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CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS

SEMINARIO SOBRE LA ÈTICA DE AGUSTÌN DE HIPONA


DOCENTE: JOSÈ CASTAÑEDA
ESTUDIANTE: ÁNGEL JESÚS TAPIE

Las confesiones de San Agustin de Hipona, libro X, numerales: 1-7; 20-23; 28-29; 39-
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A Dios siempre le ha gustado revelarse a través de los acontecimientos de la historia de
los hombres, cada acción, época y cultura tienen un mensaje salvífico para todo los
nosotros. Basta asomarse por la ventana del tiempo y descubriremos las grandes
enseñanzas en los personajes del pasado, en la gente sencilla podemos ver como ellos a
lo largo del camino fueron comprendiendo que hay algo más valioso que las cosas
percibidas por los ojos; lo podemos ver en aquellos valientes hombres que se esmeraron
por buscar en la creación la felicidad, pero no una felicidad basada en los bienes
inferiores la cual no es duradera, sino aquella felicidad que es permanente porque es el
Bien en sí mismo.

Buscar la Verdad es un deseo latente que se encuentra en el interior de todos los


hombres y que de una u otra manera se puede contemplar que esa posibilidad de poseer
el Bien se encuentra tan cerca de sí mismo. Pero el hombre es ciego ante esta realidad
porque teniendo en sus manos la verdadera felicidad se deja llevar por las cosas
caducas, negándose así la dicha de contemplar que en las cosas creadas hay un camino
que lo llevan a gozar de esa anhelosa búsqueda de la Felicidad. Esa búsqueda de la
Felicidad se convierte en una inspiración para aquel que está dispuesto a dejarse guiar
por la Gracia que le permite descubrir que en su interior, está el camino que lo conduce
a ese encuentro que tanto desea.

Aunque no es fácil para el hombre ver que en su interior esta lo qué tanto busca, el
trabajo por llevar una vida honesta, la perfección que se va alcanzando con las propias
virtudes y la superación progresiva de incoherencia y debilidades, provocan en la
conciencia del hombre una dosis de autosatisfacción, más o menos explícita porque el
resultado de trabajar en pro del Bien le da seguridad y estabilidad de ser verdaderamente
feliz. Es así, que poco a poco el individuo cuando se deja interpelar por la Gracia se va
volviendo insensible su condición de pobreza e indigencia absoluta frente al don que
Dios la ha otorgado, que es la sabiduría la cual le permite obrar con recta intensión.

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No obstante, lo que pasa es que todo el mundo quiere y busca disfrutar sin el mayor
esfuerzo la posibilidad de ser feliz, es decir, que una autosuficiencia nunca llegará a
sentir la necesidad interior de buscar la Verdad como fin último, porque para muchos no
importa poco saber si están pasando bien o mal los demás. Pero si bien es cierto, que la
ética de cual nos habla San Agustín, es una ética del gozo de vivir, es una reflexión que
se hace frente a la vida, es un gozo compartido que no excluye a nadie.

Por lo tanto, se debe tener el carácter suficiente para que esto se convierta en un
proyecto de vida, en otras palabras, el carácter se lo construye con el objetivo de ver
nuestra propia realidad, esto puede ser de diferentes puntos de vista, pero no hay que
olvidar que uno solo es el que nos lleva a construir una vida digna de valores, este es
tener la capacidad de aceptar y poseer al Bien como un fin último y universal.

De igual forma podemos ver en a San Agustín un hombre deseoso por encontrar la
Verdad, un hombre que no se cansa de trabajar en la búsqueda del Bien, que en los
diferentes lugares de la creación busca a hallar una respuesta que calme esa ansiedad
que lo motiva a seguir preguntando a las plantas, a las aves, al amar, a los abismos, a las
estrellas, a la luna que si ellas son ese Bien que tanto desea encontrar, pero ellas le
responden que son sino creadas por ese bien que es Dios y al ver que no lo encontraba
se dirige a sí mismo, puesto que toda la creación es obra de Dios.

