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LA TENTACIÓN DEL NEOGNOSTICISMO

Este es el texto del discurso pronunciado en 1984 en Chicago por el Dr. Germain
Grisez, laico casado, profesor de Etica Cristiana en el Mount Saint Mary's College,
Emmitsburg, Maryland, USA, al aceptar el premio anual “Cardenal Wright», que le otorgó,
en su quinta convocatoria, la Asociación de Intelectuales Católicos norteamericanos. El libro
más reciente del prof. Grisez es el primer volumen de su obra The Way of the Lord Jesus (El
camino de Jesucristo) publicado por Franciscan Herald Press. Esta obra supone una
renovación profunda de la teología moral fundamental, siguiendo la llamada de renovación
del Concilio Vaticano II sobre la enseñanza de la moral,de acuerdo con el Magisterio de la
Iglesia (Nota del traductor, el Rdo. Dr. Ignacio Segarra Bañeres, pbr).
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Hace veinticinco años, en 1958, fallecía el Papa Pío XII; pero la Iglesia disfrutaba de
buena salud. Pío XII había hecho avanzar la barca del Pedro en muchas direcciones, sin que
por ello perdiera su rumbo. Aquel pontífice moría respetado, admirado y querido por todos.

La mayor parte de los católicos en 1958 eran conscientes de que, aunque uno no puede
hacer nada sin la ayuda de la gracia de Dios en orden a la salvación eterna, sin embargo,
contando con ella, puede y debe superar el pecado, tender a la santidad y prepararse para una
muerte santa que le abra las puertas de la vida eterna. Por supuesto que no todos los fieles
vivían de acuerdo con las enseñanzas morales de la Iglesia, incluso en cuestiones de
importancia grave; pero, cuando no lo hacían, al menos se consideraban pecadores.

En aquel tiempo, la mayor parte de los católicos no ponían tampoco en duda las
enseñanzas tradicionales de la moral cristiana, si bien no poca gente, fuera de la Iglesia, las
rechazaba. Del mismo modo, dentro de la Iglesia, nadie ponía en duda los dogmas del pecado
original, de la virginidad de María, de la divinidad de Jesucristo, de su Presencia real en la
Eucaristía, y de su Resurrección corporal.

Por supuesto que hoy día, son muchos los católicos que siguen al Papa Juan Pablo II y
a la mayoría de los obispos y aceptan, con ellos, aquellas verdades y realidades divinas,
esforzándose por ajustar su vida a ellas y tratando de transmitirlas a los demás. Pero algunos
obispos, bastantes intelectuales, sacerdotes y religiosos, y una parte de los fieles ordinarios -
en mayor o menor número, según los diversos lugares y de acuerdo, muchas veces, con su
nivel socio-económico - han abandonado las enseñanzas tradicionales de la moral cristiana y
se han adherido al subjetivismo de la llamada conciencia personal propia. Son muchos los que
opinan que el pecado es inevitable y que un Dios indulgente nos salvará a todos hagamos lo
que hagamos. Muchos católicos “sofisticados” ponen además en tela de juicio algunos
principios del dogma que hacen referencia a realidades corporales y a hechos históricos.

El neo-gnosticismo: una alternativa a la fe

Conviene tener claro, de entrada, que lo que nos confronta no son simplemente una
serie creciente de errores y aberraciones inconexas, sino una alternativa sistemática a la fe y a
la vida cristiana. Los elementos particulares de esta alternativa son síntomas, o, mejor, partes
de un proceso espiritual patológico, unificado y extenso. Este proceso ha aparecido y
desaparecido repetidas veces a lo largo de la historia de la Iglesia. Encontramos rastros de su
origen en los escritos del Nuevo Testamento: en los escritos de San Juan, en la segunda carta
de San Pedro, en las dos epístolas a Timoteo y en la de Santiago. Todos ellos se enfrentan a
esa actitud patológica.
¿Qué hay debajo de ese proceso que ha tenido varios nombres a lo largo de la historia:
gnosticismo, albigensianismo, etc., y ha experimentado múltiples variaciones, algunas de poca
importancia y otras de mucha? A través de sus diversas metamorfosis, es posible detectar la
patología que estamos considerando y ofrecer, con relativa facilidad, una explicación. La
corriente actual muy bien podría llamarse “Neo-gnosticismo”.

Ese neo-gnosticismo comprende una pluralidad de elementos, algunos de los cuales


son, sin embargo, formal y propiamente suyos propios. Por ejemplo, mientras el gnosticismo
clásico confundía la materia con el mal y propugnaba la existencia de un dios malo o de un
demiurgo para explicarla existencia del mundo materia, el neo-gnosticismo confunde el mal
con la inmadurez inevitable que resulta de toda evolución gradual. Además, mientras el
gnosticismo pervertía las ciencias naturales, tales como la astronomía, para hacerse con los
elementos pseudocientíficos que integran su cosmovisión, como la astrología, el neo-
gnosticismo se sirve de la psicología y de la sociología para elaborar una pseudo-
espiritualidad de unos programas pseudo-pastorales.

