EXTRACONTRACTUAL.
1. INTRODUCCIÓN.
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Para PLANIOL en la responsabilidad extracontractual también se produce el incumplimiento de una
obligación previa, cual es el deber general de prudencia. Sin embargo, difícilmente este deber pueda ser
concebido como “un vínculo jurídico entre personas determinadas”, como se concibe tradicionalmente la
obligación.
La razón para atribuir responsabilidad a un tercero se funda en que el daño debe ser
consecuencia del ejercicio de una actividad considerada riesgosa. Tiene como fuente la
ley.
Los elementos que integran la responsabilidad civil por culpa o negligencia son: 1) el
hecho voluntario; 2) la culpa o dolo; 3) el daño; y 4) el vínculo causal entre el hecho y
el daño. Hay quienes descomponen el primer elemento en dos: 1) el hecho voluntario y
2) la capacidad.
- El elemento subjetivo la conducta debe ser voluntaria, esto es, libre y realizada
por un capaz. Estos son los únicos elementos subjetivos del juicio de
culpabilidad.
Capacidad
En sede extracontractual, son incapaces los menores de 7 años y los dementes, y son
capaces los mayores de 16 años. Entre los 7 y los 16 años son capaces aquellos que
actúan con discernimiento.
Respecto de los menores entre 7 y 16 años, el discernimiento puede juzgarse desde dos
perspectivas: (1) aptitud del menor para discernir acerca de los efectos riesgosos o
peligrosos de la acción, o (2) capacidad del menor de discernir el patrón de debido
cuidado, esto es, distinguir lo correcto de lo incorrecto. La opinión más generalizada da
por sentado el segundo criterio para concentrarse en el primero.
Cuando el acto del incapaz se debe a negligencia de quien lo tiene a su cargo, de quien
tiene el deber de cuidarlo, éste responde directa, personal y exclusivamente. Es una sola
responsabilidad, no es doble como en el caso de la responsabilidad por el hecho ajeno.
Voluntad libre
Basta que el sujeto haya tenido control sobre su conducta para que ésta pueda serle
atribuida.
En los casos en que no hay control de la voluntad no hay propiamente una acción u
omisión, sino una actuación en razón de una fuerza irresistible. En cambio, cuando
existe una decisión, aunque sea en condiciones extremas, existe un hecho imputable. El
estado de necesidad no excluye la libertad sino la ilicitud. La responsabilidad por culpa
no supone un juicio de reproche personal al sujeto, sino que la comparación de su
conducta con un patrón general y abstracto (objetivación de la culpa).
5.1. Culpa.
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En estos casos, según Alessandri, tendría que responder el autor de la embriaguez.
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En circunstancias que el juicio de culpa es un juicio objetivo, es que resulta impropio hablar de
“responsabilidad subjetiva” como sinónimo de “responsabilidad por culpa o negligencia”.
C. Estándar de cuidado. El grado de culpa por el cual se responde en materia
extracontractual es la culpa leve. Aplicar la regla de la culpa levísima nos forzaría a
actuar siempre con el máximo cuidado, llevando en la práctica la responsabilidad por
culpa a la responsabilidad estricta. Lo más lógico es responder de la culpa leve, porque
la idea de diligencia ordinaria se condice de mejor manera con lo que razonablemente
podemos esperar de los demás en sus comportamientos. Para ABELIUK es el juez quien
determina el grado de culpa en cada caso. Con todo, puede aplicarse la regla del artículo
44 inciso 3º que nos dice que la culpa sin calificación se refiere a la culpa leve, y en los
artículos 2314 y ss. la culpa siempre es tratada sin apellidos.
Así, para BARROS, el autor, en caso de culpa, sólo responderá de los daños previsibles.
