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Escuela Sistémica Argentina.

Curso: Especialización en terapeutas de Grupo.

Clase: 08 Tema: Que pueden entrar a terapia


grupal y quienes no

Fecha: 15/06/05 Docente: Lic. Horacio Serebrinsky

Uno de los emergentes surgidos está en relación con los grupos


homogéneos y los heterogéneos, vale la pena aclarar la situación. Cada
maestro con su libro, en el Borda, hay de todo, si uno va allí, los grupos son
heterogéneos de patología, esquizofrénicos, adictos, quizás alcohólicos, pero
hay de todo, podemos diferenciar, por ejemplo un grupo de hombres y es
homogéneo en cuanto al género, desde ese punto de vista, y luego está la
singularidad de cada uno.

Les voy a hablar de la conformación de grupos en el ámbito privado, no


en el hospitalario, porque allí, a veces son asambleas, van todos, es como la
reunión de consorcio. En mi experiencia privada y de otros colegas, es muy
difícil que alguien venga a decir quiero hacer terapia de grupo, generalmente
son derivados. Entonces yo a partir de allí voy retesteando en tres o cuatro
sesiones si el paciente puede ir a grupo a no, voy a hacer un diagnóstico, una
indicación, y la indicación puede ser terapia de grupo.

En las primeras entrevistas a solas, le hablo del encuadre, dinero, del secreto
grupal, de como se conforma el grupo (quienes van a venir), por si se conocen,
que no pueden tener relaciones intimas o laborales, explico claramente esta
fantasía de que voy y tengo que contar algo mío, no, le vendo, le cuento, la
posibilidad de escucha del otro. Si me dicen yo no voy porque no me quiero
cargar con los problemas del otro, es un verso total, el problema del otro está
siempre, y casi siempre el problema del otro es el de uno mismo. Le explico la
duración, el tiempo que vamos a trabajar, que si durante el proceso quiere pedir
una sesión individual la puede pedir, pero en líneas generales trato de no
atenderlos en forma individual cuando empieza el proceso grupal, porque si me
piden una sesión individual lo primero que voy a decir es "que te pasa a vos que
no podes hablar eso en el grupo".
Antiguamente se decía que para no entramparse en el secreto, como por
ejemplo en la terapia de pareja, ella pide una sesión individual y me engancha
con un secreto. Es parte del juego, y la mejor manera de jugar es metiéndose, el
terapeuta está dentro del juego.

Que pacientes pueden entrar a terapia grupal y quienes no.


No todos pueden beneficiarse con la terapia de grupo, por ejemplo: el que
está en un punto muy exagerado, aquel que tiene una crisis muy aguda de
ansiedad debido a que no toleraría la situación grupal, si tiene un secreto muy
profundo tampoco, una fobia muy marcada, actitud paranoide, narcisistas, un
alto monto de agresividad, y aquellos con una sensibilidad muy marcada (los
que lloran por todo)

Yo no creo en la estrategia, creo en la relación, en el encuentro, no hay


mucha explicación, te miré a los ojos y estuve con vos, y te comprendo y te
acepto. Después le haré una silla vacía, una paradoja o una connotación.

Para trabajar con el secreto hay un ejercicio guestaltico que se llama “No
lo cuentes” y e cuando por ejemplo alguien tiene algo y no lo quiero decir,
entonces intervengo: " no lo digas por favor, no lo digas", pero si vos lo dirías,
que pensas que diría Marta, pero no lo digas por favor, y que sentiría Estela, a
partir de allí se empieza a achicar el secreto, vamos desarmando el secreto.
Otro ejercicio es que escriban los secretos en una papel, los mezclamos y que
cada uno diga el secreto que le tocó, como si fuera el propio, el secreto tuyo lo
dice otro.

Quienes pueden ingresar a un grupo, sobre todo aquel que tiene un rol
fijo:, el payaso, el bueno, aquel que tiene una inhibición muy marcada,
dificultades para relacionarse con los demás, aquel que tiene sentimientos de
inferioridad, porque el grupo contiene, está muy cerca del lazo social, el grupo
es protector, siempre va a apoyar. También para personas con poco insight,
necesidad de ser estimulados, sentimientos de inferioridad.

Alumna: ¿como juega lo ideológico?, por ejemplo si viene un represor.


Horacio: yo les propongo a todos que tengas 3 o 4 entrevistas y después entrar
en tratamiento, si se van que se vengan a despedir, en 4 entrevistas unos se da
cuenta, pero tiene que ver con la ideología del terapeuta, yo dillers no atiendo
mas, los atendía, tardé en darme cuenta que un diller es como un vendedor de
armas, yo trato de correr el contenido ideológico, a veces puedo, que te pasa a
vos cuando el otro no está de acuerdo. Yo creo en la ideología del grupo, que
tiene que vencer la ideología individual de cada uno, yo te puedo aceptar a vos
mas allá de tu ideología, si sos de River, peronista, etc, es difícil, porque estas
cosas son parte de uno.

