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La historia negra del fútbol nacional

Pablo Escobar

Los vínculos entre el fútbol y el narcotráfico no

son nuevos, se remontan a finales de los 70's con

el interés en la pelota de los nacientes capos

como Pablo Escobar. La situación de Santa Fe con dineros ilegales vuelve a

despertar uno de los capítulos más oscuros en el

balompié colombiano. El rojazo no es el primer club

que tiene este lunar, ni el último...

La operación Cuenca del Pacífico dejó un señalamiento

inesperado. En medio de la captura de sospechosos y

de la confiscación de varios millones de dólares, salió

el nombre de Independiente Santa Fe como beneficiario

del dinero del narcotráfico.

La situación, por supuesto, ha generado todo tipo de

reacciones. En el club piden que los investiguen para

aclarar todo, algunos hinchas asumen que todo es

cierto y se muestran decepcionados, otros ven con

temor que su equipo puede terminar en la 'Lista

Clinton' con todos los problemas financieros que eso

puede implicar y, lo más curioso, muchos seguidores de

otros equipos señalan ahora a sus rivales y los acusan

de "mafiosos" recordando los años recientes de

bonanza cuando el rojazo llegó a ser denominado por

un sector de la prensa como el "Ferrari".


Lo cierto es que en el fútbol colombiano casi nadie

puede tirar la primera piedra al hablar de vínculos con

el narcotráfico, pues esto ha sido el mayor lunar de

nuestro campeonato profesional en los últimos 30

años.

América en 'Lista Clinton', Millonarios bajo la égida de

la Dirección Nacional de Estupefacientes, los ex

dirigentes del Medellín que fueron capturados hace

poco, el asesinato del manager general de Envigado ,

los vínculos de los paramilitares con el Pereira... es

una historia negra que el mundo del fútbol trata de

ignorar en parte por vergüenza y en parte porque esa

relación entre mafia y clubes es la que tiene a la gran

mayoría de estos últimos en la peor crisis económica

de su historia.

Por eso, porque no ha sido sólo un pecado de Santa

Fe, América, Millonarios o Medellín, para hablar de los

casos más famosos, Futbolred le cuenta eso que nadie

más quiere contar: cómo empezó esta oscura historia

entre el fútbol y el narcotráfico que en los últimos años

se trasladó también al paramilitarismo.

¿Cómo entraron los narcos al fútbol?

El 21 octubre de 1983 el entonces Ministro de Justicia

Rodrigo Lara Bonilla le dijo a todos los medios

nacionales e internacionales que "los equipos de fútbol


profesional en poder de personas vinculadas al

narcotráfico son Atlético Nacional, Millonarios, Santa

Fe, Deportivo Independiente Medellín, América y

Deportivo Pereira".

Era la primer vez que alguien hacía una denuncia

pública con nombres propios de lo que todos

murmuraban desde hacía años: que dineros sucios

estaban entrando al fútbol de la mano de personajes

que habían aparecido repentinamente en las élites

regionales con cantidades de plata que no podían tener

una justificación legal. Era la primera vez, además, que

el gobierno hacía algo en contra de los narcotraficantes

a quienes no había logrado atacar en otros frentes. El

fútbol era su punto débil.

El problema había aparecido a mediados de los 70's.

Los primeros narcotraficantes en Colombia fueron los

marimberos de la Guajira y Santa Marta, que a finales

de los 60's empezaron a dominar las rutas de tráfico

de marihuana ganando increíbles sumas de dinero. Sin

embargo, con los 70's y la popularización de la

cocaína, el negocio se expandió dejando aún más

ganancias.

Estos narcotraficantes, nuevos ricos, fueron vistos con

complacencia pues, ante la crisis económica de la

administración López Michelsen en el 75, con un


estancamiento de la agricultura, un descenso en la

construcción, la transformación del país de exportador

a importador de petróleo, los altos índices de

desempleo, la inflación y los paros que se sucedían

unos a otros, estos personajes eran los únicos con la

capacidad económica de generar empleo e inversiones.