Entonces me dirigí a mí mismo y me dije: <<¿Tú quién eres?>>, y respondí:


<<Un hombre.>> He aquí, pues, que tengo en mí prestos un cuerpo y un alma; la
una, interior; el otro exterior. ¿Por cuál de éstos es por donde debí yo buscar a mi
Dios, a quien ya puede enviar los mensajes rayos de mis ojos? Mejor, sin duda, es
el elemento interior, porque a él es a quien comunican sus noticias todos los
mensajeros corporales como a presidente y juez, de las respuestas del cielo, de la
tierra y de todas las cosas que ellos se encierran, cuando dicen: <<No somos
Dios>> y <<Él nos ha hecho>>. El hombre interior es quien conoce estas cosas;
yo, Yo- alma, por medio del sentido de mi cuerpo. (P. 397)

Desde mi punto de vista, se trata de una revelación personal, existencial que infunde no
sólo la certeza de que Dios es el autor intelectual de todo lo creado, sino que la esencia
principal se sostiene en que el hombre a través de sí mismo contemple que la vida que la
ha sido confiada, es para convertirse en una llamada discreta a la libertad, expresada
desde el interior de su corazón.

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De modo que pueda el hombre tener la experiencia de que la creación es obra de Dios;
pero yendo más allá de un saber intelectual, es descubrir que en la interioridad es donde
se puede revelar y expresar el amor que proviene del Sumo Bien, por consiguiente, es
dentro de nosotros mismos donde se puede sentir el llamado a ser restituidos a una
nueva identidad profunda, en otras palabras, a la vocación de hijos de Dios.

Todo esto parte de aquel anhelo, de aquel deseo de ir más de la finitud humana que
experimentamos todos los hombres y mujeres; pero en definitiva, las decisiones que se
toman a diario deberían estar marcadas por valores honestos, que de ellos se derive un
acercamiento al Sumo Bien en la vida presente, puesto que la ética no es solo la del
deber, sino la ética de la felicidad.

Es así como la ética se convierte un tipo de saber que orienta la acción humana de
modo racional; además se puede decir que la ética de la felicidad da claridad para aquel
busca la Verdad, pero esto se da cuando la persona se toma enserio la felicidad mediante
el respeto de si y de los demás, porque la felicidad es una orientación de prepararse para
enfrentar la vida y además se constituye un saber para dirigir mi vida.

En San Agustín podemos ver un hombre que de manera absoluta, sin recompensas
humanas y sin obligación exterior, va en busca de la existencia de algo que está más
allá, de algo que, aun sin reconocerlo lo mueve interiormente a seguir indagando. Esta
búsqueda se convierte en una fuerza interior que a través de la esperanza se convierte en
un grito que lo anima a seguir hacia a delante, y que al mismo tiempo, esto se convierte
en una experiencia única de la persona humana, que a medida que sigue obrando con
pertenencia, autenticidad, honestidad consigo mismo y con la vida podrá ver qué en
Dios está la verdura vida. Así lo expresa el Santo de Hipona:

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ha aquí que tú
estabas dentro mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me
lañaba sobre cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo
estaba contigo. Reteníanme lejos de tu aquellas cosas que, si no estuviesen en ti,
no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y
fugaste mi ceguera; exaltaste tu perfume y respire, y suspiro por ti; gusté de ti, y
siento hambre y sed, me tocaste, y abráseme tu paz. (p. 424)

Estas hermosas palabras que salen de un hombre sediento por conocer la Verdad,
sediento por beber de la fuente que emana la verdadera vida, sediento por esa fuente de

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sabiduría la cual le permitirá conocer ese amor que arde y que nunca se extingue, y que
al conocimiento de los hombres es el más bello saber que hay en toda la creación,
puesto que de ahí proviene todo lo que exististe a los ojos del hombre y por ende
también aquello que no puede percibir ni tocar.

