Jorge era un experimentado chofer de ambulancia. Sabía que
su trabajo no era el mejor del mundo, tampoco pagaban demasiado, pero al menos cubría el turno de noche y a él siempre le había gustado la noche, porque era más tranquila y no había tantos accidentes. Una vez, a eso de las doce, mientras cubría una emergencia, se le dio por mirar a través del espejo retrovisor; lo que vio le congeló la sangre. Sobresaltado, echó un vistazo hacia atrás y su compañera, una joven médica recién graduada, le preguntó si se sentía bien
-No es nada- respondió con voz firme Jorge.
Pero sabía que no era cierto: acababa de ver, en el espejo, el
destrozado rostro de un muerto, que le hacía muecas de dolor o desesperación.
Desde entonces comenzó a ver ese tipo de cosas. Gente
muerta, ancianos de rostros fúnebres, jóvenes con los cráneos rotos, incluso niños. Siempre los veía a través del retrovisor de la ambulancia, como si sus espíritus aún estuvieran allí atrás, anclados a la caja del vehículo. Jorge se consideraba un tipo valiente, pero aquella incesante procesión de visiones sobrenaturales terminó por afectarle naturalmente los nervios. Primero pidió el cambio de unidad, luego de turno: pero no importaba qué ambulancia manejara, tampoco la hora: los muertos se le manifestaban igual. Consultó entonces, en secreto, a una amiga de su madre, que era parapsicóloga –o al menos decía serlo. La mujer, luego de escuchar su relato y examinarle la palma de las manos, afirmó con la cabeza y le sonrió.
-Querido, por extraño que parezcan mis palabras, lo tuyo es
una bendición. No estás viendo en ese espejo a la gente que murió, sino la que está por morir. Tu misión es prevenirlas y dejar que decidan el camino por recorrer. De lo demás, Dios se hará cargo; tú sólo eres un mensajero. El no lo acepto y llego a pensar que eran imágenes producidas por su propia imaginación se negó de tal manera que no volvió a hablarle a aquella bruja que había sido su amiga de su madre.
Tras tener esas constantes visiones sin el quererlo un día
llego a pensar que las palabras de la bruja podían ser sabias. Jorge lo descubriría días después, al ver a través del espejo retrovisor la imagen de una chica rubia con un cuchillo en su garganta. No pudo sacarse la imagen de la rubia hasta que semanas más tarde, mientras caminaba por el centro, la reconoció quedo impactado tras haberla visto. Iba de la mano de un hombre mucho mayor que ella, que parecía ser su padre. Jorge se acercó y le dijo a la rubia que tuviera cuidado. El hombre se voltió y lo observó. Y luego miró a la chica, con una expresión terrible en los ojos dijo. -¿Y este, quién es? -No lo sé, es la primera vez que lo veo, se defendió de inmediato la chica. -¿ME ESTAS ENGAÑANDO, desgraciada? -No, te juro que… y de un golpe la callo, la escena se puso tensa muy rápidamente. La gente que pasaba por la calle los miraba y señalaba. Jorge retrocedió unos pasos y luego se escabulló entre la multitud. Al día siguiente, vio el rostro de aquella rubia en el periódico: su marido le había clavado un cuchillo por la noche, al parecer víctima de un ataque irracional de celos. La policía aún lo buscaba y no había pistas sobre su paradero. Después de ese incidente pensó en renunciar al trabajo, pero era lo único que tenía; además, el mercado laboral estaba muy complicado. Siguió manejando la ambulancia y viendo, en el espejo retrovisor, a la gente que iba a morir. Al principio evitaba mirar el espejo, trataba de conducir la ambulancia sin utilizarlo, pero luego, cuando pasaron los meses y sus nervios empeoraron, comenzó a sentir otra cosa. Algo perturbador, pero a la vez profundamente satisfactorio. Por primera vez en su vida, comenzaba a sentirse alguien