Sin embargo, la tradicional elite colombiana no los

recibía con agrado en su círculo social pues, a fin de

cuentas, a pesar de tener mucho dinero los nuevos

ricos, o "mágicos" como se les empezó a llamar,

provenían de clases humildes y, en el mejor de los

casos, de una clase media con apenas intento de

estudios universitarios.

Así que, a pesar de crear y comprar empresas y

propiedades que los distinguieran como una clase

empresarial e inversionista, y que sobre todo ocultaran

sus actividades ilícitas y justificaran sus fortunas, los

nuevos ricos necesitaron un medio de unirse e

integrarse a la elite y la solución para esto fue el fútbol.

Las elites regionales habían tenido una transformación

en cuanto al fútbol desde los años 10 pues pasaron de

ser los practicantes del deporte a ser los dirigentes

deportivos. El prestigio nacional que había adquirido un

personaje como Alfonso Senior al ser el gestor de El

Dorado, además de los buenos resultados económicos


que presentó este periodo para la dirigencia, hizo que

muchos personajes de sociedad seguidores de un

equipo se vincularan con dinero a su club favorito

durante los 60 y comienzo de los 70, con el fin de ser

parte y responsables de las victorias del cuadro.

El mejor ejemplo de esto fue el Santa Fe campeón de

1975, cuya junta directiva contaba con tradicionales

hinchas del equipo pertenecientes a la elite bogotana

como los periodistas Guillermo Cortés y Daniel Samper

Pizano y con el empresario Fabio Pardo como

vicepresidente, pero, en general, todos los clubes

colombianos a mediados de los 70 contaban entre sus

socios a distinguidos industriales y empresarios.

Pero la crisis económica de esos años empezó a

cambiar las cosas. El fútbol profesional, como

espectáculo, necesita de estrellas para resultar

atractivo al público y esas estrellas acostumbraban a

cobrar en dólares, algo que se volvió insostenible para

los equipos que recibían devaluados pesos por taquillas

y empezaron a funcionar al debe.

La crisis en el Once Caldas a comienzos de los 70, por

ejemplo, llegó a tal punto que ni siquiera el ingreso de

socios capitalistas pertenecientes a las más respetadas

familias de Manizales pudieron hacer atractivo a un

equipo que no entraba nunca a los hexagonales finales


y que, por tanto, no llamaba la atención masiva de

público por lo que en 1972 tuvo que venderle el

patrocinio de su camiseta a la Industria Licorera de

Caldas y pasaría a llamarse por muchos años el Cristal

Caldas, en alusión al aguardiente de su patrocinador.

La llegada del patrocinio de la empresa privada fue un

aliciente al que no muchos clubes se quisieron unir en

un comienzo, sobre todo los históricamente grandes

que veían en esto una muestra de debilidad, pero que

con el tiempo se volvió obligatorio para hacer buenas

contrataciones y, por tanto, buenas campañas que era

lo que el público exigía.

La Dimayor trató de darle un respiro económico a los

clubes reglamentando la alineación titular de máximo

cuatro extranjeros por equipo, buscando así reducir los

gastos de sus socios, pero el dominio extranjero era

histórico e inmediatamente surgió la regla empezaron a

aparecer las nacionalizaciones de jugadores argentinos,

uruguayos, paraguayos y brasileños que, a pesar de

aparecer como colombianos en las planillas, firmaban y

cobraban sus contratos con tarifas de extranjeros y en

dólares.

El resultado de todo esto fue que al finalizar los 70 y

empezar los 80, los equipos grandes del país enteraron

en crisis y, en medio de esa búsqueda de fondos,


aparecieron los "mágicos" que, en su búsqueda de

aceptación y apoyo social, se convirtieron en los

redentores económicos del fútbol colombiano.

