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VIDEO PARTE 1
La Rueda de la Fortuna
La posibilidad de que la fortuna echaba por abajo el trabajo y planes de uno aterraba
a los antiguos griegos. Vemos este temor reflejado en su literatura, el drama trágico,
y en su filosofía. Como veremos, la Ética Nicómaco de Aristóteles no es excepción.
A 2.300 años de Aristóteles, ¿qué pensamos nosotros de los azares del destino?
Obviamente reconocemos que no podemos controlar todo, que los planes, por
mucho que se cuiden, pueden acabar mal.
Esta idea hubiera sido muy extraña para los antiguos griegos. Para vivir bien uno
necesita no sólo las ganas o disposición, sino que éstas se realicen concretamente.
La primera oración de su libro dice, “Todas las artes, todas las indagaciones, lo
mismo
que todos nuestros actos y todas nuestras elecciones parecen siempre dirigirse
hacia
algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido
el bien, cuando se ha dicho que es el objeto de todas nuestras aspiraciones.”
A veces en clase ilustro lo que dice Aristóteles aquí de la siguiente manera. Busco a
un alumno que parece medio dormido y le digo “Oye, ¿por qué estás aquí en clase?
Podrías estar en cama o viendo una película o algo más divertido que esto.”
Se despierta y casi siempre me responde con alguna tontería como ‘me gusta la
filosofía’ o ‘quiero aprender’.
Le digo, “OK, puede ser, pero quiero saber muy concretamente cuál sería la
consecuencia de que no vinieras hoy a clase. ¿Qué pasaría?”
- Pues, me pondría una falta. - OK, viniste para que no te pusiera una falta.
¿Por qué no quieres una falta? - Porque quiero aprobar la materia.
- ¿Por qué quieres aprobar la materia? - Porque la necesito para terminar la carrera.
- ¿Por qué quieres terminar la carrera? - La necesito para conseguir un trabajo.
- ¿Por qué quieres un trabajo? - Porque quiero ganar dinero.
- ¿Por qué quieres ganar dinero? - Para comprar cosas.
- ¿Por qué quieres cosas? En este momento el alumno pausa y dice, pues,
pues . . . no sé. De repente se da cuenta de lo extraño que suena esta larga lista de
medios y fines. Hacemos una cosa para lograr otra, y ésta para otra, pero, a fin de
cuentas, la serie tiene que llegar a un fin. ¿Tienen nuestras acciones un fin final,
algo que sea valioso en sí mismo? Aristóteles concluye que sí? ¿Cuál es? Espérate.
Aquí se trata de la “sabiduría práctica” y “arte”. Ahora, te habrás dado cuenta de que
la ética corresponde a esta ciencia práctica que acabamos de mencionar, y es
verdad, pero Aristóteles la divide en tres esferas según la acción se lleva a cabo en
el Estado (donde corresponde la ciencia de la política), la familia (la ciencia de la
economía), o el individuo (la sabiduría práctica propiamente hablando).
Otra cuestión es la finalidad del libro. Lo que no pretende Aristóteles en absoluto es
decirnos lo que deberíamos hacer en diversas situaciones de la vida.
Entonces, ¿de qué se trata el libro? Aunque la acción humana sea una cuestión
práctica, lo que hace Aristóteles aquí es teórico. Quiere entender lo que posibilita el
vivir bien. Cómo veremos, se trata de una serie de virtudes, por lo que sólo una
persona ya virtuosa podría sacar provecho del libro. Al leerlo, se refuerza de forma
reflexiva su propia forma de vivir.
Para alguien sin esas virtudes, el libro sería pesado, como que no tendría sentido,
como el niño que no entiende por qué es bueno comer bróculi.
OK, volvamos a nuestro alumno que no sabe por qué hace todo lo que hace. La
respuesta de Aristóteles, como ya habrás adivinado, es ser feliz. De hecho, la
palabra que usa es “eudaimonia”. Literalmente significa "cuidado por un genio
benévolo". Pero la connotación más común de la época era simplemente buena
fortuna o prosperidad.
