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HERMANAS TERCIARIAS CAPUCHINAS DE LA SAGRADA FAMILIA

PROVINCIA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE


FORMACIÓN: JUNIORADO EXTENSIVO-AÑO 2020

Ficha N° 2
Vida Consagrada en la Iglesia

Pauta “A”

Síntesis del Discurso del Papa


Me parece, que no se puede dar un tipo de sana autoridad “SUBSIDIARIDAD”, si
no hay un cambio radical al estilo de Jesús de Nazaret y Francisco de Asís.
El centro del discurso es despertar o resignificar la conciencia de que la autoridad
es un servicio en primer lugar, cuando está sujeta a la moral y la humanidad que le
precede, pues las religiosas no somos unas empresarias más. En este sentido la
autoridad de quien hace las leyes de una sociedad no puede ser un poder
arbitrario para promulgar leyes caprichosas y servirse de la posición para beneficio
propio. Las leyes, para ser justas, deben fundarse en la moral.
Jesús de Nazaret .
Como Terciarias capuchinas tenemos la certeza de que “El don del Espíritu que
crea en nosotras el afán de servirnos y obedecernos recíprocamente, es el que
funde minoridad y obediencia en el bien superior de la fraternidad, para ser
testigos ante el mundo del amor de Cristo que nos ha unido.(Const. #12)
Creo que este numeral encierra el espíritu del mensaje que nos da el Papa
francisco con el Discurso a las religiosas, el derrotero principal de servicio enel
evangelio ha de ser en primera medida Jesús de Nazareth y en seguida las
actitudes de la familia de Nazareth.
Nuestro Venerable Padre Luis, vivio los valores del Servicio y la minoridad de
forma extra ordinaria es por ello que quiero citar el numeral 1504 de OCLA donde
nos habla del servicio de Cristo y cita a Santa Águeda subrayando las siguientes
palabras “Mucho más grande y preclara es la humildad y servidumbre cristiana
que la soberbia ostentación de los reyes.”

Pauta “B”
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2° Responde después de investigar los numerales sugeridos:

2.1 Describe cómo la vida religiosa es una realidad eminentemente


eclesial.
La vida religiosa no es una simple teoría, sino un hecho eclesial, una praxis
eclesial del seguimiento de Jesús, que la autoridad de la iglesia, a lo largo de la
historia, siempre se ha preocupado de discernir, aprobar, regular yacompañar. Así
lo manifiesta el Vaticano II en el capítulo VI de Lumen Gentium:

"La autoridad de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, se preocupó de


interpretar esos consejos (evangélicos), de regular su práctica y de determinar
también las formas estables de vivirlos. De ahí ha resultado que han ido
creciendo, a la manera de un árbol que se ramifica espléndido y pujante en el
campo del Señor a partir de la semilla puesta por Dios, diversas forma de vida
solitaria o vida en común, con gran variedad de familias que se desarrollan, ya
para ventaja de sus propios miembros, ya para bien de todo el cuerpo de Cristo"
(LG 43)

y el Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa. Perfectae caritatis,


vuelve a señalar el hecho eclesial de la vida religiosa:

"Ya desde el comienw de la Iglesia hubo hombres y mujeres que, por la práctica
de los consejos evangélicos, se propusieron seguir a Cristo con más libertad e
imitarlo más de cerca y, cada uno a su manera, llevaron una vida consagrada a
Dios. Muchos de ellos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron vida solitaria o
fundaron familias religiosas que la Iglesia recibió y aprobó de buen grado con su
autoridad. De ahí nació, por designio divino, una maravillosa variedad de
agrupaciones religiosas, que mucho contribuyó a que la Iglesia no sólo esté
apercibida para toda obra buena (cf. 2 Tm. 3, 17) Y pronta para el ministerio de la
edificación del cuerpo de Cristo (cf. Ef. 4. 12), sino también a que aparezca
adornada con variedad de dones de sus hijos, como esposa engalanada para su
marido (cf. Apoc. 21,2) Y por ella se manifieste la multifOlme sabiduría de Dios (cf.
Ef. 3, 10)" (PC 1).
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La vida religiosa aparece en estos textos como un árbol frondoso, nacido en el


suelo fértil de la Iglesia, gracias a la semilla puesta por Dios. Es un don del
Espíritu que enriquece a la Iglesia, esposa de Jesús.

El hecho de que el Vaticano II no sólo haya hablado de la vida religiosa, sino que
la haya incluido en al Constitución dogmática Lumen Gentium, señala la
eclesialidad de la vida religiosa: no se puede hablar de la Iglesia sin tener en
cuenta a la vida religiosa y no se puede comprender a la vida religiosa fuera del
seno de la Iglesia. En diversos pasajes del mismo capítulo VI de Lumen Gentium
se van dando elementos para poder fundamentar esta eclesialidad de la vida
religiosa:

- Por la consagración de los votos, la vida religiosa representa el vínculo


indisoluble que une a Cristo con la Iglesia y se consagra al bien de toda la Iglesia:
de este modo la vida religiosa aparece como un signo eclesial que muestra a la
Iglesia y a la humanidad los valores evangélicos y escatológicos del Reino (LG
44).

