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Luis David Bello Rodríguez

Grupo 6 Expresión y Comunicación II


4 de Mayo del 2015
Código: 201420365

Comentario crítico al texto Bogotá zarrapastrosa de Héctor Pineda

El político colombiano oriundo de La Arenosa, Héctor Pineda, fue vocero de los


acuerdos de paz firmados entre el gobierno del presidente Virgilio Barco y el Movimiento
19 de Abril en 1989. Elegido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente por la
Alianza Democrática M-19 en 1991, ha sido coautor del ordenamiento territorial en la
Constitución Política de Colombia. Se ha desempeñado en ser columnista y comentarista
editorial en varios medios de comunicación. Con estas características, el barranquillero
escribe el once de enero del dos mil once su artículo “Bogotá zarrapastrosa”, columna del
diario El Espectador en el cual analiza el ingente deterioro de la capital colombiana.
Pienso que el autor del texto tiene razón en que Bogotá está muy destrozada, sucia,
insalubre y contaminada, pero solamente en sus zonas más populares y en el casco
histórico. No obstante, la culpa (como parece él evidenciar) no reside cien por ciento en los
que manifiestan tal estado cívico, sino que las causas de los problemas que expone son
mucho más antiguas. Por eso, el escrito de Pineda revela malestar psicológico que no
conduce a ningún lugar, puesto que provoca mayor mal no proponiendo soluciones a las
cuestiones que plantea. Le preguntó al autor para que reflexione: ¿cuáles serían los posibles
remedios para mejorar esas condiciones que son el principio de lo zarrapastroso en Bogotá?
¿por qué no promueve la dignidad humana, en vez de quejarse sin sugerir algo?
Por otro lado, refutando los argumentos que el autor expone para aseverar que la capital
es zarrapastrosa, creo que ingerir alimentos típicos no es algo que evidencie incultura. Al
contrario, muestran el valor de la gastronomía autóctona que una región posee. También,
hay que entender que el problema no está en la forma de comer, sino en educar. Además, el
conflicto social en Colombia es demasiado enorme para exigir cosas no tan trascendentes a
quienes han sufrido tales dificultades.
Es de común entendimiento que, para vivir verdaderamente en una democracia, se
requiere una educación mínima para asumir y ejercer la ciudadanía. Empero, los instruidos
son la minoría. En vez de minusvalorar a aquellos que no tuvieron sus mismas
oportunidades, es mejor proveerles la enseñanza para que sean igual o incluso mejor que
uno mismo. Seguramente lo serían si tuvieran la ocasión para sobresalir como uno si la ha
tenido. Y, en consonancia con esto, si las necesidades intelectuales de la persona no se
cultivan es muy duro que haya cambio. Por tanto, la ayuda a los más necesitados es lo que
hay que realizar si se quiere erradicar lo zarrapastroso que él ve y critica en Bogotá.
Cuando Héctor Pineda alude a la capital del país vecino a Venezuela, pareciera que el
estado lúgubre, tétrico y desastroso se apreciara en toda la urbe y eso no es verídico.
¿Acaso no ha estado en Chicó, Usaquén, Santa Bárbara, Santa Ana, Los Rosales, por el
Norte o sitios afines? La ciudad fundada por Fray Bartolomé de las Casas goza de
cuantiosos sectores en los cuales las buenas condiciones no son echadas de menos.
Por otra parte, en el momento en el que el columnista barranquillero asevera que “aquel
o aquella que añora “las empanadas de doña Tere”, o la rabadilla de gallina criolla del
restaurante ubicado en Chapinero Alto, o el desayuno con espinazo de cerdo mientras
pasea por el museo parisino, o se toma una foto recostado en las rejas del Palacio
imperial de la corona inglesa, ese que se siente orgulloso de emborracharse con
aguardiente anisado, sin duda, es un personaje de la Bogotá zarrapastrosa” 1 no está
diáfano el concepto de que la forma de comportarse no tiene por qué ser igual en
condiciones desemejantes. No digo que llevar una conducta diferente signifique la
obligación de formular expresiones soeces o mordaces. Empero, la erudición y la finura no
son rígidas ni clasistas, mas sí caritativas en la comprensión hacia los demás. Esto lo
menciono debido a que el autor, a pesar de su advertencia en que no es discriminador con
los variados estratos sociales, sí se muestra, como escritor, con una actitud totalmente
peyorativa a los que no son como reflejados en los argumentos redactados en el artículo. Le
pregunto a él: ¿acaso usted no se ha ventoseado en su hogar, o no dice (o ha dicho) una
vulgaridad con sus amigos o ha comido algo que todo colombiano, por el hecho de serlo,
conoce?
Después de todo lo anterior, debo iniciar el cierre de este escrito con que la comida
típica ni las personas de baja condición social son totalmente responsables de la situación
zarrapastrosa de Bogotá. La educación es la clave si se añora una urbe moderna y culta,
1
Héctor Pineda. Bogotá Zarrapastrosa. Artículo publicado el once de enero del dos mil trece en el periódico
El Espectador.
como se ve en ciertos sectores del núcleo urbano en donde la ciudadanía se palpa. Estoy de
acuerdo en que la capital colombiana no es la Atenas sudamericana como muchos dicen
por ahí y le queda grande tal apelativo. Es cierto que hay mucho sucio y asquerosidad en
demasiadas zonas. Pero quejarse no es la solución. ¿Qué se hace para mejorar? Quizá no se
pueda realizar mucho, pero si se intenta (al menos en el entorno en el que cada uno se
desenvuelve) ya se habrá logrado algo. También, una de las cosas más bellas de la vida es
la multiplicidad en las personas. La pluralidad y heterogeneidad en los gustos o en las
clases de existencia hace la vida más vida, lo cual evita lo tedioso de la uniformidad en los
seres humanos. La plenitud de una persona comienza en el instante en que se es consciente
de la unicidad propia y de la diferencia con los otros. Hay que aceptar quien se es, aunque
con objetivos y metas grandes. Por eso José Ortega y Gasset afirma: “Yo soy yo y mi
circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo. Salvar las circunstancias, las
apariencias, los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea”2 .

2
Ortega y Gasset, José. Meditaciones del Quijote. 1914

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