Alumna: ¿son 4 sesiones individuales o 4 grupales?


Horacio: Primero son 4 individuales, cuando se conforma el grupo son 4
grupales, 4 individuales que pueden ser 2, 4 o 7.

De entrada te dicen todos que no, que no quieren ir al grupo, siempre que te
dicen que no es si. Al terminar la sesión individual, le digo, "me parece que vos
tendrías que ingresar al grupo, pero lo hablamos la próxima, tengo ciertas
dudas""Estoy armando un grupo nuevo, ¿porqué no probas?""Si te gusta te
quedas", en la cuarta sesión refuerzo el encuadre.

Alumna: ¿que pasa si te dicen que no?


Horacio: Si me dicen que no es porque me equivoqué en la indicación, es un
error muy grave, por eso me tomo todo un tiempo .La indicación voy tratando de
armarla con el paciente, igualmente aunque esté seguro le digo:" ¿porqué no
probas?, tengo dudas". El diagnóstico tiene que ser muy claro, y la indicación
también.

Alumna: ¿Qué pasa cuando el grupo rechaza a un integrante?


Horacio: Nosotros estamos en le primer sesión, en la primera es difícil que
alguien rechace, es distinto si el grupo ya está conformado y entra un nuevo
participante, ahí me equivoqué yo.

Alumna: ¿que sería buen y mal pronóstico?


Horacio: Bueno es aquel con lazo social importante, que pueda escuchar,
vivenciar.

Alumna: en el Borda, por ejemplo los sistémicos no dan diagnóstico y los


clínicos preguntamos por el diagnóstico
Horacio: Los sistémicos no diagnosticamos de acuerdo al DSMIV, buscamos un
diagnóstico relacional, se está armando el diccionario, nosotros no decimos el
es un psicótico, esta familia pasa por momentos determinados. Lo circular se
construye con muchas lecturas lineales, es para sacar el rol de “vos sos
histérica, obsesivo”, tratamos de sacarnos el diagnóstico de la cabeza.

Errores frecuentes en la psicoterapia de grupo


Raúl J. Usandivaras

Se toman siete errores frecuentes en la práctica de la terapia de grupo, para


mostrar a los futuros terapeutas la manera de evitarlos.
Estos errores se originan en el hecho de no tomar en cuenta las indicaciones y
contraindicaciones de la terapia de grupo y las características particulares de
cada paciente frente a un grupo específico.
Los otros errores provienen de una concepción idealizada de la capacidad del
terapeuta y en una desvalorización de la dinámica grupal como situación
terapéutica en sí misma.
Interpretar sólo al grupo como totalidad, seguir actuando como si el terapeuta
fuera una mera pantalla y pensar que sólo es eficaz la terapia de grupo sin límite
de tiempo, son los otros errores que hay que evitar.
En lugar de insistir sobre lo que hay que hacer, como se acostumbra
habitualmente en la enseñanza de la práctica de la psicoterapia de grupo, es útil
hablar de lo que no hay que hacer, es decir, sobre los errores que se comenten
más frecuentemente.
Estos errores se basan generalmente en conceptos teóricos equivocados; pero
es tan íntima la relación entre teoría y técnica que prefiero referirme a ellos sin
pretender diferenciar si pertenecen a una u otra.
Los siete errores más frecuentes en nuestro medio profesional:

