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Pablo Escobar
años.
de su historia.
Deportivo Pereira".
ganancias.
estudios universitarios.
dólares.
una.
amores: Millonarios.
balazos.
guerra de carteles.
fútbol
en realidad recibía.
dinero ilegal:
Colombia.
encadenado.
narcotráfico".
activos agravado.
Pino Castrillón.
de Antioquia.
Las grabaciones demuestran que Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge ‘40’ tenía injerencia en el equipo
Valledupar. La Fiscalía investiga la participación de Carlos Mario Jiménez, ‘Macaco’, en varios equipos
profesionales
En los años 80, el fútbol profesional colombiano vivió una época dorada. Cinco veces los clubes del país
llegaron a la final de la Copa Libertadores, y en 1989, el Atlético Nacional hizo historia al quedarse con el
mayor título continental. El buen fútbol era la norma del rentado local. Pero con el tiempo se hizo
evidente que esa racha positiva estaba salpicada por recursos de los carteles de la droga, cuyos capos
eran dueños de los principales equipos: los Rodríguez Orejuela, del América; Gonzalo Rodríguez Gacha,
de Los Millonarios, y Pablo Escobar y sus compinches, de los equipos antioqueños. Fue un duro
aterrizaje. Se juró, entonces, erradicar de una vez por todas los dineros calientes de ese deporte. Mucho
se dijo que habría controles y se acabaría con la informalidad. Ahora sí reinaría la transparencia. Y el
narcotráfico dejaría de influir sobre el fútbol colombiano. Pero nada pasó.
Son cada vez mayores los indicios de que el narcotráfico -con su nueva vestimenta de paramilitar- siguió
en el fútbol. Ahora son los tentáculos de 'Jorge 40', 'Macaco' y 'Don Berna' los que carcomen ese
deporte. Y como ocurrió hace 20 años, la justicia sigue rezagada. Muchas de las investigaciones que
adelantan los fiscales de la Unidad para la Extinción de Dominio y Lavado de Activos llevan más de ocho
o 10 años en etapa preliminar. Ante el fútbol, la justicia ni cojea ni llega. Es diciente que frente al caso
del América -en que los Rodríguez Orejuela aceptaron ser los dueños y entregaron acciones como parte
de su acuerdo con la justicia gringa- aún hay pleitos judiciales sobre quiénes son los dueños de los
predios del club y sobre si hubo dineros ilícitos.
Durante los últimos años, las directivas del fútbol colombiano han negado la infiltración de los
paramilitares y los narcotraficantes, a pesar de las crecientes evidencias. Ni el asesinato de Gustavo
Upegui, el presidente del Envigado Fútbol Club en 2006, ni la designación de uno de los miembros de la
Federación Colombiana de Fútbol en la lista Clinton (Óscar Ignacio Martán), ni la detención este año por
las autoridades norteamericanas de Eduardo Méndez, el presidente de Independiente Santa Fe (ver
recuadros), los hizo cambiar de parecer. Pero no eran casos aislados. SEMANA conoció unas
conversaciones interceptadas al jefe paramilitar 'Jorge 40' en enero de 2005 (ver recuadro) y una
denuncia del revisor fiscal del Deportivo Independiente Medellín que develan el grado de penetración
de la delincuencia organizada en varios clubes profesionales.
En las conversaciones, 'Jorge 40' habla como todo un directivo del deporte. Consultando varias fuentes
conocedoras del fútbol profesional, SEMANA pudo establecer que su interlocutor sería un directivo del
Valledupar Fútbol Club, que en ese momento participaba en el torneo de ascenso.
En la grabación, 'Jorge 40' le informa que tiene disponibles varios jugadores del América y del Real
Cartagena para reforzar ese equipo, y que serían prestados por Mauricio Idárraga Rodríguez, primo
hermano y supuesto testaferro de William Rodríguez Abadía -hijo del extraditado Miguel Rodríguez-.