Cada capo con su equipo

En 1977 Gilberto Rodríguez Orejuela, que junto a su

hermano Miguel y un amigo llamado José Santacruz

Londoño había establecido una sólida ruta de tráfico de

cocaína hacia EE.UU. y ya era respetado como gran

empresario vallecaucano, siendo propietario de

múltiples empresas como Drogas La Rebaja y el Grupo

Radial Colombiano, buscó comprar acciones del

Deportivo Cali , el mejor equipo de los últimos quince

años, en cuya junta accionaria se podría codear con

muchos miembros de la alta sociedad caleña.

La estructura de la Asociación Deportivo Cali, que

impide socios mayoritarios, prohibía que Rodríguez

Orejuela controlara el club como era su intención y,

además, el presidente de la institución, Alex Gorayeb,

se opuso desde un comienzo a que un hombre de

fortuna desconocida entrara a formar parte de los

accionistas del equipo.

Miguel Rodríguez, en cambio, era uno más de los

sufridos seguidores del América de Cali , el equipo

popular del Valle que nunca había conseguido un

campeonato y, a diferencia de Gilberto, él no estaba


dispuesto a que la elite ignorara quién era el hombre

más rico del departamento.

En 1979 el equipo sale campeón de la mano del

director técnico Gabriel Ochoa Uribe y con un gran

esfuerzo económico de la junta directiva, que contrató a

los paraguayos Gerardo González Aquino y Juan

Manuel Bataglia. El gasto del primer título de los

"diablos rojos" hizo necesaria la presencia de nuevos

accionistas y, de esta forma, el 4 de enero de 1980

Miguel Rodríguez Orejuela pasó a ser el accionista

mayoritario y, prácticamente, el dueño del club.

En Medellín las cosas se presentaron de igual forma

pues, mientras un nuevo benefactor altruista llamado

Pablo Escobar Gaviria inauguraba canchas de fútbol y

repartía mercados en los barrios más pobres de la

ciudad con un programa político llamado "Medellín sin

tugurios", muchos de sus socios en la mafia organizada

del departamento de Antioquia se hacían dueños de

Atlético Nacional y Deportivo Independiente Medellín .

Pablo Correa y Héctor Mesa se hicieron con el mayor

paquete accionario del DIM al comenzar los 80 y

ambos serían hallados abaleados un par de años

después en lo que las autoridades consideraron

"vendettas" entre mafiosos. El mecenazgo del equipo

pasó entonces a manos de Darío Ocampo, un nuevo


rico que, según el libro La Coca Nostra, entre sus

propiedades contaba con Villa Salsa, una finca con

cinco discotecas de diferentes tipos de música cada

una.

La familia Botero Moreno era la tradicional propietaria

del Atlético Nacional desde 1962, y era a la vez dueña

de varias casas de cambio. Pero extrañamente su

capital creció de gran forma durante los 70, cuando

estos establecimientos supuestamente entraron en

crisis, llegando a tener el capital suficiente para

comprar el Hotel Nutibara de Medellín, el más lujosos

de la ciudad y uno de los más exclusivos del país, por

lo que se les empezó a vincular con el lavado de

dólares del grupo de mafiosos de Antioquia.

A comienzos de los 80 un lugarteniente de Pablo

Escobar que actuaba en el Magdalena Medio, el cual se

había formado en la delincuencia al contrabandear

esmeraldas y asesinar rivales y tenía un especial gusto

por la cultura mexicana y el fútbol, entraba a dominar

la tercera parte de las acciones del club de sus

amores: Millonarios.

Se trataba de Gonzalo Rodríguez Gacha, un campesino

de Pacho Cundinamarca que, gracias al narcotráfico,

las esmeraldas y a la imposición violenta sobre sus

enemigos se había convertido en uno de los hombres


más ricos del país y que, por su gusto por las

rancheras, los caballos y la cultura popular "manita",

fue conocido como "El Mexicano".

Millonarios estaba en una gran crisis deportiva y

financiera al comenzar 1982. Reflejó de lo primero era

que desde el título de 1978 el equipo no participaba en

ninguna final, y de lo segundo que, al comenzar el año,

por cada peso que le ingresaba a Millos se gastaba

1.75 en el mantenimiento de la nómina, por lo que se

necesitaba con urgencia una capitalización.