Cualquier paciente se puede beneficiar con la psicoterapia de grupo. La


psicoterapia de grupo tiene sus indicaciones y sus contraindicaciones. Sin
embargo, hay terapeutas que creen que cualquier paciente puede
beneficiarse con un tratamiento psicoanalítico y si no tiene los medios
económicos para pagárselo, lo mejor que puede hacer es sustituirlo con
psicoterapia de grupo. En esta posición se juntan varios errores: primero que
no hay indicaciones precisas para el psicoanálisis y luego, que ambos tipos
de psicoterapia son equivalentes y que el único criterio para hacer una u otra
es la capacidad económica del paciente.
Hay paciente que necesitan terapia individual y que no pueden ir a un grupo.
Hay otros que necesitan específicamente ir a un grupo y para los cuales la
terapia individual está contraindicada.
Un paciente en una crisis aguda de ansiedad no puede tolerar una situación
grupal donde el terapeuta no se puede ocupar exclusivamente de él. Pero
tampoco puede ir a un grupo un paciente que si bien no está en una
situación muy aguda, necesita acaparar totalmente al terapeuta y lo hará
hablando incesantemente sin dar lugar a que participen los demás.
Tampoco puede, por lo general, ir a un grupo un paciente con una perversión
manifiesta; si la sufre como una vergüenza que oculta ante los demás,
proponerle ir a un grupo es igual que mandarlo a la picota y si la acepta y la
exhibe, es al grupo al que le puede caer muy mal su inclusión y rechazarlo
violentamente.
Pero en último instancia tanto las perversiones como las psicosis francas
dependen del grupo, es decir, de las posibilidades de los otros pacientes de
poder aceptarlos y controlarlos. Por otro lado pacientes con caracteropatías y
sin mayor insight pueden transcurrir años en terapia individual sin sufrir
cambios, pero si entran en un grupo las reacciones de los otros pueden
movilizarlos rápidamente.
Finalmente hay un cierto número de paciente que pueden beneficiarse tanto
con un psicoanálisis individual como con una psicoterapia de grupo, pero en
ese caso es conveniente discutirlo directamente con ellos, viendo los pros y
los contras hasta llegar a una decisión fundada . para aclarar más este tema
enumero a continuación, sin pretender que sea una lista completa, los casos
en que está específicamente indicada la terapia de grupos y aquellos en los
que está contraindica.
Entre los que necesitan ir a un grupo están aquellos con:
Caracteropatías con poco insight, que necesitan que los otros les muestren
los aspectos de ellos mismos que no pueden ver.
Actitudes sociopáticas, que han pertenecido a grupos marginales:
drogadictos, promiscuidad habitual, conductas delictivas, que necesitan
de un grupo “normal“ que los integre al resto de la sociedad.
Dificultades marcadas en la relación con los demás con un intenso deseo de
superarlas.
Una patología unida a un rol fijo en sus grupos naturales: líder idealizado,
“oveja negra”, los ignorados (“el último orejón del tarro”), el payaso, etc.
Un profundo sentimiento de inferioridad unido a un aislamiento de la gente,
pero con la posibilidad de conectarse en un grupo donde se sientan
protegidos por el terapeuta.
Gran necesidad de ser estimulados por lo otros para cambiar, debido a una
gran pasividad.
Marcadas inhibiciones frente al otro sexo, sin haber tenido oportunidades de
estar en grupos mixtos.
Trastornos psicosomáticos sin problemático psicológica consciente.
Una dificultad muy grande para salir del mundo de fantasías en que viven y
que en la terapia individual se transforma en un sueño despierto,
interminable.
Un pronóstico aparentemente bueno que sin embargo no se ha modificado
mayormente en prolongados análisis individuales con terapeutas
experimentados.

Está contraindicada la terapia de grupo en pacientes con:


Un monto demasiado alto de angustia o un conflicto agudo que exige una
pronta resolución.
Una fobia muy marcada a la gente, con vergüenza de que los demás los
vean o los conozcan porque se sienten muy inferiorizados.
Una depresión muy marcada que los lleve a rehuir de la gente.
Una actitud paranoide franca que los hace pensar que los demás no van a
guardar secreto de lo que ellos digan o simplemente van a contar que
están en un grupo terapéutico.
Una necesidad demasiado grande de hablar y ser escuchados: no dejan
hablar a los otros, son los acaparadores.
Caracteres narcisistas muy marcados que ignoran totalmente a los otros y
actúan como si fueran el único paciente del grupo.
Un monto muy alto de agresión que descargan contra los otros pacientes.

Cualquier paciente puede entrar a un grupo.


