejé que mi mujer

pusiera los nombres

y la cosa quedó así:

Ting, Ding, Beeker,

Bhau, Feather y

Beauty.

ni un triste Tolstói

en todo el maldito

grupo.

sinfonía nada clásica

el gato que murió

en medio de la calle

arrollado sin gloria

alguna

no fue nada

ni tampoco

nosotros

al apartar

la mirada.

excedentes de guerra

mi mujer es más aprensiva que yo;

estábamos en una tienda

rebuscando y dijo:

–quiero unas máscaras antigás.

–¿máscaras antigás?

–sí, en el puerto hay muchos

depósitos, si lo bombardean

todo se llenará de llamas y

gas.

–ni se me había ocurrido –dije.

mi mujer dio con un dependiente que nos condujo

hasta las máscaras antigás, unas cosas bien feas,


poco prácticas y de pinta estúpida.

el dependiente nos enseñó su

funcionamiento.

–nos llevamos dos –dijo

mi mujer.

nos dirigimos al mostrador para pagar.

–¿hay máscaras antigás para gatos? –preguntó

mi mujer–. tenemos 5 gatos.

–¿gatos? –preguntó el dependiente.

–sí, ¿qué sería de los gatos si hubiese una

explosión?

-señora, los gatos son diferentes, son

inferiores.
–creo que los gatos son mejores que nosotros

–dije.

el dependiente se me quedó mirando.

–no tenemos máscaras antigás para gatos –dijo.

–¿se puede pagar con tarjeta? –pregunté.

–sí –dijo.

el dependiente cogió la tarjeta, la deslizó y

me dio el recibo.

lo

firmé.

–¿tienes gatos? –le preguntó

mi mujer.

–hijos –dijo.
–los gatos son nuestros hijos –dijo

mi mujer.

el dependiente guardó las máscaras en una bolsa

y me la dio.

–¿hay zapatillas de deporte

del 45? –pregunté.

–no, señor.

salimos de la tienda.

y el dependiente no

nos dio las gracias por

la

compra.

cuando todo apunta a un suicidio ineludible

y el coche fúnebre del infierno me atraviesa

con las ruedas pinchadas, el radiador agujereado, el chófer

decapitado masturbándose con una bolsa de clips…

gritos insoportables que corren como autobuses

por mi cerebro de plástico

echo

un vistazo a mis cinco gatos.

repaso los culos

orejas

zarpas

fisuras, partes, caricias, electricidad

informática, los

ojos que sangran desde el centro del fuego

y me miran

y me dicen desde el iris:

tranquilo, el mar es tu sangre, la luna uno

de tus huevos (el grande de la izquierda)


y el coche te espera en el garaje

con paciencia y

hasta tu mujer

te quiere.

haces una montaña de un granito de arena, obsérvanos

y aprende la magia: es hermoso ser valiente, estamos

juntos en ninguna parte y eso es magnífico, julio y

la circunferencia son lo mismo

gilipollas

ni siquiera tienes que lamerte

ni rascarte.

hasta el momento ha

funcionado: los 5 mejores gatos

del mundo.

[FOTOGRAFÍA 14]

Manx

Subí por el callejón de entrada de casa. Los gatos estaban tirados por todas partes,

agotados. En mi próxima vida quiero ser gato. Dormir 20 horas al día y que me den de

comer. Pasarme el día lamiéndome el culo. Los humanos son demasiado miserables e

iracundos y siempre están haciendo cosas.

[FOTOGRAFÍA 15]

Craney

todo un gato

uno de nuestros gatos más

rechonchos,

Craney,

duerme al revés

en cualquier

sitio

con las patas

en alto.

sabe que

nunca

lo pisaremos

pero no sabe

lo muy nerviosos

y mal que

los humanos

dormimos.
y vivimos.

consumación

bajo las escaleras y ella me pregunta:

–¿has escrito algún poema

bueno?

–sí –respondo.

me siento a su lado en el sofá y

vemos

la televisión.

están dando David Letterman.

–han entrado todos los gatos menos Beeker

–me dice.

–voy a por él –digo.

me levanto, salgo, doy unas

palmadas y grito:

–Beeker! Beeker!

¡ven, Beeker!

4 o 5 personas del vecindario

de clase obrera me maldicen


desde sus camas.

Beeker sale lentamente de otro

jardín.

trepa la valla a duras penas.

está gordo.

se deja caer al otro lado, gruñe y vamos

hacia la puerta juntos,

entramos.

cierro la puerta, me vuelvo justo cuando Letterman

da paso a un

anuncio.

