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Vulnerabilidad psicopatológica y nuevas formas de organización del trabajo

(enfoque etiológico). 1

C. Dejours

En: L’Information psychiatrique 2007; 83: 269-75

Resumen En los países desarrollados se imputa cada vez más una responsabilidad al
trabajo en el aumento de los trastornos psicopatológicos. Es cierto que se constata en
todas partes un aumento de las patologías de sobrecarga con una aparición de suicidios
en los lugares de trabajo desde hace diez años. En este artículo se presentan por un lado
los principales eslabones intermediarios entre las dificultades debidas a las nuevas formas
de organización del trabajo y por otro las descompensaciones psicopatológicas.
Palabras clave: Trabajo, evaluación, calidad total, identidad, suicidio, patologías de
sobrecarga, etiología

El análisis de las relaciones entre trabajo y salud ha sido objeto de un estudio comparativo
entre los países europeos en un coloquio que se desarrolló en 1998 bajo la dirección de
Madeleine Rebérioux. De dicho coloquio se desprende que las cuestiones relativas a la
salud mental comenzaron tan solo a emerger, pero se puede prever que en esta época
ocuparán muy pronto el primer lugar en la escena.
Dicha tendencia, que se confirma cada día más, no significa sin embargo que
las consecuencias nefastas del trabajo sobre la salud sean nuevas. Se las
encuentra formuladas y comprendidas en términos de salud mental, en las
investigaciones obreras del siglo XIX, particularmente en la pluma de autores como
Villermé (11) o Benoiston de Châteauneuf, pero se insiste sobre todo sobre el
alcoholismo, la violencia, la prostitución, el vagabundeo.
Todas esas patologías están aun presentes hoy en día. Si es cierto que en el medio han
aparecido nuevas patologías como las toxicomanías, por ejemplo con el consumo masivo
de cocaína en la costa oeste de los Estados Unidos, o patologías tales como las
del acoso o aun, el aumento masivo de los problemas músculo-esqueléticos; se puede
decir que, en conjunto, y a pesar de esas novedades; los problemas psicopatológicos
son, en suma, los mismos que antes. Pero, aunque estos no son nuevos, son
mucho más numerosos. Y las razones de este acrecentamiento no son fáciles de
elucidar.
Las patologías en aumento

Las patologías más preocupantes actualmente pueden ser agrupadas en cuatro grupos:

Las patologías de sobrecarga:


Estas son las mas sorprendentes en la medida que se había anunciado que con el
progreso técnico, la automatización y la robotización sobre todo; se perfilaría sino el fin del
trabajo, al menos una disminución considerable de la carga de trabajo. Y, curiosamente,
se asiste al fenómeno inverso: burn out (1), karôshi, problemas músculo esqueléticos (2)

Las patologías post-traumáticas:

1
Traducción: Miriam Wlosko

1
Estas también aumentan de manera impresionante. Son consecutivas a agresiones en las
que los agentes son víctimas, en el ejercicio de su actividad profesional. En un principio,
esas patologías habían sido reconocidas como un cuadro de enfermedad profesional
exclusivamente reservado a los empleados de bancos víctimas de hola-up (12).Después,
las poblaciones afectadas se han tornado demasiado numerosas y comprenden a los
maestros, los cajeros de supermercados, y mas ampliamente a todo el sector de
actividades de servicio.

Las patologías del acoso:


Estas también están en aumento. El acoso en el trabajo no es algo nuevo. Es tan viejo
como el trabajo. Entre el acoso, de una parte, y las patologías, de otra, es necesario
invocar una fragilización de las personas de cara a las maniobras de acoso. La misma
está ligada a la desestructuración de los recursos defensivos, en particular, las defensas
colectivas y la solidaridad. Este es el elemento determinante del aumento de patologías:
las patologías del acoso son, antes que nada, patologías de la soledad.