Un grupo es una unidad estructural y dinámica, distinta a la suma de los
individuos, que la componen pero íntimamente dependiente de la presencia
o ausencia de sus integrantes. Por eso es necesario seleccionar a los
integrantes de un mismo grupo y cuando se introduce un nuevo integrante en
un grupo ya formado, estudiar cuidadosamente cuáles son las posibilidades
de que pueda integrarse adecuadamente.
Hay distintos criterios de seleccionar, pero siempre es necesario tener en
cuanto tanto los intereses del individuo como los del grupo. Un grupo
funciona mucho mejor si está formado por integrantes que cumplen distintas
funciones dentro del grupo. El grupo debe ser de por sí un “instrumento
terapéutico”, es decir que además de la labor del terapeuta, la interrelación
de cada integrante con los demás durante las sesiones debe tener un efecto
beneficioso para todos. En realidad se puede hablar de un sistema donde el
grupo y su coordinador forman parte y ambos tienen un papel imprescindible
en todo el proceso.
Para que el grupo sea un adecuado instrumento terapéutico es necesario
que entre sus integrantes haya determinados roles que desempeñen
funciones necesarias. Estas funciones son: a) insight, b) percepción
inconsciente, c) actividad para buscar la interacción, d) control de los
impulsos peligrosos, e) “el que se tira a la pileta”: habla de los temas
prohibidos, f) demostrar el afecto. Estas funciones pueden alternarse en
diferentes personas.
La función de insight, la de “tirarse a la pileta” y la de demostrar afecto son
bastantes claras como para necesitar mayor explicación.
La percepción inconsciente (b) recae muchas veces sobre el paciente más
regresivo y se manifiesta a través de ocurrencias que surgen en la sesión
misma o a través de sueños.
Un paciente con conductas francamente psicóticas relataba las fantasías que
había tenido entre una y otra sesión de grupo y de su relato yo podía
descubrir la fantasía inconsciente que había emergido de la sesión anterior y
que reaparecía y se continuaba en la de ese día. En cambio, otro paciente
que tenía la misma función en otro grupo, era un señor muy formal que en el
curso de la sesión pedía permiso para contar una ocurrencia que acababa de
tener y que me aclaraba instantáneamente lo que estaba ocurriendo en el
nivel inconsciente del grupo.
La función de control de los impulsos peligrosos (d) aparece sólo en
determinados momentos del grupo y permite que se verbalicen fantasías
muy regresivas o impulsos agresivos sin que cunda el pánico o se las
reprima totalmente.
La función de actividad para buscar la interacción (c) ha sido llamada de
“cohesión del grupo” y es necesaria que exista en forma permanente para
que el grupo pueda funcionar. Sin cohesión el grupo se desintegra y la
función de buscarla y mantenerla recae por lo general en varios integrantes
simultánea y alternativamente.
Es importante descubrir por anticipada cuáles son los pacientes que pueden
desempeñar cada una de estas funciones para que el nuevo grupo que se
forme las tenga.
Cuando se aplica el Test de las Bolitas, a un grupo de personas para
estudiar si podrían integrarse en un grupo terapéutico, hay una evolución
favorable que es típica: en la primera prueba cada uno hace por separado,
en la segunda prueba se mezclan todos en la forma que hemos llamado de
“ameba”, fusión donde se pierde la individualidad, y en la tercer prueba se
organizan y hacen una estructura con una forma reconocible, donde cada
uno hace una parte del todo.
Esto corresponde a los tres tiempos del proceso cuando se junta una serie
de personas que no se conocen. Primero hay una actitud de exploración
cautelosa de cada uno para ver cómo son los otros, luego una reacción
opuesta, donde, desaparecido el temor inicial se juntan indiscriminadamente,
y finalmente un tercer tiempo, donde surgen los diferentes roles y comienza
a organizarse el grupo.
Hay pacientes que se integran adecuadamente en casi cualquier grupo, y
otros en cambio, que difícilmente se integran en ninguno. Podríamos hablar
de un alto y un bajo índice de grupalidad.
Pero, además de la integración al grupo terapéutico, es necesario buscar un
tipo de estructura que sea terapéutica. Por “Estructura Terapéutica” entiendo
una que tenga una estabilidad de base, pero al mismo tiempo una
variabilidad grande. Es necesario que en el grupo “pasen cosas” y no sólo
afuera, sino adentro de cada uno de los integrantes, en las sesiones; lo
contrario del statu quo. Para lograr esa “estructura terapéutica” es que son
importantes los roles que he descrito.
He visto con mucha frecuencia una integrante mujer del grupo que asume un
liderazgo especial con algunas características maternales y que asume los
roles de actividad para buscar la interacción, isight y demostrar afecto.
No sé si esto ocurre sólo en los grupos con terapeutas hombres, ya que lo he
visto en mis grupos y los que recuerdo de los controles también eran de
terapeutas varones. Sin embargo, por lo que se desprende de los modelos a
partir de un mito grupal, el Viaje de los Argonautas, que he desarrollado en
un artículo, pienso que esto es una característica universal de todos los
grupos: la de tener al lado del líder principal otro secundario que tiene un rol
femenino muy especial como es el de Medea en el mito original.

En la terapia de grupo lo único que cuenta es el terapeuta.


