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08 Quienes Pueden Conformar Un Grupo Terapeutico PDF
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En las primeras entrevistas a solas, le hablo del encuadre, dinero, del secreto
grupal, de como se conforma el grupo (quienes van a venir), por si se conocen,
que no pueden tener relaciones intimas o laborales, explico claramente esta
fantasía de que voy y tengo que contar algo mío, no, le vendo, le cuento, la
posibilidad de escucha del otro. Si me dicen yo no voy porque no me quiero
cargar con los problemas del otro, es un verso total, el problema del otro está
siempre, y casi siempre el problema del otro es el de uno mismo. Le explico la
duración, el tiempo que vamos a trabajar, que si durante el proceso quiere pedir
una sesión individual la puede pedir, pero en líneas generales trato de no
atenderlos en forma individual cuando empieza el proceso grupal, porque si me
piden una sesión individual lo primero que voy a decir es "que te pasa a vos que
no podes hablar eso en el grupo".
Antiguamente se decía que para no entramparse en el secreto, como por
ejemplo en la terapia de pareja, ella pide una sesión individual y me engancha
con un secreto. Es parte del juego, y la mejor manera de jugar es metiéndose, el
terapeuta está dentro del juego.
Para trabajar con el secreto hay un ejercicio guestaltico que se llama “No
lo cuentes” y e cuando por ejemplo alguien tiene algo y no lo quiero decir,
entonces intervengo: " no lo digas por favor, no lo digas", pero si vos lo dirías,
que pensas que diría Marta, pero no lo digas por favor, y que sentiría Estela, a
partir de allí se empieza a achicar el secreto, vamos desarmando el secreto.
Otro ejercicio es que escriban los secretos en una papel, los mezclamos y que
cada uno diga el secreto que le tocó, como si fuera el propio, el secreto tuyo lo
dice otro.
Quienes pueden ingresar a un grupo, sobre todo aquel que tiene un rol
fijo:, el payaso, el bueno, aquel que tiene una inhibición muy marcada,
dificultades para relacionarse con los demás, aquel que tiene sentimientos de
inferioridad, porque el grupo contiene, está muy cerca del lazo social, el grupo
es protector, siempre va a apoyar. También para personas con poco insight,
necesidad de ser estimulados, sentimientos de inferioridad.
De entrada te dicen todos que no, que no quieren ir al grupo, siempre que te
dicen que no es si. Al terminar la sesión individual, le digo, "me parece que vos
tendrías que ingresar al grupo, pero lo hablamos la próxima, tengo ciertas
dudas""Estoy armando un grupo nuevo, ¿porqué no probas?""Si te gusta te
quedas", en la cuarta sesión refuerzo el encuadre.
Lo único que tiene efecto sobre el grupo son las interpretaciones que hace el
terapeuta.
Entiendo por interpretación toda intervención del terapeuta donde este
explica con palabras como una determinada situación inconsciente produce
un tipo especial de conducta en el grupo. Por esta falacia hay terapeutas que
sólo intervienen cuando han comprendido cuál es la fantasía inconsciente de
un grupo, pero como muchas veces puede transcurrir una parte importante
de la sesión o incluso toda ella sin que esto ocurra, sus intervenciones son
muy escasas.
Otras veces, angustiados porque pasa el tiempo y no comprenden realmente
lo que sucede, hacen interpretaciones cliché, que no corresponden a lo que
realmente sucede. Si esto se transforma en algo habitual se produce ese
desentendimiento que ya he mencionado y que podría llamarse “la situación
de los caminos paralelos”, donde terapeuta y grupo transitan por vías que
nunca se encuentran.
En lugar de eso, el terapeuta, que es un técnico que está para ayudar a los
pacientes a comprender lo que ocurre y que al mismo tiempo forma parte del
grupo, además de interpretar cuando tenga los elementos necesarios, debe
hacer comentarios, preguntar e intervenir para que todos puedan hablar,
buscando establecer un cierto equilibrio entre las intervenciones de los más
locuaces y de los tímidos y callados.
También debe hacer señalamientos y descripciones de conductas de los
integrantes en ese momento. Todo eso no solo ayuda al grupo a interactuar
más libremente sino que también coloca al terapeuta en una disposición
interior donde es más fácil que la interpretación surja naturalmente.
Para mí, el terapeuta es como los antiguos bardos que relataban los mitos
seculares, sólo que debe descubrir el mito subyacente en cada sesión y esto
es algo que va ocurriendo paulatinamente. Lo llamo mito porque es un relato
coherente de algo fantástico que es la fantasía inconsciente del grupo que
hay que descubrir y traducir a un lenguaje racional y corriente. Pero muchas
veces no se puede llegar a armar las piezas del rompecabezas que forman
el mito grupal y el terapeuta debe tener la humildad suficiente para aceptarlo
y esperar a que en una próxima sesión pueda hacerlo.