Las depresiones, las tentativas de suicidio y los suicidios:


La aparición de tentativas de suicidio y de suicidios en los lugares de trabajo es un
elemento nuevo. Esto plantea serios problemas. En primer lugar, en términos de
investigación. Cada vez que un suicidio tiene lugar y se realiza en el lugar de trabajo, no
se consigue realizar una indagación ni una investigación clínica digna de ese nombre. Es
como una maldición: todo converge para impedir que la indagación clínica se realice. De
resultas, cada suicidio constituye una suerte de precedente, Una vez que un drama ha
tenido lugar, si no se hace nada, se participa involuntariamente en una banalización del
suicidio llevado a ACNO en el lugar de trabajo. Eso tiene además consecuencias
desastrosas sobre la comunidad y sobre la colectividad de trabajo. El problema planteado
es también cuantitativo: se podría hablar de unos 300 suicidios por año en Francia,
realizados en los lugares de trabajo (8)

El análisis etiológico de las patologías mentales en relación con el trabajo


Para hacer un paso más y aproximarse al análisis de los procesos que causan la
aparición de las patologías ligadas al trabajo, es necesaria una teoría de las relaciones
entre subjetividad y trabajo que le de al trabajo un estatuto que sea una cosa diferente al
de un mero decorado. Es necesario proceder a un análisis del trabajo como uno lo haría
de un objeto clínico, es decir, someter al trabajo, a la actividad de trabajo a una
investigación clínica, strictu sensu. Es precisamente lo que se da por objeto la
psicodinámica del trabajo: tomar al trabajo como una actividad humana en la cual uno
busca captar clínicamente sus resortes, fracasos y éxitos; sacar a la luz lo que implica
para el trabajo el hecho de ser un trabajo viviente.
La psicodinámica y la psicopatología del trabajo, en efecto, realizan investigaciones sobre
las relaciones entre trabajo y salud mental que no se limitan al análisis de los efectos
nocivos del trabajo sobre la salud. Estudian también las situaciones en las cuales la
relación con el trabajo es favorable para la salud. Más precisamente, esas investigaciones
se esfuerzan en comprender por qué y como el mismo trabajo, en función de su
organización, puede inscribirse en una dinámica de destrucción o, al contrario, de
construcción de la salud.
Para responder a esas preguntas acerca de cómo y el por que es necesario otra teoría y
una clínica del trabajo, una teoría de la salud y una teoría del sujeto o de la subjetividad
cuyas principales características serán aquí solamente recordadas.

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La salud y la normalidad

La salud es definida por la OMS como un estado de bienestar físico, psíquico y social. Los
estudios clínicos, en todos caso aquellos que parten del trabajo, no acuerdan con
dicha definición: la salud no es un estado y por cierto, la salud no existe. Todos
nosotros somos portadores de muchas enfermedades crónicas. Las patologías
agudas son de hecho, una pequeña parte de la patología. Tenemos tres, cuatro o
cinco enfermedades crónicas: los dientes cariados, los cabellos que se caen, urticaria,
eczema, colitis, dolores en la columna vertebral, insomnio, hipertensión…
La salud en el conjunto de la población no existe. La salud es mas bien un ideal. Lo cual
no es despreciable en la medida en que se constituye como una referencia o una
marca. Es como el ideal de justicia sin el cual no se puede pensar la justicia. El ideal
juega un rol importante en la orientación de nuestras acciones y de nuestras
conductas individuales para ensayar la conquista de dicha salud. De hecho, no
conquistamos la salud y nos contentamos con un compromiso menos brillante al
que denominamos “normalidad”. Es un compromiso con un cierto número de
enfermedades mas o menos estabilizadas, mas o menos compensadas por
tratamientos, prótesis, etc.; y que además pasan por un juicio de aceptabilidad, es
decir, de comparación con los otros que están alrededor nuestro. La normalidad en
Francia en el 2006 no es la misma que la de hace 40 o 50 años atrás, ni la misma que
en Brasil, por ejemplo.
La normalidad no está dada, ni es un regalo de la naturaleza. No nacemos con salud, al
contrario de lo que solemos creer. La naturaleza no es siempre gentil con nosotros: nos
aporta toda una serie de riesgos como las bacterias, los virus, el frío, el calor, etc. En
cuanto a la sociedad, esta no es tan generosa con nosotros, por ejemplo en relación con
las condiciones de trabajo y empleo. Y, en fin, las familias no son siempre amables y cada
uno sabe hasta que punto estas pueden ser nocivas para los niños. En suma, hay
muchas razones para enfermar. Lo que es necesario comprender por lo tanto, es por
qué no está enfermo todo el mundo. La normalidad es enigmática y es una conquista
que puede ser legítimamente considerada como un éxito. Se puede honrar a las
personas capaces de seguir siendo normales a pesar de las fuerzas que los empujan
más bien hacia la enfermedad. La normalidad, pues, es un compromiso, adquirido por la
lucha, un estado que siempre es necesario reconquistar, sabiendo que a fin de
cuentas, perdemos esa lucha ya que todos morimos.

