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6/5/2020 Consideraciones sobre «El marxismo y la cuestión nacional española» de Santiago Armesilla – El Repúblico Hispano

El Repúblico Hispano

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y filosofía política en español del grupo RH

Felguerinos en Héctor Ortega agosto 19, 2019agosto 19, 2019 4,739 Words

Consideraciones sobre «El marxismo y la cuestión


nacional española» de Santiago Armesilla

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Santiago Armesilla sentado a la izquierda de Gustavo Fernando Bueno, en pie y con la obra en la mano, en la
conferencia de presentación del libro en la Fundación Gustavo Bueno

[Reproducimos el artículo que Héctor Ortega -miembro de Repúblico Hispano- publicó en El Viejo
Topo en el que se tritura la obra de Santiago Armesilla (presentada en la Fundación Gustavo Bueno)
que lleva por título «El marxismo y la cuestión nacional española»]

“En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del
nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el
nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación
pequeña.” Acerca del Problema de las Nacionalidades o sobre la “autonomización”, Lenin 31/XII/1922
“Nacionalismo burgués e internacionalismo proletario: tales son las dos consignas antagónicas irreconciliables, que
corresponden a los dos grandes campos de clase del mundo capitalista y expresan dos políticas (es más, dos
concepciones) en el problema nacional.”. (Lenin -Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 13)

Santiago Armesilla ha escrito un libro ambicioso, complejo, denso, con multitud de variables en las que
se remueven gran cantidad de ideas filosófico-políticas. El autor trata de tomar partido e indicar caminos
a través de uno de los temas que han vuelto a la actualidad, y uno de los temas de nuestro tiempo: el
nacionalismo, con especial referencia a España. Creo, no obstante, que muchos de los argumentos del
libro son incoherentes e idealistas, y que el autor tiende a buscar en la literatura que referencia
argumentos para justificar sus apriorismos, sin abordar una verdadera aproximación inductiva a los
temas que aborda.

Armesilla opina que la idea de patria en general, y en España en particular, ha sido “regalada” a la
burguesía por el proletariado, sin contraprestación alguna. Y esto ha sido posible porque no se han
entendido bien los textos marxistas al respecto, debido especialmente a la repercusión en España del
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krausismo que habría impedido la aparición de “un marxismo netamente español y en español, y por
extensión Iberoamericano”.(1)

El libro empieza presentando las principales ideas marxistas, en concreto las desarrolladas por el
materialismo histórico de Marx y Engels, continuadas o modificadas por los marxistas posteriores como
Lenin, Stalin o Luxemburgo; o “degeneradas” y “tergiversadas”, según el autor, por los marxistas
socialdemócratas y comunistas alemanes, austríacos y españoles.

Sobre España, trata la problemática en torno a su construcción nacional y aborda otros temas nacionales
específicos: Rusia, Polonia, Irlanda, Austria-Hungría, Suecia o Noruega a través de los cuales va dando
cuenta de lo que las principales corrientes marxistas, socialdemócratas y anarquistas sostuvieron sobre el
problema de las nacionalidades y sobre el derecho de autodeterminación, para con ello indicar cuál sería
la posición verdaderamente comunista sobre la cuestión nacional, para terminar por proponer una
resolución desde el presente al problema social, histórico y “universal” de España.(2) O lo que es lo
mismo, a través de la asunción “comunista” del patriotismo español, propone una “dictadura del
proletariado” que supere la lucha de clases en España, para que por fin pueda crearse un Estado “nacional,
patriótico, centralista, unicameral y jacobino”.

Además, sobre España, si como afirma el autor, Marx se equivocó respecto a Irlanda y Reino Unido, que
tan profundamente conocía, ¿cómo sostener que todo lo dicho en unos cuantos artículos, por mucho que
nos admiren las grandes intuiciones y capacidad de análisis de Marx, cierran de una vez por todas el
debate sobre el problema de la construcción nacional en España(3)

Programa del libro y primeros problemas

Sin embargo, pese al despliegue teórico y conceptual, su meritorio ensamblaje histórico (diríamos
historicista) y su ambición “universalista”, el libro es una aproximación fallida y contradictoria, como un
“lecho de Procusto” teorético que trata de pasar al marxismo, al nacionalismo, al materialismo filosófico y
a España por quicios, por decirlo suavemente, por los que no caben. Para ello no deja de recurrir a
recortes, repliegues y ocultamientos con los que tratar de justificar unas tesis previamente establecidas. Y
esto, quizá, solo se pueda entender si partimos de las intenciones programáticas del libro, antes que de
las académicas, pues no deja de vincularse a un “proyecto comunista y marxista en español para España e
Iberoamérica” que el autor estaría tratando de implementar. Un programa que pensado desde un futuro
comunista, solo se aguanta a base de ensombrecer, simplificar y ocultar el pasado, pues solo desde esta
perspectiva metodológica podrá sostener afirmaciones, constantes en el libro, del tipo: “nos atrevemos a
asegurar que la suerte de este libro será pareja a la suerte de la nación y de sus clases trabajadoras”.

