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invariablemente llevaba consigo. El ajado pedazo de periódico lo muestra a los 12 años como
ganador de una carrera escolar en la Swansea Grammar School, aquella donde su padre
daba clases.
VOLUMEN 1 | NÚMERO ESPECIAL DYLAN THOMAS | AÑO 3
ISSN: 2344-9950 | ISSN WEB: 1853-5887 Indexado a Latindex (folio 23408)
[ Ju a n A ra b i a ]
p. 10 Dylan Thomas
En América
[ Jo h n M . B r i n n i n ]
[ Lu i s Be n í tez ]
p. 24 Dylan Thomas: La estampa
[ Jo r ge B ra s h ]
p. 40 — Veinticuatro años
p. 46 — Amor en el Hospicio
º
p. 66 En dirección
hacia el comienzo
[ C u e n t o d e D y la n Th om a s ]
Prólogo por Juan Arabia
Dylan Thomas:
‘Rimbaud de Cwmdonkin Drive’
Frente a este antídoto, otra opción fue la ejecutada por LEAVIS en 1932
cuando fundó la revista Scrutiny. El órgano leavisiano, en ese sentido, apuntó
hacia una solución idealista: le repugna considerar una solución política. El
estudio de los grandes literatos ingleses se presentó como la única manera de
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7
purificar las almas de una sociedad contaminada por sus productos fabrica-
dos en serie.
Una tercera opción, muy alejada por cierto a la propuesta de los Thirties y a la
escuela leavisiana, fue la de DYLAN THOMAS: el ‘Rimbaud de Cwmdonkin
Drive’, como el poeta mismo se autoproclamó.
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8
1 En A. T. Tolley, The poetry of the Thirties. London: Victor
Gollancz, Ltd, 1975.
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Por John M. Brinnin
Dylan Thomas
En América
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01.
No eran más que las 8 de la mañana; el sol se elevaba como una sólida bola.
El humo de cientos de chimeneas se fue por el cielo, en líneas finas y rectas.
Mirando alrededor de este gris desierto de ojos inyectados en sangre, él habló
de la obviedad de su aspecto, todavía no totalmente recuperado de los rigores
de una fiesta de despedida en Londres que se había prolongado durante días.
Sus amigos más sobrios lo habían llevado al aeropuerto y empujado a bordo
del avión, unos minutos antes de su partida. Había llevado un volumen de
cuentos de Max Beerbohm para leer en el vuelo, pero no pudo hacerlo, y se
consoló a sí mismo en el bar.
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no era el paisaje con el que hacer frente para un hombre que se vio a sí mismo
como un poeta mendigo que fue a los Estados Unidos con el temor de que
podría perder todo, incluso su identidad.
02.
No existía forma en la que Dylan supiera que los meses restantes fueron de los
más infelices de mi amistad con él. Al igual que muchas otras personas cuyo
afecto se transforma de a poco en una intuición, yo había llegado a sentir que
él estaba en un estado de infelicidad devoradora y que necesitaba ayuda. Las
causas de su miseria eran fáciles de determinar, pero sus fuentes permanecían
por debajo de la competencia de uno. Su incapacidad para concentrarse en su
trabajo creativo debido a sus viajes americanos, se había convertido en una
excusa parcial, y las explicaciones de Dylan en su mente eran consecuencia de
las presiones financieras y las domésticas luchas que se fueron tornando inevi-
tables. Sin embargo, cuando sus dificultades financieras fueron analizadas, en
realidad parecieron resultar menos pertinentes que su angustia. Una de las
sorpresas más grandes que me llevé, a pesar de la preocupación forzada al
borde de la pobreza de Dylan, era enterarme que sus ingresos habían sido
todos, todos esos últimos años, dos o tres veces más grandes que el mío. Por
mucho menos que esa cantidad, algunas familias en Gales o Inglaterra hubie-
ran vivido no sólo seguras, sino en el lujo. Yo sólo podía concluir que la
propensión de Dylan en despilfarrar todo su dinero era una compulsión
relacionada con su obsesiva manera de beber, negando de esta forma todo su
canal creativo.
