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LOS CHIBCHAS, SU GLORIA, ZIPAQUIRÁ Y SU HISTORIA

Allá por las tierras del Virrey que rabió, cuentan los que lo vieron, yo no estaba, pero me lo
dijeron, y sin más, esta es la historia de los que gimieron, pero no cayeron.

En una montaña de sal que presta su cercanía a la capital, han moldeado la combativa
historia de la ciudad colonial; Zipaquirá y sus chibchas, su población branquial. Los
aborígenes muiscas, llamados así por los españoles, a quienes les parecían moscas por sus
desapariciones momentáneas y sus actitudes toscas, quienes entre cerros y quebradas
cuidaban de sus andoscas.

Contaba en el parque un anciano, un aldeano muy bacano de cabello cano, que todo
comenzó en “pueblo viejo”, un asentamiento de artesanos y la tierra que colonizaron los
judeocristianos, emboscada y domada por Jiménez de Quesada que sin temor sacó su
espada, que de nadie era abogada.

Sin presentar anomalías, los españoles buscaban hinchar su economía y al ver que ningún
chibcha se afligía y el cerco del Zipa y sus costumbres defendían, los tomaron como
rebeldes por sus actitudes herejías, los colonos no entendían porque entre más los
opacaban, los indígenas florecían ya que su espiritualidad no concebía que ante estos se
arrodillarían.

Hay quienes trataron de comprender el por qué los nativos, los diversos nombres de sus
tierras hicieron prevalecer. Chicaquicha, Zipaquicha, Chicaquira, Cipaquirá y Chipaquicha
fueron algunos de los nombres entre los que disputaron, tomando este último como base y
un significado le acuñaron, “pie de nuestro padre” le llamaron, no solo por su ubicación
sino, también por su financiación, puesto que la sal era pie a la economía de inyección,
siendo el trueque su mejor anfitrión.

Un dato que brilla me contó aquel anciano sentado en su silla, y es que el salario desde
aquella época se pilla por su peso en sal a los que jornaleaban en cuadrilla.

Con gran ambición cayeron los extranjeros en batallón buscando hacerse de este territorio y
sus asentados un trofeo de colección. Con la corona borbónica, su tiranía y su aumento de
tributación que arremetía contra los valientes y honestos comerciantes de profesión,
buscando implementar en algún sentido un sistema de proletarización generando una
reorganización y en el pueblo un sentido de anarquización en señal de la no aceptación de
la casa borbónica y su actuación.

Es allí cuando se gesta la propuesta de una independencia modesta por la vivencia de una
opresión funesta, y la gente molesta frente a la situación impuesta, el 18 de julio de 1600
con una rebelión contesta en señal de descontento y protesta, dando paso a la nueva ciudad
ésta, con un orden distinto y nuevas reliquias yuxtapuestas.

De aquellas reliquias el viejo me contaba, haciendo hincapié en que la “Villa de Zipaquirá”


se fundaba, pero en una especial él se centraba, y era en el levantamiento de un templo en el
que todo ciudadano aportaba, pero por mas materiales que llevaban, su construcción casi no
terminaba, y el pueblo no encontraba un lugar para las plegarias por las que se arrodillaba.

En el Valle del Abra entre cerros la Villa de Zipaquirá se labraba, que entre valores y
principios escampaba y su estructuración a voz de Don Luis Henríquez ajustaba.

Esta bella Villa en impresionantes monumentos se adiestra, pero lo interesante es que la


apreciación es vuestra, como a continuación se os muestra:

En la casa del Virrey, en su pileta central existe un pasadizo artificial por el que la familia
real, con el fin de escapar de revueltas, usaban de forma extraoficial.
Mirando hacia la zona de “civilización”, encontramos la historia del balcón, en el que los
cerrados eran de mujeres y los salientes pertenecían al varón. Se presenta en fusión el
balcón más largo de Latinoamérica, que está hecho de madera y no de cartón.

Aunque se expresa aquello que envenena, la llamada “malicia indígena” que existe en
nosotros arraigada en cada vena, siendo notoria cuando las inundaciones convertían
caseríos de colonos en arena y los indígenas en la montaña se percataban de la situación
ajena.

Otro dato curioso en contraposición habla de la modificación de la plaza central a causa del
plan de vacunación, ya que al no tener punto de concentración se complicaban los riesgos
de desastre y su prevención.

Pero que no se olvide mencionar la Catedral de Sal, maravilla más significativa por
apreciar, a la que un grupo de mineros explotaba de manera singular hasta un momento en
el que un gerente la quiso comercializar.

Y esto no se acaba sin resaltar la relevancia de dos personajes en particular, estos son Gabo
con su casa museo, su hogar y Egan Bernal en el ciclismo mundial, que siempre al ataque
no para de remarcar

Por último, en tiempo de cuarentena y con la ciudad vacía los reto a buscar el marciano de
la alcaldía.

Como me lo contaron te lo cuento, no me lo invento y el que no quiera creer esta historia


verdadera, ojalá la cabeza se le vuelva cera.

Cuento verdadero o cuento inventado, cuenta el tuyo que el mío se ha acabado.

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