Para salvar los problemas con los que se encuentra Armesilla al desarrollar sus argumentos, echa mano,
por un lado, del “análisis concreto del caso concreto”, y por el otro, de los conceptos de un supuesto
“bolchevismo Occidental” frente a uno “Oriental”. Con esta división entre bolchevismos “cierra” una
propuesta (que solo encontramos esbozada polémicamente y “ad hoc” desde los diferentes autores
marxistas tratados) con la que trata de justificar las distintas evoluciones de los partidos comunistas en
los Estados en dónde éstos han encontrado peso político. De ahí que, usando “el caso concreto”, corrija los
postulados en donde la teoría no se sostiene. Así, habla de variaciones sobre el “bolchevismo Occidental”
en Irlanda (en dónde “Marx se equivocó”), Noruega o Polonia; o llega a sostener cosas tan paradójicas
como que el Imperio austro-húngaro fue un tipo de “bolchevismo Oriental”.(4)

Armonismo monista

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De tanto simplificar, el libro acaba organizándose en torno a ciertos dualismos monistas (5) . Como en el
caso que acabamos de señalar sobre el bolchevismo, otros argumentos operan como variables maniqueas
y reduccionistas, conceptos e ideas tales como puedan ser la oposición entre España y la anti España
(“leyenda negra e hispanofobia”); la de una Civilización única (cultura) frente a la Barbarie (naturaleza); o
asimismo el proletariado contra la burguesía y, su par correlativo, el comunismo (socialismo) contra el
capitalismo.

Junto a estos dualismos aparecen también algunos monismos armonicistas, como el encaje del obrero
como clase unitaria o superadora de clases a escala nacional; la indistinción del Estado respecto de la
forma política nacional, y la “armonía preestablecida” entre los Estados “comunistas” como idea límite,
pues por un lado la doctrina marxista que se sostiene prevé la desaparición de las diferencias nacionales,
y por el otro, el autor confiere a la unidad nacionalista la característica principal de su proyecto
comunista, llegando a pedir el principio de una coordinación (o fusión) internacional de las diferentes
Estados.

Ello le llevará a sostener en la página 45, citando a Marx y a Engels como argumentos de autoridad, con
añadidos suyos:

“Esta elevación de los trabajadores a la condición de clase nacional tiene un sentido civilizatorio, en tanto tiene
como objetivo su universalización, el no cerrarse a escala nacional. Marx y Engels señalan, por tanto, que el
internacionalismo proletario, en sentido político, está intrínsecamente unido a dicha elevación a condición de clase
nacional: «-Los comunistas solo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las
diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el
proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases del
desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del
movimiento en su conjunto.» (Marx y Engels, 1848:39).

“El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen de día en día con el desarrollo de la
burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las
condiciones de existencia que le corresponden. El dominio del proletariado los hará desaparecer más deprisa todavía.
La acción común del proletariado, al menos el de los países civilizados [hoy prácticamente todos, en tanto la
Civilización realmente existente en todo el mundo, con mayor o menor profundidad y entremezclada con
elementos autóctonos de las naciones que ha alcanzado [sic], es judeocristiana y grecorromana; añadido nuestro], es
una de las primeras condiciones de su emancipación. En la misma medida en que sea abolida la explotación de un
individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra”. (Marx y Engels, 1848:46). [La
negrita es mía, en cursiva las citas directas de Marx y Engels].