El sufrimiento

Se puede comenzar por una mirada sobre la relación individual con la tarea: el
sufrimiento está siempre presente en relación con el trabajo. No hay nada de nuevo
en el periodo contemporáneo respecto del pasado. Esto es, el sufrimiento resultante de
del trabajo no debe ser considerado solamente como una consecuencia lamentable
o desgraciada del trabajo; esa sería una visión del sentido común. El sufrimiento puede
así ser un punto de partida y no solo una consecuencia lamentable.
Trabajar, en efecto, es en primer lugar hacer la experiencia de lo real. Lo real, es
una paradoja, pero es una noción bien caracterizada en la filosofía después de
Hegel: es aquello que se hace conocer al sujeto que trabaja por su resistencia a los
procedimientos, al saber-hacer, al conocimiento, e incluso a la ciencia. Lo real, es
eso que se hace conocer a quien trabaja por su resistencia a la experticia de la
actividad. Es cuando un modo operatorio convenientemente asimilado se pone en
práctica y falla, que se esta ciertamente frente a lo real. Ahora bien, trabajar es siempre
hacer frente a lo real, y

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no solamente aplicar procedimientos. Porque el trabajo siempre hace surgir incidentes,
anomalías, descomposturas, etc., que cuestionan las previsiones y las predicciones.
Por lo tanto, si trabajar es hacer la experiencia de lo real, implica necesariamente una
experiencia afectiva penosa, que no es otra que la experiencia del fracaso. Es un
punto que generalmente es poco pensado y comprendido por los científicos. El
conocimiento de lo real llega a la conciencia por medio de una experiencia afectiva: el
sufrimiento del fracaso, el sentimiento de impotencia. Lo real se revela a quien trabaja
bajo el modo afectivo del sufrimiento. Lo real se revela en primer lugar en la
pasividad absoluta del sentir, de la afectación que se impone a la subjetividad.
Pero el proceso no se detiene aquí. El sufrimiento, en principio pasivo, hace nacer
toda una gama de sentimientos: sorpresa, asombro, decepción irritación,
contrariedad, exasperación, cólera, desánimo, etc. Seguidamente el sufrimiento, que se
condensa en la subjetividad, muta en exigencia psíquica. Apela a su alivio,
exige ser transformada para ser sobrepasada. En otros términos: de pasivo en
un inicio, el sufrimiento de la relación con lo real se transforma en un ir hacia el mundo
en busca de la solución.
En regla general, la solución no viene fácilmente. Trabajar supone poder endurecer
dicho sufrimiento hasta que la vía para sobreponerse al obstáculo haya sido
encontrada. Es necesario ensayar, intentar, fracasar de nuevo, andar por vías sin salida.
A fin de cuentas, es la capacidad de endurecer el sufrimiento y la obstinación de
donde proviene la solución. El talento de encontrar soluciones y caminos nuevos
para trasponer los obstáculos que lo real opone a la realización de la tarea,
depende de la capacidad del sujeto de endurecer ese sufrimiento. Ademas, se puede
mostrar que es el sufrimiento mismo el que guía a la inteligencia y le confiere su
capacidad de “intuir” las soluciones a las dificultades del trabajo. Este punto es
importante: la situación de fracaso que finalmente es una situación ordinaria, es
sin embargo complicada cuando uno se encuentra frente a un obstáculo inédito.
¿Cómo salir de una situación respecto de la cual no se tiene experiencia? Es aquí donde
surge la cuestión de la intuición de la solución. Y se puede mostrar con un cierto
número de cadenas intermediarias como, a partir del sufrimiento, es posible intuir las
respuestas a los problemas planteados (4).
En otros términos, el trabajo es una prueba central para la subjetividad en sí misma,
que al final del proceso, abre la posibilidad de una transformación del sufrimiento.
Porque traspasando la resistencia de lo real, el sujeto se transforma a sí mismo y se
hace de algún modo más inteligente, más competente y más hábil de lo que era
antes de haber sobrepasado esas dificultades.
Trabajar no es solamente producir, también es transformarse a sí mismo. Como
contrapartida, el fracaso persistente reenvía al sufrimiento y empuja progresivamente
al sujeto hacia la depresión, y eventualmente, hacia la enfermedad.
Es por esto que los contratos por objetivos, cuando son desmesurados – lo cual es
bastante frecuente – y las evaluaciones de desempeño, cuando son injustas; pueden ser
tan peligrosas para la salud mental.
Trabajar es, en primer lugar, hacer la experiencia del sufrimiento, es la etapa inevitable y
común a todos aquellos que trabajan. Es una invariante de la situación. No obstante,
lo que no está cerrado, es el destino de ese sufrimiento.

