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Lanata, J.L. Discutiendo diferentes modelos de la dispersión humana en las Américas.

Pp:
121-148, En: IV Simposio Internacional El Hombre Temprano en América. Jiménez J.C.,
Serrano C., González A., Aguilar F. [Eds.] Instituto Nacional de Antropología e Historia,
Universidad Nacional Autónoma de México. México: 2011. 332 pp.

Arqueologías Americanas
J Jairo Osorio Giraldo – 04473939

Modelos y predicciones: demografía y ecología en el análisis de la dispersión humana en


América

José Luis Lanata es director del Departamento de Ciencias Naturales y Antropológicas de la


Universidad Maimónides de Buenos Aires y en 2007 recibió el Premio Simón Bolívar de estudios
latinoamericanos de la Universidad de Cambridge. En el 2011 presentó en México su teoría sobre el
poblamiento y la presencia del hombre temprano en América, donde expuso sus principales
argumentos sobre la tasa de crecimiento anual, la dispersión de grupos de cazadores-recolectores en
diversos ecosistemas, y presentó un modelo matemático que toma en cuenta la existencia de 18
ecosistemas diferentes en el continente en lapsos de mil años, así como factores humanos como la tasa de
natalidad y el acceso a recursos alimentarios.
Con este modelo, el equipo encabezado por Lanata hizo proyecciones para trazar el mapa de la
expansión del hombre en América utilizando diferentes tasas de crecimiento poblacional y con base
en estos cálculos probó que con una tasa de crecimiento anual de 1-1.5% los primeros americanos se
abrían extinto.

El texto que reseñamos aborda diferentes modelos de la dispersión humana en las Américas,
asumiendo como premisa que los primeros homo sapiens ingresaron al continente por Beringia hacia
finales del pleistoceno durante la última glaciación y que desde allí se extendieron progresivamente
por todo el continente. Para sostener esta argumentación Lanata presenta una serie de evidencias
materiales y teóricas que sustentan el poblamiento temprano del nuevo mundo y dan cuenta de la
antigüedad del hombre en América. Recurre a diferentes modelos basados en análisis ecológicos y
funcionales, que presentan datos, cifras y cálculos sobre el proceso de dispersión del ser humano en
el continente americano. En términos generales, podemos asumir que se trata de variaciones de un
mismo modelo sobre el poblamiento temprano y la movilidad humana a escala continental que
busca explicar mediante metodologías y conceptos del procesualismo la rápida dispersión de las
sociedades en América y la variabilidad humana y cultural en el continente.

Ahora bien, algunos de los enfoques sobre la dispersión humana en América presentan aspectos
innovadores, que amplían las perspectivas clásicas sobre el poblamiento americano, aunque
mantienen la lectura tradicional de la migración unidireccional y del origen único; de la dispersión
humana espacial y temporalmente regular, marcada por intervalos o tempos precisos, de la
conformación de bandas de cazadores de megafauna herbívora prontamente extinta y de ciertas
fluctuaciones en el proceso de saturación poblacional y crecimiento demográfico.
Lanata acepta la posibilidad de otro tipo de migraciones hacia el continente americano pero las
considera tardías con respecto a la entrada por Beringia, y secundarias con respecto a ésta, aunque
necesarias para explicar la diversidad genética y fenotípica en América. Su artículo inicia con una
revisión de los aspectos históricos y paleoambientales para explicar las condiciones ecológicas que
habrían hecho posible el poblamiento. Igualmente critica el paradigma difusionista y su explicación
basada en el modelo histórico-cultural; y expone las principales evidencias en las que se basaron las
hipótesis pioneras: el descubrimiento de las puntas acanaladas y otras herramientas líticas junto a
restos óseos de megafauna extinta, que amplían las nociones sobre la antigüedad del ser humano en
América, confirmada por las primeras dataciones radicarbónicas; los estudios paleoambientales y
paleoclimáticos que dan cuenta del medio ecológico y el paisaje, así como las excavaciones que
cuestionan los datos sobre la proveniencia norte-sur de los primeros americanos.