La palabra "felicidad" pareciera ser la más adecuada para traducirla, pero no encaja
del todo bien con lo que Aristóteles quiere decir. Por ejemplo, te llega un dinero extra
en la quincena y te sientes feliz, pero en el camino al banco se descompone tu
coche.
Ahí se va el extra que tenías en el bolsillo y, por tanto, te sientes triste. Lo que
Aristóteles tiene en mente es algo más duradero, algo que no dependa pasivamente
de los vaivenes de la vida, sino que provenga de la actividad propia de uno. La
palabra "bienestar" connota mejor esta idea. Voy a seguir usando la palabra felicidad
o feliz, pero con esta aclaración.
Bueno, entonces ya tenemos una palabra para designar aquello que toda acción
implica o al que se apunta, pero ¿qué significa? ¿Qué es ese bien? Concretamente,
¿cómo es esa vida bien vivida? Como suele hacer, Aristóteles considera diversas
opiniones.
Para algunos, ser feliz es gozar de placer; para otros, tener mucho dinero; y otros
dicen que consiste en honores. Su propio maestro Platón decía que era vivir de
acuerdo con la Idea del Bien.
¿Cómo responde Aristóteles? Pues eso del dinero es lo más fácil de refutar ya que
es simplemente un medio. Uno no busca el dinero por su propio bien sino por lo que
puede conseguir con ello.
El bien que buscamos debe ser un fin y no un mero medio. ¿Y el placer? El placer
es algo que se busca como fin y no como medio. Pues, tampoco. ¿Tampoco? ¿La
buena vida no tiene nada que ver con placer? Bueno, obvio que sí, pero no es el
criterio principal con el que se distingue la felicidad o eudaimonia. ¿Te acuerdas del
alumno en mi clase? En vez de estar en clase, podría estar con amigos tomando
alcohol y pasándolo muy bien.
Fisiológicamente, se siente más placer con Jack Daniels que con Aristóteles. ¿Pero
llamaríamos buena una vida que se pasa en borracheras? En ese nivel de placer de
estímulo puramente fisiológico, la vida no se distingue de la de un animal.
Pero Aristóteles busca algo que sea propio del ser humano. Para distinguir
semejante fin tendríamos que fijarnos en la función del hombre, como discutimos
anteriormente.
Como cualquier actividad, ésta puede llevarse a cabo bien o mal, entonces agrega
que es una actividad de acuerdo también con la virtud. Ahora, los filósofos suelen
entender las cosas de forma abstracta, alejada del sentido común.
Pero Aristóteles es el filósofo del justo medio y reconoce que el sentido común tiene
su sentido. Aunque un hombre encarcelado de por vida puede usar su razón, no
calificamos su vida de buena.
Hay circunstancias externas que hacen falta, como amigos y dinero suficiente para
las necesidades básicas. Y como comentamos, el placer acompaña a la vida bien
vivida.
Como final, agrega Aristóteles que esta actividad que constituye la felicidad o
bienestar no es esporádica, sino que debe darse a lo largo de una vida completa.
Como resume muy bien Sir David Ross, “La virtud es la fuente de la que brota la
buena actividad, el placer es su acompañamiento natural, y la prosperidad su
precondición normal.” Ahora, vimos que lo que es específico al hombre es el logos,
la capacidad de la psique de razonar.
Esta actividad de la psique es lo que permite vivir bien, pero no es toda la historia.
En términos lógicos, diríamos que es una condición necesaria pero no suficiente.
Para Sócrates, el conocimiento era necesario y suficiente. Uno de sus dichos era
que “el conocimiento es la virtud”.