De esta forma entraron como socios mayoritarios

Gonzalo Rodríguez Gacha y Edmer Tamayo Marín, con

sus respectivas familias, y, la silla que alguna vez había

ocupado un caballero adusto y formal como Alfonso

Senior, pasó a ser de un tipo de camisa abierta hasta el

ombligo, botas texanas y sombrero vaquero con plumas

de colores que estaba comprando todas las tierras

posibles en el Magdalena Medio, y que invitaba a sus

amigos a su finca en Pacho a comer marrano muerto a

balazos.

En Santa Fe pronto los nuevos inversionistas

desplazaron a los tradicionales socios que se veían

incapaces de soportar toda la carga económica.

Guillermo "la chiva" Cortés denunció que dineros sucios

estaban entrando al equipo y se retiró del mismo


cuando el dominio pasó a manos del Grupo Inverca de

Cali cuyos principales accionistas eran Fernando

Carrillo y, posteriormente, Phanor Arizabaleta, miembro

de la cúpula del grupo de Cali.

El Deportivo Pereira, un equipo tradicionalmente chico,

pasó a ser propiedad exclusiva del excéntrico

multimillonario Octavio Piedrahita a quien se vinculaba

sin pruebas con el grupo de Pablo Escobar y,

sorprendentemente, en 1982 el equipo matecaña quedó

de cuarto en el campeonato. Piedrahita luego sería

presidente de Nacional y luego sería asesinado en la

guerra de carteles.

El negocio del lavado de activos en un equipo de

fútbol

La situación cambiaria y las ventajas que ofrecía la

"ventanilla siniestra", término con el que se denominó la

forma por la que ingresó el dinero ilegal al país con la

bonanza cafetera de los 70's, hicieron que los equipos

de fútbol dejaran de registrar sus pagos en dólares a

los extranjeros pues esto les representaría pérdidas y

que, en los clubes como América y Millonarios en los

que la cabeza visible era un narcotraficante, el equipo

fuera utilizado para lavar dólares.

Esto se hacía de una forma bastante simple: las

transacciones con los equipos extranjeros de donde


salían las figuras se hacían en dólares pero se

registraban en pesos en el Banco de la República y,

además, los contratos con estos jugadores extranjeros

eran falsos pues, al tener que establecerse en pesos, se

firmaban por una cantidad menor a la que el futbolista

en realidad recibía.

El mejor ejemplo de esto es el contrato de Julio César

Falcioni, arquero del América campeón de 1982, que

aparecía por 85.000 pesos cuando en realidad se le

pagaban dos millones. Esto transformó el

funcionamiento de los clubes, pues los dueños de los

pases o derechos de los jugadores dejaron de ser los

equipos, en prejuicio para su patrimonio, y pasaron a

ser los socios.

De ahí que, cuando los socios se esfumaron o murieron,

el respectivo equipo entrara en la crisis absoluta como

le pasó a Millonarios tras la muerte de "El Mexicano".

El siniestro matrimonio fútbol-narcos

Estos son algunos de los momentos más vergonzosos

de la historia del fútbol colombiano y su relación con el

dinero ilegal:

- El primero de diciembre de 1981 una avioneta

sobrevoló el estadio Pascual Guerrero de Cali

anunciando la creación del grupo Muerte A

Secuestradores, MAS. Ese día jugaron el primer partido


de la final del fútbol colombiano América y Nacional

mientras los espectadores veían cómo del cielo caían

papeles con un comunicado que decía que 223 capos

aportaron 9 millones de dólares y 2000 hombres

armados para combatir el secuestro y que "van a

ejecutarse tanto los delincuentes comunes como los

grupos guerrilleros... De no ser localizados los autores

directos recaerá la acción sobre sus compañeros en la

cárcel y sobre sus familiares más cercanos". Fue el

primer paso para los grupos paramilitares en Colombia.

