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DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE

Soneto

B.¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?


R.Porque nunca se come, y se trabaja.
B.Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
R.No me deja mi amo ni un bocado.

B.Andá, señor2, que estáis muy mal criado,


pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R.Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.

B.¿Es necedad amar?R.No es gran prudencia.


B.Metafísico estáis.R.Es que no como.
B.Quejaos del escudero.R.No es bastante.

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,


si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante
"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y
desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien
proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de
oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni
crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor
puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el
cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes
blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies;
éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la
Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César
Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá,
sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes
Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde
aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval
de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque
parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los
venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo
de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".

Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares

—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los
hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros
que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por
la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el
cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto,
Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este
castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos
banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí
que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo
gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las
obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes
recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre.
¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le
quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

Miguel de Cervantes, Don Quijote (II, cap. 58)


Vencidos

Por la manchega llanura 


se vuelve a ver la figura 
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, 


y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar, 
va cargado de amargura, 
que allá encontró sepultura 
su amoroso batallar. 
Va cargado de amargura, 
que allá «quedó su ventura» 
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura 


se vuelve a ver la figura 
de Don Quijote pasar. 
Va cargado de amargura, 
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura, 


en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura 
y llévame a tu lugar; 
hazme un sitio en tu montura, 
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura 
que yo también voy cargado 
de amargura 
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo, 


caballero del honor, 
ponme a la grupa contigo, 
y llévame a ser contigo 
pastor.

Por la manchega llanura 


se vuelve a ver la figura 
de Don Quijote pasar..

León Felipe, Versos y oraciones de caminante

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