Está en la página 1de 2

‘Backlash’: la revancha ‘wasp’

En EE UU ha habido una reacción de los blancos que


sentían que perdían su hegemonía cultural

Protestas en Los Ángeles contra la elección de Donald Trump. REED SAXON (AP)

La victoria del antipolítico Trump ha sorprendido tanto como la llegada de un negro a la


Casa Blanca hace ocho años. Lo que permite intuir que ambos acontecimientos están
vinculados, como si este nuevo shock hubiera servido para revertir el anterior. Los
perdedores de 2008 se han tomado ahora la revancha, a fin de restaurar el american way
of life liderado por los wasp (hombres blancos anglosajones y protestantes) que se vio
sobrepasado por la coalición arcoíris (de jóvenes, mujeres, migrantes, latinos y afros)
construida por Obama. Y con este vaivén pendular se restablece el alternante equilibrio
entre las presidencias republicana y demócrata que teorizó Arthur Schlesinger en su libro
de 1986 Los ciclos de la historia americana.
¿Cómo es posible que con la misma correlación de fuerzas el resultado actual haya sido
opuesto al anterior? La explicación técnica es la diferente participación electoral de uno y
otro bando, pues si Obama supo movilizar en 2008 a toda su base social multicolor, ahora
Clinton no ha sabido lograrlo; mientras que Trump supo estimular con su agit-prop el
decisivo voto wasp de los Estados oscilantes. Contaba para ello con gran ventaja diferencial
en términos de marketing, dada su potente imagen de candidato imposible que le confería
una extraordinaria visibilidad mediática. Lo que se vio reforzado por el estilo provocador de
su retórica antisistema, pues, como sabemos por Ansolabehere & Iyengar (Going
Negative, 1996), el negativismo permite reactivar y movilizar el voto de los afines a la vez

1
que desanima y desmoviliza a los moderados. Y frente a eso Clinton solo ofertaba
redundancia progresista pero sin el carisma de Obama.
Pero si bien la contabilidad electoral está clara, no sucede lo mismo con su interpretación.
Algunos hacen una lectura economicista sosteniendo que todo se debe al declive relativo
de los trabajadores industriales y los propietarios rurales. Y es verdad que se está abriendo
una grave fractura entre las viejas clases medias analógicas, enclavadas en sus redes locales
al ser incapaces de competir en la globalización, y las nuevas clases
medias digitales, conectadas en abierto a las redes cosmopolitas. Pero esta divisoria no hay
que leerla en términos de clase, al modo de Marx, sino en términos de estatus al modo de
Weber. Así que no es la economía, estúpido, sino la batalla por la hegemonía cultural y el
conflicto de estatus.
Es la perspectiva que explica el ascenso del populismo como una rebelión contra
el establishment de los grupos de estatus socialmente excluidos. Una interpretación
verosímil en el caso del Brexit, pues Reino Unido está históricamente dividido entre la élite
educada en colegios privados frente a quienes salen de la escuela pública. Pero no parece
aplicable a Estados Unidos, una sociedad con altos niveles de movilidad social donde no hay
lugar para los conflictos de clase, y de ahí la ausencia histórica de socialismo. Lo que deja
amplio espacio para los conflictos de estatus, destacando el conflicto racial. La herida
histórica del esclavismo, agravada por la memoria de la guerra civil, explica la pervivencia
de un conflicto irresoluble entre la etnia dominante, los wasp, y los afroamericanos
descendientes de esclavos.
Pero aún hay otro conflicto de estatus que se viene a solapar con el anterior, como es el
conflicto de género. En Estados Unidos comenzó en los años sesenta el ascenso imparable
de las mujeres hacia la conquista de la independencia económica y el éxito profesional. Pero
esa revolución igualitaria pronto encontró cumplida respuesta vengativa por parte del
resentimiento masculino. Fue lo que una conocida feminista, Susan Faludi, bautizó en 1991
con el término de Backlash (“culatazo”), para denominar a la nueva misoginia generada por
el supremacismo masculino que se resistía a reconocer el derecho de las mujeres a adquirir
un estatus igualitario. Pues bien, este concepto de backlash, entendido como la reacción de
resentimiento que experimentan quienes se sienten desposeídos de su estatus dominante,
y que aspiran a tomarse la revancha para restablecer la jerarquía del anterior statu quo, es
el que mejor describe el clima de opinión que ha llevado a Trump a la Casa Blanca, con
objeto de restablecer el supremacismo wasp ante un doble sorpasso racial y de género que
amenazaba con desposeerles de su hegemónica posición heredada.

Fuente
Gil Calvo, E. (26 de noviembre de 2016). ‘Backlash’: la revancha ‘wasp’. Publicado en: El País. Cita
Online: https://goo.gl/x9u4hD

También podría gustarte