La relación colectiva en el trabajo

Trabajar no es solo una relación individual de modo tal que pueda ser dividida entre un
sujeto y su tarea. Se trabaja siempre por algo: por sus superiores, por sus colegas o por

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sus subordinados. El trabajo es, de este modo, una relación con otro. Se encuentra aquí
la pregunta fundamental por la cooperación. La cooperación horizontal en primer término
con los colegas, con el colectivo de trabajo, con el equipo, y la cooperación vertical con
los subordinados y con los jefes. La cooperación no cae del cielo. Es también una
construcción por cierto difícil, y en cierto modo, siempre precaria. Cooperar supone
implicarse en el funcionamiento colectivo. Toda una serie de análisis podrían ser
recordados aquí, pero esto sería muy largo (5). Se puede no obstante extraer de dichos
análisis un elemento particularmente importante: cooperar supone una implicación en la
construcción, la estabilización, el ajuste, la transmisión y el respeto de las reglas. Se trata
de las reglas de trabajo. Es necesario construirlas, ajustarlas, transformarlas. Esta es la
esencia misma de la cooperación. Esto exige esfuerzo y sufrimiento; porque es preciso
tomar el riesgo de implicarse en los debates colectivos sobre el ajuste de las reglas que
permiten la cooperación, y por lo tanto, exponerse a la crítica y a la mirada e los otros.
¿Por que las personas que trabajan movilizan toda su personalidad?

