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COMPAÑÍA DE JESÚS
Y RELIGIOSIDAD POPULAR EN EL SIGLO DE LAS LUCES
RESUMEN: Desde la fundación de la Compañía de Jesús por San Ignacio en 1539, esta se
convirtió en un brazo vigoroso de lucha por la reafirmación de los principios del catolicismo
ante la herejía protestante. Los jesuitas llevan al fiel a contemplar la muerte de Jesús como el
triunfo de la vida, incentivando a buscar una buena muerte para entregar el espíritu en paz en
los brazos del creador. En Venecia en 1600 surge la devoción a la Buena Muerte, y con el apoyo
tanto de la jerarquía como de la Sociedad de Jesús se extiende rápidamente por toda la Europa
católica floreciendo en España durante todo el siglo XVIII, e incluso perviviendo a la expulsión de
la Compañía de tierras hispanas y a su extinción decretada por la autoridad pontificia en 1773 en
la persona de Clemente XIV acosado por las presiones de los príncipes católicos. Tras la rehabili-
tación de los hijos de San Ignacio la devoción a la Buena Muerte sigue pujante y ha llegado hasta
nuestros días, escribiendo anales gloriosos en historia, religiosidad, y arte.
ABSTRACT: Since the foundation of the Society of Jesus by Saint Ignatius in 1539, it became
a strong fighting arm in order to reaffirm the principles of Catholicism upon Protestant heressy.
The Jesuits take the worshipper to contemplate Jesus´s death as the triumph of life, making them
to search for a good death in order to let their spirits fall peacefully upon the creator´s arms. The
worship to the Good Death arises in Venice in 1600 and, supported both by the church hierarchy
and the Society of Jesus, quickly spreads all over Catholic Europe and flourishes in Spain during
the 18th century, even surviving after the expulsion of the Society from Spain and after its extinc-
tion, decreed by the Pontificial Authority in 1773 under the rule of Pope Clemente XIV, pressed
by Catholic princes. After the rehabitlitation of the Jesuits the worship to the Good Death is still
XVI Jornadas de Historia en Llerena
alive and has reached our days, after a long glorious path full of history, religiousness and art.
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EL SIGLO DE LAS LUCES
El Siglo de las Luces
Pgs. 147-159
ISBN: 978-84-608-8037-0
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La devoción de la Buena Muerte. Compañía de Jesús y religiosidad popular en el Siglo de las Luces
la luz en los Países Bajos especialmente en Renania a finales del siglo XIV y que se
ve marcada por su indudable corazón cristocéntrico, siendo su ideal la humanidad
de Cristo por lo que la vida del hombre debe aspirar de forma concreta a seguir o
al menos acercarse a los ejemplos edificantes del Señor de Nazaret.
En España sobresale la más floreciente mística durante todo el siglo XVI con las
figuras de Juan de Ávila, Teresa o Juan de la Cruz o algunas menos conocidas como
las de san Juan Bautista de la Concepción artífice de la reforma de la orden de la
Santísima Trinidad y cuya obra alcanza una altura muy considerable, así como los
fundamentos de la Devotio en los pensamientos de Erasmo de Rotterdan religioso
que demuestra en su obra una riquísima erudición y que al parecer influyó en las
ideas religiosas del gran Carlos V.
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José Gámez:
1 GÁMEZ MARTÍN, J. “Fiestas de la Compañía de Jesús por el Patronato de la Inmaculada Concepción sobre Es-
paña y sus Indias”, en Los jesuitas en Andalucía, Estudio conmemorativo del 450 aniversario de la fundación de la
Provincia, Granada, Facultad de Teología, 2007, pp. 445-447.
2 VV.AA, Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, Roma-Madrid, Instituto de la Compañía, 2001, t. I, pp. 566-567.
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3 GÁMEZ MARTÍN, J. “Francisco de Zurbarán y la Compañía de Jesús: La visión de San Alonso Rodríguez. Santidad,
plástica y Reforma”, en LORENZANA DE LA PUENTE, F. y SEGOVIA SOPO. R. (Coords.) Zurbarán (1598-1664),
350 aniversario de su muerte. Actas XV Jornadas de Historia de Fuente de Cantos, Badajoz, 2015, pp. 149-166.
