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David soñaba con ser uno de esos héroes que podían solucionarlo todo de forma
tan sencilla: Spiderman, una tortuga Ninja o Superman.
Un día, mientras dormía, oyó un tintineo muy débil. Era el sonido de una pequeña
campana. Abrió los ojos y vio una puerta, allí, en su armario. Y en donde antes
había ropa, ahora había una escalera que subía, subía y subía y que empezó a
escalar sin casi darse cuenta.
Y arriba del todo, un camino, con cientos de árboles enormes a los lados. Parecía
una selva, pero sin animales. Y después de andar un buen rato, vio a lo lejos una
niña.
– Yo soy David- contestó él- ¿Tú sabes a dónde lleva este camino?
– No- dijo ella- Estaba durmiendo y me despertó un sonido. Había una escalera de
caracol en mi cuarto. Y subí.
– ¿Qué buscáis?- dijo con un pequeño rugido el enano de larga barba blanca.
– Estas barcas son sólo para los que quieren seguir el camino- dijo el enano.
– Una no lleva a ningún lado. La otra lleva al lugar donde viven los héroes– contestó
el enano.
Los niños se miraron con los ojos muy abiertos. De repente dejaron sus temores y
dijeron al mismo tiempo:
Entonces se dieron cuenta de por qué estaban allí. Los dos querían ser héroes y
harían todo lo que hiciera falta para conseguirlo.
“Oh, no”, pensaron los niños. Qué difícil era elegir. ¿Y si se equivocaban? Nunca
llegarían al país de los héroes. Además las dos parecían iguales… Pero había que
arriesgarse, así que entre los dos eligieron una.
La aventura hasta el país de los héroes
El enano les ayudó a subir a una de las barcas. Pero el viaje no fue tan tranquilo
como ellos pensaban. De repente el agua comenzó a formar un remolino gigante y
la barca se zarandeaba de un lado a otro. Paula y David se agarraron muy fuerte y
cuando el agua comenzó a inundar la barca, se ayudaron con las manos para
sacarla deprisa.
Después de aquel remolino llegó una tormenta. Los truenos eran tan fuertes que el
cielo parecía que se iba a romper en dos.
Entonces llegaron hasta una orilla y siguieron por el camino de arena. Pero el
camino terminaba en un puente de maderas rotas. Y no había otra forma de seguir
que atravesándolo. Así que los dos niños se armaron de valor y empezaron a
cruzarlo despacito.
Y por increíble que parezca, los dos pasaron el puente. Y siguieron andando. Hasta
encontrarse con un grupo de niños que taponaban el camino con sus bicis.
David se acordó de todos los malos ratos que le hacían pasar en el cole. Pero esto
no era el cole. Aquí era distinto. Tenía que llegar hasta el lugar donde viven los
héroes. Y él quería ser un héroe.
– Pues vamos a pasar- Y dando un empujón al jefe del grupo, pasó. David se quedó
sorprendido. Al mirar para atrás vio que los niños ya no estaban. Se habían
esfumado.
Los niños corrieron. Por fin iban a conocer el país de los héroes.
Y se pararon en seco. Allí, en medio del camino, sólo había dos espejos altiiiisimos.
Sólo estaban ellos. Pero los dos sonrieron al ver su reflejo.