- La acusación formal de Lara Bonilla de que el

narcotráfico estaba infiltrado en clubes como Atlético

Nacional, Millonarios, Santa Fe, Deportivo

Independiente Medellín, América y Deportivo Pereira,

hizo que Gonzalo Rodríguez Gacha desapareciera de los

registros de accionistas de Millonarios y todas sus

acciones pasaron a manos de terceros. Miguel

Rodríguez Orejuela apareció como el dueño de sólo el

9% del América. Así nació oficialmente el testaferrato en

Colombia.

- El primer extraditado por narcotráfico en la historia de

Colombia fue Hernán Botero, presidente del Atlético

Nacional, y, en un polémico acto de protesta por esta

decisión del gobierno la Dimayor ordenó suspender la

fecha del 15 de noviembre de ese 1984. La extradición


de Botero llevaría a los capos a formar un grupo

armado que le declaró la guerra al estado llamado "Los

Extraditables", el cual sumió al país en el terror. El logo

de esta organización era la imagen de Botero

encadenado.

- El campeonato de 1989 tuvo que ser cancelado por

las presiones de la mafia. Las apuestas ilegales

condujeron al asesinato del árbitro Álvaro Ortega y la

Dimayor suspendió el torneo en noviembre de ese año.

- La lista de dirigentes del fútbol asesinados por sus

vínculos con el narcotráfico o sindicados de tenerlos es

larguísima; desde Hernán Botero (Nacional, primer

extraditado), pasando por Eduardo Dávila (Unión

Magdalena, sindicado de tráfico de marihuana) e

Ignacio Aguirre, alias 'El Coronel' (Tolima, asesinado en

los 80's), hasta César Villegas (acusado de ser el

testaferro de Phanor Arizabaleta en Santa Fe y

asesinado en 2002) y Juan José Bellini (presidente de

la Federación y ex dirigente del América vinculado con

el Proceso 8.000 por sus nexos con el Cartel de Cali).

- En los últimos tiempos Eduardo Méndez (Santa Fe)

fue extraditado, Gustavo Upegui (Envigado) fue

asesinado por el jefe de la "Oficina de Envigado", alias

Don Berna; doce ex dirigentes del Medellín terminaron

en la cárcel, así como al Pereira se le relacionó con


Carlos Mario Jiménez, alias 'Macaco'.

- La directora de la Unidad Antinarcóticos de la

Fiscalía, Ana Margarita Durán, señaló esta semana, tras

la Operación Cuenca del Pacífico, que "tenemos que

mirar la responsabilidad individual y no podemos hablar

del equipo en general, ni de los socios. Pero sí hay por

lo menos evidencia clara y elementos probatorios que

encaminan a que, efectivamente, este club deportivo

(Independiente Santa Fe) sí recibió dinero por parte del

narcotráfico".

¿Cuándo se acabará esta maldición? Sólo cuando

Coldeportes tome cartas en el asunto y ponga a

marchar de verdad a los clubes profesionales.

La Sala Penal del Tribunal Superior de

Medellín , tras resolver el recurso de apelación

presentado por la Fiscalía, revocó la sentencia

absolutoria, y condenó a los exdirigentes del club

Independiente Medellín, Rodrigo Tamayo Gallego y

Mario de Jesús Valderrama, por el delito de lavado de

activos agravado.

Tamayo Gallego, socio mayoritario del club entre 1998

y 2006, fue condenado a nueve años y ocho meses de

prisión, mientras que Valderrama Gómez, expresidente

entre 1998 y 2000, purgará ocho años de cárcel, según

información entregada hoy por la Fiscalía General de la


Nación.

En la misma decisión, el Tribunal dejó en firme las

absoluciones del también expresidente del Medellín,

Francisco Javier Velásquez González, y de las

empleadas Claudia Patricia Toro Tamayo, directora

administrativa, y de la contadora Soraya Patricia del

Pino Castrillón.