[FOTOGRAFÍA 16]

Butch

¿tragedia?

el gato se meó en el

ordenador

y lo dejó fuera

de combate.

he regresado a la

máquina de escribir

de toda la vida.

es más

resistente.

puede con las meadas de gato, la cerveza

y el vino derramados,

la ceniza de cigarrillos

y puros,

lo que le

echen.
me recuerda

a mí.

bienvenida de nuevo,

vieja amiga,

de parte

de un viejo amigo.

¿Tenéis gato? ¿O gatos? Cómo duermen, tío. Duermen 20 horas al día y siguen siendo

hermosos. Saben que no vale la pena entusiasmarse por nada. La siguiente comida. Y

matar algo de vez en cuando. Cuando los elementos me atenazan y paralizan, me limito

a mirar a mis gatos. Tengo 9. Miro a uno de ellos, dormido o medio dormido, y me

relajo. Escribir también es mi gato. La escritura me ayuda a plantarle cara a todo. Me

apacigua. Aunque sólo sea durante unos instantes. Luego se me cruzan los cables de

nuevo y vuelta a empezar de cero. No entiendo a los escritores que dejan de escribir.

¿Qué les apacigua?


Ahora tenemos 9 gatos. Los gatos callejeros llegan a casa y los acogemos, pero tenemos

que parar. Los muy malditos me despiertan por la mañana para que los deje salir. Si no

lo hago, se cargan el mobiliario. Pero son unos animales hermosos y maravillosos. Son

la serenidad en persona.

mis gatos

lo sé. lo sé.

son limitados, sus necesidades

y problemas son

distintos.

pero los observo y aprendo de ellos.

me gusta lo poco que saben,

que es

mucho.

se quejan pero nunca

se preocupan.

caminan con una dignidad sorprendente.

duermen con una sencillez de lo más natural que

los humanos no

comprendemos.
sus ojos son más

hermosos que los nuestros.

y duermen hasta 20 horas

al día

sin

vacilación ni

remordimiento.

cuando estoy

abatido

me basta

mirar a mis gatos

para

recuperar

el ánimo.

estudio a estas

criaturas.

son mis
maestros.
Fuentes

Un gran número de los poemas publicados en los libros póstumos, en especial a partir

de What Matters Most Is How Well You Walk Through the Fire (1999) [Lo más

importante es saber atravesar el fuego], difieren de manera sustancial de la versión

manuscrita de los mismos poemas. Con la intención de recuperar el inconfundible sello

poético de Bukowski, los poemas que aparecen en esta colección son reproducciones

fidedignas de los manuscritos originales. En el caso de que un manuscrito determinado

no se hallase disponible, entonces se ha utilizado la versión publicada en revista; los

editores de las revistas literarias no realizaban casi ningún cambio, llegando incluso a

reproducir los errores tipográficos de los originales. Las fuentes abajo enumeradas

indican qué versión se ha empleado para cada poema así como la fecha de publicación.

Los poemas clasificados como “inéditos en libro” sólo han aparecido en revistas

de pequeñas editoriales, pero dada su naturaleza efímera y las tiradas limitadas a 200 o

300 ejemplares como mucho, es como si nunca se hubieran publicado. Del mismo

modo, aunque algunos de los poemas que figuran en este libro han aparecido con

anterioridad en colecciones de poesía de Black Sparrow Press y Ecco, las versiones que

aparecen en este volumen son inéditas. Este libro es, por lo tanto, una colección de

nuevos poemas y prosa de Charles Bukowski.

Se indica entre corchetes el título en castellano de los libros en los que han

aparecido algunos de los poemas de este libro, si bien las traducciones de los mismos

son nuevas al basarse en los manuscritos originales, mientras que las traducciones ya

existentes parten de los libros póstumos.


“A esas horas de la noche. . .” Fragmento de “Consecuencias de una larga nota de

rechazo,” Story, marzo–abril de 1944; publicado en Portions from a Wine-Stained

Notebook, 2008 [Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, Anagrama, 2009.]

“Pasa un gato y. . .” Fragmento de “poem for personnel managers,” Quixote 13,

primavera de 1957.

“No quiero pintar. . .” Fragmento de “bring down the beams,” Hearse 4, comienzos de

1959.

“conversación telefónica”. Targets 4, diciembre de 1960; publicado en The Days Run

Away Like Wild Horses Over the Hills, 1969 [Los días corren como caballos salvajes

por las montañas, Visor, 2014].

“Vi el pájaro y. . .” Fragmento de una carta del 24 de julio de 1960 a Sheri Martinelli;

Beerspit Night and Cursing, 2001. [Noche de escupir cerveza y maldiciones, La Poesía,

señor hidalgo, 2007].

“Vi el pájaro. . .” Fragmento de una carta de finales de 1960 a Jory Sherman; Screams

from the Balcony, 1993.

“la gata”. Manuscrito sin fechar, escrito hacia 1960–61; inédito.