Para vivir bien sólo hace falta conocimiento. Pero eso es patentemente falso. Un
fumador sabe que no es bueno fumar, pero sigue fumando. ¿Cómo dar cuenta de
eso? Pues no somos máquinas que simplemente siguen los dictados de su
programación.
Además de ser racionales, somos también animales, deseamos. Entonces, nuestra
parte racional dicta un plan, pero la facultad de desear puede obedecerlo o no.
Si esta parte de nosotros se ejerce con virtud, obedecerá el plan; si no, no. Este
último
es lo que sucede con el fumador; su apetito le gana a la razón.
Hace falta entonces hablar no sólo de las virtudes intelectuales sino también de lo
que Aristóteles llama las virtudes morales que tienen que ver con nuestra facultad de
desear.
A mi gusto, lo parte más interesante del libro tiene que ver con ese tratamiento, tema
que abordaremos en el próximo video.
VIDEO PARTE 2
En uno de mis vídeos sobre Rousseau, dije que una de las cosas que nos distingue
de los animales es la capacidad del hombre de perfeccionarse. A unos meses de
nacer, un perro es lo que será el resto de su vida.
Nace con cierta naturaleza, con un conjunto de instintos que le permite enfrentar el
mundo y conseguir lo que necesita para sobrevivir. Nosotros también somos
animales. Nacemos con instintos y apetitos que hay que satisfacer. Pero si no
hiciéramos más que eso, no seríamos humanos. Curiosamente, entonces, parte de
la naturaleza humana consiste en transcender la naturaleza con la que nacimos. Es
a eso que se refiere Rousseau con la idea de perfeccionarse.
La virtud es un poder que tienen las cosas para funcionar bien, como la dureza del
martillo.
En este sentido, las cosas físicas tienen propiedades que las disponen a actuar de
ciertas maneras para cumplir ciertas funciones. Podríamos llamar esas propiedades
“disposiciones”.
Éstas consisten no sólo en propiedades físicas sino biológicas también, por ejemplo,
en el caso de nosotros, se desarrolla naturalmente una disposición a crecer, percibir,
digerir comida, desear, etc.
Al igual que los instintos del perro, llegamos de fábrica, por así decirlo, con estas
disposiciones automáticamente instaladas. Pero además de éstas, hay otras
disposiciones que, aunque no surgen en nosotros por naturaleza, pueden
desarrollarse por un esfuerzo por nuestra parte. El esfuerzo consiste en un
entrenamiento que forma hábitos.
Hay que esclarecer que lo que define aquí es la virtud moral. También hay virtudes
intelectuales, pero esas las veremos más adelante. De momento, las podemos
distinguir de la siguiente manera. La virtud moral tiene que ver con fines; la
intelectual con medios.
La educación moral fija hábitos que nos disponen a ciertos fines, y la virtud
intelectual
delibera acerca de cómo realizar esos fines. Pero lo que tenemos que ver ahora es
cómo opera ese entrenamiento. Concretamente, ¿cómo se forja el carácter de uno?
Pues, con la práctica. Como saben, mi lengua materna es el inglés. El español lo
que
tuve que aprender, pero no de un libro, no teóricamente, sino en la calle,
prácticamente.
Al principio traducía en mi cabeza del inglés al español y luego hablaba. Pero ahora,
tras 17 años de práctica, pienso directamente en español. Comunicarme en él se ha
vuelto habitual. Pero la formación del carácter de uno empieza en la niñez, por lo
que
2 uno tiene que contar con la suerte de tener buenos padres. Si el padre quiere que
su hijo sea valiente o justo, le obliga a hacer actos justos o valientes.
Es que lo que se desarrolla ahí es simplemente una habilidad, más no una virtud.
¿Cuál es la diferencia? Pues para juzgar mi habilidad de hablar el español uno sólo
tiene que fijarse en el producto, en lo que digo. Si me entiende, hablo bien; si no, no.