4 AMORES MARTÍNEZ, F. “La Compañía de Jesús y las hermandades de Sevilla. Noticias histórico-artísticas”, en IV
Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su Provincia, Sevilla, Fundación Cruzcampo, 2003, pp. 96-98.
5 RAMÍREZ TORRES, E. “La devoción de la Buena Muerte en Sevilla”, en Boletín de las Cofradías de Sevilla, 529, marzo
2003, p. 127.
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José Gámez:
perder gran parte de su patrimonio artístico y vivir una gran crisis en su diaria exis-
tencia litúrgica, hasta llegar casi a los límites de la extinción.
Para ejemplificar nos centraremos en el caso sevillano, coincidente con la llega-
da a la ciudad de los Duques de Montpensier en 1848, comenzando en gran ma-
nera, debido al apoyo de los mismos, un proceso de revitalización que obtuvieron
las cofradías tras la situación grave a las que les condujo el sexenio revolucionario.
Al apoyo de la llamada segunda corte de España, asentada en el Palacio de San
Telmo y que se caracterizó por acercar la cultura y el arte a las clases populares
ejerciendo una vida aristocrática más cercana al pueblo, hay que sumar una re-
vitalización en la vida religiosa de la ciudad, amén de las lógicas aspiraciones de
una nueva burguesía deseosa de alcanzar un peso en la sociedad sevillana que le
hiciera merecedora de ser una fuerza viva en las decisiones de la ciudad, lo que le
hizo apoyar todas las fiestas de la misma, especialmente la Semana Mayor, en la
que vieron las enormes perspectivas económicas nacientes del turismo, que daba
en aquellos años sus primeras muestras6.
La época que marca el asentamiento definitivo de la Semana Santa como festejo
primaveral de proyección internacional es la de la Restauración Monárquica en la
persona de Alfonso XII. Es ahora cuando se institucionaliza la fiesta por parte de
las autoridades municipales, que velan por su buen orden y desarrollo. Mientras,
sus postulados estéticos se ven influenciados por el Romanticismo que vivía su
momento de auge por tierras europeas7.
El 29 de diciembre de 1874 Alfonso XII es proclamado rey de España, entrando
triunfalmente en Madrid el 14 de enero siguiente, con tan sólo 17 años de edad y
siendo ya conocido como “el Pacificador”, pues España tenía puesta la confianza en
que bajo su corona se viviera una época de tranquilidad política tras los embates
revolucionarios.
El rey, recién llegado a su Patria, mira de una forma especial a Sevilla, pues allí
vive su prima María de las Mercedes, hijo de los Montpensier, a la que ama y piensa
hacer su esposa a pesar de la poca aceptación de la noticia en su madre Isabel II
por las rivalidades aún latentes entre la reina destronada y la corte sevillana.
No es extraño pues que Alfonso quiera visitar pronto la capital hispalense, rea-
lizando un viaje en 1877 coincidiendo con los días de Semana Santa, visita de
marcado carácter de presencia real del Monarca, pues realizó numerosas visitas a
establecimientos comerciales, viviendo también la liturgia catedralicia de los días
del triduo sacro y presenciando los cortejos procesionales, presidiendo la procesión
del Santo Entierro, siendo ésta la primera vez que un monarca realizara tal acon-
tecimiento.
La visita real sin duda fue un efecto positivo para la consolidación de la fiesta
primaveral religiosa que comenzó a ser proyectada, aún si cabe con mayor ahínco,
como fenómeno cautivador para el turismo. La sociedad sevillana todavía con la
mentalidad aburguesada de la mentalidad de la confianza heredada de la época isa-
6 Una bibliografía de acercamiento a tan interesante época de la historia de nuestras instituciones: GARCÍA DE LA
El Siglo de las Luces
CONCHA DELGADO, F. “La Semana Santa en la época Romántica”, en Semana Santa en Sevilla. Sangre, luz y sentir
popular; Sevilla, Gemisa, 1986, pp. 176-217; y JIMÉNEZ SANPEDRO, R. “El siglo XIX: de la Crisis a la Refundación”,
en El poder de las Imágenes, Sevilla, Diario de Sevilla, 2000, pp. 328-349. Crucial aportación a esta temática la obra
del último autor referenciado: La Semana Santa de Sevilla en el siglo XIX, Sevilla, ABC, 2013.