Esta posición no es compartida por toda la doctrina, pues hay quienes piensan que todo
daño debe ser reparado, en virtud del artículo 2329 CC y la inaplicabilidad en materia
extracontractual del artículo 1558 CC.
b.) Lo normal es que el JUEZ construya deberes generales de cuidado. Para PLANIOL,
la culpa es “la infracción de un deber preexistente”. Este concepto se refiere a la culpa
como la ilicitud de una conducta. Según BARROS, esta definición es adecuada en
cuanto la culpa implica el incumplimiento de un deber, pero se equivoca al hablar de un
deber preexistente, porque lo que en verdad sucede es que el juez construye ex post un
deber de cuidado. Con todo, si se tiene presente que la sentencia judicial no es fuente
formal de derecho civil, cabe sostener que el deber de cuidado que el juez construye ex
post debe derivar de normas preexistentes en nuestro ordenamiento jurídico. En este
sentido, el juez solo puede reconocer y concretar deberes de cuidado preexistentes,
aunque estos solo estén presentes en nuestro ordenamiento de manera implícita. De lo
contrario, se pondría en jaque la integridad del ordenamiento jurídico.
c.) Las prácticas o usos existentes en determinada práctica no son en caso alguno
vinculantes a la hora de determinar el deber de cuidado, pues éstos no son
necesariamente justos. Cosa distinta sucede con LOS USOS NORMATIVOS, que son
normas que por lo general emanan de sistemas de autorregulación profesional.
1. Intensidad del daño. La gravedad del daño supone que el estándar de diligencia
que ha de observarse para su evitación sea mayor.
Cabe aclarar que estos criterios prácticamente nunca actúan de manera aislada.
La culpa, en sede extracontractual, es sinónimo de ilicitud, por ello las causales actúan
sobre el ilícito, eliminando la culpabilidad.
c. Actos autorizados por usos normativos, esto es, usos o prácticas tenidos comúnmente
como correctos.
2. Consentimiento de la víctima.
3. Estado de necesidad.
Estado en que una persona se ve obligada a ocasionar un daño a otra para evitar uno a sí
misma o a un tercero. Requiere que (1) el peligro que se trata de evitar no tenga su
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Será sancionado con multa: “12. El médico o cualquiera otro que llamado como perito o testigo se
negare a prestar una operación propia de su profesión u oficio o a prestar declaración. 13. El que
encontrando perdido o abandonado a un menor de 7 años no lo entregare a su familia o no lo recogiere o
depositare en lugar seguro, dando cuenta a la autoridad… 14. El que no socorriere o auxiliare a una
persona que encontrare en despoblado, herida, maltratada o en peligro de perecer, cuando pudiere hacerlo
sin detrimento propio.”
origen en una acción culpable y (2) que no existan medios inocuos o menos dañinos
para evitar el daño. Excluye la acción indemnizatoria de la víctima, no así la acción
restitutoria.
4. Legítima defensa.
B. Objeto. Se debe probar (1) el hecho voluntario y (2) el deber de cuidado infringido.
El objeto varía si se trata de culpa infraccional (ley), infracción de usos normativos
(profesión o ciencia) o de un deber de cuidado construido por el juez.
B.3. Infracción de un deber de cuidado construido por el juez. La víctima debe probar
todas las circunstancias que permitan al juez calificar el acto como negligente.
C. PRESUNCIONES DE CULPA.
5.5. Dolo.
6. (C) DAÑO.
A. Daño material.
El lucro cesante es la pérdida del incremento neto que habría tenido el patrimonio de la
víctima de no haber ocurrido el hecho imputable; la pérdida de una ganancia o utilidad
esperada. También lo es la pérdida del uso y goce de la cosa dañada.
B. Daño moral.
Antiguamente se concebía el daño moral como el que afecta los atributos o facultades
morales o espirituales de la persona. Actualmente se estima que esta noción del daño
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La mayoría de la doctrina discrepa de Barros en este punto, sobre todo a la luz de que el artículo 44
asimila la culpa grave al dolo y que uno de los efectos de tal asimilación es justamente que hay objeto
ilícito en la condonación de la culpa grave futura.
moral solo atiende al pretium doloris (precio del dolor), en circunstancias que el daño
moral comprende también la privación de placeres de la vida (perjuicio de agrado). En
esta línea, hoy en día se define el daño moral como toda lesión a un interés
extrapatrimonial.
Ahora, una vez aceptada por la jurisprudencia la reparación del daño moral, debe
desentrañarse su sentido. Aquello que se pierde o deteriora no tiene valor de
intercambio en el mercado, por lo tanto, su indemnización solo puede tener una función
compensatoria del daño con un beneficio, reconociendo una ventaja pecuniaria a quien
ha debido soportar esa carga. Con todo, el análisis de la jurisprudencia permite concluir
que ha tenido una marcada función retributiva (pena privada en beneficio de la víctima),
al determinar la indemnización según la gravedad de la conducta y las facultades
económicas de las partes.
