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Recuerdo con mucha claridad uno de los aniversarios de

matrimonio de mis padres. Había una abundante cena


dispuesta en la mesa con todo tipo de alimentos.
Todos nos sentamos a comer muy bien vestidos. Antes de
comenzar, mi padre agradeció los años junto a mi madre.
Él transmitía su felicidad por la familia que había
construido. ¡Me alegró mucho escucharlo!
Yo en ese momento no entendía la importancia de sus
palabras, menos mi hermana que hacia morisquetas a sus
espaldas. Nada mejor lo hacia mi abuelo, quien dormía en
el sillón. Mi abuela solo se preocupaba por alimentar a su
gatito regalón que estaba bajo la mesa. Solo mi mamá
miraba con atención, reflejando en su rostro la verdadera
importancia que tenían las palabras de mi padre.
Cuando el discurso finalizó, todos volvimos a poner
atención en la mesa, donde los manjares se agolpaban.
Estábamos en eso, cuando el gato salto sobre la mesa
¡Ayyy!! ¡Dios mío! Gritó mi abuela. El animal cayó en la
torta y asustado empezó a pillarse la cola. Todos
quedamos bañados en merengue y crema, pero riéndonos
al ver nuestras caras adornadas con barbas blancas y
bigotes azucarados. ¿Podrías tu contar alguna anécdota de
tu familia?

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