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LECTURA

LA PIRAMIDE TRÓFICA, LA BIOMASA Y LA BIOECONOMÍA


Pablo Nardone

Hace miles de años, la humanidad aprendió a cultivar los alimentos, y sacar provecho del
natural flujo de energía y materia en la naturaleza, interactuando con los diferentes niveles
de las cadenas alimentarias.

El primer eslabón, o primer nivel trófico, de cualquier cadena alimentaria está conformado
por las plantas (productores), que tienen la capacidad de transformar la energía lumínica
del sol en energía que pueda ser utilizada por el resto de los seres vivientes. Ellas son las
únicas productoras ya que disponen de un proceso muy complejo que les permite fabricar
su propio alimento y, a partir de él, construir sus propios tejidos vegetales, es decir la
biomasa.

La biomasa es “el conjunto de materia orgánica renovable de origen vegetal,


animal o procedente de la transformación natural o artificial de la misma”
(Secretaría de Energía de la República Argentina, 2008). Todos los tipos de
biomasa provienen de la luz solar y se originan gracias al proceso de
fotosíntesis vegetal —mediante el cual las plantas extraen dióxido de carbono
del aire y lo transforman en sustancias orgánicas—. De esta manera, la
energía solar se convierte en energía química, que se acumula en
compuestos orgánicos como los polisacáridos o las grasas, y es luego
incorporada y transformada por los seres del reino animal, incluyendo entre
ellos al hombre.

Lo hacen a partir de los elementos y compuestos inorgánicos del medio, en presencia de


agua y con la intervención de la luz solar como aporte energético. Este proceso
fundamental para todos los seres vivos que llevan a cabo las plantas es la fotosíntesis, y
tiene una importancia clave para la bioeconomía y para la humanidad en su conjunto
(Esto se retomará en otros Cursos Modulares)

Posteriormente, los animales comen las plantas y aprovechan esos compuestos


orgánicos para crear su propia estructura corporal, que en algunas circunstancias servirá
también de alimento a otros animales. Estos animales constituyen los siguientes
eslabones de la cadena alimentaria, es decir, los siguientes niveles tróficos de los
ecosistemas. Por último, encontramos a los descomponedores, como es el caso de los
hongos o las bacterias, que se alimentan de la materia orgánica muerta y los desechos, y
devuelven así al ambiente, los nutrientes que pueden ser reciclados y utilizados por los
productores primarios, las plantas. De esta forma, se completa el ciclo.
Figura 1: La pirámide trófica

Figura 1. Extraído y modificado de http://4bg-naturalmente.blogspot.com/2012/05/piramide-


trofica.html

Una de las acepciones del concepto de biomasa reconocidas por la Real


Academia Española (RAE) alude a la materia orgánica que se genera a
través de un proceso biológico (ya sea inducido o espontáneo) y que puede
emplearse para producir energía. Se trata de la acepción más popular, ya
que se utiliza en el ámbito de la producción energética. En este caso, la idea
está centrada en la biomasa “útil”, es decir, la que puede aprovecharse para
la generación de energía: las plantas fotosintetizan transformando energía
lumínica en energía química que queda almacenada como materia orgánica.
La misma puede ser recuperada al quemarla por combustión directa o
transformándola en biocombustibles por medios físicos, químicos o
biológicos.

En Latinoamérica existen las condiciones agroecológicas necesarias para la producción


de las principales fuentes de biomasa que pueden ser utilizadas con diferentes destinos
productivos e industriales. La biomasa disponible para la generación de bioenergía y
puede asociarse:(i) al sector forestal, teniendo en cuenta a los bosques nativos, las
plantaciones forestales, así como un amplio espectro de residuos de las actividades
forestales y silvícolas: residuos de industrias forestales y aserraderos, de la poda y
cosecha de algunos cultivos, tales como los provenientes de plantaciones de olivo,
viñedos, plantaciones de cítricos y otros frutales, (ii) a los cultivos agrícolas; (iii) a los
subproductos y residuos de la producción agrícola y agroindustrial, y (iv) a los
subproductos y residuos de la producción animal. A esta clasificación, también pueden
agregarse residuos orgánicos urbanos de todo tipo, como los domiciliarios, como el aceite
de los restaurants y casa de comida, entre otros.

La creciente demanda de biomasa a nivel mundial, tanto en forma de productos agrícolas


primarios como de materia prima para diferentes formas de uso, ha comenzado a cambiar
la producción agrícola y la estructura de precios a nivel global. Tal como sugieren Virchow
et al (2012), estas transformaciones están llevando a que la agricultura pase de ser un
sector alimentario a un complejo sector de suministro y procesamiento de biomasa, en el
que la utilización de diferentes cultivos y materias primas y productos intermedios es más
flexible de lo que era en el pasado. Parte de este desarrollo puede dar lugar a cadenas de
valor fusionadas, sobre todo a nivel de la transformación y del comercio, y a efectos de
cascada que permitan utilizar y reutilizar la biomasa en un grado muy alto, por medio del
reciclaje y teniendo a un enfoque de “cero residuos”. No obstante, la biomasa sólo se
vuelve valiosa a través del procesamiento y por eso, resulta central dónde y cuánto valor
se agrega a los productos basados en biomasa.

El conocimiento de los procesos biológicos permite intervenir en el flujo natural de la


energía y la materia de dos modos: en primer lugar, diseñando procesos y tecnologías
que maximicen el aprovechamiento de la biomasa por un lado, y en segundo lugar,
creando nuevos productos.

En otras palabras, la Bioeconomía abre camino a la industrialización eficiente y


sustentable de la biomasa.

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