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Tifón. Hidria de figuras negras de Calcídica, Bavarian State Collection of Antiques, Munich (c.540-
530)1
EDUARDO CARVALLO
A Tere
INTRODUCCIÓN
En el terreno de la psique sabemos que, por lo general, lo que está más cerca de
nosotros es lo más difícil de concientizar y de reflexionar. De las observaciones
acerca de las manifestaciones de la psique y de su dinámica en nuestros pacientes y
en nosotros mismos, surgen elementos que nos asombran y nos hacen cuestionar
nuestras referencias acerca de la realidad tangible e intangible.
En primer lugar existió, realmente, el Caos. Luego Gea, de ancho pecho, sede
siempre firme de todos los Inmortales que ocupan la cima del nevado Olimpo;
y Eros, el más bello entre los dioses inmortales...
Antes de que existieran el mar, la tierra y esa cobertura de los cielos que se
extiende por doquier, la naturaleza ofrecía el mismo aspecto en todo el
universo: es lo que los hombres denominaron Caos, masa informe y confusa...
Aunque allí estaban los elementos de la tierra, del mar y del aire... ninguno de
ellos tenía forma definida y cada uno interfería estorbando el desarrollo de los
demás...
Dice Lewis Spence, el mitólogo escocés del siglo pasado: «Muchos de los mitos de
civilizaciones superiores de la antigüedad, de la forma en que han llegado hasta
nosotros hoy, obviamente han pasado a través de una o dos etapas de refinamiento
y revisión por las manos de algún sacerdote, poeta o filósofo ansioso de liberar su
raza de su supuesta ruda y salvaje historia primitiva».
Spence pone el foco sobre una tendencia a ennoblecer lo humano, que podríamos
interpretar como una cierta vergüenza de nuestros orígenes que se traduce en
represión de los mismos. Nada más primitivo que el caos que está inscrito en el
inicio de todo. Al reprimir el origen caótico, el caos primordial, lo empujamos al
mundo de lo sombrío. Entonces, el caos es sombrío por naturaleza: por lo
inconsciente, por ser rechazado, por su poder destructivo y porque siempre está
presente.
Quisiera retomar a nuestros autores antiguos, para oir como prosigue su visión
evolutiva:
En estas líneas de Hesíodo, leemos la importancia que se da a que del Caos surja
una sede, un asiento.
Para surgir del caos habría que encontrar un «algo» de donde asirse, podríamos
decir que ese «algo» es la contención. La contención es algo que perseguimos desde
nuestro nacimiento: la madre —o lo que ésta pueda significar— es el primer
container del ser humano. El container brinda la posibilidad de que surjan las
formas; es el asidero desde el cual puede ordenarse el caos. La contención protege
la posibilidad de hacer conciencia. Si no hay container, la vas alquímica, no hay
proceso. Esto lo vemos en los pacientes esquizofrénicos, donde aparentemente, al
no estar presente el elemento protector de Gea, como madre positiva, el container
se rompe una y otra vez derramando el contenido psíquico. Solo un container
permite comenzar a ordenar el caos psíquico y desde allí iniciar un proceso de
desarrollo de la psique que permita establecer una genealogía, en el sentido
cronológico.
...la pugna entre los elementos fue a la postre resuelta por un dios. Por una
fuerza natural en ascenso, que separó la tierra de los cielos, y las aguas de la
tierra y estableció el aire limpio por encima de la atmósfera más densa. Y una
vez que liberó estos elementos, sacándolos de la masa en que confusamente
yacían, asignó a cada uno un lugar diferente y los vinculó entre sí con
armoniosos y concordes lazos.»
Sin embargo, mi interés es enfocar lo que no se puede reconocer como parte de este
desarrollo evolutivo, lo que escapa de una genealogía reconocida —la olímpica. Son
los hijos bastardos del caos. Los que comparten una naturaleza monstruosa no
pertenecen a la estirpe que dio origen a las formas psíquicas conocidas.
Son, solo para nombrar a algunos, Coto, Briareo y Giges, los Hecatónquiros, hijos
monstruosos de Gea, gigantes dotados de cien brazos y cincuenta cabezas que les
habían nacido de los hombros; Equidna, víbora con cuerpo de mujer terminado en
cola de serpiente en lugar de piernas, hija de Gea y de Tártaro —el lugar donde
reinaban las tinieblas; Tifón, el menor de los hijos de Gea y Tártaro, intermedio
entre hombre y fiera, ser monstruoso y alado que despedía llamas de sus ojos, que
tenía el cuerpo rodeado de víboras y en lugar de dedos tenía cien cabezas de
dragón. Estas son las expresiones “bizarras” de lo humano, lo inhumano de lo
humano. Inscritas en principios más reprimidos, que se han hecho sombra, y que
cuando aparecen nos resultan extrañas, siempre monstruosas. Expresiones que
están enraizadas en lo sin forma psíquica, en lo primario, que quedaron fuera de la
fuerza vinculante de Eros.
La conciencia del hombre, está enraizada en ese caos primordial de donde —Deo
concedente— se desarrolla nuestra psique. Independientemente de cómo se ha
organizado a lo largo de nuestra historia personal, hay partes caóticas de la psique
que operan
autónomamente, sin relación con la actitud consciente. Son nuestros puntos ciegos.
