Está en la página 1de 4

Lunes. Otra vez al cole. David lloraba desconsolado.

Para él ir al colegio era una


auténtica tortura. Era el niño más tímido de la clase. Y despistado. No le gustaba
que los demás le quitaran las cosas. Ni que su profesora le regañara porque no
había entendido lo que había que hacer en la ficha.

David soñaba con ser uno de esos héroes que podían solucionarlo todo de forma
tan sencilla: Spiderman, una tortuga Ninja o Superman.

Un día, mientras dormía, oyó un tintineo muy débil. Era el sonido de una pequeña
campana. Abrió los ojos y vio una puerta, allí, en su armario. Y en donde antes
había ropa, ahora había una escalera que subía, subía y subía y que empezó a
escalar sin casi darse cuenta.

Y arriba del todo, un camino, con cientos de árboles enormes a los lados. Parecía
una selva, pero sin animales. Y después de andar un buen rato, vio a lo lejos una
niña.

Donde viven los héroes: David, Paula y el enano misterioso 


David corrió hacia ella y le preguntó.

– Hola. ¿Tú quién eres? ​¿Eres un hada?

– ¿Un hada?- se rió ella- Que va. Me llamo Paula. ¿Y tú?

– Yo soy David- contestó él- ¿Tú sabes a dónde lleva este camino?
– No- dijo ella- Estaba durmiendo y me despertó un sonido. Había una escalera de
caracol en mi cuarto. Y subí.

– Que curioso- dijo David- A mi me ha pasado algo parecido.

Siguieron andando, esta vez juntos. Hasta que llegaron a un embarcadero. Un


enano con cara de mal genio custodiaba dos barcas.

– ¿Qué buscáis?- dijo con un pequeño rugido el enano de larga barba blanca.

Los niños se asustaron un poco.

– No sabemos- contestó tembloroso David. Y le entraron unas ganas tremendas de


llorar.

– Estas barcas son sólo para los que quieren seguir el camino- dijo el enano.

– ¿Y a dónde llevan?- preguntó Paula.

– Una no lleva a ningún lado. La otra lleva al lugar donde viven los héroes– contestó
el enano.

Los niños se miraron con los ojos muy abiertos. De repente dejaron sus temores y
dijeron al mismo tiempo:

– ¡Yo quiero ir!

Entonces se dieron cuenta de por qué estaban allí. Los dos querían ser héroes y
harían todo lo que hiciera falta para conseguirlo.

– Tenéis que elegir una de ellas- dijo el enano.

“Oh, no”, pensaron los niños. Qué difícil era elegir. ¿Y si se equivocaban? Nunca
llegarían al país de los héroes. Además las dos parecían iguales… Pero ​había que
arriesgarse,​ así que entre los dos eligieron una.
La aventura hasta el país de los héroes 
El enano les ayudó a subir a una de las barcas. Pero el viaje no fue tan tranquilo
como ellos pensaban. De repente el agua comenzó a formar un remolino gigante y
la barca se zarandeaba de un lado a otro. Paula y David se agarraron muy fuerte y
cuando el agua comenzó a inundar la barca, se ayudaron con las manos para
sacarla deprisa.

Después de aquel remolino ​llegó una tormenta. ​Los truenos eran tan fuertes que el
cielo parecía que se iba a romper en dos.

– Si cantamos se nos pasará el miedo– dijo Paula. Recordó lo que su madre le


decía cuando había rayos y truenos.

Y los dos cantaron y cantaron hasta que volvió a salir el sol.

Entonces llegaron hasta una orilla y siguieron por el camino de arena. Pero el
camino terminaba en un puente de maderas rotas. Y no había otra forma de seguir
que atravesándolo. Así que los dos niños se armaron de valor y empezaron a
cruzarlo despacito.

– No mires abajo- dijo David.

Y por increíble que parezca, los dos pasaron el puente. Y siguieron andando. Hasta
encontrarse con un grupo de niños que taponaban el camino con sus bicis.

La última prueba antes de llegar al país de los héroes


– ¿Nos dejáis pasar?- dijo Paula.

– ¿Estáis locos? Ni hablar. Es nuestro camino.

– Es que tenemos que pasar- insistió David.

– No- volvieron a decir los niños.

David se acordó de todos los malos ratos que le hacían pasar en el cole. Pero esto
no era el cole. Aquí era distinto. Tenía que llegar hasta el lugar donde viven los
héroes. Y él quería ser un héroe.
– Pues vamos a pasar- Y dando un empujón al jefe del grupo, pasó. David se quedó
sorprendido. Al mirar para atrás vio que los niños ya no estaban. Se habían
esfumado.

– ¡Mira!- dijo Paula. Y señaló a lo lejos, porque se veía un resplandor precioso.


Como ​un pequeño sol​.

Los niños corrieron. Por fin iban a conocer el país de los héroes.

Y se pararon en seco. Allí, en medio del camino, sólo había dos espejos altiiiisimos.
Sólo estaban ellos. Pero los dos sonrieron al ver su reflejo.

También podría gustarte