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Plan lector educación artística (proyecto para aprender a hacer mayo 30):

Walter Alva, descubridor de las tumbas del señor de Sipán, leyenda viviente de arqueología moderna

Se hará una exposición en el Museo Nacional, acerca de las tumbas reales de Sipán descubiertas por Walter Alva.

La vida de este hombre cambió hace 20 años, cuando halló la tumba del máximo líder mochica, cultura anterior a la inca,
cuyos tesoros se exhiben en Bogotá.

Alva nació en Cajamarca, en los Andes peruanos, un lugar desértico pero muy rico en pasado. Allí creció arrullado por las
historias de los viejos, que mezclaban los mitos clásicos con el panteón precolombino, y bajo el influjo de Max Díaz,
amigo de su padre y arqueólogo autodidacta.

Hoy, 56 años más tarde, invitado como director del Museo Tumbas Reales de Sipán para presentar la exposición 'Sipán,
el último tesoro de América' en el Museo Nacional de Colombia, recuerda que montó su primer 'museo' cuando tenía 12
años.

En ese entonces les pidió a sus compañeros que llevaran cualquier objeto curioso que encontraran. La iniciativa se
convirtió en una muestra que incluía desde chucherías de desván hasta animales disecados, y que se exhibió durante
varios días sobre un pupitre.

Muchos hallazgos se han sucedido desde entonces, incluido el del Señor de Sipán, que le cambió la vida. A partir de
1987, cuando a punta de pala y brocha llegó hasta la tumba intacta de uno de los líderes de la cultura mochica.

Hoy regenta el tercer museo más visitado del Perú (abierto hace apenas 4 años), después de los de Machu Picchu y
Cuzco, y maneja un presupuesto anual de 200 mil dólares, nueve veces más que cuando dirigía el pequeño Museo
Brüning.

¿Por qué ir a la exposición del Museo Nacional?

El hallazgo de las tumbas reales de Sipán cambió el panorama que teníamos sobre nuestras culturas antiguas. Allí, por
ejemplo, estaba el primer ataúd de la América precolombina que se conoció.

La del Museo Nacional es una exposición representativa, porque equivale a más o menos el 30 por ciento de lo que hay
en nuestro museo, en Lambayeque.

Creo que el tratamiento que han brindado a las piezas en Bogotá es extraordinario: no solo presentan la tumba de un
gobernante del antiguo Perú, sino que además hacen una comparación con una cultura colombiana, algo parecida y
contemporánea, como la malagana.

Llama la atención que la muestra no incluya al Señor de Sipán.

No podemos movilizar los restos, porque son de una fragilidad absoluta. Además, una osamenta no es un objeto de
exhibición; hay que tener respeto por el entierro. Por eso nuestro museo está concebido como un mausoleo.

Quizás sí hace falta un maniquí que semeje al Señor cuando estaba vivo, como lo tenemos allá. La gente que va a los
museos generalmente no fija objetos en su mente, sino presencias humanas.

Es necesario ver al hombre detrás de los objetos arqueológicos. Lo fascinante no es encontrar un arma, sino saber cómo
fueron los combates y la vida del guerrero que la usó.
Hay personas que ponen en duda que usted sea el descubridor del Señor de Sipán, pues los guaqueros ya habían
ubicado el sitio...

No me preocupa. La tumba estaba siendo saqueada y, si no hubiéramos intervenido, los objetos estarían desperdigados
por el mundo, como les sucedió a ustedes con Malagana (Valle), que pudo haberse convertido en uno de los mejores
museos de América.

El papel de los arqueólogos no es descubrir objetos, sino investigar y reconstruir un suceso. Los guaqueros tampoco
descubren; ellos roban.

¿Cree usted que objetos tan emblemáticos como los frisos del Partenón o el Tesoro Quimbaya deberían volver a sus
lugares de origen?

Se dice que esas piezas fueron tomadas por los países cultos para salvarlos de la destrucción. La Acrópolis, por ejemplo,
estaba en riesgo debido a las guerras.

Pero estamos en otro tiempo. Las naciones ya tienen conciencia de su herencia cultural. La vocación protectora de
quienes hoy conservan estos objetos debería revertirse en una vocación de respeto, incluso hacia ellos mismos. A los
ingleses no les gustaría que alguien robara las coronas de sus reyes; ni a los estadounidenses, que la Campana de la
Libertad estuviera fuera de su territorio.

En todos estos casos se trata de objetos sagrados, no de obras de arte.

¿Cuál debería ser el papel de los museos?

Un museo que no investiga es una entidad muerta.

El Señor de Sipán, uno de los tres tesoros precolombinos que no desaparecieron

Los tesoros de la orfebrería prehispánica que se mantienen hoy como unidades propiamente dichas, aunque
incompletas, se pueden contar con los dedos de la mano.

Pablo Gamboa Hinestrosa, experto en arte precolombino y autor de varios libros sobre el tema, dice que son tres: el
Quimbaya, el de Monte Albán (México) y el del Señor de Sipán.

Lo que se conoce como el Tesoro Quimbaya es apenas la más grande y espectacular de las tres partes en que fue
dividido: 122 piezas de oro que se exhiben en el Museo de América, en Madrid (España).

El de Monte Albán está compuesto por 335 piezas, de las cuales 121 son joyas de oro y de plata, y una porción muy
representativa de los tesoros de Sipán puede verse actualmente en el Museo Nacional, en Bogotá.

"Estos tres son los testimonios más maravillosos del esplendor de las culturas de la América antigua. El primero es un
tesoro de la guaquería, mientras que los otros dos fueron encontrados por arqueólogos", anota Gamboa.

También se diferencian en que el tesoro colombiano fue descubierto en el siglo XIX y está fuera de su país de origen. El
de México y el de Perú, en cambio, corresponden a hallazgos del siglo XX y permanecen en los mismos sitios de donde
fueron extraídos.

BERNARDO BEJARANO G.
REDACTOR DE EL TIEMPO

Taller de trabajo:

1. Realizar fichas textual, contextual y de cometario de la lectura.


2. Hacer un vocabulario de un mínimo de 10 palabras no conocidas o de difícil comprensión con un dibujo sencillo
de cada una.

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