- A la jerarquía de la Iglesia corresponde guiar a la vida religiosa desde sus


orígenes, acompañarla en su desarrollo y por esto mismo asume en su liturgia la
consagración religiosa (LG 45).

- La Iglesia alaba a las religiosas y religiosos que en monasterios, hospitales,


misiones y escuelas, sirven a la Iglesia ya la humanidad con fiel dedicación (LG
46).

- Por todo ello la vida religiosa debe esforzarse para perseverar y señalarse en la
vocación, para que así crezca la santidad de la Iglesia, para mayor gloria de la
Trinidad (LG 47).

Esta eclesialidad de la vida religiosa se fundamenta en la misma Lumen Gentium.


En la teología del Pueblo de Dios: Pueblo mesiánico convocado por Dios. tiene a
Cristo por Cabeza (LG 9) y, por el bautismo, participa del sacerdocio (LG 10) y del
profetismo de Cristo y goza de los carismas del Espíritu (LG 12). Precisamente la
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teología de los carismas que el Vaticano 11 renovó (LG 12), posibilita la


comprensión de la vida religiosa como un carisma dentro de la Iglesia.

La vocación religiosa sólo es comprensible dentro de la vocación universal a la


santidad de todos los bautizados (LG V). La vida religiosa se sitúa dentro del
dinamismo de la gracia bautismal (LG 44).

El Vaticano II ha destacado la fuerte vinculación entre la Iglesia y la vida


consagrada, introduciendo en la constitución dogmática Lumen Gentium, el
capítulo sexto sobre la vida religiosa, que forma parte integral de la misma Iglesia,
porque en efecto, la vida consagrada se puede comprender sólo en la Iglesia, y
desde la Iglesia

2.2 ¿Qué relación encuentras entre nuestra vida consagrada y


liturgia?
Aunque no se pueda juzgar subjetivamente sobre  la calidad de la vivencia de la
liturgia en la vida consagrada, sabemos que la relación objetiva y teologal entre
ambas realidades es profunda e indiscutible. En efecto, la vida religiosa no quiere
ser otra cosa en la Iglesia que una vivencia coherente de la vida cristiana, y la
liturgia, como subrayan todos los documentos conciliares, es el centro de la vida
de la Iglesia y de todos sus hijos.

En la liturgia, la Iglesia hace presente, a través de los signos y de las palabras,


“per ritus et preces” (SC 48), el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de
Jesucristo, misterio que es el núcleo y la culminación de toda la historia de la
salvación.

La vida consagrada, vida de seguimiento radical de Jesús el Señor, virgen, pobre


y obediente, tiene la misión específica de visibilizar al mismo Cristo, “el
Incomparable”,[1]“para vivirlo y expresarlo con la adhesión «conformadora» de
toda la existencia…, reproduciendo en sí misma «aquella forma de vida que
escogió el Hijo de Dios al venir al mundo»”[2].  
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En la Exhortación Apostólica Vita Consecrata, el beato Juan Pablo II afirma:


“Verdaderamente la vida consagrada es memoria viviente del modo de existir y de
actuar de Jesús, como Verbo encarnado, ante el Padre y ante los hermanos. Es
tradición viviente de la vida y del mensaje del Salvador»[3].

2.3 Describe la relación entre Palabra de Dios, Eucaristía y vida


consagrada.
La profesión religiosa es la expresión y el inicio de una vida que, imbuida
plenamente por la alianza bautismal, desea convertirse en eucaristía, no sólo
celebrada, sino sobre todo vivida; parábola de una vida bautismal que se va
convirtiendo poco a poco en vida eucarística, es decir, en cuerpo, sangre,
existencia totalmente entregadas: por Dios y por los hermanos, en el cotidiano
discurrir de la vida, en una ofrenda que se expresa y concreta en la vivencia de los
consejos evangélicos, de la vida fraterna en la comunidad, al servicio del Reino,
especialmente de los más pobres.

El fin de la verdadera participación en la Celebración eucarística es compartir la


suprema entrega del Señor Jesús, comiendo su Cuerpo y su Sangre, para llegar a
una progresiva identificación y configuración con él, en su Misterio Pascual,
viviendo “como vivió él”, en actitud de entrega y amor a Dios y a los demás.

Por eso, la Eucaristía es para todo bautizado, y en particular para los religiosos,
punto de referencia, centro y motor de toda su vida de consagración, comunión y
misión, en la fraternidad.

Un aspecto que cabe destacar de manera especial en la vida de la Iglesia, como


fruto de la renovación conciliar, es ciertamente el estudio y el amor a la Palabra de
Dios. También entre los religiosos y religiosas ha crecido el interés por la Palabra
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de Dios, por la lectio divina, en particular. Y todo esto ha favorecido también la


inteligente y fructuosa participación en la liturgia de la Palabra de la Celebración
Eucarística y en la Liturgia de las Horas..

Porque la Palabra de Dios en la liturgia es un acontecimiento salvador, hoy y aquí


para nosotros. No es sólo la ‘preparación’ al rito central de la Misa, sino que ella
misma es ‘celebración’, kairós, y encuentro con Cristo Palabra.

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