Los elementos más importantes que configuran el neo-gnosticismo, incluyendo


algunos de los ya mencionados, son los siguientes:

1) El rechazo práctico de la enseñanza moral cristiana tal como ha llegado hasta nosotros,
especialmente de las verdades absolutas en el campo de la ética sexual; 2) la negación de que
los cristianos ordinarios puedan llevar realmente una vida casta y santa; 3) la afirmación de
que la gracia de Dios y su misericordia son tales que todos aquellos que comparten la actitud
neo-gnóstica se salvarán; mientras que los que la rechazan, se ponen en peligro de no hacerlo;
4) la reinterpretación de todos los elementos del dogma que inciden en la corporeidad y en los
hechos históricos de la salvación, a fin de reducirlos a meros símbolos; 5) junto a esta
reducción, la negación de que las palabras de la Sagrada Escritura y las verdades definidas por
el Magisterio tengan un significado permanente y obligatorio, 6) la identificación de la
revelación y de la fe con cierta indefinible experiencia interior: encuentro espiritual o factor
metafísico que no puede encerrarse en fórmulas humanas; y 7) el rechazo del hecho histórico,
y/o de su significación, de la existencia del Papa y de los demás obispos como sucesores de
los Apóstoles.

Mi opinión es que existe una única clave para explicar el proceso patológico que ha
dado lugar a este brote actual de neo-gnosticismo. No me cabe duda que tienen que existir
diversos factores que han contribuido a la existencia de dicha enfermedad. Si uno, por
ejemplo, cae enfermo de cáncer de pulmón tienen que ser varias las causas de su enfermedad,
puesto que otros están también expuestos al agente transmisor del cáncer y, sin embargo, no
lo han contraído. Pero tiene que existir un factor específico que explique cada enfermedad
específicamente distinta. Yo creo que el factor específico que explica el neo-gnosticismo
contemporáneo es la aceptación de la conducta pseudosexual y el intento de elaborar una
teoría que justifique dicha conducta.

La conducta pseudosexual

Por conducta o «comportamiento “pseudosexual” entiendo todos aquellos modos de


excitación sexual, tanto si llegan hasta el orgasmo como si no, que se provoquen por mera
diversión, por placer, por entretenimiento o por una liberación de la tensión. El
comportamiento pseudosexual debe contrastarse con el auténtico comportamiento sexual, que
lleva consigno un verdadero compromiso marital en una comunidad de vida, en la cual la
relación sexual es, a la vez, una manifestación de verdadero amor y una apertura a una nueva
vida.

En el matrimonio los actos genitales compartidos por la pareja tienen una capacidad de
integración de los dos protagonistas; ellos se unen en una mutua acción corporal, en el
sentimiento, en la satisfacción y en el compromiso moral, en virtud de la aportación real que
tales actos suponen para los auténticos bienes personales e interpersonales del amor conyugal:
el bien de la prole y del sacramento. Pero los actos genitales fuera del matrimonio e incluso
los que se hacen dentro de él cuando se privan voluntariamente de su pleno significado, por
revestir formas de masturbación y/o hacerse usando anticonceptivos, no contribuyen a la
integración de la personalidad. Al contrario, generan una verdadera tensión interna que es
mucho más grave que la tensión sexual que tratan de remediar.

Pienso que este punto necesita una explicación. Consideremos, por ejemplo, el caso
más sencillo, el de un adolescente que se masturba habitualmente. La excitación sexual y su
descarga constituye para él una experiencia fascinante en sí misma; se inicia sin un objetivo
racional y está enteramente separada de toda comunicación real con otras personas. En esta
experiencia el cuerpo sirve de objeto e instrumento para que el sujeto, muy centrado en sí
mismo, experimente un placer sensual. Podríamos pensar y citar varias expresiones vulgares
que aclaran este punto, puesto que la gentesuele referirse a menudo a los órganos genitales
como objetos o instrumentos: como algo que no es propiamente parte de yo, algo infra-
personal.

Los que aceptan el pseudosexo como parte de un estilo de vida tienden a reducir la
realidad a una relación sujeto-objeto. Todo se reduce para ellos: o bien en un objeto que
impresiona la consciencia de modo deseable o deseable, o bien en el mundo cerrado de la
subjetividad consciente. En otros términos, todo lo real se reduce al yo consciente, junto con
aquellos objetos que lo afectan.