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a tal acoso inevitable. A partir de este reconocimiento, Dylan fue atormentado
por la culpa y el remordimiento, y no por eso se sintió menos atraído hacia las
formas de auto-exacerbación en la que ya se había convertido su forma de vida.
La pequeña ayuda que podía darle a Dylan, a mi parecer, era: hacer todo lo
que tenía al alcance para ayudarlo a ganar dinero en América, y mostrar un
afecto y una fe hacia él como persona y como poeta. Cuando mis esfuerzos
para ayudarlo a aumentar su seguridad financiera se volvieron confusos por
su extravagancia, traté de demostrarle que yo no consideraba su conducta
como un defecto importante, y traté de poner énfasis en el profundo vínculo
de la aceptación y confianza que compartíamos en aquel entonces. Pero yo
sabía que su infelicidad radicaba en la convicción de que su poder creador
estaba fallando y que su gran obra ya había sido concluida.
03.
W illiam Faulkner estaba entre el público esa noche. Cuando Dylan terminó
con una larga lectura, llevé a Faulkner al backstage y los presenté. Pero el
bullicio de los visitantes y solicitantes de autógrafos no les permitió la oportu-
nidad de hablar. Les propuse que nos retiremos a un bar cercano y, con siete
u otros ocho del séquito, los llevé a un lugar de reunión en el barrio irlandés.
No me senté en la mesa con Dylan y Faulkner, y no puedo reportar lo que
pasó entre ellos, pero cuando hablé después con Dylan dijo que se había
encontrado con un hombre modesto y encantador, exageradamente tranqui-
lo, y que no había llegado a una conversación sostenida porque otros siempre
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los interrumpían. Después de haberle deseado “buenas noches” a Faulkner,
finalmente nos volvimos al apartamento del Central Park West. Dylan se embo-
rrachó muy rápidamente, experimentando y vociferando en un feliz exceso
de los espíritus, y finalmente fue escoltado de regreso a casa en las competen-
tes manos de Liz.
Tres días después fui a verlo a Chelsea (lo que creí que sería mi última visita
antes de que Dylan retome su programado viaje a Inglaterra). Lo encontré en
la cama con un brazo roto y un pie destrozado. Dos noches atrás, explicó,
mientras se marchaba
“El amor hacia Dylan de una cena para asistir
a una actuación de
sólo podía conducir Arthur Miller, se había
caído por un tramo de
a la devastación de las escaleras. Liz había
uno mismo”. sido una eficiente enfer-
mera desde entonces, y
ella determinó que se quedara en la cama para descansar y comer antes de su
lectura de Under Milk Wood esa misma noche. Incluso aunque su pie lo hiciera
sentir “como si estuviera caminando sobre mis ojos”, estaba alegre e inquieto
y quería salir.
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04.
1953: Septiembre
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15
Sexta Avenida de la Calle Catorce.
Dos o tres horas más tarde, ella lo llamó por teléfono desde su oficina. Dylan
respondió con una voz apenas audible; al parecer, estaba estupefacto por la
bebida. Alarmada, Liz se apresuró en llegar al hotel. Allí lo encontró con
personas del Cine y con un eminente crítico literario que admiraba mucho el
trabajo del autor. Pero Liz sólo podía ver que Dylan estaba completamente
intoxicado y bastante fuera de conexión con su compañía, y les pidió a todos
que se vayan.