Pero para juzgar el carácter de uno, el simple acto es insuficiente. Además de que el
acto sea lo indicado en la situación, hay que fijarse en el estado interior de la
persona, en cómo se siente al hacer el acto.
Imagínate un hombre que da unas monedas a una persona en la calle. ¿Por qué lo
hace? Si es por generosidad, lo alabaríamos; pero imagínate que anda paseando
con una chica con quien pretende y lo hace porque quiere que le vea como buena
persona, cuando en realidad quisiera quedarse con su dinero. Pues nada loable,
¿verdad? El punto es que el acto mismo no es suficiente para determinar si actúa
con virtud o no.
Esa, de hecho, es la idea o experiencia que la mayoría tiene de la ética: ser ético es
hacer cosas desagradables porque tienes que hacerlos. Obviamente, esa no es la
idea de Aristóteles para nada. Sentimos que la ética es así porque nuestro instinto
como niños es seguir el placer y evitar el dolor. Para Aristóteles, esa es la fuente
principal de la acción viciosa. Piénsalo un momento. Si los niños nunca recibieran
ninguna orientación por sus padres, si hicieran todo de acuerdo con esa dinámica de
buscar placer y evitar dolor, acabarían gordos, ignorantes y enfermos. Esto no
quiere decir que la vida buena tenga que ser desagradable o incluso ser libre del
placer y el dolor, al estilo del nirvana budista.
Sentir dolor y placer es natural para nosotros; no es cuestión de suprimirlo sino más
bien de moldearlo, moldearlo para que uno sienta placer de la forma indicada y en el
momento indicado.
Una educación moral no consiste en obligar a uno a hacer cosas buenas o nobles
aun cuando sus deseos le jalan hacia cosas malas, sino reorganizar los deseos de
modo que sentimos placer al hacer cosas buenas y dolor al hacer cosas malas.
Al principio de este entrenamiento, los actos que uno hace son buenos sólo en su
aspecto exterior. Pero con el tiempo y la habituación, llegan a forjar una disposición
interna de la que brotan naturalmente esos actos. Ya no hace falta el padre como
guía.
Ahora, hemos visto que esa cuestión interior, la proporción de placer y dolor que uno
siente, es lo que hace falta para poder juzgar cómo uno actúa. Pero no es suficiente
para distinguir lo virtuoso de lo vicioso.
Es decir, uno igual puede ser moldeado 4 para sentir placer haciendo cosas viles.
¿Cómo se distinguen los actos virtuosos entonces? Seguro has visto comerciales
para cerveza que al final muy rápidamente o en letra chica dice “Todo con medida”.
Para una persona pobre, regalar algo con valor de $100 puede ser generoso, pero
para Carlos Slim no sería nada generoso. Un ejemplo que da Aristóteles es la
valentía.
Lo que se quiere es tener valor, pero el acto que se considera valiente varía de
contexto y de persona. Yo tengo cierto miedo a las alturas, así que saltarme de un
puente como en el bungee sería valiente. Pero no sería valiente para este señor.
¡Lo que hizo él, saltándose desde el espacio, sería para mí no valiente sino
temerario! Lo que se nota en estos ejemplos donde hay que tomar una decisión es
que hay un menos, un más, y un punto medio. Cobarde; valiente; temerario. Codo;
generoso; pródigo o extravagante.
Quiero volver a la definición de virtud que vimos al principio. “La virtud es un hábito,
una cualidad que depende de nuestra voluntad, consistiendo en un medio relativo a
nosotros, y que está regulado por la razón en la forma que lo regularía el hombre
verdaderamente sabio.”
Hasta ahora hemos hablado de la virtud moral como un hábito que consiste en un
punto medio y cómo ese hábito se desarrolla. El papel de la razón en esto, la virtud
intelectual, lo vamos a ver más adelante.
Pero para finalizar esta parte quiero reflexionar sobre el carácter voluntario de la
acción. Aristóteles lo trata porque es sólo por acciones voluntarias que los hombres
son aprobados o reprobados.