7 Una apretada síntesis de esta institucionalización de las fiestas en: HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, S. “La Semana
Santa sevillana en la época de la restauración (1875-1898) y el Ayuntamiento hispalense: la institucionalización
de la fiesta mayor de la Ciudad”, Boletín de las Cofradías de Sevilla (especial de Semana Santa), 542, Sevilla, abril de
2004, pp. 240-241.
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La devoción de la Buena Muerte. Compañía de Jesús y religiosidad popular en el Siglo de las Luces
belina está inmersa asimismo en la teoría de los historicismos con el fin de recupe-
rar las grandezas pasadas que en el terreno del resurgir de las cofradías se percibe
en el afán de los cofrades de que vuelvan a resurgir corporaciones que en su día
fueron honor y gloria de la historia hispalense, así la del Santo Crucifijo en 1876,
la de la San Julián en 1879, la Estrella en 1890 tras un intento previo en 1880, las
Aguas en 1891 o el Amor en 1899, a estos esplendores de nueva resurrección his-
tórica había de añadirse la fundación de nuevas cofradías como la de las Penas en
1875, la del Cristo de Burgos en 1884 , la del Calvario en 1886 o la renovación de
las reglas de la del Baratillo en 1893 que otorgó carácter penitencial a una antigua
corporación de gloria dedicada al culto a la Santa Cruz y que sin embargo a pesar
de sus esfuerzos e ilusiones, no consiguió realizar la estación de penitencia hasta
entrado el siglo XX8.
El 14 de julio de 1879 los cofrades Antonio Ruíz Quirós, Antonio Naranjo, José
Fernández Leonor, Manuel García Campos, José Fernández, Juan Rodríguez, Rafael
Molina, Julián Vega, Teodoro Falcón, Juan José Becerra, Alejandro Tuvilla y Faustino
Nieto presentan un proyecto de reglas al arzobispado con el fin de restablecer una
hermandad de penitencia instituida en 1480 en el hospital de los huertanos sito
en la actual calle Hiniesta y que tras el decreto del arzobispo Rodrigo de Castro,
llevado a cabo para reducir los establecimientos benéficos en 1587, se trasladó
a la parroquia de san Julián donde gozó de vida regular hasta el último tercio
del seiscientos, el nombre de aquella hermandad era Cofradía de Nuestro Señor
Jesucristo Crucificado, Nuestra Señora de la Iniesta y San Juan de Letrán. Las
reglas de esta nueva fundación se presentaron al fiscal del arzobispado Francisco
Sierra Sánchez que las aprueba en nombre del cardenal Joaquín Lluch y Garriga,
el deseo penitencial de la nueva cofradía se comprueba con claridad en el capítulo
octavo que establece la salida procesional la madrugada del Viernes Santo, vistien-
do los nazarenos túnicas negras con cinturón de esparto, capirote largo y sandalias
y medias de color negro, siendo los cirios azules en el paso del Señor y blancos en
la Virgen. El nombre oficial queda establecido de la siguiente manera: Hermandad
del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Hiniesta en sus
Misterios Dolorosos.
El escrito de súplica de estos fervorosos cristianos que sueñan con la fundación
reorganizadora tiene fecha de 5 de mayo de 1875 y constata el deseo referido,
argumentando la gloriosa historia de la institución fenecida y su vinculación con la
parroquia de san Julián en donde ellos están establecidos “y de cuya sede salió la
cofradía desde el año 1586 a 1666”, el lenguaje que se emplea está marcado por
continuos elementos que hacen percibir cierta cultura teológica o cuanto menos
una revisión de la autoridad eclesiástica al proclamar que la fe es el gran baluarte
que mueve sus pasos “al ser como dice San Pablo el seguro triunfo en toda em-
presa”, el que cuentan con el apoyo del señor párroco y del coadjutor don Antonio
Naranjo y que tienen la fortuna de contar con dos imágenes y con las que esperan
XVI Jornadas de Historia en Llerena
salida en la madrugada y máxime por los gastos que había tenido que solventar la
cofradía tras la restauración del Crucificado titular, la adquisición de una bandera,
las cruces de nazarenos, así como túnicas para los mismos, el remitente el herma-
9 Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Fondo Arzobispal, Sección III, Justicia, Hermandades, lg. 0027.4.