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Extraído de Dylan Thomas in America (An Intimate Journal)
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Por Luis Benítez
L a escuela media fue dejada atrás por Thomas a los 16 años, para ejercer
funciones como escritor de obituarios y crítica de espectáculos en el periódico
local South Wales Evening Post. Sólo un año y medio duraría en esas funciones,
pues la dirección del diario no tardaría más en invitarlo amablemente a
“dejar de perder el tiempo trabajando” en la empresa cuando era evidente
que su vocación era la de escritor. Ya por entonces la afición al alcohol se
hacía evidente en Thomas, quien terminaba cada noche en el bar del Antelo-
pe Hotel o en el del Mermaid Hotel. Sin empleo fijo y ganándose la vida
como periodista independiente, en 1932 se radica en Londres, donde comien-
za a frecuentar los círculos literarios y sus obras principian rápidamente a
ganar adeptos. En esta etapa, según lo revelan sus cartas, el joven poeta
todavía se sentía un extraño en la gran ciudad, tan diferente del puerto de
mar donde había nacido. De hecho, Thomas se llama a sí mismo “el galesito”
en varias misivas dirigidas a sus relaciones, resaltando su condición de
muchacho provinciano y tímido intentando abrirse camino en la capital del
todavía vigente imperio británico. Este es otro aspecto del complejo carácter
del autor, una sensación de inseguridad que lo acompañará toda la vida,
inclusive cuando ya era vastamente reconocido y sus recitales poéticos convo-
caban multitudes como años después lo harían las estrellas de rock. Aquellos
que lo trataron —entre ellos su promotor en EE.UU. y biógrafo, el poeta
norteamericano de origen canadiense John Malcolm Brinnin (1916-1998) en
su conocida biografía— destacaron que la bebida era una de las formas que
tenía Thomas de “romper” el muro de distancia que lo separaba de las otras
personas. Inclusive apunta Brinnin que Thomas era considerado por muchos
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como una suerte de amigo famoso, cuando en realidad, detrás de su magne-
tismo y atractivo personal se escondía alguien extremadamente inseguro y
distante, de una timidez excepcional que solamente se revelaba como tal en la
mayor intimidad.
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de improvisación. Asimismo trabajó como guionista para el sello Strand
Films, dejando escritos los libretos de media docena de películas.
Terminada la guerra, en 1946 se publica una de sus obras mayores, Deaths and
Entrances, poemario consagratorio que cimentó su prestigio y posición dentro
de las letras inglesas. Sin embargo, su alcoholismo iba en aumento así como
sus conflictos conyugales, agravados por la mutua infidelidad de la pareja. Del
mismo modo, los problemas económicos de la familia seguían sin solución, a
causa de la absoluta incapacidad de Dylan para administrar sus ganancias.
Contra lo que podría pensarse estas entradas no eran pocas, ya que el autor
recibía buenas sumas de dinero por la publicación de sus cuentos y poemas en
las más importantes revistas y periódicos de la época. Por estos tiempos la
producción poética de Thomas se hace más espaciada, llevándole en ocasio-
nes hasta un año la creación de un solo poema.
Ese mismo año grabó en New York, para el sello Caedmon Records, un disco
de larga duración que es hoy una valiosa pieza de colección. Cuenta Brinnin
en su libro antes citado que el día de la primera grabación, un domingo,
estaba preparado todo en el estudio para el recitado ante micrófono de
Thomas, pero que éste, al llegar, descubrió aterrado que en su descuido había
olvidado el libro en alguna parte... Que no lograba recordar. Con todas las
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librerías cerradas, fue preciso acudir a los buenos oficios de algunos amigos
comunes para abrir una importante librería norteamericana y pedir prestado
un ejemplar de los Collected Poems, a fin de que la grabación pudiera concretar-
se como estaba prevista.
Estas diabluras, si bien parecen graciosas, pueden darnos un indicio del estado
de ánimo de Thomas en esas extenuantes giras profesionales, lejos de su familia,
lejos de su casa, una vez más “un galesito”, como él gustaba llamarse, perdido
en un ámbito que no era el suyo. De mayor gravedad que sus travesuras comen-
tando bustos y secuestrando camisas eran sus continuadas infidelidades
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que llegaron a oídos de Caitlin MacNamara del otro lado del océano provo-
cando su iracundia... y sus propias infidelidades. Cada vez que Dylan regresa-
ba a Gales, las discusiones estallaban y no quedaban las agresiones meramen-
te en el terreno de las palabras.