El reconocimiento

Estamos habitados por el trabajo tanto en el lugar de trabajo como más allá del tiempo de
trabajo. Tenemos insomnio, molestamos a nuestra familia e hijos con
nuestras preocupaciones de trabajo. Soñamos con el trabajo. Y esto es necesario
para tornarse hábil en el trabajo. Es posible mostrar bastante fácilmente que la
implicación en el trabajo, desgraciadamente, no se reduce a una secuencia en el
tiempo. Es toda la subjetividad la que es puesta en este movimiento, incluso muy
lejos de la intimidad. Esta es una de las razones por las que uno puede caer enfermo o,
al contrario, ser transformado felizmente por relación al trabajo.
¿Por que las personas que trabajan movilizan toda su personalidad para cooperar?
¿Por que corren riesgos y responsabilidades en provecho de la empresa o de la
institución? Se puede mostrar que esto se hace en función del par contribución-
retribución. A cambio de su implicación y de los riesgos, las personas movilizan su
personalidad entera para la tarea, es decir, a cambio de su contribución a la
organización del trabajo, las personas que trabajan esperan una retribución. Esta
puede tomar forma material, el salario, las primas, etc. Pero también puede tomar
formas simbólicas. Es importante captar que es la dimensión simbólica de la
retribución que es, de lejos, la más importante, y no la retribución material. Esta
retribución simbólica toma una forma específica en el trabajo: es el reconocimiento.
Dicho reconocimiento es un ingrediente esencial de la salud mental. En efecto, la
mayor parte de los sujetos ordinarios presentan fallas en su identidad, fallas que
heredan de su infancia. De suerte que para la mayoría de entre nosotros, tenemos
la confirmación identitaria en función de los otros. La identidad esta en espera de
confirmación por el otro, incluso de un acrecentamiento gracias a la mirada del
otro. Nadie puede escapar completamente a dicha cuestión de la identidad porque
esta es la armadura de la salud mental. Toda descompensación psicopatológica esta
centrada en una crisis de identidad, nuestra identidad no es invulnerable. Cada uno de
nosotros puede tener una crisis de identidad y caer enfermo. El reconocimiento del
que uno se puede beneficiar gracias al trabajo se inscribe precisamente en la dinámica
de la construcción y la estabilización de la identidad. Gracias al reconocimiento, el
trabajo puede inscribirse en la dinámica de la realización de sí. Existen dos campos
principales en los que se juega la dinámica de la realización de sí y de la construcción
de la identidad. El primero es la realización de sí en el campo íntimo o erótico: es el
amor. El segundo es la realización de sí en el campo social, que siempre pasa por
el trabajo. Así, el trabajo constituye una segunda

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oportunidad para la construcción de identidad y de la salud mental de suerte que
nuestra salud está mejor cuando trabajamos que cuando estamos privados de hacerlo.
Es por esto que la falta de trabajo provoca tanto estragos psicopatológicos:
depresión, alcoholismo, violencia, etc. Privando al que no tiene trabajo de su derecho de
aportar una contribución a la empresa, y a través de ella a la sociedad; se lo priva de
toda esperanza de retribución simbólica, es decir, de reconocimiento. Esto reenvía de
modo inevitable a las fallas de la identidad y favorece la descompensación
psicopatológica. Ninguno de nosotros, en caso de estar desocupados por largo
tiempo, esta resguardado de ese destino trágico, porque todo ser humano tiene fallas
en su identidad.
Este análisis del estrecho vínculo entre trabajo, identidad y salud mental es
conocido bajo el nombre de “centralidad del trabajo” por relación a la salud.
La tesis de la centralidad del trabajo implica que no hay fatalidad en los efectos
nocivos de la organización del trabajo. Hay un compromiso entre las tensiones
del trabajo y la esperanza de realización de sí, que son muy favorables a la salud
mental. Todo depende aquí de las condiciones sociales del reconocimiento. Es en este
punto que el trabajo puede ser un mediador irreemplazable de la construcción de
la salud. El reconocimiento es el medio por el cual el sufrimiento puede ser transformado
en placer en el trabajo. Subrayo el pasaje, que también es parte de la dinámica del
reconocimiento, que depende de la movilización subjetiva de las personas, y por tanto,
de la calidad y permanencia de la cooperación.
Retorno sobre la etiología en sentido
estricto
Con el análisis de algunos elementos de la relación entre subjetividad y trabajo, se
adivina fácilmente que las condiciones de posibilidad del reconocimiento, de
la cooperación y del despliegue de la inteligencia en el trabajo dependen, antes que
nada, de la organización del trabajo.
La organización del trabajo es, por un lado, la manera en que las tareas son
definidas, divididas y repartidas entre los trabajadores. También es la manera en
que son concebidas las prescripciones de trabajo, y por ultimo, es la manera en que
se pone en práctica la vigilancia, el control, las ordenes, la dirección, la jerarquía.
Hemos conocido diferentes formas de organización del trabajo: trabajo artesanal, trabajo
taylorizado, Fordismo, sistema japonés, toyotismo, etc. El agravamiento brutal de la
psicopatología del trabajo puede ser asociado a ciertas transformaciones
recientes introducidas por la organización del trabajo. Entre ellas, dos tipos de
presiones han transformado radicalmente la economía de las relaciones entre
subjetividad y trabajo:
La evaluación y la calidad total .
La evaluación:

