Está en la página 1de 2

Liliana Carrillo 

/ La Paz
"Ahora eres patria, Chaco, / de los muertos sumidos en tu vientre/ en busca del alma que no existe
en el fondo de tus pozos”. Metáfora y designio, ese fragmento del poema que abre el libro de
cuentos Sangre de mestizos (1936) resume el espíritu de una generación y el calibre de su
literatura.
  Corría el año 1936 y el país  despertaba de la pesadilla de la Guerra del Chaco (1932-1935),
germen del Nacionalismo que habría de incubar la Revolución del 52. Augusto Céspedes, el
Chueco (1904-1997)-, era entonces un periodista treinteañero que acaba de volver del frente con
un volumen de ocho cuentos sobre el conflicto  que enfrentó a Bolivia y Paraguay con el pretexto
del petróleo.  
Sangre de mestizos: relatos de la Guerra del Chaco se publicó en 1936 en Santiago de Chile. Con
este libro llegaron otros que, sin demora, conformaron el panorama de la llamada literatura del
Chaco: Óscar Cerruto lanzó  Aluvión de fuego en 1935 y Augusto Guzmán, Prisionero de Guerra, en
1937.
 La obra de Céspedes, sin embargo, tiene una dimensión testimonial  que revela no sólo la cruda
"realidad” del campo de batalla, sino también las mutaciones de la sociedad boliviana de la época.
No es casual.
 El Chueco era ante todo periodista y como tal  fue corresponsal  del periódico paceño El Comercio
en el campo de batalla. Sus crónicas -reunidas posteriormente en el libro Crónicas heroicas de una
guerra estúpida (1975)-  son pioneras de un género que estaba aún por inventarse.
Crudas y conmovedoras, las crónicas bélicas de Céspedes no  renunciaron nunca a otro
imperativo: el tratamiento formal del lenguaje. Para muestra un botón: "El calor se ha cansado
durante el día y el campo tórrido duerme, mientras hilvana su sueño las agujas de las luciérnagas.
Iluminan las calles los reflectores de los enormes camiones que recortan nítidamente siluetas de
soldados” (13 de febrero de 1933, Crónicas heroicas de una guerra estúpida).
Don Augusto fue por dos años corresponsal de guerra. De regreso a  La Paz volvió a enlistarse, esta
vez como soldado. Estuvo en el frente hasta el final del conflicto bélico y es posible imaginar que,
en esas noches de metralla y oscuridad, al calor de los relatos y los recuerdos de los amigos,
nacieran los personajes que habitan Sangre de mestizos.
"Verano sin agua. En esta zona de Chaco, al norte de Platanillos, casi no llueve, y lo poco que llovió
se ha evaporado. Al norte, al sur, a la derecha o a la izquierda, por donde se mire o se ande en la
transparencia casi inmaterial del bosque de leños plomizos, esqueletos sin sepultura condenados a
permanecer de pie en la arena exangüe, no hay una gota de agua, lo que impide que vivan aquí los
hombres de guerra. Vivimos, raquíticos, miserables, prematuramente envejecidos los  árboles, con
más ramas que hojas, y los hombres, con más sed que odio”... escribe el personaje del suboficial
boliviano Miguel Navajas, de la pluma de Céspedes,  en El Pozo.
Éste, quizás el más bello de los cuentos de la literatura boliviana, narra la historia de un batallón
de soldados bolivianos en desesperada búsqueda de agua en el erial chaqueño. Otros relatos -La
paraguaya, La coronela, Las ratas, El Milagro, Humo de petróleo-  apuestan también por la veta del
realismo.  
Como Faulkner -señaló René Zavaleta Mercado-, Augusto Céspedes no nombra los actos sino los
efectos, encarando, de este modo, la experiencia de los hombres en guerra según un horizonte
existencial y, más precisamente, trágico. "Detrás de los dramas del frente, lo que Céspedes pone
en escena resulta entonces el conflicto de los hombres con esos ‘trágicos fantasmas’, esos ‘dioses
objetivos’ (la muerte, la naturaleza, el poder) que miran a los personajes que les sirven y se les
enfrentan”, afirma el doctor en literatura Marcelo Villena.
Hay además, en los cuentos de Augusto Céspedes, lo que es indispensable  para la gran literatura:
la capacidad de crear personajes -el soldado Sirpa, el sargento Cruz Vargas- capaces de explorar el
amor, el miedo, el poder con el trasfondo -determinante- de la guerra.
"¿Acabará esto algún día?... Ya no se cava para encontrar agua, sino por cumplir un designio fatal,
un propósito inescrutable. Los días de mis soldados se insumen en la vorágine de la concavidad
luctuosa que les lleva ciegos, por delante de su esotérico crecimiento sordo, atornillándoles a la
tierra” (El Pozo).
El 16 de junio  se conmemoró el 79 aniversario del cese de la contienda. Hubo discursos,
homenajes pero  silencio  para los  protagonistas que encontraron a la patria en violencia de  la
guerra. Entre ellos,  con letras de oro, debe estar Augusto Céspedes y Sangre de mestizos.

HOJA DE  VIDA

Nacimiento  Augusto  Céspedes (1904-1997). Fue periodista, escritor  y político.


Obras  Sangre de Mestizos (1936), Metal del diablo (1946) y El presidente colgado
(1966), entre otros.

AVISO IMPORTANTE: Cualquier comunicación que tenga Página Siete con


sus lectores será iniciada de un correo oficial de @paginasiete.bo; otro tipo
de mensajes con distintos correos pueden ser fraudulentos.
En caso de recibir estos mensajes dudosos, se sugiere no hacer click en
ningún enlace sin verificar su origen. 
Para más información puede contactarnos

También podría gustarte