“Los árabes admiran. . .” Fragmento de una carta del 21 de diciembre de 1960 a Sheri

Martinelli; Beerspit Night and Cursing.

“no siempre odio al gato que mata al pájaro, solo al gato que me mata. . .” Manuscrito

de 1963; inédito.

“Los pajarillos que van al encuentro. . .” Este verso figura como subtítulo del libro It

Catches My Heart in Its Hands, 1963.


“reavivado como un fuego”. Florida Education 42.4, diciembre de 1964; publicado en

Burning in Water, Drowning in Flame, 1974 [Arder en el agua, ahogarse en el fuego,

La Poesía, señor hidalgo, 2005, y Visor, 2015].

“nací para vender rosas en las avenidas de los muertos”. Crucifix in a Deathhand, 1965.

“Las fábricas, las cárceles. . .” Fragmento de una carta de comienzos de 1965 a Jim

Roman; inédita.

“lo incierto de acoger a los desamparados”. Spectroscope 1, abril de 1966; inédito en

libro, basado en un poema titulado “cat” escrito el 6 de noviembre de 1964.

“retrato de un alma en pena”. Intermission, septiembre de 1966; inédito en libro.

“roce cariñoso, flor durmiente . . .” Poema sin título publicado en Hiram Poetry Review

1, otoño-invierno de 1966; publicado como “the cat” en The Days . . .

“no me gusta que el amor. . .” Fragmento de una carta del 18 de noviembre de 1966 a

Carl Weissner; Screams from the Balcony.

“el cenzontle”. Manuscrito de abril de 1971; publicado en Mockingbird Wish Me Luck,

1972 [Ruiseñor, deséame suerte, Visor, 2014].

“los huevos del gato”. Manuscrito del 7 de septiembre de 1971; publicado en The

People Look Like Flowers at Last, 2007 [La gente parece flores al fin, Visor, 2009].

“lo más extraño”. Manuscrito de comienzos/mediados de la década de 1970; publicado

en Play the Piano Drunk Like a Percussion Instrument Until the Fingers Begin to Bleed

a Bit, 1979 [Toca el piano borracho como un instrumento de percusión hasta que los

dedos te empiecen a sangrar un poco, Visor, 2014].

“noche húmeda”. Burning in Water, Drowning in Flame, 1974.


“los gatos matan gatos . . .” Fragmento del poema manuscrito “the joke”, fechado el 15

de septiembre de 1975; publicado como “the cosmic joke” en The Night Torn Mad

with Footsteps, 2001 [La noche desquiciada de pasos, Visor, 2014].

“tigrecitos por doquier”. Manuscrito del 14 de noviembre de 1975; publicado en Love Is

a Dog from Hell, 1977 [El amor es un perro del infierno, Visor, 2010].

“el amor son los gatos arrollados. . .” Fragmento del poema manuscrito “a definition”,

fechado el 14 de noviembre de 1975; publicado en The Night Torn . . .

“Entré en la cocina . . .” Fragmento del último capítulo de la novela Women, 1978

[Mujeres, Anagrama, 1983].

“una operación nefasta”. Manuscrito del 13 de junio de 1978; publicado en Dangling in

Tournefortia, 1981.

“un regalo”. Manuscrito del 16 de julio de 1978; inédito en libro.

“Butch Van Gogh.” Manuscrito del 9 de noviembre de 1978; publicado en Open

All Night, 2000.

“un lector”. Manuscrito del 27 de agosto de 1979; inédito en libro.

“rabón”. Manuscrito del 23 de diciembre de 1979; publicado en Open All Night.

“Un ladrón internacional. . .” Fragmento de una carta del 10 de junio de 1981 a Carl

Weissner; inédita.

“El rabón vuelve a caminar. . .” Fragmento de una carta del 28 de junio de 1981 a Carl

Weissner; inédita.

“Es un gato hermoso . . .” Fragmento de la entrevista “Charles Bukowski” con Penny

Grenoble; South Bay, noviembre de 1981; inédita en libro.


“el rabón llegó un día a casa. . .” Fragmento de una carta del 27 de enero de 1982 a

Louise Webb; Screams from the Balcony.

“obras nocturnas”. Manuscrito del 4 de marzo de 1980; publicado en Dangling . . .

“Un día andaba por ahí . . .” Fragmento de Ham on Rye, 1982 [La senda del perdedor,

Anagrama, 1990].

“gatos y personas y tú y yo y todo…” Manuscrito del 14 de septiembre de 1981;

publicado como “in other words” en Bone Palace Ballet, 1997, y como “cats and you

and me” en The Night Torn . . .

“Llego a casa, subo por el callejón. . .” Fragmento de una columna “Notes of a Dirty

Old Man” escrita en noviembre de 1982, publicada póstumamente con el título de

“Death in the Afternoon” en Betting on the Muse, 1996.