En New York una de sus tantas amantes lo esperaba: en este caso se trataba
de Lizz Reitell —la mismísima asistente de Brinnin— quien también había
sucumbido a los encantos de ese hombre-niño que se describía a sí mismo
como “pequeño pero ruidoso y semejante a una foca”. Pese a las reconvencio-
nes de Reitell, durante la helada noche del 5 de noviembre de 1953 Thomas
dejó su habitación en el Hotel Chelsea para dirigirse a una de sus borrache-
rías predilectas, la White Horse Tavern, en el 567 de la Hudson Avenue,
donde solía encontrarse con su gran amigo el músico y compositor John
Cage. Cage no estaba allí en esa oportunidad, pero no faltaban quienes
quisieran celebrar con el famoso poeta de Gales. Horas después, Thomas,
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desfalleciente, volvió al Chelsea Hotel y antes de desplomarse en brazos de
Reitell pronunció la famosa frase: “He bebido 18 whiskys, creo que es un buen
récord”. Internado de urgencia en el hospital St. Vincent, ya no recuperaría la
conciencia.
Así, en Nueva York, terminó la vida de uno de los mayores poetas del siglo XX
y comenzó la leyenda que llegó hasta nuestros días. En uno de sus bolsillos,
cuando murió, se encontró dentro de su billetera un recorte que invariable-
mente llevaba consigo. El ajado pedazo de periódico lo muestra a los 12 años
como ganador de una carrera escolar en la Swansea Grammar School, aque-
lla donde su padre daba clases.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Por Jorge Brash
U na ardua disciplina consistente en probar una y otra vez sus escritos en voz
alta llevó a este poeta, narrador y guionista galés a conseguir efectos inusita-
dos en la lengua inglesa. A tal grado llevaba su rigor musical que, entre las
nuevas tendencias de la poesía, denunciaba lo que llamó "la muerte del oído":
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de la gente eran alimento imprescindible.
A finales de los años cuarenta la radio imperaba sobre los demás medios.
Contar con una voz como la de Dylan, esmeradamente educada tanto en lo
que hace a la dicción como a sus recursos dramáticos (su segunda afición era
precisamente el teatro), sería decisivo para que la BBC lo acogiera en múlti-
ples ocasiones para transmitir su voz y su talento. El contacto que a la sazón
pudo tener el público con la voz viva del poeta influyó, seguramente, con
mucha mayor eficacia que sus primeras ediciones impresas. Las palabras
aladas (habría dicho Homero) irán entonces a la vanguardia de la escritura.
De los recursos que el autor de A Prospect of the Sea manejó, para producir su
poesía, son precisamente los de su parte intuitiva y sensible (magistralmente
regulada por su parte racional), los que más llaman la atención. En palabras
del propio Thomas:
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todo el poder crítico e intelectual de que dispongo—, dejo que
genere otra, dejo que esta nueva imagen contradiga a la primera,
hago de la tercera imagen, generada por la conjugación de las otras
dos, una cuarta imagen contradictoria y dejo, en el ámbito de los
límites formales que me he impuesto, que choquen entre todas.
Cada imagen encierra en sí el germen de su propia destrucción, y
mi método dialéctico, según lo entiendo, es un constante surgir y
derrumbarse de las imágenes que se liberan del germen central,
que es a la vez destructivo y constructivo.
La estampa del artista bohemio, con la que Dylan se identificó desde muy
temprano, fue tal vez lo que lo llevó tanto a la cima como a su derrumbe final.