Teodoro Reik , quien tan genialmente ha desarrollado la teoría y la práctica
de la comprensión del inconsciente, decía que la tarea psicoanalítica es tan
compleja que cuando oía que algún colega decía que había comprendido
totalmente una sesión tenía una profunda desconfianza de la honestidad
intelectual de ese analista.
Este concepto debería recordarse más a menudo en las reuniones
científicas y en los controles. Pero si esto es válido para el analista
individual, cuánto más tiene que serlo para el terapeuta de grupo, que está
frente a un fenómeno psicológico mucho más complejo aún que el individuo.
Por eso, por más que se pueda armar completamente el mito de una sesión,
quedan siempre muchos aspectos sin comprender.
Pero la tarea del terapeuta no sólo debe ser la de hacer consciente lo
inconsciente grupal, sino además señalar los roles de cada uno, sus
cambios y los motivos y contribuir a que el grupo sea una situación
estimulante para el crecimiento de cada uno y para aprender a vivir mejor.
Según las etapas vitales en que están los integrantes del grupo, hay metas
comunes a todos en cada grupo terapéutico. Siguiendo a Erikson, esas
metas serán: el logro de la identidad en la adolescencia, de la capacidad de
amar en la juventud, de la generatividad en la madurez y de la integridad del
yo junto con la sabiduría en la vejez.
El analista del grupo debe tener una clara consciencia de las limitaciones
que tiene, tanto acerca de la teoría como del instrumento de su técnica y, por
lo tanto, debe comprender que su trabajo habitual consistirá en hacer todo lo
posible por favorecer una amplia interacción grupal y, al mismo tiempo, como
un detective al estilo de Sherlock Holmes ir juntando indicios, rastros y pistas
para llegar a comprender el argumento de la trama oculta que yace bajo la
conducta manifiesta.
El terapeuta debe ser sólo una pantalla donde se reflejan las proyecciones de
los pacientes. El concepto clásico del terapeuta pantalla está siendo revisado
y es motivo de discusión entre los analistas desde hace varios años. Los
estudios sobre contratransferencia han demostrado que el analista no es un
mero observador sino que participa afectivamente en el proceso. El cómo
utilizar la contratransferencia es motivo de discrepancia, pero hay un
consenso general de que ella constituye un elemento fundamental para la
comprensión de los aspectos inconscientes de la relación paciente-analista.
Así como el descubrimiento de la contratransferencia modificó la imagen del
analista-pantalla que sólo reflejaba lo que el paciente le proyectaba, la
experiencia de cualquier analista, después de haber analizado varios
pacientes durante varios años, es que nunca deja de ser una persona para
ellos.
Desde el tono de la voz, la forma de saludar y la manera de formular las
interpretaciones hasta la forma de vestirse y de amueblar su consultorio son
montones de datos con los que cada paciente va conociendo a la persona
de su analista. Si esto ocurre en el análisis individual, donde el paciente
acostado en su diván no ve al analista, cuánto más ha de ocurrir en un grupo
donde lo tiene delante durante toda la sesión.
Los terapeutas de grupo noveles que tratan de mantener una actitud
impersonal frente a sus pacientes, lo que invariablemente logran es que
éstos perciban detrás de esta actitud tan poco natural, toda la inseguridad
que esconden. En mi experiencia, cuanto más naturalmente se comporte el
terapeuta, tanto mejor podrá trabajar en el grupo.
Cuando estuve a cargo del Departamento de Ciencias de la Conducta de
CEMIC utilicé la dramatización para enseñar psicoterapia de grupo y así
pude comprobar como el propósito de ser impersonal perturbaba de
diferentes maneras la labor del terapeuta. Por ejemplo, una vez en un control
no podía comprender la actitud tan extrañamente desconectada que tenía
todo el grupo hacia el terapeuta, pero cuando le pedí que dramatizara una
parte de la sesión me di cuenta de que por querer hablar en forma
impersonal, lo hacía con una voz tan baja y monocorde que se volvía
inaudible.
En otras ocasiones no era la voz sino toda la postura corporal del terapeuta
la que interfería en la tarea. Otro de ellos, por ejemplo, se movía de manera
tan rígida que parecía un robot, lo que junto con las frases estereotipadas
que decía lo transformaban en una figura manifiestamente ridícula. Otras
veces, por querer ser impersonal, el terapeuta adopta una actitud que, vista
desde el paciente, tiene el significado de orgullosa y despreciativa.
Lo adecuado es que el terapeuta sin caer en excesos, como podría ser
hablar de sus cosas personales con los pacientes, acepte que nunca podrá
ser un ente impersonal para ellos y que tampoco sería beneficioso que lo
lograra. Así, independientemente de la técnica que utiliza, cada terapeuta
adquiere con la experiencia un estilo personal que se manifestará en su
tarea y la hará más placentera y más eficaz.