Aquí vemos aparecer la “armonía preestablecida”, pues por una parte el autor propugna la
profundización y la diferencia entre las naciones, al sostener un nacionalismo cultural sustancialista y
homogéneo para cada Estado, con uniformidad de lengua, cultura, tradiciones, moral y territorios; y, por
otra, sin embargo, este mayor nacionalismo cancelaría las diferencias dialécticas entre los Estado-nación
con diferentes territorios, tradiciones, lenguas y culturas, debido al acoplamiento inter-nacional de esas
sociedades organizadas bajo la “dictadura del proletariado”. Pero claro, y aquí aparecen las oscuridades,
para empezar la historia del siglo XX no le da la razón, y por ello se ve obligado a no decir nada sobre los
conflictos políticos acaecidos entre las diversas dictaduras del proletariado, como la de la URSS con
Yugoslavia en la década de los 40, o el conflicto sino-soviético en la década de los 50-60. Paradójicamente
el autor acaba postulando que el fin del “bolchevismo oriental” habría sido la no superación de las
diferencias intranacionales por un exceso de fe en la creencia de la compatibilidad internacional:

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“El bolchevismo oriental triunfó revolucionariamente pero su consideración del “derecho de autodeterminación”
selló su tumba cuando en febrero de 1991 un referéndum en (sic) realizado en toda la URSS apoyó el
mantenimiento de la Unión, hasta que en agosto Rusia se saltó este resultado y destruyó la Unión Soviética […]
entre 1989 y 199 se produjo la bancarrota del bolchevismo oriental. Los efectos de tal bancarrota siguen presentes y
son de onda larga. Quizá, y esta afirmación es polémica, con la balcanización de Yugoslavia y la desmembración de
Etiopía, Checoslovaquia y la Unión Soviética, haya finalizado el proceso de descolonización de Europa oriental y de
Asia” Pg. 195

Cuestión nacional e historia marxista

Esto significaría, entiendo, que la cuestión nacional no había quedado resuelta ni concluida, ni por la
acción ni en las previsiones teóricas de los movimientos proletarios. Es más, el nacionalismo
“occidental” contra el bloque soviético supuso el pacto liberal con el fascismo, el nazismo y los diferentes
caudillismos militares que trataron de frenar la extensión comunista proclamando un nacionalismo
esencialista (racista, culturalista, orgánico) de Estado, como sostiene Gustavo Bueno(6).

Fue precisamente por este motivo que desde la plataforma imperial rusa, la de los zares, se tuvo que
modificar la teoría marxista, por vía de la praxis, sobre la nación y el Estado. Ya desde sus inicios, en
época de Lenin y Trotsky, pero sobre todo en época de Stalin, con el “socialismo en un solo país”, como
antesala a la “la Gran Guerra Patria” contra la Alemania de Hitler (y que tras la victoria de la II GM,
debieron administrar como territorio imperial). Por eso no deja de llamar la atención que Armesilla no se
refiera en ningún momento a conflictos nacionales tan sonados como fueron los de Georgia o el de
Ucrania desde el principio de constituirse la URSS. Conflictos sobre los que el mismo Lenin daría cuenta
a fines de diciembre de 1922, estando ya inválido, cuando dictó su “testamento político”:

“Se dice que era necesaria la unidad del aparato. ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de ese mismo
aparato ruso que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi diario, hemos tomado del zarismo,
habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético? […] En estas condiciones es muy natural que la
“libertad de separarse de la unión”, con la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender a
los no rusos de la invasión del ruso genuino, chovinista, en el fondo un hombre miserable y dado a la violencia como
es el típico burócrata ruso. No cabe duda que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos y sovietizados se
hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como la mosca en la leche […]

Sería un oportunismo imperdonable si en vísperas de esta acción del Oriente, y al principio de su despertar,
quebrantásemos nuestro prestigio en él aunque sólo fuese con la más pequeña aspereza e injusticia con respecto a
nuestras propias nacionalidades no rusas. Una cosa es la necesidad de agruparse contra los imperialistas de
Occidente, que defienden el mundo capitalista. […] Otra cosa es cuando nosotros mismos caemos, aunque sea en
pequeñeces, en actitudes imperialistas hacia nacionalidades oprimidas, quebrantando con ello por completo toda
nuestra sinceridad de principios, toda la defensa que, con arreglo a los principios, hacemos de la lucha contra el
imperialismo. Y el mañana de la historia universal será el día en que se despierten definitivamente los pueblos
oprimidos por el imperialismo, que ya han abierto los ojos, y en que empiece la larga y dura batalla final por su
emancipación.” Acerca del problema de las nacionalidades o sobre la “autonomización” (continuación) Lenin,
31/XII/22. Taquigrafiado por M.V.”