Esta falacia es una consecuencia de la anterior: no es necesario seleccionar
los pacientes del grupo, porque el terapeuta con su labor interpretativa tiene
que lograr que se produzcan en cualquier grupo los fenómenos psicológicos
necesarios para una buena evolución. En el modelo terapéutico sobre el que
esta idea se asienta, el grupo es un ente pasivo, como la arcilla del escultor
que sólo cobra forma por la labor del terapeuta. Hay experiencias que
demuestran exactamente lo contrario, como por ejemplo los grupos de
actividad de Slavson, donde el terapeuta no hacía otra cosa que ayudar a
uno u otro de los niños a realizar el trabajo manual que habían elegido, o los
Clubs de Bierer, donde los mismos pacientes forman parte de un comité
organizador que planeta las tareas recreativas y culturales.
Cualquier grupo es en principio una experiencia positiva para cada uno de
los integrantes. Se puede decir, por lo tanto, que toda experiencia grupal es
terapéutica. La terapia de grupo utiliza al pequeño grupo, que es de por sí
una situación terapéutico, para que el terapeuta pueda manejar los
mecanismo grupales en vistas al objetivo de curar a sus integrantes.. Si el
grupo terapéutico no ha sido adecuadamente formado, el terapeuta, por más
capacidad que tenga, puede fracasar.
Lo que muchas veces ocurre. Cuando no se hace la selección previa, es que
el grupo elimina a los integrantes que no se pueden integrar. Esto produce
mucha culpa a los que quedan y un gran resentimiento con sensación de
fracaso en los que se van.
En la práctica me he encontrado muchas veces con pacientes que por haber
tenido que irse así de un grupo terapéutico quedan con el convencimiento
de que esa técnica no es para ellos y pierden definitivamente la posibilidad
de beneficiarse con ella. Por otro lado esta falacia determina una actitud
especial en el terapeuta, al considerar que sólo ayuda lo que él hace, puede
caer en una exagerada actividad interpretativa que impida al grupo digerirla.
Por la asunción básica de dependencia de Bion, es muy fácil que un
terapeuta que actúa de esta manera lleve al grupo a una situación crónica de
pasividad donde finalmente todos, terapeuta y pacientes, estén firmemente
convencidos de que cuando el terapeuta no interpreta no ocurre nada en el
grupo, como cuando en una casa se corta la luz.
Otras veces el grupo no se somete sino que intenta rebelarse y adquirir una
cierta identidad propia, pero entonces este tipo de terapeuta lo entiende
como una defensa para no curarse y los bombardea con interpretaciones
para destruir la cohesión que pueden haber logrado.
Muchas veces el terapeuta gana y el grupo vuelve a la situación de
dependencia anterior. Pero, a veces, el grupo mantiene, a pesar de los
esfuerzos del terapeuta, su autonomía, y entonces se produce una situación
muy especial, donde el terapeuta por su lado interpreta copiosamente, pero
los pacientes se comunican entre sí prescindiendo totalmente de las
interpretaciones, pero haciendo corteses pausas cuando el terapeuta habla.
He visto estas situaciones en controles e incluso en trabajos presentados en
los congresos de psicoterapia de grupo. Lo tragicómico es que estos
terapeutas están tan convencido sde que realizan una labor exitosa que
hasta hacen trabajos científicos con ese material y nadie puede sacarlos de
su error.
Volviendo a lo que sería la verdad opuesta a esta falacia, el grupo integrado
crea por sí una situación terapéutica que el terapeuta debe saber respetar y
utilizar para beneficio de sus pacientes.