La conducta pseudosexual que involucra a otras personas - experiencias sexuales


prematrimoniales, relaciones homosexuales, coito esterilizado en el matrimonio- suponen una
mayor complejidad que la conducta del adolescente que se masturba. Sin embargo, todo
comportamiento pseudosexual tiene una componente masturbatoria y, por ello, incluye las
mismas tendencias desintegradoras y reduccionistas de la masturbación.
Las culturas contemporáneas, de las sociedades urbano-industriales desarrolladas,
aceptan como normal la conducta pseudosexual; sirve de distracción, de modo de evasión de
las grandes distorsiones de esas culturas, lo mismo que el licor y que las demás drogas, la
música estridente y la televisión.

Las motivaciones que actúan en el comportamiento pseudosexual son también útiles


para manipular a las masas - por ejemplo, mediante la publicidad y otros usos de los medios
de comunicación social. Así tenemos el materialismo moderno, la «cultura sensual» o
«sociedad del consumidor», en la que nada tiene importancia excepto las sensaciones de
placer, y las cosas, incluyendo el propio cuerpo, en cuanto nos lo hacen pasar bien o mal.

La sociedad materialista y la prevalencia en ella del pseudosexo no han nacido ni se


han desarrollado en los últimos veinticinco años, aunque se hayan intensificado mucho en los
países occidentales durante este período de tiempo. Sin embargo, los católicos en general
solían reconocer el carácter extraño de esta cultura, y, solamente en los años recientes,
muchos se han entregado a ella
El meollo del neo-gnosticismo

En conexión con lo dicho, debemos considerar la diferencia que existe entre la actitud
del que comete pecados, pero los reconoce y se arrepiente de ellos, y la del que, haciendo
cosas que son objetivamente pecados, trata de justificarlas y no se arrepiente de ellas. La
conducta del primero disminuye el impacto sobre uno mismo; los efectos desordenados del
pecado se hallan bloqueados por el arrepentimiento. Pero cuando uno peca y trata de excusar
su pecado, éste se integra en el propio yo, y hace que todo nuestro ser se haga esclavo del
pecado.

Los que se esfuerzan por vivir una vida espiritual - tanto si son clérigos o religiosos,
como si son laicos - perciben ordinariamente con fuerza las realidades que están más allá de la
experiencia sensible inmediata. Pero cuando estas personas aceptan el pseudosexo e incluso
intentan integrarlo en sus vidas, suelen sentirse tentados en la fe. Dios y las realidades divinas
les parecen menos reales. Si esta tentación se resiste, surge otra: el tratar de explicar la
autoalienación involucrada en el pseudosexo mediante un sistema ideológico dualista.

El yo personal se identifica entonces con el yo espiritual, y se atribuye un nuevo valor a la


subjetividad individual y a la experiencia religiosa, La comunidad se acentúa también, pero
con una nueva actitud: se convierte entonces en una fuente de experiencias para que las
disfruten los individuos, más que en una realidad que ha de ser fielmente mantenida y
edificada por sus miembros. El yo corporal es excluido con fuerza, alienado, considerado
como un mero objeto e instrumento.

Llegamos aquí al meollo del neo-gnosticismo. Puesto que en esta actitud, el


comportamiento pseudosexual no involucra al yo real, no puede ser tan importante como para
constituir un pecado grave o mortal. Por tanto, los principios de la moral tradicional deben ser
desechados, A veces, sin embargo, se les retiene en teoría, pero se les desecha en la práctica
mediante la adopción de una falsa teoría de la opción-fundamental: la teoría de que uno elige
básicamente a Dios y puede mantener esa elección aunque caiga en frecuentes abusos
sexuales y no se arrepienta de ellos.

Dado que el comportamiento pseudosexual se parece más a una función fisiológica


que a un acto personal - aunque dé lugar a sentimientos de culpabilidad- se hacen atractivas
las teorías que tratan de disminuir la responsabilidad personal de estos actos. Puesto que las
acciones, que constituyen la materia supuestamente pecaminosa de esos actos, no pertenecen
al yo espiritual y verdadero, éste puede seguir descansando en sus encuentros espirituales con
Dios, mientras que se deja de lado el mérito o demérito de las acciones individuales, sean
estas buenas o malas.

Dado que en esta concepción el cuerpo es algo despersonalizado y se encuentra


alienado del yo espiritual, todos los elementos de la vida y la enseñanza cristiana que
involucran esencialmente al cuerpo deben ser reinterpretados. Así, por ejemplo, la transmisión
del pecado original por generación humana, la virginidad física de María, la Encarnación del
Verbo, la Resurrección física de Cristo y su Presencia real en la Eucaristía. Lo corporal se
reduce a un símbolo.

¿Qué queda entonces del pecado original? Ya no se trata del pecado de Adán
transmitido hasta nosotros por la propagación de la especie humana, sino del pecado del
mundo. ¿Y la virginidad de María? Se trata de un teologómeno, ¿Y de la Encarnación? Jesús
no es divino; o bien todos nosotros lo somos. ¿Y de la Resurrección corporal? ¿A quién le
interesa si el Cuerpo de Jesús yace en algún lugar de por ahí. ¿Y de la transubstanciación?
Una simple transignificación.