Si bien esta categoría no encuentra asidero expreso en el Código Civil, en los últimos
años, particularmente en el ámbito de la responsabilidad médica, la pérdida de una
chance ha sido reconocida por la jurisprudencia. Existe discusión doctrinaria en cuanto
a si la pérdida de una chance debe ser concebida como una clase de daño autónoma (con
implicancias patrimoniales y/o extrapatrimoniales) o como una hipótesis especial de
daño emergente. Como sea, en los casos en que se ha reconocido jurisprudencialmente,
la oportunidad perdida usualmente ha tenido una naturaleza extrapatrimonial (por
ejemplo, la oportunidad perdida de disfrutar la existencia de un ser querido cuando, a
consecuencia de un error de diagnóstico o de un retardo excesivo en la atención, se le ha
privado de la posibilidad ser sometido a un procedimiento médico adecuado).
Ahora bien, el daño debe satisfacer ciertos requisitos para su reparación, a saber: 1) que
sea directo; 2) que sea cierto; 3) que sea probado; 4) que sea personal; 5) que sea
significativo.
1. El daño debe ser directo, esto es, una consecuencia necesaria del hecho ilícito
(exigencia de causalidad).
El daño material puede probarse por todos los medios legales. El daño moral también
debe probarse, aunque la jurisprudencia en algunos casos lo ha presumido respecto de
víctimas por rebote (en concreto, en casos que la víctima directa ha muerto a
consecuencia del hecho imputable y se ha acreditado en el juicio un vínculo de
matrimonio o parentesco entre la mentada víctima directa y la víctima por rebote).
4. El daño debe ser personal, esto es, sufrido personalmente por la víctima. La
víctima, no obstante, puede ser directa o por rebote. En este sentido, el daño
sufrido por una víctima por rebote, con tal que sea personal, también debe ser
reparado.
Cabe finalmente aclarar que, una vez cumplidos estos requisitos, la determinación y
fijación del monto de la indemnización suele estimarse como una cuestión de hecho, no
revisable por vía de casación en el fondo.
El requisito de la causalidad exige: (1) una relación natural de causalidad entre el hecho
y el daño y (2) que el daño resulte normativamente atribuible al hecho imputable, esto
es, que exista una razonable proximidad entre ambos.
Esta teoría aplicada a casos concretos presenta serias dificultades. El hecho como
condición necesaria es un elemento mínimo de la causalidad. Para el Derecho, el daño
debe ser además consecuencia directa del hecho.
El daño reparable sólo es el directo, sea porque se cree aplicable el artículo 1558 CC,
sea porque es un requisito racional y lógico del concepto de causalidad. La pregunta
acerca de si el daño es directo o indirecto supone un juicio normativo respecto de si el
daño puede ser objetivamente atribuido al hecho. El juez debe discriminar entre todas
las consecuencias dañinas del hecho aquéllas que pueden ser atribuidas al ilícito,
estableciendo así un límite a la responsabilidad (es elemento y límite a la vez). Este
juicio queda sometido al control jurídico por vía de casación en el fondo. Doctrinas:
2.3. Riesgo creado por el hecho. Sólo si la acción u omisión culpables han creado
un riesgo o han aumentado la probabilidad o la intensidad de un riesgo de
daño ya existente, hay una relación relevante entre el hecho y el daño
resultante. No presenta diferencias prácticas con la teoría de la causalidad
adecuada. El límite de la responsabilidad viene dado porque no deben
indemnizarse los daños que objetivamente sean atribuibles a los riesgos
generales de la vida.
La causalidad debe ser probada. Se admite la prueba de testigos. Por regla general, es
una prueba fácil. Excepcionalmente, en los casos difíciles, solo podrá ser probada
mediante presunciones judiciales. Las razones para dar por establecida una presunción
legal de culpa por el hecho propio, de acuerdo al artículo 2329 CC, rigen también para
dar por acreditada la causalidad: si de acuerdo a la experiencia el daño puede ser
imputado objetivamente al hecho doloso o culposo de un tercero este resulta
responsable.