De acuerdo con la Corporación Judicial, la Fiscalía

demostró que los hoy condenados permitieron el lavado

de más de 1.700 millones de pesos (921.324 dólares),

mientras estuvieron al frente del club rojo de la capital

de Antioquia.

Fútbol, narcos y paras

Nuevas grabaciones y varias denuncias en la Fiscalía demuestran que el narcotráfico -disfrazado de


paramilitarismo- sigue metido de lleno en el fútbol.

Las grabaciones demuestran que Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge ‘40’ tenía injerencia en el equipo
Valledupar. La Fiscalía investiga la participación de Carlos Mario Jiménez, ‘Macaco’, en varios equipos
profesionales

En los años 80, el fútbol profesional colombiano vivió una época dorada. Cinco veces los clubes del país
llegaron a la final de la Copa Libertadores, y en 1989, el Atlético Nacional hizo historia al quedarse con el
mayor título continental. El buen fútbol era la norma del rentado local. Pero con el tiempo se hizo
evidente que esa racha positiva estaba salpicada por recursos de los carteles de la droga, cuyos capos
eran dueños de los principales equipos: los Rodríguez Orejuela, del América; Gonzalo Rodríguez Gacha,
de Los Millonarios, y Pablo Escobar y sus compinches, de los equipos antioqueños. Fue un duro
aterrizaje. Se juró, entonces, erradicar de una vez por todas los dineros calientes de ese deporte. Mucho
se dijo que habría controles y se acabaría con la informalidad. Ahora sí reinaría la transparencia. Y el
narcotráfico dejaría de influir sobre el fútbol colombiano. Pero nada pasó.
Son cada vez mayores los indicios de que el narcotráfico -con su nueva vestimenta de paramilitar- siguió
en el fútbol. Ahora son los tentáculos de 'Jorge 40', 'Macaco' y 'Don Berna' los que carcomen ese
deporte. Y como ocurrió hace 20 años, la justicia sigue rezagada. Muchas de las investigaciones que
adelantan los fiscales de la Unidad para la Extinción de Dominio y Lavado de Activos llevan más de ocho
o 10 años en etapa preliminar. Ante el fútbol, la justicia ni cojea ni llega. Es diciente que frente al caso
del América -en que los Rodríguez Orejuela aceptaron ser los dueños y entregaron acciones como parte
de su acuerdo con la justicia gringa- aún hay pleitos judiciales sobre quiénes son los dueños de los
predios del club y sobre si hubo dineros ilícitos.

Durante los últimos años, las directivas del fútbol colombiano han negado la infiltración de los
paramilitares y los narcotraficantes, a pesar de las crecientes evidencias. Ni el asesinato de Gustavo
Upegui, el presidente del Envigado Fútbol Club en 2006, ni la designación de uno de los miembros de la
Federación Colombiana de Fútbol en la lista Clinton (Óscar Ignacio Martán), ni la detención este año por
las autoridades norteamericanas de Eduardo Méndez, el presidente de Independiente Santa Fe (ver
recuadros), los hizo cambiar de parecer. Pero no eran casos aislados. SEMANA conoció unas
conversaciones interceptadas al jefe paramilitar 'Jorge 40' en enero de 2005 (ver recuadro) y una
denuncia del revisor fiscal del Deportivo Independiente Medellín que develan el grado de penetración
de la delincuencia organizada en varios clubes profesionales.

En las conversaciones, 'Jorge 40' habla como todo un directivo del deporte. Consultando varias fuentes
conocedoras del fútbol profesional, SEMANA pudo establecer que su interlocutor sería un directivo del
Valledupar Fútbol Club, que en ese momento participaba en el torneo de ascenso.

En la grabación, 'Jorge 40' le informa que tiene disponibles varios jugadores del América y del Real
Cartagena para reforzar ese equipo, y que serían prestados por Mauricio Idárraga Rodríguez, primo
hermano y supuesto testaferro de William Rodríguez Abadía -hijo del extraditado Miguel Rodríguez-.