Puesto que la experiencia interior, espiritual, es lo que cuenta, y puestoo que la vida y
las enseñanzas recibidas son rechazadas, la revelación ha de ser interpretada actualmente
como algo inefable - un encuentro espiritual, un factor místico- que no puede encerrarse en las
palabras de la Escritura o en las fórmulas dogmáticas de la fe católica.

El rechazo de la doctrina cristiana

En esa actitud neo-gnóstica, dado que el poder del Papa y de los demás obispos para
hablar y actuar en nombre de Cristo es algo demasiado «encarnado», y que impide, además,
todo el programa neo-gnóstico, el ministerio sacramental de aquellos debe ser usurpado y
transformado. Y así, cualquier teólogo que articule efectivamente el consenso neo-gnóstico,
reclama para sí una autoridad superior a la del Papa. Cualquier persona, sea hombre o mujer,
ordenado ministerialmente o no, puede disponer de los poderes episcopales, con tal de que
haya una comunidad cristiana que le acepte como líder.

Resumiendo lo dicho hasta aquí: en los últimos veinticinco años, muchos de los fieles
ordinarios, en especial algunos jóvenes y otros que no tenían una fe madura, han abrazado la
cultura sensual y han perdido la fe. Otros, de entre los laicos más sensibilizados y de entre los
religiosos y el clero - incluyendo algunos obispos- han aceptado el pseudosexo y han tratado
de armonizarlo con los dictados de la fe. Al tratar de hacerlo, se han pasado, más o menos
conscientemente, al neo-gnosticismo.

La agitación en la Iglesia se ha centrado en las cuestiones de moral sexual y en otras


que están relacionadas con ellas. Ni el Concilio Vaticano II, ni la Santa Sede, ni los obispos y
teólogos fieles al Magisterio han mostrado preocupación por el sexo. Por el contrario, los que
sí se han preocupado por la legitimación del pseudosexo han luchado sin tregua para
cohonestar un estilo de vida desordenada con la práctica de la moral católica, las enseñanzas
de la Iglesia y el orden eclesial.

La aceptación intelectual de la corriente neo-gnóstica por parte de algunos, no quiere


decir que éstos hayan aceptado, como conducta propia, el comportamiento pseudosexual.
Basta con que se aprueben o condonen esos actos y se comparta la explicación teórica
aducida, para justificarlos, de parte de colegas, parientes, súbditos o superiores que han
participado más activamente en la revolución sexual de nuestro tiempo. Además, algunos que
rechazan el neo-gnosticismo en conjunto, aceptan, sin embargo, algunos de sus elementos por
razones distintas a las aducidas aquí para justificar el comportamiento pseudosexual.

Uno no puede dejar de sorprenderse al ver como este neo-gnosticismo ha surgido tan
rápidamente y se ha hecho tan fuerte - en algunos sitios ha llegado a hacerse dominante- en la
Iglesia católica, que parecía tan saludable hace sólo veintiséis años. Mencionaré solamente
unos pocos factores que han hecho a la Iglesia vulnerable ante el ataque actual de esta
patología perenne.

En primer lugar, la cultura ambiental está dominada por el sexo y no es nada fácil
resistirse a ella. La cultura que nos rodea ofrece muchas ocasiones de pecado y nos presenta la
tentación en formas muy seductoras. El desarrollo de la TV como medio en entretenimiento a
partir de la Segunda Guerra Mundial, ha contribuido no poco al ambiente permisivo y
materialista. Incluso a los cristianos más fieles la TV les ha apartado de la oración y de la
consideración de los bienes del espíritu. La prosperidad ha presentado también no pocas
oportunidades de pecar. El terror que suscita un posible holocausto nuclear ha intensificado
también el deseo de disfrutar y, divertirse.

En segundo lugar, los medios de comunicación social han jugado un papel


importantísimo en lo que ha sucedido en la Iglesia católica. Esos medios seleccionan e
interpretan lo que parece digno de valor desde el punto de vista de los que no tienen fe o son
contrarios a ella. El Concilio Vaticano II, por ejemplo, se vio afectado por el hecho de que
hasta los obispos dependieron de las apreciaciones de la prensa para su autoconocimiento de
muchos aspectos del Concilio. Además, los documentos del Concilio se han visto no pocas
veces sustituidos por un llamado “espíritu conciliar”, que consiste mayormente en los
miasmas que destilan los incrédulos manipuladores de la opinión pública.