Critica asimismo la visión de “Clovis the First”, respecto de los hallazgos arqueológicos de antes de
los 12000 años a.p. en regiones de Sudamérica, y desacredita la hipótesis de las migraciones
transatlánticas desde el oeste de Europa, cuyas similitudes tecnológicas con artefactos líticos
hallados en Norteamérica atribuye a una ‘convergencia tecnológica’ más que a un proceso de
difusión. Afirma que “toda la evidencia disponible en la actualidad muestra a Beringia como única
ruta posible para la primera dispersión de nuestra especie en América”.

Desde una perspectiva procesualista, el análisis de la dispersión humana en América cobra sentido
cuando los estudios paleoecológicos, de acuerdo con evidencia arqueológica, demuestran la
existencia de las condiciones mínimas necesarias para la supervivencia y expansión de las
poblaciones. Según este enfoque hay dos posibilidades para el ingreso por Beringia a Norteamérica
en el período de la glaciación de Wisconsin: la formación de un corredor libre de hielos, que
atravesaba el espacio entre los sistemas Laurentino y Cordillerano, por donde habrían transitado los
primeros americanos para luego desplazarse a Centroamérica bordeando el Pacífico; o la navegación
directa por el litoral del Océano, teniendo en cuenta el descenso del nivel del mar entre 50-120 m.,
con la dificultad de que no habría suficiente evidencia material del tránsito por las orillas del
Pacífico, empleando embarcaciones a lo largo de la costa. Las fechas de estas dispersiones oscilan
entre los 14-11.000 años ap.

En la búsqueda de patrones capaces de explicar el poblamiento americano –afirma Lanata- “es


importante generar modelos que sirvan como un conjunto de hipótesis explicativas de distintas
situaciones y que produzcan predicciones claras de diferentes tipos de datos” (128). Desde este
punto de vista, la evidencia arqueológica no es suficiente para explicar la dispersión humana,
aunque está demostrado que las condiciones geológicas y climáticas fueron apropiadas a ese
proceso. En principio, se asume que el testimonio físico de las primeras poblaciones es pobre ya que
habrían formado grupos pequeños con una gran movilidad, habiendo mayor densidad en los sitios
que concentraban recursos; estos hechos habrían producido “un paisaje arqueológico con una gran
discontinuidad espacial y temporal, lo que a su vez determinaría una baja densidad y visibilidad del
registro material.
La revisión de modelos funcionales dentro de la explicación procesual del poblamiento americano
presenta un enfoque basado en la disponibilidad de recursos, la teoría del costo mínimo, el uso de
corredores ambientales, aspectos demográficos, migraciones y tempos de dispersión.

El primer modelo propuesto es el de Martin (1973) que propone el avance en oleadas y la


sobrematanza de la megafauna, se basa en la evidencia Clovis disponible para 1970 y propone el
avance simultáneo de grupos de población hacia diferentes frentes de colonización. El
funcionamiento básico del modelo es a partir de un crecimiento poblacional constante y parejo de
manera independiente de la variabilidad paleoambiental y ecológica americana, y se sustenta en
datos etnográficos sobre los zulúes, recolectados acríticamente en una comunidad en proceso de
desestructuración, y extrapolados de la historia a la prehistoria, para intentar explicar hechos
heterogéneos.

Esta estrategia de dispersión es criticada porque estaría basado en la sobrexplotación de un único


recurso alimenticio y una rápida dispersión espacio-temporal; el modelo carece de estrategias
adaptativas que maximicen la explotación de recursos y eventualmente propicien una migración
menos progresiva. Tampoco tiene en cuenta aspectos del entorno, las pautas demográficas y de
movilidad, y la variabilidad cultural entre grupos de cazadores recolectores. Sin embargo, es el
primer modelo que tiene en cuenta los intervalos temporales de la dispersión, aunque yerra en
atribuir a la depredación antrópica la extinción de la megafauna pleistocénica, omitiendo elementos
del cambio climático y las transformaciones del paisaje dentro de la explicación.