La evaluación individualizada del desempeño se hizo posible gracias al seguimiento


informatizado de la actividad, que permite la vigilancia individual de cada operador, de
sus gestos y de sus modos operatorios. Es necesario remarcar, que ese control no es
pasivo, sino que supone la colaboración del agente que periódicamente o continuamente
debe computar los datos referidos a su actividad en la terminal o en el ordenador. El
autocontrol es la forma acabada, de ahora en más y de manera ya extendida, que se
impone tanto en la industria como en los servicios. La evaluación individualizada, cuando
está asociada a contratos por objetivos o a una gestión por objetivos, cuando se junta en
centros de resultados o en relación a beneficios; conduce a la competencia generalizada
entre agentes, incluso entre los servicios de una misma empresa, entre filiales,
sucursales, talleres, etc. Esta competencia, cuando esta asociada a la amenaza de
despido, conduce

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a una transformación profunda de las relaciones del trabajo. Puede degradarlas
cuando esta asociada a sistemas más o menos perversos de primas. Pero, cuando la
evaluación no está asociada a gratificaciones, sino a sanciones o a amenazas de
despido, sus efectos nocivos son patentes. La individualización deriva hacia cada uno,
la competencia lleva a conductas desleales entre colegas, la desconfianza se instala
entre los agentes. Eso se observa muy bien entre los empleados, los obreros y los
técnicos; pero también entre los cuadros gerenciales que son llevados a vigilarse
constantemente los unos a los otros para no estar en riesgo de perder el poder del
que disponen, y también por su seguridad en el empleo. El resultado final de la
evaluación y de los dispositivos conexos es principalmente la desestructuración
en profundidad de la confianza, del vivir juntos y de la solidaridad.
Y más allá de esto, es la destrucción de los recursos defensivos contra los efectos
patógenos del sufrimiento y de las tensiones del trabajo. El aislamiento y la
desconfianza se instalan y abren la vía a eso que llamamos las “patologías de la
soledad”, que parecen ser uno de los denominadores comunes de las nuevas patologías
del mundo del trabajo. Seguidamente, las evaluaciones pueden ser utilizadas como
medio de presión, generando riesgos importantes de sobrecarga de trabajo, con todo el
cortejo de patologías de sobrecarga que se mencionaron anteriormente.
Las evaluaciones en cuestión, evaluaciones individualizadas de desempeño, son
por demás criticables porque son arbitrarias. En efecto, la evaluación cuantitativa y
objetiva del trabajo no puede ser mas que un pretexto para lo arbitrario, ya que es fácil
mostrar que lo esencial del trabajo no es evaluable objetivamente y cuantitativamente.
Esto puede ser demostrado a partir de los conocimientos reunidos por las ciencias
sociales del trabajo. A estas evaluaciones les sigue inevitablemente un sentimiento
confuso de injusticia que tiene relación con la aparición de descompensaciones,
particularmente en la forma de síndromes depresivos y síndromes de persecución (3)

