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Doña Pincha Jeringa

Érase una vez una señora que se llamaba Doña Pincha Jeringa. Sus papas le habían puesto ese
nombre porque solo tenía un pelo pincho, muy, muy tieso.

Doña Pincha Jeringa era muy presumida. Le gustaban los collares, las pulseras, los bolsos y los
zapatos de tacón.

Ella trabajaba en un tal Don Hospital, este que tú conoces. Ayudaba a curarse a los niños que
estaban malitos. Acudía corriendo cuando le llamaban, a veces perdía uno de sus zapatos pero
es no le importaba mucho.
Para que los niños se curaran, tenía que pincharles con su pelo pincho y pasarles un líquido
mágico que llevaba dentro. Esto a ella no le gustaba nada, pues los niños y niñas algunas veces
lloraban mucho, otras veces eran valientes, aguantaban un poquito y zas ya pasaba el susto

A ella no le gustaba nada, nada, nada, hacer daño a los niños, pero sabía que los niños se
curarían gracias a su trabajo

Cuando Doña Pincha Jeringa se despedía de los niños,


apretaba un botón de su camisa de rayas y de su pelo pincho salían burbujas de colores en
forma de letras en las que se podía leer: Te quiero ayudar, cúrate pronto
 Deben poner sus manitas en el abdomen y centrarse en las
órdenes que vamos a darles.
 A continuación, deberán coger aire en profundidad por la nariz
durante 4 segundos. Podemos contar el tiempo por ellos notando a su
vez cómo se hinchan sus vientres.
 Después, deben dejar ir ese aire mientras hacen el sonido de
la serpiente. Debe ser un siseo sonoro que durará todo lo que ellos
puedan.

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