Una falsa pastoral

El tercer lugar tenemos la libertad política que, aunque buena en sí misma, plantea
ciertas tensiones y tentaciones. En nuestra sociedad existe una pluralidad de religiones, pero
para ella y sus gobernantes ninguna es esencial, La libertad religiosa se suele interpretar en el
sentido de que cualquier religión está permitida a los individuos, y que ninguna es necesaria
para la sociedad. De ello se origina una mentalidad consumista; cuando los líderes religiosos
hablan con la gente, entran simplemente en un mercado de compradores. De ahí que todos los
jefes religiosos se sientan tentados a desempeñar el papel de ejecutivos de marketing, que
pueden y deben adaptar, no sólo su estrategia de ventas, sino también el producto, a los
caprichos de los posibles clientes.

En ese contexto, un neo-gnosticismo atrayentemente empaquetado y etiquetado,


aparece como un producto más vendible que la auténtica fe y vida cristiana, ¿No es acaso
necesario aligerar la carga que los fieles llevan sobre sus hombros? El Papa Juan XXIII era
consciente del peligro que representa tal tentación. Por eso convocó el Concilio Vaticano II.
Se trataba de desarrollar una estrategia alterna: empaquetar y comercializar mejor la fe y vida
cristianas, para que, sin dejar de ser genuina, fuera reformada. Pero muchos ignoran todavía la
realidad del Vaticano II y siguen, en su lugar, un espúreo “espíritu conciliar”, hecho de
compromisos con el humanismo secularista.

Al mismo tiempo, muchos dirigentes religiosos, se han autoconsiderado como


ejecutivos de negocios y burócratas. Aceptan el status social y adoptan su mentalidad,
haciendo toda clase de manipulaciones en su trato con su gente; manipulaciones que generan
en los fieles una aceptación superficial, en vez de un compromiso profundo. De ahí que se
haya originado un falso ideal de lo pastoral, cuya primera preocupación sea que la gente se
sienta contenta a base de darles todo tipo de facilidades.

Un cuarto factor que ha contribuido a hacer la Iglesia vulnerable ante la ola de neo-
gnosticismo ha sido la psicología social de la comunidad académica de los teólogos. En
algunos países occidentales, el mundo académico de la teología se ha visto dominado durante
décadas por cristianos liberales que no aceptan la revelación en un sentido opuesto al que lo
han aceptado tradicionalmente todos los cristianos, y, por ello, carecen de fe verdadera. No
pocos autores protestantes han ejercido una influencia muy grande en el campo de la teología
católica. Así, por ejemplo, la escriturística alemana se ha visto enriquecida por las
aportaciones de muchos luteranos creyentes auténticos.
Una variedad de factores

Después de la II Guerra Mundial, muchos de los teólogos católicos se han venido


esforzando por alcanzar un prestigio, consistente, principalmente, en exhibir aquellas
cualidades que se requieren para medrar en el mundo académico secular. Por ello no supieron
resistir la tentación de sustituir los criterios de prestigio católico por los criterios ajenos a la
verdadera teología.

De ahí que muchos se fueron deshaciendo de los principios y métodos propios de la


especulación teológica católica; por ejemplo, de la necesidad de interpretar la Sagrada
Escritura, no sólo contando con los principios de la erudición científica, sino también
guardando una especial fidelidad a la tradición, al magisterio y a la vida y a la liturgia de la
Iglesia. Del mismo modo, en el campo de la teología moral, se abandonaron los criterios
tradicionales y del magisterio. Las consecuencias de ello fueron que muchos teólogos
católicos han dejado de lado el concepto católico de revelación y de su mediación con
relación a nosotros, sustituyéndolo por los manejos meramente humanos de la Iglesia.

Un quinto factor general, que debilitó a la Iglesia ante la avalancha del neo-
gnosticismo, radica en un punto flaco de la espiritualidad cristiana clásica. La espiritualidad
estuvo demasiado centrada en los valores estrictamente religiosos en detrimento de otros
valores humanos. El interés exclusivo en los valores del otro mundo, determinó una falta de
atención por la ciencia humana, por las bellas artes y por la política. Aquella espiritualidad
clásica tendía a reducir la vida en este mundo a una simple instrumentalización a fin de
alcanzar el cielo, Y aún el cielo mismo lo redujo a la visión meramente intelectual de Dios.
Así estrechaba el ámbito de la esperanza cristiana, que abarca no sólo la salvación del alma,
sino también toda la nueva creación, que incluye la resurrección y la vida eterna en un mundo
material.

En sus ataques contra la fe cristiana, el humanismo secularizante se aprovechó de esa


debilidad de la espiritualidad cristiana clásica, Y, sin embargo, la teología neo-gnóstica es en
buena parte aceptada por los católicos por razón de la afinidad que media entre el
neoplatonismo de la espiritualidad clásica y ciertos aspectos de la filosofía europea moderna.