"Es que ellos tienen una cantidad de muchachos buenos. Son de por allá del América. Pero es que ellos
tienen en todo. Ellos tienen en Real Cartagena", le dice el jefe paramilitar a su interlocutor. Hay otro
elemento que llama la atención y por lo menos la curiosidad: que el Valledupar Fútbol Club aceptara
jugadores del Real Cartagena. Pocas semanas antes de la citada conversación, los dos equipos habían
jugado una de las semifinales más polémicas en la historia del torneo de la B. Faltando cinco minutos
para terminar el juego, el Cartagena hizo los cuatro goles que le hacían falta para jugar la final. Cuatro
goles en cinco minutos, un récord digno de Ripley. Con un 5-0, sacaron al Cúcuta Deportivo. Según 'Jorge
40', "ellos (los del Real Cartagena) conmigo tienen cierta gratitud".
De la conversación también queda claro que los Rodríguez no sólo seguían teniendo participación en el
América, sino además controlaban el Real Cartagena, equipo con el que burlaban las restricciones que el
gobierno norteamericano le había impuesto al club caleño al incluirlo en la lista Clinton.
En la parte final de las grabaciones se habla sobre la posibilidad de que el jefe paramilitar sea uno de los
dueños de un club profesional. "Compremos ese equipo, la ficha de ese equipo y nos quedamos los
vallenatos con eso", le dicen a 'Jorge 40', quien acepta reunirse con el accionista mayoritario.
Este no es único hecho notorio que pone en entredicho las afirmaciones de los directivos de la
Federación Colombiana de Fútbol, según las cuales es un mito la presencia de dineros calientes y de
personas de dudosa reputación. El 3 de noviembre de 2004, Juan Bautista Ávalos, entonces revisor fiscal
del Deportivo Independiente Medellín (DIM), denunció ante la Fiscalía General graves irregularidades
del equipo que estaba encargado de vigilar. No es usual que el mismísimo revisor fiscal de una empresa
la denuncie penalmente. Bautista acusa en particular a Rodrigo Tamayo Gallego y Luis Fernando
Jiménez, quienes son investigados por supuesto testaferrato, lavado de activos, elusión de impuestos y
falsedad documental, entre otros.
Tamayo fue propietario del DIM entre 1988 y 1992, pero, según el revisor fiscal, por enfrentamientos y
ajustes de cuentas aparentemente con Diego Murillo Bejarano, 'Don Berna', debió ceder su control a
Julio César Villate. Tamayo, quien según la denuncia habría sido socio de Pablo Escobar, se quedó
finalmente con el 82 por ciento del equipo en 1998. Cuando retomó el control, el revisor fiscal le dijo a la
Fiscalía que puso el grueso de sus acciones en cabeza de familiares, amigos, empleados y otros
testaferros, entre los que se encuentra el actual vicepresidente, Luis Fernando Jiménez.
A pesar de que formalmente no aparecía como socio mayoritario, Tamayo manejó el Medellín como una
tienda y utilizó el equipo como un mecanismo para cubrir millonarias operaciones aparentemente de
dineros ilícitos, según Bautista. Otro aparte de la denuncia dice que, con la ayuda de la contadora Soraya
del Pino; la tesorera Claudia Giraldo, y la directora financiera del club, su sobrina Claudia Toro Tamayo,
creaban millonarias cuentas por pagar inexistentes a nombre de familiares, jugadores, empleados e
incluso de nombres sacados del directorio, que iban a parar al bolsillo de Rodrigo Tamayo.
Bautista también explica cómo ese hombre presuntamente se apropió de dineros de la transferencia de
jugadores, y pone como ejemplo el traspaso de Jhon el 'Choronta' Restrepo. Éste fue vendido por
1.080.000 dólares al Cruz Azul de México, pero con anuencia del entonces presidente del Medellín,
Javier Velásquez, se autorizó a Tamayo para recibir el dinero. Finalmente, al DIM sólo ingresaron
400.000 dólares, mientras el resto del dinero se esfumó. Esta modalidad de lavado de activos ha sido
denunciada en múltiples oportunidades en muchos equipos, pero por primera vez se documenta de
forma precisa. Según la ley, todos los recursos deben ingresar a los equipos y no a personas naturales.