Te pueden juzgar todo menos lo que haces por compulsión o por ignorancia. Si
alguien te agarra y te avienta por el techo de un edificio y caes y rompes la banqueta
ahí abajo, el municipio no puede culparte porque fue involuntario, la causa fue
externa a tu control. (Ouch).
Si eres cajero en un banco y un hombre saca una pistola y pide dinero y se lo das,
pues técnicamente el acto fue bajo tu control, pero es perdonable porque actuabas
por temor a un mal mayor.
¿Y ese pastel que comiste que había hecho tu madre para el cumpleaños de tu
hermano?
“Pero mamá, no lo pude resistir, estaba fuera de mi control.” No, ahí tu mamá tiene
razón, eres culpable, pues de otra forma nada de lo que hiciéramos por placer
podría censurarse o aprobarse.
El otro tipo de acto involuntario es aquél que se hace por ignorancia. Imagínate una
obra de teatro donde un actor dispara una pistola y mata a otro actor, pero de
verdad. Pensaba que era un juguete, pero resultaba ser real. Claramente actuó en
ignorancia.
En este caso, ignoraba lo que hacía, es decir, no eligió matarla, no fue una decisión
basada en un deseo, y después lo arrepienta. Este caso, sin embargo, no es cómo
el del actor.
Dice Aristóteles que el borracho actúa en ignorancia, es decir, no sabe lo que hace,
pero no actúa debido a la ignorancia. La ignorancia puede ser una excusa
únicamente cuando se trata de desconocer las circunstancias particulares.
Pero la ignorancia del borracho es más profunda - además del particular, ignora el
universal, es decir lo que es bueno para él, los fines generales que constituyen el
vivir bien. Entre ellos no se cuenta emborracharse.
Al desarrollar ese hábito, sabía que podía llegar a afectar su juicio y a tener malas
consecuencias. De eso sí es culpable. Algo parecido me pasó hace años. Había
llegado a Boston a estudiar la maestría y compré un coche de segunda mano y
andaba
en ella cuando me detuvo una policía.
Me dio una infracción por no llevar una calcomanía que comprobaba que el coche
había sido inspeccionado. Yo no sabía qué hacía falta tal inspección entonces fui al
tribunal para decírselo al juez. ¿Qué me dijo? “¡Ignorancia de la ley no es excusa!” y
duplicó la multa por haber perdido su tiempo.
Aquí vemos la misma situación. Parte de vivir bien en una sociedad es conocer las
leyes y obedecerlas. Ignorancia de lo particular puede perdonarse, pero no del
universal.
Para resumir todo esto entonces, los actos moralmente relevantes son los
voluntarios.
Al originar uno el acto, y al conocer las circunstancias en las que el acto se lleva a
cabo, uno es moralmente responsable de ello. Pero para actuar hace falta no sólo la
disposición habitual de actuar de cierta forma sino la habilidad de llevarlo a cabo.
Para eso requiere uno de virtudes intelectuales, tema que trataremos en el siguiente
vídeo.
PARTE 3
Cuando tomas un examen en matemáticas, lo que importa es que tus respuestas
sean correctas.
Cómo hayas llegado a las respuestas o cómo hayas sentido en el proceso de hacer
el cálculo - esas consideraciones no se figuran en la calificación. El maestro sólo se
fija en la respuesta. Felicidades, ¡sacaste un 10! ¿Y tu calificación en la vida misma?
Sacar un 10 en la vida equivaldría a ese estado de bienestar, lo que Aristóteles
llama ‘eudaimonia’, o generalmente ‘felicidad’.
¿Qué tal si el hacer esas cosas era tedioso para ti, nada placentero?
Recuerda que la ética no es una ciencia, no proporciona reglas fijas que simple
aplicamos.
¿Cómo funciona?