Lo único que tiene efecto sobre el grupo son las interpretaciones que hace el
terapeuta.
Entiendo por interpretación toda intervención del terapeuta donde este
explica con palabras como una determinada situación inconsciente produce
un tipo especial de conducta en el grupo. Por esta falacia hay terapeutas que
sólo intervienen cuando han comprendido cuál es la fantasía inconsciente de
un grupo, pero como muchas veces puede transcurrir una parte importante
de la sesión o incluso toda ella sin que esto ocurra, sus intervenciones son
muy escasas.
Otras veces, angustiados porque pasa el tiempo y no comprenden realmente
lo que sucede, hacen interpretaciones cliché, que no corresponden a lo que
realmente sucede. Si esto se transforma en algo habitual se produce ese
desentendimiento que ya he mencionado y que podría llamarse “la situación
de los caminos paralelos”, donde terapeuta y grupo transitan por vías que
nunca se encuentran.
En lugar de eso, el terapeuta, que es un técnico que está para ayudar a los
pacientes a comprender lo que ocurre y que al mismo tiempo forma parte del
grupo, además de interpretar cuando tenga los elementos necesarios, debe
hacer comentarios, preguntar e intervenir para que todos puedan hablar,
buscando establecer un cierto equilibrio entre las intervenciones de los más
locuaces y de los tímidos y callados.
También debe hacer señalamientos y descripciones de conductas de los
integrantes en ese momento. Todo eso no solo ayuda al grupo a interactuar
más libremente sino que también coloca al terapeuta en una disposición
interior donde es más fácil que la interpretación surja naturalmente.
Para mí, el terapeuta es como los antiguos bardos que relataban los mitos
seculares, sólo que debe descubrir el mito subyacente en cada sesión y esto
es algo que va ocurriendo paulatinamente. Lo llamo mito porque es un relato
coherente de algo fantástico que es la fantasía inconsciente del grupo que
hay que descubrir y traducir a un lenguaje racional y corriente. Pero muchas
veces no se puede llegar a armar las piezas del rompecabezas que forman
el mito grupal y el terapeuta debe tener la humildad suficiente para aceptarlo
y esperar a que en una próxima sesión pueda hacerlo.
Teodoro Reik , quien tan genialmente ha desarrollado la teoría y la práctica
de la comprensión del inconsciente, decía que la tarea psicoanalítica es tan
compleja que cuando oía que algún colega decía que había comprendido
totalmente una sesión tenía una profunda desconfianza de la honestidad
intelectual de ese analista.
Este concepto debería recordarse más a menudo en las reuniones
científicas y en los controles. Pero si esto es válido para el analista
individual, cuánto más tiene que serlo para el terapeuta de grupo, que está
frente a un fenómeno psicológico mucho más complejo aún que el individuo.
Por eso, por más que se pueda armar completamente el mito de una sesión,
quedan siempre muchos aspectos sin comprender.
Pero la tarea del terapeuta no sólo debe ser la de hacer consciente lo
inconsciente grupal, sino además señalar los roles de cada uno, sus
cambios y los motivos y contribuir a que el grupo sea una situación
estimulante para el crecimiento de cada uno y para aprender a vivir mejor.
Según las etapas vitales en que están los integrantes del grupo, hay metas
comunes a todos en cada grupo terapéutico. Siguiendo a Erikson, esas
metas serán: el logro de la identidad en la adolescencia, de la capacidad de
amar en la juventud, de la generatividad en la madurez y de la integridad del
yo junto con la sabiduría en la vejez.
El analista del grupo debe tener una clara consciencia de las limitaciones
que tiene, tanto acerca de la teoría como del instrumento de su técnica y, por
lo tanto, debe comprender que su trabajo habitual consistirá en hacer todo lo
posible por favorecer una amplia interacción grupal y, al mismo tiempo, como
un detective al estilo de Sherlock Holmes ir juntando indicios, rastros y pistas
para llegar a comprender el argumento de la trama oculta que yace bajo la
conducta manifiesta.

El terapeuta debe interpretar sólo al grupo y nunca al individuo.


