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Platón: Timeo

Uno, dos… ¿Dónde se encuentra el tercer invitado? El tercer invitado no es otro más que
usted, señor lector. Acompáñeme a dilucidar las más profundas verdades encubiertas en el
chisme filosófico, acompáñeme a una ciudad perfecta pero inmóvil, acompáñame al infinito
ciclo de destrucción y creación de la raza humana… Cuando los hombres eran sabios y
juntaban su vida con sus palabras tejiendo la difícil historia del universo hubo aquellos, griegos,
helenos, sabios que sin duda veían el mundo fractal que nos rodea, sin internet, sin wikipedia,
sin Google; sabios griegos, sabios egipcios, sabios de sabios lo convencerán a usted, señor
lector, de las infinitas posibilidades del chisme y de la profunda relación entre el intelecto y el
universo. Empecemos.

La justicia civil consiste en proteger a los ciudadanos dignos y reprochar a los enemigos, simple
como se escucha, requiere derrotar la barrera del egoísmo humano ¡Oh Sócrates, sabio del no
saber, muéstrame el camino! Así bien, quienes defiendan la ciudad y los ciudadanos, quienes
ataquen los enemigos internos y externos de la ciudad deben ser hombres, hombres y mujeres
(sí, feministas, Platón les ganó), apasionados por la defensa de su patria y filósofos por
entrenamiento; ¿Cuántos campos de policía no se beneficiarían de este breve concepto? La
autoridad no debe ejercer el poder que le confiere la violencia sino el poder que le otorga la
virtud y el respeto, pues refrena el egoísmo humano y promueve la convergencia hacia el bien
común.

Pero, no, no señor lector, no estamos leyendo la República de Platón sino el Timeo, un texto
inagotable, un texto que después de 2.000 años cobra vigencia en su educación, en la
educación de su mente, señor lector. Encarnando el espíritu de Sócrates, que aquí convoco, a
este breve texto, le digo, señor lector, que usted puede hablar con cada palabra escrita, no sea
tímido, pare la lectura y reflexione sobre el último párrafo, emocíonese con ella, discuta con
ella, duerma o baile con ella, pero por favor, sea activo, cuestione y no se deje llevar por la
palabra escrita sino por la filosofía universal que nos convoca a la duda y a la amistad. Así
pues, de las manos de Sócrates, que Zeus nos guíe.

Cuando Solón inicia su relato, o mejor, antes de iniciarlo, como tráiler de Hollywood, hace un
disclaimer: que esta historia es verdadera, extraña pero ciertamente verdadera. Señor lector,
no crea que Platón es un imbécil o embaucador, Platón sabio, dice "historia verdadera" no
"historia real". Y creo que el resto del argumento sobra, una cosa es lo que es real y otra lo que
es verdad. Y san se acabó. Así como los griegos sin escritura siempre serán niños, los lectores
sin criterio siempre serán niños. Freud, ¿Cuánto apuesto que leyó a Platón y no le dio crédito?
La niñez es inocente, la niñez es pura, la niñez, la niñez, la niñez… ¡Cuanta falacia, embeleco y
sesgo! Griegos iluminados apreciaban la madurez de los jóvenes, no la ingenuidad de los
mismos, es decir, una mente, un intelecto de niño o unas emociones de niño son reprochables,
es una fijación enfermiza, ¡Igual que su teoría de psicoanalítica, señor Freud ! ¡Viejo farsante!
Cuando el intelecto no pasa por incontables ciclos de reflexión está condenado a obedecer las
reglas, acatarlas y nunca cuestionarlas.
Señor lector, no se distraiga: si Solón habla con verdad en sus palabras, la probabilidad que el
universo sea fractal, cíclico, que el universo condicione la naturaleza y desarrollo del intelecto
humano es altísima, altísimamente probablemente. La única forma para que el conocimiento
avance es saber las preguntas de quienes vivieron antes que nosotros, saber sus respuestas,
cuestionarlas, complementarlas y elevar el fractal a un nivel más unitario. La labor del intelecto
es el cosmos, un pensamiento unitario, que aune lo pasado y lo presente en una conexión
simbiótica entre lo que es, lo que puede ser y la naturaleza misma de este proceso. Los ciclos
del mundo, del desastre natural, son violentos, pues es superar la adversidad detona
crecimiento. Los hombres no deben contentarse sólo con su fuerza física o destreza intelectual
sino de una mezcla de ambas, una que permita la evolución del conocimiento, plasmado en
una vida virtuosa y deseable, longeva, que permita contemplar desde distintas edades y etapas
las infinitas incógnitas de universo místico que da la vida.

Señor lector, ¿Cuál fue el propósito de todo esto? No lo voy a demorar más y le diré: revivir los
griegos de la Atlántida ¿Acaso cree que miento, señor lector? Los griegos de la Atlántida,
perdidos en el vacío de la memoria, son la representación del olvido de las preocupaciones
profundas, la política justa, la buena vida, el cosmos y sus misterios, los atlantes son
ciudadanos virtuosos que no sólo invocan a los dioses como antídoto contra el egoísmo
humano sino que también viven su vida de acuerdo a los ciclos infinitos, transmitiendo este
conocimiento, transmitiendo diálogos socráticos de cuestionamientos profundos a las
generaciones venideras, para así, un día, ser uno con el arte de la vida, el arte de la política
justa, del intelecto prudente y de la amistad universal. Señor lector, arríesguese, ¿Qué pasaría
si viviera su vida como un Atlante heleno?

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