1. Pluralidad de responsables.
1.1. Si varias personas son responsables por el mismo hecho, todas ellas son
solidariamente responsables (2317 CC). En cuanto a las relaciones internas,
la contribución a la deuda puede dividirse equitativamente o en forma
proporcional a su participación en el daño.
1.2. Según Barros, también existe solidaridad entre el autor del daño y aquel que
lo tiene bajo su dependencia o cuidado. Otros, en cambio, estiman que esta
última hipótesis es de indivisibilidad pasiva de pago y no solidaridad. Según
una tercera opinión, lo que habría es solidaridad imperfecta. Como sea, en
este caso el tercero tiene acción de repetición contra el autor del daño (2325
CC).
1.3. Si varias personas son responsables de distintos hechos, la reparación se
divide entre los autores según su grado de participación en el daño.
1.4. Distintos hechos son igualmente aptos para producir el daño. En estos casos
cada partícipe ha de responder por todo el daño, configurándose una especie
de indivisibilidad o solidaridad imperfecta.
La culpa debe probarse. Sin embargo, el artículo 2321 establece una presunción general
de responsabilidad de los padres por los delitos o cuasidelitos de sus hijos menores, que
conocidamente provengan de su “mala educación, o de los hábitos viciosos que les han
dejado adquirir”.
9.2. Presunción general de culpa por el hecho de personas que están bajo cuidado o
dependencia.
1. Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos menores que habitan en
la misma casa (inciso 2º). Debe entenderse referido al padre que tiene el cuidado
personal de sus hijos menores.
2. Responsabilidad de los guardadores por el hecho de sus pupilos que viven bajo
su dependencia y cuidado (inciso 3º).
Para que opere la presunción la víctima debe probar el cuasidelito o delito del
dependiente y la relación de subordinación entre este y el guardián. Una vez establecida
esta responsabilidad por el hecho ajeno, el ofendido puede dirigirse contra el autor del
daño o el tercero. Según Barros, la posibilidad de que el ofendido se dirija contra uno u
otro se sustenta en que, según el artículo 2317, ambos son solidariamente responsables;
para otros autores se trataría de una hipótesis de indivisibilidad pasiva de pago y según
una tercera opinión solidaridad imperfecta. Conforme con el artículo 2325, el tercero
puede repetir contra el autor del daño.
El artículo 2322 acota el ámbito de responsabilidad del empresario, ya que esta solo se
refiere al tiempo en que el dependiente se encuentra en ejercicio de sus funciones.
También especifica la excusa del empresario: debe probar que los criados o sirvientes
han ejercido sus funciones de un modo impropio “que los amos no tenían medio de
prever o impedir, empleando el cuidado ordinario y la autoridad competente”.
Como toda responsabilidad por hecho ajeno, requiere un delito o cuasidelito del
dependiente y una relación de subordinación, y además, se agrega en este punto, que el
daño se haya ocasionado en el ámbito de la dependencia o en el ejercicio de las
funciones del dependiente.
La persona jurídica responde por el hecho ajeno en la misma forma que el empresario.
A propósito del hecho de las cosas existen presunciones específicas de culpabilidad del
dueño o custodio de aquellas, y casos también específicos de responsabilidad estricta.
El dueño o la persona que se sirve de un animal ajeno, se presume culpable de los daños
causados por este, aun después de que se haya soltado o extraviado (2326 CC).
El que tenga un animal fiero, que no reporta utilidad para el predio, responde por sus
actos dañosos (2327 CC).
Para prevenir el peligro que implica la obra ruinosa, el afectado tiene la acción
posesoria de querella de obra ruinosa (932 CC) y la acción general de prevención por
daño contingente (2333 y 2334 CC).
Para la reparación del daño, el afectado puede ejercer el derecho que le concede el
artículo 934, cual es la indemnización de todo perjuicio, una vez notificada la querella
posesoria. De no haberlo hecho, debe recurrir a las normas de responsabilidad
extracontractual.
La responsabilidad recae sobre el dueño, o dueños a prorrata de sus cuotas dominio (no
hay solidaridad), si la ruina se produce por haber omitido las reparaciones necesarias, o
haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia. Esta norma,
contenida en el artículo 2323 CC, ha sido interpretada por la doctrina y jurisprudencia
como una presunción de culpabilidad.