10 Hemeroteca Municipal de Sevilla, Diario El Porvenir del 9 al 13 de dicho mes y año.
11 CARRERO RODRÍGUEZ, J. Anales de las cofradías sevillanas, Sevilla, Castillejo, 1991, p. 78.
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La devoción de la Buena Muerte. Compañía de Jesús y religiosidad popular en el Siglo de las Luces
16 Para la historia de la hermandad de los Estudiantes sevillana véase la obra colectiva La hermandad de los Estudian-
tes, Sevilla, Universidad, 1999.
17 Para profundizar en la temática artística de la Buena Muerte es conveniente consultar los estudios del padre
ALCALDE ARENZANA, M.A., S.I., crítico internacional de Arte, remito por su valía sinóptica a su trabajo, “La
Compañía de Jesús: el Cristo de la Buena Muerte y la primera cofradía de la Orden”, en Los crucificados, religiosi-
dad, cofradías, y arte. Actas del simposio, Madrid, 2010, pp. 373-392.
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La devoción de la Buena Muerte. Compañía de Jesús y religiosidad popular en el Siglo de las Luces
al estilo manierista, con influjo claro de la obra de Miguel Ángel, y apariencia fuerte
del concepto estético de la belleza serena y tranquila.
En la iglesia de Santo Domingo en Murcia, en un altar lateral, se venera el Cristo
de la Buena Muerte, obra de principios del siglo XX de la Escuela de Olot, Gerona,
que forma un calvario junto con las imágenes de la Virgen y San Juan, lo que de-
muestra la pervivencia de esta advocación hasta bien entrada la centuria anterior.
En la actual parroquia de San Isidoro el Real de Oviedo, conocida antiguamen-
te como iglesia de San Martín, existe una capilla que es conocida indistintamente
como Capilla del Calvario o de la Buena Muerte, que se encuentra situada frente
a la de San Francisco Javier y que presenta un retablo de un solo cuerpo datable
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cronológicamente en los años treinta del siglo XVIII. El Cristo es de tamaño natural,
de estilo manierista, alargado, y que aparece acompañado por las imágenes de la
Virgen suplicante y con las manos juntas, San Juan de pie en actitud plenamente
dolorosa, y la Magdalena de fuerte unción dramática de rodillas abrazando a la
cruz, las imágenes que hoy en día salen procesionalmente en Semana Santa tienen
una gran valía artística y siguen los modelos de Gregorio Fernández, habiendo sido
atribuidas al taller de Antonio de Borja, muy activo por aquellas tierras desde 1661
hasta 1730.
La actual parroquia de San Miguel y San Julián de Valladolid, conocida antigua-
mente como iglesia de San Antonio, fue comenzada a edificar en 1580, encontrán-
donos en ella una capilla del Cristo de la Buena Muerte con un retablo de la Escuela
granadina. En el centro de este retablo, y en una hornacina cubierta de espejos
que recuerda al mejor barroco reminiscente reluce la escena del Calvario con Cristo
Crucificado acompañado de la Virgen, San Juan, y la Magdalena, que parecen ser
un claro símbolo parlante de la producción escultórica de Juan de Juni, que durante
el siglo XVI presentaba en sus esculturas actitudes violentas y distorsionadas, una
expresión sumamente dolorosa con recursos impactantes y vivos como los pliegues
del paño de pureza y que transmiten una poderosa manifestación de la crueldad
del tormento.
Singular fama posee en toda España sobretodo por su vinculación con la Legión
el Cristo malagueño de la Buena Muerte perteneciente a la congregación de Mena
radicada en la iglesia de Santo Domingo y que procesiona la tarde del Jueves
Santo. Se trata de una talla realizada en 1941 por Francisco Palma Burgos siguien-
do los cánones del original de Pedro de Mena, perdido por desgracia durante los
dolorosos desmanes de 1931. La fenecida imagen del escultor granadino es consi-
derada como una de las mejores de entre su producción, caracterizada por tener
un tamaño mayor que el natural y por su fuerza carismática de dolor, sufrimiento
y divinidad.
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Fig. 3. Juan de Mesa, Buena Fig. 4. Castillo Lastrucci, Cristo de
Muerte, Sevilla, Estudiantes la Buena Muerte, Sevilla
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