El particular que señala, Sócrates, no es cualquier cosa sino un caso particular del
universal señalado arriba. Lo que podemos concluir a partir de estas dos premisas
es que este humano particular también es mortal.
Ahora, todo razonamiento razona sobre algo. Para Aristóteles hay sólo dos clases
de
fenómenos sobre los que se puede razonar: lo necesario y lo contingente. El primero
tiene que ver con lo que se da siempre de la misma manera, como las leyes de la
naturaleza.
Una manzana, por ejemplo, siempre cae del árbol, no sube. Por el otro lado está lo
contingente. Tiene que ver con la acción humana, con aquello que puede darse o
no.
Una manzana, por ejemplo, puede comerse o no; ninguna de las dos opciones es
necesaria.
La razón intuitiva es aquella virtud a través del cual captamos las premisas mayores
y consiste básicamente en la inducción. Al experimentar muchos casos de algo,
como hombres muriendo, la mente capta el universal - ‘todos los hombres son
mortales’.
Define el arte como “la disposición por la que hacemos cosas con el apoyo de una
regla verdadera.” El punto es que la finalidad de la actividad de hacer la cama no es
la actividad misma sino el producto, la cama.
Hasta ahora hemos visto las distintas maneras en que el razonamiento puede llegar
a la verdad:
ciencia, razón intuitiva, sabiduría teórica, y arte. Pero hay una más, la sabiduría
práctica, o lo que también llama “frónesis”. Esta virtud intelectual tiene que ver con
las acciones cuya finalidad es la acción misma. Actuar de forma generosa, por
ejemplo, se hace no como medio sino porque es placentero en sí mismo, es parte de
lo que constituye el vivir bien. Pero no nacimos siendo generosos. Como hemos
visto, la disposición de serlo tiene que ser forjado en nuestro carácter. Pero no basta
la sola disposición.
Para determinar cuál, tienes que razonar. Igual en el caso práctico. Veamos cómo se
da este proceso.
En ese momento te das cuenta de que eso lo puedes hacer aquí y ahora, entonces
lo eliges y lo haces. Ahora, eso es un ejemplo un tanto burdo. No hace falta tanto
razonamiento para ver que la ruta al grado de maestro empieza al inscribirse en un
programa de maestría.
La frónesis aristotélica puede comprarse mejor quizá con lo que hace un experto en
ajedrez que juega contra una computadora. La computadora no tiene frónesis. En
vez
de deliberar, lo que hace es computar pues y lo hace masivamente, calculando las
consecuencias de todas las posibilidades. Esto también es lo que trata de hacer un
principiante en ajedrez, sólo que le queda muy corto en el cálculo.
El experto, en cambio, revisa el tablero y por la posición de las piezas como que
percibe el movimiento indicado, es casi algo que intuye o siente. Lo mismo pasa
cuando uno sabe conjugar correctamente un verbo en su lengua materna sin saber
la regla gramatical.
Esto, obviamente, es algo que se da con mucha práctica. Con toda la experiencia
que tiene uno, el acto de deliberación llega a ser como una especie de percepción.
Esto es la frónesis, y uno que lo tiene se llama en griego fronimos. Como dice Sir
David Ross, el bien es para el fronimos “como una especie de sensible común, de la
misma manera que las formas son para todos los hombres.”
Más bien, van a la mano. Al principio sí, está bajo la tutela de un padre, maestro, o
alguna autoridad. Pero con el paso del tiempo depende menos y menos de esos
consejos, su habilidad deliberativa se mejora con la experiencia y se van afinando
las reacciones emocionales a los acontecimientos que vive. Es como alguien que
aprende a tocar el piano.
Al principio hace falta mucha instrucción y consejo, pero con la experiencia llega al
punto (quién sabe en qué momento) a dominar el instrumento, a poder deliberar en
el momento sobre tonalidades, ritmos y cosas así para lograr el efecto deseado.
