Viven en el interior o en los alrededores de las casas humanas, donde se
manifiestan preferentemente de noche, momento en el que aprovechan para jugar y divertirse. Algunos pueden llegar incluso a colaborar con los hombres, y es frecuente que, además de traviesos, puedan ser muy molestos. Serían los trasgos, follets y duendes en general, que llegan a alcanzar el medio metro de altura, actúan siempre en la oscuridad o por la noche, huyendo del sol, amando, sin embargo, la luz de la luna o de los pequeños candiles, y esto es así porque, al parecer, las descargas de los vientos fotónicos, emanadas del sol, lastiman su piel etérica, como a nosotros una fuerte tormenta de arena la piel física. Sobre todo, cometen sus fechorías amparados en su invisibilidad, norma que rompen pocas veces, pero las suficientes para que nos hayan llegado algunos datos fragmentarios sobre su aspecto físico. Pueden cambiar de forma a voluntad, pero normalmente se manifiestan como hombrecillos bien proporcionados, salvo la cabeza, que es mucho más grande en relación con el resto de su cuerpo. Reseñable es también el matiz diferenciador existente entre trasgos, duendes y follets, ya que, a pesar de pertenecer al mismo grupo, forman familias separadas. Los primeros —los trasgos— prefieren escoger casas más campestres y rurales, habitando en desvanes o cuadras, a diferencia de los duendes, que son mucho más señoriales (o señoritos) y gregarios. A éstos les gusta habitar, o al menos manifestarse, en hogares más refinados, con más nivel de desarrollo y muchas veces ubicados en ciudades o villas muy pobladas. Los duendes son, por lo general, más inteligentes que sus parientes los trasgos, no tienen agujero en la mano, no cojean y visten ropas más ostentosas, siendo sus bromas mucho más crueles. El follet participa de las cualidades de unos y otros, manteniéndose en un justo término medio en cuanto a sus contactos con el género humano, pues, por un lado, sí tienen agujero en la mano y, por consiguiente, se les conjura como a los trasgos, pero, por otro, siguen a los dueños de la casa, como hacen preferentemente los duendes.