O que en 1924 Stalin aún apoyase la posición internacionalista de Lenin en su “Fundamentos del
Leninismo”(7) : “Acabar con el poder de la burguesía y formar un gobierno proletario en un país no es garantía
para la completa victoria del socialismo. La tarea principal del socialismo -la organización de la producción
socialista- sigue pendiente. ¿Se puede llevar adelante esta tarea con la victoria del socialismo en un país, sin contar
con el esfuerzo y apoyo del proletariado de los distintos países desarrollados? No, eso es imposible. Para derrocar a
la burguesía no bastan los esfuerzos de un solo país, la historia de nuestra revolución lo confirma. Para la victoria
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final del socialismo, para la organización de la producción socialista, no bastan los esfuerzos de un país, en
particular de un país campesino como Rusia. Para esta tarea se requieren los esfuerzos del proletariado de los países
desarrollados. Esta es la característica principal de la teoría leninista de la revolución proletaria”. Pero que en
noviembre de 1926 Stalin afirmaba exactamente lo contrario: “El partido siempre toma como punto de partida la
idea de que la victoria del socialismo en un país, y que esa tarea puede ser llevada adelante con las fuerzas de un
solo país”.

Ahora bien, el “socialismo en un solo país” se puede entender como la evidencia de la contradicción que
se encontraron los comunistas soviéticos ante las reticencias o problemas para consolidar un proyecto
político desde la teoría de un “proletariado como clase universal”. Pues el Estado no deja de ser, desde la
teoría del materialismo filosófico, una apropiación territorial, una propiedad privativa de los medios de
producción a escala estatal. Esto sea cual sea la propiedad de los medios de producción, pues privativos
son los recursos y riquezas sobre los que se ejerce jurisdicción burocrática, quedando vedados para las
demás sociedades políticas extra-nacionales.
Conclusión

Sin embargo, Armesilla nos ofrece en el libro una posición sobre el internacionalismo que no explica los
caminos que se habrían de recorrer el “bolchevismo Occidental” para evitar los problemas con los que se
encontraron los “bolcheviques Orientales”, salvo ideas teleológicas como decimos con fuerte contenido
armonista. En la actualidad, a pesar de las transformaciones a que obligan las nuevas tecnologías, los
Estados, absorbidos cada vez más en un sistema-mundo posindustrial y financiero, se encuentran
integrados en cadenas jerarquizadas de distribución de la producción y de división internacional del
trabajo y del consumo. En donde un Estado-nación mediano no podría extraerse a este entorno, por lo
que no podrá dejar de participar en la circulación internacional de la plusvalía, aportando la suya propia,
aunque sea en forma burocrática estatal comunista, como explicó Marx en su Crítica al programa
(estatista) de Gotha. Y por esto se detectan grandes dosis de idealismo cuando el autor señala como
camino medianamente realista un tipo de “comunismo españolista” que cancelaría no solo a la dialéctica
de clases interna al Estado (que el autor refiere a unas condiciones que no sabremos cuales serán, pero
que “llegarán”), sino que suprimiría la dialéctica entre los Estados, bien sea en una plataforma
iberoamericana o europea, o bien tras la “revolución mundial” completa con la llegada del comunismo
final. Y es que aún que demos por buena la llegada del comunismo final, Armesilla tampoco señala ni
aporta las coordenadas mínimas que puedan salvar la contradicción que esconde su modelo
“occidentalista” de Nación. Pues al ofrecer un pacto con Iberoamérica y una lucha a muerte contra la U.E.
y los EE. UU. no advierte, que “el bloque occidental de sociedades capitalistas que tienen secuestradas
sus patrias a sus clases obreras, y que actúan como monopolios colonialistas” tendría mucho más
sentido como un movimiento socialista antes a escala europea. Ya que es ahí en dónde, según sus
postulados, se darían las condiciones para una revolución que buscase un “centralismo democrático,
jacobino, unicameral”. Pues ¿por qué no arrebatar desde el proletariado europeo los poderes comunes
europeos para hacer una revolución comunista de mayor radio? Y es que sino, siguiendo sus
argumentos ad hominem los conceptos positivistas con los que justifica el imperialismo tales como el
“nacionalismo”, la “Razón”, la “Civilización” o la “cultura superior”, no se podrían entender de otro modo
que el que implica tener que echar mano de las mayores plataformas políticas capitalistas que se dan en
la actualidad, esto es, las formadas por la U.E. o los EE.UU. (y China) ¿caben mayores estructuras
políticas “civilizatorias”, “universales”, “cristianas y grecorromanas”? Porque si como vimos arriba afirma
Armesilla que solo existe una “Civilización”, ¿bajo qué criterios oponerse a la civilización
“anglogermana” formada por los EEUU y sus organizaciones internacionales (OTAN, FMI, BM, ONU) y
por la misma U.E. en su evolución imparable hacia el socialismo?