Pues hasta ahora hemos hablado de puras virtudes, pero sabemos que la mayoría
no son tan perfectos como lo que describe Aristóteles aquí. Comparemos entonces
el ideal que plantea con diferentes combinaciones de virtud y vicio.
Los referentes básicos son lo moral y lo intelectual, y para cada uno la posibilidad de
virtud o vicio. Si uno cuenta con las dos virtudes, vive bien según el planteamiento
de Aristóteles. Si tiene un carácter vicioso, pero es muy listo, pues tenemos un
malvado capaz de arreglarse las suyas.
Luego, alguien de buen carácter, pero carente de sabiduría práctica tendría las
mejores intenciones, pero no sería capaz de realizarlas en la práctica. Como final,
alguien de carácter vicio y carente también de sabiduría práctica sería como un
ladrón
que la policía atrapa. Aun considerando estas combinaciones de virtud y vicio,
nuestra caracterización de la conducta humana queda todavía corta.
Aristóteles está consciente de ello, por lo cual matiza esta oposición de virtud y vicio
con un análisis del interesante fenómeno de la incontinencia. Eso, junto con un
análisis de la amistad y la vida contemplativa, lo veremos en el próximo y último
vídeo sobre la ética de Aristóteles.
PARTE 4
¿Alguna vez has hecho algo que sabías que no deberías hacer? Yo sí. Resulta que
soy fumador. Sé que es malo para la salud, pero lo hago de todos modos. ¿Estúpido
no? Este fenómeno se llama la incontinencia y le interesa mucho a Aristóteles
porque no cae dentro de las opciones de virtud y vicio que hemos visto hasta ahora.
Si seguimos el ejemplo de fumar, el hombre vicioso lo ve como algo bueno y lo hace.
A diferencia de él, el incontinente reconoce que sería mejor no fumar, pero aun así
actúa en contra de su propio juicio y fuma. Por el otro lado, el incontinente tampoco
es virtuoso porque si fuera así, simplemente no fumaría.
Entonces, entre los extremos de la virtud y el vicio hay que agregar la incontinencia y
también la continencia. ¿Cuál es la diferencia entre los dos? El incontinente sabe
que es mejor no fumar, siente la tentación de fumar, y se rinde. El continente
también sabe que es mejor no fumar, siente la tentación de hacerlo, pero resiste.
Imagínate una chica a dieta que le cuesta mucho controlar su peso.
Está la premisa mayor que enuncia algo general, como: “Es malo fumar”; y la menor
que enuncia un hecho particular, como: “Aquí hay un cigarro”. Y luego la conclusión,
que no es una proposición sino un acto.
La pasión del momento les abruma. Aristóteles compara este estado mental con
alguien que está borracho. Puede recitar los versos de un poeta, al igual que el
chavo puede decir “Debería usar un condón”, pero no controla ni entiende
plenamente lo que dice.
Ahora, vamos a tratar dos puntos más: lo que dice sobre la amistad y también sobre
la vida ideal. Recuerda que el tema de esta investigación es el buen vivir, la
eudamonia. Hasta ahora, Aristóteles ha hablado mucho del individuo, pero el
individuo no vive aislado. Vivir bien implica necesariamente una vida con otros.
La amistad es un tema importante en su argumento, pero entiende por ella algo más
amplio que la restringida acepción que tenemos nosotros. La palabra en griego es
“filia” y puede referirse a tres tipos de relación: amistad de utilidad, de placer, y de
bondad. El de utilidad es el más amplio y bajo por así decirlo.
Se refiere a las relaciones que tenemos con otros miembros de la sociedad, con el
vecino, el panadero, la policía. No somos autosuficientes. Dependemos de los
demás para sobrevivir. Luego hay amistades de placer.
El hombre disfruta convivir con compañeros, reírse, platicar, salir al cine, etc. La vida
sin este tipo de compañerismo sería bastante pobre sin duda.