importante. Sabía lo que todos (y a la vez nadie) quería saber: quiénes serían los próximos en morir. Comenzó a mirar el espejo retrovisor cada vez con mayor frecuencia, a la búsqueda de nuevos muertos. Un día, vio a su hijastra Karla y no supo que hacer detuvo la ambulancia y comenzó a pensar que haría para evitar la muerte de karla la quería demasiado como para dejar que muriera aunque en el fondo sabia que era algo que no podía evitar y que hiciera lo que hiciera igual sucedería se vio en un conflicto inmenso no sabia que hacer prendió la ambulancia y siguió su camino, involuntariamente miro el retrovisor de nuevo y vio a un anciano algunas cuadras mas adelante para su sorpresa ve al anciano caminando con lentitud por la vereda. Disminuyó la velocidad de la ambulancia bajo la ventana y grito: -Morirás muy pronto. El anciano se detuvo lo miró y quedo con la boca abierta no se esperaba oir esa clase de comentarios. La mujer que iba con él le respondió con par de insultos bastante fuertes incluso lo escupió. Jorge siguió manejando no le dio mucha importancia a aquella reacción . Se sentía muy bien. Puso una música que le gustaba mucho aumento el volumen y comenzó a silbar la melodía. Hizo lo mismo varias veces, hasta que alguien lo denunció diciendo que hacía comentarios indebidos no fue una queja fueron varias ocasionando que lo despidieran. Jorge se retiró a su casa y desde allí siguió pronosticando las muertes de las personas, ya que había descubierto que no era necesario mirar por el retrovisor de la ambulancia para tener ese conocimiento: bastaba con hacerlo en cualquier espejo. La gente lo evitaba siempre que podía. Ni siquiera lo miraban y todos los vecinos, incluido su hermano, le habían retirado el saludo. Jorge nunca pensó que esa sería la reacción que tomaría la gente mucho menos su hermano pensó que lo apoyaría se quedo en casa pensando que podía hacer para cambiar la situación pero sus vecinos incluso niños que pasaban por el frente de su casa gritaban cosas como “VETEEEEEE NO TE QUEREMOS CERCA INMUNDO” el se harto de pensar soluciones para mejorar la situación y solo dijo me encargare de hacerles saber quien morirá, hare que me respeten voy a hacer algo que nunca nadie olvidara. Los días pasaron y en su mente rondaba la idea de que haría, por las tardes, Jorge montaba en su bicicleta y sembraba el terror en la ciudad. Con su dedo señalaba hacia aquí y hacia allá y decía: “Serás tú, y tú, y tú también”. La gente se escondía en las tiendas y en los zaguanes cuando lo veía pasar, porque sabían que sus pronósticos nunca fallaban. Hasta que un día, alguien hizo lo que nadie hasta ese momento se había atrevido a hacer: se asomó a una ventana con un rifle, y le voló los sesos. El cuerpo de Jorge cayó sobre un puesto de diarios y revistas, se formo un caos infernal. Cuando aparecieron los paramédicos, le quitaron las ropas roñosas que llevaba desde que lo habían despedido en el hospital, y se sorprendieron al descubrir que debajo había un traje negro. Jorge sabía que iba a morir, sus propios espejos se lo habían dicho, y se había vestido adecuadamente para la ocasión. Uno de los paramédicos revisó el bolsillo y arrugó el ceño. -¿Qué es esto? Dijo Sacó un aparato cuadrado, que tenía un letrero luminoso indicando un conteo inverso. Instantes después, la bomba casera estalló, y los vecinos que sentían alivio por la muerte de Jorge volaron en pedazos sin saber que el estaba planeando desde hace días ese suceso y como el lo dijo fue un evento que nunca nadie olvido. Conflictos:
Le dejo de hablar a la amiga de su madre
No sabia que hacer respecto a la muerte de su hijastra Los problemas con sus vecinos
Solo el ultimo fue resuelto bebe por si te pregunta