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Pues para promover luchas legítimas democráticas, sociales, culturales, feministas, antirracistas contra el
neocolonialismo depredador no encontraremos en el libro ni la escala ni los argumentos que son
necesarios. El libro no explica por qué habría que elegir una “plataforma supraestatal” sobre otra para
garantizar mejor la revolución comunista en todas las naciones que avanzan hacia el “bolchevismo
Occidental”, antesala del mundial. Porque sostener que estos organismos son depredadores o
colonialistas no deja de ser la misma evidencia que se les presentaba a Marx, Engels, Lenin o Hobson. La
cuestión sigue siendo en cómo lograr la transformación proletaria en forma de “dictadura” de manera
internacional o supraestatal que enfrente o subvierta a esos grandes bloques. Pero sostener que “llegará”
sin ni siquiera atender a las dificultades que ya se han presentado en el pasado es cuando menos
idealista, y recuerda bastante a aquel Barón de Munchausen, que se tiraba del propio pelo para no caerse
o sostener en el aire.

El libro de Armesilla podría haber sido vanguardista en los años 30. Pero en la segunda década del siglo
XXI se queda en utópico y desenfocado, pues lo que presenta como solución comunista no deja de ser
una forma de reduccionismo nacionalista de Estado, sin que se alcancen a ver de qué manera los
problemas sobre las diversidades culturales, las identidades y las formas políticas en el presente
quedarían resueltas en la uniformidad, homogeneidad y represión propuesta por el autor . Además,
tener como modelo la construcción nacional del siglo XIX implica el borrado y la minusvaloración de las
atrocidades cometidas en nombre del progreso nacional, esto es, las guerras de exterminio entre
naciones y el colonialismo más depredador de unas sobre otras.

Notas:

(1) Conclusión que recorre casi los mismos autores, pero en sentido contrario para España y el derecho de
autodeterminación, que la que propuso Andreu Nin (1) allá por el año 1934; aunque su “Unión de Repúblicas
Socialistas de Iberia” no deje de tener paralelismos, salvando la escala, con la “Alianza Socialista Iberoamericana”
propuesta por Santiago Armesilla. El marxismo y los movimientos nacionalistas, 1934: “España, como hemos
indicado ya más arriba, pertenece a la categoría de los estados plurinacionales, cuya formación ha precedido al
desenvolvimiento capitalista. En todos los grandes estados de Europa — como hace observar Marx en sus
luminosos estudios sobre la revolución española — las grandes monarquías se crearon sobre las ruinas de las clases
feudales, la aristocracia y las ciudades. En los demás países,”la monarquía absoluta apareció como un centro de
civilización, como un agente de unidad social. Fue como un laboratorio en el cual los distintos elementos de la
sociedad se mezclaron y transformaron, hasta tal punto que les fue posible a las ciudades sustituir su independencia
medieval por la superioridad y la dominación burguesa”.[1] En cambio, en España la monarquía absoluta ”hizo
todo cuanto dependió de ella para entorpecer el aumento de los intereses sociales, que trae aparejada consigo la
división natural del trabajo y una circulación industrial múltiple, y así suprimió la única base sobre la cual podía
ser fundado un sistema unificado de gobierno y de legislación común. He aquí por qué la monarquía absoluta
española puede ser más bien equiparada al despotismo asiático que comparada con los otros estados europeos”. [2].
Karl Marx. La revolución española. Editorial Cenit, 1929, p. 78.”
h ps://www.marxists.org/espanol/nin/1934/marxismo_movimientos_nacionalistas.htm
(h ps://www.marxists.org/espanol/nin/1934/marxismo_movimientos_nacionalistas.htm)
Para una crítica en extenso sobre el marxismo español puede consultarse el trabajo de José Luis Pozo Fajarnés
Destrucción del libro de Santiago Armesilla, El marxismo y la cuestión nacional española aparecido en el número
186 de la revista digital El catoblepas: h p://www.nodulo.org/ec/2019/n186p01.htm
(h p://www.nodulo.org/ec/2019/n186p01.htm)

(2) Karl Marx contra los Nacionalismos. Selección Constantino Bértolo. Ed. Catarata, 2017.

