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En el texto original en lugar de libertad pone derechos inmanentes. No obstante, este cambio radica en que
en el texto se encuentra refiriendo a lo que él considera que es el verdadero liberalismo, y no cómo considera
que los liberales comprenden su doctrina, que es lo que nos compete por el momento.
los principios en los que se sostiene el liberalismo conllevan a la defensa de la libertad
ilimitada, es decir, a la barbarie.
pero recelamos que esos mismos liberales de excepción [que no dicen explícitamente
defender un libertinaje] profesen todas o muchas de las ideas generadoras del mal, y que,
condenando de buena fe los grandes crímenes, no reconozcan la filiación natural, lógica y
forzosa, que traen esos crímenes de las dañadas enseñanzas filosóficas, morales y políticas
(166)
Ahora, debemos recordar que todos estos textos son posteriores a 1863, lo que significa que
son una fuerte respuesta a la constitución de Rionegro. Teniendo esto en cuenta, podemos
añadir a la interpretación de Arboleda que entiende por liberalismo un estado de libertad
absoluta en el que se justifica una sociedad prescindiendo de su sistema moral particular.
Esto es problemático porque para él la religión es la base de la moral: “[l]a moral es obra
exclusiva de la Religión, que se efectúa en el misterio de la conciencia humana; y en los
dominios de la conciencia humana, o manda Dios, o no manda nadie” (176).
Queda todavía la pregunta más importante en lo que atañe a la vida en comunidad ¿Qué
lleva a las personas a agruparse y formar pueblos, ciudades, naciones? Puede ser un interés
de corte utilitarista; o, quizá, la búsqueda de protección de los bienes privados; o, tal vez, la
idea radical de que si no se forma una sociedad estable se perece frente a la naturaleza y
demás seres humanos. Siendo este el caso, parece que Arboleda estaría más inclinado a esta
última posibilidad. La razón de esto yace en que su énfasis está en la efectividad de una
sociedad, o sea, la seguridad de esta. Esto se puede corroborar cuando afirma que el ser
humano únicamente se puede realizar en una sociedad estable porque, si no es en esta, no
posee ninguna otra forma de poder vivir: “[t]al es la ley inflexible, …, que rige sobre la
sociedad humana; somos muchos, tenemos que vivir en grupos, y no es posible ni aun
concebir la libertad de todos y cada uno, sin dar a este derecho la proporción y medida que
han fijado las reglas eternas de la justicia” (161). Acá podemos preguntarnos: ¿Es acaso
para Arboleda que el sostén de la sociedad es el miedo a la segregación, lo que, a su vez,
sería el mismo miedo a la muerte? Dejo esta pregunta a discreción de los asistentes al
seminario.
Ahora bien, todavía falta por resolver exactamente la función que cumplen los principios
morales católicos para permitir la existencia de la sociedad ¿Por qué estos y no unos nuevos
más flexibles? Podríamos responder esta pregunta diciendo que, a causa de que es un
católico radical, no concibe una sociedad en Colombia donde la iglesia no tenga una fuerte
relación con el estado. Y aunque este sea efectivamente el caso, podemos esforzarnos en
averiguar una razón más de fondo.
En los principios nos dice: “son derechos del hombre, decimos, en tanto que no tropiezan
con la libertad e igualdad de otro hombre” (164). No obstante, esta lectura parece permitir
la interpretación de que la moral únicamente debe proporcionar un grupo de leyes que
permitan que la libertad de una persona no tropiece con la de otra. La conclusión de esto es
que, todavía no es lo suficientemente claro por qué el estado debe juntarse específicamente
con la iglesia católica.. Si lo único que se le exige al cuerpo moral es que no se sobrepase la
libertad de las otras personas, parece que esto lo puede cumplir un principio liberal de
protección de bienes privados. Empero, hay una réplica a esta interpretación: parece que
para Arboleda el gobierno y las leyes se deben acomodar a la moral, y no a la inversa, para
ser efectivas. Si aceptamos lo anterior, parece que el principio del liberalismo clásico es
insuficiente como principio moral, a causa que es el establecimiento de una ley anómala a
un sistema moral de una sociedad profundamente católica.
Ahora bien, el liberalismo no es tan ingenuo como lo busca presentar Arboleda, ya que, el
liberalismo es consciente de este problema. La distinción entre ambas perspectivas estaría,
entonces, en el establecimiento de los límites de la libertad de los individuos.
Por una parte, aunque es difícil establecer un límite general a las diferentes teorías liberales
clásicas (Locke, Bentham, etc.), si podemos afirmar de estas que uno de los elementos en
común es la búsqueda de la mayor capacidad de libertad que no acarree conflictos en una
sociedad. Esto quiere decir, el mayor énfasis se encuentra en la búsqueda de libertad. Al
considerar la mayor capacidad de libertad posible como el principal criterio lleva a los
liberales a proponer ideas como la separación iglesia-estado y una educación laica de corte
ilustrado. Siguiendo este orden de ideas, el conflicto con el liberalismo por la libertad se
encontraría en este enfoque mismo: ¿realmente es acertado permitir este tipo de libertades
si se desea fundar una sociedad efectiva a largo plazo?
Como mencione anteriormente, para Arboleda el énfasis no es la búsqueda de libertad sin
más, sino el establecimiento de una sociedad sólida donde no se lleguen a formar conflictos
producto de excesos de libertades; esta es la libertad efectivamente real. Por esta razón,
Arboleda diría que el liberalismo se ha sobrepasado en sus pretensiones con la libertad
porque quizá han olvidado que viven en un mundo en el que las personas no sobrepasan las
libertades de los demás simplemente con buenas presunciones establecidas en un papel,
sino por su entramado particular de valores que los llevan a vivir de un modo particular (su
religión, sus costumbres, ritos, forma de vida, etc.):
mientras que el ateísmo, negando al progenitor, niega la filiación divina y la espiritualidad
del hombre, deja sin autoridad a los fueros, lo degrada, lo envilece y lo despoja de la
púrpura que le pertenece en la creación… ¿Es acaso la sola razón la que le da título a la
supremacía? ¡Vanidad! (cursivas agregadas, 173)
Por último, es importante mencionar que a lo largo de esta exposición no he hecho mención
del problema de la igualdad que encuentra el conservadurismo de la época. Por
consiguiente, propongo a los asistentes del seminario que es un tema igualmente relevante
de tratar. Este carácter se puede ver reflejado en afirmaciones como la siguiente: “no se
diga en absoluto igualdad, porque se aclamaría como principio la nivelación, esto es, la
confusión, la abolición de la propiedad, la negación de todo mérito, la imposibilidad de
todo adelantamiento material, moral, intelectual” (161).
Bibliografía