A continuación, Lanata describe el modelo de simulaciones de Anderson y Gillman, basado en el


Sistema de Información Geográfica, que indaga sobre las rutas de acceso y el uso del espacio, con
una perspectiva paleoambiental. Se trata de una reconstrucción sustentada sobre el análisis de costo
mínimo “dirigido a reconstruir la cantidad, cronología y direcciones probables de las principales
migraciones, las tasas estimativas de movimiento y la delimitación de áreas favorables y
desfavorables para el asentamiento humano” (131). Estos investigadores intentan vincular 45 sitios
arqueológicos tempranos de América del Norte y del Sur, considerando 4 posibilidades: corredor
libre de hielos, corredor de la costa del Océano Pacífico, la entrada a América del Sur y desde el
istmo de Panamá hacia el norte. El objetivo es conocer las principales rutas de dispersión mediante
estudios del menor costo, con modelos que empiezan desde el 12.000 ap. La entrada por el corredor
libre de hielos es la vía de acceso más aceptada, particularmente por la postura Clovis-First.

En términos generales estos dos modelos plantean que la dispersión pudo haber sido rápida y
analizan dos tipos de migración para tratar de dar cuenta de la dinámica de la propagación: el tipo
collar de perlas, que considera la migración hacia espacios de colonización adyacentes; y el tipo
salto de rana, en el que la población deja espacio libre entre el territorio viejo y el nuevo. El
segundo tipo se adecúa mejor a los datos arqueológicos, las fechas del poblamiento y a la teoría de
los accesos de menor costo, con territorios más separados el uno del otro.

La integración de métodos demográficos y el concepto de corredores ambientales para el estudio de


la dispersión poblacional inciden en la conformación de modelos predictivos que permiten generar
expectativas de diversos grados y contrastar con evidencias concretas. Lanata discute diferentes
modelos del poblamiento integrando la importancia de los corredores ambientales y la capacidad de
sustento de los ecosistemas. Los entornos ecotonales que se encuentran entre dos o más ambientes
específicos (corredores) se analizan como ambientes importantes para la dispersión demográfica en
América. Sin embargo, debe tenerse en cuenta la fragilidad de estos ecosistemas de transición, que
aunque poseen una serie de ventajas adaptativas como el acceso a una mayor cantidad de recursos
son más sensibles a variaciones climáticas impredecibles.

Los modelos que consideran variaciones demográficas con respecto a diversos paleoambientes
constituyen una herramienta útil para la comprensión del poblamiento, y su análisis incluye
variables ecológicas que determinan el crecimiento demográfico en función de la capacidad de
sustento del ambiente por lo que permiten realizar cálculos y simulaciones basadas en datos
concretos. Lanata considera un proceso de dispersión con diferentes tempos o dos posibles procesos
de dispersión para el poblamiento de América. Su análisis complejiza el proceso humano de
dispersión al considerar el azar y la variabilidad de la conducta humana, por lo que su propuesta
considera la proyección de conductas disímiles en ambientes ecológicos diversos (anisotropía).

El modelo que propone para la dispersión del ser humano en América tiene en cuenta tres factores
principales: la diversidad genética del continente y las fluctuaciones demográficas; la variabilidad
ambiental que delimitó el proceso de dispersión espacial y los factores económicos y socioculturales
determinantes; y la importancia de los corredores ambientales en el poblamiento americano. De esta
manera determina, teniendo en cuenta las dataciones arqueológicas, que la tasa de crecimiento
demográfico debió haber sido al menos del 2% anual para evitar la extinción del Homo Sapiens en
América.

Los cálculos que permiten hacer las predicciones basadas en este modelo plantean distintos
escenarios: un crecimiento poblacional alto sumado a una rápida dispersión que implicaría procesos
de colonización diferencial en diferentes paleoambientes y espacios de tránsito sin poblar; un
crecimiento sostenido de la población, con tempos de dispersión heterogéneos y un poblamiento
pleno del continente discordante con la evidencia arqueológica. En ambos casos, las tasas de
crecimiento no coinciden con las evidencias etnográficas actuales para grupos de cazadores-
recolectores, e implicarían un bajo nivel de competencia por los recursos, un éxito reproductivo alto
y una acelerada dispersión.