La psicoterapia de grupo en la Argentina perteneció desde sus comienzos a
lo que se llamó “Escuela Inglesa” y siguió principalmente las enseñanzas de
Bion, Sutherland y Ezriel. Esta técnica enfatizaba la necesidad de interpretar
solamente los aspectos grupales y, en especial, la transferencia del grupo
como totalidad, con el terapeuta. Se oponía a la llamada “Escuela
Americana” que se ocupaba de los individuos dentro del grupo y donde las
interpretaciones se dirigían exclusivamente a cada paciente en particular.
En la primera mitad de la década del 50, cuando se comenzó a hacer
psicoterapia de grupo en Buenos Aires, considerábamos una grave falla
técnica que un terapeuta se dirigiera a un paciente e incluso que lo
nombrara. La fórmula habitual con que comenzábamos todas las
interpretaciones era: “El grupo en este momento...” o a lo sumo, “una parte
del grupo en este momento...”.
La terapia de grupo argentina ya ha cumplido sus bodas de plata; ha pasado
mucho tiempo desde aquellos comienzos y no creo que ninguno de los que
comenzamos entonces haya dejado de modificar en mayor o menor grado
su técnica. Personalmente, considero que el grupo es un sistema donde de
acuerdo a la Teoría General de los Sistemas, no puede haber un fenómeno
parcial que no modifique inmediatamente a todo el resto. Por lo tanto, la vieja
polémica entre las dos escuelas de si hay que interpretar al grupo o al
individuo no tiene ya sentido.
El grupo es una totalidad formada por individuos y los fenómenos que
ocurren siempre atañen tanto a los integrantes como a la totalidad, De
acuerdo a cómo se manifiesten los hechos en cada momento el terapeuta
interpretará a un integrante, a varios o a todo el grupo.
Pero aquella primeras técnica que denominé “Escuela Inglesa” se sigue aún
usando de alguna manera, tanto entre nosotros como en Inglaterra. David
Malan llega a conclusiones muy importantes en un excelente estudio sobre
los resultados de la terapia de grupo llevada a cabo en Tavistock Clinic de
Londres, siguiendo la evolución de los pacientes durante muchos años
después de terminada la terapia. La técnica utilizada es la más pura versión
del terapeuta aséptico, que lleva la regla de la abstinencia al extremo, que
sólo interviene para interpretar en la transferencia y a todo el grupo y que
prácticamente nunca se dirige a un paciente en particular. Los resultados
terapéutico son muy desalentadores, ya que prácticamente los únicos que
mejoran son aquellos que han tenido terapia individual. Pero, además los
pacientes en su totalidad quedan con una profunda frustración por la
experiencia y con resentimiento contra la clínica.
La conclusión a la que llega Malan, después de analizar detalladamente este
conjunto de pacientes, es la siguiente: no puede ser bueno que los pacientes
queden con tanto resentimiento con el tratamiento que han hecho; y parece
posible que los terapeutas deban sentirse menos constreñidos por lo que
han aprendido en su entrenamiento psicoanalítico clásico y puedan sentirse
con la libertad de ofrecer mucha más calidez y aliento, mayor participación
en la interacción grupal y sesiones individuales cuando surja la necesidad,
sin el temor de que estas intervenciones vayan a producir la desintegración
del grupo o a interferir en la relación transferencial con el grupo,
Este trabajo es un ejemplo de autocrítica profesional y de honestidad
científica. Pero, también es una confirmación más de la necesidad de
introducir modificaciones en aquella técnica que basándose en conceptos
teóricos válidos de la psicología social y de la investigación en ciencias
sociales, olvidó que los integrantes del grupo terapéutico son pacientes que
recurren al médico para ser ayudados.
Es importante poder diferenciar, cosa que muchas veces no se hace, entre
investigación psicológica y práctica psicoterapéutica. Enrique Racker, una de
las figuras que ha tenido el psicoanálisis en nuestro país, solía repetir
aquellos de “la operación resultó un éxito, pero el paciente se murió”, para
referirse a algunos colegas que se preocupaban más por la perfección
técnica que por la suerte que podía correr el paciente.
La verdadera comunicación con los pacientes y el sentirse comprometido
con la tarea de curarlos son dos requisitos indispensables de la labor
terapéutica. No hay que interpretar erróneamente el sentido de la crítica que
hizo Freud al “furor por curar” de algunos terapeutas. El analista para lograr
la actitud ideal de la atención flotante no debe buscar nada en especial, sino
esperar a que surjan en él las ocurrencias producidas por las asociaciones
libres del analizado. Al hacer consciente lo inconsciente se irá produciendo
paulatinamente la curación. La ansiedad por curar del analista puede
perturbar toda su tarea. Pero, si bien el psicoanálisis es la investigación del
inconsciente y simultáneamente una forma de psicoterapia, el objetivo último
de curar al paciente debe estar siempre presente. Sin embargo hay analista
que llevan la advertencia de Freud sobre los riesgos del furor por curar hasta
el extremo de no pretender ya cura alguna. Esta actitud errónea también la
tienen algunos terapeutas de grupo, que sólo buscan comprender la
dinámica grupal y olvidan totalmente que los integrantes han recurrido a ellos
para curarse. Esta actitud es más frecuente en los terapeutas que
interpretan sólo al grupo, con las consecuencias que muestran la
investigación de Malan.

El terapeuta debe ser sólo una pantalla donde se reflejan las proyecciones de
los pacientes. El concepto clásico del terapeuta pantalla está siendo revisado
y es motivo de discusión entre los analistas desde hace varios años. Los
estudios sobre contratransferencia han demostrado que el analista no es un
mero observador sino que participa afectivamente en el proceso. El cómo
utilizar la contratransferencia es motivo de discrepancia, pero hay un
consenso general de que ella constituye un elemento fundamental para la
comprensión de los aspectos inconscientes de la relación paciente-analista.
Así como el descubrimiento de la contratransferencia modificó la imagen del
analista-pantalla que sólo reflejaba lo que el paciente le proyectaba, la
experiencia de cualquier analista, después de haber analizado varios
pacientes durante varios años, es que nunca deja de ser una persona para
ellos.
Desde el tono de la voz, la forma de saludar y la manera de formular las
interpretaciones hasta la forma de vestirse y de amueblar su consultorio son
montones de datos con los que cada paciente va conociendo a la persona
de su analista. Si esto ocurre en el análisis individual, donde el paciente
acostado en su diván no ve al analista, cuánto más ha de ocurrir en un grupo
donde lo tiene delante durante toda la sesión.
Los terapeutas de grupo noveles que tratan de mantener una actitud
impersonal frente a sus pacientes, lo que invariablemente logran es que
éstos perciban detrás de esta actitud tan poco natural, toda la inseguridad
que esconden. En mi experiencia, cuanto más naturalmente se comporte el
terapeuta, tanto mejor podrá trabajar en el grupo.
Cuando estuve a cargo del Departamento de Ciencias de la Conducta de
CEMIC utilicé la dramatización para enseñar psicoterapia de grupo y así
pude comprobar como el propósito de ser impersonal perturbaba de
diferentes maneras la labor del terapeuta. Por ejemplo, una vez en un control
no podía comprender la actitud tan extrañamente desconectada que tenía
todo el grupo hacia el terapeuta, pero cuando le pedí que dramatizara una
parte de la sesión me di cuenta de que por querer hablar en forma
impersonal, lo hacía con una voz tan baja y monocorde que se volvía
inaudible.
En otras ocasiones no era la voz sino toda la postura corporal del terapeuta
la que interfería en la tarea. Otro de ellos, por ejemplo, se movía de manera
tan rígida que parecía un robot, lo que junto con las frases estereotipadas
que decía lo transformaban en una figura manifiestamente ridícula. Otras
veces, por querer ser impersonal, el terapeuta adopta una actitud que, vista
desde el paciente, tiene el significado de orgullosa y despreciativa.
Lo adecuado es que el terapeuta sin caer en excesos, como podría ser
hablar de sus cosas personales con los pacientes, acepte que nunca podrá
ser un ente impersonal para ellos y que tampoco sería beneficioso que lo
lograra. Así, independientemente de la técnica que utiliza, cada terapeuta
adquiere con la experiencia un estilo personal que se manifestará en su
tarea y la hará más placentera y más eficaz.