El sexto factor que influyó en la penetración del neo-gnosticismo en el pensamiento


católico, fueron las debilidades internas entre los miembros de la Iglesia. El Vaticano II trató
de remediar esas debilidades; pero, con demasiada frecuencia, los esfuerzos del Concilio han
sido ignorados y no han producido hasta ahora los frutos apetecidos. Entre estas debilidades,
son especialmente de destacar:

1) Se ha dado un considerable gregarismo entre el clero y una superficialidad en su


vida intelectual.

El sentido de clase en el clero ha sido emocionalmente más importante, para muchos


sacerdotes y obispos, que su responsabilidad con respecto a la verdad católica y a la
integridad de los sacramentos, Y así es difícil para un obispo tratar con un sacerdote que
predica falsedades o altera los ritos de tal modo que los sacramentos que administra presentan
el riesgo de ser inválidos (Se sigue de esto, por supuesto, que aquellos obispos que cumplen
con su deber, dejando de lado sus sentimientos, son especialmente de alabar).

Además, los seminarios y los seminaristas se han sentido a menudo satisfechos con el
ejercicio de la memoria, dando y repitiendo información y opiniones, en vez de esforzarse por
captar la profunda verdad de la te y la sabiduría que se encierra en la práctica de la vida
cristiana. Por ello, incluso muchos sacerdotes y obispos fieles carecen del sentido crítico para
detectar los sofismas teológicos y enfrentarse con ellos.
El gregarismo clerical es también un factor importante en la reacción que algunos obispos han
adoptado ante la crítica, a veces destemplada, de los laicos conservadores. En cambio, la
aprobación por parte de los progresistas, intensificada por los medios de información, se ha
recibido mejor, porque no ha supuesto un reto al falso elitismo de los obispos. Al mismo
tiempo, su solidaridad quasi fraternal ha supuesto un corrimiento de las conferencias
episcopales hacia la izquierda, y ha supuesto una dificultad grande para que los obispos
ejerzan individualmente su responsabilidad en resistir la oleada general, y en ejercer la
corrección fraterna aún en los casos más escandalosos.

2) La propiedad de bienes eclesiásticos y las instituciones de la Iglesia han sido


también una carga para ella. Puesto que hemos invertido tanto dinero en nuestro sistema
escolar, en nuestro seminario, en nuestra burocracia informatizada, debemos sacar el máximo
provecho de ello. Aunque se detecte la corrupción en algún punto de la organización, hay que
seguir adelante con ella. La doctrina de Jesucristo es que los cristianos debemos estar
preparados para hacer cualquier sacrificio a fin de desempeñar nuestras responsabilidades. Si
tus instituciones son motivo de escándalo para ti, ciérralas. Pero he aquí que, aunque en
algunos casos la solución radica exclusivamente en aplicar medidas drásticas, pocos son los
que están dispuestos a aplicarlas. La perspicacia y el desprendimiento que el Evangelio exige,
se pasan por alto cuando se trata del bagaje institucional de la Iglesia.

3) Otra de las debilidades ha sido el legalismo: la idea y actitud de que todos los
criterios de comportamiento son meras normas, que no es necesario entender con tal que se
obedezcan. «Sé bueno; obedece los preceptos de la Iglesia». Esto tiene un sentido verdadero,
pero también expresa un error craso. Lo que nosotros debemos seguir no son meramente los
preceptos de la Iglesia, en cuanto preceptos, sino la sabiduría de Dios encarnada en Jesucristo,
que se encierra en ellos.
Esa sabiduría tiene la belleza de lo real. Quien se ajusta a ella, se ajusta a la verdad. Pero la
sabiduría de Dios conlleva también la carga de la realidad. Las normas pueden cambiar. La
sabiduría del Dios encarnado, en cambio, es la misma ayer, hoy y siempre; no puede
cambiarse a fin de complacer los gustos o necesidades de la gente en una nueva situación
cultural. Al contrario, las nuevas culturas deben conformarse con la fe.

El Evangelio exige desprendimiento

El legalismo sigue ejerciendo un atractivo. Si las enseñanzas de la Iglesia acerca del


matrimonio son simplemente un conjunto de normas de un reglamento, se sigue que el
sacerdote, como el guardia de tráfico, puede hacer una excepción para así desenredar ciertas
situaciones enmarañadas. Una función de este tipo ejerce una atracción en aquellos clérigos
que les gusta presentarse como resolvedores listos de problemas, más que servidores del pacto
de comunión entre Dios y su pueblo.

4) Ciertos abusos de autoridad eran comunes en la Iglesia. Entre ellos, se encontraba la


sustitución de la formación por la disciplina. Un abuso del poder jurisdiccional de obispos,
sacerdotes y superiores religiosos, que llegó a extenderse mucho durante el siglo veinte.
Este abuso del poder disciplinar produjo, como reacción, una actitud negativa de parte de los
intelectuales. Ellos juzgaban, con razón, que se dan no pocos problemas en la teología que
exigen un desarrollo de la doctrina. Sintiéndose frustrados, al no poder tratar abiertamente
esos problemas, formaron distintos movimientos teológicos sumergidos. Así, hasta el
Vaticano II, circulaban secretamente, entre los teólogos católicos, no pocas obras no
publicadas.