Con lo dicho anteriormente, se puede decir que la vida humana es un dinamismo, que
está inclinada a al Bien, que la dirección o el camino a seguir es el obrar rectamente que
lo lleva a la Verdad. Que así como San Agustín el hombre debe descubrir las maravillas
que Dios ha hecho en él, pues, cuando el ser humano se refugia en el Sumo Bien hay
algo que lo quema por dentro, produciéndole una turbación interior, una emoción fuerte
que se convierte en una experiencia inolvidable porque nace de la escucha verdadera del
mismo Bien que es Dios habitando en la vida del hombre.

Desde la perspectiva agustiniana la libertad y la felicidad del hombre consiste en acoger


la Verdad como principio fundamental de todo lo existente, esta Verdad no debe ser
rechazada sino que mediante la fe se puede decir que, la belleza de Dios participa en el
hombre y en toda la creación. Por tanto, el cuidado si se manifiesta en el entorno del
mismo espacio que se debe dedicar al cuidado del espíritu el cual se debe nutrir de
sobriedad, de moderación, de desapego, de pureza intelectual, de transparencia, de
llevar una vida bajo la conducción de la sabiduría Divina. En San Agustín podemos ver
como descubre que en Dios está todo.

Ha aquí, Señor, que ya arrojo en tu mi cuidado, a fin de que viva y pueda


considerar las maravillas de tu ley. Tú conoces mi ignorancia y mi debilidad:
enséñame y sáname. Aquel Unigénito en quien se hallan escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y de la ciencia, me redimió con su sangre. No me
calumnien los soberbios, porque pienso en mi rescate, y lo como y bebo y
distribuyo, y, pobre, deseo saciarme de él en compañía de aquellos que lo comen y
son saciados. Y alabarán al Señor los que le buscan. (p. 453).

Buscar a Dios es buscar la Verdad por excelencia, la cual se constituye en una vida
virtuosa por el anheloso deseo de ser feliz, cada hombre debe dejarse interpelar por
Aquel que se da a conocer en la misma vida del ser humano. La vida no es solo un venir
y estar sumergido en el mundo, sino que está en el mundo para comprender que el
cuidado de sí es una ética que le permite reflexionar frente a los actos de vida que se

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está llevando a diario, que son los procesos de vida a las acciones, por lo tanto, se puede
decir que la ética es la reflexión de la moral frente a lo sé está eligiendo.

En síntesis, la responsabilidad del cuidado de si se convierte en la capacidad de realizar


un proyecto que es y está guiado por la misma Verdad, en otras palabras, el amor es lo
que motiva a descubrir que la vida tiene sentido cuando se está unido al Bien, puesto
que de él nace todo lo que se puede ver y experimentar. Por ello, la vida humana se
convierte en el don a través del cual la existencia es un continuo caminar hacia Dios.

Por eso, la experiencia de buscar la felicidad se encuentra en la misma existencia del


hombre, en palabras de San Agustín Dios se encuentra en el interior del ser humano,
pero solo lo descubre cuando este tenga la certeza que es una criatura amada por Dios,
quien lo creó como el don más valioso de toda la creación. Así también lo afirma el
Concilio Vaticano II “Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre
a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en
la entrega sincera de sí mismo a los demás. (p. 241)

Cada acción de Dios debe ser impulso a crear una nueva imagen de la persona, una
imagen que no solo describa los estereotipos, sino que la imagen hablé de la honestidad,
de la humildad, de la sencillez, de la honestidad, de la lealtad, de la fidelidad, de la
fortaleza de no rendirse sino con la finalidad de ser lo que tenemos que ser, hijo de
Dios.

Referencia: Obras de San Agustín. (1991). Las confesiones. Tomo II. Biblioteca autores
cristianos: Madrid.

Concilio Vaticano II. (1965). Editorial católica. Biblioteca de autores cristianos:


Madrid.

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