Sólo es eficaz la terapia de grupo sin límite de duración.


Como la terapia analítica de grupo se originó en el psicoanálisis, adoptó la
teoría y muchos aspectos de la técnica psicoanalítica. Uno de ellos fue el no
poner un límite de tiempo, sino que el tratamiento terminara para cada
paciente cuando él y el terapeuta así lo resolvieran.
La terapia analítica de grupo que todos practicamos corrientemente, sigue
ese principio de no poner un límite previo a la duración. Pero eso no significa
que así como hay terapia individuales breves, derivadas del psicoanálisis, no
pueda haber también terapias de grupo breves.
En varias instituciones asistenciales de Buenos Aires se comenzó, hace más
de diez años, a trabajar con grupos de tiempo limitado. Lo más frecuente
era la duración limitada a un año y los otros aspectos técnicos eran similares
al método corriente. Los resultados, al parecer, fueron lo bastante buenos
como para justificar que se continuara con esa técnica.
Sin embargo, para mí esa técnica adolecía de varios inconvenientes: a) no
se hacía una selección especial de pacientes y éstos iban a esos grupos
porque no había otra opción, ya que no se hacía terapia de grupo sin límite
de tiempo en esas instituciones; y b) aparte del límite en la duración no se
planteaban otros cambios en la terapia.
Yo era de la opinión de que se podía acortar mucho más la duración de la
terapia si se hacía una selección previa de los pacientes y al mismo tiempo
se introducía una serie de cambios en la técnica. Concreté esa idea creando
una técnica donde usaba una serie de otros recursos, como el Test de las
Bolitas, en tanto tarea grupal, y la aplicación de la sinéctica (un
procedimiento para la creación de grupos) y del “sueño despierto” de
Desoille, entre otros.
En 1970 hice la experiencia de aplicar esta técnica a tres grupos sucesivos
de cinco pacientes cada uno, en el Centro de Salud Mental Nº1. Los
pacientes fueron testados individualmente con un Rorschach y grupalmente
con el Test de las Bolitas, antes y después de las doce sesiones, una por
semana, que constituyeron la totalidad de la terapia.
Fue toda un sorpresa cuando comparando los resultados de esta técnica
descubrí que eran similares a los de la terapia de grupo sin límite de tiempo.
Desde ya que la profundidad de los cambios no es igual en una y en otra,
pero, de todas maneras esta experiencia me demostró que es un error seguir
afirmando que la única técnica válida para tratar pacientes en un grupo es
hacerlo sin límite de tiempo.
Creo que hay pacientes para una y para otra técnica, pero que lo importante
es saber distinguirlos y que de cualquier forma es factible hacer con éxito
psicoterapia de grupo breve en un buen número de ellos.
No pretendo que estos siete errores sean los únicos que se comenten en la
práctica de la psicoterapia de grupo. Indudablemente hay otros, , pero estos
que he enumerado son los que a mí me parecen más importantes. Estoy
seguro de que otros colegas, con una experiencia distinta y con otros
intereses científicos, harían una lista bastante diferente a la mía: Incluso creo
que algunos considerarán como verdades lo que yo considero como errores.
Pero, esta diferencia de criterios es en realidad una consecuencia de la
libertad de pensamiento que debe existir en toda disciplina científica y
también de lo complejo y aún poco conocido que es nuestro interés común:
el fenómeno grupal.

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