“Para él —refiere la escritora Pamela Hansford Johnson— beber era un
aderezo más de la imagen del 'poeta maldito' que necesitaba dar. Fantaseaba
mucho al respecto. Después, por desgracia, la fantasía se hizo realidad. Los
otros aderezos imprescindibles eran tener tuberculosis y —algo extremada-
mente curioso— ser gordo”.
Hay cosas valiosas tan complicadas que ni quien las escribe llega a
comprenderlas. Admiro la sencillez de Shakespeare, el fácil
lenguaje de Noche de Reyes y el lenguaje duro de Coriolano. Admiro
la simplicidad de Mozart y la asombrosa oscuridad del último
Scriabin. Ambos tenían algo grande que decir, pero por qué el men-
saje de Mozart, de fácil comprensión, se conceptúa por encima del
de Scriabin —que es un mensaje diferente y difícil como el diablo
de seguir— nunca lo sabré. La simplicidad de la mente humana
cree que la mente universal es igual de simple.
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18 Poemas, su primer libro, apareció en 1934 y pronto fue reconocido por su
originalidad y audacia; en 1936 y 1939, respectivamente, vieron la luz 25
Poemas y El mapa del amor, con una personalidad bastante más definida. Si
hasta entonces la poesía inglesa se caracterizaba por su preocupación social,
Dylan Tomas ventilará sus dudas, atisbos y perplejidades en torno al
nacimiento, el sexo, la muerte, la religión, la culpa y el perdón, con todas las
contradicciones que él mismo puede experimentar, aun a costa de la claridad
de sus resultados.
En 1937 se casa con Caitlin Macnamara, con quien tuvo tres hijos: dos
varones y una niña. Manirroto y refractario como era a las cuestiones econó-
micas, pese a su trabajo para la BBC y al de sus guiones para el cine, la mayor
parte del tiempo se vio en apuros materiales. A esto se sumaron, como era de
esperarse, sus problemas con la oficina recaudadora de impuestos.
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— Poesía de
Dylan Thomas
p. 40 — Veinticuatro años
p. 46 — Amor en el Hospicio
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- 18 poems, 1934
Este poema pertenece al primer libro del autor, Eighteen Poems, publicado
por Fortune Press hacia 1934, cuando Dylan Thomas —con sólo veinte
años de edad— era uno de esos “Muchachos del verano”.
El poema inaugura lo que será un inflexible proyecto en sus próximos trabajos: la
constante pérdida de la juventud (ruin), las determinaciones espacio-tempora-
les, los continuos ciclos vitales-estacionales… El hermetismo en Dylan surge
a partir de la yuxtaposición secreta de imágenes socialmente establecidas, y por
tanto ocultas para el “no vidente”: sus versos, al mejor estilo Emersoniano,
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- 18 poems, 1934
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I see the summer children in their mothers
Split up the brawned womb’s weathers,
15 Divide the night and day with fairy thumbs;
There in the deep with quartered shades
Of sun and moon they paint their dams
As sunlight paints the shelling of their heads.
II
25 But seasons must be challenged or they totter
Into a chiming quarter
Where, punctual as death, we ring the stars;
There, in his night, the black-tongued bells
The sleepy man of winter pulls,
30 Nor blows back moon-and-midnight as she blows.
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Veo a los niños del verano dentro de sus madres,
separar la carne del cálido útero,
15 dividir la noche y el día con dedos de duende;
allí, en lo profundo, con las cuatro sombras
del sol y la luna ellos pintan sus diques,
así como la luz del sol pinta el contorno de sus frentes.
II
25 Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán
en el momento en el que suene el cuarto de hora
cuando, puntual como la muerte, tocamos las estrellas;
allí, en su noche, el soñoliento hombre del invierno
toca de las campanas de lengua ennegrecida,
30 nunca antes que el aire de luna-de-medianoche.
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33
We summer boys in this four-winded spinning,
Green of the seaweeds’ iron,
Hold up the noisy sea and drop her birds,
40 Pick the world’s ball of wave and froth
To choke the deserts with her tides,
And comb the county gardens for a wreath.