Desde esta referencia, nos debemos preguntar: ¿cuánto caos tiene cada uno?
Podríamos decir que tomar esto en cuenta nos acercaría a nuestra vulnerabilidad, y
nos permitiría ver el drama humano del eterno regreso al caos primordial, en el que
podemos quedarnos atrapados o movernos en el sentido de hacer conciencia. La
conciencia del caos es lo que permite que se desarrolle la conciencia del hombre.
Cada vez que surge el caos, las fuerzas del inconsciente se están expresando, con
mayor o menor intensidad, desde un terreno donde no hay formas. Las existentes,
las conocidas, sucumben a ese torbellino que los alquimistas conocieron como
masa confusa. Quisiera comentar algunas imágenes que podríamos asociar con sus
niveles extremos.
De pronto, apareció un vacío alrededor del cual todo comenzó a girar cada vez
con mayor rapidez. No había nada que hacer. No tenía voluntad para
oponerme a esa enorme fuerza que fue desprendiendo violentamente todas las
ataduras que pudiesen existir. Apareció un enorme remolino, que poco a poco
se fue expandiendo, y que fue succionando todo hacia su centro cada vez con
mayor fuerza. Luchar contra el mismo producía más y más ansiedad. Dejarme
arrastrar despertó una sensación de desintegración inminente.
No sé cuántos de los lectores admitirían que han tenido esta experiencia por lo
menos una vez en su vida. Pero me atrevería a afirmar que un gran número la
hemos experimentado con intensidades diferentes. Es la vivencia emocional del
caos. Confusión y vacío. Sensación de perder la identidad.
En la biografía que escribe Stefan Zweig acerca de María Estuardo, encontré una
impresionante descripción de la desesperación que vive la reina una vez que
traiciona y asesina a su amante presionada por razones políticas:
Edward Edinger, en algunas de sus obras, menciona que el ego puede aparecer
como sirviente o como un rey. Representa un enorme esfuerzo tratar de que el ego
se mantenga «con la cabeza baja» y que, desde esa actitud, permita que se activen
los mecanismos de contención de la transformación que la psique necesita en un
momento determinado, El aspecto servil en lo psíquico está relacionado con
Hermes Psicopompo, el único dios servil entre los dioses, que es capaz de
conectarnos con los aspectos más profundos de nuestra psique. Cuando por el
contrario, el ego se infla, constituyéndose en el salvador que nos va a rescatar de las
amenazas de lo desconocido, puede abortar el proceso, y es entonces cuando el
individuo puede resurgir conectado con el poder, que siempre esta disociado del
Eros —el principio vinculante.
Hasta aquí nos hemos referido al caos desde una perspectiva netamente individual.
A grandes rasgos nos hemos paseado por las dificultades que entraña la relación
con nuestros núcleos caóticos, el mantenimiento de un equilibrio psíquico a lo
largo de nuestra vida, y la importancia de que se mantenga un movimiento que
permanentemente contempIa la experiencia del sufrimiento. Sin embargo,
basándome en lo que ya es un standard en la psicología junguiana: que la
psicología de las masas está enraizada en la psicología del individuo, no quisiera
pasar por alto la oportunidad de compartir algunas reflexiones acerca de lo que hoy
en día estamos viviendo en el colectivo.
Estamos viviendo en un mundo cada vez más desalmado, que día a día pierde más
rituales que puedan actuar como reguladores naturales de nuestra convivencia,
sometiéndonos a una polarización que cada vez se hace más profunda. La fantasía
de una aldea global, que tanto cacareó la contemporaneidad, se ha desvanecido en
una premisa que hoy por hoy rige las relaciones en muchos rincones de nuestra
geografía: «O están con nosotros o están contra nosotros». En esta polarización, la
vida de los individuos no vale nada frente a las demandas colectivo loco que ha
perdido la conexión con los instintos más primarios, y que aparentemente sólo
reacciona desde y frente al poder. ¡Cómo nos cuesta aceptar que no hay mucha
diferencia entre nuestros ancestros bárbaros, aparentemente muy lejanos, y
nosotros mismos! A pesar de dos guerras mundiales y de siglos de historia de
guerras locales, ¡hemos seguido hablando de un mundo civilizado!
En años recientes hemos sido convulsionados por eventos que han repercutido
profundamente en nuestro colectivo, rompiendo con el llamado orden mundial y
sumergiéndonos en un enorme caos. Creo que nos llegó el momento de hacer un
gran esfuerzo por reflexionar profundamente acerca de la barbarie que nos rodea y
quizás, desde allí, poder favorecer la emergencia de los mecanismos naturales que
apuntan a una evolución o ser destruidos por los aspectos más primitivos que aún
nos acompañan.
1 https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Typhon_Staatliche_Antikensammlungen_596.jpg
Eduardo Carvallo. Médico psiquiatra de la Universidad Central de Venezuela y
Analista junguiano miembro de la Asociación Internacional de Psicología
Analítica desde el 2001. Es miembro y ex-presidente de la Sociedad Venezolana de
Analistas Junguianos, fundador del Centro de Estudios Junguianos de Bogotá y
de la Sociedad Colombiana de Analistas Junguianos, de la cual es su actual
presidente. Entre sus principales intereses se cuentan trabajos relativos a los
fenómenos migratorios, a los complejos culturales latinoamericanos y a los
patrones arquetipales en la cultura precolombina.