(3) Suspiros de España, el nacionalismo español 1808-2018, Xosé M. Núñez Seixas, Ed. Crítica, 2018

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(4) Una formación occidental y europea como fueron los territorios ocupados por el imperio austro-húngaro,
territorios sobre los que se formarían naciones tan “occidentales” como Alemania, Italia o la propia Austria o
Hungría los tiene que convertir en “orientales” para encajarlos en su teoría sobre las revoluciones liberales, quizá
sin advertir que antes hay que verlo como una organización política imperial, que tiene sus propios ritmos y
evoluciones, pero que en ningún caso estaban atrasadas o desconectadas de las “Occidentales”. Y sin advertir
creemos, que el marxismo triunfó sobre todo en sociedades agrarias que harían su transformación política moderna
industrial luchando contra el colonialismo depredador de los Estados-nación liberales.

(5) Gustavo Bueno, que construirá gran parte su materialismo filosófico criticando la idea de materia monista
manejada desde la filosofía del Diamat, lo expresa de la siguiente manera: “Marx ha mantenido siempre levantada
la guardia crítica sobre los obligados pronósticos acerca del futuro de la humanidad. Pero en ocasiones fugaces, su
pensamiento parece organizado también según líneas que obedecen a la estructuración agustiniana: la fraternidad
entre todos los hombres no podrá establecerse en presencia de la sociedad política, el Estado. Marx ha enseñado, sin
embargo, la necesidad dialéctica -Crítica al programa de Gotha- de pasar por la utilización del Estado, del poder
político y del desarrollo tecnológico. Pero la fraternidad del género humano sólo se cumple tras la abolición del
Estado. Pero sólo a través del Estado. Como (según san Agustín) también solo a través de la ciudad terrena, del
imperio, puede la Ciudad de Dios, la Iglesia, llegar a ser Iglesia Universal. El proyecto de socialismo en un solo país
(en un Estado) es así un proyecto contradictorio dado que el socialismo, como la Iglesia católica, afecta al género
humano (es la contradicción en un solo estado). El cristianismo es ecuménico, y son los mismos príncipes quienes
tienen que impulsar la propagación de la fe entre los fueles (al igual que son los príncipes de los estados socialistas -
los “príncipes modernos” en el sentido de Gramsci- que tienen que extender la revolución a las demás naciones. Y
entonces -otra vez las fórmulas metafinitas- cada uno estará al servicio de todos, y todos estarán al servicio de cada
uno, y los unos al servicio de los otros. Nada de organización igualitaria, nada de retribución obediente a una
justicia conmutativa propia de un estado burocrático: a cada cual, el todo le dará según sus necesidades, de cada
cual, de cada una de las partes, el todo esperará recibir todo lo que puedan dar sus capacidades” págs. 343 y 344;
Gustavo Bueno -Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Ed. Mondadori España, S.A. 1989- Tampoco no
todo dualismo es un monismo, habría que analizar el contexto y las relaciones en cada par planteado, pero se podría
decir en general que “los modelos racionales explicativos monistas que la tradición nos ofrece manifiestan siempre
un trasfondo dualista: el ser y el no ser en el monismo eleático de Parménides; los par y lo impar en la concepción
pitagórica; la luz y las tinieblas del dualismo zoroástrico, etc. […] los dualismos no permiten liberarnos del
monismo, porque los dos principios se mantienen unidos como aspectos de un mismo campo, como las caras de un
dios Jano, como el Yin y el Yang. El mínimo requerido para un planteamiento operatorio de racionalización de un
campo no es la díada, sino la tríada. […] Por ello dejaremos de lado las interpretaciones dualistas de la estructura
del Estado en general y del Antiguo Régimen en particular; interpretaciones dualistas (implícitas en tantos
historiadores llamados positivos) cuyos principales modelos serían el de san Agustín por un lado, y el de Marx por
otro;” el Mito de la Derecha, págs.. 99 y 139 Gustavo Bueno

(6) “Los partidos fascistas y nazis fueron creados a partir de la victoria de los aliados, entre ellos el Imperio inglés
declinante y el Imperio norteamericano emergente, sobre Alemania e Italia en la Primera Guerra Mundial”. El
Mito de la Derecha: ¿qué significa ser de derechas en la España actual? Gustavo Bueno, Ed. Temas de Hoy, 2008.
pg. 285.

(7) Epistemologías del Sur Boaventura de Sousa Santos y María Paula Meneses (eds.), Akal 2.014

(8) Geopolítica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial; Inmanuel Wallerstein, ed. Kairós, 2007

(9) La violencia y los enfrentamientos de las culturas; J. M. Pérez-Prendes y Muñoz de Arraco, Ed. Iustel 2004

Héctor Ortega

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