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El alma no muere, sino que regresa al


universo: La revolucionaria teoría cuántica
de la conciencia
Según esta teoría, la conciencia ha existido desde el inicio del
universo, y está procesada en los micro-túbulos de nuestro
cerebro.
Martes 2 enero 2018
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 Héctor Fuentes
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El milenario debate sobre la existencia del alma -y si esta es inmortal o
muere con la persona- ha devanado durante siglos las mentes de grandes
pensadores y sabios, y también ha despertado el interés de parte de la
comunidad científica. Dos prestigiosos científicos, precisamente, son los
autores de la denominada teoría cuántica de la conciencia, que postula que
el alma no sólo existe sino que tampoco muere, pues después de la muerte
física de la persona ésta regresa al universo.
Desde hace 20 años, en 1996, el doctor Stuart Hameroff, profesor emérito
en el Departamento de Anestesiología y Psicología y Director del Centro de
los Estudios de Conciencia de la Universidad de Arizona, y el doctor Roger
Penrose, un físico matemático de la universidad de Oxford, comenzaron a
desarrollar esta teoría cuántica de la conciencia en la que afirman que el
alma radica en micro-túbulos de las células cerebrales (los micro-túbulos
pueden ser definidos como los polímeros cilíndricos que forman el
citoesqueleto o soporte estructural o andamio, dentro de todas las células
animales).
Hameroff y Penrose postulan, usando una comparación de tipo informática,
que el cerebro humano sería como un ordenador o un computador
biólogico, mientras que la conciencia del ser humano sería una especie de
programa dirigido por el ordenador cuántico situado dentro del cerebro, que
incluso continúa existiendo después de morir. De ese modo, lo que los seres
humanos perciben como conciencia sería el resultado de los efectos de la
gravedad cuántica ubicados dentro de los llamados micro-túbulos de
nuestro cerebro. Este proceso fue bautizado por Hameroff y Penrose como
“Reducción objetiva orquestada (Orch-OR)”.

La teoría cuántica de la conciencia postula, en esencia, que cuando las


personas entran en una fase conocida como “muerte clínica”, los micro-
túbulos ubicado en el cerebro pierden su estado cuántico, pero mantienen
la información contenido en ellos. En otras palabras, como explican los dos
expertos, después que las personas mueren, “su alma regresa al universo,
no muere”.
El doctor Hameroff detalla que la conciencia ha existido desde el inicio del
universo, y está procesada en los microtúbulos de nuestro cerebro.
“Nuestras almas están construidas de algo mucho más fundamental que las
neuronas, están construidas por la misma tela del universo. Creo que la
conciencia o su precursor, llamémosla protoconciencia, ha existido en el
universo desde siempre, quizás desde el Big Bang”.

Hameroff agrega que se deben considerar tres factores para urdir la


posibilidad científica de la espiritualidad. “La primera es la interconexión
entre los seres vivos y el universo como un todo; esto puede ser posible
debido al fenómeno del entrelazamiento cuántico, que se refiere a la
habilidad de dos partículas para estar íntimamente conectadas, más allá de
sus limitaciones normales de espacio y tiempo. La segunda fue un cierto
tipo de guía divina o sabiduría cósmica que influye en nuestras elecciones,
lo cual podría deberse a los valores platónicos incorporados en la geometría
espacio tiempo fundamental. Y finalmente, hay que considerar la
posibilidad de que la conciencia permaneciera fuera del cuerpo después de
la muerte”.
Sobre este último punto Hameroff explica que “digamos que el corazón se
detiene, la sangre deja de fluir, los micro-túbulos pierden su estado
cuántico, pero la información cuántica que existe en los micro-túbulos no es
destruida, no puede ser destruida, sólo se distribuye en el universo entero,
y si el paciente es resucitado, esta información cuántica puede regresar a
los micro-túbulos y el paciente puede creer que tuvo una experiencia
cercana a la muerte. Puede creer que vio una luz blanca o un túnel, o flotó
fuera de su cuerpo. Ahora bien, si no son revividos y el paciente muere, tal
vez esta información cuántica pueda existir fuera del cuerpo,
indefinidamente, como su alma (…) es concebible que la información
cuántica pueda permanecer entrelazada en una suerte de estado de
después de la vida, y tal vez la información pueda regresarse a una nueva
criatura, un cigoto o embrión, en cuyo caso tendríamos algo como la
reencarnación”.
Hameroff concluye finalmente que “mucha gente piensa que la conciencia
emergió como un subproducto de mutaciones azarosas y a la complejidad
inherente de la selección natural, pero yo lo miro desde el otro lado. Pienso
que un campo primario/básico de experiencia protoconsciente, ha sido
integrado desde el principio – desde el big bang –, y que la biología
evolucionó y se adaptó con el fin de acceder a ese campo y maximizar las
cualidades y potenciales implícitas en él. Yo creo que la conciencia es un
proceso al borde entre los mundos clásico y cuántico. Por lo tanto, las
prácticas espirituales como la meditación nos permiten sumergirnos y llegar
a estar inmersos en ese mundo platónico cuántico de sabiduría y luz, que
es la base de todas las cosas, materiales y mentales. Podríamos incluso
llamarlo Dios, si quisiéramos… Y eso es por qué creo que si la hipótesis de
la conciencia cuántica es demostrada, dará crédito a la dimensión espiritual
de la vida. Socavará a los materialistas. Es posible que la información
cuántica exista indefinidamente fuera del cuerpo, como un alma. Esta, por
cierto, es una teoría que le dará mucha esperanza a la gente”.

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