"Es que ellos tienen una cantidad de muchachos buenos. Son de por allá del América. Pero es que ellos
tienen en todo. Ellos tienen en Real Cartagena", le dice el jefe paramilitar a su interlocutor. Hay otro
elemento que llama la atención y por lo menos la curiosidad: que el Valledupar Fútbol Club aceptara
jugadores del Real Cartagena. Pocas semanas antes de la citada conversación, los dos equipos habían
jugado una de las semifinales más polémicas en la historia del torneo de la B. Faltando cinco minutos
para terminar el juego, el Cartagena hizo los cuatro goles que le hacían falta para jugar la final. Cuatro
goles en cinco minutos, un récord digno de Ripley. Con un 5-0, sacaron al Cúcuta Deportivo. Según 'Jorge
40', "ellos (los del Real Cartagena) conmigo tienen cierta gratitud".
De la conversación también queda claro que los Rodríguez no sólo seguían teniendo participación en el
América, sino además controlaban el Real Cartagena, equipo con el que burlaban las restricciones que el
gobierno norteamericano le había impuesto al club caleño al incluirlo en la lista Clinton.

En la parte final de las grabaciones se habla sobre la posibilidad de que el jefe paramilitar sea uno de los
dueños de un club profesional. "Compremos ese equipo, la ficha de ese equipo y nos quedamos los
vallenatos con eso", le dicen a 'Jorge 40', quien acepta reunirse con el accionista mayoritario.

Este no es único hecho notorio que pone en entredicho las afirmaciones de los directivos de la
Federación Colombiana de Fútbol, según las cuales es un mito la presencia de dineros calientes y de
personas de dudosa reputación. El 3 de noviembre de 2004, Juan Bautista Ávalos, entonces revisor fiscal
del Deportivo Independiente Medellín (DIM), denunció ante la Fiscalía General graves irregularidades
del equipo que estaba encargado de vigilar. No es usual que el mismísimo revisor fiscal de una empresa
la denuncie penalmente. Bautista acusa en particular a Rodrigo Tamayo Gallego y Luis Fernando
Jiménez, quienes son investigados por supuesto testaferrato, lavado de activos, elusión de impuestos y
falsedad documental, entre otros.

Tamayo fue propietario del DIM entre 1988 y 1992, pero, según el revisor fiscal, por enfrentamientos y
ajustes de cuentas aparentemente con Diego Murillo Bejarano, 'Don Berna', debió ceder su control a
Julio César Villate. Tamayo, quien según la denuncia habría sido socio de Pablo Escobar, se quedó
finalmente con el 82 por ciento del equipo en 1998. Cuando retomó el control, el revisor fiscal le dijo a la
Fiscalía que puso el grueso de sus acciones en cabeza de familiares, amigos, empleados y otros
testaferros, entre los que se encuentra el actual vicepresidente, Luis Fernando Jiménez.

A pesar de que formalmente no aparecía como socio mayoritario, Tamayo manejó el Medellín como una
tienda y utilizó el equipo como un mecanismo para cubrir millonarias operaciones aparentemente de
dineros ilícitos, según Bautista. Otro aparte de la denuncia dice que, con la ayuda de la contadora Soraya
del Pino; la tesorera Claudia Giraldo, y la directora financiera del club, su sobrina Claudia Toro Tamayo,
creaban millonarias cuentas por pagar inexistentes a nombre de familiares, jugadores, empleados e
incluso de nombres sacados del directorio, que iban a parar al bolsillo de Rodrigo Tamayo.

Bautista también explica cómo ese hombre presuntamente se apropió de dineros de la transferencia de
jugadores, y pone como ejemplo el traspaso de Jhon el 'Choronta' Restrepo. Éste fue vendido por
1.080.000 dólares al Cruz Azul de México, pero con anuencia del entonces presidente del Medellín,
Javier Velásquez, se autorizó a Tamayo para recibir el dinero. Finalmente, al DIM sólo ingresaron
400.000 dólares, mientras el resto del dinero se esfumó. Esta modalidad de lavado de activos ha sido
denunciada en múltiples oportunidades en muchos equipos, pero por primera vez se documenta de
forma precisa. Según la ley, todos los recursos deben ingresar a los equipos y no a personas naturales.

