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Santiago 1:27

Una reflexión contextual

¿Cómo describir estos rostros? No son los de ancianos, no son los de hombres expuestos
al sol en razón de su trabajo. Son rostros de niños y niñas; sí, de pequeños, de bebés que
apenas naciendo se encuentran con la dura realidad de una vida abordada por el dolor y la
enfermedad, por el maltrato y el abandono, por la indiferencia y la insensibilidad, por la
maldad de otros llamados seres humanos que les violan, les engañan y les explotan. “Los
hijos de nadie”. Ellos están por toda Latinoamérica, especialmente en Centroamérica. Lo
sé porque los vi en el país donde nací en Colombia, los veo en los documentales y
reportajes de otras naciones, los veo ahora muy cerca en Panamá.

Recuerdo una reunión de oración en el año 2008 cuando una de las jóvenes de la Iglesia
China nos compartió que Dios inquietó su corazón a través de unos estudios bíblicos que
estábamos haciendo en la Iglesia con el libro de Santiago. En particular 1.27: “La religión
pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las
viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo” (NVI).

A partir de allí comenzamos a buscar Albergues que pudiésemos visitar e iniciamos el


recorrido, visitamos dos y luego un tercero, “Metro Amigo”, que nos impactó. Se
encuentra en el mismo espacio que comparte con una correccional de menores. Claro
está, separados por los muros; pero estos chicos y chicas, niños y niñas viven dentro de la
casita asignada, bajo llave cuando no está el tutor. Estudian allí, y su vida se desarrolla en
este ambiente.

Por razones diversas dejamos de ir, y comenzamos a visitar otro albergue; después de 5
años Dios nos llevó nuevamente allí, el más vulnerable que hay en Panamá, hay niños
abandonados por sus padres aún recién nacidos, niños especiales con diversas
discapacidades; niños maltratados por la violencia intrafamiliar, o porque sus padres
cometieron un delito grave y fueron a la cárcel, o extranjeros que viajaron trayendo droga
como mulas y fueron llevados a la cárcel y sus hijos al albergue, y por último los niños que
por su conducta en otros albergues son reubicados allí, “el lugar donde nadie quiere
estar” cuando hablamos con ellos lo primero que nos piden es que les saquemos de ahí.

Hemos caminado en un proceso muy muy lento pues como en muchas iglesias, se cumple
con ir una vez al año como un acto religioso más que de misericordia, y la nuestra no es la
excepción, somos parte de una Iglesia étnica que vela por las necesidades de su
comunidad china, que ha sido agredida por el local, pues ellos también son extranjeros en
Panamá. ¡Que paradojas!, enseñamos que parte del carácter del cristiano se evidencia
cuando hacemos bien al prójimo y nos compadecemos en su dolor, lo cual nos lleva a la
identificarnos con ellos; pero lo que vivimos es lo opuesto, el prójimo sólo produce
lástima, unas cuantas oraciones, unas migaja de pan, pero nada que nos comprometa con
él. Damos grandes argumentaciones para justificar nuestras acciones pero no logramos
articular el evangelio de Jesucristo, de las buenas nuevas, con nuestros huérfanos pobres,
nos perdemos en medio de nuestras propias necesidades muchas veces egoístas.

Sin embargo Dios nos da nuevas oportunidades para servirles y hemos aprendido en el
camino a ser más intencionales y frecuentes con nuestras visitas para compartir con ellos
el amor que transforma vidas, el que nos ofrece Jesús. Antes teníamos prejuicios de
acercarnos mucho por los piojos, las enfermedades de piel muy frecuentes, y otras como
el Sida, pero ahora nos sentamos juntos a la mesa y compartimos el alimento que les
preparamos, jugamos con ellos, miramos juntos la palabra con dramas, canciones,
dinámicas dentro de sus casitas que por unos momentos dejan de ser cárceles para
convertirse en un lugar de apertura, de risa y juego, también nos han permitido usar
espacios abiertos para jugar campeonatos de futbol aunque en una ocasión uno de los
chicos aprovechó para fugarse del albergue. Dios nos ha dado cada vez más espacios para
entrar, nos ha dado Su gracia con el director, antes entrábamos con identificación en
mano y previas solicitudes por carta para aprobar la visita, ahora chateamos con el
director para definir la fecha de la visita, hemos ido aprendiendo cuáles son las verdaderas
necesidades de estos chiquillos como les llaman aquí a los niños y niñas, hemos orado por
ellos y nos hemos gozado de los progresos que el lugar va teniendo, es Dios que ama a los
huérfanos y nos enseña con sus acciones. No puedo dejar a un lado el testimonio de
Mailyn, le conocimos cuatro años atrás, arisca, aislada, vestía y se comportaba como niño,
y poco a poco en medio de un lugar que se torna agresivo Dios la tomó y la transformó, en
Diciembre del año pasado le vimos con su cabello largo y una sonrisa y rostro radiante, ya
no más su rostro de amargura, envejecido, le pregunté cuál es la razón de tu belleza y
respondió le di mi vida a Jesús. Ahora recién que fuimos ya le habían dado salida y
seguimos orando que sea una discípula que impacte a otros rostros envejecidos para que
sean transformados en rostros radiantes y hermosos.

Las palabras en Santiago nos invitan a conocer el accionar de Dios en nuestro tiempo y a
entender en la práctica obediente a sus mandatos, que la misericordia nos lleva un paso
más allá de la religiosidad.

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