III
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Nosotros, muchachos del verano en este hilar de cuatro vientos
verde por el hierro de las algas marinas,
levantemos al escandaloso mar y soltemos sus pájaros,
40 recojamos las olas y la espuma de la bola del mundo,
para ahogar los desiertos con sus mareas,
y peinar los jardines del condado por una guirnalda.
III
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Split all ends up they shan't crack;
And death shall have no dominion.
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cuando todos los cabos estén rotos, ellos no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.
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Twenty-four years
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Veinticuatro años
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Dedicado a su hijo mayor, que por entonces tenía seis años de edad, “De
este lado de la verdad” (This Side of the Truth) evoca en el plano formal las
canciones de cuna y las coplas, subgéneros que tanto le gustaban a Dylan
Thomas. Pero sólo en apariencia… Con su léxico y sus imágenes, el poema
trasciende y traiciona esa tradición, oral y simple, para reflexionar sombría-
mente sobre la dualidad del bien y el mal y la dificultad de formular un
juicio desde una perspectiva terrenal. El conflicto entre el adulto que
quisiera aconsejar sanamente a un niño y la imposibilidad de expresarse
for Llewelyn
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con sencillez es, así, la clave que determina la tensión subyacente a la pieza.
Procurando una versión cercana en nuestra traducción, hemos preservado
la rima ABC y muy asonante en el original, y hemos adoptado el verso
octosílabo, tan caro a la lengua española y en principio idóneo para
mantener el formato de arte menor.
M. G. Burello
para Llewelyn
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15 junto al mar demoledor,
rey de tu alma en la ceguera,
se vuelan como el aliento,
van llorando en nuestro interior
y en el seno de los hombres
20 hacia la sombra inocente
y la culpable, la buena
muerte y la mala, y entonces
hasta el final componente
como sangre de astros vuelan,
25 como lágrimas del sol,
como semillas de luna,
mugre y fuego, garganta
del cielo, rey de tu albor.
Y la intención oscura,
30 desde que existen las plantas
y las bestias y las aves,
agua y luz, tierra y cielo,
se ideó sin tu ejercicio,
y cuanto dices y haces,
35 lo falso y lo verdadero,
mueren en amor sin juicio.
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Bolting the night of the door with her arm her plume.
5 Strait in the mazed bed
She deludes the heaven-proof house with entering clouds
She sleeps in the narrow trough yet she walks the dust
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Amor en el Hospicio
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Yet raves at her will
15 On the madhouse boards worn thin by my walking tears.
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alucina a su antojo
15 en las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.
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No entres dócilmente
Los serios, que cerca de la muerte ven con una mirada deslumbrante
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Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
15 Rage, rage against the dying of the light.
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ciegos ojos que pudieron arder y alegrarse como meteoros,
15 sienten rabia, rabia contra la agonía de la luz.
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55
el sol en el poniente naufragó en una perla
y nadó la luna fuera de su casco.
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donde el ancla rodó como gaviota
millas arriba del lunático bote
40 un chubasco de pájaros cayó dando chillidos,
una nube sopló la lluvia desde su garganta;
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60 hasta que cada hueso en la tumba violenta
se levantó, soltó su canto y se apagó!
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Del tajamar en sus salobres labios hasta popa
¡cantad cómo la foca ha besado a su muerta!
la yacente, la larga novia de un minuto
85 vieja de pronto flota en su lecho cruel.
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105 mujeres desnudas color luna con altura de mástiles
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en la pluma del pájaro tras de la sombra y el risueño pez
mientras las velas se bebían el granizo del trueno
y el relámpago de larga cola alumbraba su presa.