Esa teología sumergida se desarrolló falta de una contestación crítica necesaria. Los que
compartían esa teología pensaban de un mismo modo en muchas cuestiones importantes. Pero
a aquellos que podían haber criticado sus puntos de vista, no se les confiaban sus escritos. El
Magisterio no tuvo acceso a aquellos escritos que habrían sido justamente censurados. Y así la
teología subrepticia campó por sus cabales hasta el Vaticano II, y entonces hizo su aparición
con una avalancha de publicaciones, desde 1962 hasta cerca de 1970.

5) Aunque el Concilio de Trento condenó como errónea la afirmación de que la gracia


de Dios releva a los hombres de sus responsabilidades, las autoridades eclesiásticas, cuando se
enfrentan con deberes desagradables, se sienten fácilmente tentadas a excusarse de actuar,
“pasando la pelota” al Espíritu Santo. La tendencia a caer en esta tentación se acentúa a causa
de un conservadurismo burocrático y de una falsa concepción de la prudencia, que prefiere
cruzarse de brazos antes de actuar El Papa Pa-blo VI resistió esta tentación, pero muchos de
los miembros de la Curia y obispos de todo el mundo, sucumbieron a ella después de 1968.

Cuando los católicos fieles analizan la situación presente de la Iglesia no pueden dejar
de caer en una actitud de desánimo. Ciertamente la situación patológica de la Iglesia no es tan
aguda hoy como lo era en 1968. Pero la enfermedad no es menos deplorable. Se ha hecho
crónica y lo malo es que nos hemos acostumbrado a ella.

Siempre que el papa o algún obispo publica un documento y aclara que su enseñanza
es algo más que un simple escrito pro forma - por ejemplo, amonestando a los que propagan
puntos de vista contrarios a ella- debe prepararse a ser blanco de críticas mordaces e incluso
violentos ataques a su persona.

En algunos lugares el neo-gnosticismo ha tomado carta de ciudadanía, mientras que el


catolicismo genuino sobrevive sólo en un «resto». En muchos lugares, los que rechazan el
neo-gnosticismo sufren fuertes presiones y se les considera «faltos de caridad», «cerrados»,
«preconciliares» porque no aceptan un modus vivendi con los miembros neognósticos de la
comunidad.

Por ello, los católicos fieles se hallan sometidos a grandes presiones para que
contemporicen con la situación, y los avances del neognosticismo son difíciles de resistir. Y
así el movimiento avanza, y yo pienso que no podré ver, en los años que me quedan de vida,
un cambio sustancial de situación en la Iglesia. Es verdad, no obstante, que no faltan motivos
para la esperanza.

Motivos de esperanza

En primer lugar, desde el pontificado de Pío IX, se ha venido desarrollando en la


Iglesia un humanismo más integral. León XIII hizo una buena aportación a ello con su
doctrina social y con la renovación del tomismo. La labor de los movimientos apostólicos
laicales, como el movimiento católico obrero, ayudó muchísimo a la formación de un
humanismo cristiano y del apostolado seglar, que no existían en los cien años anteriores.

El apostolado de los laicos se ha visto fortalecido con formas de espiritualidad


vigorosa como por ejemplo, la espiritualidad de los movimientos de Acción Católica antes del
Concilio Vaticano II, la espiritualidad de la Prelatura personal del Opus Dei, y, en años
recientes, una buena parte del movimiento carismático de renovación.

A pesar de todos los obstáculos, el Vaticano II, iluminado por el Espíritu Santo, ha
proyectado una deslumbrante y nueva visión de un humanismo auténtico. Las bendiciones del
Reino, como el Concilio enseña, no se limitan a la santidad y a la gracia, sino que incluyen la
verdad y vida, la justicia, el amor y la paz. El trabajo profesional y la vida ordinaria son para
los laicos parte integrante de su vocación cristiana y su apostolado. La vida presente no es
meramente un camino para llegar al cielo; sino que, además, supone una cooperación invisible
a la edificación del Reino, puesto que aquí y ahora estamos preparando los materiales del
mundo venidero en el que esperamos vivir. Día a día Cristo edifica su Reino de los cielos por
medio del trabajo de sus seguidores.

En segundo lugar, el humanismo secularizante y el neognosticismo, aunque parecen


fuertes, son en realidad muy débiles. El secularismo promete mucho pero está suficientemente
claro que, en ninguna de sus formas, puede hacer realidad lo que promete. Lo único que puede
traernos es la muerte, y muerte abundante.

