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Estudiante: Mateo Andrés Díaz Torres

Ideas sobre la Literatura Medieval

En el presente texto voy a enfocarme en profundizar en dos características importantes de la


literatura medieval: i) la escritura como extensión de una tradición oral; ii) el imaginario
medieval como la síntesis de la evangelización europea.

En primer lugar, considero acertado identificar la literatura medieval como una extensión de
la tradición oral por dos motivos. El primero, la intención comunicativa y el público de estas
narraciones, el segundo, el papel activo que juegan los narradores-autores en estas obras. En
el fragmento de Béroul, por ejemplo, nos encontramos frente a la historia de amor casto de
Tristán e Iseo, es decir, nos encontramos con una interpretación de un mito cuya autoría
pertenece al imaginario medieval (como también lo es Beowulf) y, por lo tanto, no podemos
identificar un único autor como artífice. Los mitos y leyendas al ser comunicados oralmente
conllevan a que no perduren inalterados desde el momento de su concepción; constantemente
están siendo cambiados en juicio del narrador (en la época que nos compete, probablemente
por un trovador o juglar). Por consiguiente, parece plausible identificar que la búsqueda de
preservar estos mitos en narraciones tiene como objetivo la preservación de los mismos.
Después de todo, el mito escrito perdura mientras dure la existencia física del texto, o sea, en
forma de libro, a diferencia del mito oral que se conserva únicamente mientras esté presente
en el imaginario cultural donde se forjó: si esa civilización deja de existir, también lo hacen
sus mitos y leyendas porque no hay nadie que las pueda relatar.

Además, La carencia de un público que pueda leer, como lo es la edad media, conlleva que
el texto tenga que carecer de elementos que enriquezcan una experiencia que se limite
únicamente a la lectura. Por lo tanto, considero que el objetivo de estos relatos era ser leído
frente a un gran público siendo así una herramienta del medio oral. Por ejemplo, acordarse
de una historia tan extensa como lo es la de Tristán e Iseo, con todos sus personajes,
características y los énfasis donde sean necesarios para enriquecer la exposición es algo
demasiado demandante. Lo anterior se puede conseguir fácilmente escribiendo cada uno de
estos elementos en forma de texto para ser leído como un discurso.
En el fragmento de Béroul encontramos muchos pasajes como el siguiente: “Los narradores
pretenden que a Yvain/ le hicieron morir, pero es porque son villanos/ y conocen mal la
historia./ Béroul la conserva más fiel en su memoria:” (114). No solamente está dando su
opinión sobre los elementos que acaecen en el relato, sino que discute sobre como otros
narradores y trovadores realizan, lo que, en su opinión, es un error al momento de contar la
historia. Anteriormente el texto también señala: “Entonces lo llevaron, tirando de sus manos:
/¡por Dios, como auténticos villanos se portaron!.” (102, cursivas agregadas). El narrador,
en este caso es el mismo autor y establece un diálogo con los lectores. Este elemento apelativo
es una característica fundamental en la tradición de los juglares y trovadores, por lo cual, al
estar presente en un texto narrativo da razones de peso para suponer que esta narración tenía
la finalidad de ser leído en voz alta frente a un gran público: como si se tratara del mismo
público de los juglares y trovadores. También podemos encontrar estos elementos en los
Fabliaux: “Esta maravillosa aventura, ocurrida a un campesino hace mucho tiempo, se
encuentra escrita en un libro” (Fabliaux, 371, cursivas agregadas). De nuevo, el narrador
establece un diálogo con los espectadores e intenta dar una justificación el origen de la
narración que continua. Si el texto no tuviera que ser presentado frente a un público no sería
necesario establecer este tipo de pactos con los lectores, únicamente se pasaría de lleno al
inicio del relato.

En segundo lugar, es importante identificar cómo la literatura medieval reflejó la mezcla


cultural que se dio en Europa tras la consolidación del cristianismo. El continuo proceso de
evangelización tras el edicto de Milán de Constantino consolidó esta religión como la
predominante en el territorio europeo hasta la actualidad. No obstante, este proceso no fue
sencillo: conllevo establecer una nueva moral y forma de ver el mundo que entraba en
conflicto con las religiones autóctonas europeas, por ejemplo, la cultura celta y eslava. En
razón de esto, el proceso de transición fue gradual y, de cierta forma se terminó combinando
la cultura cristiana con el imaginario autóctono europeo. La magia, los dragones y las brujas
son el resultado de esta mezcla ya que no se encontraban presentes en el imaginario
propiamente judeocristiano.

Estos elementos recurrentes a lo largo de la tradición literaria medieval son reflejo del
proceso de evangelización europeo. En Tristán e Iseo nos encontramos frecurrentemente con
estos elementos mágicos: Por ejemplo, la explicación del origen del enamoramiento de
Tristán e Iseo es una poción de amor (cf. 141). Si bien es cierto que el recurso argumentativo
de apelar a una pócima es para justificar un amor inmoral, esto no niega la presencia de la
magia en el mundo medieval que retrata. También es notable recordar el enfrentamiento de
Tristán con el dragón. Además, también podemos identificar la imagen del mago en la figura
de Frocín:

“Escuchad ahora del jorobado enano Frocín./ Estaba afuera, escudriñando el cielo,/ donde
vio a Orión y al Lucero./ Conocía el curso de los astros,/ podía situar los siete planetas,/
pronosticaba cuanto hubiera de ocurrir./ Cuando oía de un recién nacido,/ los sucesos todos
de su vida calculaba.” (84-5).

Es a través de estos elementos presentes en los productos culturales de la edad media que
podemos identificar que las regiones europeas nunca abandonaron por completo las
tradiciones milenarias de sus ancestros, tal como también pasó en el proceso de
evangelización de américa. Esto quiere decir, que el imaginario medieval es el resultado de
un choque cultural en la que la moral cristiana salió victoriosa pero la forma de ver el mundo
se mezcló con la forma de observar la naturaleza de la cultura celta y eslava. De esta forma,
y al entender la literatura como un producto cultural, podemos identificar en este tipo de
literatura las secuelas y la forma en que lidiaban las culturas europeas tras un proceso de
evangelización. Esto quiere decir, que encontramos en este tipo de narraciones un fuerte
esfuerzo de converger dos culturas distintas expresando así un proceso histórico de transición
cultural.

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