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“Es notorio que durante la Guerra Fría la política exterior estadounidense subordinó toda cuestión al

enfrentamiento con la Unión Soviética. En el subcontinente, cada vez que un gobierno o un movimiento de
liberación nacional trabajó para atenuar las evidentes injusticias sociales mediante la promulgación de
programas “progresistas”, en Washington se alarmaron ante lo que consideraban el “peligro rojo”. Etiquetando
todo cambio social como “inspirado por los comunistas”, Estados Unidos buscaba una justificación para sus
consiguientes acciones. Dependiendo de la situación y de la importancia relativa de cada país, estas
contramedidas incluían: campañas de información o contrainformación; programas de contrainsurgencia;
chantajes económicos; “estado de guerra subliminal”; ayudas militares de todo tipo a los regímenes fieles;
maniobras navales intimidantes; y, como ultima ratio, apoyo a levantamientos armados o intervención militar
directa.”
Nocera, Raffaele. La Guerra Fría en América Latina: reflexiones acerca de la dimensión político-institucional, 2012.

"Estábamos todos de pie contra la pared rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente
(evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo -se diría que estaban emocionalmente preparados para
ejercer violencia sobre nosotros -). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la
salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez
pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del
cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada
soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como
les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron
alcanzarme."
Testimonio de Warren Ambrose, profesor de matemática en la Universidad de Buenos Aires, 1966.

“Es notorio que durante la Guerra Fría la política exterior estadounidense subordinó toda cuestión al
enfrentamiento con la Unión Soviética. En el subcontinente, cada vez que un gobierno o un movimiento de
liberación nacional trabajó para atenuar las evidentes injusticias sociales mediante la promulgación de
programas “progresistas”, en Washington se alarmaron ante lo que consideraban el “peligro rojo”. Etiquetando
todo cambio social como “inspirado por los comunistas”, Estados Unidos buscaba una justificación para sus
consiguientes acciones. Dependiendo de la situación y de la importancia relativa de cada país, estas
contramedidas incluían: campañas de información o contrainformación; programas de contrainsurgencia;
chantajes económicos; “estado de guerra subliminal”; ayudas militares de todo tipo a los regímenes fieles;
maniobras navales intimidantes; y, como ultima ratio, apoyo a levantamientos armados o intervención militar
directa.”
Nocera, Raffaele. La Guerra Fría en América Latina: reflexiones acerca de la dimensión político-institucional, 2012.

"Estábamos todos de pie contra la pared rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente
(evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo -se diría que estaban emocionalmente preparados para
ejercer violencia sobre nosotros -). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la
salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez
pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del
cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada
soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como
les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron
alcanzarme."
Testimonio de Warren Ambrose, profesor de matemática en la Universidad de Buenos Aires, 1966.

“Es notorio que durante la Guerra Fría la política exterior estadounidense subordinó toda cuestión al
enfrentamiento con la Unión Soviética. En el subcontinente, cada vez que un gobierno o un movimiento de
liberación nacional trabajó para atenuar las evidentes injusticias sociales mediante la promulgación de
programas “progresistas”, en Washington se alarmaron ante lo que consideraban el “peligro rojo”. Etiquetando
todo cambio social como “inspirado por los comunistas”, Estados Unidos buscaba una justificación para sus
consiguientes acciones. Dependiendo de la situación y de la importancia relativa de cada país, estas
contramedidas incluían: campañas de información o contrainformación; programas de contrainsurgencia;
chantajes económicos; “estado de guerra subliminal”; ayudas militares de todo tipo a los regímenes fieles;
maniobras navales intimidantes; y, como ultima ratio, apoyo a levantamientos armados o intervención militar
directa.”
Nocera, Raffaele. La Guerra Fría en América Latina: reflexiones acerca de la dimensión político-institucional, 2012.

"Estábamos todos de pie contra la pared rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente
(evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo -se diría que estaban emocionalmente preparados para
ejercer violencia sobre nosotros -). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la
salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez
pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del
cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada
soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como
les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieron
alcanzarme."
Testimonio de Warren Ambrose, profesor de matemática en la Universidad de Buenos Aires, 1966.

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