Estos primeros dos tipos de amistad son más egoístas que otra cosa. Si uno no
puede darme pan o hacerme reír, pues no me asocio con él. Pero el hombre es
capaz de motivos más altruistas.
Esto quiere decir que una amistad de bondad entre dos personas es un reflejo de la
relación que cada uno tiene consigo mismo. Al mirar su amigo en la cara, es como si
estuviera viendo un reflejo de sí mismo.
Obviamente, lo que se refleja no es el físico sino el alma - los dos amigos son como
almas gemelas. Aristóteles menciona varias veces el amor que tiene una madre por
su hijo. Al sentir dolor el hijo, la madre también lo siente, como si su ser se
extendiera más allá de su existencia individual.
Esto es lo que sucede en una amistad de bondad. Los intereses de uno se extienden
de tal manera que el bien para su amigo implica su propio bien.
Ahora, parece que este altruismo no es más que un egoísmo disfrazado. En cierto
sentido, alguna relación que no redundara en ningún beneficio para uno no tendría
sentido. Todos somos egoístas. Pero todo depende del ego o alma que uno tiene.
El amor propio de un hombre malo no podría servir de base para una amistad de
bondad debido a la naturaleza de su alma, debido a que deriva placer de cosas
como el dinero, poder, o placer sensual.
Tanto en su época como en el nuestro, esas cosas son más que otra cosa el tema
de disputas y pleitos. Si uno tiene dinero o poder, implica que el otro no. Es por eso
por lo que las relaciones de utilidad y de placer son tan perecederas.
Un amigo de este tipo gastará dinero o sacrificará placer para que su amigo los
tenga, pero debido a la naturaleza de su alma, lo que recibe al hacerlo tiene un valor
mucho mayor.
Pasemos al último tema que quería tratar, la vida ideal según Aristóteles.
Empezamos esta discusión de su ética comentando que hay muchas formas de vivir.
Lo que todos buscan, algunos mejor que otros, es ese estado de bienestar que
llamamos felicidad. Sea como sea la manera en que uno concretamente vive, la
felicidad que uno alcanza tiene que consistir en una actividad y no ser una mera
disposición.
Además, esa forma de vivir no puede ser un mero medio sino una actividad que en
sí misma, en su propia ejecución, constituya el bienestar. Ahora, tomar cerveza todo
el día es una actividad que se hace no como medio sino como un fin en sí mismo, y
puede sin duda ser placentero, pero no alabamos una vida llevada de esa forma.
Entonces no basta cualquier actividad sino aquella que se hace de acuerdo con la
virtud. Como hemos visto, las plantas tienen virtudes y los animales también, pero si
se trata de entender una buena vida humana, hay que fijarse en lo que sea propio
del ser humano. Como hemos visto, eso es la razón.
El bienestar humano entonces tendrá que ver con una vida llevada de acuerdo con
el bien o virtuoso uso de la razón. Menciono todo esto porque para Aristóteles la
mejor vida es la teórica o contemplativa.
¿Por qué? Pues, la razón es la mejor parte de nosotros, es lo que nos hace
humanos, y el objeto de su actividad es el más excelso
de todos, aquellos que son eternos, que no cambian.
Todos tenemos que vivir en algún grado en un contexto social y por tanto llevar una
vida práctica.
Por mucha sabiduría práctica que uno tenga, siempre dependerá de otros y de
circunstancias cambiantes. La vida contemplativa en cambio está siempre a nuestro
alcance, es autosuficiente, y el placer que da es puro y constante. Recuerda que
Aristóteles dice que somos lo que conocemos.
Cada uno trae dentro de sí un elemento divino que, al usarse con virtud, le une con
el propio cosmos que conoce. Bueno, con esto terminamos esta revisión de la ética
de Aristóteles. Como siempre, lo que hemos tratado son los conceptos básicos y su
relación entre sí, herramientas básicas para una lectura más de cerca.