Hasta los árbitros se habrían favorecido de esos manejos irregulares. El revisor fiscal denuncia cómo en
la final de 2004 entre Nacional y el DIM, Javier Velásquez le pagó 10 millones de pesos al árbitro por
haber pitado 'bien'. "El pago se hizo el 30 de junio de 2004 con dineros de la taquilla a Lisbeth Johana
Ramírez, bajo el concepto de compra de rollos de papel, aleluyas, bombas, tiras rojas y azules, dinero
que después fue girado en una cuenta de Davivienda", le dijo Bautista a la Fiscalía. DIM salió campeón.
También describe cómo se pagaron dos veces sobornos a agentes de la Dian, para que aceptaran las
contabilidades adulteradas.
A pesar de que el revisor fiscal dice que entre 2001 y 2003 el DIM tuvo utilidades por más de 9.000
millones de pesos, éstas fueron retiradas por órdenes de pago por conceptos de bonificaciones, gastos
de años anteriores, comisiones, pagos a testaferros, y gastos de Rodrigo Tamayo. Por esta razón, el
equipo siempre estuvo en crisis.
La Fiscalía pudo determinar que en 2005 a Tamayo y su familia le fueron cedidos casi 7.000 derechos,
que representan cerca del 80 por ciento del club. En esta operación, para la Dijín y la Fiscalía, quedó en
evidencia que Tamayo había usado testaferros para ocultar la propiedad del club, lo que está legalmente
prohibido. Precisamente esa concentración de acciones le permitió vender el equipo, a través de una
fiducia, a la sociedad Sueños del Balón, empresa que tiene como socios mayoritarios a los técnicos
Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez, Juan José Peláez y Víctor Luna, al médico Juan Osorio Ciro y al
siquiatra Carlos Palacio. Dada esta historia del Medellín, una la de las tareas de la Fiscalía será
determinar si realmente el equipo fue vendido o si fue una simulación.
Es increíble que a pesar de todos los escándalos de corrupción, de dineros calientes, del asesinato de
jugadores, árbitros y dirigentes deportivos, entre otros, el fútbol siga igual o peor que hace 20 años. Ni
el Estado con Coldeportes y la Supersociedades, ni la misma Federación han podido controlarlo.
Los narcotraficantes y los paramilitares encontraron en el fútbol un terreno perfecto para mover otra de
sus pasiones: el dinero. Gracias a una legislación débil y ambigua, y a un Estado permisivo, los equipos
pudieron mover millonarias sumas con una infraestructura administrativa y financiera pequeña.
Jugadores, que salían de sus semilleros o compraban a bajos precios, fueron vendidos después por cifras
millonarias, lo que permite 'lavar' activos de manera rápida y segura. Además, las millonarias taquillas
eran usadas como caja menor por quienes mandaban en los equipos.
El país no aguanta más anuncios de limpieza y transparencia. Requiere acciones que garanticen un juego
limpio. Que de una vez por todas, los equipos queden sometidos en un régimen legal unificado, de
sociedades anónimas y transparentes, inscritas en Bolsa y con operaciones controladas por el Estado.
Esto, para que los clubes sean verdaderas empresas, con activos reales, y no clubes de papel.
La Fiscalía también debe demostrar que la justicia está por encima del fanatismo deportivo. Es
inexplicable que muchas de estas investigaciones tengan origen en un documento que produjo la
Supersociedades en 1995, y que a pesar de las evidencias y las irregularidades, no haya un sólo
condenado. Es una vergüenza que los dineros calientes que denunció el inmolado ministro de Justicia
Rodrigo Lara Bonilla, en 1983, sigan alimentando el fútbol