El neognosticismo constituye una amalgama inestable de pseudsexo,


pseudespiritualidad, pseudociencia y pseudoteología. Hace fácil el camino para aquella gente
que están perdiendo la fe y abandonando sus compromisos vocacionales. Pero no convierte a
ningún no creyente; y lleva a cunas vacías y matrimonios rotos, a seminarios y noviciados
vacíos, a promesas rotas y a votos incumplidos.

Las formas conflictivas entre sí del humanismo secularizante quizás se enzarzarán


finalmente en un conflicto bélico, o se hundirán conjuntamente en una crisis económica
mundial, o ambas cosas a la vez. Entonces el neognosticismo, una forma corrosiva y
cancerosa en el cuerpo de Cristo, morirá junto con la presente forma cultural de la Iglesia.

Las perspectivas son desastrosas, pero quizás haya todavía tiempo de prevenir el
desastre. La Virgen María se ha aparecido frecuentemente desde 1800; la más reciente es
quizás a seis niños de Medugorje, Yugoslavia. Sus apremiantes mensajes dicen siempre lo
mismo: son necesarias la oración y la penitencia para impedir el desastre y para fomentar la
reconciliación del mundo.

Aunque lo peor esté todavía por llegar, su anuncio no debe llevar a la desesperación a
los que ponen su firme esperanza en Cristo resucitado. En cuanto a la Iglesia, cuando su
forma cultural actual se transforme milagrosamente más tarde o más temprano, o se destruya
violentamente, el neo-gnosticismo de este ciclo de la historia morirá también. Pero la Iglesia
misma sobrevivirá y se levantará de nuevo con una forma cultural nueva, del mismo modo
que sobrevivió la caída de la civilización antigua.

En tercer lugar, - y en ello radica un gran motivo de esperanza- la fe católica responde


a la verdad de la situación humana. Algo que todos saben aunque a veces pretendan ignorarlo.
Todos estamos seguros de que somos libres y responsables; que somos pecadores y estamos
necesitados de perdón. Sabemos que somos cuerpos vivos, que la muerte es una desgracia
para la persona corporal, y que la existencia es absurda sin una esperanza de resurrección.
Sabemos además que el mundo es víctima de la culpa y que los ambiciosos proyectos en pro
de una sociedad perfecta, ya sea por medio de una revolución ya sea por medio del desarrollo
tecnológico, son vanos.
Nuestros corazones están hechos para un desarrollo humano integral, que incluye la
amistad íntima con Dios, si bien no se limita a ella. Nuestros corazones no descansarán hasta
que despierten en la nueva Jerusalén que Jesús hará descender del cielo cuando vuelva en
gloria y majestad.

Finalmente, al pensar en la situación actual y en el futuro de la Iglesia, la esposa de


Cristo, no podemos olvidar que, tratándose de una realidad hecha de hombres y para hombres,
ella no es inmune a las duras pruebas de la condición humana, lo mismo que Jesús no lo fue.

Jesucristo alcanzó solamente un éxito limitado en su misión. Vino a salvar a las ovejas
perdidas de la casa de Israel, pero su fiel dedicación a la misión que le fue encomendada
acabó con una muerte en la Cruz. Sin embargo, su fracaso humano le llevó a la Resurrección,
no por medio de un poder inmanente a la creación y a la historia, sino por un acto recreador
de Dios, que fue merecido por el sacrificio de Cristo. Lo mismo sucede con la Iglesia. Ella
puede fallar y ser derrotada en no pocas cosas y maneras. Pero, del mismo modo que el
Espíritu Santo permaneció en Jesús durante su pasión y su muerte, así Jesús y su Espíritu
permanecen en la Iglesia en medio de la presente agitación y en todos sus sufrimientos a lo
largo de la historia. Ella vencerá, junto con el Señor, por medio de su cruz.

La Iglesia no es un vehículo ligero puesto a nuestra disposición para que nos conduzca
al cielo mientras nos relajamos en él y descansamos plácidamente. No, la Iglesia es una forja
abrasadora, ruidosa y con barro. En ella forjamos, a golpe de martillo, nuestra personalidad y
las relaciones que Dios quiere que duren para siempre, al tiempo que practicamos las buenas
obras que él nos prepara por adelantado.

Dios lleva a término su obra redentora de tal modo que nos ofrece, a cada uno de
nosotros, unas oportunidades maravillosas de vivir la fidelidad, la nobleza y la santidad
heroicas. Si queremos aceptar su ayuda, Dios nos dará todo lo que necesitemos - más ayuda
cuanto más arduos sean los tiempos- a fin de aprovechar las ocasiones que Él nos va
presentando, sacar el máximo partido de ellas.

Si vivir la vida cristiana en nuestro tiempo es algo más arduo que en otras épocas,
deberíamos agradecérselo a Dios. Con ello nos da una oportunidad de ser mejores hombres y
mayores santos, puesto que nos ofrece también el mayor poder que necesitamos para hacer
frente a los mayores retos del ambiente.

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