Hasta los árbitros se habrían favorecido de esos manejos irregulares. El revisor fiscal denuncia cómo en
la final de 2004 entre Nacional y el DIM, Javier Velásquez le pagó 10 millones de pesos al árbitro por
haber pitado 'bien'. "El pago se hizo el 30 de junio de 2004 con dineros de la taquilla a Lisbeth Johana
Ramírez, bajo el concepto de compra de rollos de papel, aleluyas, bombas, tiras rojas y azules, dinero
que después fue girado en una cuenta de Davivienda", le dijo Bautista a la Fiscalía. DIM salió campeón.
También describe cómo se pagaron dos veces sobornos a agentes de la Dian, para que aceptaran las
contabilidades adulteradas.

A pesar de que el revisor fiscal dice que entre 2001 y 2003 el DIM tuvo utilidades por más de 9.000
millones de pesos, éstas fueron retiradas por órdenes de pago por conceptos de bonificaciones, gastos
de años anteriores, comisiones, pagos a testaferros, y gastos de Rodrigo Tamayo. Por esta razón, el
equipo siempre estuvo en crisis.

La Fiscalía pudo determinar que en 2005 a Tamayo y su familia le fueron cedidos casi 7.000 derechos,
que representan cerca del 80 por ciento del club. En esta operación, para la Dijín y la Fiscalía, quedó en
evidencia que Tamayo había usado testaferros para ocultar la propiedad del club, lo que está legalmente
prohibido. Precisamente esa concentración de acciones le permitió vender el equipo, a través de una
fiducia, a la sociedad Sueños del Balón, empresa que tiene como socios mayoritarios a los técnicos
Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez, Juan José Peláez y Víctor Luna, al médico Juan Osorio Ciro y al
siquiatra Carlos Palacio. Dada esta historia del Medellín, una la de las tareas de la Fiscalía será
determinar si realmente el equipo fue vendido o si fue una simulación.

Es increíble que a pesar de todos los escándalos de corrupción, de dineros calientes, del asesinato de
jugadores, árbitros y dirigentes deportivos, entre otros, el fútbol siga igual o peor que hace 20 años. Ni
el Estado con Coldeportes y la Supersociedades, ni la misma Federación han podido controlarlo.

Los narcotraficantes y los paramilitares encontraron en el fútbol un terreno perfecto para mover otra de
sus pasiones: el dinero. Gracias a una legislación débil y ambigua, y a un Estado permisivo, los equipos
pudieron mover millonarias sumas con una infraestructura administrativa y financiera pequeña.
Jugadores, que salían de sus semilleros o compraban a bajos precios, fueron vendidos después por cifras
millonarias, lo que permite 'lavar' activos de manera rápida y segura. Además, las millonarias taquillas
eran usadas como caja menor por quienes mandaban en los equipos.

El país no aguanta más anuncios de limpieza y transparencia. Requiere acciones que garanticen un juego
limpio. Que de una vez por todas, los equipos queden sometidos en un régimen legal unificado, de
sociedades anónimas y transparentes, inscritas en Bolsa y con operaciones controladas por el Estado.
Esto, para que los clubes sean verdaderas empresas, con activos reales, y no clubes de papel.

La Fiscalía también debe demostrar que la justicia está por encima del fanatismo deportivo. Es
inexplicable que muchas de estas investigaciones tengan origen en un documento que produjo la
Supersociedades en 1995, y que a pesar de las evidencias y las irregularidades, no haya un sólo
condenado. Es una vergüenza que los dineros calientes que denunció el inmolado ministro de Justicia
Rodrigo Lara Bonilla, en 1983, sigan alimentando el fútbol

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