La calidad total

Es la otra coacción, al lado de la evaluación, que puede ser identificada como fuente o
causa del agravamiento de las patologías mentales en el trabajo. Se puede mostrar a
partir de múltiples acercamientos, tanto psicológicos como ergonómicos o sociológicos,
que la calidad total es imposible. Hay, en efecto un desfasaje irreductible entre las
previsiones, la planificación, los métodos, es decir, las prescripciones – de un lado – y el
trabajo efectivo o concreto, del otro. Contrariamente a lo que pretenden numerosas
doctrinas, nunca hay producción perfecta en el trabajo, menos aun en el sector industrial
o agrícola que en los sectores financieros o comerciales.
Imponiendo la calidad total, que de hecho es una quimera, se genera inevitablemente
una carrera hacia las infracciones, los engaños e incluso los fraudes. En la medida en
que es necesario satisfacer los controles y las auditorias para obtener una certificación
(ISO 9000 o 13000 etc). Anunciar la calidad total, no como un objetivo mas sino
como una obligación, genera toda una serie de efectos perversos que tienen
incidencias desastrosas. Esos fraudes inevitables generados por la calidad total tienen
sin duda, un costo psíquico enorme, no solo en términos de aumento de la carga de
trabajo- todo el mundo puede testimoniar al respecto -, sino también en términos
de problemas psicológicos. La coacción a mentir, a engañar con los controles pone mas
agente frente a la posibilidad de falsear las cosas en relación a su oficio, su ética
profesional o personal. De esto resulta un sufrimiento psíquico que está en la
base de los síndromes de desorientación, de confusión, de pérdida de confianza en sí
mismo y de la perdida de confianza en los otros, en las crisis de identidad y en las
depresiones, pudiendo llegar

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hasta el suicidio, particularmente cuando un agente se ve arrastrado a participar de
prácticas que reprueba moralmente (6).

La cuestión del entusiasmo

Se comprende que trabajar de un modo en que se traicionan las reglas del trabajo bien
hecho, el entusiasmo se retira progresivamente de la relación con el trabajo. No solo en lo
que respecta a la relación singular con la tarea, sino también en relación al colectivo del
oficio, mediatizado por la experiencia compartida de una participación en una obra en
común.
El entusiasmo desde el punto de vista etimológico es un suplemento del alma que
engrandece no solo el sentido del trabajo confiriéndole un valor en el orden simbólico,
sino que acrecienta también la tolerancia al sufrimiento y da acceso a un placer específico
que no es comparable a ningún otro, y que es correlativo a un proceso que Freíd designó
con el término Kulturarbeit (trabajo de la cultura).
Así, el entusiasmo confiere al trabajo un suplemento de alma que contiene el
encantamiento divino, según la tradición religiosa. En la tradición profana, este sobreviene
cuando puede establecerse una relación de continuidad entre el trabajo de un lado, la
kultur, del otro; en el sentido de cultura y de civilización (7).
El entusiasmo connota, por tanto, en primer lugar esa relación entre el trabajo y la Kultur,
pero es también un elemento constitutivo importante de la cooperación, es decir, de eso
que permite a un colectivo perdurar.
Se dijo precedentemente que el entusiasmo confiere una mayor resistencia al sufrimiento.
¿A qué sufrimiento en este caso? Cooperar no es algo que vaya de suyo. Para que un
colectivo funcione, y para que la obra común adquiera su valor cultural es necesario no
solo que cada uno aporte una contribución, sino que dichas contribuciones individuales
puedan acordar entre ellas sin dañarse. Y eso no es fácil. Esto exige en particular que se
acepten ciertos renunciamientos: Triebverzicht, Triebopfer, dice Freud (renuncia pulsional,
sacrificio de la pulsión).
Por ejemplo, en un equipo de cuidados psiquiátricos, es necesario tal vez saber quedarse
callado para no dañar la relación de confianza que está en camino de entablarse entre un
paciente y un enfermero. En un laboratorio de investigación, es necesario que los mas
viejos, los mas experimentados y cultivados, sepan contenerse para dejar lugar a los
jóvenes investigadores. En un coro, no es necesario poner toda la voz sino saber retener
su potencia vocal para permitir la armonización y la homogeneidad del conjunto, etc.
Las relaciones entre renuncia y entusiasmo son frágiles. Suponen el respeto escrupuloso
de reglas del oficio y de la intuición de participar en una obra en común sostenida por
valores referentes a la Kultur, es decir, a la manera de las reglas de honrar la vida.
Se comprende que si se es presionado por la calidad total o por evaluaciones
cuantitativas ineptas que traicionan las reglas del trabajo bien hecho, se arruinan
las bases del entusiasmo y de la compensación, lo cual que puede constituir,
en contrapartida, los renunciamientos que impone a cada uno para que pueda
advenir la cooperación.