“la historia de un hijoputa bien duro”. Manuscrito del 28 de febrero de 1983 (segundo

borrador); publicado en War All the Time, 1984 [Guerra sin cesar, Visor, 2008].

“El gato sin cola y bizco. . .” Breve nota publicada a continuación de la reimpresión de

“the history of a tough motherfucker” en Arete 2.1, julio/agosto de 1989; inédito en

libro.

“terminología”. Manuscrito del 20 de agosto de 1983; publicado en War All the Time.

“por el viejo amigo”. Manuscrito de agosto de 1983; publicado en War All the Time.

“un poema sobre la naturaleza”. Manuscrito del 26 de junio de 1984; publicado como

“an animal poem” en The Night Torn . . .

“un tipo sensato”. Manuscrito de octubre de 1984; inédito en libro.


“con el collar puesto”. Manuscrito de marzo de 1985; publicado en You Get So Alone at

Times That It Just Makes Sense, 1986.

“mejor que bien”. Manuscrito del 15 de noviembre de 1985; publicado como “exactly

right” en The Night Torn . . .

“Por la mañana nos despertamos. . .” Fragmento del manuscrito The Wedding,

finalizado en noviembre de 1985; inédito en libro.

“un gato es un gato es un gato es un gato”. Wormwood Review 128, 1992; publicado

anteriormente en You Get So Alone . . .

“otra víctima”. You Get So Alone . . .

“mi gato, el escritor”. Manuscrito del 18 de junio de 1986; publicado en The Night Torn

...

“5 gatos”. Manuscrito sin fechar, escrito hacia 1986; inédito.

“Estar rodeado de gatos. . .” Fragmento de la entrevista “Tough Guys Write Poetry” con

Sean Penn; Interview, septiembre de 1987.

“luz cálida”. Marcapáginas con el poema warm light, septiembre de 1990; publicado en

The Last Night of the Earth Poems, 1992 [Poemas de la última noche de la Tierra,

DVD Ediciones, 2004].

“el sueño”. Manuscrito del 16 de enero de 1990; inédito en libro.

“Así que tu gato habla. . .” Fragmento de una carta del 28 de enero de 1990 a William

Packard; Reach for the Sun, 1999.


“en este lugar”. Manuscrito del 7 de mayo de 1990; publicado como “this place” en

Sifting Through the Madness for the Word, the Line, the Way, 2003 [Escrutaba la

locura en busca de la palabra, el verso, la ruta, Visor, 2005].

“nuestra pandilla”. Manuscrito del 25 de noviembre de 1990; inédito en libro.

“sinfonía nada clásica”. Manuscrito del 31 de diciembre de 1990; publicado en Sifting

Through the Madness . . .

“excedentes de guerra”. Manuscrito sin fechar, escrito hacia 1990; publicado como

“military surplus” en Slouching Toward Nirvana, 2005.

“cuando todo apunta a un suicidio ineludible”. Raccoon 30/31, septiembre de 1991;

inédito en libro.

“Subí por el callejón de entrada. . .” Fragmento de una entrada de diario del 2 de octubre

de 1991 de The Captain Is Out to Lunch and the Sailors Have Taken Over the Ship,

1998 [El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, Anagrama, 2000].

“todo un gato”. Manuscrito del 23 de octubre de 1991; publicado en Bone Palace Ballet,

1997.

“consumación”. Manuscrito sin fechar, escrito hacia 1990–1991; publicado en The

Continual Condition, 2009 [El padecimiento continuo, Visor, 2009].

“¿tragedia?” New York Quarterly 49, 1992; publicado como “reunion” en Bone Palace

Ballet, y en The Continual Condition.

“¿Tenéis gato? . . .” Fragmento de una entrada de diario del 16 de abril de 1992 de The

Captain Is Out . . .

“Ahora tenemos 9 gatos. . .” Fragmento de una carta del 13 de octubre de 1992 a


Louise Webb; Reach for the Sun.

“mis gatos”. Manuscrito sin fechar, escrito hacia 1989; publicado en Come on In, 2006

[¡Adelante!, Visor, 2007].


Agradecimientos

El editor y la editorial querrían expresar su agradecimiento a los propietarios de los

manuscritos utilizados en este libro, en concreto a las siguientes instituciones:

University of Arizona, Special Collections Center

The University of California, Santa Barbara, Special Collections

The Huntington Library, San Marino, California

The State University of New York at Buffalo, Poetry/Rare Book Collection

Temple University, Special Collections

Gracias también a las siguientes revistas, en las que algunos poemas y relatos se

publicaron en primer lugar: Arete, Florida Education, Hiram Poetry Review,

Intermission, Raccoon, Spectroscope, Story, Targets y Wormwood Review.

[FOTOGRAFÍA 17]

Mistery

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