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ESCUELA NACIONAL DE

ANTROPOLOGIA E HISTORIA

NOMBRE: Jiménez Prieto Christian Valentin

LICENCIATURA: Etnohistoria

MATERIA: Historia Universal II

SALÓN: P-110

PROFESOR: Axel Sanabria García.

TEMA: Control de lectura.

FECHA DE ENTREGA: 28 de Abril del 2020


HEROES, MALVADOS Y BUFONES.

Por primera vez, se lograba una cierta igualdad social imaginada, donde pueblo,
“amos”, e institución eclesiástica, compartían el mismo espacio. Allí, en el aspecto
carnavalesco se resaltaba el papel del pueblo, con una serie de elementos que lo
convertían en un espectáculo único. La utilización de máscaras que ayudaban no
sólo, al no reconocimiento del otro, sino a mostrarse en una faceta alterna, aquella
en donde los sentimientos de las personas afloraban sin ningún tipo de restricción.

El tema de las máscaras es más importante aún. Es el tema más complejo y lleno
de sentido de la cultura popular. La máscara expresa la alegría de las sucesiones
y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido
único, la negación de la tonta auto identificación y coincidencia consigo mismo, la
máscara es una expresión de las transferencias, de las metamorfosis, de la
violación de las fronteras naturales, de la ridiculización de los sobrenombres; la
máscara encarna el principio del juego de la vida, establece una relación entre la
realidad y la imagen de la vida individual, elementos característicos de los ritos y
espectáculos más antiguos

Así mismo, los disfraces a través de su poder de transformación, servían de


catalizadores de lo que se odiaba o de lo que se quería. También la ropa, utilizada
en momentos festivos, rompía con los límites impuestos por la oficialidad para
entrar en el mundo de lo ideal:

En este caso, los personajes son figuras periféricas del mundo social. Los reyes,
duques, príncipes y otros nobles; los fantasmas, las calaveras, los diablos y otros
personajes del mundo de las sombras; los griegos antiguos, romanos, escoceses
y chinos, de los confines del mundo conocido, los ladrones, payasos, prostitutas
marginales, malandros, presidiarios y otras figuras extremas que lo cotidiano sólo
revela dolorosamente.

Los principales símbolos en el ámbito del carnaval, estaban determinados


lógicamente por estos elementos, sin embargo permanecían otros que no habían
perdido relevancia: los gestos, especialmente en momentos de mayor
efervescencia durante el evento; el lenguaje popular, caracterizado por la
familiaridad en el trato con el resto de miembros de la colectividad; pero, también
estaban inmersas las groserías, los juramentos, las parodias y todo aquello que en
el momento subvirtiera el orden existente, pues, era en ese lapso de tiempo donde
el hombre podía desinhibirse de los sentimientos que “normalmente” tenía que
reprimir. Las imágenes grotescas, contribuyeron así mismo, a dar un toque de
diversión en detrimento del miedo impuesto por la iglesia, y se convirtieron en
símbolos claves en la constitución de cualquier festividad carnavalesca, entre
otras imágenes representadas durante la celebración medieval, está el de las
mujeres ancianas embarazadas, las cuales representaban la dualidad de la
muerte “dando a luz” una nueva vida. De alguna manera muchas de estas
manifestaciones perviven en el carnaval actual.

El aspecto ambivalente y dicotómico estaba presente en el ambiente que rodeaba


al individuo dentro de la sociedad, es decir en el aspecto natural. Así, para el
propio cuerpo, se establecía lo “malo y bueno”, la parte superior corpórea era lo
recto y honesto, debía protegerse; y la inferior, la pecadora y nociva del ser
humano, y por lo tanto era fuertemente reprimida. El clero cumplió un papel
fundamental en esta dicotomía, asociando la parte baja con la satisfacción de los
placeres “grotescos”, y con la acción de excretar las sustancias inservibles.

De esta manera, las partes “inferiores materiales” se transformaron en las zonas


en donde ya no sólo estaban situadas las zonas del pecado, sino en donde se
daba vida a un nuevo ser. Así, los excrementos y la orina se constituyeron en
símbolos ambivalentes, era una degradación concebida como destrucción y
sepultura, pero todas las actitudes degradantes de esta clase son ambivalentes, la
tumba que cavan es una tumba corporal, la zona de los órganos genitales, es lo
que fecunda y da a luz. Esta es la razón por la que las imágenes de la orina y los
excrementos guardan un vínculo sustancial con el nacimiento, la fecundidad, la
evocación y el bienestar.

De igual manera, la imagen del diablo cumplió un papel fundamental como imagen
grotesca, logrando desmitificarse como un ser sobrenatural al que se debía temer,
para convertirse en un elemento integral que hiciera parte de la cosmovisión del
ritual, “pero el diablo del misterio no es solamente una figura extra oficial, es
también un personaje ambivalente y se parece, desde este aspecto, al tonto y al
bufón. Representa la fuerza de lo “bajo material” y corporal que da la muerte y
regenera. En las diabladas, los personajes de diablos se daban aires
carnavalescos.”

Así, se logró atenuar el miedo ejercido por la iglesia, situándolo en un espacio


ambivalente que permitía, mediante los ritos carnavalescos, ridiculizar los temores
y pasarlos a un plano de lo burlesco: la gula, el temor a Dios, la risa, el pecado, la
oscuridad, la intolerancia, la intimidación y las hogueras eclesiásticas entre otras,
fueron transferidos al plano popular, para convertirse en acciones alegres e
irónicas. La imposibilidad de la iglesia por detener este movimiento se hizo tan
evidente que en un primer momento trataba de controlar e incluir dentro del
carnaval, conductas religiosas que ayudaran a los individuos a la “salvación de sus
almas”, adoptando imágenes y oraciones para retornar al respeto que se había
debilitado. En este sentido, el proceso del carnaval logró mantener elementos
sacro profanos, sin que se impusieran uno sobre los otros, hubo una correlación
en la cual, el acontecimiento pudo reconocerse y celebrarse en su total dualidad.

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