Dentro de este modelo de dispersión se pueden constatar tres patrones recurrentes: (1) la existencia
de cuellos de botella en el Pacífico noroccidental y Costa Rica/Panamá, separados por dos nodos
demográficos con alta densidad poblacional –relacionada con la disponibilidad de recursos-, que
pudieron retardar el tempo de dispersión hacia los corredores ambientales andinos (alta movilidad y
rápida dispersión) y amazónicos (densidad demográfica con menor rango de movilidad). Este evento
tendría consecuencias genéticas, culturales y poblacionales importantes y habría implicado un
reflujo de población hacia el norte del continente, además del ingreso a espacios amplios con
propiedades ecológicas diferentes. (2) La comprobación de densidades poblacionales heterogéneas
para los diversos tipos de ambientes, que implica variabilidad en el comportamiento de los grupos
de cazadores-recolectores y la continuidad del proceso de dispersión pese a la colonización
incompleta de anteriores espacios. (3) La hipótesis de que cuando se llega a Tierra del Fuego no
todo el espacio esté ocupado, que refuerza la idea de un crecimiento poblacional independiente de
las presiones demográficas.

Frente a la constatación de estos patrones, Lanata concluye que “la dispersión humana en las
Américas, tras analizar diferentes casos, pudo ser un solo proceso con dos o más diferentes tempos,
o dos diferentes procesos de dispersión” (142). Además, destaca la importancia de los modelos
predictivos como herramienta epistemológica útil en la comprensión de los fenómenos
antropológicos y afirma que el poblamiento inicial del continente americano tuvo “características
semejantes a una invasión de especies, contraria a lo que se asume como un proceso lento”.

El análisis que presenta este artículo sobre el proceso de dispersión humana en América incluye una
serie de modelos que plantean diversos resultados a partir del análisis de un conjunto de variables
que permiten realizar predicciones basadas en un esquema procesualista, que resalta la importancia
de los factores ecológicos, ambientales, demográficos y económicos. Si bien, parten de una matriz
similar que ubica el origen del ‘hombre americano’ en Beringia y una dispersión escalonada y
unidireccional, su importancia reside en los diferentes elementos que se conjugan en el análisis para
construir una imagen detallada del proceso de poblamiento como un fenómeno complejo.

Sin embargo, este análisis deja a un lado una serie de teorías sobre el poblamiento de América que
consideran procesos socioculturales e históricos para construir un panorama complejo y adoptan una
visión univoca sobre la migración en el continente. En este sentido, omiten una serie de evidencias
que implican otras maneras posibles de la dispersión humana en América pero que complicarían la
construcción de modelos armónicamente funcionales, como los que presentan; asimismo en estos
modelos siguen siendo predominantes las teorías noratlánticas sobre el poblamiento producidas en
los centros globales del saber, con una visión hegemónica, política y neocolonial, estratégicamente
motivada.

Pese a ello, la discusión de diferentes modelos de la dispersión humana en América es una


contribución importante al debate sobre el proceso de poblamiento y ocupación social del
continente, así como de los procesos culturales, demográficos y ecológicos que implica. El escenario
que muestran estos modelos es complejo, pese a adoptar una visión reduccionista de un fenómeno
antropológico complejo que implica la consideración de múltiples posibilidades, y sobre el cual la
arqueología ha construido diferentes hipótesis.

El aporte más importante, a mi modo de ver, consiste en la proposición de un modelo complejo de


dispersión y en la propuesta epistemológica de utilizar modelos, conceptos y cifras como
herramientas de conocimiento sobre el pasado de la humanidad que pueden arrojar luces sobre datos
y hechos concretos. El análisis de estos modelos da cuenta de la dificultad de esbozar hipótesis
finales, y más bien resalta la necesidad de incluir una diversidad de elementos teóricos y variables
de análisis que ayuden a una mejor comprensión de los procesos antropológicos del pasado que de
una forma u otra determinan nuestro presente.

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