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Los guía como a niños, como al aire
hacia las crestas agitadas y ciegas de las olas;
los siglos arrojan hacia atrás sus cabelleras
y los ancianos cantan con labios renacidos:
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con leyendas en sus regazos virginales,
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Oh Roma y Sodoma, oh mañana y Londres
la marea campestre está empedrada de ciudades,
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En dirección
hacia el comienzo
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de los árboles –una pluma sumergida, de ella sus dedos fluyeron sobre las
voces- y el mundo fue ahogándose a través de una sirena visión de hierba de
alguien extraño y bestias de agua y nieve. La palabra fue absorbida hasta la
última gota del lago; la catarata de la última partícula se preocupó al empa-
parse de sudor a tierra, como si la lluvia del paraíso hubiera arrastrado sus
nubes a caer como una tortuga volcada, como un maná hecho de temporadas
de suaves barrigas, y el duro granizo, cayendo, esparcido y aturdido en una
nube mitad flor mitad ceniza o el viento del carroñero de patas largas a través
de una pirámide levantada alta con lodo o el suave y lento flujo de vapor
mezclado y hojas. En el centro exacto del encantamiento fue él un habitante
de la costa en alta mar, atado al ojo por su pelo en el pecho del cíclope, con
sus abrazados muslos encordados entre su voz; blancos osos nadaron y se
ahogaron marineros en la música que ella escaló y dibujó con sus manos y
fábulas desde el erguido pelo de aquel hombre; de un tirón ella le arrancó su
terror por los oídos, y lo aburrió cantando dentro de la luz a través del bosque
de la peluda serpiente y la voz de piedra giratoria. La revelación miraba
fijamente atrás por sobre su traspasado hombro. ¿Cuál fue la génesis de ella,
la última chispa de juicio o el chorro de la primera ballena desde el vasto mar?
¿La conflagración en el fin, un fuego fúnebre saltando, un cohete gastado con
su cola aún caliente, o, dónde la primavera originaria y su locura escalaron las
barreras del mar y las cerraduras del jardín fueron magulladas, coronada y
apagada agua sobre la vela de la montaña? ¿De quién fue la imagen en el
viento, la huella en el acantilado, el eco golpeando para obtener una respues-
ta? Ella fue como una oropéndola de pelo serpenteante. Ella se deslizó en el
campo de sal que todo traga, las rocas y la crónica, las anatomías oscuras, el
mismo mar anclado. Ella hizo estragos en el útero de la mula. Ella titubeaba
en la galopante dinastía. Ella era ruidosa en la vieja sepultura y guardaba una
silenciosa, rápida lengua bajo el sol. Advirtió de ella su expulsada imagen,
trazó el mapa con el pie de una pesadilla envenenada y enmarcó contra el
viento la impresión de su pulgar que torció en su mano con la membrana de
una sombra, interrogación de un eco familiar: ¿cuál es mi génesis, la fuente de
granito extinguiéndose donde la primera llama es arrojada al esculpido
mundo, o a la fogata de crines como un león en el umbral de la última
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bóveda? Una voz entonces en aquel atardecer viajó por la luz y las ondas en
el agua, un lineamento desafió los deslizados ánimos, desde donde la cantári-
da de mar de oro verde tiñe el rastro del veneno de un pulpo arrastrándose a
través de espuma, y desde las cuatro esquinas del mapa un querubín en una
isla sopló las nubes hacia el mar.
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El niño lo invitó a jugar. La familia, cordial, aguardaba a
cierta distancia (las mujeres despeinadas, con las faldas
recogidas en los calzones, los hombres descalzos en
mangas de camisa, un montón de niños con taparrabos
o la ropa interior tijereteada) El muchacho lanzó la pelota
amargamente en dirección a un padre que montaba
guardia con una bandeja delante de un wicket de sombre-
ros. «El lobo solitario juega a la pelota», se dijo a sí mismo
en el momento en que volteaba la bandeja.
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Impreso en Buenos Aires,
Marzo 2016
www.camilaevia.tumblr.com
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