El constructor y los demás nombrados se presumen culpables por los daños ocasionados
por la ruina de un edificio si esta se debe a un vicio de construcción.
Para prevenir el daño, existe una acción pública para que se remuevan de la parte
superior de un edificio u otro paraje elevado objetos que amenacen caída y daño (2328
inciso 2º CC).
Para reparar el daño, el artículo 2328 inciso 1º establece una presunción de culpabilidad
en caso de daños causados por la cosa que cae o se arroja de la parte superior de un
edificio, respecto de todas las partes que habitan la misma parte de aquél. Si los
responsables son varios, la indemnización se divide entre todos ellos (no hay
solidaridad).
ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD.
b) Daños a las personas. Tiene acción la víctima directa y las víctimas por rebote.
Tratándose de daños patrimoniales, la doctrina y jurisprudencia han reconocido
titularidad a todo aquel que recibía ayuda económica de la víctima. Respecto del
daño moral, la tendencia ha sido conceder acción a la víctima indirecta en caso de
muerte a condición de que se acredite un parentesco cercano con la víctima.
El sujeto pasivo son el autor del daño y sus herederos, sin perjuicio de los casos de
responsabilidad por el hecho ajeno. También puede ser demandado quien se aprovecha
del dolo ajeno, por el monto de su beneficio.
En sede civil, tratándose de una acción mueble debe demandarse en el domicilio del
demandado. En sede penal, se puede interponer esta acción indemnizatoria, siempre que
se ejerza por la víctima en contra del imputado.
La sentencia penal condenatoria, por regla general, produce cosa juzgada en sede civil,
sin perjuicio de que en ésta debe siempre acreditarse el daño. El artículo 178 CPC
prescribe que “en los juicios civiles podrán hacerse valer las sentencias dictadas en un
proceso criminal siempre que condenen al procesado”.
“1ª. La no existencia del delito o cuasidelito que ha sido materia del proceso. No se
entenderán comprendidos en este número los casos en que la absolución o
sobreseimiento provengan de la existencia de circunstancias que eximan de
responsabilidad criminal;
2ª. No existir relación alguna entre el hecho que se persigue y la persona acusada, sin
perjuicio de la responsabilidad civil que pueda afectarle por actos de terceros, o por
daños que resulten de accidentes… en conformidad a las reglas de responsabilidad civil
extracontractual; y
3ª. No existir en autos indicio alguno en contra del acusado, no pudiendo en tal caso
alegarse la cosa juzgada sino respecto de las personas que hayan intervenido en el
proceso criminal.”
La absolución en materia penal, nunca tendrá efecto de cosa juzgada en sede civil
respecto de quien tiene una obligación de restituir.
Los efectos de la cosa juzgada criminal en sede civil se limitan a dos aspectos: (1) a lo
resuelto por el tribunal en el juicio penal y (2) a los hechos que sirven de necesario
fundamento a lo resuelto. Así, el artículo 180 CPC dice “Siempre que la sentencia
criminal produzca cosa juzgada en juicio civil, no será lícito en éste tomar en
consideración pruebas o alegaciones incompatibles con lo resuelto en dicha sentencia o
con los hechos que le sirvan de necesario fundamento.”.
El cúmulo de responsabilidades.
Esta hipótesis contiene dos preguntas: ¿pueden acumularse? NO, porque habría
enriquecimiento injusto; y ¿puede la víctima optar entre uno u otro estatuto?
Tradicionalmente, tanto la doctrina como la jurisprudencia han respondido
negativamente a la opción, ya que la posibilidad de la acción atentaría contra la
obligatoriedad del contrato. Además, gran parte de la doctrina considera que este es el
estatuto general de responsabilidad y en caso de duda corresponde aplicar éste. Sin
embargo, en seguimiento de ALESSANDRI, muchos admiten dos situaciones en las
cuales la opción es excepcionalmente permitida:
CORRAL, en una línea diversa, estima que no existe propiamente un estatuto común,
debiendo aplicarse, por analogía, el estatuto contractual ante la infracción de
obligaciones cuasicontractuales, y el estatuto extracontractual ante la infracción de
obligaciones legales.