Conclusión

Los elementos encontrados por la psicodinámica y la psicopatología del trabajo sugieren


que una acción racional de prevención de las enfermedades mentales ocasionadas por el
trabajo pasen por un análisis crítico y un cuestionamiento de los métodos de evaluación
individualizada del desempeño. No solo porque dichos métodos reposan sobre bases
científicas erróneas, sino porque ellos destruyen la psicodinámica del reconocimiento y

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entrañan un cortejo espantoso de sufrimientos y patologías del trabajo. Criticar
la evaluación no conduce necesariamente a renunciar a toda evaluación, ya que
todos deseamos una evaluación. En este sentido, el reconocimiento es una evaluación.
Pero es necesario repensar en su conjunto los procedimientos de evaluación. Lo que es
falso de los métodos de evaluación individualizada del desempeño, es la idea u objetivo
de una evaluación objetiva y cuantitativa. Porque el trabajo no es mensurable. Lo que se
mide es, en el mejor de los casos, el resultado del trabajo, es decir, la producción. Pero
no es en absoluto el resultado del trabajo, porque no hay estrictamente
ninguna proporcionalidad entre los resultados del trabajo y el trabajo propiamente dicho.
Cuando la ANPE mide el número de legajos tratados por cada consejero de empleo, se
trata de un absurdo, en la medida en que hay legajos mucho más difíciles y otros
que son muy simples. De suerte que, para tener una evaluación favorecedora es
suficiente con elegir o reservarse los legajos fáciles, es decir, hacer una selección y
dejar los legajos mas difíciles a los más jóvenes o los que poseen menos experiencia, o
a los menos agresivos; que serán así confirmados, por la evaluación, en su
incompetencia (10). Ahora bien, lo que cuenta, desde el punto de vista de la
identidad y de la salud mental es el reconocimiento del trabajo propiamente
dicho, y no sólo el reconocimiento de la producción final.
No hay fatalidad en la relación entre trabajo y salud mental. El trabajo puede generar lo
peor, pero también engendrar lo mejor. Numerosos son aquellos que, entre nosotros,
participan de la evaluación del trabajo de los otros, de colaboradores, de equipos externos
o de otros servicios; y por tanto sabemos perfectamente que somos incapaces de arribar
a un resultado objetivo. Yo me inscribo, por cierto, en ese esquema. Es importante
subrayar que los efectos nocivos de la organización del trabajo sobre la salud mental no
resultan del genio propio de un sistema, ni del mercado, sino del modo en el hacemos
funcionar a ese sistema. Es de nosotros, a fin de cuentas, que depende la posibilidad de
re-encantar al trabajo.

Referencias

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1980.

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Laboratoire de psychologie du travail du CNAM. Tome I, 1997.

3. DEJOURS C. L’évaluation du travail à l’épreuve du réel. Critique des fondements de


l’évaluation. Versailles : INRA Editions, 2003.

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10. ROELENS N. Intoxication productiviste et déshumanisation des rapports humains.


Une psychologue du travail analyse les causes de son épuisement professionnel.
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11. VILLERMÉ L. De l’état physique et moral des ouvriers. Paris : Union générale
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12. VOGÉ C. Problèmes médicaux et médico-légaux posés par les agressions à main
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Psychopathologie du travail. Paris : CNRS, Entreprise Moderne d’Edition,
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